Historia de las Indias (vol. 3 de 5) - 27

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al cabo, las siguientes proposiciones, que, aunque hervia la infamia
contra los indios, no pudieron negar en las dos primeras ser libres los
indios, y deber ser como libres tractados, aunque en las siguientes van
oliendo y sabiendo á la sustentacion de la tiranía, que era el fin que
los infamadores y los que los oian de grado, y favorecian, y esperaban
tener tambien sus provechos, pretendian.
«Muy Poderoso Señor: Vuestra Alteza nos mandó que entendiésemos en ver
en las cosas de las Indias, sobre ciertas informaciones, que cerca
dello á Vuestra Alteza se habian dado por ciertos religiosos que habian
estado en aquellas partes, así de los Dominicos como de los Franciscos,
y vistas aquellas, y oido todo lo que nos quisieron decir, y áun habida
más informacion de algunas personas que habian estado en las dichas
Indias, y sabian la disposicion de la tierra y la capacidad de las
personas, lo que nos parece á los que aquí firmamos, es lo siguiente:
Lo primero, que pues los indios son libres y Vuestra Alteza y la Reina,
nuestra señora (que haya sancta gloria), los mandaron tractar como á
libres, que así se haga. Lo segundo, que sean instruidos en la fe,
como el Papa lo manda en su bula, y Vuestras Altezas lo mandaron por
su Carta, y sobre ésto debe Vuestra Alteza mandar que se ponga toda
la diligencia que fuere necesaria. Lo tercero, que Vuestra Alteza les
puede mandar que trabajen, pero que el trabajo sea de tal manera, que
no sea impedimento á la instruccion de la fe, y sea provechoso á ellos
y á la república, y Vuestra Alteza sea aprovechado y servido por razon
del señorío y servicio que le es debido por mantenerlos en las cosas
de nuestra sancta fe y en justicia. Lo cuarto, que este trabajo sea
tal, que ellos lo puedan sufrir, dándoles tiempo para recrearse, así en
cada dia como en todo el año, en tiempos convenibles. Lo quinto, que
tengan casas y hacienda propia, la que pareciere á los que gobiernan
y gobernaren de aquí adelante las Indias, y se les dé tiempo para que
puedan labrar, y tener, y conservar la dicha hacienda á su manera.
Lo sexto, que se dé órden, como siempre tengan comunicacion con los
pobladores que allá van, porque con esta comunicacion sean mejor y
más presto instruidos en las cosas de nuestra sancta fe católica. Lo
setimo, que por su trabajo se les dé salario conveniente, y ésto no en
dinero, sino en vestidos y en otras cosas para sus casas.--_Johannes,
Episcopus Palentinus, Comes._--_Licenciatus Sanctiago._--_El Doctor
Palacios Rubios._--_Licenciatus de Sosa._--_Frater Thomas Duran,
Magister._--_Frater Petrus de Covarrubias, Magister._--_Frater Mathias
de Paz, Magister._--_Gregorius, Licenciatus._»
Por estas siete proposiciones parece cuán buena intencion tuvieron
los letrados, y cuánto se desviaban de las infamias que se habian
levantado á los indios por los que los tenian y querian tener opresos
en servidumbre perpétua. Todavía en la tercera, cuarta, y quinta, y
sétima, pareció que suponian que los indios habian de estar repartidos
y en poder de los españoles como los tenian; pero poníanles algunas
limitaciones, porque les faltó clara y particular informacion, la
cual, áun el mismo padre fray Antonio Montesino, como habia poco que
era venido á esta isla, complida no tenia, como despues la pudiera
dar muy más larga. Faltóles noticia de las multitudes de los pueblos
pacíficos, y señores, y Reyes desta isla, y la gobernacion natural,
y policía ordenada, cuanta, sin fe y cognoscimiento del verdadero
Dios, puede tenerse para vivir en paz, y abundancia, y prosperidad,
y crecimiento _in immenso_, como dije, que tenian. Faltóles tambien
cognoscimiento de la imposibilidad de poder vivir, y no perecer como
perecieron, teniéndolos los españoles repartidos, y así ignoraron que
aquella manera de servidumbre despótica ó de esclavos, y no de hombres
y gentes, como ellos determinaron, que eran libres, y así carecieron
totalmente de la lumbre y claridad, y verdad del hecho. Contra lo cual,
mirando el maestro fray Matías de Paz más en esta materia, compuso un
tractado en latin, en obra de quince dias, desterrando é impugnando
el modo de servirse de los indios despótico, y probando que habian
de ser gobernados como personas y gentes libres, donde pone aquesta
conclusion y es la tercera: _Auctoritate Summi Pontificis el non aliter
licebit Catholico atque invictissimo Regi nostro supradictos indos
regali imperio seu politico, non autem despotico, regere, atque sic
perpetuo sub suo dominio retinere_. Y en el primer corolario de aquella
conclusion, dice así: _Unde quicumque eos hactenus servitute despotica
premuit, postquam sunt ad fidem conversi, ad restitutionem de damno
et lucro propter talem servitutem dumtaxat necessario tenetur_. Por
manera, que reprobó y condenó la manera de servirse de los indios, por
el repartimiento, por despótico y de esclavos, como en verdadera verdad
lo era, y, por consiguiente, el mismo repartimiento, y determinó ser
obligados los españoles, que así de los indios se habian servido, á
restitucion de todo lo que con ellos habian adquirido, y de los daños
que por ello rescibieron. ¿Y quién de ellos, aunque el Rey les ayudara
con su Estado, pudiera restituir los daños que, tan innumerables gentes
como habia en esta isla, de los españoles padecieron, pues todas, por
los trabajos y amargos é inhumanos tractamientos, en las minas y en los
otros pestilentes ejercicios, por sus cudicias, perecieron?


CAPÍTULO IX.

Determinadas estas siete proposiciones, dijeron de partes del Rey á
los dichos letrados, teólogos y juristas, que hiciesen ó ordenasen
leyes, esplicándolas, porque eran como principios que incluyen dentro
de sí muchas particulares reglas. Los letrados no quisieron, porque no
se atrevieron, diciendo que ellos habian determinado aquellas reglas
universales, que hiciesen las leyes ellos, las cuales tanto serían más
justas cuanto más se acercasen y conformasen con aquellos principios, y
tanto injustas cuanto se desviasen dellos, por consiguiente. Y porque
todos anhelaban y todo su cuidado y solicitud era que los indios no
saliesen de poder de los españoles, sino que los repartimientos se
perpetuasen, (todos, digo, los que desta isla que tenian indios,
estaban en la corte, y muchos de la corte que pensaban rodear de tener
en ellos parte, quizá por los mismos desta isla, poniéndoles interese
grande delante, porque fuesen en que los indios siempre se repartiesen,
de lo cual yo nunca dudé, ni agora dudo), despues de haber muy bien
informado de las infamias de los desmamparados indios á todos los de la
corte, y en especial al licenciado Gregorio, que se habia hallado en
hacer las susodichas siete proposiciones, y á otro predicador del Rey,
fraile de Sancto Domingo, llamado fray Bernardo de Mesa, que despues
fué nombrado para Obispo de la isla de Cuba, puesto que nunca fué allá,
y al cabo murió obispo de Elna, en Cataluña, gracioso predicador,
á los cuales dos hallaron, para rescibir sus falsas informaciones,
más benévolos y aparejados, rodeóse por los ministros, creo yo, de
Satanás, que el Rey les mandase ó de su parte se les mandó ó cometió,
que cada uno destos dos predicadores reales, diese por escripto, en la
materia, su parecer. El dicho padre fray Bernardo de Mesa comprendió
el suyo dentro de siete proposiciones. La primera fué, que el Rey era
obligado á trabajar con gran diligencia, tanta y mayor que habia puesto
en adquirir el estado de acá, en que los indios, moradores naturales
destas Indias, se convirtiesen á la fe y la amasen, no solamente
enviando Prelados, más áun otros predicadores celosos, si aquellos no
bastasen, para su conversion é instruccion en las buenas costumbres;
y ésto por el estrecho mandamiento que el Papa le puso por su bula
de la donacion, en la cual se mostraba claramente, que una de las
principales cosas que le movió á hacer la dicha donacion, fué para que
la fe se plantease en aquellas tierras, y con ella las otras virtudes,
tanto cuanto fuese posible. La segunda, que siendo los indios, como
lo eran, súbditos vasallos de Su Alteza y no siervos, justamente se
les podrán imponer y pedir servicios tales, que fuesen dentro de los
límites de vasallos, porque los indios no eran siervos por derecho,
porque no fueron conquistados al principio por la introduccion de la
fe, ni por razon de su infidelidad, porque la infidelidad en ellos no
era pecado; ni ménos son siervos por compra, ni ménos son siervos por
natividad, porque naturalmente todos los hombres son libres, ni ménos
eran siervos por la estimacion de Su Alteza, ni de la reina doña Isabel
de gloriosa memoria, que siempre los llamaron libres, y era manifiesta
señal de libertad. Y dice que él no via otra razon de servidumbre sino
la natural, que era falta de entendimiento y capacidad, y la falta de
la firmeza para perseverar en la fe y buenas costumbres, porque aquella
es una natural servidumbre, segun el filósofo, ó por ventura, son,
dice él, siervos por la naturaleza de la tierra, porque hay algunas
tierras á las cuales el aspecto del cielo hace siervas, y no podrian
ser regidas si en ellas no hobiera alguna manera de servidumbre, como
en Francia, Normandía, parte del Delfinazgo, siempre han sido regidas
mucho á semejanza de siervos; mas como quiera que sea, los indios no
se pueden llamar siervos, aunque para su bien hayan de ser regidos con
alguna manera de servidumbre, la cual no ha de ser tanta que les pueda
convenir el nombre de siervos, ni tanta la libertad que les dañe, pues
para su bien fueron dados, principalmente á los reyes de Castilla, y no
para el de los Reyes, puesto que justamente se les piden á estos los
servicios, y ellos son obligados á los dar, etc. La tercera, que pues
los indios habian de dar el dicho tributo y servicio á su Príncipe, y
no tienen manera para le dar otro, sino el personal, que aquel se les
debe pedir y ellos lo deben de dar, por cuanto el tributo ó servicio
que al Rey se hace, ó ha de ser de las riquezas ó de la persona; los
indios no poseen riquezas naturales ni artificiales, como saben los
que han visto su tierra, resta luégo que el servicio ha de ser hecho
con la persona en las cosas que más convenientes fueren á su Rey y
señor. La cuarta, que pues los indios eran dados al Rey para su bien,
y la ociosidad es el mayor mal que ellos pueden tener, que debia Su
Alteza con gran estudio trabajar de les quitar el daño depravado
de la ociosidad, mandándolos siempre ocupar en algunos ejercicios
espirituales ó corporales, que en la verdad, aunque la ociosidad sea
madrastra de todas las virtudes en todas las naciones, mucho más lo es,
dice él, en los indios, que eran habituados y criados en el pecado de
la idolatría y en otros pecados, los cuales reverdecen y crecen con la
ociosidad, y por ésto fueron reprendidos ágriamente por el Señor, los
que fueron hallados ociosos todo el dia en el mercado; y Sant Pablo
dice: «El que no quiere trabajar no coma, etc.» La quinta proposicion,
que para evitar el dicho vicio de la ociosidad y los otros vicios que
della se siguen, era lícito que Su Alteza repartiese los indios entre
los fieles de buena conciencia y de buenas costumbres, los cuales,
allende de los ocupar, les enseñen las cosas de la fe y de las otras
virtudes; bien parece ser ésto lícito, porque los indios no conviene
que sean ocupados por otros de su misma nacion, que seria incurrir en
los inconvenientes que deseamos huir, é asimismo porque no podrán ser
enseñados por sus Caciques, que son ignorantes, como ellos, en las
cosas de la fe, de donde se sigue que han de ser puestos en manos de
quien los pueda aprovechar, ansí en la doctrina como en la ocupacion
y ejercicio, y desta proposicion, muy poderoso señor (dice el padre
fray Bernaldo), se sigue un corolario, que á mi parecer, ser necesario
á la seguridad de la conciencia de Vuestra Alteza, y es, que los
indios no han de ser dados indiferentemente á todos, sino á personas
calificadas, con tales cualidades, que se pueda conseguir el efecto
de la buena ocupacion y buena doctrina, que, para los indios, Vuestra
Alteza es obligado á procurar. La sexta es, que los fieles, á quien
los indios por el repartimiento fueren concedidos, son obligados á les
dar suficiente mantenimiento, y moderar sus trabajos de tal manera que
no sean exasperados, ni aborrezcan la fe, ni las buenas costumbres
de los fieles. La sétima es, que Vuestra Alteza les debe tasar los
trabajos y el mantenimiento, y darles propia hacienda, como á libres,
y casas, é imponerles en la policía conveniente á su capacidad, y pues
Dios les hizo merced de los traer al servicio de Vuestra Alteza, debe
procurar que sientan que no son siervos, sino libres debajo del yugo
de Jesucristo, nuestro Salvador. Y al presente, muy poderoso señor,
ésto es lo que se me ofrece en esta materia, mayormente que sé que
por lo que otros han escripto, está la materia asaz suficientemente
declarada, aunque en palabras breves. Resta agora satisfacer á algunas
auctoridades que á algunos les parece que hacen en contrario de lo
que habemos dicho, y especialmente á una auctoridad de Ezequiel, cap.
34, en que son los superiores reprendidos, que apacientan á sí mismo
de la leche del ganado, olvidando apacentar las ovejas; y, cierto, yo
no dudo, muy poderoso señor, sino que si Vuestra Alteza descuidase de
proveer de pasto espiritual á los indios, y de justicia y remedios
posibles para su salvacion, que la conciencia de Vuestra Alteza
podria tener escrúpulo, por la auctoridad sobredicha, en la cual se
dice: «Væ», que es señal de pena eterna en la Sagrada Escriptura.
Mas con la provision de los Prelados y otros predicadores, y con el
Consejo y justicia que Vuestra Alteza allá tiene, y con las ordinarias
provisiones que Vuestra Alteza acá me parece que hace, creo que es
libre de la maldicion de la dicha auctoridad. Asimismo dicen, que
los indios y todos los nuevamente convertidos han de ser tractados
con dulzura y libertad, lo cual prueban con muchas auctoridades, las
cuales todas son de conceder, si la dicha dulzura y libertad no empece
á la conversion y perseverancia de los indios; mas siendo verdad que
libertad absoluta daña á los indios, por su mala disposicion, como
probamos en la segunda proposicion, digo que las auctoridades no
harian al propósito, porque todas ellas hablan en caso que aproveche
la dulzura de la libertad, que, en la verdad, no hay otra libertad
verdadera, sino aquella servidumbre que nos estorba el pecado, el cual
verdaderamente nos hace siervos. A lo que dicen que el Papa Silvestre
y otros sanctos parece que han prometido y dado dones á los nuevamente
convertidos, digo, que este ejemplo presupone que los indios tengan
aficion á las riquezas, y habilidad para distinguir entre rico y
pobre, como lo tenian aquellos á quien Sant Silvestre hablaba, mas no
gozándose los indios con los dones, más que los perricos y corderos con
el bocado que bien les sabe, no há lugar el ejemplo. Dicen más, que
esta incapacidad que ponemos en los indios, contradice á la bondad y
potencia de su Hacedor, porque es cierto que, cuando la causa produce
efecto tal que no pueda consegir su fin, que es alguna falta de la
causa, y así, será falta de Dios haber hecho hombres sin capacidad
bastante para rescibir fe y para salvarse; y así, por cierto, yo creo,
que ninguno de sano entendimiento podrá decir que en estos indios no
haya capacidad para rescibir la nuestra fe, y virtud que baste para
salvarse y conseguir el último fin de la bienaventuranza. Mas yo
oso decir que hay en ellos tan pequeña disposicion de naturaleza y
habituacion, que, para traerlos á rescibir la fe y buenas costumbres,
es menester tomar mucho trabajo, por estar ellos en tan remota
dispusicion, y dado que reciban la fe, la naturaleza dellos no les
consiente tener perseverancia en la virtud, quier por ser insulares,
que naturalmente tienen ménos constancia, por ser la luna señora de
las aguas, en medio de las cuales moran los insulares, quien por
los hábitos viciosos, que siempre inclinan á actos semejantes; así,
de donde se sigue, que aunque ellos tengan capacidad para rescibir
la fe, no por eso se quita que no sea necesario tenerlos en alguna
manera de servidumbre, para mejor disponerlos y para constreñirlos á
la perseverancia, y ésto es conforme á la bondad de Dios, etc. Esto es
todo el parecer que dió el dicho padre fray Bernaldo de Mesa.


CAPÍTULO X.

En todo lo cual, que dicho ha, parece cuán bien informado fué de los
que desta isla en la corte á la sazon se hallaron, y cuánto crédito
les dió al abatimiento é infamia destas gentes, que todo cuanto en
estos capítulos dijo lo fundó en la inhabilidad, y cuasi aniquilacion
de hombres, quitándoles todo cuasi el ser humano, nunca habiendo
visto indio alguno, más de la relacion de los seglares que morian por
matallos, chupándoles por sus codicias la sangre, no curando de se
informar del padre fray Antonio Montesino, á quien debiera dar más
crédito, como á hombre religioso y letrado, y cognoscido en el reino
por tal, y de su Órden, que cognoscia los indios é iba de acá, y que no
pretendia interese temporal alguno, más de volver y defender aquestas
gentes inocentes, de todos desmamparadas, y de todos destruidas y
consumidas, sólo por la excesiva y ardiente llama del ambicion y
codicia de los de nuestra nacion, ántes buscó soluciones frívolas para
responder á las razones y auctoridades que el dicho padre fray Antonio
alegaba, y defender su error, concebido solamente de aquellos que en
cualquiera juicio meritísimamente fueran repelidos como capitales
enemigos, interesales, y lobos hambrientos despedazadores, con verdad
hablo, destas ovejas mansísimas, que, de tan inmenso número, habian
destruido y disminuido. Fuera bien preguntar á aquel padre, y yo se
lo preguntara cuando lo cognoscí despues, si supiera que tal parecer
habia dado, si los insulares de Inglaterra, y de Sicilia, y de Candía,
ó los más cercanos de España, los baleares, ó mallorquinos, fuera bien
repartillos entre otras gentes, porque la luna señorea las aguas.
Item, los de Normandía y parte del Delfinado, si los repartieron como
atajos de ganados, por razon de predicarles la fe ó poner en policía,
y otras virtudes dotarlos. No imaginó aquel padre, sino que las gentes
desta isla debian ser algunas manadas de salvajes de hasta 3 ó 4.000,
como ganado en alguna dehesa, que se podian repartir entre algunas
buenas personas para que las enseñasen, y de la vida salvaje reducillos
á vida y costumbres más urbanas; y si él no fuera tan crédulo á los
seglares, y cegarse ó cerrarse con sólo aquello que les referian, en
lo cual debiera estar recatado y sospechoso si á aquellos les iba
en lo que decian algo, debiera de interrogar (pues que la cosa era
de tan gran importancia, y á dar parecer sobre lo que no sabia se
determinaba), cuántas gentes habia en esta isla, y si tenian pueblos y
quien los rigiese y gobernase, y si vivian en paz, y si comian ó morian
de hambre, ó si vinieron los españoles á hartallos, y haciendo esta
inquisicion, hallara que en esta isla habia sobre tres ó cuatro cuentos
de ánimas, que tenian sus pueblos y poblaciones ordenadas, como habia
cinco Reyes, y cinco reinos principales, y otros infinitos señores que
á aquellos obedecian, la abundancia de los mantenimientos y las grandes
labranzas, con las cuales infinitas veces hartaron las hambres y dieron
las vidas á los holgazanes españoles, que de ociosos y holgazanes
los infamaron, como todo lo dicho queda en los libros superiores
asaz probado y declarado. Y cosa es ésta maravillosa, y con verdad
hablo, que ninguna gente del mundo jamás se vió tan ociosa, inútil,
ni holgazana, que los españoles que á esta isla vinieron y vienen,
y á todas estas partes, y que del vicio pestilencial que ellos son
maculados y señoreados, hayan tan falsamente y tan perniciosa á estas
gentes infamado. Estas gentes, como no pretendian más de naturalmente
vivir y sustentarse y no atesorar, lo que la perfeccion evangélica
reprueba y daña, y las tierras tenian tan felices y abundantes, que con
muy poco trabajo, todo lo necesario alcanzaban, todo el demas tiempo
en sus cazas, y pesquerías, y sus fiestas y bailes, y en ejercicios de
sus manos, en cosas que hacian harto delicadas, careciendo de hierro
y instrumentos, como en el primero libro, pero más largo y muy claro
en nuestra Historia apologética demostramos, se ocupaban, y así no
estaban del todo ociosos mano sobre mano; tenian tambien sus guerras
de cuando en cuando, unas provincias ó reinos con otros, sobre algunas
causas. Concedemos que, segun la diligencia y solicitud ferviente,
y infatigable cuidado que nosotros tenemos de atesorar riquezas, y
amontonar bienes temporales por nuestra innata ambicion y codicia
insaciable, que podrán ser aquestas gentes por ociosas juzgadas,
pero no segun la razon natural y la misma ley divina y perfeccion
evangélica, que, como dije, la parcidad y contentamiento, con sólo lo
necesario, destas gentes aprueba y loa, y nuestra ánsia y demasiada
soberbia, solicitud y codicia detesta, y da por condenada; y como á
gente acostumbrada á poco trabajar, por las razones dichas, viviendo
en abundancia, sobrevino tanta priesa y tanto cuidado de los españoles
por ser ricos, á lo cual se siguieron los intolerables trabajos como se
pasan en sacar oro, que son trabajos infernales, y los indios fuesen
forzados á pasar de un extremo á otro, juzgue quien quiera que sea,
si tuvieron razon de sentir los trabajos y tenerse por agraviados,
por lo cual se huian á los montes, como el buey ó la res huye de la
carnicería por instinto natural, cuanto más los hombres racionales que
habian experimentado su reposo, y trabajo para sí moderado, siendo
señores de sí mismos y de sus casas, y se vian puestos en tantos
tormentos y amarguras, de la vida pasada tan exorbitantes, y morir
para provecho de aquellos que cognoscian no tener otro fin, sino, por
haber oro, consumillos, gastallos y acaballos, y de aquesta huida de
aquella vida infernal y desesperada, nació y tomaron los españoles
su principio para de ociosos y holgazanes infamallos. Y porque se
conozca claro si tuvieron causa y razon de huir á los montes, é si
pudieran meterse debajo de la tierra y dentro de sus entrañas, y no
parezca que encarecer tanto los trabajos de las minas es cosa fingida
y demasiadamente exagerada, quiero traer aquí lo que dice Diódoro,
antiguo historiador y de mucho crédito entre los antiguos, de los
trabajos que trae consigo el oficio de sacar el oro, puesto que en
el libro II, cap. 3.º, queda tambien relatado. Cuenta en el libro
IV, cap. 2.º, que los Reyes de Egipto á todos los que cometian crímen
alguno digno de muerte, y á los enemigos que prendian en las guerras,
y á los que calumniaban falsamente á otros, y á los que, por ira del
Rey, eran condenados á cárcel, por pena los echaban á las minas á sacar
oro; á estos, porque por los trabajos intolerables no se huyesen, los
echaban en hierros, y poníanles soldados de diversas lenguas, que
con suma diligencia los guardaban, para que, no entendiéndose, unos
con otros no hablasen, y así no cobrasen amistad con alguno, y por
ruegos, ó por amor, ó compasion lo soltasen, á los cuales se daba
tanta priesa y tan importuno trabajo, que de noche ni de dia no se les
daba chica ni grande holganza. Sobre los trabajos añidíanles injurias,
afrentas, azotes y palos; allí no perdonaban á viejos, ni á mujeres,
ni á muchachos, y á niño y á cada uno daban su oficio, unos cavaban,
otros molian las piedras que suelen estar con el oro entrañadas.
Andaban todos desnudos sin tener con que sus partes secretas se
tapasen, todos sucios y enlodados, tanto, que ninguno los via, que
tuviese alguna parte de humanidad, que de tanta calamidad no hobiese
lástima, porque ninguna piedad, ningun descanso, ninguna holganza se
les daba, que fuese viejo, que estuviese enfermo, que la fiebre ó otro
dolor y mal le fatigase, fuese mujer ó hombre, con carnes ó flaco,
ninguna misericordia con ellos se usaba, ántes con palos y azotes al
continuo trabajo eran forzados, hasta que de flaqueza y angustia los
desventurados echaban el ánima; muchos, por temor de vivir vida tan
amarga, escogian la muerte por más descanso, y así se mataban. Así lo
dice Diódoro: _Ægipti enim reges crimine damnatos, omnes ac ex hostibus
captos, insuper ob aliquam falsam calumniam aut regum iram in carcerem
detrusos, auro effodiendo deputant, simul sumpta facinorum pæna, et
magno quæstu ex eorum labore percepto, illi compedibus vincti, magnus
hominum numerus absque ulla intermissione die nocteque exercentur,
nulla neque requies concesa; omnique ablata fugiendi facultate, nam
barbari milites diversa invicem lingua, eorum custodiæ præsunt, quorum
nullus sermonis comercio sublato aut precibus aut amore potest
corrumpi._ Et infra: _Ab hoc labore nunquam conquiescunt, contumeliis
verberibusque ad continuum opus coacti._ Et parum infra: _Omnibus
horum corporis illuvies neque veste ulla operiente pudenda, nemo est
quin eo aspectu fedo tetroque motus, tantæ misereatur calamitatis.
Sed nulla pietas, nulla requies, nulla venia illis datur, sive æger,
sive febricosus, sive senes, sive feminæ debiles fuerint, sed plagis
omnes ad continuum opus coguntur quoad miseri ex debilitate deficiant.
Sunt qui timore futuræ vitæ, quæ presenti putant pena deteriorem,
mortem vitæ preferant._ Y porque más copiosamente se pruebe qué vida
y descanso suceda el oficio de sacar oro á los que lo sacan, quiero
tambien traer aquí lo que el mismo Diódoro, libro VI, cap. 9.º, refiere
que con esta obra y ejercicio padeció España. Despues que los romanos
sojuzgaron á España, los italianos, con ánsia de se enriquecer, como
lo hicieron, entrar en la misma granjería acordaron; compraron gran
copia de esclavos españoles que habian captivado los romanos, y
metiéronlos en las minas de oro y plata; los esclavos que en aquellas
minas trabajaban traian á sus señores grande ganancia, mas como de dia
y de noche ocupados estuviesen en los trabajos, muchos morian por el
demasiado y excesivo trabajo, como quiera que ninguna holganza se les
daba, ántes, con azotes y palos, al continuo ejercicio los forzaban,
y muy raros eran los que vivian vida larga, sino eran los que de
fuerzas y vigor del ánimo hacian á los otros alguna ventaja, á los
cuales, empero, la muerte, mucho más que la vida, por la grandeza de la
miseria, era deseada. _Postea cum Romani Iberiam subegissent, Italici,
qui lucri cupiditate id sibi opus sumpsere, maxime ex eo ditati sunt;
emptam enim servorum copiam ad effodienda metalla deputant, qui variis
locis metallorum venas scructati._ Et infra: _Servi qui ad hæc metalla
deputati sunt, incredibilem quæstum afferunt dominis, verum cum die
noctuque in labore perseverent, multi ex nimio labore moriuntur,
cum nulla eis ab opere detur requies, aut laboris intermissio, sed
verberibus ad continuum opus coacti, raro diutius vivunt. Robustiori
quidam corpore et animi vigore, plurimum temporis in ea versantur
calamitate, quibus tamen ob miseriæ magnitudinem mors est vita
optabilior._ Yo digo verdad, como cristiano, que lo mismo que Diódoro
dice en estos dos ambos lugares, sin alguna cosa faltar, se cumplió y
cumplia en las gentes desta isla que traian los españoles en las minas,
y así, porque huian desta pestilente calamidad, decian los españoles
que de haraganes y ociosos lo hacian; y ésto entendió y creyó el padre
fray Bernardo dellos mismos, más de lo que debiera, y por eso trabaja
en su parecer dar remedio para que no estén ociosos los indios.


CAPÍTULO XI.

Debiera tambien considerar el padre fray Bernardo, habiendo primero
hecho la dicha indagacion é interrogacion, que pues tenian sus pueblos
y grandes poblaciones, y tenian sus Reyes y señores muy grandes, y de
grande tierra, y gentes y señorío, y vivian en paz, y tenian tanta
abundancia de provisiones, y cada uno estaba contento con lo suyo, que
aquesto era señal de guardarse entre ellos justicia, porque la paz y
sosiego de los pueblos, y vivir cada uno seguro, y ser señor de lo
suyo, donde concurre multitud de gente, no suele conseguirse sino donde
hay órden y justicia, segun el Filósofo, y tambien Sant Agustin lo
afirma y es claro de sí. Pues donde hay Reyes y señores, y obediencia
grande á ellos, y hay órden, justicia y paz, y cada uno está en su
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