Historia de las Indias (vol. 1 de 5) - 24

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llegaron al pueblo, los tomaron por los brazos los más honrados del
pueblo, segun les parecia, y lleváronlos á la casa principal, diéronles
dos sillas en que se asentaron, y todos cuantos cupieron en la casa
se asentaron en cuclillas alrededor dellos; el indio que llevaban de
Guanahaní, les contó la manera de vivir de los cristianos, segun que
habian esperimentado, y cómo no hacian mal á nadie ni tomaban lo ajeno,
ántes daban de lo que traian suyo. Desde á un rato, saliéronse todos
los hombres y entraron todas las mujeres, las cuales se asentaron
alrededor dellos, como habian hecho los hombres, y todas las que
podian los tentaban y palpaban si eran de carne y de hueso como ellos,
y besábanles las manos y los piés, y no les faltaba sino adorarlos;
rogábanles con gran instancia é importunaciones, que se quedasen allí
á vivir con ellos. Mostráronles la canela y pimienta que el Almirante
les habia dado, preguntándoles si la habia por allí, respondieron
que no, mas señalaron que cerca de allí habia mucha hácia el Sueste;
desque vieron que no tenian aparato y grandeza de ciudad determinaron
volverse, y dijeron que, si dieran lugar á los hombres y mujeres, que
con ellos querian venirse, pasaran de más de 500, creyendo que se
venian al cielo; vino, empero, un principal, como señor, y un hijo suyo
y otro con ellos. Recibiólos el Almirante muy graciosamente, hízoles
mucha honra, preguntándoles por más tierras, por señas; señalóle
aquel señor, aquellas mismas, haber por allí muchas islas y tierras.
Quisiérale el Almirante traer á los Reyes, y, creyendo que se estuviera
con él, aquella noche, dice, que, no sabe qué imaginacion le vino,
súpitamente se quiso de noche salir á tierra; el cual, diz que, no se
quiso detener por que tenia la nao en monte, y cierto en detenerlo
harto mal hiciera; dijo que tornaria en la mañana, pero nunca más
tornó, y hízolo como discreto. Hallaron estos dos cristianos por el
camino mucha gente que atravesaban á sus pueblos, mujeres y hombres,
siempre los hombres con un tizon en las manos, y ciertas hierbas para
tomar sus sahumerios, que son unas hierbas secas metidas en una cierta
oja, seca tambien, á manera de mosquete hecho de papel, de los que
hacen los muchachos la pascua del Espíritu Santo, y encendido por la
una parte dél por la otra chupan, ó sorben, ó reciben con el resuello
para adentro aquel humo, con el cual se adormecen las carnes y cuasi
emborracha, y así, diz que, no sienten el cansancio. Estos mosquetes,
ó como los llamaremos, llaman ellos tabacos. Españoles cognoscí yo
en esta isla Española, que los acostumbraron á tomar, que, siendo
reprendidos por ello, diciéndoles que aquello era vicio, respondian
que no era en su mano dejarlos de tomar; no se qué sabor ó provecho
hallaban en ellos. Toda la gente que topaban estos dos cristianos,
en viéndolos se ponian en grande admiracion, y los hacian el mismo
acatamiento; hallaban muchos pueblos chiquitos de cuatro y cinco casas.
Vieron mucha diversidad de árboles, hierbas y flores odoríferas, aves
muchas, de diversas especies, desemejables de las de España, pero
hallaron perdices naturales de las de España, salvo que son mucho más
chicas, y cuasi no tienen otra cosa de comer sino las pechugas. Vieron
tambien ansares muchas, y naturales ruiseñores que muy dulcemente
cantaban; y es bien de considerar, que haya tierra en que por el mes
de Noviembre los ruiseñores canten. Es aquí de saber, que en todas
estas islas no hay perdices ni grullas, sino en sólo aquella isla
de Cuba; las ansares comunes son á todas estas tierras. Bestias de
cuatro piés, diz que, no vieron, sino de los perros que no ladraban,
puesto que hay unos animalicos poco ménos grandes que unos perrillos
blanquetes que tienen cuatro piés, tan buenos y mejores de comer que
conejos y liebres, los cuales los indios llamaban guaminiquinajes. De
la fertilidad de la tierra contaban maravillas, y que toda la hallaban
llena de labranzas de aquellos ajes, y tambien debia de ser de la yuca,
de que hacian el pan que llamaban cazabí, salvo que no la cognoscian.
De los frísoles ó atramuces que digimos ó habas, y del grano que llaman
los indios maíz, que ellos llamaban panizo, hallaban mucha cantidad.
Algodon infinito, sembrado, cogido y hilado, y tambien tejido ó obrado;
dijeron que habian visto en una sola casa más de quinientas arrobas,
y que se podria haber cada año cuatro mil quintales. Añido yo, que
pudieran cogerse veinte mil quintales si los cristianos quisieran
tener grangerías por él, pero como siempre pretendieron ricos metales,
muchos, ni alcanzaron lo uno ni lo otro. Por un cabo de agujeta,
daban de algodon los indios una gran canasta. Dice aquí el Almirante
aquestas palabras: «Son gentes muy sin mal, ni de guerra; desnudos
todos, hombres y mujeres, como su madre los parió, verdad es que las
mujeres traen una cosa de algodon, solamente tan grande, que les cubre
su natura y no más, y son ellas de muy buen acatamiento, ni muy negras
salvo ménos que Canarias. Tengo por dicho, serenísimos Príncipes, que
sabiendo la lengua dispuesta suya personas devotas, religiosas, que
luego todos se tornarian cristianos, y así espero en nuestro Señor,
que Vuestras Altezas se determinarán á ello con mucha diligencia, para
tornar á la Iglesia tan grandes pueblos, y los convertirán, así como
han destruido aquellos que no quisieron confesar el Padre y el Hijo y
el Espíritu Sancto; y despues de sus dias (que todos somos mortales),
dejarán sus reinos en muy tranquilo estado, y limpios de la herejía
y maldad, y serán tambien recibidos delante el eterno Criador, al
cual plega de les dar larga vida, y acrecentamiento grande de mayores
reinos y señoríos, y voluntad y dispusicion para acrecentar la sancta
religion cristiana, ansí como hasta aquí tienen fecho. Amen.» Estas
son palabras formales del almirante D. Cristóbal Colon. Sacaron la nao
de monte, y quisiérase partir el jueves, é ir al Sueste á buscar el
oro y especerías que creia hallar por allí, é descubrir más tierras,
pero por que le hizo los vientos contrarios, no pudo partirse de allí
hasta lúnes, 12 dias de Noviembre. Estando aquí en este rio y puerto
de Mares, pareció al Almirante que debia llevar á Castilla, desta isla
de Cuba, ó tierra firme, segun él ya estimaba, algunos indios para que
aprendiesen la lengua de Castilla y saber dellos los secretos de la
tierra, y para instruirlos en las cosas de la fe, y por tanto, viniendo
una canoa ó almadía, como él la nombra, con su confianza y seguridad
que ya concebida de la justicia y fidelidad ó bondad de los cristianos
todos los indios tenian, y llegándose al borde de la nao para rescatar
de su algodon ó cosillas, ó á ver la nao y los cristianos, ó á
traerles, quizás, de sus cosas, como lo hacian, de seis mancebos que
en ella venian, los cinco que se entraron en la nao (porque el otro
entró en la canoa), los hizo detener contra su voluntad, para llevar
consigo en Castilla. Cosa cierto, que ántes debiera padecer cualquiera
trabajo y peligro que hacerla, porque, en la verdad, no fué otra
cosa que violar tácita ó interpretativamente las reglas del derecho
natural y derecho de las gentes, que dictan y tienen, que al que simple
y confiadamente viene á contratar con otros, mayormente habiéndose
ya confiado los unos de los otros y tratado amigablemente, lo dejen
tornarse á su casa, sin daño de su persona ni de sus bienes, libre y
desembargadamente. Agravia este hecho, haberlos recibido en su tierra
y en sus casas con tantas cerimonias y regocijos, adorándolos como á
cosas divinas venidas del cielo, segun ha parecido. ¿Qué sintiera el
Almirante si los dos cristianos que envió la tierra adentro, por fuerza
los detuvieran, ó en qué crímen creyera que habian incurrido? Cierto,
bien juzgara que, por recobrar sus dos cristianos, les pudiera hacer
justa guerra; pues como las leyes y reglas naturales y del derecho de
las gentes, sean comunes á todas las naciones, cristianos y gentiles, y
de cualquiera secta, ley, estado, color y condicion que sean, sin una
ni ninguna diferencia, la misma justicia tenian y tuvieron los vecinos
de aquella isla contra el Almirante y sus cristianos, por recuperacion
de sus convecinos y compatriotas, moverles justa guerra; y añide mucho
á la fealdad deste hecho, darse causa de perder los cristianos tanta
auctoridad, como de su bondad y rectitud, y mansedumbre los indios
habian concebido, y tanto crédito; y no lo excusa el buen fin que tuvo
el Almirante, cuanto bueno y provechoso para despues quiera que fuese,
porque nunca hemos de hacer cosa mala, por chica y mínima que sea, para
que por ella ó della haya de salir, ó hayamos de sacar, inextimables
bienes. Así lo afirma San Pablo, _Ad Rom. 2. Non sunt facienda mala
ut bona eveniant_. Y porque nunca suelen los hombres caer en un sólo
yerro, ni un pecado se suele sólo cometer, ántes suele ser mayor el
que despues sobreviene, así acaeció al Almirante, que, queriendo
perfeccionar su propósito, envió una barca con ciertos marineros á una
casa que estaba de la parte del rio, al Poniente, y tomaron y trujeron
siete mujeres, entre chicas y grandes, con tres niños. Esto dice él
que lo hizo, porque mejor se comportan los hombres en España habiendo
mujeres de su tierra, que sin ellas; porque ya otras veces muchas se
acaeció traer hombres de Guinea en Portugal, y despues que volvian y
pensaban de se aprovechar dellos en su tierra, por la buena compañía
que les habian hecho, y dádivas que les habian dado, en llegando en
tierra jamás parecian. Ansí que teniendo sus mujeres, ternán gana
de negociar lo que se les encargare, y tambien estas mujeres mucho
enseñarán á las nuestras su lengua, la cual es toda una en todas
estas islas de Indias, y todos se entienden, y todas las andan con
sus almadías, lo que no hacen en Guinea, donde hay mil maneras de
lenguas, que la una no entiende á la otra. Todas estas son palabras
formales del Almirante. Gentil excusa ha dado para colorar ó justificar
obra tan nefaria. Pudiérasele preguntar, ¿que si fué pecado y qué tan
grave, quitar ó hurtar ó robar con violencia las mujeres que tenian sus
propios maridos, pues el matrimonio es de derecho natural, y es rato,
y cuanto al oficio de la naturaleza es comun así á los infieles como á
los fieles? Item, ¿quién habia de dar á Dios cuenta de los pecados de
adulterio que cometieron los indios que llevó consigo, á quien dió por
mujeres aquellas mujeres, y si quizá se añidió alguno de incesto, que
es mayor que el adulterio si por caso eran muy propincuos parientes?
¿Y los que cometerian tambien de adulterio los maridos de aquellas,
casándose no pudiendo, prohibiéndolo la ley natural, con otras mujeres?
Ciertamente, inconsideradamente se hobo aquí el Almirante, aunque en
otras cosas era prudente. Muchos son prudentes, y fueron en el mundo en
lo que toca á las cosas humanas y temporales, pero faltan muchas veces
y en muchos actos, cuanto á la rectitud de la razonable y cristiana
prudencia. Por sola esta injusticia, y no razonable ántes muy culpable
obra, sin que otra ninguna el Almirante hiciera, podia bien cognoscer
ser merecedor, ante Dios, de las tribulaciones y angustias en que
despues toda su vida padeció, y que muchas más le diera; porque muy
diferentes son los juicios de los hombres y la estimacion y tasacion
que hacemos de los grados y quilates de los pecados, al que juzga y
tasa Dios, que lo lleva y determina por muy delgado. Un pecado nos
parece acá que no es nada, ó que no perjudica tanto, por nuestra
ceguedad ó costumbre, ó facilidad de pecarlo, ó tambien por el bien
que procede algunas veces dél, pero, delante de Dios, es juzgado por
muy grave y muy pesado, cuya consideracion, si la alcanzásemos, nos
haria temblar las carnes. Y no se debe lisonjear ni engañar nadie
confiando, que, por los bienes que salen algunas veces de los pecados,
sean excusados, por que aquellos bienes no salen de la maldad humana,
que de sí no es apta para que della salga bien alguno, sino sóla y
precisamente del abismo y profundidad de la bondad y providencia
divina, la cual no permitiria que algun mal ni pecado se perpetrase,
si, ántes quel pecador lo cometa ni piense, no tuviese ordenado el
bien, ó de su justicia ó de su misericordia, que ha de sacar dél; y
así no quedará sin su debida pena el que lo comete, puesto, que sean
muchos y grandes los bienes que dél procedan ó puedan proceder. Despues
la noche que se partió deste puerto de Mares, vino una canoa al bordo
de la nao del Almirante con un hombre de hasta cuarenta y cinco años
en ella, marido de una de las mujeres que allí habian tomado, y padre
de los tres niños, un muchacho y dos hembras, y rogó que, pues le
llevaban á su mujer y sus hijos, le llevasen á él tambien con ellos.
El Almirante, dice, que le plugó de ello, y yo así lo creo, y tambien
tengo por cierto que quisiera más el indio que le dieran su mujer
y hijos y quedarse con ellos en su tierra, que no desterrarse y ir
á morir á la ajena. Torna el Almirante aquí á repetir de la bondad
natural de los indios de aquella isla, diciendo así: «Yo ví ó conozco
que esta gente no tiene secta ninguna, ni son idólatras, salvo muy
mansos, y sin saber qué sea mal, ni matar á otros, ni prender, y sin
armas, y tan temerosos, que á una persona de los nuestros fuyen ciento
dellos, aunque burlen con ellos, y crédulos y cognoscedores que hay
Dios en el cielo, é firmes que nosotros habemos venido del cielo, y muy
prestos á qualquiera oracion que nos les digamos que digan, y hacer el
señal de la cruz. Así que deben Vuestras Altezas determinarse á los
hacer cristianos, que creo que, si comienzan, en poco tiempo acabarán
de los haber convertido á nuestra sancta fe multidumbre de pueblos, y
cobrado grandes señoríos y riquezas, y todos sus pueblos de España,
porque sin duda es en estas tierras grandísima suma de oro, que no sin
causa dicen estos indios que yo traigo, que há en estas Indias lugares
adonde caban el oro, y lo traen al pescuezo, á las orejas, y á los
brazos é á las piernas, y son manillas muy gruesas, y tambien piedras,
y há perlas preciosas, y infinita especería; etc.» Estas todas son
palabras formales del Almirante. Dijo tambien que habia en aquel puerto
de Mares grandísima cantidad de almástiga, y mayor, diz que, la habria,
si mayor se quisiese hacer, porque los mismos árboles, plantándolos,
prenden de ligero, y hay muchos y muy grandes y tienen la oja como
lantisco y el fruto, salvo que es mayor el árbol, como dice Plinio,
y él habia visto en la isla de Xió, en el archipiélago, en el tiempo
que allí estuvo, donde sacaban de provecho della 50.000 ducados, si
bien se acordaba. Esto que dice que los mismos árboles plantándolos
prenden de ligero, dice cierto verdad, porque todos, cualesquiera
árboles y ramas prenden hincándolos en la tierra, y mucho más el de la
almástiga; pero no se yo como lo pudo él experimentar en cuatro ó cinco
dias, ó diez, que anduvo por allí, é no todos estuvo en un lugar. Dice
asimismo, poderse haber grande suma de algodon en aquella isla ó tierra
de Cuba, y que cree que se vendería muy bien por acá, y en las grandes
ciudades del Gran Khan que se descubririan sin duda, y otras muchas de
otros señores que habrian en dicha servir á los reyes de Castilla, sin
llevarlo á España.


CAPÍTULO XLVII.
De como tuvo el Almirante relacion de cierta tierra riquísima de
oro, hácia el Levante.--Por esto y por otras causas dió la vuelta
hácia el Levante.--Descubrió maravillosos rios y puertos con muchas
poblaciones.--Halló una mar de islas dignas de admiracion.--Vido
las sierras de la isla Española.--Halló almástiga y lignaloe.--Vido
cañas.--Vido pescados y animales diversos.--Halló piedras con
manchas doradas, otras que parecian de minas de plata, otras de
hierro.--Apartóse de su compañía y obediencia, con su carabela, Martin
Alonso Pinzon.

Estando en este rio de Mares, tuvo el Almirante relacion (segun al
ménos él creyó que entendia), que habia una isla ó tierra hácia la
parte de Levante, que llamaban Babeque, y otra que decian Bohío, y
ésta creyó que era esta isla Española, donde la gente della, diz que,
cogia el oro de noche con candelas en la playa, y despues con martillo
hacian vergas dello; y bien parece cuanta diligencia y afeccion ponian
en preguntar por el oro, pues los indios, sintiéndosela, ó les mentian
y querian alejarlos de su tierra, ó el Almirante no los entendia, así
que, por esta causa, y tambien porque hacia, diz que, algun frio,
por lo cual sentia no serle buen consejo en invierno navegar para
descubrir al Norte, acordó dar desde este rio y puerto de Mares la
vuelta con los navíos todos tres al leste ó Levante, donde los indios
le señalaban estar situada la tierra de Babeque; y esto es cierto,
que á dos dias que navegara por aquel rumbo del Norte, que rehuyó por
ser invierno, descubriera la tierra firme que agora llamamos Florida.
Y parece quitarle Dios aquel camino para que más presto hallase esta
isla Española, que creo es la princesa de las islas; con la cual le
apartó Dios harto mayores trabajos, y dilacion de tiempo, y que no
volviera con tan largas señales de oro á Castilla como volvió della.
Con el susodicho intento, lúnes, 12 dias de Noviembre, al rendir del
cuarto del alba, mandó alzar sus anclas á todos los navíos y tender
sus velas, poniendo las proas al leste, cuarta del Sueste. Despues de
haber andado 8 leguas por la costa adelante, halló un rio, y dende,
andadas otras 4 leguas, descubrió otro que parecia muy caudaloso y
mayor que ninguno de los que hasta entónces descubierto habia. No se
quiso detener ni entrar en alguno dellos, por dos respectos, segun
él mismo dice; el uno y principal, porque el tiempo y viento era
bueno para ir en demanda de la dicha tierra Babeque; lo otro, porque
si en él hobiera alguna populosa ó señalada ciudad cerca de la mar,
se pareciera, y lo tercero, porque, para ir por el rio arriba, eran
menester navíos pequeños, los que él no tenia, y así perdiera mucho
tiempo, porque descubrir los semejantes rios es negocio de por sí. Dice
que toda aquella costa vido que era poblada, mayormente cerca del rio,
al cual puso por nombre rio del Sol. Navegó este lúnes, hasta el sol
puesto, 18 leguas al leste, cuarta al Sueste, hasta un Cabo á quien
puso nombre el cabo de Cuba. Este cabo segun lo que he colegido de
toda esta su navegacion, cuanto anduvo abajo por la costa ó ribera de
Cuba, y lo que despues, cuando la vuelta hácia arriba dió, y por lo que
veo en el padron ó padrones que entónces pintaba el Almirante por sus
manos, que tengo en mi poder, es el Cabo que agora llamamos la punta
de Mayçí, el cual está de Barocoa, ó puerto al cual puso el Almirante
rio y puerto de Mares[31] leguas. Toda esta noche estuvo á la corda,
como dicen los marineros, que es no dejar hinchir las velas de viento
para no andar nada, que lo saben y pueden hacer aún teniendo las velas
en alto, y esto hacia por esperar el dia para ver un abra ó abertura
de sierras, como entre sierra y sierra, la cual comenzó á ver al poner
del sol, adonde se mostraban dos grandísimas montañas, y parecia que se
apartaba la tierra de Cuba de la del Bohío, segun le daban á entender
por señas los indios que llevaba, y por la estimacion del Almirante
debia ser esta isla Española, la cual debian de ver desde allí;
pero yo creo, que no eran sino las sierras de Bayatiquiri, que es el
cabo postrero de toda Cuba, porque aún estaban muy léjos para ver la
sierra desta Española. Así que venido el dia, mártes, 13 de Noviembre,
de mañana, volvió las velas sobre la tierra y pasó una punta que le
pareció anoche obra de 2 leguas, y entró en un grande golfo, 5 leguas
al Sursudueste, y le quedaban otras 5 para llegar al cabo, adonde, en
medio de dos grandes montes ó sierras, hacia un degollado, el cual no
pudo determinar si era entrada de mar; y por que su propósito era ir á
la isla de Babeque, donde los indios le decian que habia mucho oro, y
estaban della, hoy mártes, diz que, tres jornadas (débese de entender
jornadas de canoas que andaban 7 y 8 leguas cada dia), y porque no via
alguna grande poblacion, y el viento arreciaba mucho más que hasta
entónces habian visto, hízose á la mar, apartándose de la costa que
iba siempre cerca, mirando lo que habia, y navegó al leste con viento
Norte, andando 8 millas por hora, que son 2 leguas: y así anduvo, desde
las diez del dia que comenzó aquella derrota hasta el poner del sol,
56 millas, que son 14 leguas desde el cabo de Cuba, no el postrero de
la isla, sino al que puso el cabo de Cuba, que dije agora nombrarse la
punta de Mayçí. Parecióle que descubria con la vista las sierras de
Bohío, que le quedaban de sotaviento, y que habria del Cabo del dicho
golfo, 80 millas, que son 20 leguas; barloventeó esta noche, y por
inconvenientes que via, por no tornar atras, determinó de se llegar
á la tierra, y vido muchos rios y puertos, pero no con muy claras
entradas, y al cabo de haber andado así 64 millas, que son 16 leguas,
halló una entrada honda, y ancha un cuarto de milla, donde entró y
vido tantas islas, que no las pudo contar, todas de buena grandeza y
altísimas, llenas de diversidad de árboles de mil maneras, y de palmas
infinitas. Maravillóse sobre manera en ver tantas islas y tan altas,
y certifica á los Reyes, que las montañas que desde antier ha visto
por esta costa de Cuba, y las destas islas, le parece que no las hay
más altas en el mundo ni tan hermosas y claras, sin niebla ni nieve,
y al pié dellas grandísimo fondo, y dice, que cree que estas islas
son aquellas innumerables, que en los mapamundos en fin de Oriente se
ponen. Dice más, que creia que habia grandísimas riquezas, y piedras
preciosas, y especeria en ellas, y que duran muy mucho al Sur, y se
ensanchan á toda parte. Púsoles nombre, la Mar de Nuestra Señora, y al
puerto, que está cerca de la boca de la entrada dellas, puso nombre
Puerto del Príncipe; en el cual no entró, mas de verle desde fuera,
hasta otra vuelta que dió el sábado de la semana venidera, como allí
parecerá. Dice tantas y tales cosas de la hermosura, fertilidad y
altura destas islas, que halló en este puerto, que afirma á los Reyes,
que no se maravillen porque las encarezca tanto, porque les certifica,
que cree no encarecer la centésima parte. Algunas dellas, que parecia
llegar al cielo y hechas como puntas de diamantes; otras que, sobre su
gran altura, encima tienen como una mesa, y al pié dellas grandísimo
fondo, que podia llegar á ellas una muy grande carraca, llenas todas
de arboledas como unas graciosísimas florestas, y sin peñas. Acordó de
andarlas con las barcas de los navíos; dice maravillas dellas. Halló
almástiga é infinito lignaloe; algunas dellas estaban labradas y con
las heredades de las que los indios hacen su pan, y las otras raíces
que comen. Halló en algunas encendido fuego, y no gente, por lo cual,
parece que huyó la gente viendo los navíos, estimando, quizá, que eran
grandes animales que salian de la mar; en otras vieron gente, y como
se iban á esconder á los montes. El hondo que hallaba en todas las que
anduvo era 15 y 16 brazas, y todo bajo era basa, que quiere decir, que
el suelo es todo arena limpia de peñas, que es lo que mucho desean los
marineros, porque las peñas cortan los cables con que se amarran las
anclas. Y por que donde quiera que entraba de nuevo, como arriba se
dijo, ponia una cruz grande. Saliendo, viernes, 16 de Noviembre, con la
barca en tierra, fué á una boca de aquellos puertos, y en una punta de
la tierra halló dos maderos muy grandes, uno más largo que otro, y el
uno sobre el otro hechos cruz, los cuales, segun dice, no los pudiera
poner mejor proporcionados un carpintero; y, adorada aquella cruz,
mandó hacer de los mismos maderos una muy grande y alta cruz, la cual
hizo poner en un lugar muy eminente, no aquel dia, sino el domingo.
Vido cañas por aquella playa, creyó que salian de algun rio, y tenia
razon. Entró con la barca en una cala (que es un rincon angosto que
hace dentro de la tierra el agua de la mar), donde hacia un alto de
piedra y peña como Cabo, y al pié dél habia tanto fondo que la mayor
carraca del mundo, diz que, pudiera poner el bordo en tierra, y habia
un lugar donde podian estar seis navíos sin anclas como en una sala.
Parecióle que se podia hacer allí una fortaleza, á poca costa, si en
algun tiempo en aquella mar de islas resultase algun rescate famoso.
Hizo buscar por allí, si habia nácaras, que son las ostias en que nacen
las perlas, y hallaron, diz que, muchas, sin perlas, y echábalo á que
no debia ser tiempo dellas, el cual creia ser Mayo y Junio. Pescando
los marineros con redes, tomaron un pece, entre otros muchos, que
parecia propio puerco, no como tonina, y era todo concha muy tiesta y
que no tenia cosa blanda sino la cola y los ojos, y un agujero debajo
della para expeler sus superfluidades; mandólo salar para llevarlo á
los Reyes. Hallaron los marineros, diz que, un animal que parecia taso
ó taxo, no dice si en la mar ó en la tierra. Sábado, de mañana, 17 de
Noviembre, saltó en la barca y fué á ver las islas, que no habia visto,
de la banda ó parte del Sudueste, las cuales vido ser muy graciosas y
muy fértiles, y entremedio dellas halló gran fondo. Dividian algunas
dellas arroyos de agua dulce, y que creia que salian de algunas fuentes
que habia en las cumbres de las sierras. Pasando adelante halló una
ribera de agua muy dulce y muy fria, y por lo enjuto della, habia un
prado muy lindo y palmas altísimas. Vido nueces grandes, y ratones
grandes como de la India; estos eran los guaminiquinajes, que arriba en
el cap. 46 digimos, que eran unos animales como perrillos muy buenos
de comer, que habia muchos sólo en aquella isla de Cuba. Aves vido
muchas, y olor vehemente de almizque, y creo que lo debia de haber
allí. En este dia, de los seis mancebos que tomó en el rio de Mares,
y mandó que fuesen en la carabela _Niña_, se huyeron los dos mayores
de edad. Domingo, 18 de Noviembre, salió en tierra con las barcas y
mucha gente, y fué con gran alegría á poner la cruz, muy grande, que
mandó hacer de los dos grandes maderos, á la boca del dicho puerto del
Príncipe, en un lugar descubierto y vistoso, puesta muy alta y muy
hermosa vista. La mar, diz que, crece y descrece allí mucho más que en
otro puerto de los que por allí habia visto, achacábalo á las muchas
islas; y la marea era al revés de las de Castilla. Esto cognoscia,
porque allí era baja mar estando la luna al Sudueste, cuarta del Sur.
Partió de aquel puerto el lúnes, 19 de Noviembre, ántes del sol salido,
con calma, despues hízole viento contrario leste, porque al leste habia
él de ir, y fué al Nornordeste; apartóse del puerto del Príncipe donde
habia salido, 7 leguas; vido, diz que, de allí la isla de Babeque, y
estaria della 60 millas, que son 15 leguas. Yo creo que esta isla ó
tierra del Babeque debia ser, ó esta isla Española, ó alguna provincia
ó parte della, y que la debian nombrar los indios por aquel nombre,
porque nunca esta despues pareció, pues nunca hace más el Almirante
mencion della, hallada esta Española. Con vientos contrarios, no pudo
ir su camino, por lo cual determinó de se volver al dicho puerto del
Príncipe, de donde habia ya salido, que estaba ya dél 25 leguas, y
aúnque estaba de la isla Isabela 12 leguas, dijo, que no quiso ir allá,
porque no se le fuesen los indios que habia tomado en Sant Salvador,
que estaba della 8 leguas, los cuales, diz que, tenian entendido,
que en hallando oro el Almirante los habia de dejar ir á su tierra.
Finalmente, anduvo con mucho trabajo por la variedad de los vientos, y
no pudo tornar al dicho puerto del Príncipe hasta el sábado, despues
de hora de tercia. El miércoles se halló el Almirante 42° desviado de
la línea equinoccial como en el rio de Mares; pero esto es imposible,
como allí se dijo, y al mismo Almirante parecia que no debia de estar
tanto, porque, dice aquí, que tiene suspenso el cuadrante hasta llegar
á tierra que lo adobe. Dice que hacia calor por allí, del cual argüia
que debia de haber por aquellas tierras mucho oro. Miércoles, en la
noche, 21 de Noviembre, ántes que tomase la tierra y el puerto del
Príncipe otra vez, como pretendia, se le fué Martin Alonso Pinzon con
la carabela _Pinta_, de la que venia por Capitan, sin su licencia y
contra su obediencia, ciego de codicia, y, quizá, lleno primero de
soberbia, porque un indio de los que habia el Almirante mandado poner
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