Historia de las Indias (vol. 1 de 5) - 08

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se abrazase ya con ella, y señales con las cuales parece que Dios lo
movia con empellones, porque la Providencia divinal, cuando determina
hacer alguna cosa, sabe bien aparejar los tiempos, ansí como elige las
personas, da las inclinaciones, acude con los adminículos, ofrece las
ocasiones, quita eso mismo los impedimentos para que los efectos que
pretende finalmente se hayan por sus causas segundas de producir.


CAPÍTULO XIV.
El cual contiene una opinion que á los principios en esta isla
Española teniamos, que Cristóbal Colon fué avisado de un piloto que
con gran tormenta vino á parar forzado á esta isla, para prueba de
lo cual se ponen dos argumentos que hacen la dicha opinion aparente,
aunque se concluye como cosa dudosa.--Pónense tambien ejemplos
antiguos de haberse descubierto tierras, acaso, por la fuerza de las
tormentas.

Resta concluir esta materia de los motivos que Cristóbal Colon tuvo
para ofrecerse á descubrir estas Indias, con referir una vulgar
opinion que hobo en los tiempos pasados, que tenia ó sonaba ser la
causa más eficaz de su final determinacion, la que se dirá en el
presente capítulo, la cual yo no afirmo, porque en la verdad fueron
tantas y tales razones y ejemplos que para ello Dios le ofreció, como
ha parecido, que pocas dellas, cuanto más todas juntas, le pudieron
bastar y sobrar para con eficacia á ello inducirlo; con todo eso quiero
escribir aquí lo que comunmente en aquellos tiempos se decia y creia y
lo que yo entónces alcancé, como estuviese presente en estas tierras,
de aquellos principios harto propincuo. Era muy comun á todos los que
entónces en esta Española isla viviamos, no solamente los que el primer
viaje con el Almirante mismo y á D. Cristóbal Colon á poblar en ella
vinieron, entre los cuales hobo algunos de los que se la ayudaron á
descubrir, pero tambien á los que desde á pocos dias á ella venimos,
platicarse y decirse que la causa por la cual el dicho Almirante se
movió á querer venir á descubrir estas Indias se le originó por esta
vía. Díjose, que una carabela ó navío que habia salido de un puerto
de España (no me acuerdo haber oido señalar el que fuese, aunque creo
que del reino de Portugal se decia) y que iba cargada de mercaderías
para Flandes ó Ingalaterra, ó para los tractos que por aquellos
tiempos se tenian, la cual, corriendo terrible tormenta y arrebatada
de la violencia é ímpetu della, vino diz que, á parar á estas islas
y que aquesta fué la primera que las descubrió. Que esto acaesciese
ansí, algunos argumentos para mostrarlo hay: el uno es, que á los que
de aquellos tiempos somos venidos á los principios, era comun, como
dije, tractarlo y platicarlo como por cosa cierta, lo cual creo que
se derivaria de alguno ó de algunos que lo supiesen, ó por ventura
quien de la boca del mismo Almirante ó en todo ó en parte ó por alguna
palabra se lo oyere; el segundo es, que entre otras cosas antiguas,
de que tuvimos relacion los que fuimos al primer descubrimiento de
la tierra y poblacion de la isla de Cuba (como cuando della, si Dios
quisiere, hablaremos, se dirá) fué una esta, que los indios vecinos de
aquella tuvieron ó tenian de haber llegado á esta isla Española otros
hombres blancos y barbados como nosotros, ántes que nosotros no muchos
años: ésto pudieron saber los indios vecinos de Cuba, porque como no
diste más de diez y ocho leguas la una de la otra de punta á punta,
cada dia se comunicaban con sus barquillos ó canoas, mayormente que
Cuba sabemos, sin duda, que se pobló y poblaba desta Española. Que el
dicho navío pudiese con tormenta deshecha (como la llaman los marineros
y las suele hacer por estos mares) llegar á esta isla sin tardar mucho
tiempo, y sin faltarles las viandas y sin otra dificultad, fuera del
peligro que llevaban de poderse finalmente perder, nadie se maraville,
porque un navío con grande tormenta corre 100 leguas, por pocas y bajas
velas que lleve, entre dia y noche, y á árbol seco, como dicen los
marineros, que es sin velas, con sólo el viento que cogen las járcias
y masteles y cuerpo de la nao, acaece andar en veinticuatro horas 30
y 40 y 50 leguas, mayormente habiendo grandes corrientes, como las
hay por estas partes; y el mismo Almirante dice, que en el viaje que
descubrió á la tierra firme hácia Paria, anduvo con poco viento desde
hora de misa hasta completas 65 leguas, por las grandes corrientes que
lo llevaban: así que no fué maravilla que, en diez ó quince dias y
quizá en más, aquellos corriesen 1.000 leguas, mayormente si el ímpetu
del viento Boreal ó Norte les tomó cerca ó en paraje de Bretaña ó de
Inglaterra ó de Flandes. Tampoco es de maravillar que ansí arrebatasen
los vientos impetuosos aquel navío y lo llevasen por fuerza tantas
leguas, por lo que cuenta Herodoto en su lib. IV, que como Grino, Rey
de la isla de Thera, una de las Ciclades y del Arcipiélago, recibiese
un oráculo que fuese á poblar una ciudad en África, y África entónces
no era cognoscida ni sabian dónde se era, los Asianos y gentes de
Levante orientales, enviando á la isla de Creta, que ahora se nombra
Candía, mensajeros que buscasen algunas personas que supiesen decir
donde caia la tierra de África, hallaron un hombre que habia por nombre
Corobio, el cual dijo que con fuerza de viento habia sido arrebatado
y llevado á África y á una isla por nombre Platea, que estaba junto á
ella: _Is, inquit, aiebat se ventis arreptum in Áfricam applicuisse_,
etc. Cornelio Nepos cuenta, que en el tiempo que Quinto Metello era
Procónsul en Francia, que ciertos mercaderes que salieron de la
India, con grandes tempestades, fueron á parar á Germanía; lo mismo
significa Aristóteles de los que hallaron la isla que, arriba, en el
cap. 9, digimos ser á lo que creemos la tierra firme hácia el Cabo de
San Agustin; y los otros navíos que salieron de Cáliz y arrebatados
de la tormenta anduvieron tanto forzados por el mar Océano hasta que
vieron las hierbas de que abajo se hará, placiendo á Dios, larga
mencion: desta misma manera se descubrió la isla de Puerto Santo, como
abajo diremos. Así que, habiendo descubierto aquellos por esta vía
estas tierras, si ansí fué, tornándose para España vinieron á parar
destrozados; sacados los que, por los grandes trabajos y hambres y
enfermedades, murieron en el camino, los que restaron, que fueron pocos
y enfermos, diz que vinieron á la isla de la Madera, donde tambien
fenecieron todos. El piloto del dicho navío, ó por amistad que ántes
tuviese con Cristóbal Colon, ó porque como andaba solícito y curioso
sobre este negocio, quiso inquirir dél la causa y el lugar de donde
venia, porque algo se le debia de traslucir por secreto que quisiesen
los que venian tenerlo, mayormente viniendo todos tan maltratados, ó
porque por piedad de verlo tan necesitado el Colon recoger y abrigarlo
quisiese, hobo, finalmente de venir á ser curado y abrigado en su casa,
donde al cabo diz que murió; el cual, en recognoscimiento de la amistad
vieja ó de aquellas buenas y caritativas obras, viendo que se queria
morir descubrió á Cristóbal Colon todo lo que les habia acontecido y
dióle los rumbos y caminos que habian llevado y traido, por la carta
de marear y por las alturas, y el paraje donde esta isla dejaba ó
habia hallado, lo cual todo traia por escripto. Esto es lo que se dijo
y tuvo por opinion, y lo que entre nosotros, los de aquel tiempo y
en aquellos dias comunmente, como ya dije, se platicaba y tenia por
cierto, y lo que, diz que, eficazmente movió como á cosa no dudosa á
Cristóbal Colon. Pero en la verdad, como tantos y tales argumentos y
testimonios y razones naturales hobiese, como arriba hemos referido,
que le pudieron con eficacia mover, y muchos ménos de los dichos fuesen
bastantes, bien podemos pasar por esto y creerlo ó dejarlo de creer,
puesto que pudo ser que nuestro Señor lo uno y lo otro le trajese á las
manos, como para efectuar obra tan soberana que, por medio dél, con la
rectísima y eficacísima voluntad de su beneplácito, determinaba hacer.
Esto, al ménos, me parece que sin alguna duda podemos creer: que, ó por
esta ocasion, ó por las otras, ó por parte dellas, ó por todas juntas,
cuando él se determinó, tan cierto iba de descubrir lo que descubrió y
hallar lo que halló, como si dentro de una cámara, con su propia llave,
lo tuviera.


CAPÍTULO XV.
En el cual se impugna cierta nueva opinion que dice que afirma questas
Indias ó parte dellas fueron en tiempo del rey Hespero XII de España,
estuvieron subiectas ó fueron del señorío de España; pónense cuatro
razones por las cuales se prueba ser vana y frívola, y lisonjera,
y dañosa tal opinion.--Refiérense muchos descubrimientos que
antiguamente se hicieron por diversas gentes y por mandados de reyes
diversos.--Contiene cosas antiguas y notables.

Por muchas de las historias antiguas y razones é auctoridades, que en
los capítulos pasados, para mostrar como Cristóbal Colon pudo bien
persuardirse y tener por cierto (supuesto el favor divino, del cual
él siempre confiaba) su descubrimiento, hemos relatado, fácil cosa
será á quien los leyere cognoscer, como nunca destas tierras, de los
tiempos antiguos hasta los nuestros, hobo plenario cognoscimiento y
por consiguiente ni quien dellas hobiese hecho cierta y determinada
mencion. Siendo, pues, ansí esto verdad, como lo es, y della podrá
dudar todo aquel que fuere muy amigo de su parecer ó careciere tanto
de prudencia que afirme lo que no sabe, manifiestamente quedan de
alguno destos defectos convencidos los que presumen, sin algun cierto
fundamento, ni probable ni verisímile, afirmar questas Indias fueron en
algunos de los siglos ya olvidados, subjectas ó señoreadas de nuestros
reinos de España, ó de los reyes españoles; y si se escapare de lo
que dije, el que aquesta novedad inventare, tengo miedo que incurrirá
en otro no mucho menor, ántes mucho más pernicioso, conviene á saber,
de nocivo lisonjero á nuestros ínclitos reyes, los cuales, como de
su propia naturaleza real tengan los oidos y ánimos simplicísimos,
creyendo que se les dice verdad formarán conceptos dentro de sus
pechos, de que utilidad espiritual ni temporal servicio ni provecho
se les apegue; por ende parece convenir, pues se ha ofrecido sazon
donde meterlo, que en estos dos siguientes capítulos asignemos razones
evidentes como lo que afirman no puede ser, aunque, como ya se tocó,
por lo dicho parece, y esto será en el primero; en el segundo se
responderá de propósito á los motivos que tuvieron, porque mejor
el error, de los que cosa tan aviesa de la verdad osan decir, del
todo manifestemos. Dicen, pues, los que esto afirman, que tienen por
cierto este orbe ó parte dél haber sido señoreado de España, y para
probarlo, á su parecer, traen dos fundamentos: el primero es aquella
historia que arriba en el capítulo 9.º pusimos del Philosopho en el
tractado _De admirandis in natura auditis_, de aquella tierra, que
acaso descubrieron los mercaderes Cartaginenses, la cual digimos
creer que podia haber sido el Cabo de Sant Augustin ó otra parte de
nuestra tierra firme, y dicen que debia de ser Cuba ó esta Española
ó alguna parte de tierra firme; y bien hacen los tales poner muchas
disyunctivas por acertar en alguna: pero porque ninguna cosa concluyen
con la susotraida historia y no les sirve á más de hinchir el papel de
cosas excusadas, deste su primer principio no es de curar. El segundo
que traen diz que es otro mayor orígen de haber sido estas tierras
de España, y es que estas Indias son las Hespérides de quien tanta
mencion hacen los poetas é historiadores, y que, porque el duodécimo
Rey de España se llamó Hespero, esta diz que claro que las nombraria
de su nombre Hespérides; de donde infieren que indubitadamente fueron
del señorío de España desde el tiempo de Hespero, y ansí ha tres mil
y ciento y noventa y tantos años que tuvieron el derecho dellas los
reyes de España, el cual le restituyó la divina justicia: la prueba
que trae Gonzalo Hernandez de Oviedo, el primero imaginador desta
sotileza, en el lib. II, cap. 3.º de la primera parte de su General
Historia, es porque antiguamente fué costumbre poner los nombres, á las
ciudades y provincias y reinos y rios, de los reyes y personas que los
poblaban ó descubrian, ó alguna hazaña en ellos ó por ellos emprendian
y efectuaban, y desta manera diz que se llamó Hespero, Hesperia,
España, etc. ¡Hermosa, por cierto, sentencia y digna de tal probanza
y de atribuirle tanta autoridad, cual y cuánta se suele atribuir á los
sueños, ó á los que las cosas que aun no son _in rerum natura_ adivinan!
Poder haber sido llamadas estas Indias islas ó tierra firme ó alguna
parte dellas Hespérides, no del todo lo negamos, pues habemos arriba
traido tantos y tales indicios y conjeturas, que pudieron traer á
los antiguos en algun cognoscimiento ó sospecha dellas, pero que se
nombrasen Hespérides por llamarse Hespero cierto Rey antiquísimo de
España, creo que cualquiera de mediano juicio, mirando en ello, no
dudará ser cosa que razonablemente no se pueda decir. Esto persuadimos
y probamos por cuatro razones: la primera es porque ¿cómo es de
creer que una cosa tan grande, tan señalada y de tanto momento, como
fuera señorear España este orbe, tan luengas, tan anchas, tan ricas,
tan felices y opulentas tierras como estas, y donde tan inmensos
reinos se contienen y tan infinitas y diversas naciones (si entónces
estaban habitadas) se comprenden, no la escribieran, encarecieran y
la ensalzáran hasta los cielos alguno ó algunos de los historiadores
y poetas antiguos griegos ó latinos, y alguna historia ó escritura
española no hiciera mencion della, mayormente, Pomponio Mella,
español, natural de Tarifa, que entónces se llamaba Mellaria Bæthicæ,
como él mismo dice en su libro II, cap. 6.º, el cual fué primero que
Plinio y Solino? item, Plinio en su lib. II, cap. 69, pone muchos
descubrimientos que hicieron muchas gentes, y por mandado de muchos
señores y reyes, y en diversos tiempos en el mar Océano; ¿cómo callaran
el destas Indias si España le hobiera hecho, y cuanto ménos dejáran
de escribir si hobiera tenido el señorío dellas? porque más tiempo
y más trabajo se requiria para señorearlas que para descubrirlas.
Hanon, Cartaginense, fué enviado de la señoría de la gran Cartago, el
año de 445 ántes del advenimiento de nuestro Redemptor Jesucristo, á
descubrir la costa ó ribera de África y de Ethiopía, y pasó adelante
del Cabo de Buena Esperanza y llegó al seno ó golfo Arábico, que es
la boca por donde entra en la mar Océano el mar Bermejo, como refiere
Plinio, donde arriba digimos y en el lib. VI, cap. 31, y Solino, cap.
6.º y Pomponio, lib. VI, capítulo 10, puesto que Herodoto en su lib.
IV testifica que la primera vez que se tuvo noticia por experiencia
de África, fué por los descubridores fenices que invió Necho, rey de
Egipto. Despues deste invió el rey Xerges á descubrir la dicha costa
de África, como tambien allí cuenta el mismo Herodoto. Item, Hemilcon,
hermano de Hanon, fué tambien, cuando él, inviado á descubrir la costa
de España y llegó hasta Inglaterra y otras islas del mar de Poniente.
Los macedones, por la parte de Oriente y del mar Océano de la India,
hasta dar en el mar Caspio, anduvieron. Las victorias de Alejandro,
dicen, que navegaron hasta el golfo Arábico, donde gobernaba Cayo
César, hijo de Augusto, y allí aún dicen que hallaron pedazos de naos
de España que se habian perdido. En tiempo de César Augusto, y por
su mandado, se fué á descubrir el Océano septentrional con la flota
germánica. Cornelio Tácito tambien hace mencion, que un Eudoxio, por
nombre, por huir de Lathiro, rey de[13], entrando en el puerto arábico,
vino por el mar Océano hasta Cáliz, y, muchos años ántes dél, Celio
Antipater, vido en su tiempo personas que navegaron de España hasta
Etiopía, por causa de contractar ó comutar sus mercaderías. De muchas
destas navegaciones hace mencion Zacharias Lilio en el susodicho
tractado contra Antípodas en el capítulo _De navegatione Oceani_.
Pues si de todas estas navegaciones y descubrimientos y de otras que
arriba hemos traido, algunas de las cuales no fueron muy señaladas ni
muy grandes, aunque para aquellos tiempos cualesquiera que fuesen eran
árduas y dificultosas, hicieron los escriptores tanta mencion, de una
tan admirable, horrenda y espantosa (porque ninguna se sabe en el mundo
que tan gran golpho comprenda y tantos dias sin ver tierra se dilate)
si hobiera sido por España hecha, y por consiguiente si por aquellos
siglos España el señorío destas Indias tuviera ¿no es cosa clara y
averiguada que no faltaran escritores griegos ó latinos y tambien de
España, que, con suma diligencia y encarecimiento soberano, mencion
dello hicieran? luego, pues, no la hicieron, supérfluo es y cosa de
sueño afirmar alguno cosa tan incierta y no creedera. La segunda
razon es, porque como el rey Hespero haya reinado en España (si á las
historias creemos) en el año de 650 ó 60 despues del diluvio, y de
la poblacion primera della en el año de 520, y ántes de la fundacion
de Troya 170, y ántes tambien de la de Roma 600, y del advenimiento
de Jesucristo 1650 y más años; en todo lo cual, poco más ó ménos,
concuerdan las historias griegas y latinas y las mismas de España
(y suma estos años Juan de Viterbio en el tractado que compuso de
los _Reyes de España_, cap. 15, hablando del mismo Hespero), y por
entónces, segun es manifiesto al que ha leido historias de aquellos
siglos, no habia en Grecia ni en otras naciones, harto más políticas
y de más sotiles ingenios que la de España, industria de navegar ni
cerca y ménos léjos, y el primero que juntó flota y señorío en la mar
de Grecia fué Minos, como cuenta Tucidides, antiquísimo historiador
griego, lib. I, columna 2.ª, el cual fué ántes de Platon ¿cuanto ménos
pericia tenia España de navegar en tiempo de Hespero, siendo ántes
de Troya?; mayormente que no les faltaban guerras, como parece que
Hespero defendiéndose contra su hermano Atlante, que le vino con grande
ejército á echar del reino, como al fin dél lo echó, las tuvieron muy
crueles, y ansí es manifiesto que no tuvo tiempo para entender en tan
prolijos descubrimientos. Por lo que poco ha que trujimos de Herodoto
en su lib. IV, que la primera vez que se tuvo noticia por experiencia
de África fué la de los fenices, y este descubrimiento acaeció más de
mil años despues del rey Hespero, y el otro que mandó hacer Xerges, que
reinó despues de Necho buenos cien años, y como estas fuesen de las
primeras navegaciones á cabo de tanto tiempo que habia pasado el rey
Hespero, y se tuviesen por nuevas y no por chico atrevimiento y por
mandado de grandes reyes, bien podemos colegir que en tiempo de Hespero
habia poca industria de navegacion y ménos aparejo y más miedo para
osar emprender tan distante, tan remoto, tan escuro, tan insueto, tan
dificultoso y tan peligroso descubrimiento, y por consiguiente de ver
juzgada por adevinanza temeraria, y no digna de ser oida entre personas
prudentes, tal opinion, afirmar que estas Indias ni un palmo dellas
fuesen señoreadas ni aún soñadas del rey Hespero.
La tercera razon asignamos y es esta, porque manifiesto es por las
historias griegas y latinas que hablan de Hespero, Rey duodécimo de
España, y por las mismas españolas, y tambien por el tractado que se
intitula de _Beroso_, lib. V de las «Antigüedades,» que Hespero no
reinó en España más de diez años, en los cuales, sacados los que tuvo
guerras crueles por su defensa contra su hermano Atlante, como arriba
digimos, no parece ser posible que tuviese tiempo para descubrir y
señorear y que se llamasen de su nombre estas Indias, Hespérides,
habiendo de haber ocurrido hasta llegar á este fin tan inmensas
dificultades. Y confírmase aquesta razon, porque no se compadecen
juntamente estar las cosas diversas que las historias de Atlante y
Hespero cuentan ó relatan, de los cuales se afirma haber sido hermanos;
por lo cual es necesario decir, que ansí como fueron, no uno, sino
muchos Hércules, segun San Agustin, lib. XVIII, cap. 12, _De civitate
Dei_, Pausanias, autor de historias, griego, lib. IX, Machrobio,
_In saturnalibus_, lib. I, cap. 24, Cornelio Tácito y otros, y los
poetas las cosas señaladas, que mucho hicieron distinctamente y en
diversos tiempos y partes, atribuian á uno, en lo cual engendraron
gran confusion, ansí tambien fueron muchos Atlantes, los cuales
fueron iguales, no sólo en los hombres, pero tambien en las mujeres
y nombres dellas y en los hermanos; por los cuales muchas veces se
equivocaba, y se aplica, equivocando, lo que hizo uno á otro de aquel
nombre, y lo que todos á uno, como dice Servio y los otros comentadores
del Virgilio en el 7.º y 8.º de las _Eneidas_, y Xenophonte _De
equivocis_; mayormente las historias griegas, que muchas cosas no
dijeron con verdad y fueron deste defecto muy notadas. Cuanto más que
Atlante, como fuese Japhet, hijo de Noé, segun afirma Masseo en el 2.º
de su _Corónica_, y que estuvo muchos años en África, todos los otros
Atlantes puede ser que hayan sido fabulosos, fingidos por los poetas,
de donde se sigue haber sido posible, y aún parece necesario, por lo
que luego se dirá, que hobiese habido más Hesperos de uno que tuviesen
por hermanos y aún por padres á Atlantes, fingidos por los poetas ó que
fuesen verdaderos, y ansí, lo que diversos hicieron, equivocando, se
atribuia á uno. Esto se persuade por la incomposibilidad de las obras
que se aplican á un Hespero, pues no se puede compadecer que reinase
diez años en España Hespero, y della fuese por fuerza echado por su
hermano Atlante, y de España fuese á reinar y reinase por cierta parte
de Italia, y en la Italia muriese, segun dice Beroso en el lib. V de
las Antigüedades, é Higinio en su _Astronomía poética_, y que ántes
pasasen ambos hermanos en África y Mauritania (que es la provincia que
hoy llamamos Marruecos), y allí reinase Atlante, del cual piensan que
se llamó Atlante aquel famoso monte Atlante al Cabo de Mauritania, del
cual se denomina cuasi todo el mar Océano (aunque yo más creo llamarse
del primer Atlante, Japhet, hijo de Noé, y parece ser más razonable
creencia), y Hespero fuese á reinar á las islas de Canaria ó de Cabo
Verde y en la tierra firme de Etiopía, la más occidental, por cuya
causa él se llamó Hespero, que quiere decir occidental, porque ántes no
se llamaba desde su nacimiento sino Philothetes, como dice el Tostado
en el lib. III, cap 83, sobre el Eusebio, y alega á Theodoncio; y es de
creer como fuese tan leido y docto en todas facultades, y sobremanera
en historias, que miraria bien lo que dijo, y mejor que Gonzalo
Hernandez de Oviedo, el Tostado. Lo dicho se prueba por Juan Bocacio,
lib. IV, capítulo 29, _De genealogía Deorum_, donde afirma, Hespero
haberse llamado Hespero por haber ido á poblar ó á reinar en Etiopía,
la postrera hácia el Occidente, y no ella dél: _Verum_, inquit, _cum
juvenis una cum Atlante fratre in extremos Mauros secessisset atque
Ethiopibus qui ultra Ampellusiam promontorium litus Oceani incolunt, ac
insulis eo littore adjacentibus imperasse, à Grœcis Hesperus appelatus
est; eoque ex nomine occidentis Hesperi omnem occiduam regionem
vocent Hesperiam. Et sic ab ea regione ad quam transmigraverat à suis
perpetuo denominatus est._ Dice más el Tostado, que deste Hespero no
se halla más escrito de que tuvo tres hijas, las cuales los autores y
poetas llaman Hespérides, y ansí, del nombre suyo parece que fueron
hijas de Hespero (aunque algunos quieren decir que fuesen hijas de
Atlante); y uno de los que lo afirman es César Germanio, sobre los
fragmentos de Arato, poeta, poco despues del principio, lo cual no es
razonable; y fueron sus nombres, Egle, Baretusa, Espertusa, segun en
el capítulo siguiente las nombra Juan Bocacio. Item, que tampoco se
pueden compadecer en un sólo Atlante y un sólo Hespero las dos cosas
dichas, con lo que afirma Diódoro Sículo, lib. IV, cap. 5.º, que
Atlante tuvo muchos hijos, y uno dellos insigne en justicia y humanidad
para con los súbditos, á quien puso por nombre Hespero; el cual, como
por cudicia de especular los cursos de las estrellas y alcanzar la
astrología como su padre, se subiese en la cumbre del monte Atlante,
altísimo, súbitamente fué arrebatado de los vientos y nunca más fué
visto ni oido, y el pueblo, doliéndose deste desastre por la virtud que
dél cognoscian, por le dar honores inmortales para honrarle más, desde
allí adelante aquella estrella lucidísima occidental llamaron como á
él, Hespero; todo esto dice Diódoro: _Hunc scilicet Atlantem, aiunt,
plures substullisse filios; sed unum, pietate ac in subditos justitia
humanitoteque insignem, quem Hesperum appellavit, qui cum in Atlantis
montis cacumen ad scrutandos astrorum cursus ascendisset, subito à
ventis arreptus nequaquam amplius visus est. Ob ejus virtutem casum
hunc miserata plebs, honores illi præbens inmortales, astrum cæleste
lucidissimum ejus nomine vocavit._ Pues reinar diez años en España y
diez allí, ser echado y huir é reinar en Italia y allí morir, reinar en
las islas y tierra firme de Etiopía, que, como abajo parecerá, dista
más de mil leguas del monte Atlante, subir á la cumbre dél y allí ser
de los vientos arrebatado y nunca más parecer y ansí morir, manifiesto
es todas juntas estas tres cosas en un mismo hombre no poder concurrir
y ser incomposibles; cuanto más que no ser un sólo Hespero manifiéstase
por lo que se dijo, conviene á saber, ser uno hermano y otro hijo de
Atlante. Luégo claro queda, lo uno que hubo diversos Hesperos, ansí
como muchos Atlantes; lo segundo, que el Hespero que señoreó en Etiopía
y en las islas de Etiopía cercanas, no fué Rey de España; lo tercero,
que ninguna probabilidad tienen, ántes grande disparate y absurdidad
y muy contra razon es, decir ó presumir que ya que aquestas Indias en
aquellos tiempos fueran descubiertas (lo cual bien ha parecido no ser
verdad), y que se nombraran Hespérides del Rey Hespero, ántes tenia
más figura de verdad quien dijese llamarse Hespérides por Hespero Rey
de Etiopía ó de África la occidental, que no de Hespero Rey de España,
cuanto más que segun Sant Isidro, las Hespérides se nombraron de una
ciudad que se llamaba Hespérida en fin de Mauritania, y concuerda
con él Aliaco en el cap. 41, del libro _De imagine mundi: De insulis
famosis maris Oceani_; lo cuarto se consigue tambien á lo dicho, ser
incertísimo y no muy léjos de imposible lo que pretendemos impugnar,
conviene á saber, que aquestas Indias en los siglos antiguos haber sido
ni tractadas ni ménos señoreadas de España. Todo lo dicho se puede
muy bien con esta cuarta razon confirmar, y es, que, como puede ver
cualquiera que las historias de España leyere, España, cuasi siempre
desde su poblacion, fué opresa y afligida de tiranos, ansí como de
los Geriones, de los de Tiro y fenices cuando edificaron á Cáliz, y
al ménos harto inquietada y siempre ocupada en armas por defenderse
dellos, de los Cartaginenses, de Aníbal y Amilcar, y despues de los
romanos por Pompeyo y por sus hijos, y más por Julio César y Octaviano,
y, los tiempos andados, por vándalos y por los godos, y últimamente
por moros y bárbaros; por manera que nunca tuvo tiempo ni espacio
España para señorear, fuera de sí, otras gentes, mayormente tan
remotísimas partes; y si en algunos de los tiempos pasados, destas
Indias se tuviera noticia en España, mas fuera por haberla traido á
ella y hecho lo que en ellas hobiera acaecido y señoreado por las
naciones que á España señoreaban, que no por la misma España, y si
alguna gente de las que la señorearon habia de tener noticia ó señorío
destos reinos, parece que habian de ser los romanos, y destos nunca
tal escrito se halla, ántes dariamos aquí dos urgentísimos argumentos
del contrario. El uno es, porque segun refiere en el lib. II, capítulo
7.º, _De natura locorum_, Alberto Magno, (é ya lo trujimos arriba,
cap. 9.º), cuando César Augusto hizo ó quiso hacer la descripcion
del mundo, diz que envió á mandar á los reyes de Egipto y de Etiopía
que aparejasen naos y gente y las cosas necesarias para navegar los
mensajeros que enviaba, y, llegados á la línea equinoccial, hallaron
lugares paludosos y peñas que ni por el agua ni por la tierra pudieron
pasar, y ansí se tornaron sin poder hacer cosa de lo que Octaviano
deseaba. Estas son palabras de Alberto Magno: _In descriptione autem
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