Historia de las Indias (vol. 3 de 5) - 03

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por bien que llevase consigo á su hijo el menor, D. Hernando, el cual
era de trece años; concediéronselo de buen grado. Pidió eso mismo que
pudiese llevar dos ó tres hombres que supiesen arábigo, porque siempre
tuvo opinion, que pasada esta nuestra tierra firme, si estrecho de mar
hallase, que habia de topar gente del Gran Khan ó de otras que aquella
lengua ó algo della hablasen, y no era muy remota parte de providencia;
concediéronselo los Reyes, con que no se detuviese por buscallos ó
esperallos. Envió ciertos memoriales suplicando á los Reyes sobre sus
negocios y favor de sus hijos y de sus hermanos, porque si él muriese
los tuviesen por encomendados; á todas estas suplicaciones respondieron
los reyes Católicos con la siguiente Cédula, que fué la final cerca
deste viaje, y áun la postrera que de Sus Altezas rescibió:
«El Rey é la Reina: D. Cristóbal Colon, nuestro Almirante de las islas
y tierra firme, que son en el mar Océano á la parte de las Indias.
Vimos vuestra letra de 26 de Febrero, y las que con ella enviastes y
los memoriales que nos distes, y á lo que decís que para este viaje á
que vais querríades pasar por la Española, ya os dijimos, que, porque
no es razon que para este viaje á que agora vais se pierda tiempo
alguno, en todo caso vais por este otro camino, que, á la vuelta, si os
pareciere que será necesario, podeis volver por allí de pasada, para
deteneros poco; porque, como veis, convendrá que vuelto vos del viaje
á que agora vais, seamos luego informados de vos en persona de todo lo
que en él hobiéredes hallado y hecho, para que, con vuestro parecer y
consejo, proveamos sobre ello lo que más cumpla á nuestro servicio,
y las cosas necesarias para el rescate de acá se provean. Aquí vos
enviamos la instruccion de lo que, placiendo á Nuestro Señor, habeis de
facer en este viaje, y á lo que decís de Portugal, Nos escrebimos sobre
ello al rey de Portugal, nuestro hijo, lo que conviene, y vos enviamos
aquí la Carta nuestra que decís, para su Capitan, en que le facemos
saber vuestra ida hácia el Poniente, y que habemos sabido su ida hácia
el Levante, que si en camino vos topáredes, vos trateis los unos á los
otros como amigos, y como es razon de se tractar Capitanes y gentes de
Reyes, entre quien hay tanto deudo, amor y amistad, diciendo que lo
mismo habemos mandado á vos; y procuraremos que el rey de Portugal,
nuestro hijo, escriba otra tal carta al dicho su Capitan, etc. (y,
pasados ciertos capítulos en respuestas de las cosas que arriba dijimos
quel Almirante suplicaba, dicen los Reyes abajo): Cuanto á lo otro
contenido en vuestros memoriales y letras, tocantes á vos y á vuestros
hijos y hermanos, porque, como vedes, á causa que Nos estamos en camino
y vos de partida, no se puede entender en ello hasta que paremos de
asiento en alguna parte, y si esto hobiésedes de esperar se perdería
el viaje á que agora vais, por esto es mejor, que, pues de todo lo
necesario para vuestro viaje estais despachado, vos partais luego sin
detenimiento alguno, y quede á vuestro hijo el cargo de solicitar lo
contenido en los dichos memoriales; y tened por cierto, que de vuestra
prision nos pesó mucho, y bien lo vistes vos y lo cognoscieron todos
claramente, pues que luego que lo supimos lo mandamos remediar, y
sabeis el favor con que vos habemos mandado tractar siempre, y agora
estamos mucho más en vos honrar y tractar muy bien, y las mercedes
que vos tenemos fechas vos serán guardadas enteramente, segun forma y
tenor de nuestros privilegios, que dellas teneis, sin ir en cosa contra
ellas, y vos y vuestros hijos gozareis dellas como es razon, y, si
necesario fuese confirmarlas de nuevo, las confirmaremos, y á vuestro
hijo mandaremos poner en la posesion de todo ello, y en más que esto
tenemos voluntad de vos honrar y facer mercedes, y de vuestros hijos
y hermanos Nos ternemos el cuidado que es razon, y todo esto se podrá
facer, yéndovos en buena hora, y quedando el cargo á vuestro hijo, como
está dicho; y así vos rogamos que en vuestra partida no haya dilacion.
De Valencia de la Torre, á 14 de Marzo de 502 años.--Yo el Rey.--Yo la
Reina.--Por mandado del Rey y de la Reina, Almazán.»
Ciertamente, para la alteza que tenian y acostumbrada gravedad y
autoridad de que los reyes de Castilla solian y suelen, con sus
súbditos, aunque sean los de mayores estados, usar, grande humanidad y
favores usaban con el Almirante, y no sin razon, pues nunca algun otro
tal servicio hizo, chico ni grande, á sus Reyes, jamás.


CAPÍTULO V.

Concluido todo lo que convenia para su despacho, y sus navíos bien
bastecidos y aparejados, hízose á la vela el Almirante con sus cuatro
navíos, á 9 dias del mes de Mayo de 1502 años, y, porque supo el
Almirante que habian los moros cercado y en gran estrecho puesto la
villa y fortaleza de Arcila, en allende, que tenian los portugueses,
acordó de ir á socorrella, porque viendo los moros cuatro navíos de
armada, podian creer que iba socorro de propósito para los hacer mal, y
así alzar el cerco; el cual llegó desde á dos ó tres dias, y halló que
ya eran descercados. Envió el Almirante al Adelantado, su hermano, y
á los Capitanes de los navíos con él, que fuesen á visitar en tierra,
de su parte, al Capitan de Arcila, que estaba herido de los moros, y
á ofrecerle todo lo que él podia de su armada. El Capitan le tuvo en
mucha merced la visita y ofrecimiento, y envió á visitalle y dalle las
gracias, con algunos caballeros que con él estaban, algunos de los
cuales eran deudos de Doña Felipa Moñiz, mujer que fué del Almirante,
en Portugal, como en el primer libro dijimos. Hízose aquel mismo dia
á la vela, y llegaron á la Gran Canaria en 20 del mismo mes de Mayo;
tomaron agua y leña, y, creo que á 25, alzaron las velas para su
viaje. Tuvieron muy próspero tiempo, de manera que sin tocar en las
velas vieron la isla que llamamos y se llama por los indios Matininó,
la última luenga, en 15 dias de Junio. Allí dejó el Almirante saltar
en tierra la gente, para que se refrescasen, y holgasen, y lavasen
sus paños, y cogiesen agua y leña á su placer, todo lo que desean en
largas navegaciones los mareantes; estuvieron allí tres dias, y de allí
partieron, yendo por entre muchas islas, harto frescas y señaladas,
como quien va por entre vergeles, aunque están unas de otras 5 y 6,
y 10 y 12 leguas desviadas. Y porque llevaba uno de los cuatro navíos
muy espacioso, así porque era mal velero que no tenia con los otros,
como porque le faltaba costado para sostener velas, que con un vaiven,
por liviano que fuese, metia el bordo debajo del agua, tuvo necesidad
de llegar á Sancto Domingo á trocar aquel con alguno de los de la
flota que habia llevado el Comendador mayor, ó comprar otro. Llegó á
este puerto de Sancto Domingo á 29 de Junio, y, estando cerca, envió
en una barca del un navío, al Capitan dél, llamado Pedro de Terreros,
que habia sido su Maestre-sala, á que dijese al Comendador de Lares
la necesidad que traia de dejar aquel navío, que tuviese por bien que
entrase con sus navíos en el puerto, y, no sólo por cambiar ó comprar
otro, pero por guarecerse de una gran tormenta, que tenia por cierto
que habia presto de venir. El Gobernador no quiso dalle lugar para
que en este rio y puerto entrase, y creo yo que así lo habia traido,
por mandado de los Reyes, porque en la verdad, estando áun allí el
comendador Bobadilla, de quien tantas quejas él tenia, y Francisco
Roldan y los que con él se le alzaron, y que tanto mal habian dicho
y escrito á los Reyes dél, y otras razones que se podian considerar,
y de donde pudieran nacer algunos y graves escándalos, y los Reyes
proveyeron en ello prudentísimamente, no dándole licencia para que
aquí entrase, y mandallo tambien al Comendador y Gobernador, que no
lo admitiese; y, que no se lo mandaran los Reyes, no admitiéndolo
él lo hiciera como prudente. Finalmente, viendo que no le dejaban
entrar, y sabiendo como la flota de las 32 naos, en que habia venido
el Comendador de Lares, estaba para se partir, envióle á decir que no
la dejase por aquellos ocho dias, porque tuviese por cierto que habia
de haber una grandísima tormenta, de la cual huyendo, él se iba á
meter en el primer puerto que más cerca hallase. Fuése á meter en el
puerto que llaman puerto Hermoso, 16 leguas deste de Sancto Domingo,
hácia el Poniente. El Comendador de Lares, no curó de creerlo, cuanto
á no dejar salir la flota, y los marineros y pilotos, desque oyeron
que aquello habia enviado á decir el Almirante, unos burlaron dello, y
quiza dél, otros lo tuvieron por adivino, otros, mofando, por profeta,
y así no curaron de se detener; pero luego se verá cómo les fué. Y
para esto, es aquí de saber, que no es menester ser el hombre profeta
ni adivino para saber algunas cosas por venir, que son efectos de
causas naturales, sino basta ser los hombres instructos y doctos en
filosofía natural, ó en las cosas que por la mayor parte suele acaecer
tener experiencia. De los primeros son los astrólogos, que dicen,
ántes muchos dias que acaezca, que ha haber eclipse, porque teniendo
ciencia de los cursos y movimientos de los cuerpos celestiales, que
son causas naturales de los eclipses, cognoscen que, de necesidad, de
aquellas causas han de proceder aquellos efectos, y así de otras muchas
cosas naturales, como que ha de haber en aquel año muchas lluvias, ó
sequedad, etc.; de los segundos son los marineros, y que han navegado
muchas veces, por las señales naturales que por la mar en el ponerse
ó salir el sol de una ó de otra color, en la mudanza de los vientos,
en el aspecto de la luna, que vieron y experimentaron muchas veces. Y
una señal muy eficaz de haber de venir tormenta, y que por maravilla
yerra, es cuando sobreaguan muchas toninas, que son, creo que, los
que llaman por otro nombre delfines, y los lobos marinos; y esta es
la más averiguada, porque andan por lo hondo buscando su comida, y la
tempestad de la mar se causa de cierta conmocion y movimientos que se
hace abajo en el profundo de la mar, en las arenas, por los vientos que
allá entran, y, como aquestas bestias lo sienten, van luego huyendo
con gran estruendo, de aquellos movimientos, arriba á la superficie
del agua, y á la orilla, y, si pudiesen, saldrian á tierra; y así,
dan cierta señal de que ha de venir tempestad por la causa que dello
sintieron. Y así, como el Almirante, destas causas y efectos y señales,
de haberlas visto infinitas veces, tuviese larguísima experiencia, pudo
cognoscer y tener por cierta la tormenta; y haber dicho verdad, y tener
dello buen cognoscimiento, pareció luego, desde á no muchas horas,
por sus efectos. Embarcóse el comendador Bobadilla y Francisco Roldan,
el alzado, con otros de su ralea, que tantos daños y escándalos habian
causado y hecho en esta isla; embarcáronse estos y mucha otra gente
en la nao _Capitana_, que era de las mejores de toda la flota, donde
iba Antonio de Torres, el hermano del ama del Príncipe, por Capitan
general. Metieron allí tambien, preso y con hierros, al rey Guarionex,
Rey y señor de la grande y real Vega, cuya injusticia que padeció
bastaba para que sucediera el mal viaje que les sucedió, sin que otra
se buscara, como en el primer libro declaramos, cap. 121. Metieron
en esta nao _Capitana_ 100.000 castellanos del Rey, con el grano que
dijimos, grande, de 3.600 pesos ó castellanos, y otros 100.000 de los
pasajeros que iban en la dicha nao. Estos 200.000 pesos, entonces,
más eran y más se estimaban, segun la penuria que habia entónces de
dinero en España, que agora se estiman y precian 2 millones, y áun, en
la verdad, más se hacia y proveia y sustentaba, en paz ó en guerra,
en aquellos tiempos con 200.000 castellanos, que agora con todas las
millonadas; y así les conviene, millonadas, porque son cuasi nada.
Así que salió por principio de Julio nuestra flota de 30 á 31 navíos,
aunque algunos dijeron que eran 28, entre chicos y grandes; y desde á
treinta ó cuarenta horas vino tan extraña tempestad y tan brava, que
muchos años habia que hombres, en la mar de España ni en otras mares,
tanta, ni tal, ni tan triste, habian experimentado. Perecieron con ella
las 20 velas ó naos, sin que hombre, chico ni grande, dellas escapase,
ni vivo ni muerto se hallase; y toda esta ciudad que estaba de la otra
banda del rio, como todas las casas eran de madera y paja, toda cayó en
el suelo, ó della muy gran parte; no parecia sino que todo el ejército
de los demonios se habian del infierno soltado. Al principio della,
con la gran escuridad, que llaman los marinos cerrazon, los navíos
del Almirante se apartaron los unos de los otros, y cada uno padeció
gran peligro, estimando de los otros que seria milagro si escapasen.
Finalmente, tornáronse á juntar en el dicho puerto Hermoso ó el de
Açua, que está de aquel cuatro ó cinco leguas; ó quizá alguna más; y
así escapó el Almirante y sus navíos, y los de la flota perecieron por
no creelle. Allí hobo fin el comendador Bobadilla, que envió en grillos
presos, al Almirante y á sus hermanos; allí se ahogó Francisco Roldan
y otros que fueron sus secuaces rebelándose, y que á las gentes desta
isla tanto vejaron y fatigaron; allí feneció el rey Guarionex, que,
gravísimos insultos, y violencias, daños y agravios habia rescibido
de los que se llamaban cristianos, y, sobre todos, la injusticia que
al presente padecia, privado de su reino, mujer é hijos, y casa,
llevándolo en hierros á España, sin culpa, sin razon y sin legítima
causa, que no fué otra cosa sino matallo mayormente siendo causa que
allí se ahogase. Allí se hundió todo aquel número de 200.000 pesos de
oro, con aquel monstruoso grano de oro, grande y admirable. Aqueste tan
gran juicio de Dios no curemos de escudriñallo, pues en el dia final
deste mundo nos será bien claro. En esta flota fué Rodrigo de Bastidas,
pero escapóse en un navío de los ocho ó seis que escaparon; y así erró
Gonzalo Hernandez de Oviedo, en el capítulo 8.º del lib. III de su
Historia, donde dijo que lo habia enviado preso el comendador Bobadilla
con el Almirante: yo sé que esto no es verdad.


CAPÍTULO VI.

Quédese partido del puerto Hermoso, ó del de Açua, ó puerto Escondido,
como algunos lo llamaron, con sus cuatro navíos, el Almirante, y vaya
enhorabuena su viaje hasta que á él volvamos; agora, tornemos sobre
lo que se siguió despues que el Comendador de Lares fué á esta isla y
puerto llegado. Salido á tierra, estábale con toda la gente, vecinos
desta ciudad, el comendador Bobadilla, en la ribera, esperando, y
despues de los comedimientos acostumbrados, lleváronlo á la fortaleza
de tapias, que allí habia, que no era tal, como la de Salsas, donde
lo habian aposentado; presentó sus provisiones ante Bobadilla, y
Alcaldes, y Regidores y Cabildo de la villa; obedeciéronlas todos, y
pusiéronlas sobre sus cabezas, y, cuanto al cumplimiento, hicieron la
solemnidad que se suele hacer, tomándole juramento, etc. Comenzó luego
á gobernar prudentemente, y á su tiempo mandó apregonar la residencia
del comendador Bobadilla, en la cual era cosa de considerar ver al
comendador Bobadilla cuál andaba sólo y desfavorecido, yendo y viniendo
á la posada del Gobernador, y parecer ante su juicio, sin que hombre lo
acompañase de los á quien él habia favorecido y dicho, «aprovechaos,
que no sabeis cuánto este tiempo os durará,» y todo este inícuo
provecho no se entendia sino del sudor y trabajos de los indios. Y en
la verdad, él debia ser, de su condicion y naturaleza, hombre llano
y humilde; nunca oí dél, por aquellos tiempos, que cada dia en él se
hablaba, cosa deshonesta, ni que supiese á cudicia, ántes todos decian
bien dél; y, puesto que por dar larga licencia que se aprovechasen de
los indios los 300 españoles, que en esta isla, entónces, sólos, como
se dijo, habia, les diese materia de querello bien, todavía, si algo
tuviera de los susodichos vicios, despues de tomada su residencia, y
desta isla ido y muerto, alguna de las muchas veces que hablábamos en
él, algun pero, ó si nó, dél se dijera. Hizo tambien el Comendador de
Lares las informaciones de las cosas pasadas en esta isla, en lo de
Francisco Roldan y su compañía, y, segun creo (porque no me acuerdo
bien dello), preso lo envió, aunque sin prisiones, á Castilla, para que
los Reyes determinasen la justicia de lo que merecia; pero entremetióse
la divina Providencia de prima instancia, llamándolo más presto para
su alto y delgado juicio. Ya dije, arriba, en el primer capítulo deste
segundo libro, como el comendador Bobadilla ordenó que todos los que
quisiesen llevar indios á coger oro á las minas, pagasen á los Reyes,
de 11 pesos, uno; pero porque, ó los Reyes allá lo sintieron mucho,
como se hobiese hecho sin su poder y comision, y por eso mandaron al
Comendador de Lares, que hiciese lo que luego diré, ó porque á él acá
le pareció que debia hacerlo así, mandó que todos los que habian cogido
de las minas oro, no embargante que hobiesen pagado el onceno, pagasen
el tercio sin aquello; y porque las minas entónces andaban ricas, como
estaban vírgenes, y todos se apercibian de haber herramientas y tener
del caçabí, ó pan desta isla, para poder echar indios y más indios
á las minas, y valia un azadon 10 y 15 castellanos, y una barreta,
de dos ó tres libras, 5, y un almocafre, 2 y 3, y 4 ó 5.000 matas de
las raíces que hacen el pan caçabí, 200 y 300 y más castellanos ó
pesos, los más cudiciosos de coger oro, gastaban en estas pocas cosas
2 y 3.000 pesos de oro que cogian; cuando les pidieron el tercio
del oro que habian cogido, y, por mejor decir, los indios que ellos
oprimian, no se hallaron con un maravedí; y así, vendian por 10 lo que
habian comprado por 50, por manera, que todos los que más oro habian
cogido, más que otros quedaron perdidos. Los que se habian dado á las
granjerías y no á coger oro, quedaron segun las riquezas de entónces,
como no pagaron, quedaron ricos; y esta fué regla general en estas
islas, que todos los que se dieron á las minas, siempre vivian en
necesidad, y áun por las cárceles, por deudas; y por el contrario,
tuvieron más descanso y abundancia los dados á las granjerías, sino
era por otros malos recaudos de excesos en el vestir, y jaeces y otras
vanidades que hacian, con que al cabo no medraban ni lucian, sino, como
aire, todo se les iba, porque fuese argumento de, cuán injustamente,
con las fatigas y sudores de los indios, lo adquirian, puesto que
ellos, poco y nada del castigo advertian. Las granjerías de entónces
no eran otras sino de criar puercos y hacer labranzas de las del pan
caçabí y las otras raíces comestibles, que son los ajes y batatas.
Cerca de los que hobiesen de sacar oro de las minas, ordenaron los
Reyes que, desde adelante, de todo lo que sacasen, les acudiesen con
la mitad, y como ninguno acá pasaba, sino para, cogiendo oro, desechar
de sí la pobreza, de que España en todos los estados abundaba, luego
que desembarcaron, acordaron todos de ir á las minas viejas y nuevas,
que distan desta ciudad ocho leguas, como se ha dicho, á coger oro,
creyendo que no habia más de llegar y pegar. Allí veríades hacer sus
mochilas cada uno de vizcocho de la harinilla que les habia sobrado ó
traian de Castilla, y llevarlas á cuestas con sus azadones y gamellas
ó dornajos, que acá llamaban y hoy llaman bateas, y los caminos de
las minas como hormigueros, de los hidalgos, que no traian mozos,
ellos mismos con sus cargas á cuestas, y los caballeros que algunos
trujeron. Aquellos, llegados á las minas, como el oro no era fruto de
árboles, que llegando lo cogiesen, sino que estaba debajo de la tierra,
y sin tener cognoscimiento ni experiencia, cómo ni por qué caminos ó
vetas iba, hartábanse de cavar y de lavar la tierra que cavaban los
que nunca cavar supieron; cansábanse luego, sentábanse, comian muchas
veces, como digerian la comida, con el trabajo, presto, tornaban á
cavar, y al cabo no vian relucir, de sus trabajos, premio. A cabo de
ocho dias, no quedando cosa ya de comer en las talegas, volvíanse á
esta ciudad, ó villa que era, tan vacíos de una señal de oro, por
chica que fuese, como de bastimentos; tornaban á comer de lo poco que
les quedaba, traido de Castilla. Comenzáronse á descorazonar viéndose
defraudados del fin que los habia traido, con esto probábalos la
tierra dándoles calenturas; sobre aquellas, fáltales la comida y la
cura y todo refugio; comiénzanse á morir en tanto grado que á enterrar
no se daban á manos los clérigos. Murieron más de los 1.000, de 2.500,
y los 500, con grandes angustias, hambres y necesidades, quedaban
enfermos; y desta manera les ha acaecido á todos los más de los que
despues acá han querido venir por oro á tierras nuevas. Otros que
traian vestidos y ropas, y cosas algunas de valor, y herramientas, como
los 300 que acá estaban andaban desnudos, que apenas tenian camisa de
lienzo, sino sola de algodon, sin sayo ni capa, y en piernas, vendian
les vestidos, y con aquello se sustentaron más tiempo. Había otros,
que hicieron compañía con algunos de los 300, comprándoles la mitad
ó el tercio de sus haciendas, dándoles luego, en vestidos y cosas
que trujeron, parte del precio, y adeudándose en 1.000 y en 2.000
castellanos, que era el resto, porque como los 300 estaban apoderados
en la tierra, y tenian las señoras dellas por criadas, como en el
primer capítulo deste libro segundo referimos, eran poderosos en tener
comida en abundancia y servicio de indios, y muchas haciendas de la
tierra, y eran señores y Reyes, aunque, como dije, andaban en piernas.
En todo este tiempo estábanse los indios pacíficos en sus casas, algo
resollando de las tiranías y angustias que de Francisco Roldan y los
demas habian pasado, sacados los que de los 300 españoles tenian á
las señoras por criadas, que trabajos no les faltaban; habia una sola
provincia levantada y puesta en armas, esperando cuando habian de ir
sobre ella los cristianos, de que haremos, placiendo á Dios, mencion
abajo. Un hidalgo llamado Luis de Arriaga, vecino de Sevilla, que
habia estado con el Almirante en esta isla, ofrecióse á los Reyes de
traer 200 casados de Castilla, para poblar con ellos en esta isla
cuatro villas, con que los Reyes les diesen pasaje franco y otras
exenciones harto débiles; la una, que les diesen tierras y términos
convenientes para las villas y para que labrasen ellos, reservada
la jurisdiccion civil y criminal para los Reyes y sucesores de Sus
Altezas, y excepto los diezmos y primicias, que, concedidos del Papa,
tenian los Reyes, no les pusiesen derecho otro ni inposicion alguna,
por término de cinco años. Reservaron tambien todos los mineros de
oro, plata y cobre, y hierro, y estaño, y plomo, y azogue, y brasil, y
mineros de azufre, y otros cualesquiera que fuesen, y las salinas, y
los puertos de mar, y todas las otras cosas que á los derechos reales
pertenecen, que hobiese dentro de los términos de las dichas villas.
Item, que de todo el oro que cogiesen, ellos y los indios que con
ellos anduviesen, diesen la mitad de todo ello para los Reyes, y que
no pudiesen rescatar oro alguno de los indios. Item, que no pudiesen
tomar brasil, y, si tomasen, acudiesen á los Reyes con todo ello.
Item, que de todo lo que hobiesen de los indios que no fuese oro,
como algodon y otras granjerías en que los enseñasen ó industriasen,
fuera de los términos de las dichas villas, fuesen obligados á dar el
tercio á los Reyes, fuera de las cosas que fuesen de comer. Item, que
si descubriesen algunos mineros á su costa, de todo el oro que dellos
cogiesen, sacadas las costas, diesen la mitad á los Reyes, quedando
los mineros tambien para Sus Altezas, y creo que esto se entendia, si
los hallasen dentro de los términos de los pueblos ó villas que habian
de hacer. Item, que si descubriesen islas ó tierra firme, que hasta
entónces no fuesen descubiertas, de todo el oro y perlas diesen la
mitad, pero de las otras cosas pagasen el quinto. El pasaje franco,
se les dió sólo á sus personas, y no para cosa chica, ni grande,
de las que llevasen de su casa y ropa. Fué otra merced, que en las
dichas villas no pudiesen morar ni vivir persona alguna de las que de
Castilla se desterrasen para las Indias, ni que hobiesen sido judíos,
ni moros, ni reconciliados, por honra de los dichos 200 vecinos;
habian de ser obligados á residir cinco años en esta isla, y servir
en ella y hacer cumplir lo quel Gobernador della, de parte de los
Reyes, les mandase, sin sueldo alguno, especialmente si algunos de los
españoles no obedeciesen sus mandamientos reales, ó algunas provincias
se rebelasen, ó algunos indios se alzasen contra su servicio, á sus
propias costas les hiciesen la guerra, y si ántes de los cinco años
quisiesen volverse á Castilla, lo pudiesen hacer, pero que no pudiesen
vender lo que por razon de la vecindad se les hobiese dado, sino que lo
perdiesen, y los Reyes hiciesen dello lo que por bien tuviesen. Esta
fué la capitulacion que los Reyes mandaron tomar con Luis de Arriaga,
la cual se extendió á todos los españoles que á esta isla viniesen á
poblar. Despues no pudo hallar 200 casados, sino 40; suplicó desde
Sevilla, que aquellos gozasen de aquellas mercedes, los Reyes se lo
concedieron. Venidos á esta isla, Arriaga con sus 40 casados, como lo
habian ellos de sudar y trabajar, y no venian á esto, sino á holgar y
volverse con muchos dineros, ni hicieron villas, ni castillos, sino
entre los demas se mezclaron, y lo que de los más fué dellos. Algunos
dias despues, los que cogian oro, de los 300 que acá hallamos, y los
que de nuevo vinieron, que con ellos hicieron compañía, quejábanse al
Gobernador, que era mucho y muy oneroso dar á los Reyes, del oro que
sacasen de las minas, la mitad, por el mucho trabajo y costa con que
se sacaba, y, por tanto, que escribiese á los Reyes se contentasen con
recibir el tercio; escribiólo, y concediéronselo, y esta libertad se
concedió por un capítulo de una Carta real para el Gobernador. Otra
vez se suplicó á los Reyes, que así como por la dicha capitulacion se
habia de pagar la tercia parte del algodon, y otras cosas que no fuesen
metales, que tuviesen por bien que no pagasen sino la cuarta, y esta,
por Provision real, hecha en Medina del Campo, á 20 de Diciembre de
503. Despues, hallando tambien por oneroso pagar á los Reyes el tercio
del oro, tornaron los españoles desta isla á suplicar que no quisiesen
llevarles tanto, y enviaron, por Procurador, á los Reyes, sobre ello,
á un caballero de Sevilla, llamado Juan de Esquivel; y en fin, los
Reyes les concedieron que no pagasen, de cualesquiera metales, más del
quinto, y esto fué por Provision real, que comenzaba: «D. Hernando y
Doña Isabel, por la gracia de Dios, etc.;» y la fecha della fué á 5 de
Febrero de 504, en Medina del Campo. Habemos querido poner aquí estas
menudencias pasadas, de que ninguno de los que escriben podrá dar
noticia particularizada, para que se vea cuán estrechos andaban los
Reyes por aquel tiempo en abrir mano de los derechos reales, y en hacer
mercedes cuán limitados, por la pobreza grande que habia en Castilla en
aquel tiempo, y los Reyes católicos, no ménos que sus reinos, carecian
de riquezas y abundancia, con toda la cual, no empero, por eso, dejaban
de hacer, en ellos y fuera dellos, hazañas.


CAPÍTULO VII.

En este tiempo, cesada la tormenta que sumió en los abismos la flota,
determinó el Gobernador de poblar una villa en el puerto de Plata,
que está á la parte del Norte en esta isla, por buenos respectos;
y el uno, principal, fué por ser puerto donde podian venir, como
vinieron, navíos, despues, y volver á Castilla con ménos dificultad
que á éste, y deste puerto. Lo otro fué por estar en comedio de la
isla, 10 leguas de la gran Vega, donde habia dos villas principales,
la de Santiago, que está 10 leguas, y la Concepcion, 16, dél, y las
mismas 10 ó 12 leguas de las minas de Cibao, que fueron tenidas por
las más ricas de toda esta tierra; y así, dieron mucho más oro y más
fino que las de Sant Cristóbal y todas las otras. Otra razon y motivo
tuvo, y esta fué, acompañar la isla de pueblo por aquella parte, donde
habia mucha multitud de indios; en aquel puerto no habia más que un
vecino de la villa de Santiago, que tenia una granja, que llamaban
Estancia, donde criaba puercos y gallinas, y otras granjerías ántes
desto. Así que, acordado de enviar á poblallo, envió ciertos vecinos,
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