Historia del levantamiento, guerra y revolución de España (1 de 5) - 25

Total number of words is 5168
Total number of unique words is 1178
43.1 of words are in the 2000 most common words
55.8 of words are in the 5000 most common words
62.8 of words are in the 8000 most common words
Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
la corona cuando este se casara con una princesa de la familia imperial
de Francia como S. M. deseaba ardientemente.»
El rey ha añadido que el príncipe de Asturias quería que su padre se
retirase con la reina su mujer a Badajoz, frontera de Portugal: que
el rey le había hecho la observación de que el clima de aquel país no
le convenía, y le había pedido permiso de escoger otro, por lo cual el
mismo rey Carlos deseaba obtener del emperador licencia de adquirir
un bien en Francia y de asegurar allí su existencia. La reina me ha
dicho: «que había suplicado a su hijo la dilación del viaje a Badajoz;
pero que no había conseguido nada, por lo que debería verificarse en el
próximo lunes.»
Al tiempo de despedirme yo de SS. MM. me dijo el rey: «yo he escrito al
emperador poniendo mi suerte en sus manos: quise enviar mi carta por
un correo; pero no es posible medio más seguro que el de confiarla a
vuestro cuidado.»
El rey pasó entonces a su gabinete y luego salió trayendo en su mano la
carta adjunta. Me la entregó y dijo estas palabras: «mi situación es
de las más tristes; acaban de llevarse al príncipe de la Paz y quieren
conducirlo a la muerte: no tiene otro delito que haber sido muy afecto
a mi persona toda su vida.»
Añadió: «que no había modo de ruegos que no hubiese puesto en práctica
para salvar la vida de su infeliz amigo; pero había encontrado sordo a
todo el mundo y dominado del espíritu de venganza. Que la muerte del
príncipe de la Paz produciría la suya, pues no podría S. M. sobrevivir
a ella.» — B. de Monthion.»

_Carta del rey Carlos IV al emperador Napoleón en Aranjuez a 23 de
marzo de 1808._
«Señor mi hermano: V. M. sabrá sin duda con pena los sucesos de
Aranjuez y sus resultas; y no verá con indiferencia a un rey que
forzado a renunciar la corona acude a ponerse en los brazos de un
grande monarca aliado suyo, subordinándose totalmente a la disposición
del único que puede darle su felicidad, la de toda su familia y las de
sus fieles vasallos.
Yo no he renunciado en favor de mi hijo sino por la fuerza de las
circunstancias cuando el estruendo de las armas y los clamores de una
guardia sublevada me hacían conocer bastante la necesidad de escoger la
vida o la muerte, pues esta última se hubiera seguido después de la de
la reina.
Yo fui forzado a renunciar; pero asegurado ahora con plena confianza en
la magnanimidad y el genio del grande hombre que siempre ha mostrado
ser amigo mío, yo he tomado la resolución de conformarme con todo
lo que este mismo grande hombre quiera disponer de nosotros y de mi
suerte, la de la reina y la del príncipe de la Paz.
Dirijo a V. M. I. y R. una protesta contra los sucesos de Aranjuez y
contra mi abdicación. Me entrego y enteramente confio en el corazón y
amistad de V. M., con lo cual ruego a Dios que os conserve en su santa
y digna guarda.
De V. M. I. y R. su muy afecto hermano y amigo. — Carlos.»

_Carta de la reina de Etruria incluyendo otra de su madre la reina de
España para el gran duque de Berg en Madrid a 26 de marzo de 1808._
«Señor mi hermano: mi madre me envía la adjunta carta para que os
la remita y la conservéis. Hacednos la gracia, querido mío, de no
abandonarnos: todas nuestras esperanzas están en vos. Concededme el
consuelo de ir a ver a mis padres. Respondedme alguna cosa que nos
alivie y no os olvidéis de una amiga que os ama de corazón. — María
Luisa.»
P. D. — «Yo estoy enferma en la cama con algo de calentura por lo cual
no me veréis fuera de mi habitación.»

_Carta inclusa en la antecedente._
«Querida hija mía: decid al gran duque de Berg la situación del rey mi
esposo, la mía y la del pobre príncipe de la Paz.
Mi hijo Fernando era el jefe de la conjuración: las tropas estaban
ganadas por él; él hizo poner una de las luces de su cuarto en una
ventana para señal de que comenzase la explosión. En el instante mismo
los guardias y las personas que estaban a la cabeza de la revolución
hicieron tirar dos fusilazos. Se ha querido persuadir que fueron
tirados por la guardia del príncipe de la Paz, pero no es verdad.
Al momento los guardias de Corps, los de infantería española y los
de la valona se pusieron sobre las armas y sin recibir órdenes de
sus primeros jefes convocaron a todas las gentes del pueblo y las
condujeron adonde les acomodaba.
El rey y yo llamamos a mi hijo para decirle que su padre sufría grandes
dolores, por lo que no podía asomarse a la ventana, y que lo hiciese
por sí mismo a nombre del rey para tranquilizar al pueblo: me respondió
con mucha firmeza que no lo haría porque lo mismo sería asomarse a la
ventana que comenzar el fuego, y así no lo quiso hacer.
Después a la mañana siguiente le preguntamos si podría hacer cesar
el tumulto y tranquilizar los amotinados, y respondió que lo haría,
pues enviaría a buscar a los segundos jefes de los cuerpos de la casa
real, enviando también algunos de sus criados con encargo de decir en
su nombre al pueblo y a las tropas que se tranquilizasen: que también
haría se volviesen a Madrid muchas personas que habían concurrido de
allí para aumentar la revolución, y encargaría que no viniesen más.
Cuando mi hijo había dado estas órdenes fue descubierto el príncipe de
la Paz. El rey envió a buscar a su hijo y le mandó salir adonde estaba
el desgraciado príncipe, que ha sido víctima por ser amigo nuestro y
de los franceses, y principalmente del gran duque. Mi hijo fue y mandó
que no se tocase más al príncipe de la Paz y se le condujese al cuartel
de guardias de Corps. Lo mandó en nombre propio, aunque lo hacía por
encargo de su padre, y como si él mismo fuese ya rey dijo al príncipe
de la Paz «Yo te perdono la vida.»
El príncipe a pesar de sus grandes heridas le dio gracias preguntándole
si era ya rey. Esto aludía a lo que ya se pensaba en ello, pues el rey,
el príncipe de la Paz y yo teníamos la intención de hacer la abdicación
en favor de Fernando cuando hubiéramos visto al emperador y compuesto
todos los asuntos, entre los cuales el principal era el matrimonio. Mi
hijo respondió al príncipe: «No: hasta ahora no soy rey; pero lo seré
bien pronto.» Lo cierto es que mi hijo mandaba todo como si fuese rey
sin serlo y sin saber si lo sería. Las órdenes que el rey mi esposo
daba no eran obedecidas.
Después debía haber en el día 19 en que se verificó la abdicación otro
tumulto más fuerte que el primero contra la vida del rey mi esposo y la
mía, lo que obligó a tomar la resolución de abdicar.
Desde el momento de la renuncia mi hijo trató a su padre con todo el
desprecio que puede tratarlo un rey, sin consideración alguna para con
sus padres. Al instante hizo llamar a todas las personas complicadas
en su causa que habían sido desleales a su padre, y hecho todo lo que
pudiera ocasionarle pesadumbres. El nos da priesa para que salgamos de
aquí señalándonos la ciudad de Badajoz para residencia. Entretanto nos
deja sin consideración alguna manifestando gran contento de ser ya rey,
y de que nosotros nos alejemos de aquí.
En cuanto al príncipe de la Paz no quisiera que nadie se acordara de
él. Los guardias que le custodian tienen orden de no responder a nada
que les pregunte, y lo han tratado con la mayor inhumanidad.
Mi hijo ha hecho esta conspiración para destronar al rey su padre.
Nuestras vidas hubieran estado en grande riesgo, y la del pobre
príncipe de la Paz lo está todavía.
El rey mi esposo y yo esperamos del gran duque que hará cuanto pueda en
nuestro favor, porque nosotros siempre hemos sido aliados fieles del
emperador, grandes amigos del gran duque, y lo mismo sucede al pobre
príncipe de la Paz. Si él pudiese hablar daría pruebas, y aun en el
estado en que se halla no hace otra cosa que exclamar por su grande
amigo el gran duque.
Nosotros pedimos al gran duque que salve al príncipe de la Paz, y que
salvándonos a nosotros nos le dejen siempre a nuestro lado para que
podamos acabar juntos tranquilamente el resto de nuestros días en un
clima más dulce y retirados sin intrigas y sin mandos, pero con honor.
Esto es lo que deseamos el rey y yo igualmente que el príncipe de la
Paz, el cual estaría siempre pronto a servir a mi hijo en todo. Pero mi
hijo (que no tiene carácter alguno, y mucho menos el de la sinceridad)
jamás ha querido servirse de él y siempre le ha declarado guerra como
al rey su padre y a mí.
Su ambición es grande y mira a sus padres como si no lo fuesen. ¿Qué
hará para los demás? Si el gran duque pudiera vernos tendríamos grande
placer y lo mismo su amigo el príncipe de la Paz que sufre porque lo ha
sido siempre de los franceses y del emperador. Esperamos todo del gran
duque, recomendándole también a nuestra pobre hija María Luisa que no
es amada de su hermano. Con esta esperanza estamos próximos a verificar
nuestro viaje. — Luisa.»

_Nota de la reina de España para el gran duque de Berg en 27 de marzo
de 1808._
«Mi hijo no sabe nada de lo que tratamos y conviene que ignore todos
nuestros pasos. Su carácter es falso: nada le afecta: es insensible y
no inclinado a la clemencia. Está dirigido por hombres malos y hará
todo por la ambición que le domina; promete, pero no siempre cumple sus
promesas.
Creo que el gran duque debe tomar medidas para impedir que al pobre
príncipe de la Paz se le quite la vida, pues los guardias de Corps han
dicho que primero lo matarán que entregarle vivo, aunque lo manden el
emperador y el gran duque. Están llenos de rabia contra él, e inflaman
a todos los pueblos, a todo el mundo y aun a mi hijo que defiere a
ellos en todo. Lo mismo sucede relativamente al rey mi esposo y a mí.
Nosotros estamos puestos en manos del gran duque y del emperador: le
rogamos que tenga la complacencia de venir a vernos; de hacer que el
pobre príncipe de la Paz sea puesto en salvo lo más pronto posible, y
de concedernos todo lo demás que tenemos suplicado.
El embajador es todo de mi hijo; lo cual me hace temblar, porque mi
hijo no quiere al gran duque ni al emperador sino solo el despotismo.
El gran duque debe estar persuadido que no digo esto por venganza ni
resentimiento de los malos tratos que nos hace sufrir, pues nosotros no
deseamos sino la tranquilidad del gran duque y del emperador. Estamos
totalmente puestos en manos del gran duque deseando verle para que
conozca todo el valor que damos a su augusta persona y a sus tropas,
como a todo lo que le sea relativo.»

_Carta de la reina de Etruria para el gran duque de Berg en Madrid a 29
de marzo de 1808 con una nota de la reina de España su madre._
«Mi señor y querido hermano: mi madre os escribe algunas líneas. Yo
os incluyo la adjunta mía para el emperador rogándoos dispongáis que
llegue prontamente a su destino. Recomendadme a S. M. y prometedme como
os suplico ir después de mañana a Aranjuez. Tomad en mis asuntos el
interés que yo tomo en lo relativo a vuestra persona, y creed que soy
de todo mi corazón vuestra afecta hermana y amiga. — María Luisa.»

_Nota de puño y letra de la reina de España._
«No quisiéramos ser importunos al gran duque. El rey me hace tomar
la pluma para decir que considera útil que el gran duque escribiese
al emperador insinuando que convendría que S. M. I. diese órdenes
sostenidas con la fuerza para que mi hijo o el gobierno nos dejen
tranquilos al rey, a mí y al príncipe de la Paz hasta tanto que S. M.
llegue. En fin el gran duque y el emperador sabrán tomar las medidas
necesarias para que se esperen su arribo u órdenes sin que antes seamos
víctimas. — Luisa.»

_Carta de la reina de Etruria al gran duque de Berg en Madrid a 30
de marzo de 1808, con otra de su madre y un artículo escrito de mano
propia de Carlos IV._
«Señor y hermano: os remito una carta que mi madre me ha enviado, y os
suplico que me digáis si vuestra guardia o vuestras tropas han pasado a
guardar al príncipe de la Paz. Deseo también saber cuál es el estado
de la salud del príncipe, y qué opina vuestro médico en el asunto.
Respondedme al instante porque pienso visitar a mi madre uno de estos
días sin detenerme allí más que lo preciso para hablar y volver aquí.
Id pronto pues solo vos podéis ser mi defensor, y vuelvo a rogaros
que me respondáis sin detención: entre tanto soy de corazón vuestra
afectísima hermana y amiga. — María Luisa.»

_Carta de la reina de España citada en la anterior._
«Si el gran duque no toma a su cargo que el emperador exija prontamente
órdenes de impedir los progresos de las intrigas que hay contra el
rey mi esposo, contra el príncipe de la Paz su amigo, contra mí y
aun contra mi hija Luisa, ninguno de nosotros está seguro. Todos los
malévolos se reúnen en Madrid alrededor de mi hijo: este los cree como
a oráculos, y por sí mismo no es muy inclinado a la magnanimidad ni a
la clemencia. Debe temerse de ellos toda mala resulta. Yo tiemblo y lo
mismo mi marido si mi hijo ve al emperador antes que este haya dado
sus órdenes, pues él y los que le acompañan contarán a S. M. I. tantas
mentiras que lo pongan por lo menos en estado de dudar de la verdad.
Por este motivo rogamos al gran duque consiga del emperador que proceda
sobre el supuesto de que nosotros estamos absolutamente puestos en sus
manos, esperando que nos dé la tranquilidad para el rey mi esposo,
para mí y para el príncipe de la Paz, de quien deseamos que nos lo
deje a nuestro lado para acabar nuestros días tranquilamente en un
país conveniente a nuestra salud, sin que ninguno de nosotros tres les
hagamos la menor sombra. Rogamos con la mayor instancia al gran duque
que se sirva mandar darnos diariamente noticias de nuestro amigo común
el príncipe de la Paz, pues nosotros ignoramos todo absolutamente.»

_El siguiente artículo está escrito de letra de Carlos IV._
«Yo he hecho a la reina escribir todo lo que precede, porque no puedo
escribir mucho a causa de mis dolores. — Carlos.»

_Sigue escribiendo la reina._
«El rey mi marido ha escrito esta línea y media y la ha firmado para
que os aseguréis de ser él quien escribe.»

_Nota de la reina de España para el gran duque de Berg remitida por
medio de la reina de Etruria sin fecha en 1808._
«El rey mi esposo y yo no quisiéramos ser importunos ni enfadosos
al gran duque que tiene tantas ocupaciones, pero no tenemos otro
amigo ni apoyo que él y el emperador, en quien están fundadas todas
las esperanzas del rey, las del príncipe de la Paz amigo del gran
duque e íntimo nuestro, las de mi hija Luisa y las mías. Mi hija me
escribió ayer por la tarde lo que el gran duque le había dicho, y
nos ha penetrado el corazón dejándonos llenos de reconocimiento y de
consuelo, esperando todo bien de las dos sagradas e incomparables
personas del emperador y del gran duque. Pero no queremos que ignoren
lo que nosotros sabemos, a pesar de que nadie nos dice nada ni aun
responden a lo que preguntamos, por más necesidad que tengamos de
respuesta. Sin embargo miramos esto con indiferencia y solo nos
interesa la buena suerte de nuestro único e inocente amigo el príncipe
de la Paz, que también lo es del gran duque como él mismo exclamaba
en su prisión en medio de los horribles tratos que se le hacían, pues
perseveraba llamando siempre amigo suyo al gran duque lo mismo que lo
había hecho antes de la conspiración, y solía decir «si yo tuviera la
fortuna de que el gran duque estuviese cerca y llegase aquí, no tendría
nada que temer.» Él deseaba su arribo a la corte y se lisonjeaba con
la satisfacción de que el gran duque quisiese aceptar su casa para
alojamiento. Tenía preparados algunos regalos para hacerle; y en fin
no pensaba sino en que llegara el momento y después presentarse ante
el emperador y el gran duque con todo el afecto imaginable; pero
ahora nosotros estamos siempre temiendo que se le quite la vida, o
se le aprisione más si sus enemigos llegan a entender que se trata
de salvarle. ¿No sería posible tomar por precaución algunas medidas
antes de la resolución definitiva? El gran duque pudiera enviar tropas
sin decir a qué; llegar a la prisión del príncipe de la Paz y separar
la guardia que le custodia, sin darle tiempo de disparar una pistola
ni hacer nada contra el príncipe; pues es de temer que su guardia lo
hiciese porque todos sus deseos son de que muera, y tendrán gloria en
matarle. Así la guardia sería mandada absolutamente por las órdenes
del gran duque: y si no, puede estar seguro el gran duque de que el
príncipe de la Paz morirá si prosigue bajo el poder de los traidores
indignos y a las órdenes de mi hijo. Por lo mismo volvemos a hacer al
gran duque la misma súplica de que haga sacarle del poder de las manos
sanguinarias, esto es de los guardias de Corps, de mi hijo y de sus
malos lados, porque si no, debemos estar siempre temblando por su vida
aunque el gran duque y el emperador la quieran salvar mediante que no
lo podrán conseguir. De gracia volvemos a pedir al gran duque que tome
todas las medidas convenientes para el objeto, porque como se pierda
tiempo ya no está segura la vida, pues es cosa cierta que sería más
fácil de conservar si el príncipe estuviese entre las manos de leones y
de tigres carnívoros.
Mi hijo estuvo ayer después de comer con Infantado, con Escóiquiz, que
es un clérigo maligno, y con San Carlos que es peor que todos ellos; y
esto nos hace temblar porque duró la conferencia secreta desde la una
y media hasta las tres y media. El gentil-hombre que va con mi hijo
Carlos es primo de San Carlos; tiene talento y bastante instrucción,
pero es un americano maligno y muy enemigo nuestro como su primo San
Carlos, sin embargo de que todo lo que son lo han recibido del rey mi
marido a instancias del pobre príncipe de la Paz, de quien ellos decían
ser parientes. Todos los que van con mi hijo Carlos son incluidos en la
misma intriga y muy propios para hacer todo el mal posible, y que sea
reputado por verdad lo que es una grande mentira.
Yo ruego al gran duque que perdone mis borrones y defectos que cometo
cuando escribo francés, mediante hacer ya 42 años que hablo español
desde que vine a casar en España a la edad de trece años y medio,
motivo por el cual aunque hablo francés no sé hablarlo bien. El gran
duque conocerá la razón que me asiste y disimulará los defectos del
idioma en que yo incurra. — Luisa.»

_Nota de la reina de España para el gran duque de Berg por medio de la
reina de Etruria su hija sin fecha en 1808._
Ayer recibí un papel de un mahonés que quería tener una audiencia
secreta conmigo después que el rey mi marido estaba ya en cama,
diciéndome que me daría grandes luces sobre todo lo que sucede
actualmente.
Él quería que yo le diese por mí misma seis u ocho millones, diciendo
que yo los podría pedir a la compañía de Filipinas, y que él haría una
contrarrevolución que librase al príncipe de la Paz y fuese también
contra los franceses.
El rey y yo lo hicimos prender sin permitirle comunicación, y
permanecerá preso hasta que se averigüe la verdad de todo lo que hay
en este asunto; pues creemos que sea un emisario de los ingleses para
perdernos, supuesto que el rey y el príncipe de la Paz siempre han sido
únicamente amigos de los franceses, del emperador y en particular del
gran duque sin haberlo sido jamás de los ingleses nuestros enemigos
naturales.
Creemos también por muy necesario que el gran duque haga asegurar al
pobre príncipe de la Paz que siempre ha sido y es amigo del gran duque,
de quien así (como del emperador) esperaba su asilo en la forma que
lo tenía escrito por medio de Izquierdo al mismo gran duque, y aun al
emperador mismo, bien que no sé si estas cartas habrán llegado a sus
manos.
Convendría sacar de las manos de los guardias de Corps y de las tropas
de mi hijo al pobre príncipe de la Paz su amigo, pues es de recelar que
se le quite la vida o se le envenene y se diga que ha muerto de sus
heridas, y por cuanto no tendrá seguridad de vivir; mientras estén a su
lado algunos de estos malignos, será forzoso que el gran duque después
de asegurar la persona del príncipe de la Paz en su poder, tome medidas
bien fuertes para conservarle, pues las intrigas cada día crecen contra
ese pobre amigo del gran duque y aun contra el rey mi marido, cuya vida
tampoco está bastante segura.
Mi hijo hizo llamar al hijo de Biergol, que es oficial de la secretaría
de relaciones exteriores. Estuvieron presentes a la sesión Infantado
y todos los ministros. Mi hijo le preguntó qué había de nuevo en el
sitio, y qué hacía el rey mi marido: Biergol respondió lo que había
de verdad diciendo: «no hay nada de nuevo: el rey sale muy poco: la
reina no ha salido: se ocupan en preparar una habitación para el
caso de que el gran duque y el emperador vayan allí.» Mi hijo le
dio orden de volver aquí y de estar al servicio de su padre hasta
que este emprenda su viaje, porque es uno que interviene en nuestras
cuentas como tesorero. A todos los que nos siguen aplican el título de
desertores. Yo recelo que traman alguna grande intriga contra nosotros
y que estamos en grande riesgo, porque Infantado y los otros son tan
malos y peores que los demás. Me persuado que el rey, y yo y el pobre
príncipe de la Paz estamos muy expuestos, porque no manifiestan sino
mala voluntad contra nosotros, y nuestra vida no está segura si no lo
remedian el gran duque y el emperador. Es necesario que tomen algunas
medidas para contener las abominables intenciones de estos malignos, y
para que mi hijo se canse de dedicarse a pensar todo lo que sea contra
su padre y contra el príncipe de la Paz. Nosotros hemos tenido esta
noticia después que salió de aquí el edecán. El clérigo Escóiquiz es
también de los más malos. — Luisa.»

_Carta del rey Carlos IV al gran duque de Berg con otra de la reina su
esposa en Aranjuez a 1.º de abril de 1808._
«Mi señor y muy querido hermano: V. A. verá por el escrito adjunto que
nosotros nos interesamos en la vida del príncipe de la Paz más que en
la nuestra.
Todo lo que se dice en la gaceta extraordinaria sobre el proceso del
Escorial ha sido compuesto a gusto de los que lo publican, sin decir
nada de la declaración que mi hijo hizo espontáneamente, la cual habrán
mudado sin duda: ella está escrita por un gentil-hombre, y firmada
solamente por mi hijo. Si V. A. no hace esfuerzos para que el proceso
se suspenda hasta la venida del emperador, temo mucho que quiten antes
la vida al príncipe de la Paz. Nosotros contamos con el afecto de
V. A. para nosotros tres, fundados en la alianza y amistad con el
emperador. Espero que V. A. me dará una respuesta consolatoria que me
tranquilice, y comunicará al emperador esta carta mía con expresión de
que yo descanso en su amistad y generosidad. Excusadme lo mal escrita
que va esta carta, pues los dolores que padezco son la causa. En este
supuesto, mi señor y muy querido hermano, de V. A. I. y R. soy su muy
afecto. — Carlos.»

_Carta de la reina._
«Señor mi hermano: yo junto mis sentimientos a los del rey mi marido,
rogando a V. A. la bondad de hacer lo que le pedimos ahora; y esperamos
que su amistad y humanidad tomará a su cargo la buena causa de su
íntimo y desgraciado amigo el pobre príncipe de la Paz, así como
nuestra propia causa que está unida a la suya, para que así cese y se
suspenda todo hasta que la generosidad y grandeza de alma sin igual
del emperador nos salve a todos tres y haga que acabemos nuestros días
tranquilamente y en reposo. No espero menos del emperador y de V. A.
que nos concederá esta gracia, pues es la única que deseamos. En este
supuesto, ruego a Dios que tenga a V. A. en su santa y digna guarda.
Señor mi hermano: de V. A. I. y R. muy afecta hermana y amiga. —
Luisa.»

_Nota de la reina de España para el gran duque de Berg, remitida por
medio de la reina de Etruria en 1.º de abril de 1808._
«Habiendo visto la gaceta extraordinaria que habla solamente de haberse
encontrado la causa del Escorial entre los papeles del pobre príncipe
de la Paz, veo que está llena de mentiras. El rey era quien guardaba la
causa en la papelera de su mesa, y la confió al pobre príncipe de la
Paz para que la diera al gran duque, con el fin de que la presentase
al emperador de parte del rey mi marido. Como esta causa se halla
escrita por el ministro de la guerra y de justicia, y firmada por mi
hijo, este y aquel mudarán lo que quieran como si fuese original y
verdadero; y lo mismo sucederá en lo que quieran mudar relativo a los
demás comprendidos en la causa, pues todos están ahora alrededor de mi
hijo, y harán lo que este mande y lo que quieran ellos mismos.
Si el gran duque no tiene la bondad y humanidad de hacer que el
emperador mande prontamente hacer suspender el curso de la causa del
pobre príncipe de la Paz, amigo del mismo gran duque, y del emperador,
y de los franceses, y del rey, y mío, van sus enemigos a hacerle cortar
la cabeza en público, y después a mí, pues lo desean también. Yo temo
mucho que no den tiempo para que pueda llegar la respuesta y resolución
del emperador; pues precipitarán la ejecución para que cuando llegue
aquella no pueda surtir efecto favorable por estar ya decapitado el
príncipe. El rey mi marido y yo no podemos ver con indiferencia un
atentado tan horrible contra quien ha sido íntimamente amigo nuestro y
del gran duque. Esta amistad y la que ha tenido en favor del emperador
y de los franceses, es la causa de todo lo que sufre; sobre lo cual no
se debe dudar.
Las declaraciones que mi hijo hizo en su causa no se manifiestan ahora;
y caso de que se publiquen algunas, no serán las que de veras hizo
entonces. Acusan al pobre príncipe de la Paz de haber atentado contra
la vida y trono de mi hijo; pero esto es falso y solo es verdad todo lo
contrario. No tratan sino de acriminar a este inocente príncipe de la
Paz, nuestro único amigo común, para inflamar más al público y hacerle
creer contra él todas las infamias posibles.
Después harán lo mismo contra mí, pues tienen la voluntad preparada
para ello. Así convendrá que el gran duque haga decir a mi hijo que se
suspenda toda causa y asunto de papeles hasta que el emperador venga, o
dé disposiciones; y tomar el gran duque bajo sus órdenes la persona del
pobre príncipe de la Paz su amigo, separando los guardias y poniendo
tropas suyas para impedir que lo maten, pues esto es lo que quieren,
además de infamarle, lo que también proyectan contra el rey mi marido
y contra mí, diciendo que es necesario formarnos causa y hacer que
después demos cuenta de todas nuestras operaciones.
Mi hijo tiene muy mal corazón: su carácter es cruel: jamás ha tenido
amor a su padre ni a mí: sus consejeros son sanguinarios: no se
complacen sino en hacer desdichados, sin exceptuar al padre ni a la
madre. Quieren hacernos todo el mal posible, pero el rey y yo tenemos
mayor interés en salvar la vida y el honor de nuestro inocente amigo
que nuestra misma vida.
Mi hijo es enemigo de los franceses, aunque diga lo contrario. No
extrañaré que cometa un atentado contra ellos. El pueblo está ganado
con dinero y lo inflamará contra el príncipe de la Paz, contra el rey,
mi marido, y contra mí, porque somos aliados de los franceses, y dicen
que nosotros les hemos hecho venir.
A la cabeza de todos los enemigos de los franceses está mi hijo, aunque
aparente ahora lo contrario, y quiera ganar al emperador, al gran duque
y a los franceses para dar mejor y seguro su golpe.
Ayer tarde dijimos nosotros al general comandante de las tropas del
gran duque, que nosotros siempre permanecemos aliados de los franceses,
y que nuestras tropas estarán siempre unidas con las suyas. Esto se
entiende de las nuestras que tenemos aquí, pues de las otras no podemos
disponer; y aun en cuanto a estas ignoramos las órdenes que mi hijo
habrá dado; pero nosotros nos pondríamos a su cabeza para hacerlas
obedecer lo que queremos, que es que sean amigas de los franceses. —
Luisa.»

_Nota de la reina de España para el gran duque de Berg, por medio de la
reina de Etruria su hija, en abril de 1808._
«Nosotros remitimos al gran duque la respuesta de mi hijo a la carta
que el rey mi marido le escribió antes de ayer, cuya copia fue remitida
You have read 1 text from Spanish literature.
Next - Historia del levantamiento, guerra y revolución de España (1 de 5) - 26