Historia de las Indias (vol. 2 de 5) - 14

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é Gobernador de las islas nuevamente halladas en las Indias, nos
habedes hecho é facedes de cada dia, é esperamos que nos hareis de
aquí adelante, tenemos por bien y es nuestra merced y voluntad, que de
aquí adelante vos llameis é intituleis Adelantado de las islas dichas
nuevamente halladas en las dichas Indias, é podades usar é ejercer, é
facer en las dichas islas é en cada una dellas, todas las cosas que
los otros Adelantados de los dichos nuestros reinos pueden facer,
é que hallades é gocedes, é vos sean guardadas todas las honras, y
gracias, y mercedes, y preeminencias, y prerogativas que son debidas
é se deben facer é guardar, segun las leyes por Nos fechas en las
Córtes de Toledo, ó las otras leyes de nuestros reinos, á los otros
nuestros Adelantados dellos, etc. Y Nos, por esta nuestra Carta, os
criamos y facemos Adelantado de las dichas islas y tierra firme que así
nuevamente se han hallado y descubierto en las Indias, é vos recibimos,
é habemos por recibido al dicho oficio é al uso y ejercicio dél, y
mandamos que en ello, ni en parte dello, embargo ni impedimento alguno
vos non pongan, etc.»
Fué hecha en Medina del Campo á 22 de Julio del dicho año 1497.


CAPÍTULO CXXVI[4].

Estando el Almirante para se despachar de la corte, y los Reyes
que lo deseaban ver partido, acaeció que murió el rey D. Juan de
Portogal, y sucedió en aquel reino el rey don Manuel, que era Duque
de Verganza. Tractaron los Reyes de casar la princesa Doña Isabel,
que fué reina de Portugal y princesa de Castilla, con el dicho rey
D. Manuel, y, concluido, la Reina Católica, su madre, la llevó en
fin de Setiembre deste año de 97 á Valencia de Alcántara, donde vino
el rey de Portugal, y la recibió sin fiestas ningunas. La razon fué,
porque yendo el Rey y la Reina juntos á llevar la dicha señora Reina
Princesa á Ávila, por ver el monasterio de Sancto Tomás de Ávila, de
la órden de Sancto Domingo, y que habia hecho el Prior de Sancta Cruz,
fraile de la mesma órden, Inquisidor mayor, y el primero que hobo en
España, como obra insigne y señalada y hecha de los bienes que se
habian confiscado á los herejes que se habian quemado, supieron los
Reyes que el príncipe D. Juan, que de Medina del Campo, de donde salió
la corte, se habia ido con la Princesa, madama Margarita, su mujer,
á Salamanca, se habia sentido enfermo; volvióse luego el Rey, é sola
la Reina prosigió el camino con la Princesa, como dije, para Valencia
de Alcántara. Desde á pocos dias ántes que la Reina volviese, plugo á
nuestro Señor de atribular y poner en luto y en lloro á toda España,
con la muerte del príncipe D. Juan, y desde á algunos dias, por el
mes de Deciembre, permitió la divina clemencia otro azote, que poco
ménos amargó á los Reyes y á los reinos que el primero, que quedando
la princesa Margarita preñada, movió una hija muerta de siete meses.
Los Reyes mostraron grandes ánimos de paciencia, y, como prudentísimos
y animosos Príncipes, consolaban todos los pueblos por escrito y por
palabra. Nombraron y declararon luego al rey de Portugal y á la Reina,
su mujer, por Príncipes de aquellos reinos de Castilla, y así, aquella
señora, Doña Isabel, hija de los católicos Reyes, fué llamada la
Reina Princesa. El luto que se mandó poner por la muerte del Príncipe
fué jerga blanca muy basta, que ver los grandes y pequeños que la
traian era cosa extraña y penosísima de ver; despues desto, nunca se
acostumbró más en España, por muerte de Rey ó Príncipe, traer por luto
jerga. Todos estos trabajosos acaecimientos que venian á los Reyes
y á aquellos reinos, eran penosísimos para el Almirante, por ser de
su despacho retardativos, no viendo la hora de su partida, como que
sospechara la confusion y perdicion que, por la rebelion de Francisco
Roldan, en esta isla, entre los cristianos y en destruccion de los
humildes y desamparados indios, habia. É fuele tambien impedimento,
que acordaron los Reyes que no tuviese ya el cargo de las cosas destas
Indias, en Sevilla, el susodicho Arcediano de aquella iglesia, D.
Juan Rodriguez de Fonseca, que ya era Obispo de Badajoz, sino que lo
tuviese el hermano del ama del Príncipe, Antonio de Torres, y porque
pidió tantas condiciones y preeminencias si habia de tener aquel cargo,
se enojaron los Reyes y lo aborrescieron; tornaron á confirmar en el
encargo al dicho Obispo D. Juan de Fonseca, y como estaban hechos los
despachos, suponiendo que habia de tener el encargo dicho Antonio de
Torres, y rezaban con él muchas de las Cédulas y Cartas de los Reyes,
hubiéronse de tornar á hacer, por manera que hobo de tener más tardanza
el despacho. Finalmente, hóbose de despachar de la corte á 21 de Julio
del dicho año de 1497, con sus provisiones é instrucciones de los Reyes.
El primer capítulo de la Instruccion principal decia desta manera:
Capítulo primero de la Instruccion que dieron los Reyes al Almirante
el año de 1497.—Primeramente, que como seais en las dichas islas,
Dios queriendo, proveereis con toda diligencia de animar é atraer á
los naturales de las dichas Indias á toda paz é quietud, é que nos
hayan de servir y estar so nuestro señorío é sujeccion benignamente. É
principalmente que se conviertan á nuestra sancta fé católica, y que á
ellos, y á los que han de ir á estas tierras en las dichas Indias, sean
administrados los Sanctos Sacramentos por los religiosos y clérigos que
allá están y fueren, por manera, que Dios nuestro Señor sea servido y
sus conciencias se aseguren.»
Por este capítulo y por el de la Instruccion primera del segundo viaje,
que se puso arriba en el cap. 82 desta historia, parece claro que nunca
la intencion de los Reyes fué que se hiciese guerra á estas gentes,
ni tal jamás mandaron, por que fuera injustísima su entrada en estas
tierras, ni tal intincion y mando fuera digno de tales y tan católicos
Reyes, y no sólo ellos, pero ni sus sucesores, hasta estos tiempos del
año de 1530, que su nieto, el rey D. Cárlos reina, como parecerá por
el discurso desta historia; sino sola la cudicia y ambicion de los que
á estas tierras vinieron, mayormente de los Gobernadores, fué la causa
de inventar y mover las guerras contra estas desarmadas y pacíficas
naciones, con las cuales han destruido este nuevo mundo.
Otra cláusula llevó en esta Instruccion, que dice así:
«Item, se debe procurar que vengan á las dichas Indias algunos
religiosos y clérigos, buenas personas, para que allá administren los
Sanctos Sacramentos á los que allá están, é procuren de convertir á
nuestra sancta fé católica á los dichos indios naturales de las dichas
Indias, é llevar para ello los aparejos é cosas que se requieren para
el servicio del culto divino, é para la administracion de los Sanctos
Sacramentos.»
Otros capítulos, cuanto á la sustancia dellos, aunque no por órden,
pusimos arriba en el cap. 113.
Llegado el Almirante á la ciudad de Sevilla, juntóse con el Obispo
de Badajoz, D. Juan Rodriguez de Fonseca, y, cuan presto pudieron,
despacharon las dos carabelas, de que arriba, en el cap. 120,
dijimos haber llegado á buen tiempo para favor del Adelantado contra
Francisco Roldan, y partiéronse de Sanlúcar, mediado Enero, año de
1498. Despachadas las dos carabelas, daba priesa en proveer los seis
navíos que quedaban, que él habia de llevar consigo, y porque los
negocios destas Indias iban cayendo, de golpe, en fama y disfavores de
muchos, como arriba se ha tocado, en especial de los que más cercanos
estaban de los Reyes, porque no iban los navíos cargados de oro (como
si se hobiera de coger, como fruta, de los árboles, segun el Almirante
se quejaba, y arriba se dijo); el acabar de cargar los seis navíos
de los bastimentos, y lo demas que los Reyes habian mandado, fuéle
laboriosísimo y dificilísimo, pasó grandes enojos, grandes zozobras,
grandes angustias y fatigas; y porque de los oficiales de los Reyes
algunos suelen ser más exentos y duros de atraer á la expedicion de
los negocios, sino es cuando ellos quieren, por presumir de mayor
auctoridad de la que quizá requieren sus oficios, algunos de los que en
el despacho del Almirante, con él y con el Obispo entendian, diéronle
más pena y más trabajo y dilacion que debieran, y quizá ponian de
industria impedimentos en su partida, no considerando ni temiendo el
daño y riesgo que á los que acá estaban se recrecia, y los gastos que
con la gente que en Sevilla para pasar acá tenia, y los desconsuelos
y aflicciones que causaban al mismo Almirante. Parece que uno debiera
de, en estos reveses, y, por ventura, en palabras contra él y contra
la negociacion destas Indias, más que otro señalarse, y segun entendí,
no debiera ser cristiano viejo, y creo que se llamaba Ximeno, contra
el cual debió el Almirante gravemente sentirse y enojarse, y aguardó
el dia que se hizo á la vela, y, ó en la nao que entró, por ventura,
el dicho oficial, ó en tierra cuando queria desembarcarse, arrebatólo
el Almirante, y dále muchas coces ó remesones, por manera que lo trató
mal; y á mi parecer, por esta causa principalmente, sobre otras quejas
que fueron de acá, y cosas que murmuraron dél y contra él los que bien
con él no estaban y le acumularon; los Reyes indignados proveyeron
de quitarle la gobernacion, enviando al comendador Francisco de
Bobadilla, que esta isla y todas estas tierras gobernase; y bien lo
temió él, como parece por un capítulo de la carta primera que escribió
á los Reyes desque llegó á esta isla, donde dice:
«Tambien suplico á Vuestras Altezas, que manden á las personas que
entienden en Sevilla en esta negociacion, que no le sean contrarios,
y no la impidan; yo no sé lo que allá pasaria Ximeno, salvo que es de
generacion que se ayudan á muerte y vida, é yo ausente y invidiado
extranjero: no me desechen Vuestras Altezas, pues que siempre me
sostuvieron.»
Estas son sus palabras, donde parece temer lo que luego le vino, lo
cual cansó al Almirante su total calamidad y caida, que es harta
lástima de oir, como se verá, con el favor de nuestro Señor, en el
principio del libro II.
En este año de 1497, envió el rey D. Manuel de Portugal á descubrir
la India, por la mar, cuatro navíos; salieron de Lisboa, sábado, á
8 de Julio, habiendo primero el rey don Juan, su antecesor, enviado
ciertos hombres por tierra, el año 1487, á que hobiesen y le trajesen
alguna noticia del Preste Juan de las Indias, de quien tantas cosas
y riquezas, por fama, oia decir. Pasadas las islas de Cabo Verde,
anduvieron en Agosto y Setiembre y Octubre por la mar engolfados, por
doblar el cabo de Buena Esperanza, con grandes tormentas; cuando vido
que era tiempo, dieron la vuelta los cuatro navíos sobre la tierra, y
á 4 de Noviembre, vieron tierra y gente, pequeños de cuerpo, de color
bazos, los vestidos que traian eran de pieles de animales, como capas
francesas, traian sus naturas y vergüenzas metidas en unas vainas de
palo, muy bien labradas; las armas que tenian eran varas tostadas, con
unos cuernos tostados por hierros; su mantenimiento era de unas raíces
de hierbas y de lobos marinos, etc.


CAPÍTULO CXXVII.

Embarcado el Almirante y toda la gente, que seria cerca de 200 hombres,
sin los marineros, en seis navíos, hízose á la vela en el puerto de
Sant Lúcar, el dia que abajo se dirá, y comenzó, como solia, á escribir
este su tercero viaje, hablando con los Reyes desta manera:
«Serenísimos é muy altos é muy poderosos Rey é Reina, nuestros
señores.—La Sancta Trinidad movió á Vuestras Altezas á esta empresa
de las Indias, y, por su infinita bondad, hizo á mí mesajero dello,
al cual vine con el embajada á su real conspectu, movido, como á los
más altos Príncipes de cristianos, y que tanto se ejercitaban en la
fé y acrecentamiento della. Las personas que entendieron en ello lo
tuvieron por imposible, y el caudal hacian sobre bienes de fortuna, y
allí echaron el clavo. Pasé en esto seis ó siete años de grave pena,
amostrando, lo mejor que yo sabia, cuanto servicio se podia hacer á
nuestro Señor en esto, en divulgar su sancto nombre y fé á tantos
pueblos, lo que era todo cosa de tanta excelencia y buena fama y gran
memoria para grandes Príncipes. Fué tambien necesario de hablar del
temporal, á donde se les amostró el escrebir de tantos sabios dignos
de fé, los cuales escribieron historias, los cuales contaban que en
estas partes habia muchas riquezas; y asimesmo fué necesario traer á
esto el decir y opinion de aquellos que escribieron y situaron este
mundo. En fin, Vuestras Altezas determinaron que esto se pusiese en
obra, á que mostraron el grande corazon que siempre ficieron en toda
cosa grande, porque todos los que habian entendido en ello y oido esta
plática, todos á una mano, lo tenian por burla, salvo dos frailes que
siempre fueron constantes. Yo, bien que llevase fatiga, estaba bien
seguro que esto no vernia á ménos, y estoy de contino, porque es
verdad que todo pasará, y no la palabra de Dios, y se complirá todo lo
que dijo; el cual tan claro habló destas tierras por la boca de Isaías
en tantos lugares de su Escritura, afirmando que de España les sería
divulgado su sancto nombre. É partí en nombre de la Sancta Trinidad, y
volví muy presto, con la experiencia, de todo cuanto dije, en la mano.
Tornáronme á enviar Vuestras Altezas, y en poco espacio digno, no de[5]
le descubrí, por virtud divina, 333 leguas de la tierra firme, fin de
Oriente, y 700 islas de nombre, allende de lo descubierto en el primer
viaje, y le allané la isla Española, y boxa más que España, en que la
gente della es sin cuento, y que todos le pagasen tributo. Nació allí
maldecir y menosprecio de la empresa cometida en ello, porque no habia
yo enviado luego los navíos cargados de oro, sin considerar la brevedad
del tiempo, y lo otro, que yo dije, de tantos inconvenientes; y en
esto, por mis pecados ó por mi salvacion creo que será, fué puesto en
aborrecimiento y dado impedimento á cuanto yo decia y demandaba, por
lo cual, acordé venir á Vuestras Altezas y maravillarme de todo, y
mostrarles la razon que en todo habia, y les dije de los pueblos que yo
habia visto, en qué, ó de qué, se podian salvar muchas ánimas; y les
truje las obligaciones[6] de la gente de la isla Española, de como se
obligaban á pagar tributo, y les tenian por sus Reyes y señores; y les
truje abastante muestra de oro, y que hay mineros y granos muy grandes,
y asimesmo de cobre; y les truje de muchas maneras de especería de que
sería largo de escrebir, y les dije de la gran cantidad de brasil, y
otras infinitas cosas. Todo no aprovechó para con algunas personas que
tenian gana y dado comienzo á maldecir del negocio, ni entrar con
fabla del servicio de nuestro Señor, con se salvar tantas ánimas[7], ni
á decir que esto era grandeza de Vuestras Altezas, de la mejor calidad
que hasta hoy haya usado Príncipe, porque el ejercicio é gasto era para
el espiritual y temporal, y que no podia ser que, andando el tiempo,
no hobiese la España de aquí grandes provechos, pues que se veian las
señales que escribieron de lo de estas partidas, tan manifiestas,
que tambien se llegaria á ver todo el otro cumplimiento, ni á decir
cosas que usaron grandes Príncipes en el mundo para crecer su fama,
así como Salomon, que envió desde Jerusalen, en fin de Oriente, á ver
el monte Sopora, en que se detuvieron los navíos tres años, el cual
tienen Vuestras Altezas agora en la isla Española. Ni de Alexandre,
que envió á ver el regimiento de la isla de Taprobana en India, y Nero
César á ver las fuentes de Nilo, y la razon porque crecian en el verano
cuando las aguas son pocas, y otras muchas grandezas que hicieron
Príncipes, y que á Príncipes son aquestas cosas dadas de hacer; ni
valia decir que yo nunca habia leido que príncipes de Castilla jamás
hobiesen ganado tierra fuera della, y que esta de acá es otro mundo en
que se trabajaron romanos, y Alexandre, y griegos para la haber con
grandes ejércitos, ni decir del presente, de los reyes de Portogal, que
tuvieron corazon para sostener á Guinea, y del descubrir della, y que
gastaron oro y gente, atanta, que quien contase toda la del reino, se
hallaria que otra tanta como la mitad son muertos en Guinea, y todavia
la continuaron hasta que les salió dello lo que parece; lo cual, todo,
comenzaron de largo tiempo, y há muy poco que les da renta. Los cuales
tambien osaron conquistar en œœÁfrica, y sostener la empresa, de Cepta,
Tanjar, y Arguin, y Angola, y de contino dar guerra á los moros, y
todo esto con grande gasto, sólo por hacer cosa de Príncipes, servir
á Dios y acrecentar su señorío. Cuanto yo más decia, tanto más se
doblaba á poner esto á vituperio, amostrando en ello aborrecimiento,
sin considerar cuanto bien pareció en todo el mundo, y cuanto bien se
dijo en todos los cristianos de Vuestras Altezas por haber tomado esta
empresa, que no hobo grande ni pequeño que no quisiese dello carta;
respondiéronme Vuestras Altezas riéndose y diciendo que yo no curase de
nada, porque no daban auctoridad á quien mal les decia desta empresa.»
Cerca de lo que hasta aquí ha dicho el Almirante con su simple y
humilde manera de hablar, es bien apuntar y notar y declarar, para
los que no tienen mucha noticia de antiguas historias, algunas cosas.
Lo primero reza lo que dice, que los antiguos que escribieron que en
estas tierras habia muchas riquezas, se ha de entender, segun que
aquestas tierras son parte de la India, y lo último della, de que á
mí duda ninguna queda, y así el Almirante lo sintia y en busca dellas
venia; y dello se pueden colegir muchos argumentos, y uno es, por la
grandeza de la India, que, segun Pomponio Mela, lib. III, cap. 7.º
de su «Cosmografía,» y Plinio, que fué despues dél, libro VI de su
«Natural Historia,» que desde derecho del monte Tauro, yendo hácia el
Austro y volviendo al Occidente, tenian de ribera, de costa de mar,
tanto camino cuanto los navíos podian andar en sesenta dias con sus
noches, que, al ménos, podian ser más de 1.500 leguas y podian llegar
á 2.000, (puesto que en Plinio se diga cuarenta dias, puede haberse
errado en poner cuarenta por sesenta, poniendo la letra _X_ atras de
la letra _L_); y por esta su grandeza fué muchos tiempos estimada la
India por la tercera parte de todas las tierras, como dice Plinio, lib.
VI, cap 17, y Solino en su Polistor, cap. 65. Dice más Pomponio Mela:
que tanto se extienden las Indias hácia el Mediodia, que en alguna
parte dellas no se pueden ver la Osa Menor, que llamamos la Bocina ó
las Guardas, ni la Mayor, que es el Carro, que ambas á dos, en veinte y
cuatro horas, dan una vuelta á la estrella del Norte y al mismo polo.
Esto bien averiguado es ya en las islas de Mallorca y en algunas
partes de nuestra tierra firme y en otras descubiertas por nos y por
los portogueses. Es otro argumento, haber en estas islas y tierra firme
papagayos verdes, los cuales, en ninguna parte del mundo se halla que
sean verdes, segun dice Plinio, lib. X, cap. 42, y Solino en el lugar
ya dicho. El otro argumento es, las grandes riquezas de oro, y plata, y
perlas, y piedras que hay en estas islas y tierras firmes; y otro, las
costumbres destas gentes, que concuerdan con muchas de las que cuentan
los historiadores y cosmógrafos de las gentes de las tierras que se
llamaron siempre Indias; desto, mucho más largo queda dicho en otros
capítulos. Dice más, que estaba profetizado claro, por Isaías, que de
España habia de ser el nombre de Cristo divulgado en estas Indias. Bien
creemos que está profetizado por Isaías y por otros profetas, que de
España habia de ser predicada nuestra sancta fé de Jesucristo en ellas,
porque ningun misterio, tocante á la universal Iglesia, así ántes del
advenimiento de Cristo, como despues de venido, se obró en su principio
y edad primera, como en su augmento, que se celebra y perfecciona
cuando los infieles son por conocimiento de Dios convertidos, ya á
Cristo por la fé unidos, que por los profetas, y principalmente por
Isaías, que más claro que otro, segun San Agustin y San Jerónimo, de la
conversion de las gentes hablo, no haya sido ántes dicho; y á esto hace
lo que dice San Gregorio en el lib. XXIII, cap. 19 de los Morales sobre
aquellas palabras de Job: _Semel loquitur Deus, et secundo idipsum non
repetit_, Job 33: _Non ergo Dominus ad omnia verba nobis respondet,
quia semel loquitur et secundo idipsum non repetit, id est: his quæ
per Scripturam sacram ad patres protulit, nos erudire curavit._ Por
manera, que ninguna cosa en su Iglesia se hace, ni á persona particular
acaece, que ya en la Sagrada Escriptura no esté comprehendida, y
esto á la larga tracta San Gregorio en aquel capítulo; y así, hemos
de creer, que el Espíritu Sancto, por boca de Isaías, habló que de
España vernian los primeros que á estas gentes convertirian, pero que
lo podamos señalar con cierto lugar de su profecía, no pienso que sin
presuncion, sino fuese con nueva lumbre y nueva inteligencia divina,
hacerlo podriamos. Dice otra cosa el Almirante, que del viaje segundo,
quiere decir del que descubrió á Cuba y á Jamáica, dejó descubiertas
333 leguas de tierra firme, fin de Oriente, y 700 islas; de las islas,
ser muchas y casi no numerables las que vido por el renglen de la isla
de Cuba, á las cuales puso nombre Jardin de la Reina, y que fuesen 700,
él que las vido, y le costaron tantos trabajos, las contaria, pero en
la verdad, estas leguas no fueron de tierra firme, sino de isla, y esta
era la isla de Cuba, que agora llaman Fernandina, de donde parece que
el Almirante, como no pudo pasar adelante de las 333 leguas della, por
faltarle los bastimentos, y las grandes dificultades y peligros en que
se vido cuando fué á descubrirla, como en el cap. 97 queda escrito,
siempre creyó que la isla de Cuba era tierra firme, y nunca se averiguó
ser isla, hasta que el Comendador mayor de Alcántara, Gobernador desta
isla, envió á un caballero gallego, de que arriba se hizo mencion, que
se llamaba Sebastian de Campo, á rodearla toda y descubrirla, como,
placiendo á Dios, se dirá en el siguiente libro. La especería que dijo,
no sabemos otra en estas islas de por aquí, sino la pimienta que los
indios desta isla Española llamaban axí, la sílaba postrera aguda.
Almáciga creo yo que hay mucha, digo árboles della, pero poco cuidado
ha habido de gozar della, por que siempre se ha tenido el oro por mas
lucido; del brasil, creyó ser mucho el Almirante y alguno se llevó á
Castilla, pero despues no vide que se hiciese cuento dello, como ni del
almáciga se hizo.


CAPÍTULO CXXVIII.

Dice tambien, que para provocar é inducir á las personas, que este su
negocio desfavorescian, creyesen habian de salir dél muchos y grandes
provechos, así de las ánimas que podian ganarse destas gentes, como
tambiem utilidad corporal para los Reyes y para Castilla, persuadíalo
asimesmo con traer á la memoria hechos hazañosos, que hicieron con
costas y trabajos grandes y poderosos Príncipes, donde toca algunas
historias que será bien aquí, en particular, referirlas. La primera,
es de Salomon, que enviaba su flota de naos al monte Sopora, en fin de
Oriente, desde Jerusalen, donde tardaban tres años; deste monte Sopora,
no he podido hallar donde sea, ni autor cristiano ni gentil que dél
haga mencion; lo que desta ida de la flota de Salomon, y traida de
oro en gran cantidad, se puede decir, que, segun la Escritura Sagrada
della refiere, ó á ella no contradiga, lo siguiente podemos tener: la
Escritura no dice que las naos de Salomon fuesen al monte Sopora sino
en Ophir; este Ophir, segun la glosa, era una provincia de las Indias,
nombrada de Ophir, uno de los del linaje de Heber, de quien hubo
principio el linaje de los judíos. Otros dicen que es isla, y Jacobo de
Valencia, dice sobre aquel verso _Reges Tarsis et insule_, del salmo
LXXI, y afirma ser la isla nominatisísima y riquísima de la Taprobana,
de la cual Ptolomeo, Solino, Pomponio, Plinio y Strabon, maravillas
dicen; que sea isla, que sea provincia, Salomon enviaba su flota que
cargaba las naos de oro, y plata, y piedras preciosas, y pavones, y
dientes de elefantes, que es marfil. Josepho en el libro III, _De
Antiquitatibus_, cap. 7.º, dice, que tambien traian elefantes y simias,
que llamamos gatos paules ó monas. Y porque dice Josepho que traian
elefantes, y que trajese sólo los dientes dellos, parece concordar con
lo susodicho, que aquella isla ó provincia de donde se traia el oro
fuese la isla Taprobana, por lo que San Isidro dice en el libro XIV,
cap. 3.º de las Etimologías, que la isla Taprobana hierve de perlas
y de elefantes; tambien lo dice Plinio, libro VI, cap. 22, y que los
elefantes de allí son mayores que los de las Indias, y el oro más fino,
y las margaritas y perlas más preciosas: tambien lo afirma Solino, en
el cap. 66 de su Polistor, en comarca de la Taprobana, ó al ménos por
el sitio de las Indias. Estas dos islas, la una, se llamaba Chrisa,
que abundaba en oro, y la otra, Argyra, en abundancia de plata; destas
dos islas hacen mencion Pomponio Mela, libro III, cap. 7.º, y Plinio,
libro VI, capítulo 21, y Solino, cap. 65, y tambien Sant Isidro, donde
arriba se alegó, y todos los autores las ponen ó hablan de ellas,
junto, ántes, ó despues de la Taprobana, y es argumento que deben estar
juntas. En estas islas, como algunos dicen, y dellos es Sant Anselmo,
donde abajo se alegará, ó en la Taprobana, por lo que dice Solino, que
parte della de bestias y de elefantes es llena, y parte de hombres
poblada, ó en cierta parte de la misma tierra firme de las Indias ya
dichas, como refiere Pomponio, donde arriba, y concuerda la glosa
última sobre el libro III, cap. 9.º de los Reyes, y Sant Isidro, libro
XIV, cap. 3.º, de las Etimologías, y Sant Anselmo, libro I, cap. 10 _De
Imagine mundi_, que aquella tierra se llama de oro ó dorada, porque
tiene los montes de oro por abundar tanto dél, que como sea habitada
de unas hormigas mayores que perros muy grandes, como dice Pomponio,
(Herodoto, libro III, de su Historia, dice que son mayores que zorras,
dellas hace mencion Strabon, libro II, y libro XV, y de grifos
terribles y otras bestias venenosísimas); sacan con las uñas inmenso
oro debajo la tierra, y puesto encima de la superficie, parécese
desde la mar ser los montones todos de oro. Llegaban las naos de la
flota de Salomon, y aguardaban cuando las bestias salian á buscar de
comer, y con ímpetu, á gran priesa, cogian el oro y tierra que estaba
pegada en él, y tornábanse de presto á las naos; y así, por veces y
dias, cargaban las naos de oro y plata, ó de aquella tierra dorada y
plateada, la cual despues con fuego, quemaban y apuraban. Esto siente
la dicha glosa última que es de Rábano, en el libro III, cap, 9.º, de
los Reyes; y Josepho dice que no se compraba ni vendia el oro y la
plata, luego, tomábase como á escondidas y hurtado de dichos animales.
Por lo susodicho parece que estos montes de oro y plata, debian estar
en las dichas dos islas, Chrise, que en griego significa oro, y Argyra,
plata; y de ellas llevarse el oro y la plata, y de la Taprobana
los elefantes ó dientes dellos, que es el marfil, y las perlas y
margaritas, y pavos, y los ximios, y la madera de tina, preciosísima,
la cual, despues de labrada y acepillada, era tan blanca y tan lucia,
que se miraban en ella como en espejo. Y dice la Escritura que hacian
un viaje en tres años las naos, no porque estuviese tan léjos de
Jerusalen que tardase tres años en la ida y venida (porque en un año se
podria navegar hasta en cabo del mundo), sino que, ó no enviaba Salomon
la flota sino de tres en tres años, ó cuando los enviaba tardaban
aquel tiempo, aguardando que las bestias saliesen de sus cuevas para
hurtarles el oro y la plata, y en contratar con los habitadores de
la Taprobana, y haber dellos sus perlas y piedras, madera de tina,
elefantes, ximios y pavos; lo que dice la Escritura que iban las naos
en Tharsis, más debia ser nombre de la region que de la ciudad, por lo
que dice Josepho, libro III, cap. 7.º _De Antiquitatibus_, que iba en
el mar társico, dentro el cual debian estar las dichas islas. Aquella
isla de Ophir ó monte de Sopora, dice aquí el Almirante ser aquesta
isla Española que ya tenian Sus Altezas, pero engañóse, como por lo
dicho parece, aunque tuvo alguna causa de se engañar, por ver esta
isla tan grande y tan felice, y hermosa, y él hobiese en ella tan poco
estado, que no habia sino poco más de año y medio, y eso en guerras y
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