Historia de las Indias (vol. 2 de 5) - 04
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Tomás, enviado por el capitan Mosen Pedro Margarite, avisándoles como
todos los indios de la tierra se huian y desamparaban sus pueblos, y
que un señor de cierta provincia, que se llamaba Caonabo, se apercibia
para venir sobre la fortaleza y matar los cristianos. Oidas estas
nuevas por el Almirante, acordó enviar 70 hombres de los más sanos,
y la recua cargada de bastimentos y armas, y otras cosas necesarias;
los 25 para guarda de la recua, y los restantes para engrosar los que
la fortaleza guardaban, y, de camino, hiciesen camino por otra parte,
porque por el que habian comenzado á ir era muy áspero. Junto con esto
deliberó enviar toda la gente que no estaba enferma, y la que podia
andar, aunque no del todo muy sana, dejando solamente los oficiales
mecánicos, y dióles por Capitan á Alonso de Hojeda, para que los
llevase hasta la fortaleza de Sancto Tomás, y los entregase al dicho
Mosen Pedro Margarite, para que con ella anduviesen por la tierra y la
allanasen, mostrando las fuerzas y poder de los cristianos para que los
indios temiesen y comenzasen á enseñarse á obedecerlos, mayormente por
la Vega Real, donde, dice el Almirante, que habia innumerables gentes,
y muchos Reyes y señores (y así era gran verdad, como se dijo en el
cap. 90), y así tambien andando, se hiciesen los cristianos á comer de
los mantenimientos de la tierra, pues ya todos los de Castilla se iban
acabando, pero el Hojeda quedase por Alcaide de la dicha fortaleza.
CAPÍTULO XCIII.
En el cual se tracta como Alonso de Hojeda salió de la Isabela con 400
hombres, para poner miedo á la gente de la tierra y sojuzgarla.—Como
en llegando á un pueblo, pasado el Rio del Oro, prendió á un
Cacique y señor, y á su hermano y sobrino por una cosa que hizo un
indio.—Como cortó las orejas á un vasallo del mismo Cacique en su
presencia.—Como condenó á muerte á los mismos, Cacique, hermano y
sobrino.—Dánse razones como ya tenian los indios justa guerra contra
los cristianos.—Cuán culpable fué deste hecho el Almirante, y cuan al
revés entró y comenzó en estas tierras del camino de la ley evangélica,
etc.
Miércoles, 9 de Abril del mismo año de 1494, salió de la Isabela Alonso
de Hojeda con la gente, que pasarian de 400 hombres, y, en llegando
que llegó, al rio, y pasado de la otra parte, que el Almirante habia
puesto Rio del Oro, que arriba digimos ser Mao, á lo que conjeturamos,
porque sabemos muy bien aquella tierra, y cuantos y cuales rios tiene,
y como se llamaban en lengua de indios, como, placiendo á Dios, abajo
se nombrarán, prendió Hojeda al Cacique y señor del pueblo que allí
estaba, y á un hermano y sobrino suyo, y presos, en cadenas, los
envió á la Isabela, al Almirante; hizo más, que á un indio ó vasallo
del dicho Cacique y señor, mandó cortar las orejas en medio de la
plaza de su pueblo; la causa de hacer esta obra, diz que, fué porque
viniendo tres cristianos de la dicha fortaleza para la Isabela, el
dicho Cacique les dió cinco indios que les pasasen la ropa por el
vado, y al medio del rio los dejaron, y volviéronse con ella á su
pueblo, y, diz que, el Cacique no los castigó por ello, ántes la ropa
se tomó para sí. Estaba otro pueblo destotra parte del rio, y el
Cacique y señor dél, como vido que llevaban presos á aquel señor, su
vecino, y á su hermano y á su sobrino, quísose ir con ellos á rogar
al Almirante que no los hiciese mal, confiando que habia hecho muy
buenas obras cuando el Almirante pasó, y ántes cuando Hojeda tambien,
y que el Almirante recebiria sus ruegos. Llegados los presos á la
Isabela, y él con ellos, mandó el Almirante que los presos llevasen á
la plaza, y con voz de pregonero, les cortasen las cabezas; ¡hermosa
justicia y sentencia, para comenzar en gente tan nueva á ser amados
los cristianos, para traerlos al cognoscimiento de Dios, prender y
atar á un Rey y señor en su mismo señorío y tierra, y, pared por medio
della, condenarlos á muerte y á su hermano y sobrino, por una cosa
en que, quizá, ninguna culpa tuvieron, y ya que la tuviesen, siendo
tan leve, y habiendo de preceder mil comedimientos y justificaciones
primero! Tambien ¿como se pudo averiguar, prendiéndolos luego como
Hojeda llegó, y no sabiendo cosa ninguna de la lengua, que el Cacique
tuviese la culpa, y su hermano y su sobrino que no fuesen inocentes?
lo mismo fué gentil ejecucion de justicia, la cual hizo en presencia
del mismo Cacique, y en su pueblo y señorío, cortando las orejas al
vasallo ajeno, Hojeda; ¡buenas nuevas cundirian de la mansedumbre y
bondad de los cristianos por toda la tierra! Así que, como vido el otro
Cacique que llevaban al señor, su vecino, y quizá su padre, ó hermano y
pariente, á la muerte, con muchas lágrimas rogaba al Almirante que no
lo hiciese, prometiendo por señas, en cuanto él podia dar á entender,
que nunca más otro tanto se haria; condescendió el Almirante á sus
ruegos y alcanzólos la vida. En esto llegó uno de caballo que venia
de la fortaleza, y dió nueva, como pasando por el pueblo del Cacique
preso, sus vasallos tenian en mucho aprieto cercados, para matar, á
cinco cristianos, y él con su caballo los descercó y le huyeron más
de 400 indios, fué tras ellos é hirió algunos, é yo no dudo sino que
habria otros muertos. Tambien se derramaría por toda la tierra buen
rumor y buena fama de los cristianos, que un poco ántes estimaban haber
descendido del cielo. Esta fué la primera injusticia, con presuncion
vana y errónea de hacer justicia, que se cometió en estas Indias contra
los indios, y el comienzo del derramamiento de sangre, que despues tan
copioso fué en esta isla, como abajo parecerá, placiendo á Dios, y
despues desta en todas las otras infinitas partes dellas. Ya, desde
este dia, ninguna duda se puede tener por hombre que tenga buen seso,
sino que aquel Cacique y su pueblo tenia justo título y derecho para
contra los cristianos mover y sostener justa guerra, y este derecho
comenzaban los indios de aquel pueblo justamente contra los cinco
cristianos á ejercer; pues veian que les habian llevado su Rey é señor
á la Isabela, preso, quisieron, por ventura, prenderlos, porque, por
haberlos el Almirante, creian ser en su señor restituidos. ¿Qué título,
ó qué derecho, ó qué razones tan necesarias que los convenciese, los
podia haber dado el Almirante cuando llegó á su pueblo, en obra de dos
ó tres horas que estuvo en él, mayormente los unos ni los otros no se
entendiendo, para que no creyese el Cacique que le hacia muy buena
obra en dejarle pasar por su tierra, y hacelle, como le hizo, buen
recibimiento, entrando en ella sin pedirle licencia, mayormente siendo
los cristianos gente tan nueva y de su vista primera feroz, y entrando
en modo de armado ejército, y con caballos, animales tan fieros, que en
viéndolos les tiemblan las carnes, creyendo que los habian de sorber?
lo cual, en la verdad, injuria que se les hizo fué, y no hay gente hoy
en el mundo ni la hobo en tónces que por injuria no lo tuviera, y, de
_jure gentium_, resistir y vengar ó castigar por derecho natural no lo
pudiera ó debiera. ¿Y qué, no se estimaría tambien por superior suyo
y de los cristianos que traia, y á quién habia de ocurrir Hojeda que
le hiciera justicia del indio que, del medio del rio, con la ropa de
los cristianos, afirmaba que se les habia vuelto, y no hacerse juez
supremo en tierra y jurisdiccion ajena, y, lo peor y gravísimo que es,
prender al mismo señor y Rey, y estando seguro y pacífico, y en su
señorío y jurisdiccion, casa y tierra, que fué hacer más atroz y feo
el crímen, echarle en cadenas? La razon clara lo muestra, que no se
habia de entrar tan de rondon ni como en su casa en estas tierras, ni
en forma de guerra, y que no habia de salir el Almirante tan presto de
la Isabela, sin primero enviar sus mensajeros por toda la tierra, dando
cuenta de su venida á todos los Reyes y señores della, notificándoles
venir por su bien, convidándolos á que viniesen á verlo, y que para
los ir á ver le diesen licencia, enviándoles dádivas, como áun trajo
en la instruccion y mandado que le dieron los Reyes, y hacer todos
cuantos comedimientos, y tomar todos cuantos medios de paz, y amor, y
dulzura, y para evitar escándalo y turbacion de los pusilos inocentes,
nos enseña y manda la suave ley evangélica, cuyo ministro y mensajero
él era; pero luego entrar poniendo temores y mostrar potencia, y en
forma de guerra, y violar la jurisdiccion y preeminencia que de ley
natural no era suya, sino ajena, paréceme á mí que no fué entrar por
la puerta. No parece, cierto, esta primera entrada, que fué otra sino
como si nó de los hombres, salvo de bestias fieras, estuvieran pobladas
estas tierras; y, verdaderamente, yo no osaria culpar la intincion
del Almirante, por lo mucho que dél conocí, porque, cierto, siempre
la juzgué por buena, pero, como digimos en el cap. 41, el camino que
llevó, y muchas cosas que hizo, dellas, creyendo que acertaba, de su
voluntad, dellas, constreñido por las angustias que le sucedieron,
como, placiendo á Dios, diremos, fué por error grandísimo que tuvo
cerca del derecho. Es aquí mucho de considerar, para que se vea mejor
el principio que siempre llevó este negocio de las Indias, que, como ha
parecido en los capítulos precedentes, el Almirante y sus cristianos,
y despues todos cuantos en todas estas tierras y reinos entraron y
anduvieron, lo primero que trabajaron siempre, como cosa estimada
dellos por principal y necesaria para conseguir sus intentos, fué
arraigar y entrañar en los corazones de todas estas gentes su temor
y miedo, de tal manera que, en oyendo cristianos, las carnes les
extremeciesen; para lo cual, efectuar hicieron cosas hazañosas, nunca
otras tales, ni tantas, vistas ni oidas, ni áun pensadas ni soñadas,
como, Dios queriendo, se verá. Obra muy manifiesta ser contraria y
enemiga de la por donde han de comenzar su camino, y su entrada, y
su negociacion para inducir los infieles á que vengan á la fe, los
que profesan la verdad y la benignidad, la suavidad y mansedumbre
cristiana.
CAPÍTULO XCIV.
En el cual se tracta como el Almirante determinó de ir á descubrir,
como los Reyes le habían mucho encargado, cuando volvió el segundo
viaje.—Como constituyó un Presidente y un Consejo para el regimiento
desta isla.—Como partió de la Isabela y llegó á Cuba, por la parte
del Sur.—Llegó á surgir á un puerto.—Vinieron á los navíos muchos
indios á traer á los cristianos de lo que tenian, estimando que habian
venido del cielo.—Como desde allí descubrió la isla de Jamáica;
púsole nombre Santiago.—Salieron muchas canoas de indios, con
alegría, para los navíos.—En un puerto salieron de guerra, queriendo
impedir á los cristianos la entrada.—Como lo hacian con razon y
justicia.—Como los cristianos asaetearon á ciertos indios, y cuan mal
hecho fué, y como no se habian de ganar por esta via.—Como no se han
de hacer males por algun fin bueno, aunque salgan dellos bienes.
Porque, como el rey de Portugal vido descubiertas estas Indias, y
hallarse burlado de no haber aceptado la empresa que la fortuna le
habia ofrecido y puesto en sus manos, alegaba que este orbe caia debajo
de su demarcacion y division que la Iglesia, los tiempos pasados,
hecho habia, entre los reyes de Castilla y Portugal (no se cual ella
entónces pudo ser, no teniendo de cosa, que por este mar Océano
hobiese, noticia, más de Guinea), por lo cual pretendia mover pleito,
y áun tenia una armada aparejada para venir acá, como arriba se dijo;
por esta causa, el Rey é la Reina, al tiempo que este segundo viaje
de los 17 navíos para poblar despacharon, al Almirante le mandaron
y encargaron muy mucho, que lo más presto que pudiese trabajase de
se despachar para ir á descubrir, mayormente á la isla de Cuba, que
hasta entónces fué estimada por tierra firme, y descubriese cuanta
más tierra firme ó islas pudiese, porque el rey de Portugal fuese en
tiempo y posesion, y en derecho por consiguiente, prevenido, mayormente
habiendo ya concedido la Sede Apostólica en especie todo este orbe de
las Indias, y puesto límites y demarcacion, ó distribuido este mundo de
por acá, entre ambos reyes de Portugal y de Castilla, segun que arriba
queda en el capítulo 79 escrito. Así que, por cumplir el mando de Sus
Altezas, y ejercitar el apetito é inclinacion que Dios le habia dado, y
para lo que le habia escogido, determinó el Almirante de se despachar
para descubrir, y para dejar la gobernacion de los Españoles ordenada,
y lo demas que tocaba á los indios desta isla, segun la estima y
opinion que dellos, para sujetarlos, tenia. Instituyó un Consejo de
las personas que de mayor prudencia, y ser, y auctoridad le pareció,
entre las cuales puso á su hermano, D. Diego Colon, por Presidente.
Las personas fueron, el dicho padre fray Buil, que se dijo tener poder
del Papa, como su legado, y Pero Hernandez Coronel, Alguacil mayor,
y Alonso Sanchez de Carabajal, Regidor de Baza, y Juan de Luxan,
de los caballeros de Madrid, criado de la Casa real; á estos cinco
encomendó toda la gobernacion, y á Mosen Pedro Margarite, que con la
gente que tenia, que eran, como dije, 400 hombres, anduviese y hollase
y sojuzgase toda la isla, dando á todos sus instrucciones, segun que
por entónces le pareció que, para el servicio de Dios y de Sus Altezas
(como él dice, hablando dello), convenia; el cual, con un navío ó nao
grande y dos carabelas, todos los tres bien aparejados, dejando los
dos en el puerto para las necesidades que se ofreciesen, partió, en
nombre de la Sancta Trinidad, dice él, jueves, 24 de Abril del mismo
año de 1494, despues de comer, la vía del Poniente, y fué al puerto de
_Monte-Christi_ á surgir. Otro dia fué al puerto de la Navidad, donde
dejó los 39 cristianos, tierra del rey Guacanagarí, que tanta humanidad
y buen acogimiento y caridad en el primer viaje, señaladamente en la
pérdida de la nao, le hizo; el cual, con miedo, porque quizá no le
viniese á hacer mal por la muerte de los cristianos, de que no tuvo
culpa, como se dijo arriba, se escondió, puesto que preguntando por
él el Almirante á los indios, sus vasallos, que luego á los navíos
en sus canoas vinieron, fingieron que habia ido cierto camino, y que
luego vernia. Finalmente, no curó de más esperar sino alzó sus velas
el sábado; fué seis leguas de allí á la isla de la Tortuga, en par
de la cual estuvo con calma y mucha mar, que venia del Oriente, y las
corrientes, por el contrario, venian del Occidente, por lo cual toda
la noche estuvo en harto trabajo. El domingo, con viento contrario,
que creo que era Norueste, y con las corrientes que le venian por la
proa, del Occidente, fué forzado tornar á surgir atras en el rio que
en el viaje primero llamó Guadalquivir, de que arriba digimos; llegó
al fin al puerto de Sant Nicolás, martes, 29 dias de Abril. De allí
vido la punta ó cabo de Cuba, que él llamó el primer viaje, cuando la
descubrió, _Alpha et Omega_, y agora se llama la Punta de Bayatiquirí,
en lengua de los indios; atravesó por aquel golfo, entre Cuba y esta
Española, que es de 18 leguas de punta á punta ó de cabo á cabo, y
comienza á costear la isla de Cuba por la parte del Sur ó Austro.
Vido luego una gran bahía y puerto grande, y así lo nombró Puerto
Grande, cuya entrada era muy honda; ternia de boca 150 pasos. Surgió
allí, donde los indios vinieron con canoas á los navios y trajeron
mucho pescado, y de aquellos conejos de la isla, que llamamos arriba,
capítulo 46, guaminiquinajes. Tornó á alzar sus velas, domingo, 1.º de
Mayo, y fué costeando la isla, y vía, cada hora, maravillosos puertos,
cuales los tiene, cierto, aquella isla; vian montañas muy altas y
algunos rios que salian á la mar, y, porque iba muy cerca de tierra,
eran sin número los indios de la isla que venian con sus canoas á los
navíos, creyendo que habian descendido del cielo, trayéndoles del pan
caçabí suyo, y agua, y pescado, y de lo que tenian, ofreciéndoselo á
los cristianos con tanta alegría y regocijo, sin pedir cosa por ello,
como si por cada cosa hobieran de salvar las ánimas, puesto que el
Almirante mandaba que todo se lo pagasen dándoles cuentas de vidro, y
cascabeles, y otras cosas de poco valor, de lo cual iban contentísimos,
pensando que llevaban cosas del cielo. Y porque los indios que llevaba
el Almirante consigo (que era, á lo que yo creo, un Diego Colon, de los
que el viaje primero habia tomado en la isla de Guanahaní y lo habia
llevado á Castilla y vuelto, el cual, despues vivió en esta isla muchos
años conversando con nosotros), hacian mucho caso señalando hácia la
parte donde estaba la isla Jamáica, afirmando que habia mucho oro, (y
creo, cierto, que es la que llamaban el viaje primero Baneque, que
tantas veces la nombraban, puesto que no veo que aquí el Almirante haga
mencion de Baneque), así que, acordó el Almirante dar una vuelta hácia
el Sueste, tomando parte del Sur, sábado, 13 de Mayo, y el domingo,
luego, la vido, y el lúnes llegó á ella y surgió, aunque no en puerto.
Desque la vido, dice el Almirante, que le pareció la más hermosa y
graciosa de cuantas hasta entónces habia descubierto; eran sin número
las canoas grandes y chicas que venian á los navíos. El lúnes procuró
de buscar puerto, yendo la costa abajo, y, como enviase las barcas
para que sondasen (esto es, echar la plomada para ver cuantas brazas
tiene el fondo), las entradas de los puertos, salieron muchas canoas
llenas de gente armada para les defender la tierra, y que en ella no
saltasen; como gente prudente, que, de ley natural, puede defender
su tierra de cualquiera gente no conocida, hasta ver quién es ó qué
es lo que pretende, porque cada una república ó persona particular
puede temer y proveer en el daño que le puede venir, de gente nueva
ó personas que no conoce, como Josepho, con razon pudo decir á sus
hermanos, como á gente de otro reino, extraña y fingiendo que no la
conocia, «vosotros espías debeis de ser deste reino de Egipto para
ver lo mas flaco dél, etc.,» como parece en el Génesis, cap. 42. Por
esta razon se hicieron leyes por los Emperadores, que los romanos no
fuesen osados, aunque fuese con títulos de llevar mercaduría, de ir á
tierra de persas con quien no tenian paz ni que hacer, y la razon de
la ley asignase en ella: «porque no parezca ó se diga que los romanos
son espías ó especuladores de los reinos extraños.» Así lo dice la ley
_Mercatores_, capítulo _De mercatoribus_. Así que, visto por los que
iban en las barcas que los indios venian denodados para los impedir
que no saltasen en tierra, y con armas, tornáronse á los navíos en su
paz. De allí fué á otro puerto, el cual nombró Puerto Bueno, y como
saliesen asimismo los indios con sus armas á resistir la entrada á los
de las barcas, diz que, porque, mostrando temor los cristianos, sería
causa que tuviesen mayor atrevimiento, acordaron de darles tal refriega
de saetadas con las ballestas, que, habiéndoles herido seis ó siete
(y Dios sabe cuantos más serian los heridos y muertos), que tuvieron
por bien de cesar de la resistencia, y vinieron de las comarcas gran
número de canoas llenas de indios á los navíos, pacíficos y humildes.
Este fué otro yerro no chico; cierto, mejor fuera por otras vías
darles á entender como no iban á hacerles mal ni daño, ó por señas,
ó enviándoles de los indios que en los navíos llevaban, como muchas
veces se aseguraron en muchos lugares de Cuba y desta isla Española y
de las de los lucayos, en el primer viaje, como en diversos capítulos
arriba ha parecido, que no matar ni herir, ni quebrar por ninguna
manera con ellos; y cuando no pudieran por todas vías, eran obligados
á irse á otra parte y dejarlos, porque los indios tenian justo título
y justicia para defender su tierra de toda gente, y nunca se ha de
hacer mal alguno, por chico que sea, por fin que del hayan de salir
cuan grandes bienes los hombres pretendieren, cuanto más, que ya se
tenia larga experiencia de la bondad y pacabilidad de los indios, cuan
fáciles eran de aplacar y contentar, dándoles razon ó señales de que no
venian á hacerles algun perjuicio, aunque al principio se ponian, de
puro miedo, en resistir la entrada. Traian aquí de sus bastimentos y de
lo que tenian, y lo daban á los cristianos por cualquiera cosa que les
daban; en este se adobó el navío del Almirante de un agua que hacia por
la quilla. Era este puerto de la forma de una herradura; puso nombre
á esta isla de Jamáica, el Almirante, Santiago. Viernes, 9 de Mayo,
tornó á salir deste puerto, yendo la costa de Jamáica abajo, la vía del
Poniente, yendo tan junto con la costa, que muchas canoas iban con los
navíos dando de sus cosas y recibiendo de las nuestras, con toda paz y
alegría.
CAPÍTULO XCV.
En el cual se cuenta como el Almirante dejó á Jamáica y tornó sobre la
isla de Cuba.—De un indio, que, dejados sus parientes, llamando, se
quiso ir con los cristianos.—Como yendo por la costa de Cuba abajo
tuvo grandes aguaceros y bajos para encallarle los navíos, donde
padecieron grandes trabajos y peligros.—Hallaron infinitas islas
pequeñas; púsoles nombre el Jardin de la Reina.—Vieron unas aves
coloradas de la manera y hechura de grullas.—Vieron grullas, muchas
tortugas, y de cierta pesquería dellas.—De la mansedumbre de los
indios.—Toparon otros indios mansísimos.—Detuvo uno.—Informóle ser
isla de Cuba, y nuevas que le dió de un Cacique que habla por señas á
su gente, sin ser mudo.—De otros peligros que por allí padecieron.
Y porque tenia los vientos muy contrarios, que no le dejaron más
costear aquella isla, por esto acordó de dar la vuelta sobre la de
Cuba, y ansí tornóse, mártes, 18 de Mayo, con intincion de andar por
ella 500 ó 600 leguas, hasta experimentar si era isla ó tierra firme.
El dia que dió la vuelta, vino un indio mancebo á los navíos, hablando
por señas que se queria ir con ellos, tras él vinieron muchos parientes
suyos y sus hermanos para rogarle que no fuese con los cristianos,
pero no lo pudieron acabar con él, puesto que con muchas lágrimas
se lo persuadian, ántes se metia en los lugares secretos del navío,
donde no los viese llorar, y finalmente se quedó, y ellos se fueron
desconsolados y tristes. Cierto, es de considerar, que no sin misterio
esta inclinacion le quiso dar Dios para salvarlo por esta vía, porque
es de creer que el Almirante le haria enseñar en las cosas de la fé y
baptizarle, lo que no alcanzara si en su tierra quedara. Partido, pues,
de Jamáica el Almirante con sus navíos, llegó á un Cabo de la isla de
Cuba, que nombró cabo de Cruz, miércoles, 18 de Mayo. Yendo la costa
abajo, tuvo grandes y contínuos aguaceros, con truenos y relámpagos, y
con esta topaba muchos bajos, donde á cada paso temia encallar; estas
dos cosas, concurriendo juntas, le pusieron en grandísimos peligros y
trabajos, porque los remedios de ambas son contrarios, y, habiéndose
de poner juntos, es imposible, sino por casi milagro, salvarse; la
razon es, porque el remedio de los aguaceros, tan impetuosos como
los hay en estas tierras, y de gran peligro, si en muy presto no se
pone, es amainar las velas muy luego, y para no encallar, ó para
despues de encallados salir de los bajos, es añadir á las veces velas;
por manera, que si ambos á dos peligros concurren en un tiempo, es
necesario, en uno dellos, y áun en ambos, perderse, sino por milagro.
Cuanto más andaba la costa abajo, tanto más espesas parecian infinitas
islas bajas, unas todas de arena, otras de arboleda, y muchas que no
sobreaguaban nada; cuanto más estaban más cerca de la isla de Cuba, más
altas, y más verdes, y graciosas parecian. Eran de una legua, y de dos,
y de tres, y de cuatro; este dia vido muchas, y el siguiente muchas más
y más grandes, y porque eran innumerables y no podia á cada una ponerle
nombre, llamólas á todas juntas, el Jardin de la Reina; contáronse
aquesta dia más de 160, de una parte y de otra, digo, de la parte del
Norte, y del Norueste, y del Sudueste, y áun canales por entre ellas,
con hondura, que podian pasar los navíos, de dos brazas, y de tres,
y más. En muchas dellas hallaron unas aves como grullas, coloradas;
estas aves no son grullas, sino de la misma manera y tan grandes como
grullas, excepto que son al principio blancas (digo al principio,
cuando áun no han llegado á cierta edad), y poco á poco se van tornando
coloradas, y cuando comienzan á colorarse no parecen, de un poco léjos,
sino manadas de obejas almagradas; solamente las hay estas aves en
Cuba y en estas isletas, y no se mantienen sino del agua salada y de
alguna cosa que en ella ó con ella hallan, y cuando alguna se toma y
se tiene en casa, no la mantienen sino echándole un poco de caçabí,
que es el pan de los indios, en un tiesto de agua con una escudilla de
sal en ella. Hallaban eso mismo muchas tortugas, tan grandes como una
gran rodela, y poco ménos que una adarga; destas hay infinitas entre
aquellas isletas, de las cuales y de su nacimiento, ó como se crian,
diremos, placiendo á Dios, cuando de la isla de Cuba hablaremos.
Vieron grullas de las mismas de Castilla, y cuervos, y diversas aves
que cantaban suavemente, y de las isletas salian suavísimos olores que
los deleitaban. En una destas isletas vieron una canoa de indios que
estaban pescando, los cuales, viendo á los cristianos que iban en la
barca á ellos, se estuvieron seguros como si vieran á sus hermanos, y
hiciéronles señas que se detuviesen; detuviéronse hasta que pescaron,
y la pesquería era, que toman unos peces que se llaman revesos, que
los mayores serán como una sardina, los cuales tienen en la barriga
una aspereza, con la cual, donde quiera que se pegan, primero que se
despeguen los hacen pedazos; estos ataban de la cola un hilo delgado,
luengo de ciento y doscientas brazas, y váse el pece cuasi por encima
del agua ó poco más bajo, y en llegando que llega adonde están las
tortugas en el agua, pégansele en la concha baja, y tiran del cordel y
traen una tortuga que pesa cuatro y cinco arrobas, y, en fin, allí se
queda el pece pegado, si, como dije, no le despedazan; no sé si quizá
él despues se despegaria por sí, si le dejasen. Lo mismo vemos cuando
se toman tiburones, que son unas bestias crueles, carniceras, que comen
hombres cuando los hallan, que vienen muchos de los peces revesos, que
dije, en las barrigas de los tiburones pegados. Acabada la pesquería,
vinieron los indios á la barca y hicieron los cristianos señas, que
se viniesen con ellos á los navíos, los cuales vinieron de muy buena
gana, y el Almirante les hizo dar de los rescates, y supo dellos
haber adelante, de aquellas isletas, infinitas; daban todo cuanto
tenian liberalísimamente, y así, se tornaron muy alegres. Prosiguió
su camino todavía al Poniente por las islas inmensas que habia, y por
los aguaceros y tormentas de aguas y truenos y relámpagos, cada tarde
hasta el salir de la luna, y con todos los susodichos peligros, con
lo cual pasó grandes trabajos y angustias, que sería dificultoso,
como fueron, decirlas; y, puesto que ponia grandísima diligencia, y
guarda, y vigilias suyas, y de atalayas que ponia en el mastel, muchas
veces tocaba y áun atollaba la nao en que él venia, donde padecian
nuevos trabajos y peligros para sacar la nao, tornando atras, y otras
veces yendo adelante. Llegó a una isla mayor que las otras, la cual
llamó Sancta María, en la cual habia una poblacion, y ninguno de los
indios della osó parar por miedo de los cristianos. Hallaron en ella
mucho pescado, y perros de los mudos que no ladran; vian por todas
las islas muchas manadas de las grullas, muy coloradas, y papagayos y
otras muchas aves. Teniendo falta de agua, dejó de andar por aquellas
isletas, y llegóse á la costa de Cuba, á 3 dias de Junio, donde habia
mucha espesura de árboles, por lo cual no pudieron cognoscer si habia
poblacion alguna; saliendo un marinero con una ballesta, para matar
alguna ave, topó con obra de 30 hombres con sus armas de lanzas y
flechas, y unas como espadas, de forma de una paleta hasta el cabo, y
del cabo hasta la empuñadura se viene ensangostando, no aguda de los
cabos, sino chata; estas son de palma, porque las palmas no tienen las
pencas como las de acá, sino lisas ó rasas, y son tan duras y pesadas,
que de hueso y, cuasi de acero, no pueden ser más: llámanlas macanas.
Dijo aquel marinero, que entre aquellos habia visto un indio con una
túnica blanca vestido, y que hasta los piés le cubria. Dió voces el
todos los indios de la tierra se huian y desamparaban sus pueblos, y
que un señor de cierta provincia, que se llamaba Caonabo, se apercibia
para venir sobre la fortaleza y matar los cristianos. Oidas estas
nuevas por el Almirante, acordó enviar 70 hombres de los más sanos,
y la recua cargada de bastimentos y armas, y otras cosas necesarias;
los 25 para guarda de la recua, y los restantes para engrosar los que
la fortaleza guardaban, y, de camino, hiciesen camino por otra parte,
porque por el que habian comenzado á ir era muy áspero. Junto con esto
deliberó enviar toda la gente que no estaba enferma, y la que podia
andar, aunque no del todo muy sana, dejando solamente los oficiales
mecánicos, y dióles por Capitan á Alonso de Hojeda, para que los
llevase hasta la fortaleza de Sancto Tomás, y los entregase al dicho
Mosen Pedro Margarite, para que con ella anduviesen por la tierra y la
allanasen, mostrando las fuerzas y poder de los cristianos para que los
indios temiesen y comenzasen á enseñarse á obedecerlos, mayormente por
la Vega Real, donde, dice el Almirante, que habia innumerables gentes,
y muchos Reyes y señores (y así era gran verdad, como se dijo en el
cap. 90), y así tambien andando, se hiciesen los cristianos á comer de
los mantenimientos de la tierra, pues ya todos los de Castilla se iban
acabando, pero el Hojeda quedase por Alcaide de la dicha fortaleza.
CAPÍTULO XCIII.
En el cual se tracta como Alonso de Hojeda salió de la Isabela con 400
hombres, para poner miedo á la gente de la tierra y sojuzgarla.—Como
en llegando á un pueblo, pasado el Rio del Oro, prendió á un
Cacique y señor, y á su hermano y sobrino por una cosa que hizo un
indio.—Como cortó las orejas á un vasallo del mismo Cacique en su
presencia.—Como condenó á muerte á los mismos, Cacique, hermano y
sobrino.—Dánse razones como ya tenian los indios justa guerra contra
los cristianos.—Cuán culpable fué deste hecho el Almirante, y cuan al
revés entró y comenzó en estas tierras del camino de la ley evangélica,
etc.
Miércoles, 9 de Abril del mismo año de 1494, salió de la Isabela Alonso
de Hojeda con la gente, que pasarian de 400 hombres, y, en llegando
que llegó, al rio, y pasado de la otra parte, que el Almirante habia
puesto Rio del Oro, que arriba digimos ser Mao, á lo que conjeturamos,
porque sabemos muy bien aquella tierra, y cuantos y cuales rios tiene,
y como se llamaban en lengua de indios, como, placiendo á Dios, abajo
se nombrarán, prendió Hojeda al Cacique y señor del pueblo que allí
estaba, y á un hermano y sobrino suyo, y presos, en cadenas, los
envió á la Isabela, al Almirante; hizo más, que á un indio ó vasallo
del dicho Cacique y señor, mandó cortar las orejas en medio de la
plaza de su pueblo; la causa de hacer esta obra, diz que, fué porque
viniendo tres cristianos de la dicha fortaleza para la Isabela, el
dicho Cacique les dió cinco indios que les pasasen la ropa por el
vado, y al medio del rio los dejaron, y volviéronse con ella á su
pueblo, y, diz que, el Cacique no los castigó por ello, ántes la ropa
se tomó para sí. Estaba otro pueblo destotra parte del rio, y el
Cacique y señor dél, como vido que llevaban presos á aquel señor, su
vecino, y á su hermano y á su sobrino, quísose ir con ellos á rogar
al Almirante que no los hiciese mal, confiando que habia hecho muy
buenas obras cuando el Almirante pasó, y ántes cuando Hojeda tambien,
y que el Almirante recebiria sus ruegos. Llegados los presos á la
Isabela, y él con ellos, mandó el Almirante que los presos llevasen á
la plaza, y con voz de pregonero, les cortasen las cabezas; ¡hermosa
justicia y sentencia, para comenzar en gente tan nueva á ser amados
los cristianos, para traerlos al cognoscimiento de Dios, prender y
atar á un Rey y señor en su mismo señorío y tierra, y, pared por medio
della, condenarlos á muerte y á su hermano y sobrino, por una cosa
en que, quizá, ninguna culpa tuvieron, y ya que la tuviesen, siendo
tan leve, y habiendo de preceder mil comedimientos y justificaciones
primero! Tambien ¿como se pudo averiguar, prendiéndolos luego como
Hojeda llegó, y no sabiendo cosa ninguna de la lengua, que el Cacique
tuviese la culpa, y su hermano y su sobrino que no fuesen inocentes?
lo mismo fué gentil ejecucion de justicia, la cual hizo en presencia
del mismo Cacique, y en su pueblo y señorío, cortando las orejas al
vasallo ajeno, Hojeda; ¡buenas nuevas cundirian de la mansedumbre y
bondad de los cristianos por toda la tierra! Así que, como vido el otro
Cacique que llevaban al señor, su vecino, y quizá su padre, ó hermano y
pariente, á la muerte, con muchas lágrimas rogaba al Almirante que no
lo hiciese, prometiendo por señas, en cuanto él podia dar á entender,
que nunca más otro tanto se haria; condescendió el Almirante á sus
ruegos y alcanzólos la vida. En esto llegó uno de caballo que venia
de la fortaleza, y dió nueva, como pasando por el pueblo del Cacique
preso, sus vasallos tenian en mucho aprieto cercados, para matar, á
cinco cristianos, y él con su caballo los descercó y le huyeron más
de 400 indios, fué tras ellos é hirió algunos, é yo no dudo sino que
habria otros muertos. Tambien se derramaría por toda la tierra buen
rumor y buena fama de los cristianos, que un poco ántes estimaban haber
descendido del cielo. Esta fué la primera injusticia, con presuncion
vana y errónea de hacer justicia, que se cometió en estas Indias contra
los indios, y el comienzo del derramamiento de sangre, que despues tan
copioso fué en esta isla, como abajo parecerá, placiendo á Dios, y
despues desta en todas las otras infinitas partes dellas. Ya, desde
este dia, ninguna duda se puede tener por hombre que tenga buen seso,
sino que aquel Cacique y su pueblo tenia justo título y derecho para
contra los cristianos mover y sostener justa guerra, y este derecho
comenzaban los indios de aquel pueblo justamente contra los cinco
cristianos á ejercer; pues veian que les habian llevado su Rey é señor
á la Isabela, preso, quisieron, por ventura, prenderlos, porque, por
haberlos el Almirante, creian ser en su señor restituidos. ¿Qué título,
ó qué derecho, ó qué razones tan necesarias que los convenciese, los
podia haber dado el Almirante cuando llegó á su pueblo, en obra de dos
ó tres horas que estuvo en él, mayormente los unos ni los otros no se
entendiendo, para que no creyese el Cacique que le hacia muy buena
obra en dejarle pasar por su tierra, y hacelle, como le hizo, buen
recibimiento, entrando en ella sin pedirle licencia, mayormente siendo
los cristianos gente tan nueva y de su vista primera feroz, y entrando
en modo de armado ejército, y con caballos, animales tan fieros, que en
viéndolos les tiemblan las carnes, creyendo que los habian de sorber?
lo cual, en la verdad, injuria que se les hizo fué, y no hay gente hoy
en el mundo ni la hobo en tónces que por injuria no lo tuviera, y, de
_jure gentium_, resistir y vengar ó castigar por derecho natural no lo
pudiera ó debiera. ¿Y qué, no se estimaría tambien por superior suyo
y de los cristianos que traia, y á quién habia de ocurrir Hojeda que
le hiciera justicia del indio que, del medio del rio, con la ropa de
los cristianos, afirmaba que se les habia vuelto, y no hacerse juez
supremo en tierra y jurisdiccion ajena, y, lo peor y gravísimo que es,
prender al mismo señor y Rey, y estando seguro y pacífico, y en su
señorío y jurisdiccion, casa y tierra, que fué hacer más atroz y feo
el crímen, echarle en cadenas? La razon clara lo muestra, que no se
habia de entrar tan de rondon ni como en su casa en estas tierras, ni
en forma de guerra, y que no habia de salir el Almirante tan presto de
la Isabela, sin primero enviar sus mensajeros por toda la tierra, dando
cuenta de su venida á todos los Reyes y señores della, notificándoles
venir por su bien, convidándolos á que viniesen á verlo, y que para
los ir á ver le diesen licencia, enviándoles dádivas, como áun trajo
en la instruccion y mandado que le dieron los Reyes, y hacer todos
cuantos comedimientos, y tomar todos cuantos medios de paz, y amor, y
dulzura, y para evitar escándalo y turbacion de los pusilos inocentes,
nos enseña y manda la suave ley evangélica, cuyo ministro y mensajero
él era; pero luego entrar poniendo temores y mostrar potencia, y en
forma de guerra, y violar la jurisdiccion y preeminencia que de ley
natural no era suya, sino ajena, paréceme á mí que no fué entrar por
la puerta. No parece, cierto, esta primera entrada, que fué otra sino
como si nó de los hombres, salvo de bestias fieras, estuvieran pobladas
estas tierras; y, verdaderamente, yo no osaria culpar la intincion
del Almirante, por lo mucho que dél conocí, porque, cierto, siempre
la juzgué por buena, pero, como digimos en el cap. 41, el camino que
llevó, y muchas cosas que hizo, dellas, creyendo que acertaba, de su
voluntad, dellas, constreñido por las angustias que le sucedieron,
como, placiendo á Dios, diremos, fué por error grandísimo que tuvo
cerca del derecho. Es aquí mucho de considerar, para que se vea mejor
el principio que siempre llevó este negocio de las Indias, que, como ha
parecido en los capítulos precedentes, el Almirante y sus cristianos,
y despues todos cuantos en todas estas tierras y reinos entraron y
anduvieron, lo primero que trabajaron siempre, como cosa estimada
dellos por principal y necesaria para conseguir sus intentos, fué
arraigar y entrañar en los corazones de todas estas gentes su temor
y miedo, de tal manera que, en oyendo cristianos, las carnes les
extremeciesen; para lo cual, efectuar hicieron cosas hazañosas, nunca
otras tales, ni tantas, vistas ni oidas, ni áun pensadas ni soñadas,
como, Dios queriendo, se verá. Obra muy manifiesta ser contraria y
enemiga de la por donde han de comenzar su camino, y su entrada, y
su negociacion para inducir los infieles á que vengan á la fe, los
que profesan la verdad y la benignidad, la suavidad y mansedumbre
cristiana.
CAPÍTULO XCIV.
En el cual se tracta como el Almirante determinó de ir á descubrir,
como los Reyes le habían mucho encargado, cuando volvió el segundo
viaje.—Como constituyó un Presidente y un Consejo para el regimiento
desta isla.—Como partió de la Isabela y llegó á Cuba, por la parte
del Sur.—Llegó á surgir á un puerto.—Vinieron á los navíos muchos
indios á traer á los cristianos de lo que tenian, estimando que habian
venido del cielo.—Como desde allí descubrió la isla de Jamáica;
púsole nombre Santiago.—Salieron muchas canoas de indios, con
alegría, para los navíos.—En un puerto salieron de guerra, queriendo
impedir á los cristianos la entrada.—Como lo hacian con razon y
justicia.—Como los cristianos asaetearon á ciertos indios, y cuan mal
hecho fué, y como no se habian de ganar por esta via.—Como no se han
de hacer males por algun fin bueno, aunque salgan dellos bienes.
Porque, como el rey de Portugal vido descubiertas estas Indias, y
hallarse burlado de no haber aceptado la empresa que la fortuna le
habia ofrecido y puesto en sus manos, alegaba que este orbe caia debajo
de su demarcacion y division que la Iglesia, los tiempos pasados,
hecho habia, entre los reyes de Castilla y Portugal (no se cual ella
entónces pudo ser, no teniendo de cosa, que por este mar Océano
hobiese, noticia, más de Guinea), por lo cual pretendia mover pleito,
y áun tenia una armada aparejada para venir acá, como arriba se dijo;
por esta causa, el Rey é la Reina, al tiempo que este segundo viaje
de los 17 navíos para poblar despacharon, al Almirante le mandaron
y encargaron muy mucho, que lo más presto que pudiese trabajase de
se despachar para ir á descubrir, mayormente á la isla de Cuba, que
hasta entónces fué estimada por tierra firme, y descubriese cuanta
más tierra firme ó islas pudiese, porque el rey de Portugal fuese en
tiempo y posesion, y en derecho por consiguiente, prevenido, mayormente
habiendo ya concedido la Sede Apostólica en especie todo este orbe de
las Indias, y puesto límites y demarcacion, ó distribuido este mundo de
por acá, entre ambos reyes de Portugal y de Castilla, segun que arriba
queda en el capítulo 79 escrito. Así que, por cumplir el mando de Sus
Altezas, y ejercitar el apetito é inclinacion que Dios le habia dado, y
para lo que le habia escogido, determinó el Almirante de se despachar
para descubrir, y para dejar la gobernacion de los Españoles ordenada,
y lo demas que tocaba á los indios desta isla, segun la estima y
opinion que dellos, para sujetarlos, tenia. Instituyó un Consejo de
las personas que de mayor prudencia, y ser, y auctoridad le pareció,
entre las cuales puso á su hermano, D. Diego Colon, por Presidente.
Las personas fueron, el dicho padre fray Buil, que se dijo tener poder
del Papa, como su legado, y Pero Hernandez Coronel, Alguacil mayor,
y Alonso Sanchez de Carabajal, Regidor de Baza, y Juan de Luxan,
de los caballeros de Madrid, criado de la Casa real; á estos cinco
encomendó toda la gobernacion, y á Mosen Pedro Margarite, que con la
gente que tenia, que eran, como dije, 400 hombres, anduviese y hollase
y sojuzgase toda la isla, dando á todos sus instrucciones, segun que
por entónces le pareció que, para el servicio de Dios y de Sus Altezas
(como él dice, hablando dello), convenia; el cual, con un navío ó nao
grande y dos carabelas, todos los tres bien aparejados, dejando los
dos en el puerto para las necesidades que se ofreciesen, partió, en
nombre de la Sancta Trinidad, dice él, jueves, 24 de Abril del mismo
año de 1494, despues de comer, la vía del Poniente, y fué al puerto de
_Monte-Christi_ á surgir. Otro dia fué al puerto de la Navidad, donde
dejó los 39 cristianos, tierra del rey Guacanagarí, que tanta humanidad
y buen acogimiento y caridad en el primer viaje, señaladamente en la
pérdida de la nao, le hizo; el cual, con miedo, porque quizá no le
viniese á hacer mal por la muerte de los cristianos, de que no tuvo
culpa, como se dijo arriba, se escondió, puesto que preguntando por
él el Almirante á los indios, sus vasallos, que luego á los navíos
en sus canoas vinieron, fingieron que habia ido cierto camino, y que
luego vernia. Finalmente, no curó de más esperar sino alzó sus velas
el sábado; fué seis leguas de allí á la isla de la Tortuga, en par
de la cual estuvo con calma y mucha mar, que venia del Oriente, y las
corrientes, por el contrario, venian del Occidente, por lo cual toda
la noche estuvo en harto trabajo. El domingo, con viento contrario,
que creo que era Norueste, y con las corrientes que le venian por la
proa, del Occidente, fué forzado tornar á surgir atras en el rio que
en el viaje primero llamó Guadalquivir, de que arriba digimos; llegó
al fin al puerto de Sant Nicolás, martes, 29 dias de Abril. De allí
vido la punta ó cabo de Cuba, que él llamó el primer viaje, cuando la
descubrió, _Alpha et Omega_, y agora se llama la Punta de Bayatiquirí,
en lengua de los indios; atravesó por aquel golfo, entre Cuba y esta
Española, que es de 18 leguas de punta á punta ó de cabo á cabo, y
comienza á costear la isla de Cuba por la parte del Sur ó Austro.
Vido luego una gran bahía y puerto grande, y así lo nombró Puerto
Grande, cuya entrada era muy honda; ternia de boca 150 pasos. Surgió
allí, donde los indios vinieron con canoas á los navios y trajeron
mucho pescado, y de aquellos conejos de la isla, que llamamos arriba,
capítulo 46, guaminiquinajes. Tornó á alzar sus velas, domingo, 1.º de
Mayo, y fué costeando la isla, y vía, cada hora, maravillosos puertos,
cuales los tiene, cierto, aquella isla; vian montañas muy altas y
algunos rios que salian á la mar, y, porque iba muy cerca de tierra,
eran sin número los indios de la isla que venian con sus canoas á los
navíos, creyendo que habian descendido del cielo, trayéndoles del pan
caçabí suyo, y agua, y pescado, y de lo que tenian, ofreciéndoselo á
los cristianos con tanta alegría y regocijo, sin pedir cosa por ello,
como si por cada cosa hobieran de salvar las ánimas, puesto que el
Almirante mandaba que todo se lo pagasen dándoles cuentas de vidro, y
cascabeles, y otras cosas de poco valor, de lo cual iban contentísimos,
pensando que llevaban cosas del cielo. Y porque los indios que llevaba
el Almirante consigo (que era, á lo que yo creo, un Diego Colon, de los
que el viaje primero habia tomado en la isla de Guanahaní y lo habia
llevado á Castilla y vuelto, el cual, despues vivió en esta isla muchos
años conversando con nosotros), hacian mucho caso señalando hácia la
parte donde estaba la isla Jamáica, afirmando que habia mucho oro, (y
creo, cierto, que es la que llamaban el viaje primero Baneque, que
tantas veces la nombraban, puesto que no veo que aquí el Almirante haga
mencion de Baneque), así que, acordó el Almirante dar una vuelta hácia
el Sueste, tomando parte del Sur, sábado, 13 de Mayo, y el domingo,
luego, la vido, y el lúnes llegó á ella y surgió, aunque no en puerto.
Desque la vido, dice el Almirante, que le pareció la más hermosa y
graciosa de cuantas hasta entónces habia descubierto; eran sin número
las canoas grandes y chicas que venian á los navíos. El lúnes procuró
de buscar puerto, yendo la costa abajo, y, como enviase las barcas
para que sondasen (esto es, echar la plomada para ver cuantas brazas
tiene el fondo), las entradas de los puertos, salieron muchas canoas
llenas de gente armada para les defender la tierra, y que en ella no
saltasen; como gente prudente, que, de ley natural, puede defender
su tierra de cualquiera gente no conocida, hasta ver quién es ó qué
es lo que pretende, porque cada una república ó persona particular
puede temer y proveer en el daño que le puede venir, de gente nueva
ó personas que no conoce, como Josepho, con razon pudo decir á sus
hermanos, como á gente de otro reino, extraña y fingiendo que no la
conocia, «vosotros espías debeis de ser deste reino de Egipto para
ver lo mas flaco dél, etc.,» como parece en el Génesis, cap. 42. Por
esta razon se hicieron leyes por los Emperadores, que los romanos no
fuesen osados, aunque fuese con títulos de llevar mercaduría, de ir á
tierra de persas con quien no tenian paz ni que hacer, y la razon de
la ley asignase en ella: «porque no parezca ó se diga que los romanos
son espías ó especuladores de los reinos extraños.» Así lo dice la ley
_Mercatores_, capítulo _De mercatoribus_. Así que, visto por los que
iban en las barcas que los indios venian denodados para los impedir
que no saltasen en tierra, y con armas, tornáronse á los navíos en su
paz. De allí fué á otro puerto, el cual nombró Puerto Bueno, y como
saliesen asimismo los indios con sus armas á resistir la entrada á los
de las barcas, diz que, porque, mostrando temor los cristianos, sería
causa que tuviesen mayor atrevimiento, acordaron de darles tal refriega
de saetadas con las ballestas, que, habiéndoles herido seis ó siete
(y Dios sabe cuantos más serian los heridos y muertos), que tuvieron
por bien de cesar de la resistencia, y vinieron de las comarcas gran
número de canoas llenas de indios á los navíos, pacíficos y humildes.
Este fué otro yerro no chico; cierto, mejor fuera por otras vías
darles á entender como no iban á hacerles mal ni daño, ó por señas,
ó enviándoles de los indios que en los navíos llevaban, como muchas
veces se aseguraron en muchos lugares de Cuba y desta isla Española y
de las de los lucayos, en el primer viaje, como en diversos capítulos
arriba ha parecido, que no matar ni herir, ni quebrar por ninguna
manera con ellos; y cuando no pudieran por todas vías, eran obligados
á irse á otra parte y dejarlos, porque los indios tenian justo título
y justicia para defender su tierra de toda gente, y nunca se ha de
hacer mal alguno, por chico que sea, por fin que del hayan de salir
cuan grandes bienes los hombres pretendieren, cuanto más, que ya se
tenia larga experiencia de la bondad y pacabilidad de los indios, cuan
fáciles eran de aplacar y contentar, dándoles razon ó señales de que no
venian á hacerles algun perjuicio, aunque al principio se ponian, de
puro miedo, en resistir la entrada. Traian aquí de sus bastimentos y de
lo que tenian, y lo daban á los cristianos por cualquiera cosa que les
daban; en este se adobó el navío del Almirante de un agua que hacia por
la quilla. Era este puerto de la forma de una herradura; puso nombre
á esta isla de Jamáica, el Almirante, Santiago. Viernes, 9 de Mayo,
tornó á salir deste puerto, yendo la costa de Jamáica abajo, la vía del
Poniente, yendo tan junto con la costa, que muchas canoas iban con los
navíos dando de sus cosas y recibiendo de las nuestras, con toda paz y
alegría.
CAPÍTULO XCV.
En el cual se cuenta como el Almirante dejó á Jamáica y tornó sobre la
isla de Cuba.—De un indio, que, dejados sus parientes, llamando, se
quiso ir con los cristianos.—Como yendo por la costa de Cuba abajo
tuvo grandes aguaceros y bajos para encallarle los navíos, donde
padecieron grandes trabajos y peligros.—Hallaron infinitas islas
pequeñas; púsoles nombre el Jardin de la Reina.—Vieron unas aves
coloradas de la manera y hechura de grullas.—Vieron grullas, muchas
tortugas, y de cierta pesquería dellas.—De la mansedumbre de los
indios.—Toparon otros indios mansísimos.—Detuvo uno.—Informóle ser
isla de Cuba, y nuevas que le dió de un Cacique que habla por señas á
su gente, sin ser mudo.—De otros peligros que por allí padecieron.
Y porque tenia los vientos muy contrarios, que no le dejaron más
costear aquella isla, por esto acordó de dar la vuelta sobre la de
Cuba, y ansí tornóse, mártes, 18 de Mayo, con intincion de andar por
ella 500 ó 600 leguas, hasta experimentar si era isla ó tierra firme.
El dia que dió la vuelta, vino un indio mancebo á los navíos, hablando
por señas que se queria ir con ellos, tras él vinieron muchos parientes
suyos y sus hermanos para rogarle que no fuese con los cristianos,
pero no lo pudieron acabar con él, puesto que con muchas lágrimas
se lo persuadian, ántes se metia en los lugares secretos del navío,
donde no los viese llorar, y finalmente se quedó, y ellos se fueron
desconsolados y tristes. Cierto, es de considerar, que no sin misterio
esta inclinacion le quiso dar Dios para salvarlo por esta vía, porque
es de creer que el Almirante le haria enseñar en las cosas de la fé y
baptizarle, lo que no alcanzara si en su tierra quedara. Partido, pues,
de Jamáica el Almirante con sus navíos, llegó á un Cabo de la isla de
Cuba, que nombró cabo de Cruz, miércoles, 18 de Mayo. Yendo la costa
abajo, tuvo grandes y contínuos aguaceros, con truenos y relámpagos, y
con esta topaba muchos bajos, donde á cada paso temia encallar; estas
dos cosas, concurriendo juntas, le pusieron en grandísimos peligros y
trabajos, porque los remedios de ambas son contrarios, y, habiéndose
de poner juntos, es imposible, sino por casi milagro, salvarse; la
razon es, porque el remedio de los aguaceros, tan impetuosos como
los hay en estas tierras, y de gran peligro, si en muy presto no se
pone, es amainar las velas muy luego, y para no encallar, ó para
despues de encallados salir de los bajos, es añadir á las veces velas;
por manera, que si ambos á dos peligros concurren en un tiempo, es
necesario, en uno dellos, y áun en ambos, perderse, sino por milagro.
Cuanto más andaba la costa abajo, tanto más espesas parecian infinitas
islas bajas, unas todas de arena, otras de arboleda, y muchas que no
sobreaguaban nada; cuanto más estaban más cerca de la isla de Cuba, más
altas, y más verdes, y graciosas parecian. Eran de una legua, y de dos,
y de tres, y de cuatro; este dia vido muchas, y el siguiente muchas más
y más grandes, y porque eran innumerables y no podia á cada una ponerle
nombre, llamólas á todas juntas, el Jardin de la Reina; contáronse
aquesta dia más de 160, de una parte y de otra, digo, de la parte del
Norte, y del Norueste, y del Sudueste, y áun canales por entre ellas,
con hondura, que podian pasar los navíos, de dos brazas, y de tres,
y más. En muchas dellas hallaron unas aves como grullas, coloradas;
estas aves no son grullas, sino de la misma manera y tan grandes como
grullas, excepto que son al principio blancas (digo al principio,
cuando áun no han llegado á cierta edad), y poco á poco se van tornando
coloradas, y cuando comienzan á colorarse no parecen, de un poco léjos,
sino manadas de obejas almagradas; solamente las hay estas aves en
Cuba y en estas isletas, y no se mantienen sino del agua salada y de
alguna cosa que en ella ó con ella hallan, y cuando alguna se toma y
se tiene en casa, no la mantienen sino echándole un poco de caçabí,
que es el pan de los indios, en un tiesto de agua con una escudilla de
sal en ella. Hallaban eso mismo muchas tortugas, tan grandes como una
gran rodela, y poco ménos que una adarga; destas hay infinitas entre
aquellas isletas, de las cuales y de su nacimiento, ó como se crian,
diremos, placiendo á Dios, cuando de la isla de Cuba hablaremos.
Vieron grullas de las mismas de Castilla, y cuervos, y diversas aves
que cantaban suavemente, y de las isletas salian suavísimos olores que
los deleitaban. En una destas isletas vieron una canoa de indios que
estaban pescando, los cuales, viendo á los cristianos que iban en la
barca á ellos, se estuvieron seguros como si vieran á sus hermanos, y
hiciéronles señas que se detuviesen; detuviéronse hasta que pescaron,
y la pesquería era, que toman unos peces que se llaman revesos, que
los mayores serán como una sardina, los cuales tienen en la barriga
una aspereza, con la cual, donde quiera que se pegan, primero que se
despeguen los hacen pedazos; estos ataban de la cola un hilo delgado,
luengo de ciento y doscientas brazas, y váse el pece cuasi por encima
del agua ó poco más bajo, y en llegando que llega adonde están las
tortugas en el agua, pégansele en la concha baja, y tiran del cordel y
traen una tortuga que pesa cuatro y cinco arrobas, y, en fin, allí se
queda el pece pegado, si, como dije, no le despedazan; no sé si quizá
él despues se despegaria por sí, si le dejasen. Lo mismo vemos cuando
se toman tiburones, que son unas bestias crueles, carniceras, que comen
hombres cuando los hallan, que vienen muchos de los peces revesos, que
dije, en las barrigas de los tiburones pegados. Acabada la pesquería,
vinieron los indios á la barca y hicieron los cristianos señas, que
se viniesen con ellos á los navíos, los cuales vinieron de muy buena
gana, y el Almirante les hizo dar de los rescates, y supo dellos
haber adelante, de aquellas isletas, infinitas; daban todo cuanto
tenian liberalísimamente, y así, se tornaron muy alegres. Prosiguió
su camino todavía al Poniente por las islas inmensas que habia, y por
los aguaceros y tormentas de aguas y truenos y relámpagos, cada tarde
hasta el salir de la luna, y con todos los susodichos peligros, con
lo cual pasó grandes trabajos y angustias, que sería dificultoso,
como fueron, decirlas; y, puesto que ponia grandísima diligencia, y
guarda, y vigilias suyas, y de atalayas que ponia en el mastel, muchas
veces tocaba y áun atollaba la nao en que él venia, donde padecian
nuevos trabajos y peligros para sacar la nao, tornando atras, y otras
veces yendo adelante. Llegó a una isla mayor que las otras, la cual
llamó Sancta María, en la cual habia una poblacion, y ninguno de los
indios della osó parar por miedo de los cristianos. Hallaron en ella
mucho pescado, y perros de los mudos que no ladran; vian por todas
las islas muchas manadas de las grullas, muy coloradas, y papagayos y
otras muchas aves. Teniendo falta de agua, dejó de andar por aquellas
isletas, y llegóse á la costa de Cuba, á 3 dias de Junio, donde habia
mucha espesura de árboles, por lo cual no pudieron cognoscer si habia
poblacion alguna; saliendo un marinero con una ballesta, para matar
alguna ave, topó con obra de 30 hombres con sus armas de lanzas y
flechas, y unas como espadas, de forma de una paleta hasta el cabo, y
del cabo hasta la empuñadura se viene ensangostando, no aguda de los
cabos, sino chata; estas son de palma, porque las palmas no tienen las
pencas como las de acá, sino lisas ó rasas, y son tan duras y pesadas,
que de hueso y, cuasi de acero, no pueden ser más: llámanlas macanas.
Dijo aquel marinero, que entre aquellos habia visto un indio con una
túnica blanca vestido, y que hasta los piés le cubria. Dió voces el
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