Historia del levantamiento, guerra y revolución de España (1 de 5) - 26

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ayer al gran duque. No estamos contentos con el modo de explicarse
mi hijo, ni aun con la sustancia de lo que se responde; pero el gran
duque por su amistad con nosotros tendrá la bondad de componerlo todo
y de hacer que el emperador nos salve a todos tres; es decir al rey mi
marido, al pobre príncipe de la Paz su amigo, y a mí. El gran duque
debe estar persuadido, y persuadir al emperador, que habiendo puesto
nuestra suerte en sus manos, solo pendemos de la generosidad, grandeza
de alma y amistad que tenga para nosotros tres, que siempre hemos sido
sus buenos y fieles aliados, amigos y afectos, y que si no, nuestra
suerte será muy infeliz.
Se nos ha dicho que nuestro hijo Carlos va a partir mañana o antes para
recibir al emperador, y que si no lo encuentra, avanzará hasta París. A
nosotros se nos oculta esta resolución porque no quieren que la sepamos
el rey ni yo, lo cual nos hace recelar un mal designio; pues mi hijo
Fernando no se separa un momento de sus hermanos, y los hace malos con
promesas y con los atractivos que agradan a los jóvenes que no conocen
al mundo por experiencias &c.
Por esto conviene que el gran duque procure que el emperador no se deje
engañar por medio de mentiras que lleven las apariencias de la verdad,
respecto de que mi hijo no es afecto a los franceses, sino que ahora
manifiesta serlo porque cree tener necesidad de aparentarlo. Yo recelo
de todo si el gran duque, en quien habemos puesto nuestras esperanzas,
no hace todos sus esfuerzos para que el emperador tome nuestra causa
como suya propia. Tampoco dudamos que la amistad del gran duque
sostendrá y salvará a su amigo, y nos lo dejará a nuestro lado para
que todos tres juntos acabemos nuestros días tranquilamente retirados.
Asimismo creemos que el gran duque tomará todos los medios para que el
pobre príncipe de la Paz, amigo suyo y nuestro, sea trasladado a un
pueblo cercano a Francia, de manera que su vida no peligre y sea fácil
de transportarlo a Francia, y librarlo de las manos de sus sanguinarios
enemigos.
Deseamos igualmente que el gran duque envíe a el emperador alguna
persona que le informe de todo a fondo para evitar que S. M. I. pueda
ser preocupado por las mentiras que se fraguan aquí de día y de noche
contra nosotros y contra el pobre príncipe de la Paz, cuya suerte
preferimos a la misma nuestra, porque estamos temblando de las dos
pistolas que hay cargadas para quitarle la vida en caso necesario, y
sin duda son efecto de alguna orden de mi hijo que hace conocer así
cuál sea su corazón; y deseo que no se verifique jamás un atentado
semejante con ninguno, aun cuando fuese el mayor malvado, y vos debéis
creer que el príncipe no lo es.
En fin el gran duque y el emperador son los únicos que pueden salvar al
príncipe de la Paz, así como a nosotros, pues si no resulta salvo, y si
no se nos concede su compañía moriremos el rey mi marido y yo. Ambos
creemos que si mi hijo perdona la vida al príncipe de la Paz, será
cerrándolo en una prisión cruel donde tenga una muerte civil; por lo
cual rogamos al gran duque y al emperador que lo salve enteramente, de
manera que acabe sus días en nuestra compañía donde se disponga.
Conviene saber que se conoce que mi hijo teme mucho al pueblo; y los
guardias de Corps son siempre sus consejeros y sus tiranos. — Luisa.»

_Carta del rey Carlos IV al gran duque de Berg con otra de la reina su
esposa en Aranjuez a 3 de abril de 1808._
«Mi señor y mi querido hermano: teniendo que pasar a Madrid Don Joaquín
de Manuel de Villena, gentil-hombre de cámara y muy fiel servidor mío,
para negocios particulares suyos, le he encargado presentarse a V. A.,
y asegurarle todo mi reconocimiento al interés que V. A. toma en mi
suerte y en la del príncipe de la Paz, que está inocente. Podéis fiaros
de hablar con Don Joaquín de Villena, porque yo aseguro su fidelidad.
No hablaré ya de mis dolores, y mi esposa os dará en posdata razón
detallada de los asuntos. Pudiera suceder que Villena no se atreva a
entrar en casa de V. A. por no hacerse sospechoso. En tal caso mi hija
dispondrá que recibáis esta carta. Perdonadme tantas importunidades,
y ruego a Dios que tenga a V. A. en su santa y digna guarda. Mi señor
y muy querido hermano. De V. A. I. y R. afecto hermano y amigo. —
Carlos.»

_Carta de la reina._
«Mi señor y hermano: la partida tan pronta de mi hijo Carlos, que será
mañana, nos hace temblar. Las personas que le acompañan son malignas.
El secreto inviolable que se les hace observar para con nosotros, nos
causa grande inquietud, temiendo que sea conductor de papeles falsos
contrahechos e inventados.
El príncipe de la Paz no hacía ni escribía nada sin que lo supiéramos y
viésemos el rey mi marido y yo; y podemos asegurar que no ha cometido
crimen alguno contra mi hijo ni contra nadie, pero mucho menos
contra el gran duque, contra el emperador, ni contra los franceses.
Él escribió de propio puño al gran duque y al emperador pidiendo a
este un asilo y hablando de matrimonio; pero yo creo que el pícaro de
Izquierdo no la entregó y la ha devuelto. El príncipe de la Paz estaba
ya desengañado de la mala fe de Izquierdo, y por lo menos dudaba de su
sinceridad. Los enemigos del pobre príncipe de la Paz, amigo de V. A.,
pintarán con los colores más vivos y apariencias de verdad cualesquiera
mentiras. Son muy diestros para esto, y cuantos ocupan ahora los
empleos son enemigos comunes suyos. ¿No podría V. A. enviar alguno que
llegase antes que mi hijo Carlos a ver al emperador y prevenirle de
todo, contándole la verdad y las imposturas de nuestros enemigos?
Mi hijo tiene veinte años, sin experiencia ni conocimientos del mundo.
Los que le acompañan y todos los demás le habrán dado instrucciones
a su gusto. ¡Ojalá que V. A. tome todas las medidas necesarias para
anticipar noticias al emperador! Mi hijo hace todo lo posible para que
no veamos al emperador; pero nosotros queremos verle, así como a V. A.
en quien hemos depositado nuestra confianza, y la seguridad de todos
tres que esperamos conceda el emperador.
En este supuesto ruego a Dios que tenga a V. A. en su santa y digna
guarda. Mi señor y hermano. De V. A. I. y R. muy afecta hermana y
amiga. — Luisa.»

_Carta de la reina de España al gran duque de Berg en Aranjuez a 8 de
abril de 1808._
«Mi señor y hermano: el rey no puede escribir por estar muy incomodado
con la hinchazón de su mano. Cuando ha leído la carta de V. A. en que
le deja elección de partir mañana u otro día, ha tenido presente que
todo estaba preparado, que una parte de sus criados parte hoy, y que la
dilación podía dar que pensar a tantos intérpretes como hay, malignos
e impostores; por lo que se ha decidido a salir mañana a la una como
tenía ya dicho, esperando que así le sería más fácil también ir a ver
al emperador. Tendremos mucho gusto de saber el arribo del emperador
a Bayona. Nosotros lo esperamos con impaciencia, y que V. A. nos dirá
cuándo debemos ir. El rey mi marido y yo deseamos con vehemencia ver
a V. A. Apetecemos con ansia este momento, y nos ha servido de gran
placer el recado de V. A. de que vendría a vernos después de dos días.
Repetimos nuestras súplicas, confiando enteramente en vuestra amistad,
y pido a Dios tenga a V. A. en su santa y digna guarda.
Mi señor y hermano: de V. A. I. y R. muy afecta hermana y amiga. —
Luisa.»

_Carta del rey Fernando a su padre en Madrid a 8 de abril de 1808._
«Padre mío: el general Savary acaba de separarse de mi compañía. Estoy
muy satisfecho de él, como también de la buena inteligencia que hay
entre el emperador y mi persona, por la buena fe que me ha manifestado.
Por este motivo me parece justo que V. M. me dé una carta para el
emperador, felicitándole de su arribo, y asegurándole que tengo para
con él los mismos sentimientos que V. M. le ha demostrado.
Si V. M. considera conveniente, me enviará en respuesta dicha carta,
porque yo saldré después de mañana, y he dado orden de que vengan
después los tiros que debían servir a VV. MM.
Vuestro más sumiso hijo. — Fernando.»

_Segunda carta de la reina de España al gran duque de Berg en 8 de
abril de 1808._
«Mi señor y hermano: No quisiéramos ocupar a V. A., pero no teniendo
otro apoyo es necesario que V. A. sepa todo lo relativo a nuestras
personas. Remitimos a V. A. la carta que el rey ha recibido de su hijo
Fernando en respuesta de la que su padre le escribió, diciéndole que
partíamos el lunes.
Las pretensiones de mi hijo me parecen fuera de propósito; y siguiendo
las mismas ideas le ha escrito el rey hace un instante, que nosotros
llevamos menos familia y personas de servidumbre que plazas había,
quedándose aquí algunas: que pasaríamos la semana santa en el Escorial,
sin poder decir cuántos días duraría aquella residencia; y que en
cuanto a guardias de Corps no importaba nada que no fuesen. Quisiéramos
no verlos, y sí fuera de su poder a nuestro pobre príncipe de la
Paz. Ayer tarde se me advirtió que viviésemos con cuidado, porque se
intentaba hacer alguna cosa secreta, y que aunque fuese tranquila la
noche de ayer no lo sería la siguiente. Yo dudo de todo, y no vemos a
los guardias de Corps; pero es necesario vivir con cautela, por lo que
lo hemos advertido al general Wattier. Los guardias son los autores de
todo, y hacen a mi hijo hacer lo que quieren; lo mismo que los malignos
ministros, que son muy crueles, sobre todo el clérigo Escóiquiz.
Por gracia V. A. líbrenos a todos tres, e igualmente a mi pobre hija
Luisa, que padece por la propia razón que nuestro pobre amigo común el
príncipe de la Paz y nosotros; y todo porque somos amigos de V. A.,
de los franceses y del emperador. Mi hijo Fernando habló aquí de las
tropas francesas que había en Madrid con bastante desprecio, lo cual
es prueba de que no las mira con afecto. Nos han asegurado que los
carabineros son como los demás; y que los otros residentes en el sitio,
como el capitán de guardias de Corps, no hacen sino averiguar todo lo
que pueden para hacerlo saber a mi hijo.
Si el emperador dijera dónde quiere que le veamos, tendríamos en ello
mucho gusto; y rogamos a V. A. procure que el emperador nos saque de
España cuanto antes al rey mi marido y a nuestro amigo el príncipe de
la Paz, a mí y a mi pobre hija, y sobre todo a los tres, lo más pronto
posible, porque de otro modo no estamos seguros. No dude V. A. que nos
hallamos en el mayor peligro, y con especialidad nuestro amigo, cuya
seguridad deseamos antes que la nuestra; la que confiamos lograr de V.
A. y del emperador, en cuyo supuesto pido a Dios tenga a V. A. en su
santa y digna guarda.
Mi señor y hermano: de V. A. I. y R. afecta hermana y amiga. — Luisa.»

_Carta de la reina de España al gran duque de Berg en Aranjuez a 9 de
abril de 1808._
«Mi señor y hermano: el reconocimiento a los favores de V. A. será
eterno, y le damos un millón de gracias por la seguridad que nos
anuncia de que su amigo y nuestro, el pobre príncipe de la Paz, estará
libre dentro de tres días. El rey y yo ocultaremos con un secreto
inviolable tan necesario la alegría que V. A. nos ha producido con
una noticia tan deseada. Ella nos reanima, y nunca hemos dudado de la
amistad de V. A., quien tampoco deberá dudar de la nuestra jamás, pues
se la hemos profesado siempre, como también el pobre amigo de V. A.,
cuyo crimen es el ser afecto al emperador y a los franceses. No así mi
hijo, pues no lo es aunque lo aparente. Su ambición sin límites le ha
hecho seguir los consejos de todos los infames consejeros que ha puesto
ahora en los empleos más principales y elevados.
Tenga V. A. la bondad de decirnos cuándo debemos ir a ver al emperador,
y en dónde, pues lo deseamos mucho igualmente que V. A. no se olvide de
mi pobre hija Luisa.
Damos gracias a V. A. de habernos enviado al general Wattier, pues se
ha conducido perfectamente aquí. Mi marido quería escribir a V. A.,
pero es absolutamente imposible, pues padece muchos dolores en la mano
derecha, los cuales le han quitado el sueño esta noche pasada.
Nosotros saldremos a la una para el Escorial, adonde llegaremos a las
ocho de la tarde. Rogamos a V. A. que disponga que sus tropas y V. A.
libren a su amigo de los peligros de todos los pueblos y tropas que
están contra él y contra nosotros, no sea que lo maten si no lo salva
V. A., pues como no esté asegurado por la guardia de V. A. hay mucho
peligro de que le quiten la vida.
Deseamos mucho ver a V. A., pues somos totalmente suyos; en cuyo
supuesto pido a Dios que tenga a V. A. en su santa y digna guarda.
Mi señor y hermano: de V. A. I. y R. muy afecta hermana y amiga. —
Luisa.»

_Segunda carta de la reina de España al gran duque de Berg en el
Escorial a 9 de abril de 1808._
«Mi señor y hermano: son las diez, y hemos recibido una carta de mi
hijo Fernando que el rey mi marido envía a V. A. para que la vea, y me
diga lo que debemos hacer. El rey y yo no quisiéramos hacer lo que nos
pide mi hijo, cuya pretensión nos ha sorprendido infinito, y creemos
que no nos conviene de ningún modo condescender: el rey ha encargado
decir que estaba ya en cama, por lo que no podía responder a la carta.
Esto ha sido pretexto por si V. A. quiere decirnos lo que se le haya de
responder, en inteligencia de que mientras tanto suspendemos hacerlo;
bien que será forzoso no dilatarlo más que hasta mañana por la tarde.
Nos hallamos con la satisfacción de no tener guardias de Corps, ni las
de infantería en el Escorial, sino solo los carabineros. Con vuestras
tropas estamos seguros y no con las otras.
El rey y yo no escribimos la carta que mi hijo pide, sino en el caso de
que se nos haga escribir por fuerza, como sucedió con la abdicación,
contra la cual hizo por eso la protesta que envió a V. A. Lo que dice
mi hijo es falso, y solo es verdadero que mi marido y yo tememos que se
procure hacer creer al emperador un millón de mentiras, pintándolas con
los más vivos colores en agravio nuestro y del pobre príncipe de la Paz
amigo de V. A., admirador y afectísimo del emperador, bien que nosotros
estamos totalmente puestos en manos de S. M. I. y V. A., lo cual nos
tranquiliza de modo, que con tales amigos y protectores no tememos a
nadie. Ruego a Dios que tenga a V. A. en su santa y digna guarda. Mi
señor y hermano: de V. A. I. y R. muy afecta hermana y amiga. — Luisa.»

_Tercera carta de la reina de España al gran duque de Berg en el
Escorial a 9 de abril de 1808._
«Mi señor y hermano: Estamos muy agradecidos al obsequio de V. A.
en habernos enviado sus tropas que nos han acompañado con la mayor
atención y cuidado. También le damos gracias por las que nos ha
destinado para este sitio. Hemos dicho al general Budet que cuide de
hacer patrullas con sus tropas día y noche, pues hemos encontrado aquí
una compañía de guardias españolas y valonas, lo que nos ha sorprendido.
V. A. nos ha dado pruebas completas de su amistad. Nosotros no habíamos
dudado jamás, y tanto el rey como yo creemos firmemente que V. A. nos
librará de todo riesgo, igualmente que a su amigo el príncipe de la
Paz, y estamos satisfechos de que el emperador nos protegerá, y hará
felices a todos tres como aliados, afectos y amigos suyos. Esperamos
con grande impaciencia la satisfacción de ver a V. A. y al emperador.
Aquí estamos en mayor proporción de salir al encuentro de S. M. I.
Nuestro viaje ha sido muy feliz, y no podía dejar de serlo con tan
buena compañía. Los pueblos por donde hemos pasado nos han aclamado más
que antes.
Esperamos con ansia la respuesta de V. A. a la carta que le escribimos
esta mañana, y no queremos incomodarle más, ni quitarle el tiempo
precioso que necesita para tantas ocupaciones. Ruego a Dios que tenga a
V. A. en su santa y digna guarda. Mi señor y hermano: de V. A. I. y R.
muy afecta hermana y amiga. — Luisa.»

_Carta de la reina de España al gran duque de Berg en 10 de abril de
1808._
«Señor mi hermano: la carta que V. A. nos ha escrito, y hemos recibido
hoy muy temprano, me ha tranquilizado. Nosotros estamos puestos en las
manos del emperador y de V. A. No debemos temer nada el rey mi marido,
nuestro amigo común y yo. Lo esperamos todo del emperador que decidirá
pronto nuestra suerte.
Tenemos el mayor placer y consuelo en esperar mañana el momento de
ver y poder hablar a V. A. Será para nosotros un instante bien feliz,
así como el de ver al emperador. Mientras tanto que esto se verifica,
rogamos de nuevo a V. A. que proceda de modo que saque al príncipe de
la Paz su amigo del poder de las horribles manos que lo tienen, y lo
ponga en seguridad de que no se le mate, ni se le haga mal alguno; pues
los malignos y falsos ministros actuales harán todo lo posible para
anticiparse cuando llegue el emperador.
Mi hijo habrá partido ya, y procurará en su viaje persuadir al
emperador todo lo contrario de lo que ha pasado en verdad. Él y los
que lo rodean habrán preparado tales datos y mentiras, aparentándolas
como verdades que el emperador, cuando menos, entraría en dudas, si no
hubiera sido informado ya de la verdad por V. A.
Mi hijo ha dejado todas sus facultades al infante Don Antonio su tío,
el cual tiene muy poco talento y luces; pero es cruel, e inclinado
a todo cuanto pueda ser pesadumbre del rey mi marido y mía, y del
príncipe de la Paz y de mi hija Luisa. Aunque debe proceder de acuerdo
de un consejo que se le ha nombrado, este se compone de toda la facción
tan detestable que ha ocasionado toda la revolución actual, y que no
está en favor de los franceses más que mi hijo Fernando, a pesar de
todo lo que se ha dicho en la Gaceta de ayer, pues solo el miedo al
emperador hace hablar así.
Me atrevo también a decir a V. A. que el embajador está totalmente
por el partido de mi hijo de acuerdo con el maligno hipócrita clérigo
Escóiquiz, y harán lo que no es imaginable para ganar a V. A., y sobre
todo al emperador. Prevenid todo esto a S. M. antes que lo vea mi hijo;
pues como este sale hoy, y el rey mi marido tiene la mano tan hinchada,
no ha escrito la carta que mi hijo le pedía, por lo cual este no
llevará ninguna; y el rey no puede escribir de su mano a V. A., lo que
le es muy sensible, pues nosotros no tenemos otro amigo, ni confianza
sino en V. A. y en el emperador, de quien esperamos todo.
Vivid bien persuadido del grande afecto que tenemos a V. A., así como
confianza y seguridad: en cuyo supuesto ruego a Dios que tenga a V.
A. en su santa y digna guarda. Señor mi hermano: de V. A. I. y R. muy
afecta hermana y amiga. — Luisa.»

NOTA. _Toda esta correspondencia se halla inserta en el Monitor del
5 de febrero de 1810, excepto el informe del general Monthion que se
insertó en el de 3 de mayo de 1808. En el Monitor algunas de las cartas
de la reina de Etruria y de Carlos IV están en italiano. Hemos tomado
la traducción de todas ellas de las memorias de Nellerto, tom. 2.º,
después de haberla confrontado con las cartas originales insertas en
los Monitores citados. Nos hemos cerciorado de la exactitud, objeto
principal en la inserción de estos documentos, sin habernos detenido en
reparos acerca del estilo; pero no creemos inoportuno advertir que debe
leerse con desconfianza la calificación que se hace en algunas de estas
cartas del carácter y conducta de los personajes nombrados en ellas,
por ser hija del resentimiento de una señora sobrecogida a la sazón
de todo género de recelos, y cuya vehemente imaginación alterada por
el cúmulo de sucesos extraordinarios y adversos ocurridos en aquellos
memorables días, le presentaba las cosas y las personas con los más
negros colores._

NÚMERO 2-11.
_Protesta publicada en el Diario de Madrid de 12 de mayo de 1808._

NÚMERO 2-12.
Don Bartolomé Muñoz de Torres del consejo de S. M., su secretario
escribano de cámara más antiguo y de gobierno del consejo.
Certifico que por el Excmo. Señor Don Pedro Cevallos primer secretario
de estado y del despacho, se ha comunicado al Ilustrísimo Señor decano
gobernador interino del consejo la real orden siguiente:
«Ilustrísimo Señor: Uno de los primeros cuidados del rey N. S. después
de su advenimiento al trono ha sido el participar al emperador de los
franceses y rey de Italia tan feliz acontecimiento, asegurando al
mismo tiempo a S. M. I. y R. que animado de los mismos sentimientos
que su augusto padre, lejos de variar en lo más mínimo el sistema
político con respecto a la Francia, procurará por todos los medios
posibles estrechar más y más los vínculos de amistad y estrecha alianza
que felizmente subsisten entre la España y el imperio francés. S. M.
me manda participarlo a V. I. para que publicándolo en el consejo
proceda el tribunal a consecuencia en todas las medidas que tome
para restablecer la tranquilidad pública en Madrid, y para recibir
y suministrar a las tropas francesas que están dispuestas a entrar
en esa villa todos los auxilios que necesiten; procurando persuadir
al pueblo que vienen como amigos, y con objetos útiles al rey y a la
nación. S. M. se promete de la sabiduría del consejo que enterado de
los vivos deseos que le animan de consolidar cada día más los estrechos
vínculos que unen a S. M. con el emperador de los franceses, procurará
el consejo por todos los medios que estén a su alcance inspirar estos
mismos sentimientos en todos los vecinos de Madrid. Dios guarde a V. I.
muchos años. Aranjuez 20 de marzo de 1808. — Pedro Cevallos. — Señor
gobernador interino del consejo.»
Publicada en el consejo pleno de este día la antecedente real orden,
se ha mandado guardar y cumplir; y para que llegue a noticia de todos
se imprima y fije en los sitios públicos y acostumbrados de esta
corte. Y para el efecto lo firmo en Madrid a 21 de marzo de 1808. —
Don Bartolomé Muñoz. — (_Véase el Diario de Madrid del 22 de marzo de
1808._)

NÚMERO 2-13.
BANDO.
Con fecha 23 del presente mes se ha comunicado al Ilustrísimo Señor
decano del consejo una real orden que entre otras cosas contiene lo
siguiente:
«Teniendo noticia el rey N. S. que dentro de dos y medio a tres días
llegará a esta corte S. M. el emperador de los franceses, me manda
S. M. decir a V. I. que quiere sea recibido y tratado con todas las
demostraciones de festejo y alegría que corresponden a su alta dignidad
e íntima amistad y alianza con el rey N. S., de la que espera la
felicidad de la nación; mandando asimismo S. M. que la villa de Madrid
proporcione objetos agradables a S. M. I., y que contribuyan al mismo
fin todas las clases del estado.
Y habiéndose publicado en el consejo, ha resuelto se entere de ello al
público por medio de este edicto. Madrid 24 de marzo de 1808. — Don
Bartolomé Muñoz &c.

NÚMERO 2-14.
_Mémorial de Sainte Hélène, vol. IV, pág. 246, ed. de 1823._

NÚMERO 2-15.
_Carta de S. M. el emperador de los franceses rey de Italia, y
protector de la confederación del Rin._
«Hermano mío: he recibido la carta de V. A. R.: ya se habrá convencido
V. A. por los papeles que ha visto del rey su padre del interés que
siempre le he manifestado: V. A. me permitirá que en las circunstancias
actuales le hable con franqueza y lealtad. Yo esperaba, en llegando
a Madrid, inclinar a mi augusto amigo a que hiciese en sus dominios
algunas reformas necesarias, y que diese alguna satisfacción a la
opinión pública. La separación del príncipe de la Paz me parecía una
cosa precisa para su felicidad y la de sus vasallos. Los sucesos
del norte han retardado mi viaje: las ocurrencias de Aranjuez han
sobrevenido. No me constituyo juez de lo que ha sucedido, ni de la
conducta del príncipe de la Paz; pero lo que sé muy bien es que es
muy peligroso para los reyes acostumbrar sus pueblos a derramar la
sangre haciéndose justicia por sí mismos. Ruego a Dios que V. A. no
lo experimente un día. No sería conforme al interés de la España que
se persiguiese a un príncipe que se ha casado con una princesa de la
familia real, y que tanto tiempo ha gobernado el reino. Ya no tiene
más amigos: V. A. no los tendrá tampoco si algún día llega a ser
desgraciado. Los pueblos se vengan gustosos de los respetos que nos
tributan. Además, ¿cómo se podría formar causa al príncipe de la Paz
sin hacerla también al rey y a la reina vuestros padres? Esta causa
fomentaría el odio y las pasiones sediciosas; el resultado sería
funesto para vuestra corona. V. A. R. no tiene a ella otros derechos
sino los que su madre le ha transmitido: si la causa mancha su honor,
V. A. destruye sus derechos. No preste V. A. oídos a consejos débiles
y pérfidos. No tiene V. A. derecho para juzgar al príncipe de la
Paz; sus delitos, si se le imputan, desaparecen en los derechos del
trono. Muchas veces he manifestado mi deseo de que se separase de los
negocios al príncipe de la Paz: si no he hecho más instancias ha sido
por un efecto de mi amistad por el rey Carlos, apartando la vista de
las flaquezas de su afección. ¡Oh miserable humanidad! Debilidad y
error, tal es nuestra divisa. Mas todo esto se puede conciliar; que el
príncipe de la Paz sea desterrado de España, y yo le ofrezco un asilo
en Francia.
En cuanto a la abdicación de Carlos IV, ella ha tenido efecto en el
momento en que mis ejércitos ocupaban la España, y a los ojos de la
Europa y de la posteridad podría parecer que yo he enviado todas esas
tropas con el solo objeto de derribar del trono a mi aliado y mi amigo.
Como soberano vecino debo enterarme de lo ocurrido antes de reconocer
esta abdicación. Lo digo a V. A. R., a los españoles, al universo
entero; si la abdicación del rey Carlos es espontánea, y no ha sido
forzado a ella por la insurrección y motín sucedido en Aranjuez, yo no
tengo dificultad en admitirla, y en reconocer a V. A. R. como rey de
España. Deseo pues conferenciar con V. A. R. sobre este particular.
La circunspección que de un mes a esta parte he guardado en este
asunto debe convencer a V. A. del apoyo que hallará en mí, si jamás
sucediese que facciones de cualquiera especie viniesen a inquietarle
en su trono. Cuando el rey Carlos me participó los sucesos del mes de
octubre próximo pasado, me causaron el mayor sentimiento, y me lisonjeo
de haber contribuido por mis instancias al buen éxito del asunto del
Escorial. V. A. no está exento de faltas: basta para prueba la carta
que me escribió, y que siempre he querido olvidar. Siendo rey sabrá
cuán sagrados son los derechos del trono: cualquier paso de un príncipe
hereditario cerca de un soberano extranjero es criminal. El matrimonio
de una princesa francesa con V. A. R. le juzgo conforme a los intereses
de mis pueblos, y sobre todo como una circunstancia que me uniría con
nuevos vínculos a una casa, a quien no tengo sino motivos de alabar
desde que subí al trono. V. A. R. debe recelarse de las consecuencias
de las emociones populares: se podrá cometer algún asesinato sobre mis
soldados esparcidos; pero no conducirán sino a la ruina de la España.
He visto con sentimiento que se han hecho circular en Madrid unas
cartas del capitán general de Cataluña, y que se ha procurado exasperar
los ánimos. V. A. R. conoce todo lo interior de mi corazón: observará
que me hallo combatido por varias ideas que necesitan fijarse; pero
puede estar seguro de que en todo caso me conduciré con su persona del
mismo modo que lo he hecho con el rey su padre. Esté V. A. persuadido
de mi deseo de conciliarlo todo, y de encontrar ocasiones de darle
pruebas de mi afecto y perfecta estimación. Con lo que ruego a Dios os
tenga, hermano mío, en su santa y digna guarda. En Bayona a 16 de abril
de 1808. — Napoleón. — (_Véase el manifiesto de Don Pedro Cevallos._)

NÚMERO 2-16.
El rey N. S. haciendo el más alto aprecio de los deseos que el
emperador de los franceses ha manifestado de disponer de la suerte del
preso Don Manuel de Godoy, escribió desde luego a S. M. I. mostrando
su pronta y gustosa voluntad de complacerle, asegurado S. M. de que
el preso pasaría inmediatamente la frontera de España, y que jamás
volvería a entrar en ninguno de sus dominios.
El emperador de los franceses ha admitido este ofrecimiento de S. M., y
mandado al gran duque de Berg que reciba el preso, y lo haga conducir a
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