Historia de las Indias (vol. 1 de 5) - 15

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parece, por lo que en el cap. 20 queda dicho, él estar bien engañado,
porque las Fortunadas eran predicadas y loadas por la clemencia de los
aires y de la misma tierra gran templanza, estas de cabo Verde son, por
el excesivo calor, enfermísimas y casi inhabilitables; luego no son
las islas que los antiguos nombraban Fortunadas. Descubrióse tambien
la isla de Sancto Tomé, que está debajo de la línea equinoccial, en
tiempo deste rey D. Alonso V, y, segun la cuenta susopuesta, viviente
tambien el infante D. Enrique, su tio. En los descubrimientos arriba
dichos, pasado el cabo Blanco, ofrecióse un moro viejo á ir al reino
de Portugal por ver las cosas de allí, y lo mismo quiso hacer un
portogués, llamado Juan Fernandez, quedarse por curiosidad con los
moros, por ver la tierra y las cosas della; de ambas á dos cosas se
holgó en gran manera el Infante, porque de ambas á dos partes, del
moro por relacion y de Juan Fernandez por experiencia, esperaba saber
los secretos de la tierra que él mucho deseaba. Al moro recibió muy
bien y le hizo vestir y darle mucho contentamiento el tiempo que en
Portogal estuvo. Á cabo de ocho ó diez meses, envió el Infante á saber
del dicho Juan Fernandez, el cual ya deseaba que viniesen por él, y
él acudia muchas veces á la costa de la mar por ver si parecia algun
navío; llegado el navío á la tierra donde estaba, y dicho á los moros
que se queria volver á su tierra, mostraron los moros sentimiento de
se querer ir de su compañía, por el amor que ya cobrado le tenian.
Vinieron cierta gente con él para lo acompañar y defender de los
pescadores de la costa que le podian hacer mal, y los que vinieron con
él rescataron á los portogueses nueve negros y cierta cantidad de oro
en polvo. Contaba este Juan Fernandez, que los moros, en cuya compañía
estuvo, eran todos pastores, parientes de aquel moro viejo que quiso
ir á Portugal; lo que primero con él hicieron fué quitarle todo lo que
tenia y llevó consigo, ansí de vestidos como del vizcocho y legumbres,
y lo que más llevaba, y, para que se cubriese, diéronle un alquicer
viejo y roto con que se cubriese, al revés de lo que el Infante habia
hecho al moro viejo. Él, con que no le tocasen en la vida, mostrábales
haber placer y hacerse con ellos cuanto podia; lo que comian ellos,
y á él le daban, era cierta simiente ó grano, semejante á panizo,
que el campo tiene y hallan sin sembrarla por él, y ciertas raíces y
tallos de algunas hierbas, y esto no en abundancia, con muchas cosas
inmundas, como lagartijas y gusanos tostados al sol, que por aquella
region arde mucho; y porque algunos meses del año aún esto les falta,
comunmente se mantienen de leche y queso de los ganados que guardan, y
la leche les sirve de bebida tambien, porque tienen gran falta de agua,
por no tener rio alguno, y los pozos que en algunas partes tienen son
muy salobres; carne, si alguna comen, es de algunos animales monteses
y aves que matan, pero en los ganados no tocan, y estos son los que
viven en la tierra dentro, porque los que viven en la costa de la mar
acerca tienen abundancia de pescado crudo y seco al sol, sin sal, y el
fresco muchas veces por ser más húmedo para que no les dé tanta sed.
Aquella tierra es toda arenales, muy estéril, arboledas casi ninguna
sino son algunas palmas, y unos árboles que parecen á las higueras que
en Castilla llaman del infierno; por esta causa la tierra es mala de
conocer, por lo cual, para andar por ella y no perderse, se guian por
los aires que corren y por las estrellas y tambien por las aves que
vuelan, principalmente cuervos y buitres y otras de rapiña, que siguen
las inmundicias que se echan á los lugares poblados, y estas muestran
donde están las poblaciones ó por mejor decir aquellas cabañas de los
pastores y ganados, porque, por ser la tierra tan estéril, á cada
paso mudan los pastos. Las casas suyas son unos tendejones; su comun
vestido es de los cueros de los ganados; los mas honrados tienen sus
alquiceles, y los que más principales son paños de mejor suerte y ansí
los caballos como las guarniciones dellos; el oficio comun de todos es
seguir la vida pastoral y curar y guardar su propio ganado, porque en
ello consiste toda su hacienda y la sustentacion de su vida, porque
deben de venderlo á otras gentes de la tierra adentro. La lengua y la
escritura difiere algo de la de los alárabes de Berbería, como la de
castellanos y portogueses; no tienen Rey ó Príncipe alguno, sino siguen
el mayor de las parentelas y aquel los gobierna, y ansí andan apartados
los parientes entre sí; estas parentelas ó linajes tienen contiendas
y guerra con otras, sobre los pastos de la hierba y los abrevadores
de los pozos. Esta vida y policía contaba Juan Fernandez que vido en
aquella tierra; despues andando mirando mas secretos de la tierra topó
con una cuadrilla ó parentela de gente, cuya cabeza era un moro muy
honrado y principal de aquellos Azenegues, persona de autoridad, que se
trataba mejor que otros, el cual guardó mucha verdad y hizo muy buen
tratamiento al dicho Juan Fernandez y lo dejó ir á buscar los navíos
de los portogueses, y le dió ciertos hombres que le acompañasen y
guardasen, como digimos, el cual, dice el historiador que vino á ellos
muy gordo y fresco, habiendo comido siempre aquellos flacos manjares
con leche. Quiero concluir este capítulo con referir una graciosa
curiosidad que un extranjero tuvo en uno destos viajes. En aquellos
tiempos como sonase la fama por los otros reinos, fuera de Portugal,
los descubrimientos de gentes y tierras nuevas que el Infante hacia y
cada dia crecian más, algunos extranjeros se determinaban salir de sus
reinos y naciones y venirse á Portugal é ir algun viaje de aquellos,
para despues tener en sus tierras que contar; entre los otros fué un
caballero que se llamaba Baltasar, de la casa del Emperador Federico
III. Movido por la razon dicha, pidió cartas de favor del Emperador
para el rey de Portogal, el cual suplicó al rey de Portogal que lo
enviase en un viaje de aquellos, porque en gran manera deseaba verse
en una gran tormenta en la mar para tener que contar en su tierra; el
cual deseo el caballero Baltasar vido cumplido, porque, salidos del
puerto, dende á algunos dias tomóles tan terrible y deshecho temporal
que totalmente tuvieron perdida esperanza de las vidas, y ansí dijo
el dicho Baltasar que habia visto ya su deseo cumplido pero que no
sabia si á contarlo en su tierra tornaria, y por esta gran tormenta se
tornaron necesitados á Portugal. Despues de haberse proveido de las
cosas que les faltaban tornaron á salir, y el Baltasar tambien con
ellos diciendo, que pues ya podia contar la tormenta de la mar, que
tambien determinaba ver las cosas que en la tierra habia; y ansí tornó
en el mismo viaje.


CAPÍTULO XXVII.

Muchas veces envió el rey D. Alonso á descubrir la dicha costa de
Guinea, y los Capitanes y descubridores que enviaba presumian y
porfiaban de ir cuanto más adelante pudiesen, por las mercedes que el
Rey hacia á todos, y mayores á los que más en esto se aventajaban, y
tambien por dejar loa y fama de sí mismos; y no ménos debia ser por
los rescates, y por los robos, y salteamientos, y captiverios que de
camino hacian y provechos temporales que adquirian, esperando cada dia
descubrir tierras más ricas, mayormente que la esperanza principal,
que el Rey y el Infante y todos los demas tenian, era descubrir las
Indias, y esto era lo que más todos pretendian. En muchos viajes que
en tiempo deste rey D. Alonso, para este descubrimiento, se hicieron,
se descubrieron muchas leguas pasando la línea equinoccial, como se
tocó en el capítulo 25, y en el año de 1471 descubrieron el rescate
de la mina del Oro, y en este tiempo acordó el rey D. Alonso que ya
no salteasen por la tierra, sino que, por vía de comercio y rescate,
se tratase con aquellas gentes; pues que nunca cesaron violencias y
robos, y engaños, y fraudes, que siempre los portogueses en aquellas
tierras y gentes han hecho. Despues sucedió el rey D. Juan segundo
deste nombre, hijo del susodicho rey D. Alonso, el cual salió más
inclinado y aficionado á proseguir este descubrimiento, hasta llegar á
la India y saber del Preste Juan, por muchos indicios que tuvo, ó le
pareció que tenia, estar su señorío en las regiones sobre la tierra de
Guinea. El año, pues, de 1481 despachó una buena armada para hacer un
castillo y fortaleza en el rio que llamaban de Sant Jorge, que es la
mina del Oro, para comenzar á tomar posesion del señorío de Guinea, por
virtud de las dona que los Sumos Pontífices á los reyes de Portugal
habian hecho. Esta fortaleza hizo en el reino de un Rey negro, que se
llamaba Caramansa, con cierta cautela que llevó, mandada hacer por el
rey de Portugal, el Capitan de la armada. Este fué diciendo que el
Rey, su señor, era muy poderoso y que le amaba mucho por las nuevas
que dél habia oido, por las personas de los navíos que allí habian
llegado á contratar y rescatar oro, y deseaba mucho haber su amistad
y comunicarle los bienes que él en su reino tenia; de los cuales, el
principal era darle cognoscimiento de su Dios y Criador verdadero de
todos, etc., y que para aquello le enviaba en aquellos navíos muchos
bienes temporales, y para guardarlos habian menester hacer allí en
su tierra una casa, la cual sería para él y su reino, como adelante
veria, muy provechosa, y para conservacion mayor de la paz y amistad
que asentaban, y por tanto, que le rogaba de parte de su señor, el
rey de Portugal, le diese licencia para edificarla. Fué grande el
agradecimiento que el rey Caramansa mostró al rey de Portugal, y con
muy graciosas palabras, aunque dichas con mucha gravedad, pero con más
prudentes razones, respondiendo á lo de la casa, se comenzó á excusar
diciendo que del amistad y paz del rey de Portugal holgaba mucho, y
que para ella bastaba la comunicacion de los navíos yentes y vinientes
para el rescate y contratacion, y que, haciendo casa dónde y cómo
decia, con tan continua conversacion entre sus vasallos y los del rey
de Portugal, muchas veces se ofreceria materia de reñir y disension,
y se daria y tomaria causa de quebrantarse la paz y se perdiese el
amistad, y añidió otras palabras y razones de persona prudente y de
mucha sagacidad; replicó el Capitan muchas palabras y allegó razones
harto superficiales, y poco concluyentes cuanto á buena razon, puesto
que el rey Caramansa, segun dice Juan de Barros en su Historia, lo
concedió. Mas segun yo creo, si es verdad lo que dice Juan de Barros,
concederlo ya, ó de ser de noble condicion, y, lo que más verísímile
es, de mucho miedo y temor, porque tenia el Capitan consigo 500 ó 600
hombres bien aparejados y armados, más que de providencia discreta
real, porque á gente tan diferente y extraña, y armada, y de quien
habria oido los saltos, males y daños que habian á sus vecinos hecho,
moros ó negros, discrecion y prudencia de Rey fuera nunca les admitir
á hacer casa en su tierra, hasta mas probar qué era lo que pretendian,
que daños, de su morada en su reino, podian resultar. Y cuando dijo
que era contento que hiciesen la casa, dicen que añadió, que fuese
con condicion que guardasen la paz y verdad que le prometian, porque,
si la quebrantaban, más engañaban y dañaban á sí mismos que no á él,
porque la tierra era grande y no le faltarian unos pocos de palos y
ramas para hacer una casa en que viviese; y esto dicho se despidió
del Capitan y volvió el Rey á su pueblo, porque esto era en la costa
de la mar, donde habia venido á verse con el Capitan y cristianos,
muy acompañado y con muchas ceremonias que los suyos hacian y traian
en el camino y él con un paso muy maduro y autorizado, con el cual,
y por la misma órden que vino, se volvió. El cual vuelto, luego los
oficiales y canteros portogueses comenzaron á cortar piedras y abrir
cimientos y disponer materiales para edificar su fortaleza; viéndolos
ciertos negros que allí estaban, vasallos del dicho rey Caramansa, con
grandísimo ímpetu arremetieron como perros rabiosos, sin temor alguno,
á los oficiales, á estorbarles, y debian de andar á las puñadas, puesto
que dice la historia que plugo á Dios que no hobo sangre, pero esta
debia ser que no salió de los portogueses porque no tenian los negros
armas para de presto sacarla, mas teniendo ellos sus espadas y lanzas
tan en la mano, maravillarme ia yo si los portogueses de los negros
no la derramasen: despues al cabo destruyeron los portogueses aquel
lugar, porque al fin en esto habia el amistad de parar. Fundóse allí
una ciudad de portogueses, rescatóse mucha cantidad de oro entónces,
y despues ha habido por allí mucho rescate, y, cuanto los portogueses
podian, segun dice la historia, trataban con los negros pacíficamente,
por vía de comercio y contratacion. Murieron muchos portogueses de
enfermedad, por ser la tierra mal sana, despues, el tiempo andando, no
hobo tanto mal; dícese siempre allí una misa por el infante D. Enrique,
por haber sido autor destos descubrimientos. Hecho el castillo de Sant
Jorge, de la manera dicha, pareció al rey de Portugal que habia tomado
posesion de aquellos reinos, por lo cual añadió este título á los
demas de su corona, y venido aquel Capitan, que á hacer la fortaleza
invió, que fué desde á tres años, rey ó señor de Guinea se intituló.
Tornó á enviar otros descubridores el año de 1484, que descubrieron
el reino de Congo, y más adelante hasta 24º, desa parte de la línea
equinoccial hácia el Sur, donde ha habido grandes contrataciones y se
han tornado muchos negros cristianos y salido mucho fruto, segun dice
la Historia portoguesa, pero cada dia creemos que hacen grandes daños
en el captivar esclavos, y dan motivos los portogueses á que ellos á sí
mismos se captiven por codicia y se vendan, y este daño y ofensas que
se hacen á Dios no fácilmente serán recompensables. En estos viajes y
descubrimientos, ó en alguno dellos, se halló el almirante D. Cristóbal
Colon y su hermano D. Bartolomé Colon, segun lo que yo puedo colegir
de cartas y cosas escritas que tengo de sus manos. En tiempo deste
rey, D. Juan II y del rey D. Manuel que le sucedió, hobo grandísimas
corrupciones en los portogueses con el rescate que tuvieron de los
esclavos negros, rescatándolos en el reino de Benij y en otras partes
de aquella costa, llevándolos á trocar por oro á la mina donde hizo el
castillo de Sant Jorge; porque la gente de allí, aunque negros tambien
todos, holgaban de comprar esclavos negros de otras partes por oro,
para sus comercios que tenian con otros negros, sus vecinos, y ellos ó
los otros con los moros. Sabida esta corrupcion por el rey D. Juan III,
que sucedió al rey D. Manuel, queriendo excusar tantos y tan grandes
pecados, porque las ánimas que él es obligado á convertir, en cuanto
en él fuere, y darles camino de salvar, las entregaban á los moros,
donde sobre sus ritos y errores de idolatría les habian de añadir la
pestífera ley de Mahoma, como Rey cristiano, posponiendo los provechos
temporales que le venian, quitó del todo, segun dice la historia, y
prohibió el dicho comercio y trato infernal, pero á lo que vemos y
hemos visto, quitó el trato que no se vendan á los moros, mas no quitó
el rescate y mil pecados mortales que se cometen en ello, hinchiendo
al mundo de negros esclavos, al ménos España, y hacer rebosar nuestras
Indias dellos; y que de cien mil no se cree ser diez legítimamente
hechos esclavos como abajo, si Dios quisiere, más largo se dirá.
Porque como ven los negros que los portogueses tanta ansia tienen
por esclavos, por codicia de lo que por ellos les dán, como tambien
carezcan de fe y temor de Dios, cuantos pueden roban y captivan, como
quiera que sea, y sus mismos deudos no perdonan, y ansí no es otra
cosa sino aprobarles sus tiranías y maldades y guerras injustas, que
por esto unos á otros hacen. En el año de 486, por ciertas nuevas que
el rey D. Juan de Portugal supo, de un gran Rey que señoreaba, en las
entrañas de aquella tierra de Etiopía, sobre muchos Reyes, de quien
se decian maravillas, y, segun estima del rey D. Juan, era el Preste
Juan de las Indias; determinó de inviar navios para que, por la mar,
y echando de los negros que ya tenian en Portugal, por la tierra
adentro, especialmente mujeres negras, como mas libres y aparejadas
para no recibir mal, le diesen alguna nueva de aquel gran Rey ó Preste
Juan. Para efecto desto, mandó aparejar dos navíos de cada cincuenta
toneles, y una navecita llena de bastimentos sobresalientes, para
socorro si á los dos navíos faltasen; en los cuales puso por Capitan
un caballero de su casa que se llamaba Bartolomé Diaz, que habia
navegado por aquellas costas, descubriendo, en otros viajes. Partido
de Lisboa en fin de Agosto, anduvo muchas leguas con muy grandes
tormentas y trabajos hasta llegar de la parte de la equinoccial 33º y
tres cuartos; llegados á cierto isleo ó isla pequeña que estaba junto
con la tierra firme, como la gente venia cansada y asombrada de las
terribles mares que habian padecido, comenzaron todos á se quejar y á
requerir al capitan Bartolomé Diaz que no pasase adelante, porque los
bastimentos se acababan y la nao que habian traido llena de bastimentos
sobresalientes se habia quedado atras y no sabian della, y podia ser
que ántes que la hallasen pereciesen todos, cuanto mas peligro y daño
padecerian si adelante pasasen; añadian que bastaba lo mucho que de
costa de mar en aquel viaje habian descubierto, por lo cual llevaban
la mejor nueva que alguno de todos los descubridores hasta entónces
habia llevado, pues vían que la costa volvia el camino de hácia el
leste ó Levante y que era manifiesta señal quedar atras algun gran
Cabo, que ellos, por haberse metido algo á la mar, no habian visto,
y que sería mejor consejo tornar hácia atras á lo descubrir. Y es
aquí de notar que tornar la costa hácia el Levante les fué muy grande
esperanza del descubrimiento de la India, que era lo que los reyes de
Portugal principalmente pretendian pero como cuasi toda la costa de
África, y tan grande como era, se habia corrido y navegado, poco mas
poco menos, Norte Sur, bien podian argüir é conjecturar y esperar,
por las nuevas y noticia que de la doctrina de Ptolomeo y los demas
se tenia, que por allí podrian llegar y descubrir la India, y ansí
fué. Finalmente, Bartolomé Diaz, con harto dolor de su corazon por
el ansia que tenia de pasar adelante, por sosegar las murmuraciones
y clamores de la gente, determinó de dar la vuelta, y, haciéndose
hácia la tierra, vieron luego asomar aquel grande y monstruoso y
celebratísimo cabo Hesperionceras, que tantas centenas de años habia
que estaba encubierto (puesto que, como digimos en el cap. 15, Hanon,
Cartaginense, lo descubrió antiguamente) el cual agora llamamos de
Buena Esperanza. Desque lo vieron fué grande el alegría que todos
hobieron y creyeron que aquel descubierto se habia de descubrir otro
mundo; cuando dieron la vuelta habian pasado del Cabo adelante 140
leguas, segun dice Hernando Lopez de Castañeda, coronista de Portogal,
lib. I, cap. 1.º de su Historia. Á este Cabo puso nombre el capitan
Bartolomé Diaz y su gente, cabo Tormentoso, por razon de los grandes
peligros y horribles tormentas que habian pasado en doblallo, pero,
llegados á Portugal, el rey D. Juan le puso por nombre cabo de Buena
Esperanza, por la esperanza que daba de que se descubriria la India que
tan deseada y buscada era. Halláronse entónces en 33º poco ménos de
altura dese Cabo de la equinoccial, pero como entónces no tenian tanta
experiencia de las alturas debian de errar, porque agora hallamos el
dicho cabo de Buena Esperanza[24] en 45º, aunque D. Bartolomé Colon,
hermano del Almirante que se halló en este descubrimiento, dijo que en
45 y así quizá lo debia entónces de hallar, sino que ó el molde ó el
historiador se engañó, porque agora no se platica estar sino en 35º.
Despues este rey don Juan mandó poner mucha diligencia sobre que se
hiciese arte de navegar, y encomendólo á dos médicos, uno cristiano,
llamado Maestre Rodrigo, y el otro judío, maestre Josephe, y á un
bohemio, Martin de Bohemia, que decia haber sido discípulo de Juan de
Montenegro, grande astrónomo, los cuales hallaron esta cierta manera
de navegacion de que agora usamos, por el altura del Sol; así lo dice
el dicho Juan de Barros en el lib. IV, cap. 3.º de su primera década
de Asia. Por manera, que cierto es haber sido los portogueses los
primeros que esta manera de navegar hallaron y usaron; y dellos los
españoles la tomamos, no se les quite su merecimiento ántes les demos
las gracias; y porque Cristóbal Colon y su hermano Bartolomé Colon en
aquellos tiempos vivian en Portugal, allende de lo que ellos se sabian
de teórica y experiencia de navegacion, en Portugal se debieran en esta
facultad de perfeccionar. Anduvieron ambos muchas ó algunas veces,
como arriba dije, ocupados y en compañía de los portogueses en estos
descubrimientos, y en especial en este del cabo de Buena Esperanza se
halló Bartolomé Colon, pudo ser tambien que se hallase Cristóbal Colon.
Yo hallé, en un libro viejo de Cristóbal Colon, de las obras de Pedro
de Aliaco, doctísimo en todas las ciencias y astronomía y cosmografía,
escritas estas palabras en la márgen del tratado _De imagine mundi_,
cap. 8.º, de la misma letra y mano de Bartolomé Colon, la cual muy
bien conocí y agora tengo hartas cartas y letras suyas, tratando
deste viaje: _Nota quæ hoc anno de ochenta y ocho in mense decembri
apulit Ulisboa Bartholomeus Didacus Capitaneus trium carabelarum quem
miserat serenisimus rex Portugaliæ in Guinea, ad tentandum terram, et
renunciavit ipse serenisimo Regi prout navigaverat ultra quam navigatum
leuche seiscientas, videlicet, quatrocientas y cincuenta ad austrum
et ciento y cinquenta ad aquilonem, usque unum promontorium per ipsun
nominatum_ cabo de Buena Esperanza: _quem in angelimba estimamus quique
in eo loco invenit se distare per astrolabium ultra lineam equinocialem
gradus quarenta y cinco, qui ultimus locus distat à Lisboa tres mil y
cient leguas. Quem viaggium punctavit et scripsit de leuca in leucam
in una carta navigationis ut occuli visui ostenderet ipse serenissimo
Regi. In quibus onnibus interfui_, etc. Estas son palabras escritas de
la mano de Bartolomé Colon, no sé si las escribió de sí ó de su letra
por su hermano Cristóbal Colon, la letra yo la conozco ser de Bartolomé
Colon, porque tuve muchas suyas. Algun mal latin parece que hay é todo
lo es malo, pero póngolo á la letra como lo hallé de la dicha mano
escrito, dice ansí: «Que el año de 488, por Diciembre, llegó á Lisboa
Bartolomé Diaz, Capitan de tres carabelas, que el rey de Portugal
envió á descubrir la Guinea, y trujo relacion que habian descubierto
600 leguas, 450 al austro y 150 al Norte, hasta un Cabo que se puso de
Buena Esperanza, y que por el astrolabio se hallaron dese Cabo de la
equinoccial 45°, el cual cabo dista de Lisboa 3.100 leguas, las cuales
diz que contó el dicho Capitan de legua en legua, puesto en una carta
de navegacion, que presentó al rey de Portugal: en todas las cuales,
dice, yo me hallé.» Por manera que, ó él ó su hermano, el almirante
D. Cristóbal Colon, que fué despues, ó ambos á dos se hallaron en el
descubrimiento del cabo de Buena Esperanza. Parece diferir en el año
lo que dice Bartolomé Colon y lo que refiere el portogués coronista,
porque dice Bartolomé Colon que el año de 88 y el coronista el de 87
que llegaron á Lisboa; puede ser verdad todo desta manera y es, que
algunos comienzan á contar el año siguiente desde el dia de Navidad,
que ansí lo debia de contar Bartolomé Colon, y por eso dijo que en
Diciembre llegaron á Lisboa, año de 88, y otros desde Enero, y ansí
aun no siendo salido Diciembre, refirió el coronista que el año de 87
llegaron á Lisboa. Esto parece ser verdad, porque dice que salieron el
año de 86, por fin de Agosto, y volvieron el año de 87 por Diciembre,
habiendo tardado en la jornada ó viaje diez y seis meses, que viene
cuenta cabal. Resta contaran este capítulo una cosa, que á los que no
han estudiado natural filosofía, mayormente que no son médicos, podrá
bien admirar. Es, que, como el dicho capitan, Bartolomé Diaz, tornase
con su compañía, descubierto el dicho cabo de Buena Esperanza, en busca
de la naveta de los bastimentos, que habia dejado ya ocho meses habia,
hallóla, y de nueve hombres que dejó en ella no halló vivos sino tres,
porque los negros los habian muerto, fiándose dellos por codicia de los
rescates que tenian; un portogués de los cuales tres, que se llamaba
Fernan Colazo, estaba muy flaco de enfermedad, y fué tanta el alegría
que hobo de ver la gente de su compañía que nunca pensó ver, que
cayó en él tal pasmo que murió luego. De manera, que de mucho placer
excesivo, ansí como de mucho pesar, suelen morir los hombres, por el
gran exceso de alteracion que sobre su corazon los tales reciben.
Valerio Máximo, lib. IX, cap. 12, dice, que como á una mujer le fuese
denunciado que era muerto un hijo suyo que mucho amaba, de lo cual
estuviese tristísima y llorosa, y súpitamente el hijo entrase vivo,
y ella fuese con excesiva alegría á abrazarlo, juntamente cayó en el
suelo muerta.[25] De otra dice lo mismo allí, y Plutarco, en la vida
de Aníbal, cuenta de ambas mujeres desta manera, conviene á saber: que
como Aníbal hobiese hecho gran matazon y estrago de los romanos, y la
ciudad de Roma, sabidas las nuevas, estuviese toda en lucto y planto,
mayormente las mujeres, con sospecha de la muerte de sus maridos y
hijos, viniendo á deshoras los hijos de dos dellas fué tanta el alegría
que recibieron, que súbitamente espiraron; de algo desto habla Plinio,
lib. VII, cap. 53. Por esta causa, segun se lee de Aristóteles, yendo
una vez á visitar á su madre, sospechando que la grande alegría le
podia hacer el daño semejante, envióle delante un criado que le dijese
que no recibiese pena, porque Aristóteles venia un poco mal dispuesto á
verla; porque cuando lo viese hobiese recibido un poco de pesar, para
que se templase ó mezclase lo triste con lo alegre y ansí no pudiese
haber exceso. La causa natural que se asigna desta manera de muerte,
es, porque el corazon del hombre se dilata con exceso demasiado, y el
calor sálese fuera desamparando el corazon, y ansí queda frio y sin
vigor, á lo cual se sigue luego la muerte.


CAPÍTULO XXVIII.
En el cual se torna á la historia de como Cristóbal Colon deliberó de
ofrecerse á descubrir otro mundo, cuasi como certificado que lo habia
de hallar.--Ofreció al rey de Portugal primero la empresa.--Las cosas
que proponia hacer é riquezas descubrir; las mercedes que pedia por
ello.--Mofaron el Rey y sus Consejeros dél, teniendo por burla lo que
prometia; estuvo catorce años en esto con el rey de Portugal.--Por la
informacion que el Rey le oia envió una carabela secretamente, que
tornó medio perdida; sabida la burla determinó dejar á Portugal y
venir á los reyes de Castilla.--Asígnanse algunas causas, por que el
rey de Portugal dejaria de aceptar esta negociacion.

Fenecida esta, susointerpuesta, larga digresion que pareció convenir,
lo uno por dar noticia de cosas antiguas que pocos sabian, lo otro
por la declaracion de algunos errores, que, cerca del descubrimiento
y negocio destas nuestras Indias, presumieron con temeridad algunos
escribir, porque no vayan en las historias dellas fundados sobre
vanísima falsedad los leyentes, será bien tornar á proseguir nuestro
propósito, comenzando del principio donde Cristóbal Colon comenzó
á proponer su negocio en las córtes de los Reyes cristianos. Fué,
pues ansí, que concebida en su corazon certísima confianza de hallar
lo que pretendia, como si éste orbe tuviera metido en su arca, por
las razones y autoridades y por los ejemplos y experiencias suyas
y de otros, y ocasiones que Dios le ofreció (y no fué chico saber
que en sus dias se habian descubierto las islas de cabo Verde y de
los Azores, y tan gran parte de África y Etiopía, y que él habia
sido en algunos viajes dellos), supuesta la esperanza del ayuda y
divino favor, que siempre tuvo, y enderezada su intencion á que todo
lo que hiciese y descubriese resultase á honra y gloria de Dios, y
á ensalzamiento de su santa fe católica, con determinado ánimo de
ponerse á cuantos peligros y trabajos se le pudiesen ofrecer (los
cuales fueron tantos y tan continuos y tales, que ni se podrán
encarecer, ni del todo ser creidos), por descerrajar las cerraduras,
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