Historia de las Indias (vol. 2 de 5) - 18

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dulce, sino estéril y seca, y en toda ella habrá obra de dos leguas
de tierra inhabitable, puesto que las perlas la hicieron habitada con
más de 50 vecinos, españoles; miéntras duraron, iban por el agua siete
leguas de allí, á la tierra firme. Dista esta isleta, de donde el
Almirante agora andaba, 50 leguas abajo al Poniente; podia ser que allí
en aquel golfo de la Ballena, por donde andaba, ó en la mar allegada á
la Trinidad, ó á la tierra firme, que llamaba isla de Gracia, hobiese
quizá algunas perlas, pero parece que no, pues los indios señalaban
que al Poniente las cogian. Yo estuve en la dicha isleta y vide las
conchas, y en ellas las perlas que tenian debajo de la carne; no era
uniones sino margaritas, porque tenian cuatro ó cinco juntas, unas
grandes y otras chicas; las ostias son del tamaño que las de Castilla,
y la carne ó pescado dellas la misma, bien sabrosa: yo comí hartas de
ellas. Adelante, placiendo á Dios, en el libro IV se dirá más desta
isleta de Cubagua, y de las perlas, y lo que en ella en los tiempos
pasados se ha hecho y ha acaecido.


CAPÍTULO CXXXVII.

Tornando á donde quedó el hilo de la historia, en este paso hace
mencion el Almirante de muchas puntas de tierra é islas, é nombres que
les habia puesto, pero no parece cuando, y en esto y en otras cosas
que hay en sus Itinerarios, parece ser natural de otra lengua, porque
no penetra del todo la significacion de los vocablos de la lengua
castellana, ni del modo de hablar della; hace mencion aquí de la Punta
Seca, de la isla Isabela, de la isla Tramontana, de la Punta Llana,
de la Punta Sara, suponiéndolas, empero ninguna cosa ha dicho dellas,
ó de alguna dellas. Dice que toda aquella mar es dulce, y que no sabe
de donde proceda, porque no parecia haber disposicion de grandes rios
(y que los hobiese, dice, que no dejaria de ser maravilla), pero
engañábase en pensar que no habia rios, porque aquel rio Yuyaparí era
tan caudal y poderoso, como está dicho, y otros que salen por allí.
Deseando ya salir deste golfo de la Ballena, donde andaba cercado de
tierra firme y de la Trinidad, como dicho queda, navegando al Poniente
por aquella costa de tierra firme, que él llamaba de Gracia, hácia
la Punta Seca, que no dice donde era, halló dos brazos de agua no
más; envió la carabela pequeña para ver si habia salida al Norte,
porque, frontero de la tierra firme y de la otra que llamó Isabela,
al Poniente, parecia una isla muy alta y hermosa; volvió la carabela,
y dijo que halló un golfo grande y en él cuatro grandes aberturas que
parecian golfos pequeños, y á cabo de cada uno un rio. Á este golfo
puso nombre Golfo de las Perlas, aunque no hay, creo yo, ninguna.
Esto parece que era al rincon de todo este golfo grande, donde andaba
el Almirante cercado de la tierra firme y de la isla de la Trinidad;
aquellas cuatro abras ó oberturas, creia el Almirante que eran cuatro
islas, y que no parecia que hobiese señal de rio que hiciese todo
aquel golfo, de más de 40 leguas de mar todo dulce; pero los marineros
afirmaban que aquellas aberturas eran bocas de rio, y decian verdad,
al ménos en las dos, porque por la una salia el gran rio Yuyaparí,
y por la otra sale otro grande que hoy se llama el rio de Camarí.
Quisiera en gran manera el Almirante ver la verdad de este secreto,
cual era la causa de haber 40 leguas en luengo y 26 de ancho, como
tiene el dicho golfo, de agua dulce, lo cual, dice él, era cosa de
admiracion, y razon, cierto, tenia; y tambien por penetrar los secretos
de aquellas tierras, que no creia ser posible que no tuviesen cosas de
valor, ó que no las habia en las Indias, mayormente habiendo hallado
allí muestra de oro y de perlas, y las nuevas dellas, y descubierto
tales tierras y tantas y tales gentes en ellas, por lo cual fácilmente
las cosas dellas, y riquezas que habia se supieran; pero porque los
mantenimientos que llevaba para la gente que estaba en esta Española,
y la que traia para que comiesen en las minas, cogiendo oro, se le
perdian, los cuales habia alcanzado con gran dificultad y fatiga, no
le dejaban detenerse, y dice que, si tuviera esperanza de haber otros
tan presto, todos los pospusiera, por descubrir más tierras y ver
los secretos dellas. Y al fin acuerda seguir lo más cierto, y venir
á esta isla y enviar della dineros á Castilla para traer bastimentos
y gente á sueldo, y lo más presto que pudiese enviar tambien á su
hermano el Adelantado á proseguir su descubrimiento y hallar grandes
cosas, como esperaba que se hallarian, por servir á Nuestro señor y á
los Reyes; pero al mejor tiempo se le cortó el hilo, como parescerá,
destos sus buenos deseos, y dice así: «Nuestro Señor me guie por su
piedad y me depare cosa con que él sea servido y Vuestras Altezas hayan
mucho placer; y, cierto, débenlo de haber, porque acá tienen cosa tan
notable y real para grandes Príncipes, y es gran yerro creer á quien
les dice mal desta empresa, salvo aborrecerles, porque no se halla que
Príncipe haya habido tanta gracia de Nuestro Señor, ni tanta victoria
de cosa tan señalada, y dé tanta honra á su alto Estado y reinos, y
por donde pueda recibir Dios eterno más servicios, y la gente de España
más refrigerio y ganancias, que visto está que hay infinitas cosas de
valor, y bien que agora no se conozca esto que yo digo, verná tiempo
que se contará por grande excelencia, y á grande vituperio de las
personas que á Vuestras Altezas son contra esto, que bien que hayan
gastado algo en ello, ha sido en cosa más noble y de mayor estado que
haya sido cosa de otro Príncipe hasta agora, ni era de se quitar de
ella secamente, salvo proceder y darme ayuda y favor, porque los reyes
de Portugal gastaron y tuvieron corazon para gastar en Guinea, fasta
cuatro ó cinco años, dineros y gente, primero que recibiesen provecho,
y despues les deparó Dios ganancias y oro. Que, cierto, si se cuenta la
gente del reino de Portugal y las personas de los que son muertos en
esta empresa de Guinea, se fallaria que son más de la mitad del reino;
y, cierto, fuera grandísima grandeza atajar una renta en España, que
se gastase en esta empresa, que ninguna cosa dejaran Vuestras Altezas
de mayor memoria, y miren en ello; y que ningun Príncipe de Castilla
se halla, ó yo no he hallado por escrito ni por palabra, que haya
ganado jamás tierra alguna fuera de España, y Vuestras Altezas ganaron
estas tierras que son otro mundo, y adonde habrá la cristiandad tanto
placer, y nuestra fé, por tiempo, tanto acrecentamiento. Todo esto
digo con muy sana intincion, y porque deseo que Vuestras Altezas sean
los mayores señores del mundo, digo señores de todo él; y sea todo con
mucho servicio y contentamiento de la Santísima Trinidad, porque en fin
de sus dias hayan la gloria del Paraíso, y no por lo que á mí propio
toca, que espero en su alta Majestad, que Vuestras Altezas presto
verán la verdad dello, y cual es mi cudicia.» Todas estas son palabras
formales del Almirante, sobre las cuales habria mucho que hablar,
pero en breve quiero anotar algunas cosas: lo primero, es manifiesto
la buena intincion que siempre tuvo el Almirante, para con Dios y con
los Reyes, y con cuanta simplicidad de ello hablaba, y creo para mí
que algo y mucho excedió en la intencion de agradarles á los Reyes,
y por esta ser nimia demasiada no se agradó mucho Dios; y él mismo lo
confiesa en una carta que escribió á los Reyes y á otras personas, que
dice así: «Torno á decir con juramento, que yo he puesto más diligencia
á servir á Vuestras Altezas, que no á ganar el Paraíso.» Estas son sus
palabras. Lo segundo, se debe notar, que cerca de lo que dice aquí el
Almirante, ser cosa real y notable estas tierras y riquezas dellas que
habia descubierto, ciertamente, para encarecer la grandeza y dignidad
destas cosas de las Indias, que Dios puso en manos de los Reyes de
Castilla, necesario fuera tener la elocuencia y eficacia de Demóstenes,
y para escribirlo, la mano de Ciceron; un orbe tantos siglos escondido,
amplísimo y longuísimo, tan lleno y rebosante de inmensas y quietas
gentes, todo él á una mano, felicísimas, fertilísimas, sanísimas y
riquísimas tierras, ¿quién lo podrá explicar, loar y dar á entender?
Lo tercero, que haya sido especial gracia y don señalado de Dios, y no
comparable á cualquiera concedido á los Reyes de Castilla para grande
honra suya y favor, y engrandecimiento de su alto Estado y reinos,
como el Almirante dice, mayor suficiencia que la dicha se requiere
para lo saber engrandecer, y esto, porque por disposicion divina
fueron elegidos, más que otros ningunos Reyes, para ser ministros
medianeros de los mayores servicios que Reyes cristianos á Dios eterno
jamás hicieron. Desto se sigue lo cuarto que notarse debe; la razon
que tuvieron de se alegrar y haber mucho placer, como el Almirante
dice, y yo añido, que tienen estrechísima obligacion de referir por
ello inmensos loores y gracias á Dios. Lo quinto es, que se note cuan
indiscretamente se habian con los Reyes, y cuanto les deservian los que
á Sus Altezas disuadian, por unos pocos de gastos que se hacian, que se
dejasen desta empresa, pues habiendo parecido tierras tan grandes y tan
felices, y que habian dado muestra de oro, no chica, y de temporales
riquezas, mayormente no habiendo experimentado más de lo desta isla,
debieran creer y áun tener por cierto, que en tantos reinos grandes
bienes haber podria; y ciertamente, no ménos insensibles parece que
eran, y que no les rebosaba mucho el cuidado, de la dilatacion de la
fe por estas tierras y gentes dellas, ni su celo, pues no tenian el
ojo á otro hito sino á que gastaban los Reyes y no recibian provecho,
faltándoles consideracion de aquestas tierras y gentes, no para
esquilmar el oro y riquezas temporales dellas, sino para divulgar
el divino nombre, y convertir todas estas racionales ánimas de que
están llenas, y las habia puesto Dios y su Iglesia en las manos de
los católicos Reyes, y esto bien lo sentia y lloraba el Almirante.
Y con razon, de los tales émulos tenia grande queja, y, como aquel
que tantos sudores y trabajos le habia costado y costaba de presente
aqueste mundo nuevo que descubria, y habia descubierto, y juntamente la
buena intincion que en todo ello tenia; por lo cual todo le daba Dios
claro cognoscimiento para que acertase en lo que estaba por venir, como
hombre de gran prudencia, pues decia bien, «si que agora no se cognosce
lo que yo digo, verná tiempo que se contará por gran escelencia.» ¿Qué
se podrá contar en todo lo poblado del mundo, en este género, que se
iguale con lo sucedido y procedido en las Indias y de las Indias en
nuestros tiempos? lo cual, todo, ántes y despues de su descubrimiento,
era estimado por vanísimo é increible, pero, como dije, dábalo Dios á
cognoscer y á decir ántes que se cumpliese, al que, para lo principiar,
y mostrar, con el dedo habia elegido. El ejemplo que trae de los Reyes
de Portugal, que gastaron muchos dineros y gentes en el descubrimiento
y trato de Guinea, ántes que della hobiesen provecho, verdad es; pero
de las ganancias que de allí ha habido y hoy hay, ruego yo á Dios
que no tenga yo parte ni quien bien ó mal me quiera. En aquello que
dice que fuera grandísima grandeza atajar (pone atajar por señalar ó
reservar), alguna renta en España para que se gastase en esta empresa,
dice la mayor y más sustancial y prudente razon de cuantas ha dicho,
el fundamento de todo el bien y causa de evitar el mal, mayormente á
los principios, de todas estas Indias; porque si los católicos Reyes,
aunque siempre vivian con necesidad, situaran ó señalaran cierta renta
(que no era menester muy mucha), para que se gastara en la comunicacion
y contratacion cristiana, humana, pacífica y razonable de Castilla con
estas gentes, y no hobiera tanta priesa en los que les aconsejaban
que fueran riquezas á aquellos reinos, ó en estimar que debian ir
limpias de polvo y de paja, como si estos reinos, no por otra razon ni
título, sino solamente porque acaeció ser descubiertos, lo debieran
á aquellos, sin alguna duda los gastos que los Reyes hicieran, les
fueran, cuando ménos provecho en estas tierras hubo, recompensados, y
sobrepujara la recompensa, y poco á poco se fueran descubriendo las
grandes riquezas que en estas tierras habia, y se ganaran todas para
Castilla, ganadas primero las voluntades de los dueños dellas que con
antiguo derecho y justicia las poseian, y entrando por esta puerta, que
era la justa, verdadera y legítima, en estas tierras, estos reinos y
aquellos fueran felicísimos. Pero harto hicieron los católicos Reyes
teniendo consejeros, y los que en estos negocios entendian, tan ciegos,
en no desmamparar del todo la prosecucion de esta demanda, como ellos,
precipitándose inconsideradamente, les persuadian. Callo la ignorancia
ó la inadvertencia no muy saludable que tuvieron en no entender que
á estas naciones, solamente por ser hombres y gentiles, carecientes
de lumbre de nuestra católica fé, de precepto divino de la caridad el
celo y obra de darlos doctrina y convertirlos por la forma que Cristo
estableció, se les debia; con tal parecer y consejo fueran causa
que, con ninguna otra hazaña (puesto que fueron muchas y dignísimas
las suyas), dejaran los Reyes mayor memoria, ni la cristiandad tanto
placer, y nuestra fé, por tiempo, tanto acrescentamiento, y la
Santísima Trinidad recibiera tanto servicio y contentamiento, como el
Almirante con sus sinceras palabras dice.


CAPÍTULO CXXXVIII.

Así que, para salir deste golfo dentro del cual estaba de tierra
por todas partes cercado, con el propósito ya dicho de salvar los
bastimentos que traia, que se le perdian, viniéndose á esta isla
Española, sábado, 11 de Agosto, al salir de la luna, levantó las
anclas, y tendió las velas y navegó hácia el leste, que es hácia donde
sale el sol (porque estaba en el rincon del rio Yuyaparí, como arriba
se dijo), para ir á salir, por entre la Punta de Paria y tierra firme,
que llamó la Punta ó cabo de la Playa, á la tierra isla de Gracia, y
entre el Cabo á que dijo cabo Boto de la isla de la Trinidad, como
parece arriba en el cap. 134. Llegó hasta un puerto muy bueno, que
llamó Puerto de Gatos, que está junto con la boca donde están las dos
isletas del Caracol y Delfin, entre los cabos de Lapa y cabo Boto; y
esto, domingo, 12 de Agosto, surgió cerca del dicho puerto, para por
la mañana salir por la dicha boca. Halló otro puerto cerca de allí,
donde envió á verlo la barca; era muy bueno; hallaron ciertas casas de
pescadores, y agua mucha y muy dulce, y púsole por nombre el Puerto
de las Cabañas; hallaron, dice, mirabolanos en la tierra; junto á la
mar, infinitas ostias pegadas á las ramas de los árboles que entran
en la mar, las bocas abiertas para recibir el rocío que cae de las
hojas, hasta que cae la gotera de que se engendran las piedras, segun
dice Plinio y alega al Vocabulario que se llama _Catholicon_; pero
ya queda dicho arriba en el cap. 136, que aquellas ostias no parece
que son de la especie que crian las perlas. Lúnes, 13 de Agosto, en
saliendo la luna, levantó las anclas de donde surgido estaba, y vino
hácia el cabo de la Playa, que es el de Paria, para salir al Norte
por la boca que llamó del Drago, por la siguiente causa y peligro en
que allí se vido; la boca del Drago, dice, que es un estrecho que
está entre la Punta de la Playa que es el fin de la isla de Gracia,
que como muchas veces está dicho, es la punta de la tierra firme y de
Paria, al Oriente, y entre el cabo Boto, que es el fin de la isla de la
Trinidad, al Poniente; dice, que habrá entre medias de los dos cabos
legua y media. Este debe ser pasadas cuatro isletas que dice haber
allí en medio, atravesadas, aunque agora no vemos más de dos, por las
cuales no debe haber salida, y sólo debe de quedar la angostura de la
legua y media para poder salir los navíos por ella, porque de la Punta
de la Lapa al cabo Boto cinco leguas hay, como en el cap. 134 dijimos.
Llegando á la dicha boca á la hora de tercia, halló una gran pelea
entre el agua dulce por salir á la mar, y el agua salada del mar por
entrar dentro en el golfo, y era tan recia y temerosa, que levantaba
una gran loma, como un cerro muy alto, y con esto traian un estruendo
y ruido ambas aguas, de Levante á Poniente, muy largo y espantoso, con
hilero de aguas, y tras uno venian cuatro hileros uno tras otro, que
hacian corrientes que peleaban; donde pensaron perecer, no ménos que
en la otra boca de la Sierpe del cabo del Arenal, cuando entraban en
el golfo. Fué doblado este peligro más que el otro, porque les calmó
el viento con que esperaban salir, y quisieran surgir, que les fuera
algun remedio, aunque no sin peligro por los combates de las aguas,
pero no hallaron fondo, porque era muy honda allí la mar; temieron,
calmado el viento, no les echase el agua dulce ó salada á dar en las
peñas con sus corrientes, donde no hubiesen algun remedio. Dicen, que
dijo aquí el Almirante, aunque no lo hallé escrito de su mano, como
hallé lo susodicho, que si de allí se escapaban, podian hacer cuenta
que se escapaban de la boca del drago, y por esto se le quedó este
nombre, y con razon. Plugo á la bondad de Dios que del mismo peligro
les salió la salud y liberacion, porque la misma agua dulce, venciendo
á la salada, echó sin sentir los navíos fuera, y así fueron puestos
en salvo; porque cuando Dios quiere que uno ó muchos sean de vida, el
agua les es medicina. Así que, salió, lúnes á 13 de Agosto, del dicho
golfo y de la boca del Drago, peligrosa. Dice que hay desde la primera
tierra de la Trinidad hasta el golfo que descubrieron los marineros que
invió en la carabela, donde vieron los rios y él no los creia, al cual
golfo llamó de las Perlas, y esto es al rincon de todo el golfo grande,
que nombró de la Ballena, donde tantos dias anduvo, de tierra cercado,
48 leguas; yo le añido que son buenas 50, como aparece de la carta del
marear. Salido del golfo y de la boca del Drago y su peligro, acuerda
de ir al Poniente por la costa abajo de la tierra firme, creyendo
todavía que era isla de Gracia, para emparajar en el derecho de dicho
golfo de las Perlas, Norte Sur, y rodearla y ver aquella abundancia
de agua tan grande, de dónde venia, y si procedia de rios, como los
marineros afirmaban, lo que él dice que no creia, porque ni el Ganjes,
ni el Euphrates, ni el Nilo, no ha oido que tanta agua dulce trajesen.
La razon que le movia era, porque no habia tierras tan grandes de donde
pudiesen nacer tan grandes rios, salvo, dice él, si esta no es tierra
firme; estas palabras son suyas. Por manera, que ya va sospechando que
es tierra firme la tierra de Gracia que él creia ser isla, pero era y
es, cierto, tierra firme, y los marineros habian dicho bien; de la cual
procedia tanto golpe de agua por los rios Yuyaparí y el otro que sale
cerca del que llamamos hoy Camarí, é otros que por allí deben salir.
Así que, yendo en busca de aquel golfo de las Perlas, donde salen los
dichos rios, creyendo de hallarlos rodeando la tierra, por estimar ser
isla y ver si habia entrada por allí, ó salida para el Sur, y si no
la hallase, dice, que afirmaria entónces que era rio, y que lo uno y
lo otro era gran maravilla, fué la costa abajo aquel lúnes hasta el
sol puesto. Vido que la tierra era llena de buenos puertos y tierra
altísima; por aquella costa abajo, vido muchas islas hácia el Norte y
muchos cabos en la tierra firme, á los cuales, todos, puso nombres: á
uno, cabo de Conchas; á otro, cabo Luengo; á otro, cabo de Sabor; á
otro, cabo Rico, tierra alta y muy hermosa; dice que en aquel camino
hay muchos puertos y golfos muy grandes que deben ser poblados, y
cuanto más iba al Poniente, via la tierra más llana y más hermosa. Al
salir de la boca, vido una isla, al Norte, que estaria de la boca 26
leguas, púsole nombre la isla de la Asuncion; vido otra isla y pusóle
la Concepcion, y á otras tres isletas juntas llamó los Testigos, y
estas, se llaman hoy así; á otra cabe ellas, llamó el Romero; á otras
isletas pequeñas, nombró las Guardias. Despues llegó cerca de la isla
Margarita, y llamóla Margarita, y á otra cerca della, puso nombre el
Martinet. Esta Margarita es una isla que tiene de luengo 15 leguas, y
de ancho cinco ó seis, y es muy verde y graciosa por de fuera, y por
dentro es harto buena, por lo cual está poblada; tiene cabe sí, á la
luenga, leste gueste, tres isletas, y dos detras dellas, Norte-Sur: el
Almirante no vido más de las tres, como iba de la parte del Sur de la
Margarita. Está seis ó siete leguas de la tierra firme, y por esto hace
un golfete entre ella y la tierra firme, y en medio del golfete están
dos isletas, leste gueste, que es de Levante á Poniente, junto la una
á la otra; la una se llama Coche, que quiere decir venado, y la otra
Cubagua, que es la que arriba en el cap. 136 dije, donde se han cogido
infinitas perlas. De manera, que el Almirante, aunque no sabia que en
aqueste golfete se criaban las perlas, parece que adivinó en llamarla
Margarita; estuvo muy cerca della, puesto que no lo expresa, porque
dice estaba nueve leguas de la isla Martinet, la cual estaba junto,
dice él, á la Margarita, de la parte del Norte, y dice junto, porque
como iba por la parte del Sur de la Margarita, parecia estar junto,
aunque estaba ocho ó nueve leguas: y esta es la isleta de la parte
del Norte, cercana á la Margarita, que agora se llama isla Blanca, y
dista las ocho ó nueve leguas de la Margarita, como dije; por aquí
parece que debia estar junto ó cerca de la Margarita, el Almirante, y
creo que, porque le faltó el viento, por allí surgió. Finalmente, de
todos los nombres que puso á islas y cabos de la tierra firme que tenia
por isla de Gracia, no han quedado ni se platican hoy sino la isla
de la Trinidad, y la boca del Drago, y los Testigos, y la Margarita.
Aquí andaba el Almirante muy malo de los ojos, de no dormir, porque
siempre, como andaba entre tantos peligros dentre islas, así lo tenia
de costumbre, y lo debe de tener cualquiera que trae cargos de navío,
por la mayor parte, como son pilotos, y dice, que más fatigado se vido
aquí que cuando descubrió la otra tierra firme, que es la isla de Cuba
(la cual áun pensaba que era tierra firme hasta agora), porque se
le cubrieron los ojos de sangre, y así eran por la mar sus trabajos
incomparables; por esta causa estuvo esta noche en la cama y luego
se halló más fuera en la mar de lo que se hallara si él velara, por
lo cual, no se descuidaba ni fiaba de los marineros, ni debe fiarse
de nadie el que es diligente y perfecto piloto, porque á su cuenta y
sobre su cabeza están todos los que van en la nao, y lo más propio y
necesario que al ejercicio de su oficio pertenece es velar y no dormir,
todo el tiempo que navega.


CAPÍTULO CXXXIX.

Parece haber andado el Almirante la costa abajo desde que salió de la
boca del Drago, ayer lúnes y hoy mártes, hasta 30 ó 40 leguas cuando
más, puesto que no lo dice, porque (como él se queja que no escrebia
todo lo que debia describir), no podia por andar por aquí tan malo;
y como via que la tierra iba muy extendida para abajo al Poniente, y
parecia más llana y más hermosa, y el golfo de las Perlas que quedaba
en la culata del golfo ó mar dulce, donde salia el rio de Yuyaparí, en
cuya busca iba, no tenia salida, la cual esperaba ver, creyendo que
esta tierra firme era isla, vino ya en cognoscimiento que tierra tan
grande no era isla, sino tierra firme, y, como hablando con los Reyes,
dice así: «Yo estoy creido que esta es tierra firme, grandísima, de
que hasta hoy no se ha sabido, y la razon me ayuda grandemente por
esto deste tan grande rio y mar, que es dulce, y despues me ayuda
el decir de Esdras en el libro IV, cap. 6.º, que dice que las seis
partes del mundo son de tierra enjuta, y la una de agua, el cual libro
aprueba Sant Ambrosio en su _Examenon_, y Sant Agustin sobre aquel
paso, _Morietur filius meus Christus_, como lo alega Francisco de
Mayrones, y despues desto me ayuda el decir de muchos indios caníbales
que yo he tomado otras veces, los cuales decian que al Austro dellos
era tierra firme, y entónces estaba yo en la isla de Guadalupe, y
tambien lo oí á otros de la isla de Sancta Cruz y la de Sant Juan, y
decian que habia mucho oro, y, como Vuestras Altezas saben, muy poco
ha que no se sabia otra tierra más de la que Ptolomeo escribió, y no
habia en mi tiempo quien creyese que se podia navegar de España á las
Indias, sobre lo cual anduve siete años en su corte, y no fueron pocos
los que entendieron en ello; y en fin, sólo el grandísimo corazon de
Vuestras Altezas lo hizo experimentar contra el parecer de cuantos
lo contradecian, y agora parece la verdad, y parecerá ántes de mucho
tiempo más larga: y, si esta es tierra firme, es cosa de admiracion, y
será entre todos los sabios, pues tan grande rio sale que haga una mar
dulce de 48 leguas.» Estas son sus palabras. Por manera, que la primera
razon que le persuadia ser tierra firme, la que llamó Sancta cuando
entró en el golfo por la boca de la Sierpe, cuando vido la Trinidad,
y la que despues llamó isla de Gracia, fué salir tanta agua dulce
que endulzaba tan grande golfo, y argüia muy bien, porque gran golpe
de agua ó rio muy grande no se puede congregar, si no es de muchas
fuentes, las muchas fuentes causan muchas quebradas, son causa de
muchos arroyos, hacen muchos rios chicos y despues se ayuntan grandes;
todo lo cual presupone necesariamente, grandísimo discurso y longura
de tierra. Esta parece que no puede ser isla por grande que sea, luego
parece que debe ser tierra firme; y era bonísima la conjetura por
este argumento. La segunda razon tomaba de la autoridad de Esdras,
que dice que las seis partes de la tierra quedaron enjutas, mandando
Dios que todas las aguas se encerrasen en un lugar, que es la mar, y
aquel testo dice así: _Et tertia die imperasti aquis congregari in
septima parte terræ, sex vero partes siccasti et conservasti_, etc.
Arguye, pues, así: la auctoridad de Esdras afirma ser las seis partes
del mundo tierra, y la una de agua; toda la tierra que sabemos parece
ser poca, segun la mar vemos tan grande; luego esta tierra debe ser
grande, más que isla, que llamamos firme para que concuerde con la
autoridad de Esdras, que tenga seis partes la tierra, respectivamente
comparadas á una que ha de tener el agua, y por esto no es mucho ni
difícil creer que esta sea tierra firme. No solamente el Almirante por
la autoridad de Esdras se movia y argüia ser la tierra seis veces más
grande que el agua, pero tambien doctísimos varones en todas ciencias
hacian lo mismo, y della argüian ser la mayor parte del mundo tierra
y habitable, contra Ptolomeo, que tuvo que solamente la sexta parte
del mundo era habitable, y las otras cinco partes estaban cubiertas de
agua, como parece en el libro de Ptolomeo, «De la disposicion de la
esfera,» y en el «Almagesto,» libro II; y de ellos es Pedro de Aliaco,
doctísimo varon en todas ciencias, el cual, en el libro _De imagine
mundi_, cap. 8.º, alega la dicha autoridad de Esdras, diciendo que
aquel libro los Santos tuvieron en reverencia, y por él las verdades
sagradas confirmaron. Estas son sus palabras. Desto dijimos en el
capítulo 6.º Lo mismo de Esdras alega Jacobo de Valencia, no poco docto
en cosmografía, en el Salmo CIII, sobre el verso _Hoc mare magnum et
spatiosum_, etc., probando que la tierra es seis veces mayor que la
mar. Puede alguno decir á la autoridad de Esdras, que aquel libro IV es
apócrifo y de ninguna autoridad, y á lo que dice Pedro de Aliaco, que
los Santos lo tuvieron en reverencia, no lo probara con San Jerónimo,
el cual, en la «Epístola contra Vigilancio,» dice que nunca aquel
libro leyó, porque no conviene tomar en las manos lo que la Iglesia
no recibe; estas son sus palabras. Sant Agustin, libro XVIII, cap. 36
_De Civitate_, no aprueba aquel lib. IV de Esdras, sino el III, cap.
3.º, diciendo que, por aventura, Esdras fué profeta en aquello que
dijo, «que la verdad es más fuerte y poderosa que el Rey é las mujeres
é el vino,» profetizando de Cristo, Nuestro Señor y Redentor, que es
la verdadera verdad. Esto es lo que dice Sant Agustin; que escribiendo
sobre aquellas palabras, _morietur filius meus Christus_, tratase de
Esdras y lo aprobase, no sé donde Francisco Mairones lo halló. Y aquel
lib. III tambien se pone por apócrifo, aunque no tanto como el IV, por
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