Historia de las Indias (vol. 1 de 5) - 16

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que el Océano, desde el diluvio hasta entónces, clavadas tenia, y por
su persona descubrir otro mundo, que tan encubierto en sí el mundo
escondia, y por consiguiente abrir amplísimas puertas para entrar
y dilatarse la divina doctrina, y Evangelio de Cristo; finalmente,
deliberó de buscar un Príncipe cristiano que le armase los navíos
que sintió haber menester, y proveyese de las cosas necesarias para
tal viaje, considerando que tal empresa como aquella, ni comenzarla
ni proseguirla, y ménos conservarla, por su poca facultad, él no
podia, sin que persona real y poderosa para ello le diese la mano y
pusiese en camino. Pues como por razon del domicilio y vecindad que
en el reino el de Portugal habia contraido (ya fué súbdito del Rey
de allí, lo uno; lo otro, porque el rey D. Juan de Portugal vacaba y
actualmente del todo se ocupaba en los descubrimientos de la costa de
Guinea, y tenia ansia de descubrir la India; lo tercero por hallar el
remedio de su aviamiento cerca;) propuso su negocio ante el rey de
Portugal, y lo que se ofrecia á hacer es lo siguiente: Que por la vía
del Poniente, hácia Austro ó Mediodia, descubriría grandes tierras,
islas y tierra firme, felicísimas, riquísimas de oro y plata y perlas y
piedras preciosas y gentes infinitas; y que por aquel camino entendia
topar con tierra de la India, y con la grande isla de Cipango y los
reinos del gran Khan, que quiere decir en nuestro romance Rey de los
Reyes grande. Lo que pedia para su viaje fué lo que se sigue: Lo
primero, que el Rey le armase tres carabelas bastecidas de gente y de
vituallas para un año, con las cosas demas necesarias para navegar, y
ciertas arcas de rescates, conviene á saber, mercería de Flandes como
son cascabeles, bacinetas de laton, hoja del mismo laton, sartas de
cuentas, vidrio de diversas colores, espejuelos, tiseras, cuchillos,
agujas, alfileres, camisas de lienzo, paño basto de colores, bonetejos
colorados y otras cosas semejantes, que todas son de poco precio y
valor, aunque para entre gente dellas ignorante de mucha estima. Las
mercedes que pidió para en remuneracion de sus peligros, trabajos y
servicios, estas son que aquí ponemos, en la peticion de las cuales
mostró Cristóbal Colon su gran prudencia y ser de ánimo generoso, y
no ménos la cuasi certidumbre que llevaba de hallar lo que pretendia.
Primeramente, que le honrasen armándole caballero de espuelas doradas,
y que se pudiese llamar D. Cristóbal Colon, él y sus sucesores. Lo
segundo, que le diesen título de Almirante mayor del mar Océano, con
todas las preeminencias ó prerogativas, privilegios, derechos, rentas
é inmunidades que tenian los almirantes de Castilla. Lo tercero, que
fuese su Visorey y Gobernador perpetuo de todas las islas y tierras
firmes que él descubriese, por su persona, y por su industria fuesen
descubiertas. Lo cuarto, que le diesen la décima parte de las rentas
que el Rey hobiese de todas las cosas que fuesen oro, plata, perlas,
piedras preciosas, metales, especería y de otras cualesquiera cosas
provechosas, y mercaderías de cualquiera especie, nombre y manera que
fuesen, que se comprasen, trocasen, hallasen, ganasen, dentro de los
límites de su Almirantazgo. Lo quinto, que en todos los navíos que se
armasen para el dicho trato y negociacion, cada y cuando y cuantas
veces se armasen, que pudiese Cristóbal Colon, si quisiese, contribuir
y pagar la ochava parte, y que del provecho que dello saliese llevase
tambien la ochava parte, y otras cosas que abajo parecerán. Ansí que
propuesto este árduo y grande negocio ante el rey de Portugal, y hecho
su razonamiento, dadas las razones y autoridades que le podian, para
persuadir al Rey, ayudar, dice la dicha Historia portoguesa, que porque
el Cristóbal Colon era hombre más hablador y glorioso en mostrar sus
habilidades, y más fantástico de sus imaginaciones con su isla de
Cipango, que cierto en lo que decia, dábale poco crédito: y cerca
desto, dice Cristóbal Colon en una carta al rey D. Fernando, que yo
vide escrita de su mano: «Dios nuestro Señor me envió acá, porque yo
sirviese á Vuestra Alteza, dije, que milagrosamente, por que yo fuí
al rey de Portogal, que entendia en el descubrir, más que otro, y le
tapó la vista y oido y todos los sentidos, que en catorce años no me
entendió, etc.» Estas son sus palabras. Es aquí mucho de notar que
este coronista trabaja de anichilar en cuanto puede á Cristóbal Colon
y á un negocio tan grande y señalado que ofrecia y prometia, diciendo
que era sueño y que no se fundaba por razon sino por imaginaciones, y
en el mismo lugar, que es el cap. 11 del lib. III de la primera década
de Asia, dice, contando como el Almirante Cristóbal Colon acertó, que
el rey de Portugal se angustió y entristeció en grande manera, cuando
lo vido volver, y vido los indios que traia, que no era gente negra, y
el oro y otras cosas que le mostró. Por manera que él mismo se confunde
y dá la respuesta y la pena de lo que, injusta é irrazonablemente,
abate y contradice; dice más el dicho Juan de Barros, historiador, que
á fuerza de las importunaciones de Cristóbal Colon, el rey de Portogal
cometió el negocio á D. Diego Ortiz, Obispo de Cepta (y este creo que
fué castellano, que llamaron primero el doctor Calzadilla, natural de
Calzadilla, lugar del Maestrazgo de Santiago), y á maestre Rodrigo,
y á maestre Josephe, judío, médicos y que sabian de astronomía, como
arriba en el capítulo precedente digimos, y á quien daba crédito en
las cosas de descubrimientos y de cosmografía, los cuales, dice, que
tuvieron por vanidad las palabras de Cristóbal Colon, por ser fundadas
en imaginaciones y cosas de la isla de Cipango. Todo esto dice Juan de
Barros en su Historia portoguesa, pero cierto, harto confuso parecerá
quedar cuando contáremos lo que pasó, y el rey de Portugal dijo é
hizo con la venida de Cristóbal Colon, descubiertas las Indias, como
el mismo Juan de Barros cuenta; lo que creemos que él, de industria,
calló, si lo supo, es esto: que como el rey de Portugal oyó al dicho
Cristóbal Colon, en sus razones, las derrotas, y rumbos, y caminos que
pensaba llevar, hablando dello como de cosa de que ninguna duda tenia;
el Rey, con cautela, inquiriendo y sacando de Cristóbal Colon, cada
dia, más y más, determinó, con parecer del doctor Calzadilla ó de todos
á los que habia cometido tractar desta materia, de mandar aparejar muy
secretamente una carabela, proveida de gente portoguesa, y bastimentos
y lo demas, y enviarla por el mar Océano, por los rumbos y caminos de
que habia sido informado que Cristóbal Colon entendia llevar, para que
tentasen á descubrir si pudiesen hallar algo, y así gozar de los avisos
de Cristóbal Colon, sin que bien alguno para otro saliese de sus reales
manos. Con este su propósito despachó su carabela, echando fama que
la enviaba con provisiones y socorros á los portogueses que poblaban
las islas de cabo Verde ó otras, porque todas entónces se comenzaban á
poblar, como ha parecido, y habia por aquel tiempo hartas navegaciones
á Guinea y á los Azores y á la de la Madera y Puerto Sancto, para
que no faltase fingida color, cumpliendo mañosa y disimuladamente,
dilatando la respuesta y resolucion de dia en dia, con Cristóbal Colon;
pero como por mucho que la prudencia humana quiera rodear y manejar no
pueda mudar el consejo y voluntad divina, ni estorbar que no consiga
sus efectos la sempiterna disposicion, en cuya mano están los reinos
para los distribuir á quien le place que los haya de administrar, y
tenia elegidos para este ministerio los reyes de Castilla y Leon,
ordenó que despues de haber andado muchos dias y muchas leguas por
la mar, sin hallar nada, padeciesen tan terrible tormenta y tantos
peligros y trabajos, que se hobieron de volver destrozados, desabridos
y mal contentos, maldiciendo y escarneciendo de tal viaje, afirmando
que no era posible haber tierra por aquella mar mas que la habia en el
cielo. Vuelta la carabela á Lisboa, viéndola venir maltratada, rompidas
las velas y por ventura los masteles quebrados, fruta muy comun que
reparte, cuando se altera y muestra su furia, el Océano, los hombres
tambien salir afligidos y fatigados; comienzan luego los de la tierra
á preguntar á los de la mar, de dónde venian; dello al principio, como
entre dientes, como venian desengañados dello, poco á poco á la clara,
finalmente se hubo de descubrir y venir á noticia de Cristóbal Colon
la cautela y dobladura que con él traia el rey de Portugal; por manera
que se hobo de desengañar y juntamente determinarse de dejar aquella
corte y venirse á Castilla y probar si le iba mejor que en Portugal. Y
porque convenia estar desocupado del cuidado y obligacion de la mujer,
para negocio en que Dios le habia de ocupar toda la vida, plúgole de
se la llevar, dejándole un hijo chiquito que habia por nombre Diego
Colon, que fué el primero que despues en el estado de Almirante le
sucedió. Algunas razones, aparentes al ménos, hobo para que el rey de
Portugal no aceptase la empresa que ofrecia Cristóbal Colon; una pudo
ser, estar muy gastado el rey de Portugal en sustentar la conquista
de la Berbería y las ciudades, que los Reyes, sus antecesores, habian
tomado en África, y por los descubrimientos que hacia y entendia hacer
en la costa de Guinea, y para el descubrimiento de la India; otra
parecerle que hallaria de mala gana gente de la mar que quisiese osar
ir á descubrir por el mar Océano sin ver cada dia tierra, como hasta
entónces no se osaba hombre apartar della, y desta manera se habian
descubierto tres mil leguas de costa hasta el cabo de Buena Esperanza,
como se ha visto, lo cual era horrible y espantoso á todos en aquel
tiempo, digo navegar ó engolfarse sin ver cada dia tierra; otra,
parecer al rey de Portugal ser grave cosa pedir Cristóbal Colon tan
grandes mercedes, tanta dignidad y preeminencias: y si por esta causa
lo dejara gentil consideracion, fuera rehusar de dar las albricias,
por grandes que se pidieran, siendo dellas mismas, y de un millon y
millones de oro, dar una blanca vieja sin ser cosa suya, ni le deber
nada el que se lo prometia; ó pudo ser la cuarta, porque como via el
rey de Portugal sucederle cada dia mejor su descubrimiento de Guinea,
y esperaba dar en la India, y creia en esto ser aventajado Rey en
toda la cristiandad, y que ninguno se osaba poner en ocupacion de
descubrimiento, y por consiguiente que él y su reino estaban cerca de
señorear toda esta mar grande, y que si algo más en ella habia cuasi
guardado se lo tenian, tuvo en poco, ó mostró al ménos tener, todo lo
que Cristóbal Colon le ofreció que descubriria. Pero más con verdad
podemos decir lo que ya digimos, conviene á saber, tener ordenado la
Providencia divina de elegir los portogueses para que fuesen medio
para la salvacion de los que, de la que llamaban India, habian por la
predestinacion divina de ser salvos, y á los castellanos, destas gentes
de este orbe, constituir por ministros mediante la luz Evangélica,
traerlos y guiarlos en el camino de la verdad. Y plega á la bondad
divina que los unos y los otros conozcamos el misterio y ministerio
tan soberano para que nos escogió, y la merced incomparable que en
escogernos para ello nos hizo, para que correspondiendo con usura
la que él quiere del talento y don recibido, salgamos seguros de la
estrecha cuenta que dello le habemos de dar, oyendo lo que á aquel buen
siervo fué dicho. «Allégate acá siervo fiel, que pues en lo poco fiel
estuviste, razon será que te remunere con mucho; entra en los gozos de
tu señor.»


CAPÍTULO XXIX.
Como determinó Cristóbal Colon que su hermano Bartolomé Colon fuese
á ofrecer la empresa al rey de Inglaterra.--De las condiciones
deste Bartolomé Colon.--Como hizo ciertos versos en latin al rey
de Inglaterra y una figura.--Salió Cristóbal Colon secretamente de
Portugal, vino á la villa de Palos.--Dejó su hijo chiquito, Diego
Colon, en el monesterio de La Rábida.--Fuése á la corte.--Comenzó á
informar á personas grandes.--Fué oido de los reyes; cometieron el
negocio al Prior de Prado y á otros.--Pusieron muchos argumentos,
segun entónces podian poner, harto débiles.--No fué creido, ántes
juzgadas sus promesas por vanas é imposibles.--Asígnanse algunas
razones desto.--Padeció grandes trabajos por cinco años, y en fin fué
despedido sin nada.

Visto se ha en el capítulo precedente como Cristóbal Colon tuvo
legítima y justa causa y buena razon para dejar al rey de Portugal,
por las maneras y disimulacion que con él tuvo, lo que en los reyes
no arguye mucha y real simplicidad, de que conviene ser adornados.
Considerando que, si los reyes de Castilla no aceptasen su negociacion,
no le fuese necesario gastar mucha parte de su vida en buscar señores
que le diesen el favor y ayuda que habia menester, juntamente con
pasarse á Castilla, determinó que fuese al rey de Inglaterra, con la
misma demanda y le propusiese la misma empresa, un hermano suyo, que se
llamaba Bartolomé Colon. Este era hombre muy prudente y muy esforzado,
y más recatado y astuto, á lo que parecia, y de ménos simplicidad que
Cristóbal Colon; latino y muy entendido en todas las cosas de hombres,
señaladamente sabio y experimentado en las cosas de la mar, y creo
que no mucho ménos docto en cosmografía y lo á ella tocante, y en
hacer ó pintar cartas de navegar, y esferas y otros instrumentos de
aquella arte, que su hermano, y presumo que en algunas cosas destas
le excedia, puesto que por ventura las hobiese dél aprendido. Era mas
alto que mediano de cuerpo, tenia autorizada y honrada persona, aunque
no tanto como el Almirante. Este se partió para Inglaterra, y en el
camino quiso Dios á él tambien tentarle y ejercitarle, porque no
faltase á este tan árduo y nuevo negocio toda manera de contradiccion
porque hobo de caer en poder de ladrones corsarios de la mar, de nacion
Esterlines, no sé que nacion fueron. Esto fué causa que enfermase y
viniese á mucha pobreza, y estuviese mucho tiempo sin poder llegar á
Inglaterra, hasta tanto que quiso Dios sanarle; y reformado algo por
su industria y trabajos de sus manos, haciendo cartas de marear, llegó
á Inglaterra, y, pasados un dia y otros, hobo de alcanzar que le oyese
Enrique VII, deste nombre, al cual informó del negocio á que venia. Y
para más aficionarle á la audiencia é inteligencia dél, presentóle un
mapa-mundi que llevaba muy bien hecho, donde iban pintadas las tierras
que pensaba, con su hermano descubrir, en el cual iban unos versos en
latin, que él mismo, segun dice, habia compuesto, los cuales hallé
escriptos de muy mala é corrupta letra y sin ortografía, y parte dellos
que no pude leer; y, finalmente, más por ser de aquellos tiempos y de
tales personas y de tal materia, que por su elegancia y perfeccion
quise aquí poner:
_Terrarum quicumque cupis atque æqnoris oras
Noscere: cuncta decens hæc te pictura docebit.
Quan probat et Strabo, Ptholomeus, Plinius atque
Isidorus, non una tamen sententia queis est._
_Hic etiam nuper sulcata carinis:
Hispania Zona illa prius incognita genti
Torrida: quæ tandem nunc est notissima multis._
_Pro authore seu pictore.
Gennua cui patria est, nomen cui Bartholomeus
Columbus de terra rubea: opus edidit istud
Londonijs: anno domini millesimo quatercentessimo octiesque uno
Atque insuper anno octavo: decimaque die mensis Februarii._
_Laudes Christo cantentur abunde._
Quieren decir los primeros, para los que no entienden latin El que
quisiere saber las orillas ó riberas de la tierra y de la mar, todo
lo enseña esta presente pintura, la cual aprueban Strabon, Ptolomeo,
Plinio y Sant Isidro, aunque por diversa manera. De los versos que
se siguen, lo que contienen es: Que aquel que con navíos habia otros
tiempos arado la ribera de España, cuasi prenunciando ó profetizando
dice, que ha de hacer que la tórrida zona, que solia ser tenida por
inhabitable y por esta causa no era conocida, que, mostrando por
esperiencia el contrario, sea notísima á muchos. El autor de aquella
pintura, dice, ser de patria ginovés, y que tiene por nombre Bartolomé
Colon de Tierra Rubia, hizo la obra en Londres, año de 1488 á 10 del
mes de hebrero: alabanzas se canten á Cristo en mucha abundancia.
Recibidos, pues, por el rey de Inglaterra los versos y el mapa-mundi,
mostró desde adelante al Bartolomé Colon siempre alegre cara, y holgaba
mucho de platicar en aquella materia con él, y, finalmente, segun se
dijo, la empresa de buena voluntad aceptaba, y enviaba por el Cristóbal
Colon; el cual ya era ido á su descubrimiento y vuelto con el fruto
maravilloso de sus trabajos, segun abajo más largo, placiendo á Dios,
se verá.
Segun podemos colegir, considerando el tiempo que Cristóbal Colon
estuvo en la corte de Castilla, que fueron siete años, por alcanzar
el favor y ayuda del Rey y de la Reina, y algunas palabras de sus
cartas, en especial escritas á los dichos Reyes católicos, y otras
circunstancias, primero debia de haber salido de Portugal para
Castilla, Cristóbal Colon, que su hermano, Bartolomé Colon, para
Inglaterra. Y ansí, salió Cristóbal Colon por el año de 1484, ó
al principio del año de 85, ó, si salieron juntos, despues que se
perdió Bartolomé Colon debió de tornar á Portugal é ir el viaje que
hizo Bartolomé Diaz, Capitan, con quien descubrió el cabo de Buena
Esperanza, y tornados el año de 88, por Diciembre, á Portugal, luego
partirse para Inglaterra, y compuso los versos por Febrero del mismo
año de 88; de donde parece seguirse de necesidad que Cristóbal Colon
no se halló en el dicho descubrimiento del cabo de Buena Esperanza;
y lo que referí que hallé escrito de la mano de Bartolomé Colon,
en el libro de Pedro de Aliaco, lo dijo de sí mismo y no de su
hermano Cristóbal Colon, y ansí lo creo yo haber acaecido cierto,
por las razones dichas. Tornando al propósito de la historia, salió
Cristóbal Colon de Portugal lo más secreto que pudo, temiendo que
el Rey lo mandára detener, y ninguna duda hobiera que lo detuviera,
porque visto que habia errado el lance que se le habia ofrecido y
quisiera con cautela acertar, procuraba tornar á su gracia á Cristóbal
Colon, ó por sacarle mayores y más ciertos indicios para tornar á
enviar por sí ó sin él, ó porque de verdad queria por mano dél se
concluyese y descubriese el negocio. Pero, más prudentemente que el
Rey al principio, lo hizo él al fin, y ansí, tomando á su hijo, niño,
Diego Colon, dió consigo en la villa de Palos, donde quizá tenia
cognoscimiento con alguno de los marineros de allí, é tambien, por
ventura, con algunos religiosos de Sant Francisco, del monesterio
que se llama Santa María de la Rábida, que está fuera de la villa,
un cuarto ó algo más de legua, donde dejó encomendado á su hijo
chiquito, Diego Colon. Partióse para la corte, que á la sazon estaba
en la ciudad de Córdoba, de donde los Reyes católicos proveian en la
guerra de Granada en que andaban muy ocupados. Llegado en la corte á
20 de Enero, año de 1485, comenzó á entrar en una terrible, continua,
penosa y prolija batalla, que por ventura no le fuera áspera ni tan
horrible la de materiales y armas, cuanto la de informar á tantos que
no le entendian, aunque presumian de le entender, responder y sufrir á
muchos que no conocian ni hacian mucho caso de su persona, recibiendo
algunos baldones de palabras que le afligian el ánima. Y porque el
principio de los negocios árduos, en las córtes de los Reyes, es dar
noticia larga de lo que se pretende alcanzar á los más probados y
allegados á los Príncipes, asistentes más continuamente á las personas
reales, ó en su consejo, ó en favor, ó en privanza, por ende procuró
de hablar é informar las personas que por entónces habia en la corte
señaladas y que sentia que podian ayudar. Estas fueron, el Cardenal
don Pero Gonzalez de Mendoza, que aquellos tiempos, por su gran
virtud, prudencia, fidelidad á los Reyes, y generosidad de linaje y de
ánimo, eminencia de dignidad, era el que mucho con los Reyes privaba;
con el favor deste señor, dice la Historia portoguesa, que aceptaron
los Reyes la empresa de Cristóbal Colon; otro, el maestro del príncipe
D. Juan, fray Diego de Deza, de la Órden de Santo Domingo, que despues
fué Arzobispo de Sevilla; otro fué el Comendador mayor, Cárdenas; otro,
el Prior de Prado, fraile de Sant Jerónimo, que fué despues el primer
Arzobispo de Granada; otro fué Juan Cabrero, aragonés, camarero del
Rey, hombre de buenas entrañas, que querian mucho el Rey é la Reina.
Y en carta escrita de su mano, de Cristóbal Colon, vide que decia al
Rey que el susodicho maestro del Príncipe, Arzobispo de Sevilla, D.
Fray Diego de Deza y el dicho camarero, Juan Cabrero, habian sido causa
que los Reyes tuviesen las Indias. É muchos años ántes que lo viese yo
escrito de la letra del almirante Colon, habia oido decir, que el dicho
Arzobispo de Sevilla, por sí, y lo mismo el camarero, Juan Cabrero, se
gloriaban que habian sido la causa de que los Reyes aceptasen la dicha
empresa y descubrimiento de las Indias; debian cierto de ayudar en
ello mucho, aunque no bastaron, porque otro, á lo que parecerá, hizo
más, y este fué un Luis de Santangel, escribano de raciones, caballero
aragonés, persona muy honrada y prudente, querido de los reyes, por
quien finalmente la Reina se determinó: con este tuvo mucha plática y
conversacion, porque debiera de hallar en él buen acogimiento. Estos
todos ó algunos dellos negociaron que Cristóbal Colon fuese oido de los
Reyes y les diese noticia de lo que deseaba hacer y venia á ofrecer,
y en que queria servir á Sus Altezas; las cuales, oida y entendida su
demanda superficialmente, por las ocupaciones grandes que tenian con
la dicha guerra (porque esto es regla general, que cuando los Reyes
tienen guerra, poco entienden ni quieren entender en otras cosas),
puesto que, con benignidad y alegre rostro, acordaron de lo cometer
á letrados, para que oyesen á Cristóbal Colon mas particularmente,
y viesen la calidad del negocio y la prueba que daba, para que fuese
posible confiriesen y tratasen de ello, y despues hiciesen á Sus
Altezas plenaria relacion. Cometiéronlo, principalmente al dicho Prior
de Prado, y que él llamase las personas que le pareciese más entender
de aquella materia de cosmografía, de los cuales no sobraban muchos
en aquel tiempo en Castilla; y es cosa de maravillar cuánta era la
penuria é ignorancia que cerca desto habia entónces por toda Castilla.
Ellos juntos muchas veces, propuesta Cristóbal Colon su empresa dando
razones y autoridades para que la tuviesen por posible, aunque callando
las más urgentes porque no le acaeciese lo que con el rey de Portugal,
unos decian que cómo era posible que al cabo de tantos millares de años
como habian pasado en el mundo, no se hobiese tenido noticia destas
Indias si fuera verdad que las hobiera en el mundo, habiendo habido un
Ptolomeo y otros muchos astrólogos, cosmógrafos y sabios que alcanzáran
poco ó mucho dellas é lo dejáran por escrito, como escribieron de
otras muchas, y que afirmar aquello era querer saber ó adivinar más
que todos; otros argüian de esta manera: que el mundo era de infinita
grandeza, y por tanto no sería posible en muchos años navegando se
pudiese llegar al fin de Oriente, como Cristóbal Colon se proferia á
navegar por el Occidente. Traian estos una auctoridad de Séneca en el
lib. I, _De las suasorías_, donde dice, que muchos sabios antiguamente
dudaban si el mar Océano podia ser navegado, supuesto que era infinito,
y ya que se pudiese navegar era muy dudoso si de la otra parte hobiese
tierras, é ya que tierras hobiese si eran habitables, y ya que fuesen
habitables, si sería posible irlas á buscar y hallarlas, no advertiendo
que las palabras de Séneca las dice por vía de disputa, y puesto que
los sabios que alega Séneca tratasen dudando del fin de la India hácia
el Oriente, inferian estos sabios de nuestros tiempos, que la misma
razon era de la navegacion que Cristóbal Colon hacer ofrecia, del fin
de España hácia el Occidente.
Otros que mostraban ser mas subidos en matemática doctrina, tocando en
astrología y cosmografía, decian que desta esfera inferior de agua y
tierra, no quedó más que una muy pequeña parte descubierta, porque todo
lo demas estaba de agua cubierto, y por tanto que no se podia navegar
sino era por las riberas ó costas, como hacian los portogueses por la
Guinea; y éstos que afirmaban esto, harto pocos libros habian leido
y ménos tratado de navegaciones. Añidian más, que quien navegase por
vía derecha la vuelta del Poniente, como el Cristóbal Colon proferia,
no podria despues volver, suponiendo que el mundo era redondo y yendo
hácia el Occidente iban cuesta abajo, y, saliendo del hemisferio que
Ptolomeo escribió, á la vuelta érales necesario subir cuesta arriba,
lo que los navíos era imposible hacer: esta era gentil y profunda
razon, y señal de haber bien el negocio entendido. Otros alegaban
á Sant Agustin, el cual, como tocamos arriba, negaba que hobiese
antípodas, que son los que decimos que andan contrarios de nuestros
piés, y ansí traian por refran, «duda Sant Agustin.» No faltaba quien
traia lo de las cinco zonas, de las cuales las tres son, segun muchos,
del todo inhabitables y las dos sí, la cual fué comun opinion de los
antiguos, que al cabo supieron poco; otros traian otras razones, no
dignas de traer aquí, por ser de quienes naturalmente alcanzan tener
espíritu de contradiccion, por el cual todas las cosas, por buenas y
claras que sean, hallan inconvenientes y no les faltan razones con
que contradecir. Finalmente, aquesta materia fué por entónces una muy
grande algarabía, y puesto que Cristóbal Colon les respondia y daba
soluciones á sus argumentos, y razones con ellas con que se debieran
satisfacer, pero como para que las comprendiesen hobiera menester
Cristóbal Colon quitarles los erróneos principios primero sobre qué
fundaban su parecer, lo que siempre es más dificultoso que enseñar
la principal doctrina; como se dice de aquel Timoteo, famoso tañedor
de flautas, el cual, á quien venia á él á que lo enseñase y traia
principios enseñados por otro, llevaba precio doblado que á los que
habia de enseñar de principio, porque decia él, haber de tener con
aquel dos trabajos, el uno desenseñar lo que traian sabido, y este
decia ser el mayor, y el otro enseñarle su música y manera de tañer,
así que por esta causa pudo poco Cristóbal Colon satisfacer á aquellos
señores que habian mandado juntar los Reyes, y ansí fueron dellos
juzgadas sus promesas y ofertas por imposibles y vanas y de toda
repulsa dignas, y con esta opinion, por ellos así concebida, fueron á
los Reyes y hiciéronles relacion de lo que sentian, persuadiéndoles
que no era cosa que á la autoridad de sus personas reales convenia
ponerse á favorecer negocio tan flacamente fundado, y que tan incierto
é imposible á cualquiera persona letrado, por indocto que fuese, podia
parecer, porque perderian los dineros que en ello gastasen y derogarian
su autoridad real, sin algun fruto. Finalmente los Reyes mandaron dar
respuesta á Cristóbal Colon despidiéndole por aquella sazon, aunque
no del todo quitándole la esperanza de tornar á la materia, cuando
más desocupados Sus Altezas se viesen, lo que entónces no estaban con
los grandes negocios de la guerra de Granada, los cuales no les daban
lugar á entremeter negocios nuevos, que, el tiempo andando, se podria
ofrecer más oportuna ocasion. Hasta conseguir esta respuesta gastó
Cristóbal Colon en la corte muchos tiempos, lo uno, porque los Reyes
hacian poco asiento en un lugar con la priesa y poco reposo que traian,
proveyendo la dicha guerra; lo otro, por la ordinaria prolijidad que en
la expedicion de los negocios las cortes de los Reyes siempre tienen,
como nunca carezcan de importunas ocupaciones y tambien muchas veces
por la desidia y descuido, ó tambien más gravedad de la que mostrar
ó tener convenia, que sobra en muchos de los oficiales palatinos,
por no considerar que de una hora que por su culpa se detienen los
negociantes, han de dar estrecha cuenta ante el divinal juicio. Toda
esta dilacion no se pasaba sin grandes trabajos y angustias y amarguras
de Cristóbal Colon por algunas causas, la una, porque via que se le
pasaba la vida en valde, segun los dias que serle necesarios para
tan soberana y diuturna obra esperaba hacer; la segunda, temiendo si
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