Historia de las Indias (vol. 2 de 5) - 19

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no tenerse por cierto que Esdras lo escribió; Sant Ambrosio, no en el
_Examenon_, como el Almirante dice, sino en el libro de _Bono mortis_,
cap. 10, contra los gentiles que creian morir las ánimas juntamente
con los cuerpos, parece aprobar tambien el IV, aunque da á entender
con alguna condicion, sobre aquel artículo de nuestra fé, que en el
tiempo del universal juicio, los muertos han, en sus cuerpos, propios,
de resucitar; el cual toca allí en el cap. 7.º, Esdras, hablando del
juicio, y que la tierra los ha de restituir á las ánimas: _Terra
reddet quæ in ea dormiunt et pulvis quæ in eo silentio habitant et
promptuaria reddent quæ in eis comendatæ sunt animæ et revelabitur
Altissimus super sedem judicii_, etc. Donde dice así Sant Ambrosio:
_Animarum autem superiora esse habitacula scriptura testimoniis valde
probatur, siquidem in Esdræ libris legimus, quod cum venerit judicii
dies reddet terra defunctorum corpora; et pulvis reddet eas quæ in
tumulis requiescunt reliquas mortuorum_. Et infra. _Sed Esdræ usus
sum scriptis ut cognoscant gentiles ea quæ in philosophiæ libris
mirantur translata de nostris_, etc.; en esto que Sant Ambrosio dice,
á la postre, usado he de los escritos de Esdras, porque cognoscan los
gentiles que, de lo que se admiran de nuestras Escripturas salió,
parece, algo, que si no fuera por confundirlos á ellos, lo de aquel
libro IV alegará, pero puédese decir que ni contra los gentiles lícito
era traer testimonio de lo que no tenia autoridad. Finalmente, aunque
aquel libro sea apócrifo, que es tanto como sospechoso de contener
algunos errores, no se sigue que no tenga algunas y muchas verdades,
como es aquella del final juicio, y aquella _morietur filius meus
Christus_; y así puede haber sido de la dicha autoridad, que la tierra
sea seis veces mayor que la mar, é por esta razon se puede muy bien en
esto alegar. Tuvo el Almirante otra razon para más se persuadir á que
esta era tierra firme: las nuevas que dice que le dieron los vecinos de
la isla de Guadalupe, y desta Española, y de la de Sant Juan.


CAPÍTULO CXL.

Por todo lo susodicho en los capítulos precedentes, asaz parece
manifiesto haber sido el primero el Almirante D. Cristóbal Colon,
por quien la divina Providencia tuvo por bien de descubrir aquesta
nuestra grande tierra firme, así como lo tomó por instrumento y eligió
por medio de que al mundo se mostrasen todas estas, tantos siglos,
encubiertas océanas Indias. Vídola, miércoles, 1.º dia de Agosto, un
dia despues que descubrió la isla de la Trinidad, año del nacimiento
de nuestra salud, Jesucristo, de 1498 años, á la cual llamó la isla
Santa, creyendo que era isla, desque comenzó á llegarse para entrar por
la boca que llamó de la Sierpe, en el golfo de la Ballena, que nombró,
que halló todo dulce, la cual boca hace la isla de la Trinidad, por
aquella parte, y la misma tierra firme que llamó Santa; y el viérnes
siguiente, que se contaron 3 dias del dicho mes de Agosto, descubrió la
Punta de Paria, que llamó la Punta de la Paria, á la cual, estimando
que tambien era isla, púsole nombre la isla de Gracia; como todo fuese
tierra firme, como por sus dias y horas arriba ha parecido, y hoy
más claramente, por la apariencia y vista de ojos, ser toda inmensa
tierra firme, parece. Y es bien aquí de considerar, la injusticia y
agravio que aquel Américo Vespucio parece haber hecho al Almirante,
ó los que imprimieron sus cuatro navegaciones, atribuyendo á sí, ó
no nombrando sino á sí sólo, el descubrimiento desta tierra firme;
y por esto todos los extranjeros que destas Indias en latin ó en su
lenguaje materno escriben, y pintan, ó hacen cartas ó mapas, llámanla
América, como descubierta y primero hallada por Américo. Porque como
Américo era latino y elocuente, supo encarecer el primer viaje que
hizo, y aplicarlo á sí mismo, como si fuera él por principal y Capitan
dél, habiendo ido por uno de los que fueron con el capitan Alonso de
Hojeda, del que arriba hemos hablado, ó por marinero, ó porque puso
como mercader alguna parte de dineros en el armada, mayormente cobró
autoridad y nombre por haber dirigido las navegaciones que hizo al rey
Renato, de Nápoles. Cierto, usurpan injustamente al Almirante la honra
y honor y privilegios, que, por ser el primero que con sus trabajos,
sudores y industria dió á España y al mundo el conocimiento desta
tierra firme, como lo habia dado de todas estas occidentales Indias;
merece, el cual privilegio y honor reservó la divina Providencia para
el Almirante D. Cristóbal Colon, y no para otro, y por esto nadie
debe presumir de se lo usurpar ni dar á sí ni á otro, sin agravio é
injusticia y pecado, cometida en el Almirante, y, por consiguiente, sin
ofensa de Dios.
Y porque esta verdad manifiesta sea, referiré aquí fielmente la noticia
verídica y no aficionada que dello tengo. Para entender esto, conviene
presuponer la partida de Sant Lúcar del Almirante para hacer este
viaje, que fué á 30 de Mayo del año 1498, como arriba queda dicho, y
llegó á las islas de Cabo Verde, á 27 de Junio; y vido la isla de la
Trinidad, mártes 31 dias de Julio, y luego, miércoles, 1.º de Agosto,
vido al Sur la tierra firme por la angostura de dos leguas, que hace
con la isla de la Trinidad, que llamó la boca de la Sierpe, y á la
tierra firme, creyendo que era isla, nombró la isla Sancta, y luego,
el viérnes siguiente, vido y descubrió á Paria, y llamóla isla de
Gracia, por creer que tambien era isla. Toda esta navegacion y la
figura y la pintura de la tierra, envió el Almirante á los Reyes. Esto
así supuesto, veamos cuando partió Américo Vespucio, y con quién,
para descubrir ó negociar en estas partes; para entendimiento de lo
cual, sepan los que esta Historia leyeren, que en este tiempo estaba
el susodicho Alonso de Hojeda en Castilla, y llegó la relacion deste
descubrimiento y la figura de la tierra que el Almirante envió luego
á los Reyes, lo cual todo venia á manos del Obispo D. Juan Rodriguez
de Fonseca, que ya creo que era Obispo de Palencia, que tenia cargo
de la expedicion y negocios destas Indias desde su principio, siendo
él Arcediano de Sevilla, como arriba queda asaz dicho. El dicho Alonso
de Hojeda era muy querido del Obispo, y como llegó la relacion del
Almirante y la pintura dicha, inclinóse Alonso de Hojeda ir á descubrir
más tierra por aquel mismo camino que el Almirante llevado habia,
porque, descubierto el hilo y en la mano puesto, fácil cosa es llegar
hasta el ovillo; ayudóle á ello haber él colegido de los avisos que
el Almirante procuraba saber de los indios, cuando con el Almirante
al primer viaje vino, que habia por estas tierras, y despues destas
islas, tierra firme; y como tuvo el favor y voluntad del Obispo,
buscó personas que le armasen algun navío ó navíos, porque á él no le
sobraban los dineros, y halló en Sevilla (y por ventura en el puerto
de Sancta María, y de allí partió para el dicho descubrimiento),
donde él era cognoscido, y porque por sus obras de hombre esforzado
valeroso era señalado, quien cuatro navíos le armase. Dánle los Reyes
sus provisiones é instrucciones y constitúyenle por Capitan para que
descubriese y rescatase oro y perlas y lo demas que hallase, dándoles
el quinto á los Reyes, y tratase de paz y amistad con las gentes adonde
llegar le acaeciese. Y así, el primero que despues del Almirante fué á
descubrir, no fué otro sino Alonso de Hojeda; y, los que llevó y quiso
llevar en su compañía, trabajó de llevar todas las personas que pudo,
marineros, y que más de las navegaciones destas tierras sabian, que
no eran otros sino los que habian venido y andado con el Almirante.
Estos fueron los principales, en aquel tiempo: uno dellos, Juan de la
Cossa, vizcaino, que vino con el Almirante cuando descubrió esta isla,
y despues fué tambien con él al descubrimiento de las islas de Cuba
y Jamáica, laboriosísimo viaje hasta entónces; llevó tambien Hojeda
consigo al piloto Bartolomé Roldan, que en esta ciudad de Sancto
Domingo fué muy nombrado y todos cognoscimos, el cual edificó desde
sus cimientos gran parte de las casas que se hicieron y son vivas en
las cuatro calles, y este habia venido con el Almirante en el viaje
primero, y despues tambien al descubrimiento de Paria y tierra firme;
trujo tambien Hojeda al dicho Américo, no sé si por piloto ó como
hombre entendido en las cosas de la mar y docto en cosmografía, porque
parece que el mismo Hojeda lo pone entre los pilotos que trujo consigo.
Y lo que creo y colijo del prólogo que hace al rey Renato de Nápoles
en el libro de sus «Cuatro navegaciones,» el dicho Américo, él era
mercader, y así lo confiesa; debia, por aventura, poner algunos dineros
en la armada de los cuatro navíos y tener parte en los provechos
que de allí se hubiesen, y aunque Américo encarama mucho que el rey
de Castilla hizo la armada y por su mandado iban á descubrir, no es
así, sino que se juntaban tres ó cuatro, ó diez que tenian algunos
dineros, y pedian y áun importunaban por licencia á los Reyes, para
ir á descubrir é granjear, procurando sus provechos é intereses. Así
que Hojeda, por traer la figura que el Almirante habia enviado, de
la tierra firme que habia descubierto, á los Reyes, y por pilotos á
los marineros que habian venido con el Almirante, vino á descubrir
é descubrió la parte que abajo, cap. 166, se dirá, de tierra firme.
Que haya ido Américo con Alonso de Hojeda, y Hojeda despues de haber
descubierto la tierra firme el Almirante, es cosa muy averiguada y
probada con muchos testigos, y por el mismo Alonso de Hojeda, el cual
fué presentado por el Fiscal por testigo en favor del fisco, cuando
el Almirante, D. Diego Colon, legítimo y primero sucesor del dicho
Almirante D. Cristóbal Colon, movió pleito al Rey por todo su Estado
de que habia su padre sido desposeido, y él lo estaba por esta causa;
el cual Alonso de Hojeda dice así en su dicho á la segunda pregunta,
por la cual era preguntado, ¿si sabia que el Almirante D. Cristóbal
Colon no habia descubierto en lo que agora llaman tierra firme, sino
una vez que tocó en la parte de la tierra que llaman Paria? etc.,
responde Hojeda, que el Almirante D. Cristóbal Colon tocó en la isla
de la Trinidad y pasó por entre la isla dicha y Boca del Drago, que es
Paria, é que vió la isla de la Margarita; preguntado ¿como lo sabe?
dijo, que lo sabe porque vió este testigo la figura que el dicho
Almirante envió á Castilla, el dicho tiempo, al Rey é Reina, nuestros
señores, de lo que habia descubierto, y porque este testigo luego vino
á descubrir y halló que era verdad lo que dicho tiene, que el dicho
Almirante descubrió; á la quinta pregunta, que contiene lo que el mismo
Hojeda habia descubierto desde Paria abajo, dice así Hojeda, que la
verdad desta pregunta es, que él vino á descubrir el primero despues
que el Almirante descubrió, y que él fué hácia el Mediodia de la tierra
firme, cuasi 200 leguas, y descendió despues hasta Paria y salió por
la Boca del Drago, y allí conoció que el Almirante habia estado en la
isla de la Trinidad, junto con la Boca del Drago; y abajo dice, que
este viaje, que este testigo hizo, trujo consigo á Juan de la Cossa y
á Américo Vespucio, é otros pilotos, etc. Esto dice Alonso de Hojeda,
entre otras cosas, en su dicho y deposicion; por manera, que quedan
averiguadas por el mismo Hojeda dos cosas: la una, que trujo á Américo
consigo, y la otra, que vino á descubrir por la tierra firme despues de
la haber descubierto el Almirante; y esta postrera está muy probada,
conviene á saber, que el Almirante haya sido el primero que descubrió á
Paria, y que en ella estuvo ántes que cristiano alguno llegase á ella
ni á parte alguna de toda la tierra firme, ni tuviese noticia de cosa
de ella, y esto tiene probado el Almirante, don Diego, su hijo, con
60 testigos de oidas y 25 de vista, como parece por el proceso deste
negocio y pleito, el cual yo he visto, y bien visto. Probó asimismo,
que por haber el dicho Almirante D. Cristóbal Colon descubierto estas
Indias é islas, y despues á Paria, que es la tierra firme, primero
que otro alguno, se atrevieron á ir á descubrir los otros que despues
dél fueron descubridores, y que creen y tienen por cierto, que nunca
hombre se moviera á ir á descubrir, ni las Indias ni parte de ellas se
descubrieran, si el Almirante descubierto no las hobiera. Esto prueba
con 16 testigos de oidas y con 41 que lo creen, y con 20 que lo saben,
y con 13 que afirman que descubrió primero que otro alguno, y que
por aquello lo creen; testifícalo tambien Pedro Martir en su primera
Década, capítulos 8.º y 9.º, al cual se le debe más crédito que á otro
ninguno de los que escribieron en latin, porque se halló en Castilla
por aquellos tiempos y hablaba con todos, y todos se holgaban de le dar
cuenta de lo que vian y hallaban, como á hombre de autoridad, y él que
tenia cuidado de preguntarlo, pues trataba de escribir, como dijimos
en el prólogo de la Historia. De haber llegado á Paria el Américo en
este su primer viaje, él mismo lo confiesa en su primera navegacion,
diciendo: _Et provincia ipsa Parias ab ipsis nuncupata est_. Despues
hizo tambien con el mismo Hojeda la segunda navegacion, como en el cap.
162 parecerá. Aquí es agora mucho de notar y ver claro el error que
cerca de Américo por el mundo hay, y digo así: que como ninguno ántes
del Almirante hobiese llegado ni visto á Paria, ni cosa de aquella
tierra, ni despues dél no llegó primero otro sino Hojeda, síguese, que
Américo, ó fué con Hojeda, ó despues dél; si fué con Hojeda, y Hojeda
despues del Almirante, y el Almirante partió de Sant Lúcar á 30 de
Mayo, y llegó á ver la Trinidad y la tierra firme postrero de Julio, y
primero y tercero de Agosto, como todo queda y es ya manifiesto, ¿como
con la verdad se compadece que Américo diga en su primera navegacion,
que partió de Cáliz á 20 de Mayo, año de nuestra salud, de 1497? Clara
parece la falsedad, y si fué de industria hecha, maldad grande fué, y
ya que no lo fuese, al ménos parécelo, pues muestra llevar diez dias de
ventaja en el mes al Almirante, cerca de la partida de Cáliz, porque
el Almirante partió de Sant Lúcar á 30 de Mayo, y Américo dice haber
partido de Cáliz á 20 del dicho mes, y usúrpale tambien un año, porque
el Almirante partió el año de 1498, y Américo finje que partió para
su primera navegacion el año de 97. Verdad es que parece haber habido
yerro y no malicia en esto, porque dice Américo que tardó en aquella su
primera navegacion diez y ocho meses, y al cabo della dice que tornó
á entrar de vuelta en Cáliz á 15 de Octubre, año de 499. Claro está,
que si partieran de Cáliz á 20 de Mayo, año de 497, que tardaran en el
viaje veintinueve meses; siete del año de 97 y todo el año de 98, y más
diez meses del año de 99. Tambien se pudo errar la péndola en poner el
año de 99 por el de 98 al fin, cuando trata de su vuelta á Castilla,
y, si así fuera, era cierta la malicia. Desta falsedad ó yerro de
péndola, ó lo que haya sido, y de saber bien, por buen estilo, relatar
y parlar y encarecer Américo sus cosas y navegacion, y callar el nombre
de su Capitan, que fué Hojeda, y no hacer más mencion que de sí mesmo,
y escribir al rey Renato, han tomado los escritores extranjeros de
nombrar la nuestra tierra firme América, como si Américo sólo, y no
otro con él, y ántes que todos la hobiera descubierto; parece, pues,
cuanta injusticia se hizo, si de industria se le usurpó lo que era
suyo, al Almirante D. Cristóbal Colon, y con cuanta razon al Almirante
D. Cristóbal Colon (despues de la bondad y providencia de Dios, que
para esto le eligió), este descubrimiento y todo lo sucedido á ello se
le debe, y como le pertenecia más á él, que se llamara la dicha tierra
firme Columba, de Colon ó Columbo que la descubrió, ó la tierra Sancta
ó de Gracia, que él mismo por nombre le puso, que no, de Américo,
denominarla América.


CAPÍTULO CXLI.

Tornando al Almirante, no podia quitar de su imaginacion la grandeza
de aquella agua dulce que halló y vido en aquel golfo de la Ballena,
entre la tierra firme y la isla de la Trinidad, y dándose á pensar
mucho en ello, y hallando sus razones, viene á parar en opinion que
hácia aquella parte debia estar el Paraíso terrenal. De las razones que
le movian, una era la grande templanza que andaba por aquella tierra
y mar donde andaba, estando tan cerca de la línea equinoccial, la
cual era juzgada de muchos autores como inhabitable, ó por habitable
con dificultad; ántes, por allí, estando el sol en el signo Leo, por
las mañanas hacia tanto frescor, que le sabia bien tomar un ropon
enforrado. Otra razon era, que hallaba que, pasando 100 leguas de las
islas de los Azores y en aquel paraje del Septentrion, al Austro,
nordesteaban una cuarta las agujas y más, y, con ellas yendo al
Poniente, iba creciendo la templanza y mediocridad de los tiempos
suaves, y juzgaba que la mar iba subiendo y los navíos alzándose hácia
el cielo suavemente; y la causa desta altura, dice ser la variedad
del círculo que describe la estrella del Norte con las Guardas, y
cuanto más van los navíos al Poniente, tanto más van alzándose, y
subirán más en alto y más diferencia habrá en las estrellas y en los
círculos dellas, segun dice. De aquí vino á concebir que el mundo no
era redondo, contra toda la machina comun de astrólogos y filósofos,
sino que el hemisferio que tenian Ptolomeo y los demas era redondo,
pero este otro de por acá, de que ellos no tuvieron noticia, no lo era
del todo, sino imaginábalo como media pera que tuviese el pezon alto,
ó como una teta de mujer en una pelota redonda, y que esta parte deste
pezon sea más alta y más propincua del aire y del cielo, y sea debajo
la equinoccial; y sobre aquel pezon, le parecia podia estar situado
el Paraíso terrenal, puesto que de allí, donde él estaba, estuviese
muy léjos. Daba otra razon: hallar, dice él, esta gente más blanca ó
ménos negra, y los cabellos largos y llanos, y gente más astuta y de
mayor ingenio, é no cobardes; y da razon de esta razon, porque cuando
en este viaje llegó en 20°, era la gente negra, y cuando á las islas
de Cabo Verde, más negra, y cuando á los 5°, en derecho la línea de la
Sierra Leona, muy más negra, pero cuando declinó hácia el Poniente y
llegó á la Trinidad y tierra firme, que creyó ser el cabo de Oriente,
por respecto del lugar donde estaba, donde acababan la tierra toda y
las islas, halló mucha templanza y serenidad, y por consiguiente, de
la manera que ha dicho la gente. Otra razon es, la multitud y grandeza
desta agua dulce del golfo de la Ballena, que tiene 48 leguas della,
la cual parece que podia venir de la fuente del Paraíso terrenal y
descender á este golfo, aunque viniese desde muy léjos, y deste golfo
nacer los cuatro rios Nilo, Tigre, Euphrates y Gánges, ó ir á ellos
por sus cataratas debajo de tierra y de la mar tambien. Ciertamente,
para estar este mundo destas Indias tan oculto y ser tan reciente su
descubrimiento, y ver las cosas tan nuevas que via, no es de maravillar
que el Almirante tanta, y de tan diversas y nuevas cosas, sospecha
imaginaciones y sentencia nueva tuviese. A lo que en la segunda razon
dijo, que yendo al Poniente iban los navíos alzándose, contradice lo
que el Filósofo dice en el II, de los «Mechaoros», cap. 1.º, conviene
á saber, que la tierra y la mar de Septentrion es más alta que la del
Austro, y pruébalo, porque las mares y corrientes dellas, que vienen
de aquellas partes, corren á otras mares más bajas, y de aquellas á
este Océano; y da dello otra señal, que aquella tierra es más alta,
porque los meteorológios, que quiere decir los estudiosos de las cosas
altas, creyeron que el sol no andaba por debajo de aquella tierra,
sino por cerca della, porque en el Septentrion los lugares de la
tierra son altos; esto es del Filósofo. A lo que el Almirante infiere,
que la tierra no es redonda, Aristóteles en el II, _De cœlo_, cap.
14, y Ptolomeo en su _Almagesto_, _dictione_ 5.ªœ, cap. 16, Plinio,
libro II, capítulos 66 y 67, y Alberto Magno, II, _De cœœlo_, tractado
III, capítulos 9, 10 y 11, y el autor de la «Esphera,» y comunmente
todos los más aprobados filósofos y astrólogos y matemáticos son en
contrario, lo cual se muestra y prueba por razones demostrativas que
no pueden por alguna manera negarse. Y una razon quiero aquí decir
que experimentamos en las Indias cada dia, y es, que cuando pasamos
por la latitud de los climas, que es del Norte ó Septentrion al Sur ó
Austro, por poco que andemos, descubrimos algunas estrellas que están
en aquella parte, y que perpétuamente no vemos y nunca vimos, y si
tornamos de Austro al Septentrion, por poco que á él nos acerquemos,
se nos descubren estrellas que nunca vimos, y esto parece, porque en
Egipto y en la isla de Chipre y en Persia, que están hácia el Mediodia
ó Austro, vénse muchas estrellas meridionales, las cuales no ven los
que están en el sétimo clima, y por el contrario, muchas ven aquestos
que los habitadores del Austro no ven ni verán jamás, estando en sus
tierras. Así parece arriba, cap. 128, donde hablando de la isla de la
Taprobana, dijimos, por sentencia de los antiguos, que no se vian los
Septentriones, que son las Osas Mayor y Menor, ni las Cabrillas. Esto
en ninguna manera podia ser si no fuese la tierra redonda, porque la
misma redondez y cuesta y lomo que hace, se interpone entre las vistas
nuestras y de los que están en aquellas partes, porque, sin duda, si
la tierra fuese llana, de igual superficie, como algunos hubieron,
grandes filósofos, y de los cristianos fué Lactancio en el libro de
_Falsa sapitia_, cap. 24, donde quiera que el hombre estuviese, y en
cualquiera parte de la tierra veria ambos á dos polos y todas las
estrellas que están cerca dellos. Esta razon es del Filósofo, en el
libro II, _De cœœœlo_, cap. 14, y Sancto Tomás, allí en la leccion
última, y de Alberto Magno, donde arriba, cap. 11, y del autor de
la«Esphera.» Ponen otra razon, de los eclipses, porque si la tierra
fuera llana, en la misma hora que apareciera el eclipse á los de
Oriente lo vieran los habitadores de Occidente, pero porque unos á
una y otros á otra lo ven, los de Occidente lo ven ántes y los de
Oriente despues, y por el contrario, porque primero les anochece á
estos que á aquellos, lo cual no seria sino por el lomo ó altor ó
embarazo que hace la tierra por ser redonda. Y ansí parece que el
Almirante no argüia bien, por aquellas razones, que la tierra no fuese
redonda, pero no es de maravillar, como viese tantas novedades, como
dice, y tan admirables; y, por ventura, se movia tambien por razon de
que no total y propia y perfectamente la tierra es esférica, de tal
manera como lo es la propia y perfecta figura esférica, de cuyo punto
medio, todas las líneas rectas que proceden y van á la superficie son
iguales, como una bola que sea perfectamente redonda, pero la figura
redonda es, que va ó se quiere asemejar á lo esférico, puesto que no
sea esférico perfectamente como lo sea una manzana, aunque se puede
decir redonda, pero no se dirá propiamente esférica; y esta es la
diferencia entre lo esférico y lo redondo, y así, la tierra se dice
redonda y no propiamente esférica. Esto parece que siente Plinio en el
cap. 66 del libro II, _Orbem certe dicimus terræ globum quem verticibus
includi fatemur. Neque absoluti orbis est forma in tanta montium
excelsitate tanta camporum planicie._ Las mismas palabras dice Beda en
el libro _De natura rerum_, cap. 46. En aquello que dice, no de forma
absoluta, da á entender, que absolutamente no es la tierra esférica,
sino con condicion, conviene á saber, si todas las partes de la tierra
juntamente se ayuntasen con el anchura de las líneas, de tal manera,
que las líneas vayan sobre toda la tierra en circuito, no descendiendo
á los llanos ni campos y montes, resultaria entonces un ayuntamiento
que seria de esférica figura; y porque el Almirante no ignoraba las
razones que los antiguos daban de la redondez de la tierra, segun él
dice aquí: «Yo siempre leí que el mundo, tierra y agua, era esférico,
y las autoridades y esperiencias que Ptolomeo y todos los otros que
escribieron deste sitio daban y amostraban para ello, así por eclipses
de la luna y otras demostraciones que hacen de Oriente hasta Occidente,
como de la elevacion del polo de Septentrion al Austro; agora ví tanta
deformidad, como ya dije, y por eso me puse á tener eso del mundo, y
fallé que no era redondo de la forma que escriben, salvo que es de
forma de una pera que sea toda muy redonda, salvo que allí donde tiene
el pezon allí tiene más alto, etc.» Estas son sus palabras. Donde
muestra no ignorar en este caso lo que otros de la redondez de la
tierra sabian, así que, como esto supiese, tambien habria visto esto
que se dijo de Plinio, y con ello ayuntadas las mudanzas y novedades
maravillosas que en la mar y en la tierra veia, no parece que será
razon de imputarle á falta de saber porque dijese, que aunque sabia
afirmar los pasados ser la tierra redonda, que no ser del todo esférica
le parecia.


CAPÍTULO CXLII.

Cuanto á sospechar que podia ser que el Paraíso terrenal estuviera en
parte de aquella region, tampoco el Almirante opinaba fuera de razon,
supuestas las novedades y mudanzas que se le ofrecian, mayormente, la
templanza y suavidad de los aires, y la frescura, verdura y lindeza
de las arboledas, la disposicion graciosa y alegre de las tierras,
que cada pedazo dellas parece un paraíso, la muchedumbre y grandeza
impetuosa de tanta agua dulce, cosa tan nueva; la mansedumbre y bondad,
simplicidad, liberalidad, humana y afable conversacion, blancura y
compostura de la gente. De lo cual dice así: «La Sacra Escriptura
significa que Nuestro Señor hizo el Paraíso terrenal, y en él puso
el árbol de la vida, y dél sale una fuente de donde resultan en este
mundo cuatro rios principales, Ganges y Euphrates, Tígris y Nilo. Yo
no hallo ni jamás he hallado escritura de latinos ni de griegos que
certificadamente diga el sitio en este mundo del Paraíso terrenal,
ni he visto en ninguna mapamundi, salvo situado con autoridad de
argumento; algunos le ponian allí donde son las fuentes del Nilo en
Etiopía, mas otros anduvieron todas estas tierras, y no hallaron
conformidad dello en la temperancia del cielo, en la altura hácia el
cielo, porque se pudiese comprender que era allí. Algunos gentiles
quisieron decir, por argumentos, que él era en las islas Fortunadas,
que son las Canarias, etc.; Sant Isidro, y Beda, y Strabon y el Maestro
de la «Historia escolástica,» y Sant Ambrosio, y Scoto, y todos los
santos teólogos conciertan que el Paraíso está en el Oriente. Ya dije
lo que yo hallaba deste hemisferio y de la hechura, y creo que si yo
pasara por debajo de la línea equinoccial, que en llegando allí, en
esto más alto, que hallara muy mayor temperancia y diversidad en las
estrellas y en las aguas, no porque yo crea que allí donde es el altura
del estremo sea navegable, ni agua, ni que se pueda subir allá, porque
creo que allí es el Paraíso terrenal, á donde no puede llegar nadie,
salvo por voluntad divina; y creo que esta tierra que agora mandaron
descubrir Vuestras Altezas, sea grandísima, y haya otras muchas en el
Austro, donde jamás se hobo noticia. Yo no tomo quel Paraíso terrenal
sea en forma de montaña alta, áspera, como el escribir dello nos
amuestra, salvo que sea en el colmo, allí donde dije la figura del
pezon de la pera, y que poco á poco, andando hácia allí desde muy
léjos, se va subiendo á él, y creo que pueda salir de allí esa agua,
bien que sea léjos, y venga á parar allí, de donde yo vengo, y faga
este lago. Grandes indicios son estos del Paraíso terrenal, porque
el sitio es conforme á la opinion destos santos é sacros teólogos,
y asimismo las señales son muy conformes, que nunca jamás leí ni oí
que tanta cantidad de agua dulce fuese así, dentro é vecina de la
salada, y en ello ayuda asimismo la suavísima temperancia; y si de
allí del Paraíso no sale, parece aún mayor maravilla, porque no creo
que se sepa en el mundo de rio tan grande y tan fondo.» Todas estas
son palabras del Almirante, con su humilde, y falto de la propiedad de
vocablos, estilo, como que en Castilla no habia nacido, por las cuales
no parece muy oscuro, el Almirante no ser poco experimentado en la
lectura divina y de historias antiguas y doctrina de santos doctores,
y de autores tambien profanos. Para mostrar de esto algo, y para que
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