Historia de las Indias (vol. 2 de 5) - 24
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otras cosas muchas, como pobre extranjero envidiado, etc.» Dice en el
poblar, porque le imputaban por malo haber poblado el primer pueblo
en la Isabela, como si él hobiera visto y andado toda esta isla, y de
industria escoger aquel por el peor lugar; nunca él hobiera herrado en
otra cosa sino en aquello, porque él vino á dar allí con los 17 navíos,
cansados y molidos del viaje de Castilla, y los caballos y bestias que
traia, y toda la gente afligida y medio enferma de tan luengo viaje,
no acostumbrado, y tan nunca en la mar, sin ver tierra tantos dias,
hasta entónces hombres se haber hallado; y es muy excelente y graciosa
tierra, y harta digna de ser poblada, y más propincua y frontera de las
minas de Cibao, por lo cual, cierto, más merecia gracias que serle á
mal poblar imputado, sino que, segun le desfavorecian, los que podian
hacerle daño de todo cuanto podian hechaban mano.
Escribió tambien á los Reyes en la angustia en que quedaba con el
levantamiento y rebelion de Francisco Roldan, y en los tratos que por
atraerlo á obediencia y servicio de Sus Altezas andaba; escribió más
á los Reyes, que porque decia Francisco Roldan que no tenia necesidad
de perdon, porque no tenia culpa, y que el Almirante era hermano del
Adelantado y era juez sospechoso, que trabajaba de concertar con él que
fuese á Castilla, y que Sus Altezas fuesen los jueces; y que cuanto
á la pesquisa é informacion sobre esto, para enviar á Sus Altezas,
para que se hiciese con ménos duda y sospecha, estuviesen á hacerla
presentes Alonso Sanchez de Carvajal con quien tenia pláticas, y el
Alcaide Miguel Ballester, y esta pesquisa fuese á Castilla, y Roldan
y sus compañeros enviasen un mensajero á la corte, y en tanto que
volviese respuesta de los Reyes, se viniesen á servir como de ántes
solian, y si esto no querian, que se fuesen á la isla de Sant Juan,
que estaba cerca de aquí, porque no anduviesen destruyendo esta isla,
como robando de continuo la tenian destruida. Dice más, que si estos
Alcaides no venian en concierto, para que cesasen tantos males, que
habia de trabajar de poner diligencia para los destruir; yo sospecho
que esta cláusula y palabra, dió más prisa á los Reyes para enviar muy
más presto á quitarle el cargo, creyendo que como le habian acusado de
riguroso y cruel en la ejecucion de la justicia, que, si él pudiese,
habia de hacer grandes estragos en aquellos rebeldes. Dice asimismo en
una de sus cartas á los Reyes así: «Siempre temí del enemigo de nuestra
sancta fe en esto, porque se ha puesto á desbaratar este tan grande
negocio con toda su fuerza; él fué tan contrario en todo, ántes que se
descubriese, que todos los que entendian en ello lo tenian por burla;
despues la gente que vino conmigo acá, que del negocio y de mí dijeron
mil testimonios, y agora se trabajó allá, que hubiese tanta dilacion é
impedimentos á mi despacho, y poner tanta cizaña á que Vuestras Altezas
hobiesen de temer la costa, la cual podia ser ya tan poca ó nada, como
será, si place á Aquel que lo dió y que es superior dél y de todo el
mundo, y el cual le sacará al fin por qué hizo el comienzo, y del cual
se ve tan manifiesto que le sostiene y aumenta, que es cierto, si se
mirasen las cosas que acá han pasado, se podria decir como y tanto como
del pueblo de Israel.» Quiere decir, que así como los hijos y pueblos
de Israel eran incrédulos contra Moisén y Aaron, así todos los que
dudaron y creyeron ser burla y de poco fruto el descubrimiento destas
Indias y desta negociacion; y añide más. «Podria yo todo replicarlo,
mas creo que no hace mengua, porque hartas veces los he escrito bien
largo, como agora, de la tierra que nuevamente dió Dios este viaje á
Vuestras Altezas, la cual se debe creer que es infinita, de la cual y
desta deben tomar grande alegría y darle infinitas gracias, y aborrecer
quien diz que no gasten en ello, porque no son amigos de la honra de
su alto Estado; porque allende de las tantas ánimas que se pueden
esperar que se salvarán, de que son Vuestras Altezas causa, y que es el
principal del caudal desto (y quiero fablar á la vana gloria del mundo,
la cual se debe tener en nada, pues que la aborrece Dios poderoso), y
digo que me respondan quién leyó las historias de griegos y romanos, si
con tan poca cosa ensancharon su señorío tan grandemente, como agora
hizo Vuestra Alteza aquel de la España con las Indias. Esta sola isla,
que boja más de 700 leguas; Jamáica, con otras 700 islas, y tanta
parte de la tierra firme, de los antiguos muy cognoscida y no ignota,
como quieren decir los envidiosos ó ignorantes, y despues desto, otras
islas muchas y grandes de aquí hácia Castilla, y agora esta, que es
de grande excelencia, de la cual creo que se haya de hablar entre
todos los cristianos por maravilla, con alegría. ¿Quién dirá, seyendo
hombre de seso, que fué mal gastado, y que mal se gasta lo que en ello
se despende? ¿qué memoria mayor en lo espiritual y temporal quedó ni
pueda más quedar de Príncipes? Yo soy atónito y pierdo el seso cuando
oigo y veo que esto no se considera, y que nadie diga que Vuestras
Altezas deban hacer caudal de plata ó oro, ó otra cosa valiosa, salvo
de proseguir tan alta y noble empresa, de que habrá Nuestro Señor
tanto servicio, y los sucesores de Vuestras Altezas y sus pueblos
tanto gozo: mírenlo bien Vuestras Altezas, que, á mi juicio, más le
relieva (relieva dice por importa) que hacian las cosas de Francia
ni de Italia.» Estas todas son sus palabras, y, en verdad, dignas de
mucha consideracion, porque llenas de prudencia y de verdad, y testigos
de pecho harto virtuoso, y de muy recta intincion, y hiciera grandes
cosas y fruto inestimable en estas tierras, si no ignorara que estas
gentes no le debian nada á él ni á otra persona del mundo, sólo porque
los descubrió, aunque casi atinaba y confesaba el fin de haber podido
jurídicamente volver acá, que no era otro que el bien destas gentes,
salud y conversion; y finalmente ayudó á quél errase los disfavores que
tenia de muchos, por zaherir los gastos que los Reyes hacian, y por
excusarlos ó recompensarlos.
CAPÍTULO CLVI.
El cual trata del principio ó principios de donde hobo su orígen
y procedió el repartimiento de los indios, que llamaron despues
encomiendas, que han destruido estas Indias, donde se prueba que nunca
los indios jamás se dieron para que los españoles los enseñasen, sino
para que se sirviesen dellos y aprovechasen.
Dice, allende lo susodicho, que ha de trabajar de tornar á asentar
la gente desta isla, en que tornen á la obediencia y que paguen los
tributos que solian pagar, y que Dios perdone á los que en la corte y
en Sevilla fueron causa de tardar él tanto en se despachar, porque si
él viniera con tiempo, como pudiera venir dentro de un año, y mucho
ántes, ni se alzaran los indios, ni dejaran de pagar los tributos
como los pagaban, porque siempre yo dije (dice él), que era necesario
de andar sobre ellos tres ó cuatro años, hasta que lo tuvieran bien
en uso, porque se debia de creer que se les haria fuerte. Mira que
duda, digo yo, y añido, que aunque acá se hallara ántes, no dejara
de haber los inconvenientes que hobo, y quizá mayores, porque tenia
Dios determinado de lo afligir y quitarle el cargo, pues con tanta
opresion y jactura destas gentes, que no le debian nada, dél usaba;
donde tambien añide, haciendo relacion de que esta isla se iba en
los mantenimientos mejorando, porque los ganados iban creciendo y
los españoles haciéndose al pan de la tierra, que lo querian más que
al de trigo, dice que agora tenian vida muy descansada, segun la
pasada, porque ellos no trabajaban ni hacian cosa, sino que los indios
lo trabajaban y hacian todo, casas y todo, y cuanta hacienda era
necesaria, y que no habia necesidad de otra cosa sino de gente que los
tuviese subyectos, por que si ellos viesen que éramos pocos, alzarian
la obediencia, y ellos nos siembran el pan y los ajes y todo otro
mantenimiento suyo, y el Adelantado tiene aquí más de 80.000 matas de
yuca, de que hacen el pan, plantadas. Estas son palabras del Almirante.
Dijo que hacian pozos, porque como estaba junto á la mar este pueblo,
de la otra, como agora está desta, banda, no tenian agua dulce de rio,
sino salada, y por eso hacian pozos, no para beber, porque es algo
salobre ó gruesa, sino para el servicio de casa; para beber tenian
una fuente, de que tambien hoy beben los que no tienen algibes, que
es buen agua. Es aquí de notar, que estos fueron los principios de
donde nació poco á poco el repartimiento que agora llaman encomiendas,
y, por consiguiente, la total perdicion de todas estas tan infinitas
naciones; porque como se enseñaron los españoles, áun los labradores,
y que venian asoldados para cavar y labrar la tierra y sacar el oro
de las minas (como arriba queda dicho), á haraganear y andar el lomo
enhiesto, comiendo de los sudores de los indios, usurpando cada uno por
fuerza tres y cuatro y diez que le sirviesen, por la mansedumbre de los
indios que no podian ni sabian resistir (y, segun dice el Almirante
en una destas cartas), Francisco Roldan y su gente alzada, traian más
de 500 indios, y cuando se mudaban de una parte á otra, serian más de
1.000 para llevarles las cargas, y los que estaban con el Adelantado, y
despues de venido el Almirante, hacian lo mismo por aquella semejanza;
y porque no se les pasasen á Roldan, todo esto y mucho más, y otras
cosas peores, como eran violencias y matanzas, é infinitos desafueros,
disimulaban, y no les osaban ir á la mano. Despues, cuando Roldan se
redujo á la obediencia del Almirante, como quedaban del holgar y de
la libertad que traian, y, de ser servidos de los indios y mandarles,
mal vezados, comenzó Roldan á pedir al Almirante que tuviese por
bien de que el rey Behechio, que, andando alzado el Roldan, lo tenia
por sus tiranías amedrentado y hacia lo que queria dél con su gente,
tuviese cargo de le hacer sus labranzas, como abajo, placiendo á Dios,
se verá; ni poco ni mucho, como dicen, sino el rey Behechio, siendo
de los mayores Reyes y señores de toda esta isla, y la corte de toda
ella, como arriba en el cap. 114 se dijo, lo cual el Almirante no le
pudo negar, porque todo estaba reciente y vedriado y en peligro, al
ménos duraba el temor, y no sin causa, que no hobiese otra rebelion,
y tambien hobo principio esta iniquidad, de aplicar el Almirante ó
el Adelantado, como se dijo arriba, ciertos Caciques y señores que
tuviesen cargo de hacer las labranzas y mantenimientos á las fortalezas
y pueblos de los españoles, como parece en las 80.000 matas ó montones
que arriba dijo el Almirante que habia hecho plantar el Adelantado
aquí, cerca de Sancto Domingo, y tenia cargo deste servicio, creo que
un gran Cacique y señor, cuya tierra y señorío era cinco ó seis leguas
de aquí, la costa arriba hácia el Oriente, y llamábase Agueybana,
y otros hacian que tuviesen cargo de enviar gente á las minas, así
que despues de cesada la rebelion, mayormente cuando se comenzaron
á avecindar y hacer pueblos, cada uno de ambas partes, así los que
habian seguido á Roldan, como los que permanecido en la obediencia del
Almirante, aunque fuese un gañan, y de los desorejados y homicianos
que, por sus delitos, se habian desterrado de Castilla para acá, pedian
que les diesen tal señor y Cacique con su gente para que le labrasen
sus haciendas ayudase á granjear; y por le agradar y tener contento
y seguro el Almirante, y porque asentase en la tierra sin sueldo del
Rey, lo que él mucho deseaba y trabajaba, se lo concedia liberalmente,
y á este fin enderezaba lo que en estas cartas de agora, con los cinco
navíos, escrebia á los Reyes, que les suplicaba tuviesen por bien de
que la gente que acá estaba se aprovechase un año ó dos, hasta que
este negocio de las Indias se levantase, porque ya se enderezaba; y
cerca desto dice así: «Suplico á Vuestras Altezas tengan por bien que
esta gente se aproveche agora un año ó dos, fasta que este negocio
esté en pié, que ya se endereza, que ven agora que esta gente de la
mar y casi toda la de la tierra están contentos, y salieron agora
dos ó tres Maestres de navíos que pusieron á la puerta cédulas para
quién se queria obligar á les dar 1.500 maravedís en Sevilla, que
les llevarian allí tantos esclavos y les farian la costa, y la paga
seria de los dineros que dellos se sacasen. Plugo mucho á la gente
toda, y yo lo acepté por todos y les protesto de les dar la carga, y
así vernán y traerán bastimentos y cosas que son acá necesarias, y se
aviará este negocio, el cual agora está muy perdido, porque la gente
no sirve, ni los indios pagan tributo con esto que pasó y mi absencia,
ni el Adelantado pudo más hacer, porque no tenia nadie consigo que no
fuese en tal guisa que no se podia fiar, que todos se congojaban y
maldecian, diciendo que eran cinco años que estaban acá y que no tenian
para una camisa. Agora les he ensanchado la voluntad y les parece
que lleva razon lo que les digo, que serán pagados presto, y podrán
llevar su paga adelante.» Estas son sus palabras. Y en otra cláusula dá
por nuevas buenas á los Reyes, que ya todos los españoles no querian
estar por sueldo del Rey, sino avecindarse, y porque lo hiciesen, les
ayudaba en cuanto podia á costa de los desventurados indios; así que,
por lo dicho, parece que el aprovecharse la gente que acá estaba,
española, era darles esclavos para que enviasen á Castilla á vender,
los cuales llevaban los Maestres á 1.500 maravedís, y que les darian
de comer; y negra comida seria la que ellos les darian, pues lo es
siempre la que suelen dar á los pasajeros de su misma nacion. Item, el
aprovechamiento tambien era dar Reyes y señores con sus gentes á los
desorejados y desterrados (por ser dignos de muerte por sus pecados),
que, sacada la crisma y ser bautizados, eran muy mejores que no ellos,
para que les sirviesen haciendo sus labranzas y haciendas, y en todo
cuanto ellos querian y decian que habian menester; concedida licencia
que tal Cacique ó señor á este fulano le hiciese tantas labranzas,
porque no se le daban para más, ellos se apoderaban y señoreaban tanto
dellos, que á cabo de un mes eran ellos los Caciques y los Reyes, y
temblaban los mismos señores delante dellos; de aquí tambien usurpaban
enviarlos á las minas que les sacasen oro, y en todos los otros
servicios de que juzgaban poder cebar sus codicias y ambiciones.
De las vejaciones y aperreamientos y maltratarlos en todo género de
rigor y austeridad, no quiero aquí decir más de lo que abajo se dirá;
finalmente, todo el interese y utilidad temporal de los españoles,
ponia en la sangre y sudores, y al cabo en perdicion y muerte desta
gente desmamparada, y aunque, segun parece, la intincion del Almirante
debia ser darles licencia para que les hiciesen las labranzas por algun
tiempo, y no para más, pues dice á los Reyes que tengan por bien que
sean aprovechados un año ó dos, en tanto que la negociacion estaba en
pié ó se levantaba, pero como al Almirante, luego quitaron el cargo
y gobernacion, y sucedió otro, como parecerá, ellos se encaminaron
y apoderaron tanto de aquella licencia y posesion tiránica, que los
sucesores en esta gobernacion, no de quitarla ni limitar, ántes
cumplirla y confirmarla y estragarla más de lo que estaba, y hacerla
universal, estudiaron. Y así, parece claro, de dónde y cuando tuvo su
orígen y principio, y cuan sin pensarlo aquesta pestilencia vastativa
de tan gran parte del linaje humano, que tanta inmensidad de gentes ha
estirpado, el dicho repartimiento y encomiendas, digo, en el cual se
encierran, y para sustentarlo se han cometido, todos los males, como
claramente parecerá abajo. Tambien consta de lo arriba relatado, que
nunca se dieron los indios á los españoles para que los enseñasen,
sino para que se sirviesen dellos, y de sus sudores, y angustias, y
trabajos se aprovechasen; porque manifiesto es, que, pues el Almirante
decia á los Reyes que enviasen devotos religiosos, más para reformar
la fe en los cristianos que para á los indios darla, que cognoscia
el Almirante no ser, los tan pecadores cristianos, para doctrinar y
dar la fe á los indios, capaces; luego no se los daba sino para que
adquiriesen con ellos las riquezas porque rabiaban. Lo mismo hicieron
los siguientes gobernadores, los cuales no ignoraban la vida que acá
siempre hicieron los españoles, y sus vicios públicos y malos ejemplos,
que siempre fueron de hombres bestiales, y si cuando se los daban les
decian que con cargo que en las cosas de la fe los enseñasen, no era
otra cosa sino hacer de la misma fe y religion cristiana, sacrílego
y inesplicable escarnio; y merecieran los mismos gobernadores que los
hicieran, no cuatro sino catorce cuartos. Todo esto, placiendo á Dios,
se cognoscerá mucho mejor en el lib. II y más abajo.
CAPÍTULO CLVII.
Suplicaba encarecidamente á los Reyes muchas veces, y en todas sus
cartas, que mandase á las personas que en Sevilla tenian cargo de las
cosas destas Indias, que las favoreciesen, ó al ménos, que no las
estorbasen ni infamasen, y esto creo yo que decia principalmente por
el dicho D. Juan Rodriguez de Fonseca, que ya era Obispo de Badajoz, y
de los otros oficiales; y, cierto, yo siempre oí y creí, y algo ví al
dicho Obispo, haber sido y ser contrario á las cosas del Almirante, no
sé con qué espíritu ni por qué causa, puesto que oí que dijo un dia el
Almirante, cuando supo que era ya Obispo: «Dovos á Dios (este era su
comun hablar), no seais fator de las Indias y non vos faran Obispo.»
Y como tuvo el Almirante acá tantos desabridos, mayormente despues
que vino Juan Aguado, debíanselo de decir ó escribir al Obispo (si,
empero, lo uno y lo otro es verdad, que puede ser que no lo sea), y
de allí haberle tomado, como dicen, ojeriza. Quiero decir, que pudo
ser no ser por aquella causa ni con mal espíritu, pero de que justa ó
injustamente el Obispo le desfavoreciese, yo no dudo; y tambien que el
Obispo, como era hombre de linaje y de generoso ánimo, y de los Reyes
muy privado y crecia cada dia en mayor estado, bastábale tomar opinion
siniestra, sin otra causa y con título de que los Reyes gastaban y
no se aprovechaban, para menospreciar ó no tener en la estima que
debiera los trabajos del Almirante; por lo cual, dice á los Reyes el
Almirante así: «Suplico á Vuestras Altezas manden á las personas que
entienden en Sevilla en esta negociacion, que no le sean contrarios
y no la impidan, porque ella estuviera más preciosa si mi dicha
acertara á que allí hobiera persona en el cargo deste negocio, que lo
tuviera amor, ó al ménos que no fuera contra ello y no se pusiera á
lo destruir é lo difamar, y favorecer á quien otro tanto hacia, y ser
contrario á quien decia bien dello, que, como se ve, la buena fama es
aquella que despues de Dios hace las cosas, y yo he sido culpado en el
poblar, en el tratar de la gente y en otras cosas muchas, como pobre
extranjero envidiado, de lo cual todo se veia el contrario, y que era
por voluntad, y con malicia, y atrevimiento, como ya parece en muchas
cosas.» Estas son sus palabras. Escribió tambien á sus Altezas, como
tenia aparejados tres navíos para enviar al Adelantado á la tierra de
Paria que dejaba descubierta, y que estuviese por allá seis meses,
dentro de los cuales, cierto, creyó que hiciera el Adelantado gran
descubrimiento, y llevar al cabo la costa hasta la Nueva España, ó al
ménos bien cerca, y partiérase con los cinco navíos juntamente el mismo
dia, segun dice, sino por esperar la resolucion del concierto en que
andaba con Roldan, porque el Adelantado era muy esforzado y hombre de
guerra, y hasta que Roldan fuese reducido, no convenia al Almirante ni
al bien de toda esta isla que estuviese ausente. Finalmente, concluyó
sus cartas, y con ellas envió á los Reyes, un envoltorio en que iban
unos pañezuelos de aquellos pintados que traian los indios de Paria,
que dejaba descubierta, y ciertas perlas, y creo, segun entendí de
otras partes, no de carta ni relacion del Almirante, fueron las perlas
que envió 160 ó 170, y ciertas piezas de oro y el envoltorio sellado;
y aquí dice, que aunque las perlas y oro que de allí envia sea en
cantidad poco, pero por la calidad las envia, pues, hasta entónces,
ninguno vido llevar perlas del Poniente; y así quiere dar á entender,
que se deben tener en mucho. Envió tambien á los Reyes la pintura ó
figura de la tierra que dejaba descubierta, con las islas distintas que
cerca estaban, y, por escrito, todo su viaje. Por esta pintura ó debujo
que á los Reyes envió de la dicha tierra de Paria, y por los rumbos y
caminos que desde las islas de Cabo Verde habia llevado, vino Alonso
de Hojeda y ordenó su viaje hasta dar en la isla de la Trinidad y la
tierra firme de Paria, y allí halló rastro y nuevas del Almirante,
como el mismo Hojeda confiesa y depone en su dicho juramentado, segun
arriba en el cap. 140 habemos declarado, y no segun Américo, parece que
quiso aplicarse á sí el descubrimiento de la dicha tierra firme, Paria,
de donde provino poner nombre á la dicha tierra firme, América, los
escritores que escriben fuera de España, lo cual, como allí se probó,
es muy grande engaño. Con las cartas y la figura ó pintura y relacion
de aquel viaje, y del estado en que todo lo de acá quedaba, se hicieron
los dichos cinco navíos, á la vela, á 18 de Octubre de 1498, en los
cuales, sospecho yo, que irian cartas de Francisco Roldan y de otras
personas muchas, que eran sus amigos ocultos ó públicos, llenas de
quejas del Adelantado que no hicieron al Almirante y á su estado, poco
daño.
CAPÍTULO CLVIII.
Volviendo la pluma á contar el trato de Francisco Roldan y sus
secuaces, recibida pues la carta del Almirante, Roldan, segun el cap.
155, salió del Bonao con algunos de los de su compañía, y vino aquí
á Sancto Domingo con su poca vergüenza, debajo del seguro, á hablar
con el Almirante, y segun pareció (porque no concluyó nada), más para
sacar gente que se le pasase, que para dar órden y concierto en su vida
desordenada. No pude saber lo que con su venida, cuando pareció ante
su amo y señor, el Almirante, y lo que dijo, ni como el Almirante le
rescibió, porque de creer es que pasarian cosas notables. Finalmente,
hablaron y trataron de concierto y de medios, y de creer es que él
dió las quejas que tenia ó fingia tener del Adelantado, y que el
Almirante le satisfaria á todas ellas y exhortaria á la obediencia y
reconciliacion del Adelantado, y ofreceria largamente cuantos honestos
partidos hallar pudiese, para verlo á él reducido y á la isla asentada,
como parece por muchas cartas que ántes y despues desta vista le
escribió el Almirante, algunas de las cuales, y las respuestas del
mismo Francisco Roldan, de su nombre firmadas, he tenido é leido en
mis manos. Despues de muy bien entre ambos, y delante de muchos de
los que aquí estaban personas principales, platicado, pidiendo Roldan
cosas que graves eran al Almirante, y respondídole lo que parecia
razonable, quedó que lo platicaria con su compañía, y, segun lo que
acordasen, su señoría lo sabria, y así se tornó al Bonao. Porque no
se enfriase lo que tanto el Almirante deseaba concluir, envió con él
un mayordomo suyo que se llamaba Diego de Salamanca, hombre cuerdo y
bien honrado; llegados, trataron dello, y al fin acuerdan de enviar
al Almirante ciertos capítulos muy indiscretos, no honestos, sino de
hombres que no se daban mucho por vivir en paz y sosiego, ántes no
querian dejar la vida que tenian de desmandados. El Almirante, desque
los vió, cognoscido su atrevimiento y presuncion, no quiso aceptarlos,
porque ni á su honra, ni autoridad, ni á servicio de los Reyes era
cosa conveniente ni razonable, y para dárselo á entender, acordó
enviar al susodicho Alonso Sanchez de Carvajal, señalándole razones
claras y evidentes, por las cuales demostraba no ser cosa honesta ni
servicio de los Reyes que él aquellos capítulos firmase; pero que
mirasen cuanto él pudiese, salvo su honor y el servicio de los Reyes,
firmar, firmaria de buena gana, y les haria todo el bien y tratamiento
que debiese pidiendo cosas razonables. Fué Carvajal á la Concepcion,
donde ya estaban y trataban de tomar la fortaleza cercando al Alcaide,
para lo cual dicen que habian tirádole el agua; pero llegado Carvajal,
moderáronse. Trató con Francisco Roldan y con los principales, y al
cabo con todos, y concluyeron ciertos capítulos, el fin de los cuales,
y que más deseaba el Almirante, fué, que se fuesen á Castilla por
quitar de sí y desta isla gente ya tan corrupta y desmandada, con
que les diese el Almirante dos navíos en el puerto de Xaraguá, bien
aparejados, con bastimentos, y que les dejase á cada uno un esclavo y
las mancebas que tenian preñadas y paridas en lugar de los esclavos que
se les habian de dar, y que les diese carta de bien servidos ó haber
servido bien, y se les restituyesen algunos bienes que se les habian
tomado y otras cosas semejantes. El Almirante se las otorgó y firmó
con que no recibiesen más españoles en su compañía de todos cuantos
habia en la isla, y que dentro de cincuenta dias se embarcarian, y
que no llevarian esclavo alguno por fuerza de los que se les habian
de dar á merced, y que darian cuenta y razon á las personas que el
Almirante enviase al dicho puerto de lo que en los navíos metiesen, y
les entregarian todo lo que tuviesen de la hacienda del Rey. Firmólo
todo esto Roldan en nombre de todos los de su compañía en sábado, 17
de Noviembre de 1498, pero porque el Almirante estaba en esta villa
de Sancto Domingo y los capítulos se hicieron en la Vega ó Concepcion
con Alonso Sanchez de Carvajal y Diego de Salamanca, y habian de venir
á que el Almirante los firmase, dijo Roldan, que cuanto á no admitir
más gente en su compañía, lo firmaba con condicion, que, dentro de diez
dias, le viniese la respuesta de como el Almirante lo firmaba, lo cual
hizo á 21 del dicho mes. Envióles dentro de los diez dias la respuesta
y firmados los capítulos, y ellos partiéronse para Xaraguá, diciendo,
que iban á aparejar su partida, puesto que segun pareció, no tenian tal
pensamiento; por ventura, el Roldan era el que lo queria, y los otros
no. El Almirante, por el ánsia que tenia de verse libre de tan gran
impedimento, para lo que queria y entendia hacer en la gobernacion y
asiento desta isla, y tornar á hacer tributarios á los indios della,
suspendió la ida del Adelantado á descubrir la tierra firme, que dejaba
comenzada, como no tenia más de aquellos tres navíos, y mandó luego
aderezar los dos, sacado dellos lo que tenia el Adelantado aparejado
para su viaje, y puesto lo que les era obligado por la capitulacion á
dar, y porque supo que algunos de aquellos de la compañía de Roldan
decian que no querian ir á Castilla, mandó hacer un seguro muy cumplido
y general, diciendo y prometiendo, que todos los que no quisiesen
ir á Castilla y quedarse en esta isla, á sueldo, si sueldo del Rey
quisiesen ganar, darles vecindad si se quisiesen avecindar; y por cosas
y embarazos que ocurrieron, no se pudieron despachar los navíos hasta
Enero del año siguiente de 1499. Mandó que Carvajal se fuese á Xaraguá
por tierra, que, entretanto que los navíos llegaban, entendiese con él
Francisco Roldan, en su despacho y aparejo para su partida. Partióse
tambien el Almirante para la Isabela y la tierra dentro, á visitar
la tierra y asegurar las gentes y disponerlas para que tornasen á
servir con los tributos que solian, para ellos muy sabrosas nuevas.
Dejó por su Teniente aquí en Sancto Domingo á su hermano D. Diego,
con su instruccion de lo que habia de hacer. Partidos los dos navíos,
dióles una dura tormenta que les hizo mucho daño, en especial al
uno, por manera que se recogieron al puerto Hermoso, que está, deste
de Sancto Domingo, 16 leguas, ó al de Azua, que está 20 ó pocas más,
donde no pudieron reformarse para proseguir su viaje hasta Marzo y
fin dél, y como ni el Roldan ni todos, ó al ménos los más dellos,
tenian poco deseo de ir á Castilla, porque temian ser castigados por
los Reyes, tomaron achaque de haber sido libres del asiento dado, y
no ser obligados á cumplirlo, diciendo ser pasado el término de los
cincuenta dias, é haber quedado por culpa é industria del Almirante,
porque los queria engañar é buscar maneras para prenderlos, y otras
alegaciones harto frívolas y desvariadas, y muy claramente contrarias
de la intencion y fin del Almirante, como no desease cosa más que
poblar, porque le imputaban por malo haber poblado el primer pueblo
en la Isabela, como si él hobiera visto y andado toda esta isla, y de
industria escoger aquel por el peor lugar; nunca él hobiera herrado en
otra cosa sino en aquello, porque él vino á dar allí con los 17 navíos,
cansados y molidos del viaje de Castilla, y los caballos y bestias que
traia, y toda la gente afligida y medio enferma de tan luengo viaje,
no acostumbrado, y tan nunca en la mar, sin ver tierra tantos dias,
hasta entónces hombres se haber hallado; y es muy excelente y graciosa
tierra, y harta digna de ser poblada, y más propincua y frontera de las
minas de Cibao, por lo cual, cierto, más merecia gracias que serle á
mal poblar imputado, sino que, segun le desfavorecian, los que podian
hacerle daño de todo cuanto podian hechaban mano.
Escribió tambien á los Reyes en la angustia en que quedaba con el
levantamiento y rebelion de Francisco Roldan, y en los tratos que por
atraerlo á obediencia y servicio de Sus Altezas andaba; escribió más
á los Reyes, que porque decia Francisco Roldan que no tenia necesidad
de perdon, porque no tenia culpa, y que el Almirante era hermano del
Adelantado y era juez sospechoso, que trabajaba de concertar con él que
fuese á Castilla, y que Sus Altezas fuesen los jueces; y que cuanto
á la pesquisa é informacion sobre esto, para enviar á Sus Altezas,
para que se hiciese con ménos duda y sospecha, estuviesen á hacerla
presentes Alonso Sanchez de Carvajal con quien tenia pláticas, y el
Alcaide Miguel Ballester, y esta pesquisa fuese á Castilla, y Roldan
y sus compañeros enviasen un mensajero á la corte, y en tanto que
volviese respuesta de los Reyes, se viniesen á servir como de ántes
solian, y si esto no querian, que se fuesen á la isla de Sant Juan,
que estaba cerca de aquí, porque no anduviesen destruyendo esta isla,
como robando de continuo la tenian destruida. Dice más, que si estos
Alcaides no venian en concierto, para que cesasen tantos males, que
habia de trabajar de poner diligencia para los destruir; yo sospecho
que esta cláusula y palabra, dió más prisa á los Reyes para enviar muy
más presto á quitarle el cargo, creyendo que como le habian acusado de
riguroso y cruel en la ejecucion de la justicia, que, si él pudiese,
habia de hacer grandes estragos en aquellos rebeldes. Dice asimismo en
una de sus cartas á los Reyes así: «Siempre temí del enemigo de nuestra
sancta fe en esto, porque se ha puesto á desbaratar este tan grande
negocio con toda su fuerza; él fué tan contrario en todo, ántes que se
descubriese, que todos los que entendian en ello lo tenian por burla;
despues la gente que vino conmigo acá, que del negocio y de mí dijeron
mil testimonios, y agora se trabajó allá, que hubiese tanta dilacion é
impedimentos á mi despacho, y poner tanta cizaña á que Vuestras Altezas
hobiesen de temer la costa, la cual podia ser ya tan poca ó nada, como
será, si place á Aquel que lo dió y que es superior dél y de todo el
mundo, y el cual le sacará al fin por qué hizo el comienzo, y del cual
se ve tan manifiesto que le sostiene y aumenta, que es cierto, si se
mirasen las cosas que acá han pasado, se podria decir como y tanto como
del pueblo de Israel.» Quiere decir, que así como los hijos y pueblos
de Israel eran incrédulos contra Moisén y Aaron, así todos los que
dudaron y creyeron ser burla y de poco fruto el descubrimiento destas
Indias y desta negociacion; y añide más. «Podria yo todo replicarlo,
mas creo que no hace mengua, porque hartas veces los he escrito bien
largo, como agora, de la tierra que nuevamente dió Dios este viaje á
Vuestras Altezas, la cual se debe creer que es infinita, de la cual y
desta deben tomar grande alegría y darle infinitas gracias, y aborrecer
quien diz que no gasten en ello, porque no son amigos de la honra de
su alto Estado; porque allende de las tantas ánimas que se pueden
esperar que se salvarán, de que son Vuestras Altezas causa, y que es el
principal del caudal desto (y quiero fablar á la vana gloria del mundo,
la cual se debe tener en nada, pues que la aborrece Dios poderoso), y
digo que me respondan quién leyó las historias de griegos y romanos, si
con tan poca cosa ensancharon su señorío tan grandemente, como agora
hizo Vuestra Alteza aquel de la España con las Indias. Esta sola isla,
que boja más de 700 leguas; Jamáica, con otras 700 islas, y tanta
parte de la tierra firme, de los antiguos muy cognoscida y no ignota,
como quieren decir los envidiosos ó ignorantes, y despues desto, otras
islas muchas y grandes de aquí hácia Castilla, y agora esta, que es
de grande excelencia, de la cual creo que se haya de hablar entre
todos los cristianos por maravilla, con alegría. ¿Quién dirá, seyendo
hombre de seso, que fué mal gastado, y que mal se gasta lo que en ello
se despende? ¿qué memoria mayor en lo espiritual y temporal quedó ni
pueda más quedar de Príncipes? Yo soy atónito y pierdo el seso cuando
oigo y veo que esto no se considera, y que nadie diga que Vuestras
Altezas deban hacer caudal de plata ó oro, ó otra cosa valiosa, salvo
de proseguir tan alta y noble empresa, de que habrá Nuestro Señor
tanto servicio, y los sucesores de Vuestras Altezas y sus pueblos
tanto gozo: mírenlo bien Vuestras Altezas, que, á mi juicio, más le
relieva (relieva dice por importa) que hacian las cosas de Francia
ni de Italia.» Estas todas son sus palabras, y, en verdad, dignas de
mucha consideracion, porque llenas de prudencia y de verdad, y testigos
de pecho harto virtuoso, y de muy recta intincion, y hiciera grandes
cosas y fruto inestimable en estas tierras, si no ignorara que estas
gentes no le debian nada á él ni á otra persona del mundo, sólo porque
los descubrió, aunque casi atinaba y confesaba el fin de haber podido
jurídicamente volver acá, que no era otro que el bien destas gentes,
salud y conversion; y finalmente ayudó á quél errase los disfavores que
tenia de muchos, por zaherir los gastos que los Reyes hacian, y por
excusarlos ó recompensarlos.
CAPÍTULO CLVI.
El cual trata del principio ó principios de donde hobo su orígen
y procedió el repartimiento de los indios, que llamaron despues
encomiendas, que han destruido estas Indias, donde se prueba que nunca
los indios jamás se dieron para que los españoles los enseñasen, sino
para que se sirviesen dellos y aprovechasen.
Dice, allende lo susodicho, que ha de trabajar de tornar á asentar
la gente desta isla, en que tornen á la obediencia y que paguen los
tributos que solian pagar, y que Dios perdone á los que en la corte y
en Sevilla fueron causa de tardar él tanto en se despachar, porque si
él viniera con tiempo, como pudiera venir dentro de un año, y mucho
ántes, ni se alzaran los indios, ni dejaran de pagar los tributos
como los pagaban, porque siempre yo dije (dice él), que era necesario
de andar sobre ellos tres ó cuatro años, hasta que lo tuvieran bien
en uso, porque se debia de creer que se les haria fuerte. Mira que
duda, digo yo, y añido, que aunque acá se hallara ántes, no dejara
de haber los inconvenientes que hobo, y quizá mayores, porque tenia
Dios determinado de lo afligir y quitarle el cargo, pues con tanta
opresion y jactura destas gentes, que no le debian nada, dél usaba;
donde tambien añide, haciendo relacion de que esta isla se iba en
los mantenimientos mejorando, porque los ganados iban creciendo y
los españoles haciéndose al pan de la tierra, que lo querian más que
al de trigo, dice que agora tenian vida muy descansada, segun la
pasada, porque ellos no trabajaban ni hacian cosa, sino que los indios
lo trabajaban y hacian todo, casas y todo, y cuanta hacienda era
necesaria, y que no habia necesidad de otra cosa sino de gente que los
tuviese subyectos, por que si ellos viesen que éramos pocos, alzarian
la obediencia, y ellos nos siembran el pan y los ajes y todo otro
mantenimiento suyo, y el Adelantado tiene aquí más de 80.000 matas de
yuca, de que hacen el pan, plantadas. Estas son palabras del Almirante.
Dijo que hacian pozos, porque como estaba junto á la mar este pueblo,
de la otra, como agora está desta, banda, no tenian agua dulce de rio,
sino salada, y por eso hacian pozos, no para beber, porque es algo
salobre ó gruesa, sino para el servicio de casa; para beber tenian
una fuente, de que tambien hoy beben los que no tienen algibes, que
es buen agua. Es aquí de notar, que estos fueron los principios de
donde nació poco á poco el repartimiento que agora llaman encomiendas,
y, por consiguiente, la total perdicion de todas estas tan infinitas
naciones; porque como se enseñaron los españoles, áun los labradores,
y que venian asoldados para cavar y labrar la tierra y sacar el oro
de las minas (como arriba queda dicho), á haraganear y andar el lomo
enhiesto, comiendo de los sudores de los indios, usurpando cada uno por
fuerza tres y cuatro y diez que le sirviesen, por la mansedumbre de los
indios que no podian ni sabian resistir (y, segun dice el Almirante
en una destas cartas), Francisco Roldan y su gente alzada, traian más
de 500 indios, y cuando se mudaban de una parte á otra, serian más de
1.000 para llevarles las cargas, y los que estaban con el Adelantado, y
despues de venido el Almirante, hacian lo mismo por aquella semejanza;
y porque no se les pasasen á Roldan, todo esto y mucho más, y otras
cosas peores, como eran violencias y matanzas, é infinitos desafueros,
disimulaban, y no les osaban ir á la mano. Despues, cuando Roldan se
redujo á la obediencia del Almirante, como quedaban del holgar y de
la libertad que traian, y, de ser servidos de los indios y mandarles,
mal vezados, comenzó Roldan á pedir al Almirante que tuviese por
bien de que el rey Behechio, que, andando alzado el Roldan, lo tenia
por sus tiranías amedrentado y hacia lo que queria dél con su gente,
tuviese cargo de le hacer sus labranzas, como abajo, placiendo á Dios,
se verá; ni poco ni mucho, como dicen, sino el rey Behechio, siendo
de los mayores Reyes y señores de toda esta isla, y la corte de toda
ella, como arriba en el cap. 114 se dijo, lo cual el Almirante no le
pudo negar, porque todo estaba reciente y vedriado y en peligro, al
ménos duraba el temor, y no sin causa, que no hobiese otra rebelion,
y tambien hobo principio esta iniquidad, de aplicar el Almirante ó
el Adelantado, como se dijo arriba, ciertos Caciques y señores que
tuviesen cargo de hacer las labranzas y mantenimientos á las fortalezas
y pueblos de los españoles, como parece en las 80.000 matas ó montones
que arriba dijo el Almirante que habia hecho plantar el Adelantado
aquí, cerca de Sancto Domingo, y tenia cargo deste servicio, creo que
un gran Cacique y señor, cuya tierra y señorío era cinco ó seis leguas
de aquí, la costa arriba hácia el Oriente, y llamábase Agueybana,
y otros hacian que tuviesen cargo de enviar gente á las minas, así
que despues de cesada la rebelion, mayormente cuando se comenzaron
á avecindar y hacer pueblos, cada uno de ambas partes, así los que
habian seguido á Roldan, como los que permanecido en la obediencia del
Almirante, aunque fuese un gañan, y de los desorejados y homicianos
que, por sus delitos, se habian desterrado de Castilla para acá, pedian
que les diesen tal señor y Cacique con su gente para que le labrasen
sus haciendas ayudase á granjear; y por le agradar y tener contento
y seguro el Almirante, y porque asentase en la tierra sin sueldo del
Rey, lo que él mucho deseaba y trabajaba, se lo concedia liberalmente,
y á este fin enderezaba lo que en estas cartas de agora, con los cinco
navíos, escrebia á los Reyes, que les suplicaba tuviesen por bien de
que la gente que acá estaba se aprovechase un año ó dos, hasta que
este negocio de las Indias se levantase, porque ya se enderezaba; y
cerca desto dice así: «Suplico á Vuestras Altezas tengan por bien que
esta gente se aproveche agora un año ó dos, fasta que este negocio
esté en pié, que ya se endereza, que ven agora que esta gente de la
mar y casi toda la de la tierra están contentos, y salieron agora
dos ó tres Maestres de navíos que pusieron á la puerta cédulas para
quién se queria obligar á les dar 1.500 maravedís en Sevilla, que
les llevarian allí tantos esclavos y les farian la costa, y la paga
seria de los dineros que dellos se sacasen. Plugo mucho á la gente
toda, y yo lo acepté por todos y les protesto de les dar la carga, y
así vernán y traerán bastimentos y cosas que son acá necesarias, y se
aviará este negocio, el cual agora está muy perdido, porque la gente
no sirve, ni los indios pagan tributo con esto que pasó y mi absencia,
ni el Adelantado pudo más hacer, porque no tenia nadie consigo que no
fuese en tal guisa que no se podia fiar, que todos se congojaban y
maldecian, diciendo que eran cinco años que estaban acá y que no tenian
para una camisa. Agora les he ensanchado la voluntad y les parece
que lleva razon lo que les digo, que serán pagados presto, y podrán
llevar su paga adelante.» Estas son sus palabras. Y en otra cláusula dá
por nuevas buenas á los Reyes, que ya todos los españoles no querian
estar por sueldo del Rey, sino avecindarse, y porque lo hiciesen, les
ayudaba en cuanto podia á costa de los desventurados indios; así que,
por lo dicho, parece que el aprovecharse la gente que acá estaba,
española, era darles esclavos para que enviasen á Castilla á vender,
los cuales llevaban los Maestres á 1.500 maravedís, y que les darian
de comer; y negra comida seria la que ellos les darian, pues lo es
siempre la que suelen dar á los pasajeros de su misma nacion. Item, el
aprovechamiento tambien era dar Reyes y señores con sus gentes á los
desorejados y desterrados (por ser dignos de muerte por sus pecados),
que, sacada la crisma y ser bautizados, eran muy mejores que no ellos,
para que les sirviesen haciendo sus labranzas y haciendas, y en todo
cuanto ellos querian y decian que habian menester; concedida licencia
que tal Cacique ó señor á este fulano le hiciese tantas labranzas,
porque no se le daban para más, ellos se apoderaban y señoreaban tanto
dellos, que á cabo de un mes eran ellos los Caciques y los Reyes, y
temblaban los mismos señores delante dellos; de aquí tambien usurpaban
enviarlos á las minas que les sacasen oro, y en todos los otros
servicios de que juzgaban poder cebar sus codicias y ambiciones.
De las vejaciones y aperreamientos y maltratarlos en todo género de
rigor y austeridad, no quiero aquí decir más de lo que abajo se dirá;
finalmente, todo el interese y utilidad temporal de los españoles,
ponia en la sangre y sudores, y al cabo en perdicion y muerte desta
gente desmamparada, y aunque, segun parece, la intincion del Almirante
debia ser darles licencia para que les hiciesen las labranzas por algun
tiempo, y no para más, pues dice á los Reyes que tengan por bien que
sean aprovechados un año ó dos, en tanto que la negociacion estaba en
pié ó se levantaba, pero como al Almirante, luego quitaron el cargo
y gobernacion, y sucedió otro, como parecerá, ellos se encaminaron
y apoderaron tanto de aquella licencia y posesion tiránica, que los
sucesores en esta gobernacion, no de quitarla ni limitar, ántes
cumplirla y confirmarla y estragarla más de lo que estaba, y hacerla
universal, estudiaron. Y así, parece claro, de dónde y cuando tuvo su
orígen y principio, y cuan sin pensarlo aquesta pestilencia vastativa
de tan gran parte del linaje humano, que tanta inmensidad de gentes ha
estirpado, el dicho repartimiento y encomiendas, digo, en el cual se
encierran, y para sustentarlo se han cometido, todos los males, como
claramente parecerá abajo. Tambien consta de lo arriba relatado, que
nunca se dieron los indios á los españoles para que los enseñasen,
sino para que se sirviesen dellos, y de sus sudores, y angustias, y
trabajos se aprovechasen; porque manifiesto es, que, pues el Almirante
decia á los Reyes que enviasen devotos religiosos, más para reformar
la fe en los cristianos que para á los indios darla, que cognoscia
el Almirante no ser, los tan pecadores cristianos, para doctrinar y
dar la fe á los indios, capaces; luego no se los daba sino para que
adquiriesen con ellos las riquezas porque rabiaban. Lo mismo hicieron
los siguientes gobernadores, los cuales no ignoraban la vida que acá
siempre hicieron los españoles, y sus vicios públicos y malos ejemplos,
que siempre fueron de hombres bestiales, y si cuando se los daban les
decian que con cargo que en las cosas de la fe los enseñasen, no era
otra cosa sino hacer de la misma fe y religion cristiana, sacrílego
y inesplicable escarnio; y merecieran los mismos gobernadores que los
hicieran, no cuatro sino catorce cuartos. Todo esto, placiendo á Dios,
se cognoscerá mucho mejor en el lib. II y más abajo.
CAPÍTULO CLVII.
Suplicaba encarecidamente á los Reyes muchas veces, y en todas sus
cartas, que mandase á las personas que en Sevilla tenian cargo de las
cosas destas Indias, que las favoreciesen, ó al ménos, que no las
estorbasen ni infamasen, y esto creo yo que decia principalmente por
el dicho D. Juan Rodriguez de Fonseca, que ya era Obispo de Badajoz, y
de los otros oficiales; y, cierto, yo siempre oí y creí, y algo ví al
dicho Obispo, haber sido y ser contrario á las cosas del Almirante, no
sé con qué espíritu ni por qué causa, puesto que oí que dijo un dia el
Almirante, cuando supo que era ya Obispo: «Dovos á Dios (este era su
comun hablar), no seais fator de las Indias y non vos faran Obispo.»
Y como tuvo el Almirante acá tantos desabridos, mayormente despues
que vino Juan Aguado, debíanselo de decir ó escribir al Obispo (si,
empero, lo uno y lo otro es verdad, que puede ser que no lo sea), y
de allí haberle tomado, como dicen, ojeriza. Quiero decir, que pudo
ser no ser por aquella causa ni con mal espíritu, pero de que justa ó
injustamente el Obispo le desfavoreciese, yo no dudo; y tambien que el
Obispo, como era hombre de linaje y de generoso ánimo, y de los Reyes
muy privado y crecia cada dia en mayor estado, bastábale tomar opinion
siniestra, sin otra causa y con título de que los Reyes gastaban y
no se aprovechaban, para menospreciar ó no tener en la estima que
debiera los trabajos del Almirante; por lo cual, dice á los Reyes el
Almirante así: «Suplico á Vuestras Altezas manden á las personas que
entienden en Sevilla en esta negociacion, que no le sean contrarios
y no la impidan, porque ella estuviera más preciosa si mi dicha
acertara á que allí hobiera persona en el cargo deste negocio, que lo
tuviera amor, ó al ménos que no fuera contra ello y no se pusiera á
lo destruir é lo difamar, y favorecer á quien otro tanto hacia, y ser
contrario á quien decia bien dello, que, como se ve, la buena fama es
aquella que despues de Dios hace las cosas, y yo he sido culpado en el
poblar, en el tratar de la gente y en otras cosas muchas, como pobre
extranjero envidiado, de lo cual todo se veia el contrario, y que era
por voluntad, y con malicia, y atrevimiento, como ya parece en muchas
cosas.» Estas son sus palabras. Escribió tambien á sus Altezas, como
tenia aparejados tres navíos para enviar al Adelantado á la tierra de
Paria que dejaba descubierta, y que estuviese por allá seis meses,
dentro de los cuales, cierto, creyó que hiciera el Adelantado gran
descubrimiento, y llevar al cabo la costa hasta la Nueva España, ó al
ménos bien cerca, y partiérase con los cinco navíos juntamente el mismo
dia, segun dice, sino por esperar la resolucion del concierto en que
andaba con Roldan, porque el Adelantado era muy esforzado y hombre de
guerra, y hasta que Roldan fuese reducido, no convenia al Almirante ni
al bien de toda esta isla que estuviese ausente. Finalmente, concluyó
sus cartas, y con ellas envió á los Reyes, un envoltorio en que iban
unos pañezuelos de aquellos pintados que traian los indios de Paria,
que dejaba descubierta, y ciertas perlas, y creo, segun entendí de
otras partes, no de carta ni relacion del Almirante, fueron las perlas
que envió 160 ó 170, y ciertas piezas de oro y el envoltorio sellado;
y aquí dice, que aunque las perlas y oro que de allí envia sea en
cantidad poco, pero por la calidad las envia, pues, hasta entónces,
ninguno vido llevar perlas del Poniente; y así quiere dar á entender,
que se deben tener en mucho. Envió tambien á los Reyes la pintura ó
figura de la tierra que dejaba descubierta, con las islas distintas que
cerca estaban, y, por escrito, todo su viaje. Por esta pintura ó debujo
que á los Reyes envió de la dicha tierra de Paria, y por los rumbos y
caminos que desde las islas de Cabo Verde habia llevado, vino Alonso
de Hojeda y ordenó su viaje hasta dar en la isla de la Trinidad y la
tierra firme de Paria, y allí halló rastro y nuevas del Almirante,
como el mismo Hojeda confiesa y depone en su dicho juramentado, segun
arriba en el cap. 140 habemos declarado, y no segun Américo, parece que
quiso aplicarse á sí el descubrimiento de la dicha tierra firme, Paria,
de donde provino poner nombre á la dicha tierra firme, América, los
escritores que escriben fuera de España, lo cual, como allí se probó,
es muy grande engaño. Con las cartas y la figura ó pintura y relacion
de aquel viaje, y del estado en que todo lo de acá quedaba, se hicieron
los dichos cinco navíos, á la vela, á 18 de Octubre de 1498, en los
cuales, sospecho yo, que irian cartas de Francisco Roldan y de otras
personas muchas, que eran sus amigos ocultos ó públicos, llenas de
quejas del Adelantado que no hicieron al Almirante y á su estado, poco
daño.
CAPÍTULO CLVIII.
Volviendo la pluma á contar el trato de Francisco Roldan y sus
secuaces, recibida pues la carta del Almirante, Roldan, segun el cap.
155, salió del Bonao con algunos de los de su compañía, y vino aquí
á Sancto Domingo con su poca vergüenza, debajo del seguro, á hablar
con el Almirante, y segun pareció (porque no concluyó nada), más para
sacar gente que se le pasase, que para dar órden y concierto en su vida
desordenada. No pude saber lo que con su venida, cuando pareció ante
su amo y señor, el Almirante, y lo que dijo, ni como el Almirante le
rescibió, porque de creer es que pasarian cosas notables. Finalmente,
hablaron y trataron de concierto y de medios, y de creer es que él
dió las quejas que tenia ó fingia tener del Adelantado, y que el
Almirante le satisfaria á todas ellas y exhortaria á la obediencia y
reconciliacion del Adelantado, y ofreceria largamente cuantos honestos
partidos hallar pudiese, para verlo á él reducido y á la isla asentada,
como parece por muchas cartas que ántes y despues desta vista le
escribió el Almirante, algunas de las cuales, y las respuestas del
mismo Francisco Roldan, de su nombre firmadas, he tenido é leido en
mis manos. Despues de muy bien entre ambos, y delante de muchos de
los que aquí estaban personas principales, platicado, pidiendo Roldan
cosas que graves eran al Almirante, y respondídole lo que parecia
razonable, quedó que lo platicaria con su compañía, y, segun lo que
acordasen, su señoría lo sabria, y así se tornó al Bonao. Porque no
se enfriase lo que tanto el Almirante deseaba concluir, envió con él
un mayordomo suyo que se llamaba Diego de Salamanca, hombre cuerdo y
bien honrado; llegados, trataron dello, y al fin acuerdan de enviar
al Almirante ciertos capítulos muy indiscretos, no honestos, sino de
hombres que no se daban mucho por vivir en paz y sosiego, ántes no
querian dejar la vida que tenian de desmandados. El Almirante, desque
los vió, cognoscido su atrevimiento y presuncion, no quiso aceptarlos,
porque ni á su honra, ni autoridad, ni á servicio de los Reyes era
cosa conveniente ni razonable, y para dárselo á entender, acordó
enviar al susodicho Alonso Sanchez de Carvajal, señalándole razones
claras y evidentes, por las cuales demostraba no ser cosa honesta ni
servicio de los Reyes que él aquellos capítulos firmase; pero que
mirasen cuanto él pudiese, salvo su honor y el servicio de los Reyes,
firmar, firmaria de buena gana, y les haria todo el bien y tratamiento
que debiese pidiendo cosas razonables. Fué Carvajal á la Concepcion,
donde ya estaban y trataban de tomar la fortaleza cercando al Alcaide,
para lo cual dicen que habian tirádole el agua; pero llegado Carvajal,
moderáronse. Trató con Francisco Roldan y con los principales, y al
cabo con todos, y concluyeron ciertos capítulos, el fin de los cuales,
y que más deseaba el Almirante, fué, que se fuesen á Castilla por
quitar de sí y desta isla gente ya tan corrupta y desmandada, con
que les diese el Almirante dos navíos en el puerto de Xaraguá, bien
aparejados, con bastimentos, y que les dejase á cada uno un esclavo y
las mancebas que tenian preñadas y paridas en lugar de los esclavos que
se les habian de dar, y que les diese carta de bien servidos ó haber
servido bien, y se les restituyesen algunos bienes que se les habian
tomado y otras cosas semejantes. El Almirante se las otorgó y firmó
con que no recibiesen más españoles en su compañía de todos cuantos
habia en la isla, y que dentro de cincuenta dias se embarcarian, y
que no llevarian esclavo alguno por fuerza de los que se les habian
de dar á merced, y que darian cuenta y razon á las personas que el
Almirante enviase al dicho puerto de lo que en los navíos metiesen, y
les entregarian todo lo que tuviesen de la hacienda del Rey. Firmólo
todo esto Roldan en nombre de todos los de su compañía en sábado, 17
de Noviembre de 1498, pero porque el Almirante estaba en esta villa
de Sancto Domingo y los capítulos se hicieron en la Vega ó Concepcion
con Alonso Sanchez de Carvajal y Diego de Salamanca, y habian de venir
á que el Almirante los firmase, dijo Roldan, que cuanto á no admitir
más gente en su compañía, lo firmaba con condicion, que, dentro de diez
dias, le viniese la respuesta de como el Almirante lo firmaba, lo cual
hizo á 21 del dicho mes. Envióles dentro de los diez dias la respuesta
y firmados los capítulos, y ellos partiéronse para Xaraguá, diciendo,
que iban á aparejar su partida, puesto que segun pareció, no tenian tal
pensamiento; por ventura, el Roldan era el que lo queria, y los otros
no. El Almirante, por el ánsia que tenia de verse libre de tan gran
impedimento, para lo que queria y entendia hacer en la gobernacion y
asiento desta isla, y tornar á hacer tributarios á los indios della,
suspendió la ida del Adelantado á descubrir la tierra firme, que dejaba
comenzada, como no tenia más de aquellos tres navíos, y mandó luego
aderezar los dos, sacado dellos lo que tenia el Adelantado aparejado
para su viaje, y puesto lo que les era obligado por la capitulacion á
dar, y porque supo que algunos de aquellos de la compañía de Roldan
decian que no querian ir á Castilla, mandó hacer un seguro muy cumplido
y general, diciendo y prometiendo, que todos los que no quisiesen
ir á Castilla y quedarse en esta isla, á sueldo, si sueldo del Rey
quisiesen ganar, darles vecindad si se quisiesen avecindar; y por cosas
y embarazos que ocurrieron, no se pudieron despachar los navíos hasta
Enero del año siguiente de 1499. Mandó que Carvajal se fuese á Xaraguá
por tierra, que, entretanto que los navíos llegaban, entendiese con él
Francisco Roldan, en su despacho y aparejo para su partida. Partióse
tambien el Almirante para la Isabela y la tierra dentro, á visitar
la tierra y asegurar las gentes y disponerlas para que tornasen á
servir con los tributos que solian, para ellos muy sabrosas nuevas.
Dejó por su Teniente aquí en Sancto Domingo á su hermano D. Diego,
con su instruccion de lo que habia de hacer. Partidos los dos navíos,
dióles una dura tormenta que les hizo mucho daño, en especial al
uno, por manera que se recogieron al puerto Hermoso, que está, deste
de Sancto Domingo, 16 leguas, ó al de Azua, que está 20 ó pocas más,
donde no pudieron reformarse para proseguir su viaje hasta Marzo y
fin dél, y como ni el Roldan ni todos, ó al ménos los más dellos,
tenian poco deseo de ir á Castilla, porque temian ser castigados por
los Reyes, tomaron achaque de haber sido libres del asiento dado, y
no ser obligados á cumplirlo, diciendo ser pasado el término de los
cincuenta dias, é haber quedado por culpa é industria del Almirante,
porque los queria engañar é buscar maneras para prenderlos, y otras
alegaciones harto frívolas y desvariadas, y muy claramente contrarias
de la intencion y fin del Almirante, como no desease cosa más que
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