Historia de las Indias (vol. 1 de 5) - 10

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manera y otros de otra. Item, Pausanias, lib. V, col. 199, habla de dos
Hespérides, y que ellas eran las guardas de las pomas ó manzanas de
oro; por manera que todo lo que dellas dicen más es poético y fabuloso
que histórico y verdadero, y por consiguiente, todo es lleno de vanidad
y nada, cuanto á las cosas de véras, creible, y segun dice el Papa
Pio en el prólogo del libro que llamó _Del mundo universo: Nugas in
fabulis, in historia verum quærimus et serium_. Resta luego, pues,
por las muchas razones y auctoridades en estos dos capítulos traidas,
no sólo deberse tener por dudoso que estas Indias en algun tiempo de
los antiguos hobiesen sido del señorío de España, pero, las cosas del
mundo supuestas como han ido, deberse juzgar y tener por imposible,
y que ninguno que se arree de afirmar verdad deba osar decirlo.
Concedemos con todo esto que puede haber sido los antiguos tener
alguna sospechas ó muy leve nueva, en España ó fuera della, de haber
tierras por este nuestro Océano de Poniente, por las muchas razones y
auctoridades que arriba en los capítulos 5.º, 6.º, 7.º, 8.º, 9.º y 10º
dejamos referidas, y así nombrarlas Hespérides, no por el rey Hespero
de España ni del de Etiopía, ni por la ciudad de Mauritania, sino por
estar occidentales, porque Hespérides, ó Hesperionceras, ó Hespero en
la lengua griega, como ya mostramos arriba, tierra ó estrella, ó cosa
occidental suena.


CAPÍTULO XVII.[14]

Y porque muchas veces arriba, y más en este capítulo pasado, hemos
tocado del promontorio Hesperionceras ó de Buena Esperanza y de las
islas de Canaria y Cabo Verde y de los Azores, y dellas muchas veces
hemos de tocar en la historia siguiente, con el ayuda de Dios, y muchos
y aún quizá todos lo que hoy son, y ménos los que vinieren, no saben
ni por ventura podrán saber cuando ni cómo ni por quién fué celebrado
su descubrimiento, parecióme que sería mucho agradable referir aquí
algo dello, ántes que tratemos del de nuestras océanas Indias; porque
se vea cuán moderno el cognoscimiento, que de los secretos que en el
mar Océano habia, tenemos, y cuantos siglos y diuturnidad de tiempos
la divina Providencia tuvo por bien de los tener encubiertos. Por
demas trabajan y son solícitos los hombres, de querer ó desear ver ó
descubrir cosas ocultas, ó hacer otra, por chica aunque buena que sea,
si la voluntad de Dios cumplida no fuere; la cual tiene sus puntos y
horas puestas en todas las cosas, y ni un momento de tiempo ántes ni
despues de lo que tiene ordenado, como al principio de este libro se
dijo, han de sortir ó haber sus efectos. Y por ende grande acertar en
los hombres sería, si en el juicio humano muy de véras cayése ninguna
cosa querer, ni desear, ni pensar poner por obra, sin que primero, con
sincero y simple corazon é importuna suplicacion, consultasen su divina
y rectísima voluntad, remitiéndoselo todo á su final é inflexible
determinacion y juicio justisimo. Cuánta diligencia y solicitud se
puso por los antiguos por la ansía y codicia que tuvieron de saber
lo que en este Océano y vastísimo mar había, y despues muchos que
les sucedieron y los cercanos á nuestros tiempos; y finalmente no lo
alcanzaron hasta el punto y la hora que Dios puso los medios y quitó
los impedimentos. Maravillosa cosa, cierto es que las islas de Canaria,
siendo tan vieja la nueva ó fama que dellas en los tiempos antiguos se
tuvo, pues Ptolomeo y otros muchos hicieron mencion dellas, y estando
tan cerca de España, que no se hobiese visto ni sabido (ó al ménos no
lo hallamos escrito) lo que habia en ellas, hasta agora poco ántes de
nuestros tiempos. En el año, pues, de nuestro Señor Jesucristo de[15]
una nao inglesa ó francesa, viniendo de Francia ó Inglaterra á España,
fué arrebatada, como cada dia acaece, por los vientos contrarios de
los que traia y dió con ella en las dichas islas de Canaria: esta nao
dió nuevas, á la vuelta de su viaje, en Francia.[16] El Petrarca, en
el lib. II, cap. 3.º _De vita solitaria_, dice, que los Ginoveses
hicieron una armada que llegó á las dichas islas de Canaria y que
el Papa Clemente VI, que por el año de nuestro Salvador Jesucristo
de mil y trescientos y cuarenta y dos, fué subido al pontificado,
instituyó por Rey ó Príncipe de aquellas islas á un notable Capitan,
que se habia señalado en las guerras de entre España y Francia (no
dice su nombre), y que el dia que el Papa lo quiso coronar ó coronó,
llevándole por Roma con grande fiesta y solemnidad, fué tanta el agua
que llovió súpitamente que tornó á casa en agua todo empapado; lo cual
se tuvo por señal ó agüero que se le daba principado de patria que
debia ser abundante de pluvias y grandes aguas, como si fuese otro
mundo, y que no sabe, segun lo mucho que de aquellas islas se escribe
y dice, como les convenga el nombre de Fortunadas: dice tambien no
saber como le sucedió al Rey nuevo que dellas hizo el Papa. Esto es
todo del Petrarca. De creer parece que es ser esto despues de que las
descubrió la dicha nao porque no se hobiera así tan presto la memoria
dellas borrado si esto acaeciera antes. Despues en el año[17] en tiempo
del rey D. Enrique III, de Castilla, hijo del rey D. Juan I, deste
nombre y padre del rey D. Juan II, digo el rey D. Enrique III, padre
del rey D. Juan II, agüelo de la serenísima y católica reina Doña
Isabel, mujer del católico rey D. Fernando; habiendo oido en Francia
estar en aquella mar las dichas islas pobladas de gente pagana, un
caballero francés que se llamaba Mosior Juan de Betancor, propuso de
venir á conquistarlas y señorearlas, para lo cual armó ciertos navíos
con alguna gente de franceses, aunque poca, con la qual se vino á
Castilla y allí tracto con el rey don Enrique III, que entónces en
Castilla reinaba; y, porque le favoreciese con gente y favor, se hizo
su vasallo haciéndole pleito y homenaje de le reconocer por señor, y
servirle como vasallo por las dichas islas. El Rey le dió la gente que
le pidió y todo favor y despacho. Ido á las dichas islas con su armada,
sojuzgó por fuerza de armas las tres dellas que fueron Lanzarote,
Fuerte Ventura y la isla que llaman del Hierro, haciendo guerra cruel
á los vecinos naturales dellas, sin otra razon ni causa más de por su
voluntad ó por mejor decir ambicion y querer ser señor de quien no le
debia nada, sojuzgándolos. Esto hizo el dicho Mosior Juan Betancor con
grandes trabajos y gastos, segun dice un coronista portogués, llamado
Juan de Barros, en sus _Décadas de Asia_, década 1.ª, cap. 12, el cual
entre otras cosas dice deste Betancor, que vino á Castilla y que de
allí se proveyó de gente y de otras cosas que le faltaban Tambien es de
creer que aquellas islas tomó con muerte de hartos de los que consigo
llevaba, y no ménos serian, sino muchos más, de los Canarios naturales,
como gente de pocas armas, y que estaban en sus casas seguros sin
hacer mal á nadie. Esta es cosa cierto de maravillar que haya caido
tanta ceguedad en los cristianos, que habiendo profesado guardar la
ley natural y el Evangelio en su baptismo, y en todo lo que toca y
concierne á la cristiana conversacion y edificacion de los otros
hombres, seguir las pisadas y obras de su Maestro y guiador Jesucristo,
entre las cuales es y debe ser una, convidar y atraer y ganar, por
paz y amor y mansedumbre y ejemplos de virtud, á la fé y cultura y
obediencia y devocion del verdadero Dios y Redentor del mundo, á los
infieles, sin alguna diferencia de cualquiera secta ó religion que sea
y pecados y costumbres corruptas que tengan; y esto no de la manera que
cualquiera quisiere pintar, sino por la forma y ejemplo que Cristo nos
dió y estableció en su Iglesia y como nosotros fuimos y quisiéramos
ser, sino lo hubiéramos sido, traidos, dejándonos mandado por regla
general, que todo aquello que querríamos que los otros hombres hiciesen
con nosotros hagamos con ellos y donde quiera que entrásemos la primera
muestra que de nosotros diésemos, por palabras y obras, fuese la paz; y
que no hay distincion en esto, para con indios, ni gentiles, griegos ó
bárbaros, pues un solo Señor es de todos, que por todos sin diferencia
murió, y que vivamos de tal manera y nuestras obras sean tales para con
todos que loen y alaben al Señor que creemos y adoramos por ellas, y no
demos causa de ofension ó escándalo alguno ni á judíos, ni á gentiles,
ni á la Iglesia de Dios, como promulga Sant Pablo, y que sin hacer
distincion alguna entre infieles, no por mas de que no son cristianos
algunos hombres, sino por ser infieles, en cualesquiera tierras suyas
propias que vivan y esten, creamos y tengamos por verdad que nos es
lícito invadir sus reinos y tierras, é irlos á desasosegar y conquistar
(porque usen del término que muchos tiranos usan, que no es otra cosa,
sino ir á matar, robar, captivar, y subiectar, y quitar sus bienes, y
tierras, y señoríos á quien están en sus casas quietos y no hicieron
mal, ni daño, ni injuria á los de quien las reciben) no considerando
que son hombres y tienen ánimas racionales y que los cielos y la
tierra y todo lo que de los cielos desciende, como las influencias
y lo que en la tierra y elementos hay, son beneficios comunes que
Dios á todos los hombres sin diferencia concedió, y los hizo señores
naturales de todo ello no mas á unos que á otros, como dice por Sant
Mateo: _Solem suum oriri facit super bonos et malos, et pluit super
justos et injustos_; y que la ley divina y preceptos negativos della
que prohiben hacer injuria ó injusticia á los prójimos, y hurtarles
cualquiera cosa suya, y mucho ménos tomársela por violencia, no bienes
muebles, ni raíces, no sus mujeres ni sus hijos, no su libertad, no
sus jumentos, ni sus gatos, ni sus perros, ni otra alhaja alguna, se
entienden tambien y se extienden para con todos los hombres del mundo,
chicos y grandes, hombres y mujeres, fieles ó infieles: esto todo
contiene la ley de Jesucristo. Quien inventó este camino, de ganar para
Cristo los infieles y traerlos á su cognoscimiento y encorporarlos en
el aprisco de su universal Iglesia, creo y aun sé por cierto, que, no
Cristo, ántes muy claramente, y no por ambajes, lo tiene condenado
por su Evangelio. Tornando á nuestra historia, este Juan de Betancor
viéndose gastado, y conociendo que el negocio habia de ir muy adelante,
acordó de se volver á Francia, ó á rehacerse de dineros, ó á quedarse
del todo, como al cabo se quedó, dejando en su lugar á un sobrino suyo,
que se llamaba Maciot Betancor. Ántes que se fuese, estando en sus
ocupaciones guerreando y sojuzgando las gentes de aquellas islas, murió
el rey D. Enrique de Castilla, el año de 1407, y sucedió el rey D. Juan
II, su hijo, á quien el dicho Juan de Betancor, hizo el mismo pleito
homenaje, recognosciéndose por vasallo del reino de Castilla, y al Rey
por señor, como lo habia hecho y sido del rey D. Enrique su padre. Esto
testifica el mismo rey D. Juan, en cierta carta que escribió al rey
D. Alonso de Portugal, de que se hará abajo mencion. Maciot Betancor,
que sucedió á su tio Juan de Betancor, prosiguiendo el propósito del
tio, dice la Historia portoguesa, que sojuzgó la isla de la Gomera,
con ayuda de los castellanos que consigo tenía, y los que despues le
fueron á ayudar, con licencia, ó quizá por mandado, del rey D. Juan de
Castilla, ó por mejor decir, de la reina Doña Catalina, su madre, que
gobernaba los reinos, porque el dicho Rey, era niño y estaba en tutoría
de la dicha Reina y del infante D. Fernando, su tio, que despues fué
rey de Aragon; pero viendo que no podia mas sostener la guerra, ni los
gastos que se le recrecian para conservar las islas que habia ganado ó
sojuzgado, concertóse con el infante D. Enrique de Portugal, hijo del
rey D. Juan, el primero de este nombre en aquel reino, traspasándole
todo lo que en aquellas islas tenia, y él pasóse á vivir á la isla de
la Madera, que en aquel tiempo se comenzaba á poblar y tenia fama de
que los vecinos de ella se aprovechaban bien; donde al cabo se hizo
rico, y fué señor de mucha hacienda y muy estimado en Portogal, por
el favor y mercedes que el Infante le hizo, y despues de él, toda su
sucesion.


CAPÍTULO XVIII.

Cerca del señorío destas islas la Historia portoguesa, del dicho Juan
de Barros, habla muy en favor de aquel dicho infante D. Enrique, ó
porque no lo supo, ó porque no quiso decir la verdad, la cual parece
que ofusca con ciertos rodeos y colores, no haciendo mencion de muchas
culpas que cerca dello el dicho Infante contra la justicia y derecho
que los reyes de Castilla tenian y tienen al señorío de las dichas
islas, y aun contra la virtud y razon natural y en perjuicio grande
de la autoridad real, quebrando los capítulos de las paces asentadas
y juradas entre los reyes de Castilla y Portugal. Para entendimiento
de lo cual es aquí de saber que (como abajo más largo parecerá) este
infante D. Enrique fué cudicioso en gran manera de descubrir tierras
incógnitas que hobiese por la mar, mayormente la costa ó ribera de
África y la demás adelante, y como las islas de Canaria estaban en
tan buen paraje para desde allí proseguir lo que deseaba, y tambien
por ser la tierra tan buena como era y es, y estar poblada de gentes
y él ser señor más de lo que era, tuvo muy gran cudicia de tener el
señorío dellas; para conseguir esto muchas veces invió á suplicar al
rey D. Juan de Castilla, y puso en ello al rey D. Duarte, su hermano,
y despues dél muerto al rey D. Alonso, su sobrino, y al infante D.
Pedro, tambien hermano suyo, que á la sazon era muy devoto y servidor
del rey D. Juan de Castilla, que le rogasen que se las diese, ó algunas
dellas, para las encorporar en la órden de Christus, cuyo Maestre el
dicho infante D. Enrique era, con algun recognoscimiento de señorío
en cierta manera: y ultimadamente lo invió á suplicar con un confesor
suyo, que se llamaba el Maestro fray Alonso Bello, que el rey D. Juan
mandase á Diego de Herrera, vecino de la ciudad de Sevilla, que le
vendiese á las islas de la Gomera y la del Hierro, que habian sucedido
en aquel, como parecerá. Pero el rey D. Juan, á todas sus importunas
suplicaciones y diligencias que hacia, le respondió, que él no podia
responderle cosa determinada conforme á su peticion y deseo en cosa tan
pesada y grave como aquella era, estando las dichas islas de Canaria
encorporadas en la corona Real de Castilla y en la sucesion della, sin
haber su consejo y acuerdo sobre ello con los tres Estados del Reino,
etc. Entre estos tractos y suplicaciones, ó por mandado del Infante ó
del rey de Portugal, ó que los portogueses por su propia auctoridad,
sin licencia del Rey y del Infante, hacian muchos saltos en las dichas
islas, así á los castellanos y á los pueblos que tenian en Lanzarote
y Fuerte Ventura y la Gomera, poblados de gente castellana, como á la
Gran Canaria de las otras islas, y tambien por la mar, y robaban todos
los que podian como si fueran turcos ó moros; sobre lo cual escribió
el rey de Castilla al de Portugal requiriéndole que mandase cesar
aquellos daños y satisfacer á los robados y agraviados, sobre lo cual
el rey de Portugal disimulaba y no remediaba nada. El Infante, viendo
que no podia por vía de suplicacion y partido entrar por la puerta en
el señorío de aquellas islas, tomando por título haberle vendido el
Maciot Betancor el derecho ó lo que tenia en ellas, acordó entrar en
ellas como tirano y no como pastor legítimo, rompiendo los límites
del derecho natural y tambien los capítulos de las paces celebradas y
juradas entre los Reyes y reinos de Castilla y los de Portugal; para
lo cual el año de 1424 hizo una gran armada de 2.500 hombres de pié y
120 de caballo, y por Capitan General puso á D. Hernando de Castro,
padre de D. Álvaro de Castro, Conde de Monsanto. Aquí hermosea y colora
Juan de Barros, historiador de Portugal, en la década 1.ª y lib. I,
cap. 12, que el Infante se movia por servicio y loor de Dios y celo
de baptizar los moradores de aquellas islas y salvarles las ánimas.
Gentil manera de buscar la honra y servicio de Dios y baptizar y
salvar las ánimas, haciendo tan grandes ofensas, lo uno, en querer
usurpar el señorío soberano de los reyes de Castilla que pretendian
tener en aquellas mares y islas, ó tierras que en ellas habia; lo
otro, quebrantando por ello la amistad y paz establecida y jurada
de los reinos de Castilla y Portugal; lo otro, infamando la ley sin
mácula pacífica y justa, y suave de Jesucristo, y echando infinitas
ánimas al infierno, haciendo guerras crueles y matanzas, sin causa
ni razon alguna que fuese justa, en las gentes pacíficas, que no le
habian ofendido, de aquellas islas. ¿Qué modo era este para salvar
los infieles dándoles por esta vía el santo baptismo? admirable y
tupida ceguedad fué sin alguna duda esta. Sabido por el rey D. Juan de
Castilla quel infante D. Enrique hacia flota y armada para ir sobre las
dichas islas y apoderarse dellas, envió á requerir al rey D. Alonso,
que entónces reinaba en Portugal, que, como digimos arriba, era sobrino
del dicho Infante, avisándole amigablemente refiriéndole los agravios
é injusticias que los portogueses hacian á los castellanos, ansí en
las islas de Canaria como por la mar, y dándole razones por las cuales
era obligado á les prohibir y mandar satisfacer á los agraviados y
remitirle los delincuentes, para que, en Castilla á quien ofendian y
conforme á los capítulos de las paces, se castigasen, y que mandase
al dicho Infante que se dejase de proseguir lo que pretendia cerca de
querer señorear en las dichas islas, pues eran del señorío soberano
de los reyes de Castilla; requiriendo muchas veces todo esto, y
protestándole de no hacer más comedimientos con él desde adelante. Aquí
parece cuan mal guardó el pleito homenaje que hizo Maciot Betancor al
rey de Castilla, siendo su vasallo, vendiendo el derecho que tenia en
las dichas islas al dicho Infante, porque si vendió la jurisdiccion
y señorío que allí del rey de Castilla tenia, cometió crímen _læsæ
majestatis_, y caso de traicion si sola la hacienda, muebles y raíces,
sin jurisdiccion no tratando del señorío; tambien lo hizo muy mal
vendiendo y traspasando la hacienda en perjuicio comun á persona
poderosa y de reino extraño, sin licencia de su Rey y señor: y así fué
reo de todos los robos, muertes, daños y males que sucedieron en las
dichas islas y en Castilla y Portugal por esta ocasion. Cuenta la
dicha Historia portoguesa, que aquel D. Hernando de Castro pudo estar
poco en las dichas islas; lo uno, por haber llevado mucho y demasiado
número de gente, y lo otro, por la poca comida ó mantenimientos que
en ellas habia, y por los grandes gastos que el Infante con aquella
armada hizo, porque sólo el pasaje de la gente dice que le costó 39.000
doblas. Ansí que no pudo sufrir el Infante tanto gasto, y tornóse á
Portogal el Capitan general con la mayor parte del armada, y dice que
grande número de los Canarios recibieron el baptismo entre tanto que
allí estuvo, y que despues envió más gente el Infante con un Capitan,
Anton Gonzalez, su guarda-ropa, para favorecer á los cristianos contra
aquellos que no querian venir á la fe; y en esto pasaron algunos años.
De creer es, por la experiencia que desta materia grande tenemos,
como abajo parecerá por el discurso de toda esta historia, que los
que recibieron el baptismo sería sin doctrina precedente, sin saber
lo que recibian y por miedo de los que les guerreaban, porque todo
era robos, violencias y matanzas, en aquel poco tiempo que aquella
armada por allí estuvo, y los que no querian venir á la fé, ternian
justa ocasion, pues tales obras de los predicadores rescibian; y con
esto pensaba el Infante y los portogueses que Dios no tenia por pecado
el sacrificio que le ofrecian tan bañado en humana sangre. Parece
tambien que muchos años duró la tiranía de los portogueses sobre
aquellas islas, contra voluntad y requerimientos y amonestaciones del
rey de Castilla, y porque se vea algo de cuanta fué y de lo que aquí
pareciere se conjeture lo mucho que en ello el Infante ofendió, y lo
mismo sus portogueses, parecióme poner aquí á la letra algunas cartas
del Serenísimo rey D. Juan II de Castilla que escribió al rey D. Alonso
V, deste nombre, rey de Portugal, que vinieron á mis manos, sobre las
guerras y violencias injustas que el dicho infante D. Enrique hacia en
las dichas islas de Canaria, por usurpar el señorío dellas.

_Cartas del rey D. Juan II, deste nombre rey de Castilla, para el Rey
de Portogal D. Alonso V, deste nombre, sobre las islas de Canaria, que
el infante D. Enrique de Portugal, su tio, queria usurpar siendo del
señorío soberano de Castilla._
El rey D. Juan.=Rey muy caro y muy amado sobrino, hermano y amigo: Nos,
el rey de Castilla y de Leon, vos enviamos mucho saludar como aquel que
mucho amamos é preciamos y para quien querriamos que Dios diese tanta
vida y salud y honra cuanta vos mesmo deseais. Bien sabedes lo que
ántes de agora vos habemos escrito y enviado rogar y requerir cerca de
las cosas tocantes á las nuestras islas de Canaria, de las cuales, el
infante D. Enrique, vuestro tio, nuestro muy caro y muy amado primo, se
queria entremeter; y porque sobre ello no fué proveido, vos enviamos
postrimeramente con el Licenciado Diego Gonzalez de Ciudad-Real, Oidor
de la nuestra Audiencia, y Juan Rodriguez, nuestro Escribano de Cámara,
una nuestra letra de creencia rogándovos y requiriéndovos por ellos,
que, guardando los grandes deudos y buena amistad é paz y concordia
entre nosotros firmada y jurada, mandásedes y defendiésedes al dicho
Infante y á los suyos y á todos los otros vuestros vasallos, súbditos
y naturales, que se no entremetiesen en cosa alguna tocante á las
dichas islas, pues aquellas eran y son nuestras y de nuestra conquista.
Y ansimesmo ficiésedes que fuesen enmendados y satisfechos al dicho
Juan Íñiguez y á los otros nuestros súbditos y naturales los robos y
tomas y males y daños que les eran fechos por los sobredichos, y nos
remitiésedes los que habian delinquido en las dichas nuestras islas y
en nuestras mares y puertos dellas, porque Nos mandásemos cumplir y
ejecutar en ellos la justicia, segun el tenor y forma de los tractos de
la dicha paz y concordia; é porque sobre esto non fué por vos proveido,
vos fué mostrada y presentada de nuestra parte por los sobredichos una
nuestra carta requisitoria patente, firmada de nuestro nombre y sellada
con nuestro sello, su tenor de la cual es este que se sigue:
«Rey muy caro y muy amado sobrino, hermano y amigo: Nos, el rey de
Castilla y de Leon, vos enviamos mucho saludar como aquel que mucho
amamos y preciamos, y para quien querriamos que Dios diese tanta
vida, salud y honra cuanta vos mismo deseais. Ya sabeis que por otras
nuestras letras vos enviamos notificar que el infante D. Enrique de
Portugal, vuestro tio y nuestro muy caro y muy amado primo, en gran
perjuicio nuestro é de la Corona real de nuestros reinos, no habiendo
para ello licencia ni permision nuestra, mas ántes, como quier quél nos
hobiese enriado suplicar que le quisiésemos dar las dichas nuestras
islas de Canaria, é aun que él nos faria algun recognoscimiento de
señorío en cierta manera por ellas, y, aún á instancia suya, vos nos
hobistes escrito é inviado á rogar cerca dello, é el infante D. Pedro,
su hermano, que á la sazon era por Nos, le fue respondido que á tal
cosa como aquella que era encorporada en la Corona de nuestros reinos,
y en la sucesion dellos vinieron á Nos, no le podiamos responder sin
haber nuestro consejo é acuerdo sobre ello, con los tres Estados de
nuestros reinos, todavia el dicho Infante se queria entremeter en nos
ocupar las dichas nuestras islas de Canaria, y aun las mesmas que están
pobladas de nuestros vasallos, que son Lanzarote y la Gomera. É nos
es dicho, que el dicho Infante quiere facer armada para ir contra las
dichas nuestras islas, con intincion de las sojuzgar é tomar captivos
á nuestros vasallos que en ellas viven é moran, é vos enviamos rogar
que guardando los capítulos de la paz firmada y jurada entre Nos é
nuestros reinos, é tierras é señoríos, é súbditos naturales dellos y
ansimesmo los grandes debdos que por la gracia de Dios, entre nosotros
son, le fuese por vos mandado é defendido, que se no entremetiese
de las tales cosas, nin por vos nin de vuestros reinos no le fuese
dado favor é ayuda para ello, y ansimesmo vos pluguiese mandar é
defender á vuestros vasallos é súbditos é naturales que no armasen
navíos ningunos contra los de las dichas nuestras islas, ni contra los
nuestros súbditos naturales que á ellas van, nin ansimesmo contra los
que van á sus mercaderías, é negocios á las dichas nuestras islas,
segun que más largamente Nos vos hobimos enviado rogar é requerir.
É como quier que por vos fué dicho é respondido á nuestro mensajero
que allá enviamos que el dicho Infante, vuestro tio, nin otro alguno
de vuestros reinos no serian osados de armar ningun navío contra las
dichas islas sin vuestra licencia é mandamiento, la cual vos non
habíades dado ni entendíades dar; lo cual no embargante el dicho
Infante en muy grave y atroz injuria nuestra é de la Corona real de
nuestros reinos, el año que pasó de 1450, invió ocho carabelas y
una fusta con gentes de armas de vuestros reinos contra las dichas
nuestras islas de Lanzarote y la Gomera, y combatieron ansí á pié
como á caballo, con trompetas, la dicha nuestra isla de Lanzarote con
pendones tendidos y banderas desplegadas llamando «Portugal», é mataron
ciertos homes, nuestros vasallos, en la dicha isla, y quemaron una
fusta y echaron fuego á la tierra é robaron los bienes, é ganados, é
bestias de los vecinos de la dicha nuestra isla y asimesmo de algunos
mercaderes nuestros vasallos, naturales de nuestros reinos, que allá
habian ido por causa y negociacion de sus mercaderías, y asimesmo
fueron combatir por esa mesma forma é manera la dicha nuestra isla
de la Gomera, aunque á su desplacer se hobieron de despartir de
ella, porque les fué resistido por los de la dicha nuestra isla. Y
despues desto, en el año siguiente de 1451 años, habiéndo Nos enviado
á Juan Iñiguez de Atave, nuestro escribano de cámara, á las dichas
nuestras islas, con nuestras cartas é poder para facer ende algunas
cosas cumplideras á nuestro servicio, Luis Alfonso Cayado é Angriote
Estevanes, vuestros vasallos é súbditos é naturales que con él iban,
las combatieron con armas y lombardas y truenos de navíos, que el
dicho Juan Iñiguez por nuestro mandado llevaba á las dichas nuestras
islas, y le robaron y tomaron ciertas sumas de oro y joyas, y ropas,
y armas, y pan, y vino y otras vituallas, y todas las otras cosas y
bienes que consigo llevaba, hasta lo dejar en un sólo capuz, diciendo
que lo tomaban como de buena guerra, por, el dicho Juan Iñiguez, ir
por nuestro mandado á las dichas nuestras islas. Y ansí mismo por
mandado del dicho Infante, en ese mismo año, Fernan Valermon é Pero
Álvarez, criado de Rui-Galvan y Vicente Diaz y otros vecinos de Lagos,
y Rui Gonzalez fijo de Juan Gonzalez y otros vecinos de la isla de
la Madera, y de Lisbona, vuestros vasallos é súbditos é naturales,
armaron cinco carabelas é fueron á la dicha nuestra isla de Lanzarote,
por se apoderar de ella, é no quedó por ellos; é de que no la pudieron
entrar é tomar fueron por todas las otras nuestras islas de Canaria, é
las robaron, é depredaron, é quebrantaron los nuestros puertos de la
nuestra isla de Fuerte Ventura, é robaron, é llevaron de los navíos,
que ende tenian nuestros súbditos é naturales, trigo, y vino, é cebada,
é armas, é cueros, é sebo, é pez, y esclavos, é ropas, é pescado, é
aparejos de navíos, é otras muchas cosas, que ende, y en una torre que
está en tierra cerca del dicho puerto, tenian, é llevaron nuestros
súbditos é naturales, especialmente el dicho Juan Iñiguez, diciendo
los dichos robadores que lo del dicho Juan Iñiguez tomaban como de
buena guerra, por él ir por nuestro mandado á las dichas nuestras
islas é que lo facian por mandado del dicho Infante, el cual les habia
mandado é mandara que á los navíos de los nuestros dichos reinos,
que fuesen á las dichas nuestras islas, que los robasen y prendiesen
las personas y los llevasen á vender á tierra de moros, porque no
osasen ir ni inviar mantenimiento á las dichas nuestras islas, porque
el dicho Infante más aína se pudiese apoderar dellas. Lo cual todo
ficieren diciendo que lo tomaban como de buena guerra, segun que de
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