Historia de las Indias (vol. 1 de 5) - 04

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en cada cosa que hacia y decia, ó queria comenzar á hacer, siempre
anteponia: _En el nombre de la Santa Trinidad haré esto_ ó _verná
esto_, ó _espero que será esto_; en cualquiera carta ó otra cosa que
escribia, ponia en la cabeza: _Jesus cum Maria sit nobis in via_;
y destos escritos suyos y de su propia mano tengo yo en mi poder
al presente hartos. Su juramento era algunas veces: «juro á San
Fernando;» cuando alguna cosa de gran importancia en sus cartas queria
con juramento afirmar, mayormente escribiendo á los Reyes, decia:
«hago juramento que es verdad esto.» Ayunaba los ayunos de la Iglesia
observantísimamente; confesaba muchas veces y comulgaba; rezaba todas
las horas canónicas como los eclesiásticos ó religiosos; enemicísimo
de blasfemias y juramentos; era devotísimo de Nuestra Señora y del
seráfico Padre San Francisco; pareció ser muy agradecido á Dios por
los beneficios que de la divinal mano recibia, por lo cual, cuasi por
proverbio, cada hora traia que le habia hecho Dios grandes mercedes,
como á David. Cuando algun oro ó cosas preciosas le traian, entraba en
su oratorio é hincaba las rodillas, convidando á los circunstantes y
decia: «demos gracias á nuestro Señor que de descubrir tantos bienes
nos hizo dignos;» celosísimo era en gran manera del honor divino;
cúpido y deseoso de la conversion destas gentes, y que por todas
partes se sembrase y ampliase la fé de Jesucristo, y singularmente
aficionado y devoto de que Dios le hiciese digno de que pudiese
ayudar en algo para ganar el Santo Sepulcro; y con esta devocion y la
confianza que tuvo de que Dios le habia de guiar en el descubrimiento
deste Orbe que prometia, suplicó á la Serenísima reina Doña Isabel, que
hiciese voto de gastar todas las riquezas que por su descubrimiento
para los Reyes resultasen en ganar la tierra y casa santa de Jerusalem,
y ansí la Reina lo hizo, como abajo se tocará. Fué varon de grande
ánimo esforzado, de altos pensamientos, inclinado naturalmente á lo
que se puede colegir de su vida y hechos y escrituras y conversacion,
á acometer hechos y obras egregias y señaladas; paciente y muy sufrido
(como abajo más parecerá) perdonador de las injurias, y que no queria
otra cosa, segun dél se cuenta, sino que conociesen los que le ofendian
sus errores, y se le reconciliasen los delincuentes; constantísimo
y adornado de longaminidad en los trabajos y adversidades que le
ocurrieron siempre, las cuales fueron increibles é infinitas, teniendo
siempre gran confianza de la Providencia divina, y verdaderamente, á lo
que dél yo entendí, y de mi mismo padre, que con él fué cuando tornó
con gente á poblar esta Isla española el año de 93, y de otras personas
que le acompañaron y otras que le sirvieron, entrañable fidelidad y
devocion tuvo y guardó siempre á los Reyes.


CAPÍTULO III.
En el cual se tracta de las gracias que tuvo adquísitas Cristóbal
Colon.--Como estudió y alcanzó las ciencias, gramática, aritmética,
geometría, historia, cosmografía y astrología.--Cuánto dellas le fué
necesario para el ministerio que Dios le elegía, y sobre todo que fué
peritísimo en el arte de navegar sobre todos los de su tiempo.--Como
en esto se ocupó toda su vida ántes que descubriese las Indias, y no
en alguna arte mecánica como quiso decir un Agustin Justiniano.

Dicho queda el orígen y patria, y linaje y padres, y persona exterior
y costumbres, y conversacion, que todo le era natural ó de la natura
concedido, y tambien de lo que se conocia de cristiandad de Cristóbal
Colon, aunque en compendiosa y breve manera; parece conveniente cosa
referir las gracias que se le añidieron adquísitas y los ejercicios en
que ocupó la vida que vivió ántes que á España viniese, segun se puede
colegir de cartas que escribió á los Reyes y á otras personas y otros
á él, y de otros sus escritos, y tambien por la _Historia portuguesa_,
y no ménos por las obras que hizo. Siendo, pues, niño le pusieron sus
padres á que aprendiese á leer y á escribir, y salió con el arte de
escribir formando tan buena y legible letra (la cual yo vide muchas
veces), que pudiera con ella ganar de comer. De aquí le sucedió darse
juntamente al aritmética y tambien á debujar y pintar, que lo mismo
alcanzára si quisiera vivir por ello; estudió en Pavía los primeros
rudimentos de las letras, mayormente la gramática, y quedó bien experto
en la lengua latina, y desto lo loa la dicha _Historia portuguesa_,
diciendo, que era elocuente y buen latino; y esto ¡cuanto le pudo
servir para entender las historias humanas y divinas! Estos fueron
los principios en que ocupó su niñez, y con que comenzó las otras
artes que en su adolescencia y juventud trabajó de adquirir. Y porque
Dios le dotó de alto juicio, de gran memoria y de veemente afeccion,
tratando muchas veces con hombres doctos, y con su infatigable
trabajo estudioso, y principalmente, á lo que yo cierto puedo y debo
conjeturar y aún creer, por la gracia singular que le concedió para el
ministerio que le cometia, consiguió la médula y sustancia necesaria
de las otras ciencias, conviene á saber, de la geometría, geografía,
cosmografía, astrología ó astronomía y marinería. Esto todo se colige
muy claro de lo que escribia en los viajes que hizo á estas Indias, y
de algunas cartas suyas que escribió á los Reyes, que vinieron á mis
manos; en las cuales, como era hombre temeroso de Dios y moderado, y
consideradas las personas Reales á quien escribia, es de creer que de
lo que fuese verdad no excedia, de las cuales aquí determino poner
algunas cláusulas, porque juzgo de que sean á todos manifiestas son
dignas. «Muy altos Reyes: De muy pequeña edad entré la mar navegando, y
lo he continuado hasta hoy; la misma arte inclina á quien la prosigue
á desear saber los secretos deste mundo; ya pasan de cuarenta años
que yo voy en este uso. Todo lo que hasta hoy se navega he andado.
Tracto é conversacion he tenido con gentes sabias, eclesiásticos y
seglares, latinos y griegos, judíos y moros, y con otros muchos de
otras sectas; á este mi deseo hallé á Nuestro Señor muy propicio, y
hube dél para ello espíritu de inteligencia. En la marinería me hizo
abundoso, de astrología me dió lo que abastaba,[8] y ansí de geometría
y aritmética, é ingenio en el ánima y manos para dibujar esta esfera,
y en ella las ciudades, rios y montañas, islas y puertos, todo en
su propio sitio. En este tiempo he yo visto y puesto estudio en ver
todas escrituras, cosmografía, historias, crónicas y filosofía y de
otras artes, de forma que me abrió Nuestro Señor el entendimiento con
mano palpable, á que era hacedero navegar de aquí á las Indias, y me
abrasó la voluntad para la ejecucion dello, y con este fuego vine á
Vuestras Altezas. Todos aquellos que supieron de mi empresa, con risa
y burlando la negaban; todas las sciencias que dije no aprovechaban,
ni las autoridades dellas, en sólos Vuestras Altezas quedó la fe y
constancia.» Estas son palabras del Almirante que escribió á los Reyes
el año de 1501, creo que de Cáliz ó de Sevilla, con la cual carta
les envió cierta figura redonda ó esfera. En otra que escribió á los
mismos ínclitos Reyes, de la isla Española, por el mes de Enero de
1495, haciendo mencion de cómo engañan muchas veces los que rigen las
naos en las navegaciones, haciendo uno por otro, de donde proviene
peligrar muchos navíos y muchas veces, dice ansí: «A mí acaeció, que el
Rey Reynel, que Dios tiene, me envió á Túnez para prender la galeaza
_Fernandina_, y estando ya sobre la isla de San Pedro, en Cerdeña,
me dijo una saetía que estaban con la dicha galeaza dos naos y una
carraca; por lo cual se alteró la gente que iba conmigo, y determinaron
de no seguir el viaje, salvo de se volver á Marsella por otra nao y
más gente. Yo, visto que no podia sin algun arte forzar su voluntad,
otorgué su demanda, y mudando el cebo del aguja, dí la vela al tiempo
que anochecía, y, otro dia al salir del sol, estábamos dentro del cabo
de Carthagine, teniendo todos ellos por cierto que ibamos á Marsella,
etc.» En unas anotaciones que hizo de cómo todas las cinco zonas son
habitables, probándolo por experiencia de sus navegaciones, dice ansí:
«Yo navegué el año de cuatrocientos y setenta y siete, en el mes de
Febrero, ultra Tile, isla cien leguas, cuya parte austral dista del
equinoccial 73° y no 63°, como algunos dicen, y no está dentro de la
línea que incluye el occidente, como dice Tolomeo, sino mucho más
occidental, y á esta isla, que es tan grande como Inglaterra, van los
ingleses con mercaderías, especialmente los de Bristol, y al tiempo
que yo á ella fuí no estaba congelado el mar, aunque habia grandísimas
mareas, tanto que en algunas partes dos veces al dia subia 25 brazas
y descendia otras tantas en altura.» Es bien verdad que Tile la de
Tolomeo, está donde él dice, y que á esta la llaman los modernos
_Frislandia_; y más adelante, probando que la equinoccial fuese tambien
habitada, dice ansí el Almirante: «Yo estuve en el castillo de la Mina
del Rey de Portugal que está debajo de la equinoccial, y ansí soy buen
testigo que no es inhabitable como dicen.» En otras partes de sus
escritos afirma haber muchas veces navegado de Lisbona á Guinea, y que
notó con diligencia que el grado responde en la tierra á 56 millas y
dos tercios. En otra parte hace mencion haber navegado á las islas
del Archipiélago, donde en una dellas, que se llama _Enxion_, vido
sacar almáciga de ciertos árboles. En otra parte dice haber andado
veinticinco años por la mar, sin salir della tiempo que se deba de
contar, y que vido todo el Levante y Poniente. En otra parte dice: «Yo
me he hallado traer dos naos y dejar la una en el Puerto Santo á hacer
un poco (?), en que se detuvo un dia, y yo llegué á Lisbona ocho dias
ántes que ella, porque yo llevé tormenta de viento de Sudoeste y ella
no sintió sino poco viento Nordeste, que es contrario, etc.» De todas
estas cosas ya dichas parece la gran pericia, práctica y experiencia,
estudio y solicitud que tuvo Cristóbal Colon de las cosas de la mar,
y los fundamentos y principios y teórica que se requeria para ser
doctísimo en las alturas y en todo lo que concierne al arte de navegar,
de las cuales, quien carece, muchas veces en las navegaciones podrá
errar y errará, como vemos cuantos yerros hacen y daños que causan
los pilotos en la navegacion destas Indias, porque casi no aciertan
sino acaso; y ansí creemos que Cristóbal Colon en el arte de navegar
excedió sin alguna duda á todos cuantos en su tiempo en el mundo habia,
porque Dios le concedió cumplidamente más que á otro estos dones,
pues más que á otro del mundo eligió para la obra más soberana que
la divina Providencia en el mundo entónces tenia. Bien parece por lo
dicho cuán ocupado siempre anduvo Cristóbal Colon ántes que tractase
deste descubrimiento, y aun más abajo mejor parecerá, y cómo hubo bien
menester todo aquel tiempo que vivió para ello, de donde asaz bien se
sigue no haber bien dicho Agustin Justiniano, el cual en una coleccion
que hizo del Psalterio en cuatro lenguas sobre aquel verso: _In omnem
terram exivit sonus eorum_, etc., y despues en su Crónica, dice, que
Cristóbal Colon tuvo oficio mecánico, lo cual parece difícil y cuasi
imposible haber sido, sino fuese como acaece á muchos buenos y hijos
de buenos huirse de sus padres cuando muchachos y asentar en otras
tierras por algun dia, hasta que son hallados con algun oficial; pero
aún para esto parece no haber tenido tiempo, cuanto más que el mismo
Agustin Justiniano se contradice en la dicha coleccion del Psalterio,
diciendo estas palabras: «Este Cristóbal Colombo, en sus tiernos años,
habiendo aprendido los principios de doctrina, cuando ya fué mancebo se
dió al arte de la mar, y pasó á Lisbona, en Portugal, donde aprendió
las cosas de cosmografía, etc.» Por las cuales palabras y por otras
que allí añade parece que aún el mismo Justiniano lo ocupa de tal
manera que no le deja tiempo alguno para en que se pudiese ocupar en
arte alguna mecánica; cuanto más, que como abajo quizá se tocará, el
dicho Justiniano dice otras y no pocas cosas, por las cuales parece
haber escrito como escritor que á tiento escribe ó mal informado, muy
contrarias de la verdad; y porque la señoría de Génova tiene comprobada
la verdad cuanto ha sido posible, y halló que el Justiniano habia
excedido en su historia, ansí por decir cosas que no son verdad, como
en alguna manera abatiendo el oficio y por consiguiente perjudicando
á una persona tan digna y á quien tanto debe toda la cristiandad, por
público decreto (segun tengo entendido) ha prohibido que ninguno sea
osado de tener ni leer la dicha Crónica de Justiniano, mandando recoger
todos los libros y traslados que della hubiere, porque á manos de nadie
pueda llegar.


CAPÍTULO IV.
En el cual se trata de la ocasion que se ofreció á Cristóbal Colon
para venir á España y como se casó en Portugal, y del primer principio
del descubrimiento destas Indias é incidentemente de cómo y cuando
fueron descubiertas la Isla de la Madera y la del Puerto Santo que
está cabe ella, y cómo las descubrió ó ayudó á descubrir el suegro del
dicho Cristóbal Colon.

Y porque, como arriba se ha tocado, las cosas que Dios determina
efectuar se han en fin de comenzar y mediar y concluir, al tiempo y
al punto y momento y á la sazon que tiene dispuesto, y no ántes ni
despues, para lo cual dispone y rodea y ofrece las ocasiones, y porque
para derramar el rocío de sus misericordias sobre aquestas naciones,
al ménos las que determinó desde ántes de los siglos salvar, se iba ya
apropincuando, y una dellas era traer á Cristóbal Colon á España, por
ende, para que se sepa pormenos de su vida en el presente capítulo la
razon. Como fuese, segun es dicho, Cristóbal Colon, tan dedicado á las
cosas y ejercicio de la mar, y en aquel tiempo anduviese por ella un
famoso varon, el mayor de los corsarios que en aquellos tiempos habia,
de su nombre y linaje que se llamaba Columbo Junior, á diferencia
de otro que habia sido nombrado y señalado ántes, y aqueste Junior
trajese grande armada por la mar contra infieles y venecianos y otros
enemigos de su nacion, Cristóbal Colon determinó ir é andar con él,
en cuya compañía estuvo y anduvo mucho tiempo. Este Columbo Junior,
teniendo nuevas que cuatro galeazas de venecianos eran pasadas á
Flandes, esperólas á la vuelta entre Lisbona y el cabo de San Vicente
para asirse con ellas á las manos; ellos juntados, el Columbo Junior
á acometerles y las galeazas defendiéndose y ofendiendo á su ofensor,
fué tan terrible la pelea entre ellos, asidos unos con otros con sus
garfios y cadenas de hierro, con fuego y con las otras armas, segun
la infernal costumbre de las guerras navales, que desde la mañana
hasta la tarde fueron tantos los muertos, quemados y heridos de ambas
partes, que apénas quedaba quien de todos ellos pudiese ambas armadas
del lugar donde se toparon una legua mudar. Acaeció que la nao donde
Cristóbal Colon iba, ó llevaba quizá á cargo, y la galeaza con que
estaba aferrada se encendiesen con fuego espantable ambas, sin poderse
la una de la otra desviar, los que en ellas quedaban aun vivos ningun
remedio tuvieron sino arrojarse á la mar; los que nadar sabian pudieron
vivir sobre el agua algo, los que no, escogieron ántes padecer la
muerte del agua que la del fuego, como más aflictiva y ménos sufrible
para la esperar; el Cristóbal Colon era muy gran nadador, y pudo haber
un remo que á ratos le sostenia miéntra descansaba, y ansí anduvo hasta
llegar á tierra, que estaria poco más de dos leguas de donde y adonde
habian ido á parar las naos con su ciega y desatinada batalla. Desta
pelea naválica y del dicho Columbo Junior hace mencion el Sabélico en
su Corónica, 8.º libro de la 10.ª década, hoja 168, donde trata que en
el tiempo de la eleccion de Maximiliano, hijo de Federico, Emperador,
por Rey de Romanos, fué enviado por Embajador de la Señoría de Venecia,
Jerónimo Donato, á Portugal, para que en nombre de la Señoría hiciese
gracias al Rey porque á los galeotes y remadores de las susodichas
cuatro galeazas desbaratadas los habia vestido y dado ayuda de costa
para que se volviesen á sus tierras. Ansí que llegado Cristóbal Colon
á tierra á algun lugar cercano de allí, y cobrando algunas fuerzas
del tullimiento de las piernas, de la mucha humidad del agua y de los
trabajos que habia pasado, y curado tambien por ventura de algunas
heridas que en la batalla habia recibido, fuese á Lisbona, que no
estaba léjos, donde sabia que habia de hallar personas de su nacion;
y ansí fué que siendo conocido por de la nacion ginovesa y tambien
quizá su linaje y sus padres, mayormente viendo su autorizada persona,
le ayudaron á que pusiese casa, y hecha con él compañía comenzó á
acreditarse y restaurarse. Pasando algunos dias, como él fuese de buena
disposicion y no ménos tuviese gentil presencia, y con esto no le
faltase la costumbre de buen cristiano, iba por la mayor parte á oir
los divinos oficios á un monesterio que se decia de Santos, donde habia
ciertas Comendadoras (de que órden fuese, no puede haber noticia),
donde acaeció tener plática y conversacion con una Comendadora dellas,
que se llamaba Doña Felipa Moñiz, á quien no faltaba nobleza de
linaje, la cual hubo finalmente con él de casarse. Esta era hija de un
hidalgo que se llamaba Bartolomé Moñiz Perestrello, caballero, criado
del Infante D. Juan de Portugal, hijo del Rey D. Juan I de Portugal
(como parece en la 1.ª década, lib. 1.º, cap. 2.º, de la _Historia de
Asia_, que escribió Juan de Barros en lengua portuguesa), y porque
era ya muerto pasóse á la casa de su suegra. Andando dias y viniendo
dias conoció la suegra ser Cristóbal Colon inclinado á cosas de la
mar y de cosmografía, porque á lo que los hombres se inclinan noches
y dias querrian dello tratar, y vehementes deben ser los cuidados y
urgentes las ocupaciones que del ejercicio y obra ó habla de aquello
los puedan del todo estorbar; ansí que, entendido por la suegra su
inclinacion, contóle como su marido Perestrello habia sido tambien
persona que tuvo inclinacion á las cosas de la mar, y que habia ido
por mandado del Infante D. Enrique de Portugal, en compañía de otros
dos caballeros, á poblar la isla del Puerto Santo, que pocos dias
habia que era descubierta, y al cabo á él sólo cupo la total poblacion
della y en ella le hizo mercedes el dicho Infante, y como entónces
andaba muy hirviendo la práctica y ejercicio de los descubrimientos
de la costa de Guinea y de las islas que habia por el mar Océano, y
esperaba el dicho Bartolomé Perestrello desde aquella descubrir otras,
como se descubrieron, segun abajo en el cap. 17 y en los siguientes se
dirá, debia tener instrumentos y escrituras y pinturas convenientes á
la navegacion, las cuales dió la suegra al dicho Cristóbal Colon, con
la vista y leyenda de las cuales mucho se alegró. Con estas se cree
haber sido inducida y avivada su natural inclinacion á mayor frecuencia
del estudio y ejercicio y leyenda de la cosmografía y astrología, y
á inquirir tambien la práctica y experiencia de las navegaciones y
caminos que por la mar hacian los portugueses á la Mina del Oro y
costa de Guinea, donde los portugueses, como está tocado, empleaban su
tiempo y sus ocupaciones; y como cada dia más y con mayor vehemencia de
imaginacion pensase, y, tomando su parte el entendimiento, considerase
muchas cosas cerca de las tierras descubiertas y las que podrian
descubrir, traidas á la memoria las partes del mundo y lo que decian
los antiguos habitable y lo que no se podia, segun ellos, morar, acordó
de ver por experiencia lo que entónces del mundo por la parte de
Etiopía se andaba y practicaba por la mar, y ansí navegó algunas veces
aquel camino en compañía de los portugueses, como persona ya vecino
y cuasi natural de Portugal; y porque algun tiempo vivió en la dicha
isla de Puerto Santo, donde dejó alguna hacienda y heredades su suegro
Perestrello, (segun que me quiero acordar que me dijo su hijo don Diego
Colon, primer sucesor que tuvo y primer Almirante, el año de 1519 en la
ciudad de Barcelona, estando allí el Rey de España D. Cárlos, cuando
la primera vez vino de Flandes á reinar, y donde le vino el decreto
de su Imperial eleccion); ansí que fuese á vivir Cristóbal Colon á la
dicha isla de Puerto Santo, donde engendró al dicho su primogénito
heredero D. Diego Colon, por ventura por sola esta causa de querer
navegar, dejar allí su mujer, y porque allí en aquella isla y en la de
la Madera, que está junto, y que tambien se habia descubierto entónces,
comenzaba á haber gran concurso de navíos sobre su poblacion y
vecindad, y frecuentes nuevas se tenian cada dia de los descubrimientos
que de nuevo se hacian. Y éste parece haber sido el modo y ocasion de
la venida de Cristóbal Colon á España, y el primer principio que tuvo
el descubrimiento deste grande Orbe.


CAPÍTULO V.
En el cual se ponen cinco razones que movieron á Cristóbal Colon
para intentar su descubrimiento destas Indias, las cuales asignó D.
Hernando Colon, hijo del mismo don Cristóbal Colon.

Dicho queda en el capítulo precedente, poniendo el modo de la
venida de Cristóbal Colon á España, cual fué la ocasion primera ó
primer principio que parece haber tenido Cristóbal Colon para el
descubrimiento destas Indias; pero porque segun tengo entendido,
que cuando determinó buscar un Príncipe cristiano que le ayudase é
hiciese espaldas, ya él tenia certidumbre que habia de descubrir
tierras y gentes en ellas, como si en ellas personalmente hobiera
estado (de lo cual cierto yo no dudo), quiero en los siguientes
capítulos referir algunas razones naturales, y tambien testimonios
y autoridades de sabios antiguos y modernos varones, por las cuales
pudo muy razonablemente moverse á creer y aun tener por cierto que en
el mar Océano, al Poniente y Mediodia, podia hallarlas. Es pues la
primera razon natural, y no cualquiera sino muy eficaz, corroborada
con algunas filosóficas autoridades y es ésta: como toda el agua y
la tierra del mundo constituyan una esfera y por consiguiente sea
redondo, consideró Cristóbal Colon ser posible rodearse de Oriente á
Occidente andando por ella los hombres hasta estar piés con piés los
unos con los otros, en cualquiera parte que en opósito se hallasen. La
segunda razon es: porque sabia, dello por experiencia de lo que habia
andado por la mar, dello por lo que habia oido á muchos navegantes,
dello por lo que leido habia, que mucha y muy gran parte desta esfera
habia sido ya calada, paseada y por muchos navegada, é que no quedaba
para ser toda descubierta, sino aquel espacio que habia desde el fin
oriental de la India, de que Ptolomeo y Marino tuvieron noticia, hasta
que prosiguiendo la via del Oriente tornasen por nuestro Occidente á
las islas de Cabo Verde y de los Azores, que era la más occidental
tierra que entónces descubierta estaba. La tercera: entendia que aquel
dicho espacio que habia entre el fin oriental, sabido por Marino, y
las dichas islas de Cabo Verde, no podia ser más que la tercera parte
del círculo mayor de la esfera, pues que ya el dicho Marino habia
descripto por el Oriente, quince horas ó partes de veinticuatro que hay
en la redondez del mundo, y hasta llegar á las dichas islas de Cabo
Verde no faltaba cuasi ocho, porque aún el dicho Marino no comenzó su
descripcion tan al Poniente. La cuarta razon: porque hizo cuenta que
si habiendo Marino escrito en su Cosmografía quince horas ó partes
del esfera hácia el Oriente, no habia aún llegado al fin de la tierra
oriental, que no era cosa razonable sino que tal fin estuviese mucho
más adelante, y por consiguiente cuanto más él se extendiese hácia el
Oriente, tanto vernia á estar más cercano á las dichas islas de Cabo
Verde por nuestro Occidente, y que si aquel espacio fuese mar, sería
fácil cosa navegarlo en pocos dias, y si fuese tierra, que más presto
sería por el mesmo Occidente descubierta, porque vernia á estar más
cercano á las dichas islas. A esta razon ayuda lo que dice Estrabon en
el lib. XV de su _Cosmographia_, diciendo, que nadie llegó con ejército
al fin oriental de la India, y que Estesias escribe, que es tan grande
como toda la otra parte de Asia, y que Onesicrito dice, que es la
tercera parte del esfera, y que Nearco dice, que tiene cuatro meses
de camino por campo llano, y Plinio dice en el cap. 17 del lib. VI,
que la India es la tercera parte de la tierra; por manera que inferia
Cristóbal Colon que la tal grandeza causaria que estuviese más cercana
á nuestra España por el Occidente. La quinta consideracion que hacia
y que daba más autoridad á que aquel espacio fuese pequeño, era la
opinion de Alfragano y sus secuaces, que ponen la redondez de la esfera
muy menor que todos los otros autores y cosmógrafos, no atribuyendo á
cada grado de la esfera más de cincuenta y seis millas y dos tercios.
De la cual opinion inferia Cristóbal Colon, que siendo pequeña toda
la esfera, de fuerza habia de ser pequeño aquel espacio de la tercera
parte que Marino dejaba por ignota, y por tanto sería en ménos tiempo
navegada; de donde ansí mismo inferia, que pues aún no era sabido el
fin oriental de la India, que este tal fin sería el que estaba cerca
de nosotros por el Occidente, y que por esta causa se podian llamar
Indias las tierras que descubriese. De donde consta y se infiere que
Maestre Rodrigo de Santaella, que fué Arcidiano de[9] en la iglesia
mayor de Sevilla, reprendió, no acertadamente, al Cristóbal Colon en la
traduccion que convirtió de latin en romance del libro..... diciendo
que no las debia llamar Indias, ni lo eran, porque Cristóbal Colon no
las llamó Indias porque hubiesen sido por otros vistas ni descubiertas,
sino porque eran la parte oriental de la India ultra Gangem, la cual
siguiendo siempre al Oriente venia á ser á nosotros occidental, como
sea el mundo redondo como está dicho. A la cual India nunca algun
cosmógrafo señaló término con otra tierra ni provincia por el Oriente,
salvo con el Océano. Y por ser estas tierras lo oriental ignoto de la
India, y no tener nombre particular, atribuyóle aquel nombre que tenia
la más propincua tierra, llamándolas Indias occidentales, mayormente
que como él supiese que á todos era manifiesta la riqueza y grande fama
de la India, queria provocar con aquel nombre á los Reyes católicos
que estaban dudosos de su empresa, diciéndoles que iba á buscar y
hallar las Indias por la vía del Occidente, y esto le movió á desear el
partido de los Reyes de Castilla más que de otro Rey cristiano. Todo lo
en este capítulo contenido es á la letra, con algunas palabras añididas
mias, de D. Hernando Colon, hijo del mismo egregio varon D. Cristóbal
Colon, primero Almirante, como se dirá, de las Indias.


CAPÍTULO VI.
En el cual se contienen autoridades de grandes y famosos filósofos,
que afirmaron ser habitable la tórrida zona, y la cuarta que á ella
dista hácia el polo austral y el emisferio inferior que algunos
negaban.--De como hobo noticia de haber en el mundo dos géneros de
etiopes, los cuales agora cognoscemos y experimentamos, y otras muchas
cosas contiene este capítulo notables.

Por las razones arriba dichas, parece que Cristóbal Colon pudo
razonablemente moverse á creer que podia descubrir las Indias por
la parte del Occidente, como parece en el capítulo próximo pasado,
allende las cuales pudo muy bien animarse á lo mesmo por las opiniones
de muchos y notables antiguos filósofos que hobo de tres partidas del
mundo ser habitables, conviene á saber, la que llamaban los antiguos
tórrida zona, y la cuarta de la tierra que va de la equinoccial hácia
el polo austral, y el hemispherio inferior ó que está debajo de
nosotros; y como destas partidas de la tierra no hobiese clara noticia
y viese probables opiniones que eran habitables, y las razones que
para serlo los dichos filósofos daban cuadrasen al Cristóbal Colon y á
cualquiera hombre discreto, racionabilísimamente pudo tener por cierto
su descubrimiento. Esta tórrida zona es el espacio que hay del trópico
de Cáncer ó Cancro al de Capricornio, que son 47° de latitud, y esta
es una de cinco en que la tierra toda los antiguos dividieron, como
fué Pitágoras y Homero y todos los que en Egipto filosofaron, y entre
los latinos, Ovidio y otros muchos, las tres decian inhabitables, las
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