Historia de las Indias (vol. 3 de 5) - 02

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á los indios, vecinos della, como hicieron siempre todos los que por
aquella costa y en aquellos rescates y tratos andaban; pudiéralo bien
saber entónces, y despues, si en ello mirara, pero porque despues
tuve mucha conversacion y amistad con el dicho Rodrigo de Bastidas, y
siempre le cognoscí ser para con los indios piadoso, y que de los que
les hacian agravios blasfemaba, tuve concepto dél que, cerca dello,
andando por allí en aquellos tiempos y tractos, sería moderado. El
comendador Bobadilla le prendió, porque, diz que, habia rescatado oro
con la gente de Xaraguá, que es donde desembarcó. Finalmente, salió
desta isla para España, año de 502, por Julio, en la flota que abajo
se dirá; desembarcado en Cáliz, fué á la corte, que á la sazon estaba
en Alcalá de Henares, donde pagó el quinto á los Reyes del oro y
perlas que traia, de que todos los que oian llevar de la tierra firme
aquellas riquezas, no poco se alegraban. Díjose haberle hecho merced
los Reyes de 50.000 maravedís de juro de por vida, en la dicha tierra
del Darien, cuando se poblase, porque la descubrió; dellos creo yo que
pocos hobo. Todo lo que arriba dicho habemos de Rodrigo de Bastidas y
de aqueste su viaje, por muchos testigos en el proceso de que arriba
en el libro precedente habemos hecho mencion, que se formó entre el
fisco y el Almirante, fué probado. Cuando Rodrigo de Bastidas partió
para hacer aquel su viaje, aparejaba el suyo segundo, Alonso de Hojeda,
y, partido de Cáliz, fué por los mismos rumbos y camino que Rodrigo
de Bastidas, no sabiendo que el Bastidas iba por allí; llegó Hojeda
al golfo de Urabá, y, al principio ó ántes de la entrada dél, acordó
hacer una fortaleza de madera ó de tapias, para, desde allí, entrar
á descubrir, ó la tierra adentro, ó por la mar, de donde mandó ir un
navío por la costa abajo, y llegó hasta el puerto dicho del Retrete,
que llamamos al presente, del Nombre de Dios, que Bastidas habia ya
descubierto. Esto dice Alonso de Hojeda mismo en cierto artículo, á
instancia del Fiscal, en el susodicho proceso. En este viaje segundo
de Hojeda, con quien otra vez navegó á estas Indias Américo Vespucio,
tornó á persistir en el engaño que quiso hacer, aplicando á sí mismo el
descubrimiento, tácitamente, de la tierra firme, usurpando la gloria
que al Almirante, porque lo hizo, se le debia, Vespucio, porque puso en
su segunda navegacion, que partieron de Cáliz á 11 dias de Mayo del año
1499. Pudo ser decir verdad en el dia y en el mes, pero no es verdad
lo del año, porque no fué sino el de 500. Esto queda claro en los
capítulos 141, y 163, y 166, y 167, donde se probó, que para el primero
viaje que hizo Alonso de Hojeda, en el cual trujo consigo al Américo
Vespucio, partió de Castilla y del puerto de Sancta María despues que
el Almirante envió las nuevas á los Reyes de como habia descubierto
á Paria, que es tierra firme, y las perlas, por la cual nueva Hojeda
se movió á venir á descubrir, y vino por la misma figura y caminos
ó rumbos que habia enviado el Almirante á los Reyes, y estas nuevas
llevaron los cinco navíos que partieron desta isla á 18 dias de Octubre
del año de 98, y llevaron á Castilla por Navidad, como queda, en el
cap. 155, dicho; luego, imposible fué haber partido en el primer viaje,
Hojeda y Vespucio, el año de 97, sino el año de 99, ya que diga verdad
en lo del mes y del dia, porque dice que partieron á 20 de Mayo: en el
cual viaje, dice tambien, que tardaron diez y ocho meses, aunque arriba
queda declarado que no fueron sino cinco meses, luego, concluido queda,
contra Vespucio, que el segundo viaje que hizo con Alonso de Hojeda,
no fué año 99, sino de 500. De donde parece como Américo pretendió
tácitamente aplicar á su viaje y á sí mismo, el descubrimiento de la
tierra firme, usurpando al Almirante lo que tan justamente se le debia.
Parece tambien, que, por este intento y por los que más, quizá, le
movieron, trastrocó las cosas que vieron é hicieron en el primer viaje,
con las del segundo, y las del segundo, á las del primero; y por esto,
y por muchos argumentos en los capítulos dichos traidos, creo que los
diez y ocho meses que dice haber tardado en el primer viaje, y lo que
dél cuenta que vieron y trataron con diversas gentes, hobiese sido
en el segundo y no en el primero. Y que esto sea verdad, y Américo
haya escrito falsamente, atribuyendo lo del un viaje al otro, y por
consiguiente, se deba presumir dél todo lo que se ha probado en los
susodichos capítulos, y que á sabiendas haya querido aplicar á sí el
descubrimiento de la tierra firme, pruébase evidentemente por lo que
afirma de la isla de los Gigantes, haberla visto en el segundo viaje,
como haya sido en el primero; y, que haya sido en el primero, parece
por lo que articula el Fiscal, por el fisco, y dice así en la quinta
pregunta: «Item, si saben que en este tiempo Alonso de Hojeda é Juan
de la Cosa, piloto, y los que fueron en su compañía, descubrieron en
la costa de la tierra firme, hácia el Poniente de los Frailes y los
Gigantes, hasta la parte que agora se llama Cuquibacoa, etc.;» los
Frailes llamaron á unas isletas muy bajas que están junto á la isla de
la Margarita. Dice Andrés de Morales, testigo y piloto, «que de Paria
fueron de puerto en puerto hasta la isla de los Gigantes, y de allí
discurrieron á la provincia de Cuquibacoa, hasta el cabo de la Vela,
el cual nombre le pusieron los dichos Juan de la Cosa y Hojeda, etc.»
Item, el mismo Hojeda, tomado por testigo por el Fiscal, dice á la
misma pregunta: «Alonso de Hojeda dice que la verdad desta pregunta es,
que este testigo (y es el dicho Alonso de Hojeda), vino á descubrir, el
primer hombre que vino á descubrir despues que el Almirante descubrió
al Mediodia la tierra firme, y corrió por ella cuasi 200 leguas, hasta
Paria, y salió por la boca del Drago, y allí cognosció que el Almirante
habia estado en la isla de la Trinidad, junto á la boca del Drago, y,
yendo su camino, fué descubriendo, desde los Frailes hasta en par de
las islas de los Gigantes, el golfo de Venezuela, etc.» Todas estas
son palabras de Hojeda. Otro testigo que fué con ellos á aquel viaje
primero, y dice que vido las islas de los Frailes y de los Gigantes,
y todo lo que la pregunta pide, y otros dos ó tres, dicen lo mismo,
etc.; luego, no en el segundo, sino en el primer viaje que Hojeda
hizo, descubrió la isla de los Gigantes, y no en el segundo, como
Américo Vespucio afirma; y por consiguiente, queda probado lo en los
dichos dos viajes acaescido; y así, con razon, en lo demas se le debe
dar poco crédito. Y que viniese con el dicho Hojeda el Américo en el
segundo viaje, él mismo lo confiesa en su segunda navegacion, al cabo
della, donde dice que arribaron á la isla Española, que llama Antiglia,
que Cristóbal Colon hobiera descubierto pocos dias habia; desta su
llegada, y los escándalos que Hojeda hizo en ella, en el cap. 167 queda
escrito. Quiero aquí referir lo que dice Américo de los gigantes que
vido, entrando, que entraron en una isla, la mayor de seis que hay,
no más desde Paria hasta Cuquibacoa, que hoy decimos Venezuela, dejada
aparte la Margarita y otras isletas no de cuenta, y aquella debia ser
la que llaman los indios Curaçáo, la penúltima luenga; estas son seis
isletas que están en renglera, que distan de la tierra firme cuasi 15
y 20 leguas. Entraron, pues, nueve hombres dellos en ella, obra de una
legua, donde vieron ciertas casas; hallaron en ellas cinco mujeres,
dos viejas y tres muchachas, las cuales eran de tan grande estatura,
que hacian ventaja á los más altos hombres que dellos habia, y señala
uno, que debia ser demasiadamente alto entre ellos, por manera que
quedaron admirados de verlas; ellas, vistos los nuestros, quedaron
llenas de miedo, y una de las viejas, con grandes halagos, ofrece á los
cristianos muchas cosas de sus comidas. Estando hablando ellos en que
sería bien llevarlas á los navíos para Castilla, como cosa de grande
admiracion digna, sobrevienen 35 ó 36 hombres mucho más espantables de
cuerpos que las mujeres, y de tan hermosa disposicion, que era cosa
deleitable verlos, los cuales vistos, dice Américo, que tanta turbacion
y miedo tuvieron él y sus compañeros, que quisieran harto más estar en
los navíos que cabe ellos; hablaban entre sí como que querian dar en
los nuestros. Los nuestros tractaban si darian primero en ellos, pero
acordaron de salirse disimuladamente y dar la vuelta hácia los navíos;
y los indios, algo desviados, iban tras ellos, y así llegaron á la
mar, y embarcados en los bateles y apartados de tierra, lánzanse los
indios al agua, y de allí tiráronles muchas flechas, y, con esto, los
unos y los otros quedaron ilesos. Aquella isla, que cuasi es redonda,
y terná de circuito 20 leguas, está poblada hoy de indios, y siempre
lo estuvo, no de gigantes, sino como los otros; no cognoscí hombre, en
aquellos tiempos, ni despues acá, que hobiese visto aquellos gigantes,
ni supe aquellos gigantes qué se hayan hecho, más que desde entónces
acá llamamos las islas de los Gigantes aquellas, no sé por qué, ni si
en las otras cinco los habia. Resta por decir de lo tocante á estos
viajes de Alonso de Hojeda, lo que más siento, allende lo dicho, y es
que ningun viaje hizo Alonso de Hojeda á la tierra firme, que, de
tornada, por esta isla Española no volviese, como abajo se dirá; y así,
tengo por cierto, que lo hizo estos dos, primero y segundo, puesto que
Américo lo calle y no lo refiera, él quizá supo por qué. Y lo que yo
dello siento es, que como Hojeda fuese muy estrecho, segun se decia,
en repartir con su compañía los mantenimientos, como abajo diremos,
siempre los que gobernaba estaban mal con él, y era tanto, que algunas
veces sus mismos súbditos lo prendieron y echaron en grillos; y porque
hasta este tiempo de que vamos hablando yo no me acuerdo, ni de ninguno
entendí, en aquellos años ni despues, que hobiese Hojeda hecho mas
destos dos viajes á tierra firme: y una vez lo prendieron, yendo él por
Capitan como siempre lo iba, y lo trujeron con dos pares de grillos
en el navío, viniendo aportar al puerto de Yaquimo, que el Almirante
llamaba del Brasil, que está 80 leguas del puerto y ciudad de Sancto
Domingo, en esta isla, y confiando de su gran ligereza, una noche se
echó á la mar, lo más secreto que pudo, pensando en tierra escaparse de
los que preso le traian, que estaba un gran tiro de piedra y áun quizá
de ballesta, que babia de nadar (tengo pensamiento que fué en aqueste
su segundo viaje su prision y este caso de echarse á la mar, con dos
pares de grillos, y quizá por esta causa, Américo Vespucio, trastrueca
las cosas destos dos viajes, como ha parecido); yendo, pues, nadando
con sólos los brazos, como los dos pares de grillos le llevaban al
fondo, dió voces que le socorriesen, porque se ahogaba; fueron luego
con la barca, y tomáronle, y así escapó: extraño caso. El proceso que
alego que hobo entre el Fiscal del Rey y el segundo Almirante, hallarse
há, si menester fuere, con mis escrituras, en un libro encuadernado, en
el colegio de Sant Gregorio que en Valladolid está; las navegaciones de
Américo, en el libro que se dice _Novus Orbis_ andan.


CAPÍTULO III.

En este tiempo y año de 500, por las grandes quejas que el Almirante
á los Reyes daba, de los agravios que decia haber recibido del
comendador Bobadilla, pidiendo justicia, y cosas que, para imputarle
culpas, delante los Reyes alegaba, y por otras razones que á los
Reyes movieron, determinaron Sus Altezas de proveer y enviar nuevo
Gobernador á esta isla Española; y, por consiguiente, lo era entónces,
gobernándola, de todas las Indias, porque hasta entónces, y despues
algunos años, ninguno habia otro en isla ni tierra firme, ni parte
otra de todas ellas. Este fué don fray Nicolás de Ovando, de la órden
de Alcántara, que á la sazon era Comendador de Lares; despues, algunos
años, vacó en Castilla la Encomienda mayor de Alcántara, estando él
acá gobernando, y le hicieron merced los Reyes de la dicha Encomienda
mayor, enviándole acá su título, y dende adelante le llamamos el
Comendador mayor, como de ántes Comendador de Lares. Este caballero era
varon prudentísimo y digno de gobernar mucha gente, pero no indios,
porque, con su gobernacion, inestimables daños, como abajo parecerá,
les hizo. Era mediano de cuerpo, y la barba muy rubia ó bermeja, tenia
y mostraba grande autoridad, amigo de justicia; era honestísimo en su
persona en obras y palabras, de cudicia y avaricia muy grande enemigo,
y no pareció faltarle humildad, que es esmalte de las virtudes; y,
dejado que lo mostraba en todos sus actos exteriores, en el regimiento
de su casa, en su comer y vestir, hablas familiares y públicas,
guardando siempre su gravedad y autoridad, mostrólo asimismo, en que
despues que le trajeron la Encomienda mayor, nunca jamás consintió que
le dijese alguno señoría. Todas estas partes de virtud y virtudes,
sin duda ninguna, en él cognoscimos. Este tal varon, pues, los Reyes
católicos acordaron enviar y enviaron por Gobernador á esta isla é
Indias, con largas provisiones é instrucciones para todo lo que habia
de hacer, señalándole dos años que durase su gobernacion. Diéronle
poder para que tomase residencia al comendador fray Francisco de
Bobadilla, y examinase las causas del levantamiento de Francisco Roldan
y sus secuaces, y los delitos que habian hecho; item, las culpas de
que era notado el Almirante, y la causa de su prision, y que todo á la
corte lo enviase. Entre otras cláusulas de sus instrucciones fué una
muy principal, y muy encargada y mandada, conviene á saber, que todos
los indios vecinos y moradores desta isla fuesen libres y no sujetos á
servidumbre, ni molestados ni agraviados de alguno, sino que viviesen
como vasallos libres, gobernados y conservados en justicia, como lo
eran los vasallos de los reinos de Castilla, y mandándole asimismo, que
diese órden, como en nuestra sancta fe católica fuesen instruidos; y
cerca deste cuidado, del buen tratamiento y conversion destas gentes,
siempre fué la bienaventurada Reina muy solícita. Trujo consigo por
Alcalde mayor un caballero de Salamanca y licenciado, llamado Alonso
Maldonado, persona muy honrada, prudente y amigo de hacer justicia, y
humano. Despacharon este Gobernador los Reyes de la ciudad de Granada,
donde la corte á la sazon estaba. Hízose una flota de 32 naos y
navíos, entre chicos y grandes; la gente que se embarcó, llegaron á
2.500 hombres, muchos, entre ellos, y los más, eran personas nobles,
caballeros y principales. Vino Antonio de Torres, hermano del ama del
príncipe D. Juan, de quien arriba hemos hablado, por Capitan general,
el cual habia de venir é ir siempre por Capitan de todas las flotas.
Vinieron con él 12 frailes de Sant Francisco, personas religiosas, y
trajeron un Prelado, llamado fray Alonso del Espinal, varon religioso
y persona venerable, y entónces vino acá la órden de Sant Francisco
para poblar de propósito. Partió de Sant Lúcar á 13 dias de Febrero,
primer domingo de Cuaresma, entrante año de 1502. Desde á ocho dias,
que fué domingo segundo de Cuaresma, ya que quedaba poca mar de andar
para llegar á las islas de Canaria, comenzó á venir un vendabal, que es
viento Austro ó del Austro colateral, tan recio y desaforado, que causó
tan grande tormenta en la mar, que ninguno de todos 32 navíos pensó
escapar. Perdióse allí entónces una nao grande con 120 pasajeros, sin
los marineros, segun creo llamada la _Rábida_. Todos los 31 navíos se
desparcieron sin parar uno con otro, alijando, que es echando á la mar
toda cuanta ropa, vino y agua llevaban encima de cubierta, por escapar
las vidas, y unas fueron á Berbería y cabo de Aguer, que es tierra
de moros vecina de las Canarias, otras á una isla dellas, Tenerife,
Lanzarote, La Gomera y Gran Canaria, cada uno donde mejor guiarse pudo.
Y porque acaeció salir de Canaria dos carabelas cargadas de azúcar y
otras cosas, y perderse, y como la misma tormenta echó toda la cajería
y maderas y pipas dellas, y de la nao _Rábida_, á la costa ó ribera
de Cáliz y de los otros marítimos lugares, todos creyeron que toda la
flota era ya perdida y sumida en el agua, segun la fuerza del viento
y braveza de la mar. Van las nuevas luego á los Reyes, á Granada; fué
inextimable el dolor que en oirlo recibieron, y pesar; supimos que
habian estado ocho dias retraidos, sin que hombre los viese ni hablase.
Finalmente plugo á Dios, que, á cabo de grandes peligros y trabajos,
escaparon, y se juntaron todos 31 navíos en la isla de la Gomera;
tomó en Gran Canaria otro navío para la gente que de allí quiso acá
venir, no me acuerdo por qué otras causas. Allí dividió la flota en
dos partes, porque algunos dellos andaban muy poco, y escogió los 15 ó
16 más veleros para que fuesen consigo, y los demas llevase Antonio de
Torres. Llegó á esta isla, y entró en este puerto de Sancto Domingo, á
15 dias de Abril; Antonio de Torres, con la otra media flota, despues,
doce ó quince dias, así como el Comendador mayor con su media flota,
entró por este rio y echaron anclas los navíos. La gente española y
vecinos desta ciudad, que entónces era villa y estaba de la otra parte
del rio, allegáronse á la ribera con grande alegría. Viendo los de
tierra y conociendo á los que venian, algunos de los que habian estado
acá, preguntaban estos por nuevas de la tierra, y aquellos por nuevas
de Castilla, y por quién á gobernar venia; los que venian respondian
que buenas nuevas, y que los Reyes enviaban por su Gobernador destas
Indias al Comendador de Lares, de la órden de Alcántara, y que quedaba
buena Castilla; los de tierra decian, que la isla estaba muy buena,
y, dando razon de su bondad y regocijo, añidian el por qué, conviene
á saber, porque habia mucho oro, y se habia sacado un grano sólo que
pesaba tantos mil pesos de oro, y porque se habian alzado ciertos
indios de cierta provincia, donde captivarian muchos esclavos. Yo lo
oí por mis oidos mismos, porque yo vine aquel viaje con el Comendador
de Lares á esta isla, por manera que daban por buenas nuevas y materia
de alegría, estar indios alzados, para poderles hacer guerra, y, por
consiguiente, captivar indios para los enviar á vender á Castilla, por
esclavos. Abajo se dirá, placiendo á Dios, por qué se alzaron, y la
guerra que, desde á pocos dias que llegamos, se les hizo. El grano que
dije, de que dieron nueva, fué cosa monstruosa en naturaleza, porque
nunca otra joya tal, que la naturaleza sola formase, vieron los vivos;
pesaba 35 libras, que valian 3.600 pesos de oro; cada peso era ó tenia
de valor 450 maravedís; era tan grande como una hogaza de Alcalá (que
hay en Sevilla, y de aquella hechura, que pesa tres libras), y yo lo
vide bien visto. Juzgaban que ternia de piedra, mezclada y abrazada con
el oro (la cual, sin duda, habia de ser por tiempo en oro convertida),
los 600 pesos, y porque la piedra que está entrejerida y abrazada con
el oro en los granos que se hallan, son como manchezuelas menudas,
cuasi todo el grano parece oro, aunque con cantidad de piedra: este,
cierto, era hermosísima pieza. Hallólo una india, desta manera,
conviene á saber: habia dado el comendador Bobadilla, Gobernador,
tan larga licencia á los españoles que se aprovechasen de los indios
y echasen á las minas, cada dos compañeros, sus cuadrillas de 15, y
20, y 30, y 40 indios, hombres y mujeres; Francisco de Garay é Miguel
Diaz (de quien algo se ha tocado, y abajo se dirá más, si á Dios
pluguiere), eran compañeros, y traian su cuadrilla ó cuadrillas en
las minas que dijimos Nuevas, porque se descubrieron despues de las
primeras, que llamaron por esto Viejas, de la otra parte del rio Hayna,
cuasi frontero, ocho leguas ó nueve, desta ciudad de Sancto Domingo;
una mañana, estando la gente almorzando, estaba una india de las de la
misma cuadrilla, sentada en un arroyo, comiendo, y descuidada, pensando
quizá en sus trabajos, captiverio y miseria, y daba con una vara, ó
quizá una barreta, ó almocafre, ó otra herramienta de hierro en la
tierra, no mirando lo que hacia, y, con los golpes que dió, comenzóse á
descubrir el grano de oro que decimos; la cual, bajando los ojos, vido
un poquito dél relucir, é, visto, de propósito descubre más, y, así
descubierto todo, llama al minero español, que era el verdugo que no
los dejaba resollar, y dícele: _ó cama guaxeri guariquen caona yari_.
_Ó cama_, dice oyes, _guaxeri_, señor, _guariquen_, mira ó ven á ver,
_yari_, el joyel ó piedra de oro; _caona_ llamaban al oro. Vino el
minero, y con los vecinos hacen grandes alegrías, quedando todos como
fuera de sí en ver joya tan nueva y admirable y tan rica; hicieron
fiesta asando un lechon ó cochino, lo cortaron y comieron en él,
loándose que comieron en plato de oro muy fino, que nunca otro tal lo
tuvo algun Rey. El Gobernador lo tomó para el Rey, dando lo que pesaba
y valia á los dos compañeros, Francisco de Garay y Miguel Diaz. Pero,
sin pecado, podemos presumir que á la triste india que lo descubrió,
por hallazgo no se le dieron de grana ni de seda faldrillas, y ¡ojalá
le hayan dado un sólo bocado del cochino!


CAPÍTULO IV.

Dejemos agora, llegado no más á esta isla Española, el Comendador de
Lares, y despues Mayor, y tornemos á tractar del principio de otros
nuevos trabajos que ocurrieron al Almirante. En este tiempo y año de
501, despues que los Reyes le mandaron soltar, y vino á la corte,
y lo recibieron benignísimamente, y le consolaron, y certificaron
su prision no haber procedido de su voluntad real, en especial, la
serenísima reina Doña Isabel, que era, como ya se ha dicho, la que
más lo favorecia y estimaba, porque mejor sentia, por ventura, que el
Rey, el servicio inextimable que les habia hecho en haber descubierto
este mundo de acá indiano; el Almirante, siempre les suplicaba que
le tornasen á restituir en su estado, guardándole sus privilegios de
las mercedes que le habian prometido, pues él habia cumplido lo que
prometió, y mucho más, sin comparacion, como era notorio, y no les
habia deservido por obra ni por voluntad, para que desmereciese y
hobiese de perder las mercedes prometidas, ántes, por su servicio,
habia sufrido en esta isla grandes angustias, tolerando y haciendo
comedimientos grandes con Francisco Roldan y los alzados, á los cuales
no dió causa ni ocasion para que le fuesen rebeldes, pues estando él
en su servicio en Castilla, y en el descubrimiento de la tierra firme,
se rebelaron á su hermano; y que no diesen lugar á los émulos que ante
Sus Altezas le calumniaban, y otras muchas razones que en favor de la
justicia que creia tener, alegaba. Item, que aunque ya era viejo, y muy
cansado de tan inmensos trabajos, todavía tenia propósito de gastar
la vida que le quedaba en descubrir, por su servicio, muchas otras
tierras más de las que habia descubierto, y que creia hallar estrecho
de mar en el paraje del puerto del Retrete, que agora es el Nombre
de Dios, por las cuales, sobre todos los reinos del mundo, fuesen los
más esclarecidos y ricos los de España. Los Reyes lo sustentaban con
benignas y dulces palabras, certificándole que tuviese por cierto
que sus previlegios y las mercedes en ellos contenidas, le serian
cumplidas, guardadas, y conservadas, y no sólo las prometidas, pero
de nuevo le serian aquellas confirmadas, y otras hechas y aumentadas.
Y porque mostraba querer ir á descubrir de nuevo, los Reyes se lo
agradecieron, y comenzaron á tratar dello y exhortalle que lo pusiese
por obra, entre tanto que el Comendador mayor la declaracion de las
cosas pasadas en esta isla enviaba, y que le mandarian dar todo
recaudo. Dió sus memoriales, pidió cuatro navíos y bastimentos para dos
años; fuéle todo concedido cuanto dijo serle necesario, prometiéndole
Sus Altezas, que si Dios dél algo en aquel viaje dispusiese, á que no
tornase, de restituir á su hijo el mayor, llamado D. Diego Colon, en
toda su honra y estado. Mandaron al Comendador de Lares que restituyese
al Almirante y á sus hermanos, todo el oro y joyas, y las haciendas
de ganados y bastimentos de pan y vino, y libros, y los vestidos y
atavíos de sus personas, que el comendador Bobadilla les habia tomado,
y que le acudiesen sus oficiales con el diezmo y ochavo del oro, y
de todas las otras ganancias y provechos, segun que sus privilegios
rezaban. Diéronle licencia para que en esta isla Española, tuviese una
persona que entendiese y tuviese cargo de su hacienda, y recibiese las
rentas y lo que hobiese de haber, conforme á sus privilegios, y que
estuviese presente, con el Veedor del Rey, en las fundiciones, para que
viese fundir y marcar el oro que della y de las otras islas y tierra
firme se fundiese y marcase, de todo lo cual rescibiese la décima
parte, y tambien asistiese, con el Factor del Rey, en las cosas de las
mercaderías, y negociacion y ganancias dellas, de las cuales habia de
llevar el Almirante la ochava parte. La persona que señaló el Almirante
para esto, y los Reyes admitieron, fué un caballero nombrado Alonso
Sanchez de Carvajal, creo que natural de Úbeda ó de Baeza. Sobre todas
estas cosas, hicieron los Reyes declaracion, por muchos capítulos, la
cual yo vide, mandando al Comendador de Lares, Gobernador, y Contador,
y Oficiales, y Justicias, y personas destas islas y tierra firme, que
la guardasen y cumpliesen como en ella se contenia, que es lo que
arriba, en suma, queda dicho. Allende la cual dicha declaracion y
mando, que fué hecha en la ciudad de Granada, á 27 dias de Setiembre de
501, mandaron despachar la siguiente Cédula:
«El Rey é la Reina: Comendador de Lares, nuestro Gobernador de las
Indias, Nos habemos mandado y declarado la órden que se ha de tener
en lo que se ha de hacer con don Cristóbal Colon, nuestro Almirante
del mar Océano y sus hermanos, cerca de las cosas que el comendador
Bobadilla les tomó, y sobre la forma que se ha de tener en el acudir al
dicho Almirante con la parte del diezmo y ochavo, que ha de haber de
los bienes muebles de las islas y tierra firme del dicho mar Océano,
y de las mercaderías que Nos de acá enviáremos, segun vereis por la
dicha nuestra declaracion y mandamiento, firmado de nuestros nombres,
que sobre ello les mandamos dar. Por ende vos mandamos que veais la
dicha declaracion, y, conforme á ella, les fagais entregar los dichos
sus bienes, y acudir al dicho Almirante con lo que le pertenece de
lo susodicho; por manera, que el dicho Almirante y sus hermanos, ó
quien su poder hobiere, sean de todo ello entregados, y si el oro y
otras cosas que así el dicho comendador Bobadilla les tomó, lo hobiere
gastado ó vendido, que se lo fagais luego pagar; lo que fuere gastado
en nuestro servicio se les pague de nuestra facienda, y lo que el dicho
comendador Bobadilla hobiere gastado en sus cosas propias, se les pague
de los bienes y facienda del dicho Comendador, y no fagades ende al.
Fecha en Granada, á 28 dias del mes de Setiembre de 1501 años.--Yo
el Rey.--Yo la Reina.--Por mandado del Rey é de la Reina, Gaspar de
Grisio.»
Despacharon finalmente los Reyes al Almirante, mandándole dar todas
las provisiones que para Sevilla y Cáliz eran necesarias para la
expedicion de su flota ó armada; salió con ellas de la ciudad de
Granada, en el mes de Octubre, para Sevilla, donde luego, con mucha
diligencia, entendió en su despacho. Compró cuatro navíos de gavia,
cuales convenian, el mayor no pasaba de 70 toneles, ni el menor de 50
bajaba; juntó 140 hombres, entre chicos y grandes, con los marineros
y hombres de tierra, entre los cuales fueron algunos de Sevilla;
llevó consigo á D. Bartolomé Colon, el Adelantado, su hermano. Toda
esta gente fué á sueldo de los Reyes, como habian venido, por la
mayor parte, los españoles primeros á esta isla. Proveyóse de muchos
bastimentos y de armas, y de toda manera de rescates. Desde Cáliz,
donde tenia los navíos y se aparejaba, ó quizá desde Sevilla, escribió
á los Reyes suplicándoles algunas cosas que le parecieron convenir
para su viaje, algunas, y otras que á él tocaban y á sus hijos y
hermanos. Una fué, que le diesen licencia para entrar en el puerto
desta isla Española, la cual, ántes les habia suplicado, por proveerse
allí de refresco y de cosas que suelen ocurrir, necesarias en todas
las navegaciones, por cortas que sean, cuanto más en viaje tan largo;
pero no se la quisieron dar, diciendo que porque no se detuviese,
sino que lo más presto que pudiese navegase. Pidió tambien tuviesen
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