Historia de las Indias (vol. 2 de 5) - 20

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se vea que no irracionablemente, sino con probables y razonables
motivos, podia opinar y sospechar, al ménos, estar por aquella tierra
firme, ó cerca, ó léjos della, la region donde está situado el Paraíso
terrenal, cuatro cosas cerca dello quiero aquí, declarando algunas
que toca el Almirante, decir: la una, lo que por los autores, de la
altura del Paraíso terrenal, se dice; la otra, en qué sitio region ó
parte de la tierra está, ó si en isla ó en tierra firme; la tercera,
de la grandeza ó tamaño y capacidad dél; la cuarta, de las calidades
(algunas, empero), que al propósito hacen, que tenia y hoy tiene.
Cerca de lo primero, esta es sentencia comun de todos los doctores, que
es el más alto lugar de la tierra, y así lo dice Damasceno, libro II,
cap. 2.º, _De ortodoxa fide: In Oriente quidem omni terra celsior_,
etc. Strabo, que fué hermano de Beda, sobre el «Génesis,» é pónese
en la glosa ordinaria, dice, que tan alto, que llega al cielo de la
Luna: _Locus remotissimus pertingens usque ad circulum Lunæ_, etc;
y el Maestro de las historias, en el cap. 13, sobre el «Génesis,»
afirma lo mismo; el Maestro de las Sciencias, en el II, distincion
17, lo refiere. Muchas sentencias y diversas, nacieron de la altura
del Paraíso, pero la verdadera es, que pues la Sagrada Escritura no
explica cuanta sea, ninguno puede naturalmente definirla, y por esto
lo que se ha de tener es, que tanta es su altura, cuanta convenia á
la buena y salubre vivienda de los hombres en el Paraíso; esta era la
templanza del lugar, que delectablemente allí se viviese, esto que ni
hubiese calor ni afligiese el frio, sino que estas calidades fuesen
reducidas á el medio, de donde procediese la sanidad, y las cosas que
allí hobiese no se corrompiesen, ó no fácilmente fuesen corrompidas. La
corrupcion se hace por la accion de la contrariedad, y, para impedir
esta contrariedad, necesario era no estar el Paraíso en lugar de accion
vehemente para causar contrariedad; y porque en el fuego hay extremo
de contrariedad, que es el gran calor, y en el aire tambien caliginoso
hay extremo de contrariedad, que es gran frio, y en la tierra, puesto
que no hay extremo de contrariedad, sino una mezcla de frio y calor por
la incidencia y reflexion de los rayos del sol, y por esta causa hay
alguna templanza, pero es poca, y es con accion de contrariedad, por
esta razon ni pudo ponerse el Paraíso terrenal que llegase al cielo
de la luna, porque el elemento del fuego que llega al cóncavo de la
luna quemara todas las cosas y á todo el Paraíso terrenal, ni tampoco
ponerse entre el aire turbio y caliginoso, por la mucha frialdad, que
todo tambien lo mortificara. En la tierra estuviera con ménos daño,
porque hay en ella un poco de templanza, pero todavía por la mucha
accion de contrariedad, muy presto en ella las cosas se corrompen,
porque este lugar de nuestra habitacion tiene el aire turbulento, por
los vapores y exhalaciones que salen de la tierra y del agua, por
lo cual no puede haber mucha sanidad en él. Fué, luego, necesario
dar tal sitio y lugar al Paraíso donde no hobiese alguna accion de
contrariedad, pero mayor y menor temperancia y serenidad; este lugar,
no es otro sino la tercera region del aire, que está luego sobre la del
aire caliginoso y turbio, porque allí hay poca accion de contrariedad,
la que basta para alguna generacion y corrupcion. Que este lugar se
pueda, como es dicho, persuadir el Paraíso donde esté situado, conviene
á saber, la tercera region del aire, parece así, porque otros montes
hay en la tierra que llegan hasta allí; uno es, aquel tan nombrado y
celebratísimo, y así admirable en altura, Olimpo, el cual es tan alto
que parece llegar al cielo, y por esta causa, entre los griegos, el
nombre del cielo y el del monte Olimpo, uno no más es, y así, la cumbre
dél, llaman las gentes de aquella tierra, cielo; dice Olimpo, cuasi
_olo lampus_, que quiere decir, cielo. Deste dice Sant Isidro, libro
XIV, cap. 8º, de las «Etimologías,» que Olimpo es un monte de Macedonia
demasiadamente alto, que las nubes se vean debajo dél; del cual canta
Virgilio: _Et nubes excesit Olimpus_, y así parece que aquel monte suba
sobre las nubes que están en la segunda region del aire, ó en el aire
caliginoso; y más, se dice, que todas las pasiones y turbulencias del
aire sobrepuje, por lo cual los filósofos que allí subian á contemplar
los sitios y cursos de las estrellas, no podian vivir en aquel monte
sino llevaban consigo esponjas con agua bien imbuidas y empapadas, de
las cuales chupando y atrayendo á sí el agua, dice que espesaban el
aire para lo atraer y poder respirar y vivir, porque por su sotileza
de aquel aire superior y puro, no se podia atraer para respirar ó
resollar, y así no podian los hombres vivir, ni las aves pudieran
allí volar, por no poder sostener el peso del cuerpo dellas; así lo
dice Sant Agustin sobre el _Genesi, ad literam_, cap. 14, en la obra
imperfecta. Esto se trata tambien en el libro _De propietatibus rerum_,
libro XIV, cap. 29, hablando del monte Olimpo, y alega al Maestro
de las Historias, y no señala en qué lugar. Y que este monte Olimpo
trascienda el aire caliginoso parece por un cierto argumento, porque
allí ni hay jamás viento ni lluvias, y estaba en él un templo dedicado
á Júpiter, donde, cuando se ofrecian los sacrificios, escribian
ciertas letras en la ceniza ó en el polvo, y cuando volvian otro año,
al tiempo de hacer las ceremonias de los sacrificios, se hallaban las
mismas letras en la ceniza, sin haberse deshecho, lo que no pudiera
ser si viento ó lluvia allí cayera; así lo toca Sant Agustin, donde
dije arriba, y más largo lo dice Solino en su Polistor, cap. 13, y
así parece que el monte Olimpo sobrepuja las impresiones del aire
caliginoso y oscuro, y por consiguiente, llega á la tercia region del
aire, que es toda serena, y con todo eso, no es tanta su altura que
no pudiesen subir á él los filósofos á especular y los sacerdotes á
ofrecer sacrificios. Y no solamente Olimpo, monte, sobrepuja las nubes,
pero tambien el monte Athos en Macedonia ó en Tracia, del cual dice
el mismo Solino en el cap 21, y Pomponio Mela, libro II, cap. 2.º,
que es más alto que el lugar de donde descienden las lluvias, y este
lugar es la media region del aire, de tal manera que: _capit opinio
fidem quod de aris quas in vertice sustinet, non abluitur cinis sed
quo relinquitur aggere manet_. Y tiene otra cosa que se tiene por una
de las maravillas del mundo, que llega con su sombra hasta la isla
Lemno, una de las del Archipiélago, que está dél 86 millas, que son más
de 28 leguas. _Quod non frustra inter miracula notaverunt cum Athos
Lemno sex et octoginta millibus pasuum separaretur._ Lo mismo dice Sant
Isidro, libro XIV, cap. 8.º de las «Etimologías». Y, cierto, la isla
de Tenerife en las Canarias, y la isla del Pico en las de los Azores,
no creo que son muy ménos altas que las dichas, como quiera que las
veamos, á lo ménos la del Pico, 40 leguas en la mar, y mucho más alta
la cumbre dellas que las nubes, y que parecen por debajo dél. Pues si
estas sierras ó montes ya dichos llegan á la tercera region del aire,
que es toda serena y suave, no es difícil cosa de creer y conceder que
el Paraíso terrenal suba encima de los vientos y de las lluvias en la
region tercera del aire, al cual, con más razon podemos dar mayor
altura que á los montes comunes de que ya tenemos cierta noticia.
Finalmente, es de concluir que el Paraíso terrenal está en lo más
alto de toda la tierra, y sobrepuja todos los otros altos montes por
altos que sean, donde las aguas del Diluvio no pudieron llegar, ó por
su altura, ó porque no convino que llegasen, las cuales sobrepujaron
15 codos á todos los más altos, parece. _Génesis_, 7. Pues trayendo
lo dicho al propósito, como el Almirante considerase la tierra no ser
esférica del todo, como ya se probó, y la necesidad del lugar ó altura
del Paraíso, pudo imaginar el dicho monte ó lugar ser como el pezon de
la pera, como lo más alto de toda la tierra, puesto que la semejanza de
las cosas en todas las particularidades no se pueda ni deba guardar,
porque de otra manera, una cosa no seria semejante á otra sino ella
misma.


CAPÍTULO CXLIII.

Cuanto á lo segundo que propuse decir, en qué sitio ó region ó parte de
la tierra, ó si en isla ó tierra firme, puesto sea el Paraíso terrenal,
decimos: que en qué lugar ó debajo de qué parte del cielo sea su
sitio, cierta, determinada y precisamente, nadie de los que vivimos y
vivieron ántes de nos, miéntras vivian, ni lo sabemos ni lo supieron,
sino fuesen aquellos á quien la divina voluntad quiso revelarlo, porque
la Escritura divina no lo declara. Y por esta causa de incertidumbre,
hubo diversas opiniones, no sólo entre gentiles, pero tambien entre
católicos. Lo que la Escritura Sancta dice, es esto: _Plantaverat auten
dominus Deus Paradisum voluptatis, à principio_ «Génesis. II.» Algunos
exponen _à principio_, por en el Oriente, porque de allí comienza el
movimiento del cielo que primero se mueve, ó que se llama _primum
mobile_. De aquí entienden que el Paraíso sea situado en Oriente, y
así lo dice Sant Isidro, cap. 3.º del libro XIV, de las «Etimologías:»
_Paradisus est locus in Orientis partibus constitutus, cujus vocabulum
ex græco in latinum vertitur, hortus. Porro hebraice Edem dicitur,
quod in nostra lingua delitiæ interpretatur, quod utrumque junctum
facit hortum delitiarum_, etc. San Juan Damasceno, _De ortodoxa fide_,
libro II, cap. 2.º, _inter cetera_, dice: _Hic locus divinus est
Paradisus, Dei manibus in Edem, id est delitiis el voluptate, plantatus
in Oriente quidem omni terra celsior_, etc. La «Historia scolástica,»
en el cap. 13, sobre el Génesis: _Plantavit Deus Paradisum herbis
et arboribus insitum, à principio creationis, scilicet cum aparuit
árida, et germinare terram fecit. Vel à principio id est à prima orbis
parte unde alia translatio habet Paradisum. In Edem ad Orientem. In
Edem, id est delitiis: à principio id est ad Orientem est autem locus
amenissimus longo terræ et maris tractu á nostra habitabili zona
secretus_, etc. Strabo tambien á lo mismo concuerda: _Paradisus est
locus in Oriente positus, interjecto Oceano et montibus appositis,
à regionibus quas incolunt homines secretus et remotissimus._ Lo
mismo afirma Josefo, libro I, cap. 2.º, _De Antiquitatibus_: _Dicit
autem etiam Deum plantasse ad Orientem Paradisum_, etc. Todas estas
sentencias pretenden ser su asiento en las partes de Oriente, y ser
secretísimo y apartado de toda poblacion de hombres por mucha lejura
de tierra y de mar que esté en medio. Sancto Tomás dice en la primera
parte, cuestion CII, art. 1.º, y en otros lugares, que convenientemente
se afirma estar puesto el Paraíso terrenal en el Oriente, porque es de
creer que en el más notable lugar de la tierra esté situado, y este es
el Oriente, como sea la diestra parte del cielo, segun el Filósofo,
en el libro II, _De cœœœlo et mundo_, y la diestra es más noble que
la siniestra, y así, fué cosa conveniente que Dios allí lo pusiese.
Estas son palabras de Sancto Tomás. Cerca de este punto es de notar,
que, en cualquiera sitio que el Paraíso esté, se puede entender estar
al Oriente; la razon es, porque cualquiera punto en la tierra se puede
entender estar al Oriente, por respecto y en comparacion del cielo,
ó por respecto de diversos sitios de la tierra, sino es por respecto
de los dos polos, por ser inmovibles ó movibles; y por eso, por decir
estar al Oriente, no por eso se determina cierto y preciso lugar de la
tierra en que tenga su sitio el Paraíso. Otros hobo que tuvieron por
opinion que estaba el Paraíso terrenal en alguna parte del Occidente,
y este fué error de los gentiles que siguieron los versos y ficciones
de los poetas, los cuales afirmaron estar en las islas de Canaria,
por lo cual las llamaron Fortunadas y Bienaventuradas, cuasi diciendo
que los que en ellas vivian eran felices y bienaventurados. Así lo
testifica Sant Isidro en el libro XIV, cap. 6.º, de las Etimologias:
_Fortunatarum insulæ vocabulo suo significant omnia fere bona quasi
felices et beatæ fructuum ubertate: sua enim natura pretiosarum poma
silvarum parturiunt, fortuniis vitibus juga colium vestiuntur. Ad
herbarum vicem messis et olus vulgo est, unde gentilium error et
secularium carmina poetarum, propter soli fecunditatem, easdem esse
Paradissum putaverunt_, etc. Estas son sus palabras. Hesiodus, poeta
que segun Plinio, en principio del libro XIV de la «Natural Historia,»
fué el primero que dió preceptos ó reglas de agricultura, hace mencion
que en las islas Canarias estaba el Paraíso, que llamaban los gentiles
los Campos Elíseos, como arriba en el capítulo 20 largamente dijimos.
Strabo, en el principio de su «Geografía,» hace la misma mencion destas
islas Canarias, y tambien que en España, por su fertilidad, ponia
Homero y tambien Platon los dichos Campos Elíseos, que llamamos el
Paraíso. Pero podrá preguntar alguno, ¿como adivinaban los gentiles
nuestro Paraíso por la suavidad y amenidad ó templanza y aspecto
favorable de los cielos, que trataban de los Campos Elíseos, donde
creian ir las ánimas de los que en esta vida justamente vivian?
Responde Gregorio Nacianceno, en la oracion octava sobre la muerte de
Sant Basilio y Eusebio, en el libro XII _De Evangelica preparatione_,
que los griegos, y señaladamente Platon, aquello y otras muchas cosas
tomaron de los libros de Moisén y de nuestra antigua Sagrada Escritura.
_Sapientes (inquit Gregorius), qui fuissent in Eliseos Campos receptos
aserebant terram sicilicet inmortalem, quo nomine appellabant
nostrum Paradisum ex Mosaicis libris edocti: licet in apellando eo
discreparent, Campum Elisium vel pratum herbosum illum vocantes_, etc.
Pero dejado el lugar ó el sitio del Paraíso que aquestos decian, gran
diferencia es la que hay entre la felicidad del Paraíso á las islas
de Canaria, que llamaban Fortunadas, porque aunque muchas cualidades
se cuentan por los antiguos dellas, fué por la gran licencia que los
poetas se tomaron de fingir muchas más de las que en la verdad eran; lo
cual se averigua, lo uno, por lo poco que las alaba de bienaventuradas
Solino en el capítulo último de su Polistor, donde dice, que mucho
más dice la fama que por sus nombres en la verdad tienen: _De harum
nominibus expectari magnum mirum iror, sed infra famam vocabuli res
est_, y referidas algunas buenas calidades suyas, dice al cabo:
_Ideoque non penitus ad nuncupationem suam congruere insularum
calitatem_. Y así, no son aquellas islas del nombre de Paraíso dignas,
y por esto parece claro, los muy antiguos ninguna noticia haber tenido
destas Indias sino fuese atinando, porque, si la tuvieran, con muy
mayor razon pusieran en ellas los Campos Elíseos que en las islas
de Canaria, ni en España, pues es manifiesta la ventaja, como cien
mil partes á una, que á todas las del mundo, en felicidad, templanza
de aires, aspecto de los cielos, aguas, frutas, frescura, suelo,
disposicion de la misma tierra y otras naturales riquezas hacen estas
Indias, como arriba en muchos capítulos ha parecido, y es harto buen
argumento; y porque allí, donde el Almirante andaba, era maravillosa la
frescura y temperancia de aires, y alegría de la tierra, cielo, aguas y
arboledas, que por los ojos via, no era mucho que por allí concibiese,
aunque habia navegado hácia el Poniente (puesto que tambien sentia ser
el fin de Oriente), estar, no los Campos Elíseos como los gentiles,
sino, como católico, el terrenal Paraíso.


CAPÍTULO CXLIV.

Fueron algunos otros que tuvieron opinion que estaba el Paraíso
terrenal debajo de la línea ó en la línea equinoccial, y, para
prueba dello, señalaban algunas razones: una era, porque, segun
muchos filósofos, aquel lugar es temperatísimo por las razones que
al principio el Almirante propuso ante los Reyes católicos, probando
ser posible el descubrimiento deste orbe, las cuales pusimos en los
capítulos 6.º y 7.º, y la verdad desta temperancia, cierto, más vemos
por nuestros ojos que podemos leer en ningunos libros. Pues como el
Paraíso haya de tener el más templado y felice lugar que se pueda
hallar en la tierra, segun que arriba se ha visto, parecíales que
allí debia estar situado el Paraíso terrenal, y confírmase por esta
razon, y sea la segunda, porque en la línea equinoccial, ó cerca
della, entre los trópicos, que se llama, segun Virgilio en el primero
de las «Georgicas,» y Sant Jerónimo en la _Epistola ad Paulinum_, al
principio, la Mesa del sol, está la ciudad de los filósofos, nombrada
Arim, y otros lugares cuyos habitadores todos, por la mayor parte,
se ocupan en ciencia de astrología y en especular los secretos de
las cosas naturales; pues como, para entender y ejercitarse en esta
especulacion y estudio, se requiriese vivir ó habitar en lugar suave
y templado, ajeno de las perturbaciones é inquietudes que causan el
excesivo frio y calor, como en el capítulo 142, hablando del monte
Olimpo, se dijo, por esto les parecia que por aquella region debia de
estar el Paraíso; y porque el Almirante habia ejercitado estas antiguas
lecturas, y se via 5° de la línea equinoccial, y con tan maravillosa
frescura, verdura, templanza, y tan sensible serenidad, pudo no sin
mucha causa ser movido, al ménos, á sospechar que aquella tierra de
Paria ó cerca della debia estar el Paraíso terrenal. Dícese allí la
Mesa del sol, por una manera de metáfora, porque los filósofos, como en
mesa de dulces manjares, se mantenian y recreaban del suave y deleitoso
manjar de la sabiduría y ciencia de filosofía, penetrando y entendiendo
los secretos, por ella, de los movimientos é influencias y virtudes de
los cielos y estrellas, y de las otras cosas naturales; pero, en el
sentido literal, la Mesa del sol se dice y dijo, porque en Etiopía,
cerca de la isla Meroc, que hace el rio Nilo, la cual está cerca de la
línea equinoccial, donde viven la gente que se llaman macrobios, gente
amicísima de justicia, de verdad y de virtud, y que se adornan con
joyas hechas de cobre, y las prisiones á los delincuentes hacen de oro,
por tener en ménos estima el oro quel cobre, hay un prado ó campo en el
cual de noche, los que gobiernan, mandan proveer y hinchir de muchas y
diversas carnes asadas, en suma y grande abundancia, y, salido el sol,
cada uno de los que quiere van á él y toman lo que dellas quieren, á
su voluntad; piensan los ignorantes pueblos, que divinalmente aquello
se les provee y nasce en aquel campo, y porque adoran al sol, llaman
la Mesa del sol, estimando que el sol se lo provee. De aquí salió
entre los antiguos este proverbio ó refran, que á toda abundancia ó
provision copiosa de comida, ó cuando los ricos daban en sus casas bien
de comer á los menesterosos, llamaban Mesa del sol. Por esto la llama
Sant Jerónimo, donde dije arriba, _Famosissimam solis mensam_. Della
hace mencion Herodoto en el libro III de su «Historia,» y Pomponio
Mela, libro III, cap. 10, y Solino, cap. 43. Por ver á esta Mesa del
sol envió Embajadores Cambises, rey de Persia, al rey de Etiopía,
diciendo que la deseaba ver como cosa tan maravillosa; pero hacíalo por
usurpar aquel señorío de Etiopía; el cual enviando sus Embajadores,
más por espías para especular la tierra por dónde habia de entrar con
su ejército, que con embajada, dióles muchos dones, ciertas vestiduras
de carmesí, é collar de oro y ajorcas, que usaban los hombres en
aquellos tiempos, y un alabastro de ungüento, y vino de Fenicia, muy
precioso, que le presentasen de su parte y dijesen así: «Cambises,
Rey de los persas, deseando ser tu amigo, querria tambien ser huesped
tuyo; nos ha enviado y mandado que vengamos á te hablar de su parte,
y te presentásemos estos dones, los cuales él tenia por muy preciosos
y usa dellos como en cosa de que él se deleita, y porque te ama quiso
con ellos agradarte.» Pero el rey de Etiopía, entendiendo que más por
escudriñarle su reino, para usurpárselo los enviaba, respondióles:
«Vuestro señor, el Rey de los persas, ni os envia porque él tenga
en mucho ser mi huesped, ni vosotros decís verdad, porque no venís
sino á especular nuestro imperio, ni vuestro Rey, que os envia, es
bueno ni justo, porque, si justo fuese, no desearia usurpar el reino
y region ajena, sino estaria con la suya contento, ni á los hombres
que mal nunca le hicieron querria poner en servidumbre, y por tanto,
vosotros tomad este arco y decidle: «El rey de Etiopía da este consejo
al Rey de los persas, que cuando los persas trujeren tan fácilmente
sus arcos, tan grandes como este, entónces con mayores ejércitos mueva
guerra contra los macrobios etiopes, y, entretanto, haga gracias á
los dioses que no inspiran ni mueven á los hijos de los etiopes, que,
fuera de la suya, cudicien adquirir otra region.» Y dicho esto, dióles
el arco. Y esto decia, porque eran todos aquellos macrobios hombres
de gran estatura, y los arcos usaban muy gruesos y grandes, y el Rey
siempre era elegido el que era mayor de cuerpo. Tomó la vestidura de
púrpura, y sabido que con sangre de ciertas conchas se teñia, dijo:
«Los hombres dolosos engañadores, de dolosos y engañosos vestidos se
visten.» Preguntado para qué eran aquellas ajorcas y collar de oro,
y respondido que para atavío de los Reyes, rióse creyendo que eran
prisiones, y dijo: «Más fuertes son las prisiones de mis cárceles.»
Preguntado por el ungüento, y le dijesen que de ciertas confecturas se
hacia, dijo lo mismo que de la púrpura; cuando vinieron al vino gustólo
y maravillosamente se deleitó. Preguntó qué cosas tenia por manjares
su Rey, y qué tanto vivian en su tierra los hombres; respondiéronle
que comian pan de trigo, dándole á entender qué era y como se hacia,
y que á lo más que llegaba la vida eran ochenta años; respondió: «No
es maravilla, pues comen estiércol, que vivan tan poco.» Preguntado
el Rey por los Embajadores, que tantos vivian los hombres en aquel su
reino, respondió, que ciento y veinte años, y más, porque no comian
otra cosa sino carne cocida y bebian leche. Finalmente, tornados los
Embajadores al rey Cambises, y sabida la respuesta, hecho furibundo
y sin considerar lo que debiera hacer, junta grande ejército para
ir contra el rey de Etiopía, que mal nunca le habia hecho; y, no
proveyendo los mantenimientos necesarios, ántes que la quinta parte del
camino anduviese, pasando por dificultosísimos lugares, acabáronseles
las talegas; comenzó el ejército á comer hierba, y él no por eso dejó
el camino hasta que llegaron á ciertos arenales, donde faltándole del
todo la comida, acuerda el ejército de echar suertes sobre que de cada
diez uno, dellos mismos, se comiesen. Oido por Cambises, acuerda de
tornarse, habiendo muchos del ejército perecido. Vuelto á Thebas y de
allí á Memphis, ciudad de Egipto, envió por la mar otro grande ejército
contra los etiopes, que nunca le habian, como dicho es, ofendido,
adonde hizo desatinos, y al cabo, allí, con rabia de no haber con su
locura salido, del todo perdió el seso. Todo esto cuenta Herodoto en
su libro III. Esto hemos referido por ocasion de la Mesa del sol que
dijimos. De otra manera, y por otros efectos hablan los astrólogos y
astrónomos de la Mesa del sol, y es esta: que partiendo y dividiendo la
tierra toda en tres partes, la una es la parte austral, la segunda la
aquilonar, la tercera la Mesa del sol. Todo lo que hay de tierra de esa
parte del trópico de Capricornio hiemal, nombran austral; toda la parte
que hay desta de trópico de Cancro estival, aquilonar; y todo lo que se
contiene entre ambos á dos trópicos, llamaron la Mesa del sol; la razon
es, porque el sol no sale de entre los dos trópicos, y entre ambos,
cada dia natural de veinticuatro horas de Oriente á Poniente, por el
movimiento del primer movible, parece que se apascienta y recrea como
en una mesa; y en seis meses del año, con el movimiento propio, ándase
del trópico hiemal al estival, y los otros seis meses del estival al
hiemal; y así, por una manera de metáfora, llaman todo aquel aspacio
de tierra de entre ambos trópicos la Mesa del sol, como dicho es. La
tercera razon, que los que afirmaban estar el Paraíso en la línea
equinoccial daban, colegian de los nascimientos del rio Nilo, arguyendo
así: cierto es que el rio Nilo es Gion, uno de los cuatro que salen del
Paraíso, pues vemos que este rio aparece y mana teniendo sus principios
y fuentes de la etiopal, cerca de la línea equinoccial, el cual cerca
toda la tierra de Etiopía, como dice la Escritura «Génesis» cap. 2.º, y
despues allí riega la tierra de Egipto; luego señal es que debe allí,
ó cerca de allí (conviene á saber, de la línea equinoccial), estar el
Paraíso terrenal, y parece venir derecho camino de hácia allá. Destas
tres razones aquí dichas, que alegan los que afirman estar el Paraíso
en la línea equinoccial, las dos, primera y tercera, refiere, con
aquellos, Sancto Tomás en el segundo escripto sobre las «Sentencias,»
distincion 17, cuestion 3.ª, art. 2.º _In corpore_. Y aunque la razon
postrera parece que arguye, con alguna sospecha, que por allí estará
el Paraíso, por aparecer Nilo cerca de la equinoccial, pero no es muy
eficaz; la razon es, porque muchos rios hay é fuentes que nacen en unas
tierras y islas, y viénense á tornar á nacer á otras, aunque ellas
estén muy apartadas, y entre ellas haya mucha distancia de tierra ó
de mar, porque si la distancia es de tierra, puede venir, é de hecho
viene, el agua por venas y soterráneos ocultos de la tierra, y en unas
tierras aparecen, y en otras se sumen y corren sin verse ni sentirse,
y en otras parece que de nuevo nacen, como si allí fuese su primer
orígen; y si la distancia tambien es de mar, lo mismo acaece, porque
viene, ó por los caminos soterráneos de la tierra que está debajo de la
mar, ó por encima de la misma agua salada, porque el agua dulce anda
siempre por encima de la salada por ser más liviana, y va su camino,
y si algo toma de lo salobre, despues, pasando por las venas de la
tierra, se torna á endulzorar. Desto un asaz patente ejemplo tenemos
del rio Alpheo, que su fuente y nascimiento es en la Peloponense,
provincia de Grecia, que se solia llamar Acaya, donde predicó Sant
Andrés, agora se llama la Morea, y está entre dos mares Jonio y Egeo,
cuasi como isla, de allí corre aquel rio Alpheo y va por la ciudad de
Elide y por la de Pisa, ciudad de Arcadia; de allí se sume y va mucho
camino por debajo la tierra, despues por debajo de la mar por grandes
honduras, como son las del Archipiélago, y va á salir en la isla
Oritigia, que tambien se llama Délos, la principal del Archipiélago,
en manera de fuente, como si allí tuviese su primer nascimiento;
despues deja á la Grecia, y va por debajo de la mar y sale por la
fuente Aretusa, muy nombrada, que está en la isla de Cecilia, cerca
de la ciudad Siracusana, y de allí entra en la mar, lo cual es cosa
admirable. Esto se experimenta echando pajas ó otra cosa liviana en
el principio y fuente del rio Alpheo, que es en Grecia, viene á salir
por la dicha fuente Aretusa, en Sicilia. Así lo cuenta Virgilio en el
III de las «Eneidas,» _Alpheum fama est Elidis amnen ocultas egisse
vias subter mare; qui nunc ore Arethusa tuo confunditur undis_, y en
el VII de «Las Bucólicas,» en la égloga última; y Ovidio, en el V de
_Metamorphoseos_, al fin, y Strabo en el libro VIII, y Séneca tambien
en el libro V de las «Cuestiones naturales.» Lo mismo y más eficazmente
se prueba por los rios Tigris y Euphrates que salen del Paraíso
terrenal, los cuales no se nos manifiestan luego como salen, ántes,
por debajo de tierra y por mar, con luengo discurso, y no salen hasta
la region de Armenia, donde ambos juntos se muestran por una fuente,
como si allí fuese su primer principio, y de allí luego se dividen, y
el Tigris va más al Oriente, hácia los Asirios, y Euphrates hácia los
Caldeos; desto hace mencion Salustio y Boecio, libro V, metro primero,
_De consolatione_: _Tigris et Euphrates uno se fonte resolvunt et mox
adjunctis disociantur aquis; si coeant cursumque iterum revocentur in
unum, confluat alterni quod trahit unda vadi_, etc. Y Sant Agustin,
libro IX, cap. 6.º, sobre _Genesim ad literam_. Lo mismo parece del
mismo rio Nilo, que en muchas partes se encierra y en muchas aparece, y
nunca se ha podido tener certidumbre dónde sea su nacimiento, despues
de que sale del Paraíso, segun arriba se ha visto. De todo lo dicho se
sigue, que podrá estar el Paraíso en alguna isla cercada de mar, porque
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