Historia de las Indias (vol. 2 de 5) - 26

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del rio que llamaron Verde; á otros dió vecindad en Santiago, seis
leguas de allí en la misma Vega, hácia el Norte, derechamente donde
al presente está. A estos que se avecindaban repartia el Almirante
tierras en los mismos términos y heredades de los indios, y de las
mismas heredades y labranzas hechas y trabajadas por los indios, que
tenian para sustentacion suya y de sus mujeres y hijos, repartia entre
ellos, á uno 10.000, á otro 20.000, á otro más, á otro ménos, montones
ó matas, como si dijésemos, tantas mil cepas de viña; sólo en esto
diferia, porque las cepas de las viñas son perpetuas ó cuasi, pero las
matas no duran ni dan más de fruto de pan, y esto puede durar uno y
dos y hasta tres años, que pueden comer dello, como ya arriba dejamos
dicho. Y este repartimiento destas labranzas y tierras, dábalas el
Almirante por sus cédulas, diciendo que daba á fulano en el Cacique
fulano tantas mil matas, ó montones, que es lo mismo, y lo peor y
miserando que es y era, de donde comenzó la tiránica pestilencia, como
arriba se dijo, del repartimiento que despues llamaron encomiendas,
que decia en la cédula «que mandaba que aquel Cacique fulano é sus
gentes le labrasen aquellas tierras», esto era, que acabadas aquellas
matas y montones de comer, le plantasen otras, sin señalar número ni
cuento ni medida; y á los que señalaba y daba de las labranzas de los
indios ya plantadas, daba solo tierras y los indios que se las hiciesen
y plantasen en ellas, y juntaba dos españoles ó tres en compañía, y
aplicábales tal Cacique que les hiciese las dichas labranzas de comun,
y despues el provecho dellas repartiesen. De aquí nacieron entre los
españoles unas sanctas é inmaculadas compañías. Esta licencia dada
por el Almirante teníanse ellos cargo de gastar aquellas labranzas en
las minas, forzando á los indios que fuesen á coger oro, aunque les
pesase, puesto que no iban sin otra licencia expresa del Almirante,
dada por escrito, que decia que se daba licencia desde tal mes á tal
mes, despues pedian que se les acrecentase la dicha licencia, en tal
dia á tantos de tal mes se le acrecentó la licencia á fulano para
coger oro hasta tal mes. Dada la licencia y señalado que tal Cacique
hiciese las labranzas de fulano, español, de tal manera del Cacique
y de su pueblo ó pueblos ó gente aquel hidalgo español se apoderaba,
como si se los dieran todos por esclavos, ó por mejor decir, si fueran
bestias cazadas y habidas del campo, no haciendo más cuenta del
Cacique y señor natural que de sus vasallos; azotes, palos, cortar
las orejas, y á otros matarlos si en tantito dellos se enojaban ó no
acudian á hacer tan presto lo que se les mandaba; si los Caciques y
señores tenian hijas, luego con ellas eran abarraganados, y desta
manera estuvieron todos, yo presente, muchos años. Eran de todos los
indios, por temor violentísimo, adorados, y, como de los demonios,
delante dellos temblaban, y guay de aquellos que se huian, ó, como
los españoles decian en su lenguaje, se alzaban, porque luego iban á
buscarlos y guerrearlos, y hacian en ellos crueles matanzas, y los que
á vida se tomaban vendian por esclavos, y destos iban á Castilla los
navíos cargados; y porque Francisco Roldan no era el postrero en deseo
de ser rico y querer aprovecharse, pidió al Almirante que le hiciese
merced de las tierras que estaban en cierta parte, cerca de la Isabela,
que se llama el Bauruco, tierra de cierto Cacique, y de las labranzas
que en ellas estaban, porque dijo que ántes que se levantase eran
suyas. De ver fuera si las labró él ó los esclavos moros de su padre, y
tambien qué poder tenia el Almirante para darle las tierras ó labranzas
ó haciendas ajenas de los tristes indios; pero no embargante todo
esto, el Almirante se las dió en 29 de Octubre como hacia á los otros.
Dióle tambien otras labranzas que estaban hechas por los indios en una
tierra ó pago, en que habia hecho una estancia que en Castilla creo que
llamaran casería, ó cortijo, ó heredad, donde se hacian las labranzas y
dellas el pan, y se criaban gallinas, y hacian huertas, y todo lo demas
que era menester para tener hacienda ó heredad los españoles, y buena
vida, excepto los ganados que se tenian en otra parte; pienso que esta
estancia era hecha en nombre del Rey, y con este título mandaban á los
indios que la labrasen, y pusiéronle nombre Esperanza. Concedióle más
el Almirante al Roldan, que el Cacique y señor que habia desorejado
Alonso de Hojeda, como se dijo en el cap. 93, y su gente se las
labrasen; veis aquí como se va entablando aquella tan justa gobernacion
que llamaron repartimiento, y despues las honestas encomiendas. Dice
aquí el Almirante, que todo esto hacia y daba para que hobiese tiempo
de saber de Sus Altezas, qué es lo que mandaban hacer dél y de su
compañía, pues, como prometieron, no se apartaban. Dióle asimismo dos
vacas, y dos becerros, y dos yeguas, y veinte puercas, todo de lo del
Rey, para comenzar á criar, porque se lo pedia, y áun creo que fueron
dos pavos de los de Castilla; y no le osaba negar nada. Pero lo que más
él pretendió por hinchir mejor las manos, y le concedió el Almirante,
fué aquel gran rey Behechio con sus gentes y vasallos, en la provincia
de Xaraguá, donde él, como dije, habia más que Behechio reinado, porque
aunque por allí no habia oro, tenia infinitas gentes que pudiera enviar
á las minas, donde todos los matara y cogiera entónces mucho dello, si
del estado que como Rey tenia tan presto el hilo no se le cortara.
Partióse de aquí de Santo Domingo, para visitar, la tierra adentro, con
licencia del Almirante, la cual Dios sabe con qué corazon se la daba,
y, llegando al Bonao, instituyó por Alcalde de aquella provincia, en
su lugar, á Pedro de Riquelme, uno de los más á él llegados de los con
él alzados, reservando para sí la jurisdiccion en lo criminal, y que,
siendo necesario prender alguno en los criminales casos, lo prendiese y
enviase á la fortaleza de la Concepcion, donde, hasta que él mandase lo
que se habia de hacer, con prisiones le guardasen; cosa muy temeraria,
y que él no podia hacer, aunque en la verdad se le hobiera dado el
oficio jurídica y voluntariamente por el Almirante, cuanto más que
ni en lo uno ni en lo otro tenia ni podia nada. Mucho sintió esto el
Almirante, porque le usurpaba la superioridad de Visorey y Gobernador,
y en la capitulacion y concierto hecho, y la provision á él dada, no
se le habia concedido sino que sólo fuese Alcalde, y no que criase á
otros Alcaldes. El Riquelme trabajaba, despues de ido Roldan, de hacer
una fortaleza en un lugar fuerte en aquella provincia del Bonao, lo
que debia ser artificio de ambos para se hacer más fuertes, cuando
fuera menester, contra el Almirante; contradíjole un Pedro de Arana,
hombre muy honrado, tio de D. Hernando, segundo hijo del Almirante,
y escribiólo al Almirante, é yo vide la carta: luego el Almirante le
envió á mandar que no hiciese cosa en ello hasta que se lo mandase.


CAPÍTULO CLXII.

Quiero aquí volver el rayo de la consideracion, ántes que pase
adelante, á la infalible y menuda providencia de Dios y sabiduría
sempiterna, la cual, puesto que parece que no habla, clamores da,
empero, en las plazas y en las puertas de las ciudades, en medio de las
compañas, y en todas partes y lugar levanta su voz, como dice Salomon
en el primero de sus «Proverbios,» ¿en qué habia ofendido de nuevo el
Almirante, salido de Castilla con mucha gracia de los Reyes, y con
poderes, favores y mercedes más abundantes, de camino haber descubierto
la tierra de Paria, principio de toda la gran tierra firme de este
orbe, con perlas y oro, con tan inmensos sudores, peligros y trabajos?
Despues de llegado á esta isla, donde pensaba resollar y consolarse,
halló materia de tanta tristeza y amarguras, sabido el levantamiento
de Francisco Roldan, sin haber sido causa del; con cuanta diligencia,
paciencia, solicitud, sufrimiento y cuidado trabajó de asegurarlo,
perdiendo tanto de su autoridad, recibiendo muchos descomedimientos de
los alzados, disimulando muchos defectos de los que consigo estaban,
dignos de castigar, padeciendo cada dia nuevos temores de que los que
tenia consigo le habian de dejar, como se ha contado. El dolor que
sufria por el enojo que habian de recibir los Reyes, que era lo que
más le solia atormentar, el disfavor que le habia de crecer de parte
de los émulos y adversarios grandes que tenia en la corte sin por qué
ni para qué, á los cuales, con estos reveses, se les ofrecia ocasion
para, del todo, como lo hicieron, poderlo derrocar; finalmente, con
su mucha prudencia y perseverante sufrimiento, hobo de concluir el
reducimiento de Francisco Roldan. ¿En qué, pues, ofendió, y á quién de
los españoles que allá estaban, y á los Reyes, desirvió despues que de
aquí salió hasta que tornó acá, y en los trabajos y cuidado que tuvo,
miéntras duró el atraimiento y reduccion de Roldan, que á 21 de Mayo
estuviese leyendo, con angustia de su ánima, la carta de Alonso Sanchez
de Carvajal, de como Roldan no cumplia el asiento de irse en las dos
carabelas con sus alzados á Castilla, y que aquí, el mismo año, mes y
dia, firmasen los Reyes las provisiones para quitarle la gobernacion,
y por consiguiente le sucediesen (sacada la muerte), todos los otros
desastrados é infelices males y daños, y que no bastasen para mover á
los Reyes, á no del todo derrocarle, los servicios tan irrecompensables
pasados, y este de agora tan grande, como fué haber descubierto la
tierra firme y oro de nuevo hallado en ella, y más las perlas que hasta
entónces no habian parecido, y pudieran esperar que tambien habian de
haber de allí otras piedras y cosas preciosas? Esta cuestion no tiene
otra respuesta que cuadre, sino que la divina sapiencia, en esto que á
nosotros parece, parecia que callaba, y, en deponerle del estado que
le habian dado, clamaba y levantaba su voz en las plazas, que no por
los daños é injusticias que hacia á los cristianos (porque dado que le
habian acusado de muchos que habia justiciado de ántes, quizá lo habian
bien merecido, y eran 10 ó 12, ó quizá no tantos), sino por las grandes
injusticias, y guerras, y imposicion de tributos, y agravios y no por
persona humana, ni con haber ni riquezas del mundo, recompensables,
que habia hecho á los indios, y actualmente hacia y tenia propósito
de hacerles, con la granjería que trataba, de querer hinchir toda la
Europa de estos inocentes indios, inícuamente hechos esclavos, aunque á
él parecia que con intincion santa, y es cierto, yo creer, quél creia
que no erraba. Por esta, digo, causa, verdaderamente no fué en mano de
los Reyes, los cuales sin duda, como agradecidos Príncipes, le amaban,
sino por voluntad y disposicion divina, el regimiento de este orbe, que
muy bien al principio merecido tenia, le quitaron de las manos. ¡Oh
cuan léjos y distantes, son los pensamientos y juicios de los hombres,
de los del eterno é inmenso Dios! ¡Cuán engañosa ó engañable, incierta
y variable suele salir la sentencia de nuestro parecer! ¡Cuán cierta é
infalible, la provision universal de la divina sapiencia, que por una
parte permitiendo y disimulando calle, y por otra parte, obrando hable,
por otra, callando parece que aprueba, por otra, castigando, cuando
ménos los hombres ofenden y más seguros están, sin duda reprueba, por
otra, quitándonos las ocasiones de ofenderle, á los que no sienten por
qué el azote les viene, concede señalado bien para que lastar tanto
en esta ó en la otra vida no tengan, y á los que por don de su gracia
lo entienden, misericordiosamente consuela! Así creo que se hobo, en
disponer el estado del Almirante, la divina Providencia, porque cuando
le permitia y disimulaba los males que á los indios hacia, parecia que,
callando se los aprobaba, y él, así creo que lo creia, pero cuando
ménos ofendia y en mayores angustias estaba, juntamente con enviarle
algun castigo, le quitó la ocasion certísima y veemente de su damnacion
eterna, si mucho tiempo más se lo disimulara. De aquí es de creer
piadosamente, y dello hay hartas conjeturas, que como Nuestro Señor le
concedió tener buena voluntad, y que todo lo que hacia y obraba parece
que lo enderezaba finalmente al honor divino, que despues le diese
cognoscimiento para que sintiese, que, por los grandes pecados que
cometió contra estas gentes, y daños gravísimos, que con su ignorancia
no excusable, les hizo, privacion de su estado (aunque no por sentencia
pronunciada en contradictorio juicio, sino por voluntad de los Reyes),
y las otras calamidades con todo lo demas, le vino. Y este es el primer
principio, por el cual, de los celestiales bienes y de nuestra final
salvacion, supuesta la gracia divina, nos hacemos dignos. Teniendo
ya determinado los Reyes de quitarle la gobernacion, no creo que
perpétuamente, y firmado las provisiones á 21 de Mayo de aquel año de
1499, como dije, solamente movidos por las nuevas que tuvieron, que
él escribió en los cinco navíos, de que llegado á esta isla halló que
Francisco Roldan era levantado, puesto que creo tambien que debiera
de escribir Francisco Roldan ó sus amigos, llegaron estos dos navios
postreros, donde fueron los mensajeros, por cerca de Navidad. Los del
Almirante hacen relacion á los Reyes del levantamiento y desobediencia
de Francisco Roldan, y de los que le siguieron ser hombres facinerosos,
viciosos, robadores, violentos, ladrones, forzadores de mujeres
casadas, corrompedores de vírgenes, homicidas, falsos, perjuros,
fementidos; de los robos, muertes, daños grandes y escándalos que
en toda esta isla habian hecho, y de los trabajos y peligros que,
sobre esto, el Adelantado, y despues el Almirante, padecieron. Los
de Roldan, por el contrario, dieron del Almirante y de sus hermanos
terribles quejas, llamándolos tiranos, injustos, crueles, que por
cosas fáciles atormentaban los españoles, los degollaban, ahorcaban,
azotaban, cortaban manos, sediendo la sangre castellana como capitales
enemigos, deservidores de los Reyes, y que no procuraban sino alzarse
con el imperio destas Indias, y daban esta conjetura: que no dejaban
cojer el oro de las minas por haberlo todo ellos, y otras muchas
abominaciones que afirmaban contra ellos para excusar su alzamiento y
desvergüenza, diciendo que por estas causas se absentaron y apartaron
dellos. Cerca de lo que yo sentí y entiendo de todo esto, abajo diré
mi sentencia. Oidos los clamores y quejas de ambas partes, los Reyes,
de lo que habian proveido y aún estaban proveyendo, en ningun cosa se
arrepintieron, ántes se confirmaron en su propósito, y muchas otras
cosas para el remedio, segun juzgaron ser necesario, proveyeron.


CAPÍTULO CLXIII.

Por este tiempo, en aquestos dos navíos ó en otros que envió poco
despues, escribió el Almirante á los Reyes una carta muy larga, en la
cual hizo un epílogo y abreviatura de todas las cosas que le habian
acaecido despues que vino y estuvo en la corte, y propuso su empresa
ante los Reyes de descubrir estas Indias, hasta estos presentes dias,
de la cual quiero aquí referir algunos pedazos, porque me parece
convenir é testificar con él mismo muchas cosas de las arriba dichas,
y tambien porque sepan las quejas que de su fortuna y adversarios, con
razon, tenia, y las razones y disculpas que para ello traia. Hablando
de su venida deste viaje tercero que hizo, y de como llegó á esta
isla Española y halló levantado á Roldan, entre otras cosas, dice:
«Despues que vine, y, con tanta gente y poderes de Vuestras Altezas,
él se mudase de su primero propósito y dijese esto, yo quisiera salir
á él, más hallé que era la verdad, que la mayor parte de la gente que
yo tenia eran de su bando; y como fuese gente de trabajo, y yo para
trabajo los hobiese asueldado, este Roldan y los que con él eran, y
los otros que ya estaban de su parte, tuvieron forma de los emponer
que se pasasen con ellos porque no trabajarian y ternian rienda suelta
y mucho comer y mujeres, y, sobre todo, libertad á hacer todo lo que
quisieren; é así, fué necesario que yo disimulase, y en fin, vine en
concierto que yo les diese, de las tres carabelas que habia de llevar
el Adelantado á descubrir, las cuales estaban de partida, las dos,
y cartas para Vuestras Altezas de bien servido y su sueldo, y otras
cosas muchas deshonestas; é así se las envié allá al cabo del Poniente
desta isla, allí donde ya tenian su asiento; é así he estado siempre
en fatiga, de que yo vine hasta hoy dia, que es el mes de Mayo del
99, porque áun no se ha ido, y tiene allá los navíos, y cada dia me
hacen saltos y enojos: nuestro Señor lo remedie como fuere su servicio.
Muy altos Príncipes, cuando yo vine acá, traje mucha gente para la
conquista destas tierras, los cuales recibí todos por importunidad,
diciendo ellos que servirian en ello muy bien y mejor que nadie, y
era al revés, segun despues se ha visto; porque no venian, salvo con
creencia que el oro que se decia que se hallaba, y especerías, que
era á coger con pala, é las especias que eran dellas los lios hechos
liados, y todo á la ribera de la mar, que no habia más salvo hecharlo
en las naos, tanto los tenia ciegos la cudicia: é no pensaban, que,
bien que hobiere oro, que sería en minas, y los otros metales, y las
especias en los árboles, y que el oro seria necesario de cavarlo, y
las especias cogerlas y curarlas. Lo cual todo les predicaba yo en
Sevilla, porque eran tantos los que querian venir, é yo les cognoscia
su fin, que hacia decirles esto, y todos los trabajos que suelen sufrir
los que van á poblar nuevamente tierras de muy léjos. Á lo cual todos
me respondian que á eso venian, y por ganar honra en ello, más como
fuese el contrario, como yo dije, ellos, en llegando acá, que vieron
que yo les habia dicho la verdad, é, que su cudicia no habia lugar de
hartarse, quisiéranse volver luego, sin ver que fuera imposible de
conquistar y señorear esto, y porque yo no se lo consentí, me tomaron
odio, y no tenian razon, pues que por importunidad los habia traido y,
hablado claro que yo venia á conquistar, y no por volver luego como
aquel que ya habia visto otras semejantes, y que tenia cognoscida su
intincion; y asimismo me tomaron odio porque yo no los consentia ir por
la sierra adentro, derramados de dos en dos, ó tres en tres, y algunos
solos, por lo cual los indios habian muerto muchos, á esta causa, por
andar así derramados, y mataran más si yo no le remediara, como dije,
y llegara su osadía á tanto, que me echaran sin debate de la tierra,
si Nuestro Señor no lo proveyera. Rescibí en esto grande pena, así
como en los bastimentos que yo les habia de proveer; y algunos que no
podian dar de comer en Castilla á un mozo, querrian tener acá seis é
siete hombres, y que yo se los gobernase y pagase sueldo, que no habia
razon ni justicia que los hiciese satisfechos. Otros habian venido sin
sueldo, digo (bien la cuarta parte), escondidos en las naos, á los
cuales me fué necesario de contentar así como los otros; en manera,
que, desde entónces, en mayor pena con los cristianos que con los
indios, y hoy en dia no acabo, ántes por una parte se ha doblado y por
otra se me alivia. Dóblaseme por este ingrato desconocido, Roldan, que
vivia conmigo y los que con él son, á los cuales yo tenia hecha tanta
honra, y á este Roldan (que no tenia nada), dado en tan pocos dias,
que tenia ya más de un cuento, y á estotros que agora nuevamente se
fueron allegando de Castilla, dado dineros y buena compañía, así que
estos me tienen en pena; de otra parte estoy aliviado, porque la otra
gente siembran y tienen ya muchos bastimentos, é saben ya la costumbre
de la tierra, é se comienza á gustar de la nobleza della y fertilidad,
muy al contrario de lo que hasta aquí se decia: que creo que no haya
tierra en el mundo tan aparejada para haraganes como esta, é muy mejor
para quien quisiere ayuntar hacienda, como despues diré, por no salir
del propósito. Así que nuestra gente que vino acá, visto que no podian
hinchir su cudicia, la cual era desordenada, y áun tanto que muchas
veces he pensado y creido, que ella haya sido causa que Nuestro Señor
nos haya cubierto el oro y las otras cosas; porque luego que acá salí
al campo hice experimentar á los indios cuanto dello podian coger,
y hallé que algunos que sabian bien dello cogian en cuatro dias una
medida que cabia una onza y media, y así tenia yo asentado con todos
los desta provincia de Cibao, y les aplacia de dar de tributo cada
persona, hombre y mujer, de catorce años arriba hasta setenta, una
medida destas que yo dije de tres en tres lunas, y le cogí yo este
tributo hasta que fuí á Castilla, así que esto tengo yo imaginado que
la cudicia haya sido causa que se pierda. Mas estoy muy cierto que
Nuestro Señor, por su piedad, no mirará á nuestros pecados, é que en
viendo tiempo para ello, luego lo volverá con ventaja; la cual gente
nuestra, despues que vido que su parecer no les salia como tenian
imaginado, siempre despues estaban con congoja para se volver á España,
é así les daba yo lugar que fuesen en cada pasaje, y por mi desdicha,
bien que de mi hobiesen recibido mucha honra y buen tratamiento, ellos,
en llegando allá, decian de mí peor que de un moro, sin dar á ello
ninguna razon, y me levantaron mil testimonios falsos, y dura esto
hoy en dia: mas Dios Nuestro Señor, el cual sabe bien mi intencion
y la verdad de todo, me salvará, ansí como hasta aquí hizo, porque
hasta hoy no ha habido persona contra mí con malicia que no le haya él
castigado, y por esto es bien de echar todo el cuidado en su servicio,
que él le dará gobierno. Allá dijeron que yo habia asentado el pueblo
en el peor lugar de la isla, y es el mejor della, y dicho de boca de
todos los indios de la isla; y estos que esto decian, muchos dellos no
habian salido fuera del cerco de la villa un tiro de lombarda: no sé
qué fe podian dar dello. Decian que morian de sed, y pasa el rio allí
junto por la villa, áun no tan léjos como de Sancta María, en Sevilla,
al rio; decian que este lugar es el más doliente, y es el más sano;
bien que toda esta tierra es la más sana y de más aguas y mejores
aires, que otra que sea debajo del cielo, y se debe creer que es así,
pues que en un paralelo y en una distancia de la línea equinoccial
con las islas de Canaria: las cuales en esta distancia son conformes,
mas no en las tierras, porque son todas sierras secas y altísimas,
sin agua, ni sin fruto y sin cosa verde, las cuales fueron alabadas
de sábios por estar en tan buena temperancia, debajo de tan buena
parte del cielo, distantes de la equinoccial, como ya dije, mas esta
Española es grandísima, que boja más que España, y muy llena de vegas,
y campiñas, y montes, y sierras, y rios grandísimos, y otras muchas
aguas y puertos, como la pintura della, que aquí irá, hará manifiesto,
y toda populatísima de gente muy industriosa; así que creo que debajo
del cielo no hay mejor tierra en el mundo. Dijeron que no habia
bastimentos, y hay carne y pan y pescado, y de otras muchas maneras,
en tanta abundancia, que despues de llegar acá, peones que se traen de
allá para trabajar acá, que no quieren sueldo, y se mantienen á ellos
y á indios que les sirven, y como se puede tomar por este Roldan, el
cual va al campo, y es más de un año, con 120 personas, las cuales
traen más de 500 indios que los sirven, é á todos los mantienen con
mucha abundancia. Dijeron que yo habia tomado el ganado á la gente que
lo trujo acá, y no trajo nadie dello, salvo yo ocho puercas, que eran
de muchos; y porque estos eran personas que se querian volver luego á
Castilla y las mataban, yo se lo defendí porque multiplicasen, mas no
que no fuesen suyas, de que se ve agora que hay acá dellos sin cuento,
que todos salieron desta casta, y los cuales yo truje en los navíos y
les hice la costa, salvo el primer gasto, que fué 70 maravedís la pieza
en la isla Gomera. Dijeron que la tierra de la Isabela, adonde es el
asiento, que era muy mala y que no daba trigo; yo lo cogí y se comió
el pan dello, y es la más fermosa tierra que se pueda cudiciar: una
vega de 14 leguas de largo y dos de ancho, y tres y cuatro, entre dos
sierras, y un rio muy caudaloso que pasa al luengo por medio della, y
otros dos, no grandes, así como muchos arroyos que de la sierra vienen
á ellos, ni por pan de trigo cura nadie, porque estotro es mucho y
mejor para acá y se hace con ménos trabajo. De todo esto me acusaban
contra toda justicia, como ya dije, y todo esto era porque Vuestras
Altezas me aborreciesen á mí y al negocio; mas no fuera así si el
autor del descubrir dello fuera converso, porque conversos, enemigos
son de la prosperidad de Vuestras Altezas y de los cristianos, mas
echaron esta fama y tuvieron forma que llegase á se perder del todo; y
estos que son con este Roldan, que agora me da guerra, dicen que los
más son dellos. Acusáronme de la justicia, la cual siempre hice con
tanto temor de Dios y de Vuestras Altezas, más que los delincuentes
sus feos y brutos delitos, por los cuales Nuestro Señor ha dado en el
mundo tan fuerte castigo, y de los cuales tienen aquí los Alcaldes los
procesos. Otros infinitos testimonios dijeron de mí y de la tierra,
la cual se ve que Nuestro Señor la dió milagrosamente, y la cual es
la más hermosa y fértil que haya debajo del cielo, en la cual hay oro
y cobre, y de tantas maneras de especias y tanta cantidad de brasil,
del cual, sólo con esclavos, me dicen estos mercaderes, que se puede
haber cada año 40 cuentos, y dan razon dello, porque es la carga ahí
más de tres veces tanto cada año; y en la cual puede vivir la gente
con tanto descanso, como todo se verá muy presto. Y creo, que, segun
las necesidades de Castilla y la abundancia de la Española, se haya de
venir á ella muy presto de allá grande pueblo, y será el asiento en la
Isabela, adonde fué el comienzo, porque es el más idóneo lugar y mejor
que otro ninguno de la tierra, como se debe de creer pues que Nuestro
Señor me llevó allí milagrosamente, que fué que no pude ir atras ni
adelante con las naos, salvo descargar y hacer asiento; y la cual razon
me movió á escribir esta escritura, por la cual dirán algunos que no
era necesario de relatar fechos pasados, y los ternán por prolijos
y son tan breves, mas yo comprendí que todo era necesario, así para
Vuestras Altezas, como para otras personas que habian oido el maldecir
con tanta malicia y engaño, lo cual se ha dicho sobre cada cosa de las
escritas, y no solamente de las personas que fueron de acá, é más, con
mucha crueldad, de algunos que no salieron de Castilla, los cuales
tenian facultad de probar su malicia al oido de Vuestras Altezas, y
todo con arte, y todo por me hacer mala obra, por envidia, como pobre
extranjero; mas en todo me ha socorrido y socorre Aquel que es eterno,
el cual siempre ha usado misericordia conmigo, pecador muy grande.»
Todo lo dicho es del Almirante, y dice más abajo, describiendo ciertas
sierras: «Estas sierras, ambas, son pobladas y eran populatísimas
cuando yo vine acá, y se han algo despoblado, porque la gente dellas
probaron guerra conmigo y nuestro Señor me dió victoria siempre, las
cuales sierras, ambas, lo más dello son labradas y de preciosas tierras
fertilísimas, etc.»
Muchas cosas habia en esta carta de notar, pero porque algunas quedan
dichas en otros capítulos, y por abreviar, solamente aquesta postrera
que dice el Almirante se debe notar: que la tierra halló populatísima
cuando vino, pero que estaba algo despoblada, porque probaron guerra
contra él los indios; y quiere decir, que por la guerra que él les
hizo la habia despoblado algo. Y no es maravilla que la despoblase,
pues enviaba los navíos cargados de esclavos, y lo tenia y entendia
tener por granjería, ignorando tan malamente la justicia que los indios
tenian de hacerle á él guerra y echarlo de la tierra á él y á todos
los cristianos, y tambien del mundo, pues tantos agravios y males,
él y ellos, les hacian, y la servidumbre durísima en que los ponian
estragándoles y desordenándoles totalmente su mansedumbre, su concierto
pacífico, su ser todo, y humilde y natural policía, y finalmente con
tanto daño de sus vidas, y de mujeres, y hijos; y él ni los cristianos
contra ellos no tenian alguna justicia, ántes iniquísima y contra
toda razon natural injusticia. A lo otro que dijo arriba, que habia
avisado en Sevilla á los que querian venir acá, que no venia á esta
isla, sino á conquistar, etc.; no mostrará el Almirante provision ni
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