Historia de las Indias (vol. 1 de 5) - 20

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despiertos, nunca cesaban de estar hechos corrillos, los que se podian
unos con otros juntar, murmurando y tratando de cómo se podrian tornar.
Para esto decian, que era gran locura y ser homicidas de sí mismos,
aventurar sus vidas por seguir la locura de un hombre extranjero, que
por hacerse gran señor se habia puesto á morir, y verse en tan grande
aprieto como él y todos se vian, y engañando tanta gente, mayormente
habiendo sido su negociacion ó sueño por tan grandes hombres y tantos
letrados contradicha, y por vana y loca tenida, y que bastaba para
excusarse, de cualquiera cosa que sobre aquesto hiciesen, haber llegado
hasta donde nunca hombres llegaron ni osaron navegar, y que no se
obligaron á llegar hasta el cabo del mundo, especialmente que si más
tardaban, no era posible tener bastimentos para volver. Algunos pasaban
más adelante diciendo, que lo mejor de todo era echarlo una noche á la
mar, si porfiase pasar adelante, y publicar que habia él caido, tomando
el estrella con su cuadrante ó astrolabio, y que, como era extranjero,
pocos ó nadie habria que pidiese la cuenta, ántes habria infinitos que
afirmasen haberle dado Dios por su atrevimiento su merecido. En estas
y en otras semejantes ocupaciones, gastaban el tiempo de noche y de
dia, y á ello habian de dar lugar los Pinzones, que eran los Capitanes
y principales de toda la gente, y como todos los demas marineros eran
naturales y vecinos de Palos y Moguel, á ellos y con ellos acudian y
sentian todos. Destos Pinzones se quejaba mucho, y de las penas que
le habian dado, Cristóbal Colon. Fácilmente podrá juzgar el que esto
leyere, con cuanto sobresalto y temor estaria Cristóbal Colon, no
hiciese aquella gente, tan libre y tan sin razon como suele ser en
la mar, algun desvarío. ¡En cuánta tristeza, y angustia, y amarguras
iria! No dejaba de encomendarse mucho á Dios, aparejado para cualquiera
calamidad y muerte que le viniese. Disimulaba con ellos, alegrábalos
honrando al menor cuanto podia; reia con ellos llorándole el corazon, y
algunas veces representábales, cuanto rigor podrian los Reyes usar con
ellos, habiendo dejado de proseguir una demanda de que tan averiguadas
señales habian visto para estar cerca, de lo cual ninguno que lo oyese
dudaria, y por consiguiente, todos con razon les culparian, y que, para
excusar estos y otros muchos inconvenientes, les rogaba, que como
hombres animosos y de virtud, sufriesen algunos pocos de dias, que él
les prometia, con confianza que tenia de la Santísima Trinidad, ellos
verian en muy breve tiempo tierra, con la vista de la cual todos se
alegrarian.


CAPÍTULO XXXVIII.
En el cual se contiene una carta de marear que llevaba Cristóbal
Colon, donde tenia pintadas estas Indias é islas, mayormente esta
Española que llamó Cipango, y esta carta dice el autor que la tiene,
á lo que cree, en su poder.--Como vieron ciertos celajes que todos
afirmaron ser tierra y hobieron grande alegría y al cabo no fué.--Como
vieron muchas señales adelante de tierra.--Como se le quisieron
amotinar de no poder ya mas sufrir la dilacion.--Como descubrió Colon
ciertos secretos de las alturas.--Como confirieron los puntos de la
navegacion.

Regla es tambien general de nuestro Señor Dios, de que usa con todos
los pecadores miéntras vivimos en esta vida, no mirando á quien
nosotros somos, sino á quien él es, como sabe cuán poco sosten de
nuestra cosecha tenemos, aunque no sea llegado el tiempo que determina
cumplirnos algun deseo bueno, el cual, no ántes ni despues que él
tiene determinado lo hemos de haber, y esta es, conviene á saber, no
darnos del todo hieles puras á beber, sino interponer alguna mezcla
de consuelo con que las repulsas que padecemos podamos tolerar y no
de golpe desfallecer. Ansí por esta manera se hobo con estos, que,
aunque en breve los habia, con la vista de la tierra, de alegrar,
dábales muchas amarguras con el temor veemente que tenian ya cogido de
se perder, pero á vueltas dellas, les concedia que hobiesen algunas
veces interpolacion con algun placer; y ansí fué, que el martes, 25
de Setiembre, habiendo habido mucha calma y despues hácia la tarde
viento, y yendo su camino al gueste, llegase Martin Alonso Pinzon, con
su carabela _Pinta_, á hablar con Cristóbal Colon sobre unas cartas
de marear que Cristóbal Colon le habia enviado ó arrojado con alguna
cuerda á la carabela, tres dias habia, en la cual parece que tenia
pintadas algunas islas destas mares, y decia Martin Alonso que se
maravillaba cómo no parecian porque se hallaba él con ellas; respondia
Cristóbal Colon, que ansí le parecia tambien á él. Esta carta es la
que invió Paulo, físico, el florentin, la cual yo tengo en mi poder
con otras cosas del Almirante mismo que descubrió estas Indias, y
escrituras de su misma mano que trajeron á mi poder; en ella le pintó
muchas islas y tierra firme que eran el principio de la India, y por
allí los reinos del Gran Khan, diciéndole las riquezas y felicidad de
oro y perlas y piedras de aquellos reinos, y, como pareció arriba en el
cap. 22, y segun el paraje que en la dicha figura é islas que le pintó,
sin duda parece que ya estaban en ellas, y ansí están todas estas islas
cuasi en aquella distancia, y por el crédito que Cristóbal Colon dió al
dicho Paulo, físico, ofreció á los Reyes descubrir los reinos del Gran
Khan, y las riquezas, oro y piedras, y especerías, que en ellos habia.
Pero Paulo, físico, se engañó, no sabiendo que habia otras tierras
ántes, y tambien que dijo, que yendo derechos al Poniente habian de
topar con los dichos reinos, los cuales deben de estar, ó pasadas todas
estas nuestras Indias, al Poniente, ó quedan á la mano izquierda hácia
el Austro; aunque dijo verdad, que habian de topar con el principio de
la India, como creemos que son estas tierras, pero esto acaeció acertar
acaso, como abajo parecerá; díjole tambien que le echase ó tornase la
carta, la cual tornada, paróse Cristóbal Colon con el piloto de su nao
y marineros á ver y hablar dello, esto era ya el sol puesto. Subióse
Martin Alonso en la popa de su carabela, y con mucha alegría dá voces
llamando á Cristóbal Colon, y pidiéndole albricias que vía tierra; y
tanto lo afirmó, y con tanto regocijo estaban todos los de la _Pinta_
afirmando que era tierra, que Cristóbal Colon dá consigo en tierra,
y de rodillas comienza á dar gracias á nuestro Señor, y el Martin
Alonso, con toda su gente, cantaban _Gloria in excelsis Deo_; lo mismo
hicieron la gente de la nao _Capitana_, los de la carabela _Niña_.
Subiánse todos sobre el mastel por la jarcia, y todos afirmaron que
era tierra, y á Cristóbal Colon así le pareció; habia dellos á ella
25 leguas, parecia al Sudueste, que era la mano derecha de su camino,
que llevaba el gueste. Estuvieron hasta la noche afirmando todos ser
tierra, é yo cierto así lo creo que lo era, porque segun el camino que
siempre trajeron, todas las islas que el Almirante descubrió despues,
al segundo viaje, le quedaban entónces por aquella banda ó parte, hácia
el Sudueste. Mandó, pues, dejar el camino del gueste que llevaba y
tomar el del Sudueste, adonde parecia la que decian tierra. Andarian
entre dia y noche 21 leguas y media, puso en la cuenta menor 13 leguas;
con este regocijo se alegraron harto todos los marineros que tanto
desmayo traian, y fué la mar tan llana, que se echaron muchos á la
mar y nadaron con mucho placer; vinieron muchos dorados á los navíos,
que son pescado muy bueno, cuasi como salmon, aunque no colorado sino
blanco, y tambien vinieron otros muchos pescados. El miércoles, 26 de
Setiembre, fueron hácia el Sudueste á ver aquello que habia parecido
tierra, y hallaron que habian sido celajes que muchas veces engañan
haciendo muestra de tierra, tornóse á su vía, que era el gueste, y
andarian entre dia y noche 31 leguas, puso en la cuenta pública 24; era
la marea como en un rio, hallaron los aires dulces y suavísimos. Aquí
tornaron á su desmayo é incredulidad la gente; vieron un alcatraz y dos
rabos de juncos. El jueves siguiente, 27 de Setiembre, fueron á su vía
del gueste, anduvieron 24 leguas entre dia y noche, contó á la gente
20 leguas, tenian siempre cuidado de mirar las señales que ocurrian;
vinieron muchos dorados, mataron uno, vieron un rabo de junco y un
alcatraz; de la hierba, poca. Viernes, aunduvieron 14 leguas, mataron
dos pescados dorados en la _Capitana_ y en las otras dos carabelas más.
Sábado, 29 de Setiembre, anduvieron 24 leguas, porque tuvieron calmas,
entre dia y noche, contó 21; parecieron por tres veces tres alcatraces
y un rabihorcado, que así llaman aquella ave que tiene la cola partida
en dos partes, y esta persigue á los alcatraces hasta que extercolizan,
y come aquel estiércol y dello se mantiene. Dijo el Almirante aquí que
todo esto era gran señal de tierra, los aires, diz que, eran dulces y
suavísimos, que no faltaba sino oir cantar el ruiseñor. Domingo, 30 de
Setiembre, tuvieron alguna calma y anduvieron 14 leguas; vinieron al
navío cuatro rabos de junco, vieron cuatro alcatraces en dos veces;
dice Cristóbal Colon que esto es gran señal de estar cerca de tierra
por ser tantas aves de una naturaleza juntas, porque si fuera una
sola, pudiérase creer que se habia desmandado. Dice aquí Cristóbal
Colon, que él y todos los marineros se maravillaban ver tantas aves y
no ver tierra, por la experiencia que se tiene que nunca las hallan 20
leguas de tierra, mayormente el rabihorcado, que nunca duerme en la
mar; la mar traia muy llana, y los aires muy dulces y graciosos. En
estos dias notó Cristóbal Colon una cosa, de que se admiró, que las
guardas, en anocheciendo, estaban junto el brazo izquierdo, que es
el de la parte de Occidente, y cuando amanecia, estaban en la línea
debajo del brazo derecho, por manera que en toda la noche no andaban
sino tres líneas, que son nueve horas, y esto cada noche. Tambien de
otra cosa, los pilotos de los tres navíos recibieron mucho temor,
sospechando algun gran peligro hasta que él les dió la razon, y es,
que las agujas nordesteaban una cuarta entera en anocheciendo, y en
amaneciendo estaban fil con fil de la estrella. Dióles la causa desta
diferencia Cristóbal Colon, diciendo, que aquello causaba el movimiento
que aquella estrella que llamamos Norte, hace con su círculo al rededor
del verdadero Norte ó Polo, por manera que aquella estrella se muda,
ó tiene su movimiento violento de Oriente á Occidente como las otras,
y las agujas siempre señalan el verdadero Norte ó Polo mostrando
la verdad; con esta solucion quedaron los pilotos y marineros algo
satisfechos. Lunes, primero dia de Octubre, anduvieron 25 leguas entre
dia y noche; puso en la cuenta menor 20. Trataron hoy por la mañana
los pilotos, las leguas que cada uno se hallaba haber navegado y estar
apartados de la isla del Hierro, que es la postrera de las Canarias,
viniendo á estas partes. El piloto de la _Capitana_, donde venia
Cristóbal Colon, se hallaba al Poniente de la dicha isla, 578 leguas;
publicó Cristóbal Colon, hallarse tambien él otras tantas, considerada
la cuenta menor y pública, que con industria habia siempre escripto,
aunque en la secreta, que era la verdadera, eran, se Elson, William
Harris el juicio de Cristóbal Colon y lo que habia tasado, 707 leguas;
de manera, que la diferencia, eran 129 leguas, y los otros dos pilotos,
mucho mayor camino, segun su estima, habian andado, porque el piloto
de la carabela _Niña_, el miércoles siguiente tenia tasado, que habia
navegado 650, y el de la _Pinta_, 634 leguas. Holgábase Cristóbal
Colon que así errasen, creyendo y tasando ménos del camino que era,
porque si todos sintieran que estaban tan léjos de las Canarias,
como 700 y tantas leguas, más temieran, y mucho más difícil le fuera
llevarlos adelante. El mártes, 2 de Octubre, anduvieron al gueste,
que era su vía, y entre dia y noche dejaron atras 39 leguas, contó á
la cuenta pública 30; la mar era muy llana y buena siempre, gracias á
Dios (esta era comunmente palabra de Cristóbal Colon). Venia hierba
mucha del Este al gueste, al revés de como solia; parecieron muchos
pescados, mataron un atun pequeño; pareció una ave blanca como gaviota.
El miércoles, 3 de Octubre, anduvieron entre noche y dia 47 leguas,
contó en la pública cuenta 40; vieron pardelas algunas, y hierba muy
vieja, y otra nueva, que traia cierta cosa como fruta, y, porque vieron
pocas aves, sospechaba Cristóbal Colon, que le quedaban atras por los
lados las islas que él traia pintadas en la carta, de que de suso se
hizo mencion, pues la semana pasada se les habian ofrecido tantas y
tan claras señales de tierra; pero dice aquí, que no fuera buen seso
barloventear, y, ansí, detenerse volviendo á un lado ó á otro en busca
dellas, pues llevaba próspero tiempo y su principal intento era ir en
busca de las Indias, por la vía del Occidente, y esto era lo que habia
ofrecido á los Reyes, y los Reyes lo enviaban por este fin. Por esta
ocasion de no querer volver á barloventear por los lados en busca de
las islas que creian los pilotos quedar por allí, mayormente Martin
Alonso, por la carta que se dijo que le habia enviado Cristóbal Colon
á su carabela para que la viese (y era opinion dellos que debia de
volver), se comenzaron á amotinar todos; y fuera el desconcierto más
adelante, sino que puso Dios su mano, como solia, mostrándoles luego
nuevas señales de haber cerca tierra, porque ya no bastaban blandas
palabras, ni ruegos, ni prudentes razones de Cristóbal Colon para los
asosegar y persuadir á perseverancia. Y ansí, jueves 4 de Octubre,
vinieron al navío más de cuarenta pardelas juntas y dos alcatraces, á
uno de los cuales, un grumete del navío hirio con una piedra; vinieron
más, un rabo de junco y una ave blanca como gaviota; navegó este dia
con su noche 63 leguas, contó en la cuenta pública 46. El viernes
siguiente parecieron muchas pardelas y peces que llaman golondrinos,
que vuelan un gran tiro de piedra encima del agua, y suelen caer muchas
veces en las naos, y ansí hoy cayeron en el navío muchas; anduvieron 57
leguas, contó 45 á la gente; la mar bonanza: muchas gracias sean dadas
á Dios, dice aquí Cristóbal Colon. Sábado, 6 de Octubre, anduvieron 40
leguas, entre dia y noche, puso en la cuenta pública 33. Esta noche
dijo Martin Alonso, que sería bien navegar á la cuarta del gueste, á la
parte del sudueste, por la isla de Cipango, que llevaba la carta que
le mostró Cristóbal Colon; al cual no pareció que debian de mudar la
derrota, porque, si la erraban, no pudieran tan presto tomar tierra,
y que por esto era más seguro descubrir la tierra firme, y despues ir
á buscar las islas: lo cual todo les era desabrido, y, en no hacer
Cristóbal Colon lo que ellos decian, luego murmuraban. Vino á la nao un
rabo de junco y un alcatraz de hácia el Poniente, y poco se alegraban
con esto, como iban tan contra su voluntad.


CAPÍTULO XXXIX.
En el cual se tracta de algunos alegrones que tuvieron diciendo
algunos que vían tierra, á los cuales se les tornaban luego en
tristezas y en murmuraciones y desacatos de Cristóbal Colon, y á
querérsele amotinar.--Como mudó el camino más al Austro por las
señales de las aves que vian.--Como vieron muchas y ciertas señales
de estar cerca de tierra.--Como vieron un junco verde y otras cosas
de tierra.--Como jueves, 11 de Octubre, conociendo Cristóbal Colon
que estaban cerca de tierra, hizo una habla á todos aquella noche,
á primera noche, que velasen bien porque ántes de muchas horas la
verian.--Como á las diez de la noche vido él mismo lumbre, y á las
dos, despues de media noche, vido tierra.--Y como por haber visto la
lumbre, primero, le adjudicaron los Reyes los 10.000 maravedíses,
aunque otro vido la tierra.

Porque nuestro Señor tenia determinado de abreviar ya el tiempo en que
á Cristóbal Colon habia de hacer verdadero, y mostrar que lo habia
escogido para esto, y escaparle tambien del gran peligro que con
aquella gente impaciente é incrédula llevaba, y á ellos ansí mismos
despenar, y á todos consolar, domingo, 7 de Octubre, al levantar del
sol, la carabela _Niña_ que por ser muy velera iba delante, y tambien
porque todos trabajaban de andar cuanto más podian por ver primero
tierra, por ganar la merced de los 10.000 maravedís de juro que la
Reina habia prometido al que primero viese tierra, como ya se dijo
arriba, alzó una bandera en el topo del mastel y tiró una lombarda
por señal que habia tierra, porque ansí lo habia ordenado el Capitan
general Cristóbal Colon. Tenia tambien mandado, que, al salir y poner
del sol, se juntasen todos los navíos con él, porque aquestos son dos
tiempos más propios y convenientes para que los humores ó vapores de
la mar no impidan á ver mas léjos mar ó tierra que otros; pues como á
la tarde no viesen la tierra que los de la _Niña_ dijeron, y hobiesen
sido celajes, de lo cual tornaron á tomar nuevo descorazonamiento y
desmayo los que siempre desconfiaban, y viese Cristóbal Colon que
pasaban gran multitud de aves de la parte del Norte hácia el Sudueste,
lo cual era evidente argumento y cierta señal que iban á dormir á
tierra ó huian quizá del invierno que, en las tierras donde venian,
debia de querer venir, acordándose Cristóbal Colon que las más de las
islas que los portogueses hoy tienen, las habian descubierto por tomar
y tener por cierto el dicho argumento de seguir tras las aves que vian
volar como de corrida, mayormente sobre tarde, por esto acordó dejar
el camino que llevaba del gueste, y poner la proa hácia el guesueste,
que eran dos vientos más, con determinacion de andar dos dias por
aquel camino, porque consideraba que no se apartaba mucho del gueste,
que era su principal intento; por el cual, si siempre siguiera, y la
impaciencia castellana no lo impidiera, ninguna duda fuera, que no iba
á dar en la tierra firme Florida, y de allí á la Nueva España, aunque
fueran incomparables los inconvenientes y daños intolerables que se
le ofrecieran, y fuera divino milagro si á Castilla jamás volviera.
Pero hízolo y rodeólo Dios, que lo gobernaba, regia y sabia todo, muy
mejor que él ni otro pudiera desearlo ni pedirlo, como constará por la
que más referiremos. Anduvo este dia, ántes que diese la vuelta, 23
leguas, y dióla por el Sudueste una hora ántes que el sol se pusiese,
y navegó, esta noche, obra de 5 leguas. Lunes, 8 de Octubre, navegó
al guessudueste, y luego les quiso Dios suplir ó reformar el desmayo
que de nuevo habian el dia pasado recobrado, porque parecieron mucho
número de diversas aves, que fueron grajaos y ánades, y un alcatraz, y,
sobre todas, muchos pajaritos del campo, de los cuales tomaron en la
nao uno, con que todos, como si vieran una gran cosa, se regocijaron.
Y porque iban todas estas aves al Sudueste, y no parecia que podian ir
á parar muy léjos, siguieron con más voluntad y alegría aquel camino,
que era el que las aves llevaban. Crecióles su consuelo con que tambien
tenian la mar, como en el rio de Sevilla, muy llana; los aires muy
dulces, como por Abril en Sevilla, odoríferos y muy agradables, y la
hierba que solian ver muy fresca, por todo lo cual Cristóbal Colon daba
á nuestro Señor muchas gracias. Anduvieron entre dia y noche obra
de 12 leguas no más, porque habia poco viento. Mártes, 9 de Octubre,
navegando al Sudueste, porque se le mudaba el viento, anduvo 5 leguas;
despues corrió al gueste, cuarta al Norueste, y anduvo 4, despues,
con todas, 11 de dia, y á la noche 20 leguas y media y contó á la
gente 17; sintieron toda la noche pasar pájaros. Otro dia, miércoles,
10 de Octubre, arreciando el viento y navegando al guessudueste,
anduvieron 10 millas por hora, que son 2 leguas y media, y algun rato
á 7, y ansí, entre dia y noche, corrieron 59 leguas: puso en la cuenta
pública 44. Pues como la gente vido tanto andar, y que las señales de
los pajaritos y muchas aves salian vanas todas, porque del bien que
sucediese y alegría que en muy breve se les aparejaba, nadie con razon
pudiese presumir aplicar á sí, ántes toda la gloria se atribuyese al
Señor muy alto y muy bueno que los regia, cuya voluntad, necesariamente
de aquel camino se habia de cumplir; tornaron todos á reiterar sus
importunas y desconfiadas querellas, y á insistir en sus temerarias
peticiones, clamando á la vergonzosa tornada, despidiéndose de todo
punto del placer y regocijo, que en espacio de no treinta horas Dios
les tenia aparejado. Pero no concediendo á tan vituperable cobardía
el ministro que para este negocio allí Dios llevaba, ántes con más
renovado ánimo, con mayor libertad de espíritu, con más viva esperanza,
con más graciosas y dulces palabras, exhortaciones y ofrecimientos
mayores, los esforzó y animó á ir adelante y á la perseverancia,
añidiendo tambien que por demás era quejarse, pues su fin dél y de los
Reyes habia sido y era, venir á descubrir, por aquella mar occidental,
las Indias, y ellos para ello le habian querido acompañar, y que ansí
lo entendia proseguir con el ayuda de nuestro Señor, hasta hallarlas,
y que tuviesen por cierto estar más cerca dellas de lo que pensaban.
Aquí creo yo que puso Dios su mano, para que no hiciesen algun desatino
de los que muchas veces habian imaginado. Jueves, 11 dias de Octubre,
cuando ya la misericordia divina quiso hacer á todos ciertos de no
haber sido en valde su viaje, vieron nuevas, y más que todas las otras
ciertas y averiguadas señales con que todos respiraron; navegaron al
guessudueste, llevando mas alta y brava mar de la que habian traido
todo el viaje; vieron pardelas, y, lo que más que todo fué, junto á
la nao un junco verde, como si entónces de sus raíces lo hobieran
cortado; los de la carabela _Pinta_ vieron un palo y una caña, tomaron
otro palillo, á lo que parecia, con hierro labrado, y un pedazo de
caña, y una tablilla, y otra hierba que en tierra nace; los de la
carabela _Niña_ tambien vieron otras señales, y un palillo cargado de
escaramojos con que todas las carabelas en gran manera se regucijaron;
anduvieron en este dia, hasta que el sol se puso, 27 leguas.
Cognosciéndose Cristóbal Colon estar ya muy cerca de tierra, lo uno,
por tan manifiestas señales, lo otro, por lo que sabia haber andado de
las Canarias hácia estas partes, por que siempre tuvo en su corazon por
cualquiera ocasion ó conjetura que le hobiese á su opinion venido, que,
habiendo navegado de la isla del Hierro por este mar Océano 750 leguas,
pocas más ó ménos, habia de hallar tierra; despues de anochecido,
al tiempo que dijeron la Salve, como es la costumbre de marineros,
hizo una habla muy alegre y graciosa á toda la gente y marineros,
reduciéndoles á la consideracion las mercedes que á él y á todos, Dios,
en aquel viaje habia hecho, dándoles tan llana mar, tan suaves y buenos
vientos, tanta tranquilidad de tiempos sin tormentas y zozobras, como
comunmente á los que navegan por la mar suelen acaecer; y porque él
esperaba en la misericordia de Dios, que ántes de muchas horas les
habia de dar tierra, que les rogaba encarecidamente que aquella noche
hiciesen muy buena guardia en el castillo de proa, velando y estando
muy sobre aviso, para mirar por tierra mejor que hasta entónces habian
hecho (pues habiendo puesto en el primer capítulo la instruccion que
dió á cada Capitan de cada navío, partiendo de las Canarias, conviene
á saber, que habiendo navegado 700 leguas hácia el Poniente, sin haber
descubierto tierra, no navegasen más de hasta media noche, lo cual no
habian hasta entónces guardado, y él lo habia disimulado por no darles
más pena, por el ánsia que llevaban de ver tierra), porque él tenia
gran confianza en nuestro Señor que aquella noche habian de estar muy
cerca de tierra, ó quizá verla; y que cada uno pusiese diligencia
en velar por verla primero, porque, allende la merced de los 10.000
maravedís que la Reina habia concedido al primero que la viese, él
prometia de darle luego un jubon de seda. Esta noche, despues del sol
puesto, navegó al gueste, la vía que siempre desde las Canarias trujo,
y anduvo 12 millas por hora, y, hasta las dos, despues de media noche,
andarian 90 millas, que fueron 22 leguas y media. Estando Cristóbal
Colon en el castillo de popa, con los ojos más vivos hácia adelante que
otro, como aquel que más cuidado dello tenia, porque más le incumbia
que á todos, vido una lumbre, aunque tan cerrada ó añublada, que no
quiso afirmar que fuese tierra, pero llamó de secreto á Pero Gutierrez,
repostero de estrados del Rey, y díjole que parecia lumbre, que mirase
él lo que le parecia, el cual la vido y dijo, que lo mismo le parecia
ser lumbre; llamó tambien á Rodrigo Sanchez de Segovia, que los Reyes
habian dado cargo de ser veedor de toda el armada, pero éste no la pudo
ver. Despues se vido una vez ó dos, y diz que, era como una candelilla
que se alzaba y bajaba, Cristóbal Colon no dudó ser verdadera lumbre,
y por consiguiente, estar junto á la tierra, y ansí fué. Y lo que yo
siento dello es, que los indios de noche por aquestas islas, como son
templadas, sin algun frio, salen ó salian de sus casas de paja, que
llamaban bohios, de noche á cumplir con sus necesidades naturales, y
toman un tizon en la mano, ó una poca de tea, ó raja de pino, ó de
otra madera muy seca y resinosa, y arde como tea, cuando hace escura
noche, y con aquel se tornan á volver, y desta manera pudieron ver la
lumbre las tres y cuatro veces que Cristóbal Colon y los demas que la
vieron. Velando, pues, muy bien Cristóbal Colon sobre ver la tierra,
y avisando á los que velaban la proa de la nao que no se descuidasen,
como la carabela _Pinta_, donde iba Martin Alonso Pinzon, fuese delante
de todas por ser más velera, vido la tierra, que estaria dos leguas, á
las dos horas despues de media noche, y luego hizo las señales que de
haber visto tierra, por la instruccion que llevaba, debia hacer, que
era tirar un tiro de lombarda y alzar las banderas;[27] y así parece
que, pues se vido la tierra dos horas despues de media noche, jueves,
se debe atribuir al viernes este descubrimiento, y, por consiguiente,
fué á 12 de Octubre. Vido la tierra primero un marinero que se llamaba
Rodrigo de Triana, pero los 10.000 maravedís de juro, sentenciaron
los Reyes que los llevase Cristóbal Colon, juzgando, que, pues él
habia visto primero la lumbre, fué visto ver primero la tierra. De
donde podemos colegir un no chico argumento de la bondad y justicia
de Dios, el cual aún en este mundo remunera como tambien castiga,
respondiendo á la confianza que de su providencia se tiene, y á los
trabajos y solicitud virtuosa de cada uno, en que ordenó, que, ansí
como habia Cristóbal Colon llevado lo más trabajoso y angustioso de
todo el viaje, con padecer sobre sí la parte que dello le cabia como á
particular persona, y la carga de todos como pública, con los desacatos
y turbaciones y aflicciones que muchas veces todos le causaron, y solo
él tuvo fe firme y perseverante constancia de la divinal providencia,
que no habia de ser de su fin defraudado, él alcanzase este favor, y se
le atribuyese haber primero visto la tierra por ver primero la lumbre
en ella, en figura de la espiritual, que, por sus sudores y trabajos,
habia Cristo de infundir en aquestas gentes que vivian en tan profundas
tinieblas, y ansí gozase de la merced de los 10.000 maravedís; lo
cual es de estimar, no tanto por el valor dellos, como fuese tan
poco, cuanto por el alegría y consuelo que en esto, aún tan mínimo
temporal, favoreciéndole, quiso concederle. Estos 10.000 maravedís de
juro llevó siempre por toda su vida, y si no me he olvidado, un dia,
hablando con la Vireina de las Indias, nuera del mismo Almirante D.
Cristóbal Colon, mujer de su primer sucesor, en las cosas de aquel
viaje, me dijo habérsele librado en las carnicerias de la ciudad de
Sevilla donde siempre se los pagaron. Por todo lo dicho, queda bien
claro y confundido el error de algunos, que inventaron y osaron decir
que Cristóbal Colon habia desmayado y arrepentídose del viaje, y que
los Pinzones, hermanos, lo habian hecho ir adelante. Parece tambien la
inconsideracion de Oviedo que, en su Historia (defraudando y quitando
la gloria y privilegio, que la bondad de Dios quiso que alcanzase, al
que tan justa y condignamente ante todo el mundo la habia, por sus
incomparables trabajos y sudores tan diuturnos, merecido), puso esto
en duda, informado de un Hernan Perez, marinero, y otros semejantes,
de quien él tomó mucho de lo falso que escribe. No cierto escogió Dios
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