Historia de las Indias (vol. 2 de 5) - 27

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mandado de los Reyes, que le mandasen conquistar estas gentes, por
vía de hacerles guerra y destruirlas por guerras, porque no se las
encomendaba la Sede Apostólica para esto, sino para convertirlas y
salvarlas, trayéndolas á Jesucristo muerto y vivo por ellas. Esto claro
parece por el primer capítulo de la Instruccion que le dieron, que
arriba en el cap. 81 pusimos. Item, ¿como habian de mandar los Reyes
católicos y píos, que conquistase por guerras á gente que el Almirante
mismo habia loado, predicado y encarecido por humilísimas, graciosas,
humanas, hospitales, liberales, dadivosas, caritativas, bonísimas y
simplicísimas? Manifiesto es que no se debe creer, que teniendo tal
noticia, dada por el mismo Almirante, y con verdad y mucha razon, pues
tan buen acogimiento halló en todos los lugares destas islas donde
llegó, mayormente cuando perdió la nao en el puerto de la Navidad,
reino del Rey piadoso Guacanagarí, como parece en los capítulos 59 y 60
y en los siguientes, y esta relacion hicieron los Reyes al Papa, de la
bondad y mansedumbre de estas naciones, que no le habian de mandar que
las conquistase con guerra; y si los Reyes le dieron tal provision, él
no la habia, como injusta, de cumplir, arbitrando que habian sido mal
informados.


CAPÍTULO CLXIV.

Necesario es, ántes que pasemos adelante, tornar un poco atras para
que la historia no deje olvidada cosa de las que son señaladas.
Volviendo, pues, al efecto que salió, sin lo dicho, de los cinco navíos
que despachó con las nuevas, el Almirante, del descubrimiento de la
tierra de Paria y firme, y perlas, y del acaecimiento que mezcló el
alegría que los Reyes recibieran de las tales nuevas, sino supieran la
rebelion de Francisco Roldan; como Alonso de Hojeda, que ya estaba en
Castilla, el cual, creo yo, que debiera de irse cuando mi tio Francisco
de Peñalosa, supo que el Almirante habia la dicha tierra descubierto y
las perlas, y vido la figura que el Almirante envió á los Reyes della,
y decia en sus cartas que era isla, y con duda (ó alguna creencia)
que era tierra firme, como le favorecia y era aficionado el Obispo de
Badajoz, D. Juan de Fonseca, que todo lo rodeaba y proveia, suplicóle
que le diese licencia para venir á descubrir por estas partes, islas
ó tierra firme, ó lo que hallase. El Obispo se la dió firmada de su
nombre y no de los Reyes, ó porque los Reyes se lo cometieron que él
diese las tales licencias ó aquella sola, lo cual es duro de creer,
ó porque de su propia autoridad se la quiso dar no dando parte á los
Reyes dello, porque como el año de 95 el Almirante se habia quejado
á los Reyes ser contra sus privilegios dar licencia á alguno para
descubrir, porque muchos la pedian, y le dieron sobrecarta para que
cerca de aquello se le guardasen sus privilegios, si era contra ellos,
y así se suspendió, segun arriba en el cap. 125 dijimos, y dar esta
licencia al Obispo de esta manera, no sé como lo pudo hacer; puesto
que tambien siento, que como era hombre muy determinado y acelerado, y
no estaba bien con las cosas del Almirante, que darla temerariamente,
sin consultar los Reyes, pudo ser, pero todavía dudo de ello, porque,
aunque era muy privado de los Reyes, cosa era esta que no osara por
sola su autoridad hacer. Dióla, empero, con esta limitacion, que no
tocase en tierra del rey de Portugal, ni en la tierra que el Almirante
habia descubierto hasta el año de 95. Tambien ocurre aquí otra
dificultad, que ¿porqué no salvaba la tierra que agora el Almirante
habia descubierto, pues constaba por la pintura y cartas que della
enviaba á los Reyes? A esto no sabré responder. De traer su licencia
solamente firmada del dicho Obispo y no de los Reyes, ninguna duda
hobo, porque Francisco Roldan la vido y lo escribió al Almirante, y yo
vide la carta original, como luego se dirá. Habida, pues, la licencia
Hojeda, hobo personas en Sevilla que le armasen cuatro carabelas ó
navíos, porque habia muchos ávidos y codiciosos de ir á descubrir el
ovillo por el hilo que le puso en las manos el Almirante, por haber
sido el primero que abrió las puertas deste, cerrado tantos siglos
habia, mar Océano. Partió del puerto de Sancta María ó de Cáliz, por el
mes de Mayo, y, sino dice contra la verdad Américo Vespucio en los dias
del mes, como no la dice cuanto al año, fué su partida á 20 de Mayo de
499; no de 97 como Américo dice, usurpando la gloria y honra que al
Almirante pertenecia, y aplicándosela á sí mismo sólo, queriendo dar á
entender al mundo, que él habia sido el primer descubridor de la tierra
firme de Paria, y no el Almirante, á quien todo el descubrimiento de
todas estas Indias, islas y tierra firme, justa y debidamente se le
debe, como arriba en el cap. 140 queda probado. En el cual capítulo
trabajé de poner por dudoso, si el Américo habia de industria negado,
tácitamente, este descubrimiento primero haber sido hecho por el
Almirante y aplicado á sí sólo, porque no habia mirado lo que despues
colegí de los mismos escritos del Américo, con otras escrituras que de
aquellos tiempos tengo y he hallado, por lo cual digo haber sido gran
falsedad y maldad la del Américo, queriendo usurpar, contra justicia,
el honor debido al Almirante, y la prueba desta falsedad por esta
manera y por el mismo Américo quedará clarificada. Supongamos lo que
arriba en el cap. 140 queda probado, conviene á saber: Lo primero,
el testimonio de tanta multitud numerosa de testigos, que de vistas
sabian que el Almirante fué el primero que descubrió la tierra firme
de Paria, y por consiguiente, ninguno por toda la tierra firme llegó
ántes, y esto afirma tambien Pedro Mártir, en los capítulos 3.º y 9.º
de su primera Década. Item, el mismo Hojeda, en su deposicion, tambien
lo testifica sin poder negarlo, diciendo que, desque vido la figura ó
pintura en Castilla, vino él á descubrir, é halló que habia llegado
á Paria y salido por la Boca del Drago el Almirante. Lo segundo, que
Américo vino con Hojeda, ó por piloto, ó que sabia algo de la mar,
pues lo cuenta junto con Juan de la Cosa y otros pilotos, ó, por
ventura, que vino como mercader poniendo algunos dineros y teniendo
parte en el armada. Lo tercero, supongamos lo que Américo confiesa en
su primera navegacion, y es, que llegó á la tierra que llamaban los
indios moradores della, Paria; item, que en cierta parte ó provincia de
la costa de la tierra firme, ó en la isla donde hicieron guerra, los
indios della le hirieron 22 hombres y matáronle uno, y esto acaesció
en el año 99, como luego se probará. Pues digamos así: el Almirante
fué el primero que descubrió á tierra firme y Paria, Hojeda fué el
primero despues del Almirante, y Américo fué con Hojeda, y confiesa que
llegaron á Paria. Pues el Almirante partió de Sant Lúcar á 30 de Mayo
de 98 años, luego Hojeda y Américo partieron de Cáliz el año siguiente
de 99 años, porque si el Almirante partió á 30 de Mayo de Sant Lúcar, y
Hojeda y Américo á 20 de Mayo de Cáliz, y el Almirante partió primero,
no pudo ser la partida de Hojeda y Américo en aquel año de 98, sino en
el siguiente de 99 años; ni se pudo decir en contra que pudo ser haber
partido Hojeda y Américo primeramente á 20 de Mayo el año mesmo de
98, que partió el Almirante, puesto que fuese verdad que el Almirante
llegase primero y descubriese á Paria, porque ya terniamos confesado
el intento, conviene á saber, que el Almirante hobiese descubierto á
Paria, y quedaria el dicho de Américo falso tambien, por él confesado,
que dice que partió el año de 97 años; luego, sin duda, ni partieron
de Cáliz el año de 97, ni tampoco el de 98, sino el de 99, y por
consiguiente, queda manifiesto que no fué Américo el que descubrió
primero la tierra firme de Paria, ni otro ninguno sino el Almirante.
Esto se confirma, por lo que arriba en el capítulo 140 se vido, que
Hojeda en su deposicion tomado por testigo en favor del Fisco, dijo,
conviene á saber, que despues que vido la pintura de la tierra, que el
Almirante habia descubierto, en Castilla, vino á descubrir y halló ser
verdad la tierra como en pintura la habia visto, y pues esta pintura
y relacion envió el Almirante á los Reyes el mismo año de 98, á 18
de Octubre que partieron los dichos navíos y llegaron por Navidad, y
en ellos fué mi padre, como parece en el cap. 155, arriba. Luego si
partió Hojeda y Américo por Mayo, á 20 dél, como escribe Américo mismo,
no pudo ser sino al año siguiente del 99. Item, por otra razon se
confirma: el Almirante fué avisado de los cristianos que estaban por
la provincia de Yaquimo, que se decia la tierra del Brasil, que habia
llegado allí Hojeda, á 5 de Setiembre, y así lo escribió el Almirante á
los Reyes en los navíos donde fueron los Procuradores del Almirante y
de Roldan; y esto fué en el año de 99, al tiempo que andaba acabándose
ó era acabada la reduccion de Francisco Roldan y de su compañía á la
obediencia del Almirante, y este es el primer viaje que Américo hizo
con Hojeda; luego no pudo haber partido Hojeda ni Américo de Cáliz el
año de 97, sino de 99. Que fuese este el primer viaje que hizo Hojeda
y Américo en busca de la tierra firme, parece por las dos cosas que
arriba se pusieron, que el mismo Américo en su primera navegacion
dice; la una, que llegaron á la tierra que llamaban los moradores
della, Paria; la segunda, que les hirieron los indios en cierta isla
22 hombres y los mataron uno, y esto dijeron á Francisco Roldan los de
la compañía de Hojeda cuando entró en los navíos de Hojeda el mismo
Francisco Roldan, el cual envió el Almirante á ello luego que supo que
habia llegado Hojeda á la tierra del Brasil, desta isla, como se dirá
en el cap. 168. Escribió Francisco Roldan al Almirante, desde allá,
estas, entre otras palabras, las cuales yo vide, firmadas del Francisco
Roldan, y era su firma bien cognoscida de mí; comienza así la carta:
«Hago saber á vuestra señoría, como yo llegué adonde estaba Hojeda, el
domingo, que se contaron 29 de Setiembre, etc.» Y más abajo: «Así que,
señor, yo hobe de ir á las carabelas y fallé en ellas á Juan Velazquez
y á Juan Vizcaino, el cual me mostró una capitulacion que traian para
descubrir, firmada del señor Obispo, en que le daba licencia para
descubrir en estas partes, tanto que no tocase en tierra del señor rey
de Portugal, ni en la tierra que vuestra señoría habia descubierto
fasta el año de 95. Descubrieron en la tierra que agora nuevamente
vuestra señoría descubrió; dice que pasaron por luengo de costa 600
leguas, en que hallaron gente que peleaba, tantos con tantos, con
ellos, y hirieron 20 hombres y mataron uno; en algunas partes saltaron
en tierra y les hacian mucha honra, y en otras no les consentian saltar
en tierra, etc.» Estas son palabras de Francisco Roldan al Almirante.
Américo en su primera navegacion, dice aquestas: _Ex nostris autem
interempto duntaxat uno, sed vulneratis vigint duobus; qui omnes ex Dei
adjutorio sanitatem recuperaverunt_. Que Hojeda y Américo llegasen á
esta isla Española, cuenta luego el mismo Américo, como luego parecerá.
Resta, luego, claro, por el Américo dicho, y la concordancia de lo que
dijeron sus compañeros á Francisco Roldan, conviene á saber, que le
habian herido 20 ó 22 y muerto uno, que aqueste fué su primer viaje; y
tambien por ambos que habian ido y visto á Paria, y tierra nuevamente
por el Almirante descubierta. Pues si este fué su primer viaje de
Américo y vino á esta isla el año de 99, á 5 de Setiembre, partido de
Castilla á 20 de Mayo en el mismo año de 99, como queda claramente
visto, síguese quedar Américo, de haber falsamente puesto que partió
de Cáliz el año de 97, confusamente convencido. Á este propósito hace
lo que escribió tambien á los Reyes el Almirante, como supo que era
Hojeda venido y que habia partido por Mayo cinco meses habia, habiendo
tan poco tiempo, y dijo así: «Hojeda llegó há cinco dias al puerto
adonde es el brasil; dicen estos marineros que, segun la brevedad del
tiempo que partió de Castilla, que no puede haber descubierto tierra,
bien pudieran cargar de brasil ántes que se lo pudieran prohibir, é así
como es él, así pueden hacer otros extranjeros.» Estas son palabras del
Almirante, y yo las vide escritas de su propia mano; quiso decir, que
en cinco meses poca tierra podia haber descubierto, y tambien, que si
él no enviara á Francisco Roldan para que le prohibiera que no cargase
los navíos de brasil, que pudiera cargarlos é irse, y que así podian
hacer cualesquiera extranjeros, sino se ponia en ello remedio. Todas
estas probaciones traidas de las cartas de Roldan y del Almirante,
no pueden ser calumniadas porque son ciertísimas, y no hay que dudar
de algunas dellas, porque nunca se pensó haberse de alegar y traer á
este propósito, como haya cincuenta y seis ó cincuenta y siete años
que fueron á otro propósito, refiriendo la verdad, escritas, ni habia
para qué fingirlas. Pero lo que Américo escribia para cobrar nombre
y aplicar á sí, usurpando tácitamente el descubrimiento de la tierra
firme, que al Almirante pertenecia, de industria lo hacia; esto, por
muchas razones puestas en este capítulo y en el 140, arriba, se colije,
y dejadas las dichas, quiero asignar otras manifestísimas: una es, que
trastrocó los viajes que hizo, aplicando lo del primero al segundo, y
las cosas que en el uno les acaescian, como si en el otro acaescieran,
las referia. Cuenta que en el primer viaje tardaron diez y ocho meses,
y esto no es posible, porque á los cinco meses que habia partido de
Castilla vino á esta isla, y de esta isla no podia volver á la tierra
firme, para andar tanto por ella, por los vientos que siempre corren
contrarios, que son las brisas y las corrientes, sino con grandísima
dificultad y en mucho tiempo, por manera, que lo que anduvo por
tierra firme, fué dentro de cinco meses, dentro de los cuales vino á
ella, puesto que, como abajo se dirá, dijo el Hojeda á algunos de los
españoles que aquí estaban, ántes que desta isla se partiesen, que iba
á hacer una cabalgada, la cual hizo salteando los indios de algunas
de las islas de estos alredadores, de las cuales llevó á Castilla,
segun cuenta el mismo Américo, 222 esclavos, y esto dice en fin de su
primera navegacion: _Nosque, Hispaniæ viam sequentes, Calicium tandem
repetivimus portum, cum ducentis viginti duobus captivatis personis_,
etc. Otra es, que ciertos daños y fuerzas que Hojeda hizo y los que
con él vinieron, á indios y á los españoles en Xaraguá, en su primer
viaje, púsolos en el segundo y segunda navegacion, en el fin de ella,
donde dice: _Obplurimarun rerum nostrarum indigentiam venimusque ad
Antigliæ insulam, quam paucis nuper ab annis Christophorus Columbus
discooperuit: in qua reculas nostras ac navalia reficiendo, mensibus
duobus et diebus totidem permansimus: plures interdum Christicolarum
in ibi conversantium contumelias perpetrando, quas prolixas ne
nimium fiam hic omitto_. Antilla llamaban los portugueses entónces
esta isla Española, y porque este Américo escribia esto en Lisboa,
la llama Antiglia. Que estas injurias que dicen que pasaron allí de
los españoles, las cuales se excusa decir, porque no le cumple, y la
causa por qué se las hicieron, lo cual luego se dirá en el capítulo
siguiente, acaesciesen en el primer viaje, claro, luego, asimismo se
verá. Otra es, que llegaron por 5 de Setiembre, como se dijo, á esta
isla, y dice que estuvieron dos meses y dos dias en ella, y estos, de
necesidad, habian de ser todo Setiembre y Octubre, y algun dia andado
de Noviembre; y dice allí, que salieron desta isla á 22 de Julio y que
tornaron al puerto de Cáliz á 8 de Setiembre; todo esto consta ser
falsísimo. Lo mismo se puede averiguar de todos los otros números de
los años, meses y dias que asigna de sus navegaciones, facilísimamente,
y así, parece que de industria quiso llevar sólo la gloria y nombre
del descubrimiento de la tierra firme, áun callando el nombre de su
Capitan, Alonso de Hojeda, usurpando tácitamente, como queda dicho,
el honor y gracias que al Almirante se le debe por este insigne
hecho, engañando al mundo, como escribia en latin, y al rey Renato
de Nápoles, y para fuera de España, y no habia (cubiertos los que
entónces esto sabian), quien los resistiese y declarase. Y maravíllome
yo de D. Hernando Colon, hijo del mismo Almirante, que siendo persona
de muy buen ingenio y prudencia, y teniendo en su poder las mismas
navegaciones de Américo, como lo sé yo, no advirtió en este hurto y
usurpacion que Américo Vespucio hizo á su muy ilustre padre.


CAPÍTULO CLXV.

Vista queda, porque largamente declarada, la industriosa cautela,
no en la haz ni, segun creo, con facilidad pensada, sino por algun
dia rumiada de Américo Vespucio, para que se le atribuyese haber
descubierto la mayor parte deste indiano mundo, habiendo concedido Dios
este privilegio al Almirante. De aquí conviene proseguir la historia
de lo que acaesció á Alonso de Hojeda, con quien iba el Américo, su
primer viaje. Partió, pues, con cuatro navíos, por el mes de Mayo, del
puerto de Cáliz, Alonso de Hojeda, y Juan de la Cosa por piloto ya
experimentado por los viajes que habia ido con el Almirante, y otros
pilotos y personas que tambien se habian hallado en los dichos viajes,
y tambien Américo, el cual, como arriba queda dicho en el cap. 140,
ó fué como mercader ó como sabio en las cosas de cosmosgrafía y de
la mar; partieron, digo, por Mayo, segun dice Américo, pero no como
él dice año de 1497, sino el año de 99, como asaz queda averiguado.
Su camino enderezaron hácia el Poniente, primero, desde las islas
Canarias, despues la vía del Austro. En veintisiete dias llegaron
(segun dice el mismo Américo) á vista de tierra, la cual juzgaron ser
firme, y no estuvieron en ello engañados; llegados á la más propincua
tierra, echaron anclas, obra de una legua de la ribera, por miedo de no
dar en algun bajo. Echaron las barcas fuera y aparéjanse de sus armas,
llegan á la ribera, ven infinito número de gente desnuda; ellos reciben
inestimable gozo. Los indios páranselos á mirar como pasmados, pónense
luego en huida al más propincuo monte; los cristianos, con señales
de paz y amistad, los alagaban, pero ellos no curaban de creerlos, y
porque habian echado las anclas en la playa y no en puerto, temiendo
no padeciesen peligro, si viniese algun recio tiempo, alzaron y vánse
la costa abajo á buscar puertos, viendo toda la ribera llena de gente,
y al cabo de dos dias lo hallaron bueno. Surgieron media legua de
tierra, pareció infinita multitud de gentes que venian á ver cosa tan
nueva. Saltaron en tierra 40 hombres bien aparejados, llamaron las
gentes como con señuelos, mostrándoles cascabeles y espejuelos y otras
cosas de Castilla; ellos, siempre temiendo no fuesen cebo de anzuelo ó
carne de buitrera no los creian, pero al cabo, algunos de los indios
que se atrevieron, llegáronse á los cristianos, y las cosillas que les
daban recibieron. Sobrevino la noche, volviéronse á las naos y los
indios á sus pueblos, y, en esclaresciendo, estaba la playa llena de
gente, hombres y mujeres con sus niños en los brazos, como unas ovejas
y corderos, que era grande alegría verlos. Saltan los cristianos en
sus barcas para salir en tierra, échanse los indios al agua, nadando,
vienen á recibirlos un gran tiro de ballesta; llegados á tierra de tal
manera, los recibieron, y con tanta confianza y seguridad ó descuido
se juntaban los indios con ellos, como si fueran sus padres los unos
de los otros, y toda su vida hubieran vivido y conversado con ellos.
Era esta gente de mediana estatura, bien proporcionados, las caras
no muy hermosas por tenerlas anchas; la color de la carne que tira á
rubia como los pelos del leon, de manera que, á ser y andar vestidos,
serian poco ménos blancos que nosotros; pelo alguno no le consienten
en todo su cuerpo, porque lo tienen por cosa bestial; ligerísimos,
hombres y mujeres, grandes nadadores, y más las mujeres que los
hombres, más que puede ser encarecido, porque nadan dos leguas sin
descansar. Entendieron los nuestros ser muy guerreros; sus armas son
arcos y flechas muy agudas de huesos de peces, y tiran muy al cierto;
llevaban sus mujeres á la guerra, no para pelear, sino para llevarles
las comidas, y lo que más suelen consigo llevar; no tienen Reyes, ni
señores, ni capitanes en las guerras, sino unos á otros se llaman
y convocan y exhortan cuando han de pelear contra sus enemigos; la
causa de sus guerras entendieron ser contra los de otra lengua, si
les mataron algun pariente y amigo, y el querelloso, que es el más
antiguo pariente, en las plazas llama y convoca á los vecinos que le
ayuden contra los que tiene por enemigos. No guardan hora ni regla en
el comer, sino todas las veces que lo han gana, y esto es porque cada
vez comen poco, y siéntanse en el suelo á comer; la comida, carne ó
pescado, pónenla en ciertas escudillas de barro que hacen, ó en medias
calabazas; duermen en hamacas hechas de algodon, de las que arriba,
hablando de esta isla dijimos; son honestísimos en la conversacion de
las mujeres, como dijimos de los desta isla, que ninguna persona del
mundo lo ha de sentir, y, cuanto en aquello son honestos, usan de gran
deshonestidad en el orinar ellos y ellas, porque no se apartan, sino en
presencia de todos; y lo mismo no se curan de hacer el estruendo del
vientre. No tenian órden ni ley en los mantenimientos; tomaban ellos
cuantos querian y ellas tambien, y dejábanse cuando les placia, sin
que á ninguno se haga injuria ni la reciba del otro. No eran celosos
ellos ni ellas, sino todos vivian á su placer, sin recibir enojo del
otro. Multiplicaban mucho, y las mujeres preñadas no por eso dejan de
trabajar; cuando paren tienen muy chicos y cuasi insensibles dolores.
Si hoy paren, mañana se levantan, tan sin pena, como si no parieran;
en pariendo, vánse luego al rio á lavar, y luego se hallan limpias y
sanas. Si se enojan de sus maridos, fácilmente, con ciertas hierbas
ó zumos, abortan, echando muertas las criaturas; y, aunque andan
desnudas, lo que es vergonzoso de tal manera lo tienen cubierto con
hojas, ó con tela, ó con cierto trapillo de algodon, que no se parece,
y los hombres y las mujeres no se mueven más porque todo lo secreto
y vergonzoso se vea ó ande descubierto, que nosotros nos movemos
viendo los rostros ó manos de los hombres. Son limpísimos en todos sus
cuerpos ellos y ellas, por lavarse muchas veces. Religion alguna no
les vieron que tuviesen, ni templos ó casas de oracion. Las casas en
que moraban eran comunes á todos, y tan capaces, que cabian y vieron
en ellas 600 personas, y ocho dellas que cupieran 10.000 ánimas. Eran
de madera fortísimas, aunque cubiertas de hojas de palmas; la hechura
como á manera de campana; de ocho á ocho años, dicen que se mudaban
de unos lugares á otros, porque con el calor del sol excesísimo se
inficionaban los aires y causaban grandes enfermedades. Todas sus
riquezas eran plumas de aves de colores diversos, y unas cuentas hechas
de huesos de peces y de unas piedras verdes y blancas, las cuales se
ponian en las orejas y labios; el oro y perlas y otras cosas ricas, ni
las buscan ni las quieren, ántes las deshechan como cosas que tienen
en poco. Ningun trato y compra ni venta ni conmutaciones usan, sino
sólo aquellas cosas que para sus necesidades naturales les produce y
ministra la naturaleza; cuanto tienen y poseen dan liberalísimamente á
cualquiera que se lo pide; y así como en el dar son muy liberales, de
aquella manera de pedir y recibir, de los que tienen por amigos, son
cupidísimos. Por señal de gran amistad tienen entre sí, comunicar sus
mujeres é hijas con sus amigos y huéspedes. El padre y la madre tienen
por gran honra que cualquiera tenga por bien de llevarles su hija,
aunque sea vírgen, y tenerla por amiga, y esto estiman por confirmacion
de amistad entre sí. Diversas maneras de enterrar los difuntos entre sí
tienen; unos los entierran con agua en las sepulturas, poniéndoles á la
cabecera mucha comida, creyendo que para el camino de la otra vida, ó
en ella, de aquello se mantengan; lloro, ninguno, ni sentimiento hacen
por los que se mueren. Otros tienen aqueste uso, que cuando les parece
que el enfermo está cercano á la muerte, sus parientes más cercanos
lo llevan en una hamaca al monte, y allí, colgada la hamaca de dos
árboles, un dia entero les hacen muchos bailes y cantos, y viniendo la
noche, pónenle á la cabecera agua y de comer cuanto le podrá bastar
para tres ó cuatro dias, y, dejándolo allí, vánse, y nunca más lo
visitan. Si el enfermo come y bebe de aquello, y al cabo convalece y se
vuelve, de su casa con grandes alegrías y ceremonias lo reciben; pero
pocos deben ser los que escapan, pues nadie, despues de puestos allí,
los ayuda y visita. En el curar los enfermos se han desta manera:
que cuando están con el mayor calor de calentura, métenlo en agua muy
fria, y allí lo bañan; despues pónenlo al fuego, que hacen muy grande,
por dos horas buenas, hasta que esté bien caliente; de aquí hácenle,
aunque le pese, dar grandes carreras en ida y venida; despues échanlo
á dormir. Con esta medicina y modo de curar, muchos escapan y sanan;
usan mucho de la dieta, porque se están tres y cuatro dias sin comer
ni beber. Sángranse muchas veces, no de los brazos, sino de los lomos
y de las pantorrillas; tambien acostumbran vómitos con ciertas hierbas
que traen en la boca; abundan en mucha sangre y flemático humor, por
ser su comida de raíces y hierbas y cosas terrestres, y de pescado;
hacen el pan de las raíces que en esta Española llamaban yuca; grano,
dijeron que no tenian; carne pocas veces comian, sino era la humana,
lo cual mucho tenian en uso, y esta era la de sus enemigos, los cuales
se maravillaban de que los cristianos la de sus enemigos no comiesen.
Hallaron en esta tierra poca señal de oro, aunque alguna, ni de otra
cosa que fuese de valor; echábanlo á que no entendian la lengua,
mayormente, que hallaban diversas lenguas en una provincia. Del sitio
y disposicion y hermosura de la tierra, dicen que no puede ser mejor.
Todas estas cosas cuenta Américo en su primera navegacion, muchas de
las cuales no era posible en dos ni tres, ni en diez dias que podian
estar ó estaban entre los indios, no entendiéndoles palabra una ni
ninguna, como él aquí confiesa, saberlas, como es aquella de que en
ocho años se mudaban de tierra en tierra por el ardor del sol, y que
cuando se enojaban de sus maridos, movian las criaturas las mujeres,
y que no tenian ley ni órden en los matrimonios, y ni Rey, ni señor,
ni Capitan en las guerras, y otras semejantes; y por eso, sólo aquello
que por los ojos vian, y podian ver, como era lo que comian y bebian,
y andaban desnudos y eran de color tal, y grandes nadadores, y otros
actos exteriores, es lo que podemos creer; lo demas parece todo
ficciones.


CAPÍTULO CLXVI.

Dejaron estas gentes y vánse la costa abajo, muchas veces saltando en
tierra y viendo y conversando diversas gentes, hasta que llegaron á
un puerto, en el cual, como entraron, vieron un pueblo sobre el agua
fundado como Venecia; en el cual, dice Américo, que habia 20 casas muy
grandes de la hechura de las otras, en forma de campana, puestas sobre
postes validísimos, á las puertas de las cuales tenian sus puentes
levadizas, por los cuales, como por calles, pasaban y andaban de una
casa á otra. Los vecinos della, así como vieron los navíos y la gente
dellos, á lo que pareció, alzaron luego sus puentes todas, y luego en
sus casas se recogieron, y estando los cristianos mirando y admirándose
desto, ven venir 12 canoas ó barquillos de los de un madero, llenas de
gente que se venian á ellos; y, llegados, páranselos á mirar rodeando
los navíos de una parte á otra, maravillados y como pasmados de verlos.
Hiciéronles los cristianos señas de amistad y que se viniesen á ellos,
no quisieron; vánse los cristianos hácia ellos, pero no quisieron
esperar, sino dándose priesa á huir, y con las manos haciendo señas
como que los esperasen y volverian, salen de sus canoas y vánse á
una sierra, y vuelven con 16 doncellas, y viénense con ellas á los
navíos en sus canoas, y poniendo en cada navío cuatro, ofrécenselas,
y así de buena amistad, dentro de sus canoas, entrando y saliendo á
los navíos, conversaron con ellos. En esto salen de las casas que
habian visto mucha gente, y échanse á la mar, nadando veníanse hácia
los navíos, y ya que llegaban cerca, páranse ciertas mujeres viejas
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