Historia de las Indias (vol. 2 de 5) - 11

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mujer del rey Guarionex, y porque le quiso el Adelantado castigar), ó
porque era bullicioso y pretendia subir á más de lo que era, imaginando
que el Almirante nunca volveria, porque hacia ya quince meses que era
partido desta isla, y que era señal que los Reyes no lo dejarian volver
acá, segun, por ventura, debiera Juan Aguado haber dicho y así se
decia, acordó quitar la obediencia al dicho D. Bartolomé y levantarse
contra él con hasta 70 hombres, los más sanos, gente comun, y algunos
principales que él pudo atraer á sí, que pretendian lo mismo que él,
de los cuales yo cognoscí los más, ó cuasi todos. Este Francisco
Roldan fué, como dije, criado del Almirante y ganó su sueldo, y debia
ser su oficio, á lo que entendí, como hombre que tenia cargo de andar
sobre los trabajadores y oficiales para los hacer trabajar, salvo
que, como fuese hombre entendido y hábil, cognosciendo el Almirante
que era para tener cargos, y, por honrarlo y hacer en él, hízolo
primero Alcalde ordinario de la Isabela, y despues Mayor de toda la
isla, y él quiso, por agradecimiento, levantándose le dar el pago. La
ocasion que para se desvergonzar tomar quiso, fué en dos maneras,
para indignar é allegar y atraer á sí á los indios y á los cristianos
contra el Adelantado y el Almirante. Para ganar los cristianos, fué
esta su cálida industria: la carabela que habia traido el algodon y
pan, y otras cosas de la provincia de Xaraguá, mandóla luego varar ó
sacar en tierra fuera del agua, D. Diego Colon, porque, como la gente
estaba siempre demasiadamente descontenta, temíase que no la tomasen
y se fuesen muchos sin licencia y á pesar del D. Bartolomé, y de don
Diego, y del Almirante tambien, con ella á Castilla; Francisco Roldan
comienza á murmurar con la gente trabajadora y marineros, y la demas
gente baja y que más descontenta estaba, porque la carabela no estaba
en el agua, y que sería bien enviarla á Castilla con cartas á los
Reyes, pues el Almirante no venia, para hacerles saber sus hambres y
necesidades y los proveyesen, y que sino se hacia, que todos habian
en esta isla de perecer, ó de hambre, ó que los indios los habian de
consumir, é que D. Diego ni D. Bartolomé no la querian enviar por
alzarse con la isla y tenerlos á todos ellos por esclavos, sirviéndose
dellos en hacer sus casas y fortalezas, y acompañarse y coger los
tributos de los indios y hacerse ricos del oro de la tierra, y,
finalmente, para sólo su provecho é particular interese. Viendo la
gente que el Alcalde mayor y quien lo mandaba todo, y á quien por la
vara del Rey, como Justicia mayor, todos obedecian, que estaba de la
opinion dellos, comienzan despues con mayor desenvuelta osadía y ménos
temor, lo que en sí secretamente gruñian y no osaban, sino por los
rincones, boquear, públicamente y sin miedo ninguno á decirlo. Vista la
gente ya de su bando, persuadióles que le diesen las firmas para que
se pudiese dar á entender como era sentencia de todos, que convenia
al bien y salud comun de los cristianos que la carabela se echase al
agua, aunque pesase al D. Diego y á quien más se lo quisiese estorbar;
y todo esto, que este trabajaba ó porfiaba de echar la carabela al
agua, no era porque se echase al agua ni fuese á Castilla, porque á él
no le convenia que supiesen los Reyes su alzamiento y desobediencia á
su Justicia mayor, que era D. Bartolomé y D. Diego, que al presente
la Isabela gobernaba, sino por indignar y mover á la gente contra el
Almirante y los que gobernaban, y que él tuviese gente y fuerzas para
levantarse, y en su tiranía conservarse; hay desto muchos argumentos
claros, como parecerá abajo. La otra ocasion ó título que tomó para
atraer á sí, juntamente, indios y cristianos, fué, que decia á los
cristianos que para que los indios sirviesen mejor á los cristianos,
estando en paz con ellos, era cosa necesaria que se le quitasen los
tributos que les habia impuesto el Almirante, y esto muchas veces
lo decia él á D. Bartolomé Colon platicando; y, ciertamente, si él
lo dijera con celo de virtud y de piedad para con los indios, decia
gran verdad, porque los indios y los Reyes y señores suyos, vivian
con los tributos que se les pedian cada tres meses, desesperados;
y áun fuera, sin comparacion, grande utilidad para los cristianos,
porque ni murieran de hambre ni padecieran de necesidad alguna en sus
enfermedades, ni anduvieran en guerras por sierras y valles á cazar y
matar indios, ni dellos algunos, los indios, como mataron, mataran,
ántes los sirvieran de rodillas y adoraran, pero no lo decia el pecador
sino por robar más á los indios y más señorearlos, y que á esto no
le fuese Dios ni el Rey ni sus Ministros á la mano. Finalmente, D.
Diego mandó al dicho Francisco Roldan que fuese con cierta gente á
la Concepcion, por que se sonaba y temia que los indios y gente de
Guarionex andaba mal segura y alborotada, como no podian sufrir los
tributos; el cual se fué al pueblo del cacique Marque, donde tuvo
lugar Roldan de concluir é publicar su traicion, de donde se vinieron
muchos, que no quisieron consentir en ella, á la fortaleza de la
Concepcion, á los cuales trató mal y tomó todas las armas. De aquí
del pueblo Marque, tornó á la Isabela, y váse á la Alhóndiga del Rey,
donde estaban los bastimentos y la municion de las armas, y, tomada
la llave por fuerza á quien la tenia, que era un criado de D. Diego
Colon (ó hizo las cerraduras pedazos, con 50 hombres, diciendo «viva
el Rey»), toma todas las armas que le pareció haber menester para sí
é para sus compañeros tiranos; y de los bastimentos, que con la guarda
y regla y estrechura, porque así convenia, se guardaban y daban, y de
todas cuantas cosas allí habia, sin medida repartia, y para sí tomaba.
Sale D. Diego á le ir á la mano con ciertos hombres honrados á afearle
tan grande insolencia y alboroto, al ménos, de palabra; vino tras él,
y el D. Diego se retrujo con ellos á una casa fuerte, y miéntra en la
Isabela estuvo Francisco Roldan y habia de hablar D. Diego con él,
habia de ser con seguro que primero Roldan le daba. De allí fueron al
hato de las vacas del Rey y mataron lo que dellas quisieron; que matar
una en aquel tiempo era por gran daño estimado, porque las tenian para
criar. Van tambien al hato de las yeguas, que eran tambien del Rey, y
tomaron las yeguas ó potros ó caballos que á todos plugo tomar. Esto
hecho, vánse por los pueblos de los indios, y á los señores y Caciques
dellos, publícanles que el Almirante y sus hermanos les han cargado de
tributos, y que Francisco Roldan y ellos han reñido con el D. Bartolomé
Colon y D. Diego porque no se los quitaban, y que han acordado ellos
de se los quitar y que no curen dende adelante darlos, que ellos se
los defenderán del Almirante y sus hermanos, y para ello, si fuere
menester, los matarán. Desde allí, diciendo «viva el Rey,» van por
toda la Isla, y por toda se suena que el Alcalde Roldan es el que los
liberta; y así, el Roldan decia que los habia recibido debajo de su
mamparo, segun que un poco abajo se verá, y por todos los pueblos de
los indios que pasaba, publicaba mal de don Bartolomé y del Almirante,
y á todos los cristianos que topaba detraia y blasfemaba de D.
Bartolomé, diciendo que era hombre duro, áspero y cruel, y cudicioso,
y que con él no podia alguno medrar, y todos cuantos males podia decir
acumulaba, dando por causas de se apartar dél. Y cosa fué esta, cierto,
maravillosa y juicio de Dios muy claro, si con ojos limpios entónces lo
vieran y agora lo miramos, que aquel Roldan, sin saber quien lo movia
mediatamente, que era la divina Providencia, pero inmediata su propia
ambicion cudicia y maldad, fuese profeta en la obra, como Caifás lo
fué en la palabra, y á ambos movió la voluntad y providencia de Dios;
Caifás, diciendo que convenia que Cristo muriese por todo el pueblo,
porque toda la gente no pereciese, más por el odio que á Cristo tenia
que por la salud comun, empero, sin saber lo que decia, profetizó;
Roldan, por su propia malicia, permitida de lo alto, y por se hacer
rico y señor, tomó y se arreó del oficio y título, sin saber lo que
hacia, de los pueblos y gentes desta isla opresas, llamándose defensor
y librador; manifiesto es por la lumbre natural sola que tuviésemos,
cuanto más añidida la ley divina de justicia y de caridad, y aqueste
Roldan y otro cualquiera cristiano, y áun gentil que fuera ó moro, si
por el bien sólo y liberacion destas gentes, por la piedad natural se
moviera, para las librar de las injurias y daños y tiranía que padecian
con los insoportables é, sin justicia, impuestos tributos, tenia
justísima guerra contra el Almirante y contra D. Bartolomé y D. Diego
Colon; y muy mayor justicia y mérito le favoreciera, si con la piedad
natural juntara hacerlo por la honra de Dios, porque como para entrar y
tener que hacer en estos reinos y gentes los cristianos, no haya habido
otro título ni derecho, chico ni grande, sino sólo la predicacion de la
fe y conversion dellos, y traerlos á Cristo, en lo cual, nunca se dió
puntada, grande ni chica, sino imponerles y cargarles y pedirles oro,
y lo que se creia que valia oro, ¿quién de los que fuesen cristianos
osará dudar que juntamente con las injurias y agravios tan grandes que
hacian á los prójimos, no se ofendiese gravísimamente Dios? Luego,
mucho mereciera Roldan delante de Dios, allende ser obligado de ley
natural, moviendo guerra contra los que á estas gentes, con tantos y
tan graves tributos, impuestos tan sin justicia, oprimian y amargaban,
por su redencion, luego en tomar el oficio y apellido de redemptor;
aunque por robar él y ser señor, como Caifás diciendo y él haciendo,
profetizó. Pero fueron tantas las tiranías y maldades opresivas que en
estas gentes despues hizo él y su compañía, que no con celo de piedad,
sino con título para se levantar y señorear haberse movido, bien
manifiestamente mostró.


CAPÍTULO CXVIII.

De la Isabela vino Francisco Roldan y su compañía á la Vega, al
pueblo de un señor Cacique, que se llamaba Marque (que habia tomado
el nombre de Diego Marque, el que dijimos arriba, cap. 82, que habia
venido á esta isla por Veedor), el cual pueblo estaba dos leguas de la
fortaleza de la Concepcion, para buscar tiempo y sazon para tomarla;
la cual tomada, pensaba mejor señorearse de toda esta isla y haber al
Bartolomé Colon á las manos, al cual temia él más que á otro, porque
era hombre muy esforzado y de mucho valor, y por esto era público que
lo andaba por matar. Vino Francisco Roldan con 60 ó 70 hombres, muy
armados en forma de guerra, al pueblo del gran señor y rey Guarionex
(cuya mujer y reina, se dijo, y el Almirante lo escribió á los
Reyes, este Roldan tomó y usó mal della), el cual pueblo distaba de
la fortaleza de la Concepcion obra de dos tiros de ballesta, donde
estaba un capitan, García de Barrantes, que yo bien cognoscí, é tenia
30 hombres á cargo (porque habia el Almirante, y despues su hermano
D. Bartolomé Colon, como arriba se ha tocado, repartido la gente por
los pueblos de los indios para comer, y tambien porque sintiesen los
indios que velaban sobre ellos), y dijo allí á algunos que se pasasen
á él. El capitan Barrantes metió dentro en una casa, por importunidad,
ó por fuerza, ó por grado, á los 30 hombres, requiriendo al Francisco
Roldan que se fuese con Dios, que ellos estaban en servicio del Rey,
y él andaba como le placia; y respondióle Roldan, que juraba á Dios
que lo habia de quemar á él y á todos los 30 que allí tenia dentro
en la casa, y tomóle todas las cosas que tenia de comer, por fuerza.
Fué á la fortaleza de la Concepcion, y quisiera entrar en ella; el
Alcaide, que era Miguel Ballester, le cerró las puertas y no le
quiso admitir, viéndole venir con tanta gente y tan armada. En estos
dias llegó Bartolomé Colon á la fortaleza de la Magdalena, y allí
supo la alteracion de Francisco Roldan, y á un Diego de Escobar que
allí estaba, y creo que era Alcaide entónces della, el cual se habia
desmesurado en palabras contra él (sospecho que porque sintió excusar
al Francisco Roldan, ó algo semejante á esto, porque este Diego de
Escobar fué de los principales alzados con Francisco Roldan), mandóle
prender, y despues dióle la fortaleza por cárcel, aquel dia, y mandóle
que otro dia se fuese tras él á la Isabela; el cual no curó de su
mandado, sino envió un hombre de caballo, y debia ser á llamar á un
Pedro de Valdivieso, el cual topó en el camino, y ambos se fueron al
pueblo del Cacique Marque á juntar con el Francisco Roldan, y desde
á pocos dias, vino un hidalgo que se llamaba Adrian de Muxica, con
cierta gente, á la Magdalena, y toma al Diego de Escobar y vánse á
juntar, en el dicho pueblo, con el dicho Francisco Roldan. De donde
parece, que habia concierto entre todos ellos, dias habia ya tratado,
de alzarse. Este Pedro de Valdivieso y el Adriano y Diego de Escobar
eran de los principales hombres desta isla, los cuales yo cognoscí
bien cognoscidos, y despues diré cosas dellos. Ido D. Bartolomé á
la Isabela, como halló robada el Alhóndiga del Rey, é á su hermano
desobedecido y maltratado, y supo los que seguian á Roldan, y que
cada dia sentia que crecian en número, no osaba salir de la Isabela,
temiendo que todos debian ser en la rebelion. Escribió á D. Bartolomé
el Alcaide Ballester, de la Concepcion, que se guardase, porque,
cierto, creia que lo habian de trabajar de matar, y que, si pudiese, lo
más presto se viniese á su fortaleza de la Concepcion. Hízolo así, é á
mucha priesa vínose y metióse en la fortaleza, que dista de la Isabela,
como dije arriba, 15, ó pocas más leguas. Desque lo supo Roldan, vínose
al Guaricano, que así se llamaba el asiento donde se puso primero y
estaba entónces la villa de los cristianos, que llamaron especialmente
la Vega, puesto que todo esto era en la Vega, y era pueblo aquello del
rey Guarionex; distaba de la Concepcion ó fortaleza, media legua de
muy llana tierra, que es alegría verlo, y parecíase lo uno de lo otro.
Sabido por D. Bartolomé, envió á un caballero que se llamaba Malaaver,
que yo cognoscí muy bien, al Francisco Roldan, que le hablase y de
su parte le dijese que ¿por qué causaba tan grande daño y escándalo
y confusion en toda la isla? que mirase cuanto deservicio se hacia á
los Reyes haciendo cesar los tributos, y cuan mal contado le seria de
todos los que lo supiesen, y el daño que hacia á todos los cristianos,
porque los indios se ensoberbecerian y cobrarian ánimos mayores para
les hacer guerra, y otras cosas á éste propósito, que le podian mover á
cesar de su sedicioso propósito. Finalmente, le persuadió á que fuese
á hablar á la fortaleza con D. Bartolomé, y dióle para ello seguro,
de lo cual llevaba el dicho Malaaver comision. Vino á la fortaleza
con su gente bien armado, y habló con D. Bartolomé, debia ser por las
ventanas, D. Bartolomé, parado. Díjole, que ¿por qué juntaba con tanto
escándalo aquella gente y inquietaba la isla? respondió Roldan, que no
la juntaba para de servicio de los Reyes, sino para se defender del que
le habian dicho que les queria cortar las cabezas; responde que no le
habian dicho verdad; añadió Francisco Roldan, que él y sus compañeros
estaban en servicio del Rey, por eso, que le dijese donde mandaba que
fuesen á servir al Rey. Dice D. Bartolomé, que se vayan y estén en
los pueblos del Cacique que tenia por nombre Diego Colon; responde
Roldan, que no queria ir allí, porque no habia que comer; mandóle y
prohibióle que no fuese mas Alcalde ni se llamase Alcalde, y que lo
privaba del tal oficio, pues andaba contra el servicio del Rey. De
aquí se fué mofando y más soberbio que vino, porque no pretendia sino
proseguir su rebelion con los demas, y ser libres para que sus vicios
y ambicion alcanzasen impunidad, é colora su alzamiento con alegar y
sembrar, mentirosamente, que D. Bartolomé lo queria matar, estando
70 ó 80 leguas de allí, en Xaraguá, como ha parecido, cuando ellos se
alzaron. Tomando tambien por título y causa de su traicion, que porque
no se echaba la carabela al agua, y que á los indios no se quitaban
los tributos de que estaban muy cargados, como si se compadecieran
más dellos que quien se los habia impuesto, pues ellos los robaban,
y despues mucho más los robaron y hicieron incomparables daños y
agravios, cuando el rey Manicaotex (de quien arriba hemos hablado que
daba una calabaza llena, o media, de oro por tributo cada tres meses,
que pesaba tres marcos), le daba otra tal medida, y mayor que aquella,
al dicho Francisco Roldan, porque, como era Alcalde y con vara, y todos
temblaban dél, no osaba hacer otra cosa. Desto hobo muchos testigos de
oidas, que lo habian sabido de indios, y viéronse muchas conjeturas y
argumentos dello; y una era, que tenia un hijo y un sobrino consigo
del dicho rey Manicaotex, como en rehenes de su tributo, y otra, que
buscaba todas las joyuelas y cositas que podia haber de Castilla, el
Francisco Roldan, para darle al dicho Cacique, y llamábalo su hermano.
Cosa pareció muy pensada y platicada de propósito, de muchos dias ántes
y de algunas personas principales, con el Francisco Roldan, este motin
ó alzamiento, creyendo que el Almirante nunca á esta isla volviera,
segun lo que Juan Aguado habia dicho; y para mí tengo creido, que dió
el Juan Aguado harta ocasion para ello, de donde procedió á toda esta
tierra y gentes della tan grande daño y peligro. Luego que el Almirante
de la Isabela partió, procuró Francisco Roldan hacer gran cantidad de
herraje para los caballos, clavos y herraduras, lo que nunca ántes
habia hecho, ni era entónces tan necesario como de ántes lo fué, segun
parecia, y así lo juraron los testigos, en cierta probanza que, sobre
esto de muchas y muy honradas personas que yo cognoscí, que fueron
testigos, se hizo, la cual yo tuve muchos dias conmigo, y della saqué
todo ó lo más que desta rebelion y alzamiento de Francisco Roldan y sus
secuaces aquí digo. Visto D. Bartolomé en cuanto peligro estaba, por
aficionar más á sí á los españoles mandóles que daria á cada uno un
esclavo ó tantos esclavos; de aquí tomaron los que seguian á Francisco
Roldan atrevimiento á más robar y oprimir á los tristes indios. Lo
mismo hacian los que seguian al D. Bartolomé, y no osaba irles á la
mano porque no lo dejasen y se alzasen con Francisco Roldan.


CAPÍTULO CXIX.

Cada dia se le allegaba más gente á Francisco Roldan y más se engrosaba
su partido, como su vida y la de los que con él andaban era tan ancha,
gozando de todos los vicios que querian y, sobre todo, libertad y
señorío, porque temblaban dellos los indios, por lo cual los adoraban y
servian, y, con esto, él más soberbio y obstinado se hacia; y con esta
pujanza, segun dijeron muchas veces muchos de su compañía, de terminaba
de poner cerco á D. Bartolomé Colon, que estaba en la fortaleza de la
Concepcion susodicha; y hombre de los suyos, que se llamaba Gonzalo
Gomez Collado, tomó juramento á otro que habia nombre Gonzalo de
la Rambla, y este fué de los que no quisieron seguir á Roldan, que
dijese á don Bartolomé, y sino pudiese á D. Bartolomé, á D. Diego de
Salamanca, que le avisase que mirase por sí, é que por ninguna manera
saliese de la fortaleza, y en ella de quién se fiaba, por que supiese
de cierto, que, de cualquiera manera que hacerlo pudiesen, lo habian
de matar. Estando en este estado estas cosas, y D. Bartolomé en medio
destos peligros y de sus angustias, cada dia esperando cuando habia de
llegar Francisco Roldan á cercarlo, como Dios en esta vida no da todos
los trabajos juntos, sino siempre, cognosciendo nuestra flaqueza, con
alguna interpolacion, quiso dar algun resuello á D. Bartolomé y á los
que con él perseveraban, y así, ordenó que llegaron dos carabelas con
bastimentos llenas, y con 90 hombres de trabajo, de Castilla, que el
Almirante, con el ánsia que tenia de enviar provision á los que acá
estaban, creyendo que al ménos entre sí vivian en paz, inviaba; el
Capitan de las cuales fué un caballero que se llamó Pero Hernandez
Coronel, Alguacil mayor desta isla, que habia llevado consigo el
Almirante, del cual, en el cap. 82, se hizo mencion. Así como el D.
Bartolomé supo la venida de las carabelas, fué grande el consuelo que
recibió él y los que con él estaban, y determinó de partirse para
Sancto Domingo á poner recaudo en ellas y en lo que en ellas venia,
y para saber nuevas del Almirante y recibir las cartas del Rey é lo
que más convenia; súpolo tambien Francisco Roldan, y juntó la gente
toda de sus alzados y rebeldes, que le seguian, y acuerda de ir
tambien á Sancto Domingo para saber qué nuevas venian del Almirante y
de Castilla, y qué gente de nuevo, y así proveer lo que le cumplia.
Detúvose cinco ó seis leguas de la villa, porque no osó llegar allá,
temiendo que contra D. Bartolomé no prevalesceria, por la gente que
allí habia y la que en las carabelas venia. Rescibidas las cartas del
Almirante, y visto el favor que los Reyes le habian dado, y mercedes
de nuevo á él hechas, que abajo diremos, y entre ellas fué una, que
instituian al dicho don Bartolomé por Adelantado de todas estas Indias,
y como á mucha priesa el Almirante entendia en se despachar con otros
seis navíos; rescibió el Adelantado, D. Bartolomé, ya constituido
Adelantado, grandísimo favor y alegría, y los que le seguian, como si
resucitaran de muerte á vida; y, porque el Almirante hallase la tierra
sin los alborotos, confusion y daños en que estaba, como ya le esperase
cada dia, y venido pudiese descansar de sus tan prolijos trabajos algo,
con alegría, envió al dicho Capitan de las dichas carabelas y Alguacil
mayor desta isla, Pero Hernandez Coronel, porque era hombre prudente
y de auctoridad, y con él algunos otros que lo acompañasen, á que
hablase á Francisco Roldan y á los demas que le seguian, sobre que se
redujesen á la obediencia y so la gobernacion del dicho D. Bartolomé,
que ya le podemos llamar el Adelantado, y para ello les diese seguro y
prometiese perdon de la desobediencia y escándalos y daños pasados, y
los que sustentaban de presente. Llegado á ellos, queriéndoles hablar,
dijeron los principales, temiendo que la gente comun no se persuadiese
oyéndolo, que se apartase y no hablase sino con quien habia de hablar,
y se probó que habian dicho, «apartaos allá traidores,» si nó, que
les tirarian con las ballestas y que si se tardaran las carabelas ocho
dias, hobieran preso ó muerto al Adelantado, y que todos fueran ya
unos; el Coronel habló con el Francisco Roldan y con los principales,
encareciéndoles la desobediencia y escándalo, peligro y detrimento en
que ponian toda la isla, y lo que Dios se ofendia y eran deservidos
los Reyes, y otras cosas que les pudieron mover, pero, al cabo, con
solas respuestas, no honestas y áun más que deshonestas, y de soberbios
y obstinados, Pero Hernandez Coronel y los que fueron con él, se
volvieron. Francisco Roldan y sus alzados tomaron el camino del reino
y provincia de Xaraguá, donde, para cumplimiento de todos los vicios,
hallaron el aparejo y paraíso, libertad é impunidad que buscaban.
Desque D. Bartolomé vido que por bien no podia reducirlos, hizo proceso
contra él y los que con él se alzaron, y, llamados por sus pregones, al
cabo sentenciólos en rebeldía dándolos por traidores. Estos 90 hombres
de trabajo, que en estos dos navíos envió el Almirante, vinieron con
pacto y conveniencia de trabajar en todos los trabajos de las minas
y en cortar brasil, lo que entónces se creia que habia mucho, y así,
escribió el Almirante al Adelantado, su hermano, y yo ví la carta, que
si hallase alguna persona de los que estaban acá y sabian de las minas,
que le diese una cuadrilla de aquellos trabajadores, que sacasen oro,
y que diesen cada dia cierta cantidad de oro, y lo demas que sacasen
fuese para ellos; 14 dellos venian señalados para cultivar y labrar
la tierra, y sembrar trigo y lo demas. De donde parece que nunca
pensó el Almirante echar indios á las minas, como despues la maldad y
cudicia inventó, sino que diesen tributo de oro ó de lo que tuviesen,
como arriba pareció. Parece tambien que en aquel tiempo no habia la
soberbia en los hombres de trabajo y labradores, que á estas tierras
venian, como despues hobo, que, en pasando acá, luego presumieron, y
hoy presumen, por gañanes y rústicos que sean, de no trabajar, sino
holgazanear y comer de ajenos sudores; pero la causa desta desórden,
soberbia y ambicion, y haraganía desproporcionada de sus estados y
de toda razon, fué la tupida y cudiciosa y no excusable ceguedad del
infelice inventor de aquella pestilencia vastativa de tanta parte y
tan grande del linaje humano, que fué repartir los indios desta isla
á los cristianos, como si fueran vacas ó cabras, como en el libro II,
placiendo á Dios, se contará. Esta levantó los corazones de las viles y
serviles personas á pensar y presumir de sí mismos, que habiendo nacido
para servir y trabajar corporalmente y ser mandados, en poniendo el
pié en esta tierra no asentaban con nadie, y ya que querian asentar,
no para abajar el lomo en servicio alguno corporal, sino para estar y
andar enhiestos, y, con una varilla en la mano, ser verdugos de los
mansos y humildes indios, y mandar.


CAPÍTULO CXX.

Todos estos levantamientos y disensiones de entre estos alzados y no
alzados, resultaban en grandes aflicciones, angustias, trabajos y
daños de los indios, porque, donde quiera que llegaban los unos ó los
otros, les comian los bastimentos, los llevaban con cargas de tres ó
cuatro arrobas á cuestas, los hacian mil fuerzas y violencias en las
personas y hijos y mujeres, mayormente los de Francisco Roldan, que más
perdida y desenfrenada, en esto y en todo, tenian la vergüenza; en fin,
los unos y los otros, sin temor de Dios ni mancilla destas inocentes
gentes, los mataban y destruian por esquisitas y nuevas maneras de
crueldad, y acaecia, no muy raras veces sino muchas y cada dia, que
por su pasatiempo, asaeteaba el indio para probar si le pasaba con su
ballesta, y hacian pasar un indio, para con su espada cortarlo por
medio; pasaba el cordero y dábale un revés, y, porque no le cortaba de
un golpe, tornaba á hacer que pasase otro y otros, y así despedazaban
cuantos se les antojaba, riendo. Si con la carga de cuatro arrobas
que llevaban se cansaban, dejarretábanlos, y echaban las cargas por
sobrecargas á otros, y tambien á las mujeres, las cuales, por no poder
llevar la carga, darle de estocadas y echar la carga de aquella sobre
las otras, y caer otra con la que llevaba, y luego tambien matarla; y
otras execrables crueldades, que nunca fueron por hombres imaginadas.
Con estas vejaciones y malos tratamientos que sobrevinieron á las
cargas de los tributos, pasadas y presentes, y á otras muchas que se
les habian hecho (aunque Roldan publicaba santidad, que no tributasen,
y que por aquesta causa se apartaban del Adelantado él y aquella su
gente), los indios de toda la comarca de la Vega y del señorío del rey
Guarionex, viendo tambien que por parte del Adelantado les pedian y
amonestaban que pagasen el tributo al Rey, queriendo, de aborridos, dar
en el suelo con la carga, no quisieran hacer guerra á los cristianos,
ó porque tenian ya experimentado que les caia al cabo el daño sobre
la cabeza, ó porque, en la verdad, Guarionex era hombre pacífico y
manso; finalmente, acordó el Guarionex, é mucha de su gente, de se ir
huyendo á guarecer al reino de otro Rey, señor de las sierras y tierra,
aguas vertientes hasta la mar del Norte, pasado el anchor de la Vega,
porque aguas vertientes al Mediodia, que es el Sur, era el reino de
Guarionex. Aquel Rey é señor de las dichas sierras y tierra hasta la
dicha mar, tenia por nombre Mayobanex, por otro nombre le llamaban los
españoles el Cabron no sé otra causa, sino por escarnio, como solian
poner nombres, á los señores, vituperiosos como los hallaron desnudos;
segun que yo cognoscí hombre español, que al Cacique y señor con quien
él pudiera vivir por mozo de espuelas llamaba Aon, que en la lengua
de los indios quiere decir perro. Pedro Mártir dice en su Década
primera, que Cabron se nombraba la casa, ó título de la casa, ó pueblo
principal real del dicho Mayobanex, lo cual, yo que muchas veces lo oí
nombrar, y yo, yéndome al hilo de la gente, lo nombré, no por honra
sino por escarnio, Cabron entendí que le habian puesto. Este era señor
de gran número de gente, que habitaba toda aquella grande serranía,
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