Historia de las Indias (vol. 2 de 5) - 32

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sæculorum_. Por manera, que para que esta verdad, de ser estas gentes
dóciles, pacíficas, benignas de su natural, y aparejadas, tan bien
y muy más que otras, para ser doctrinadas y acostumbradas en toda
virtud moral, y, por consiguiente, capaces y fácilmente atraibles á
la fe católica y religion cristiana, si les es propuesta y predicada
como Cristo lo estableció, y á todas las otras naciones del mundo
la Iglesia universal la ha propuesto siempre y predicado, ha tenido
por bien la divina Providencia, de que no sólo por experiencia los
religiosos y siervos de Dios castellanos, y descubridores seglares y
profanos, que sólo han venido á estas tierras por cudicia de amontonar
riquezas temporales, y no sólo tambien habiendo llegado á una parte
destas Indias y visto una gente, pero á muchas, y en muchas varias y
diversas lenguas y naciones, pero que la gente portuguesa, seglares
y religiosos, y personas de todo trato y profesion, confiesen todos,
sin lo poder negar, que aquestas gentes no son otras sino aquellas
que sucedieron de nuestro primer padre Adan, y esto basta para que
con ellas se deban guardar los preceptos divinos y naturales, y las
reglas de caridad que han sido guardadas y usadas con nosotros,
á quien Dios ha hecho tantos bienes y mercedes, que primero que
ellas fuésemos llamados y traidos á la cristiandad. Vista, pues,
la disposicion tan afable y apta para recibir todo bien moral y
espiritual, que de aquellas gentes, moradores y habitadores en aquella
tierra firme, aquestos portugueses, primeros que allí llegaron este
año de 500, testificaron conforme á la que hallaron, y no callaron
nuestros castellanos, refiramos en este capítulo y en el siguiente,
la que vieron y trataron y experimentaron, y el fruto que por ella,
con el divino favor, hicieron ciertos predicadores portugueses, que se
llamaban de la Compañía de Jesus, despues deste tiempo muchos años;
ciertos de los cuales, haciendo relacion del fruto que Dios sacaba de
sus manos, escribieron á Portugal, á los de su profesion, las cosas
siguientes, por muchas cartas, y dicen así:
«La informacion que de aquestas partes del Brasil se puede dar, padres
y hermanos carísimos, es que tiene esta tierra 1.000 leguas de costa,
poblada de gente que anda desnuda, así mujeres como hombres, tirando
algunas partes muy léjos, donde yo estoy, á donde las mujeres andan
vestidas al traje de gitanas, con paños de algodon, por la tierra
ser más fria que esta, la cual aquí es muy templada, de tal manera,
que el invierno no es frio ni caliente, y el verano, aunque sea más
caliente, bien se puede sufrir; empero, es tierra muy húmeda, por las
muchas aguas que llueve en todo tiempo, muy á menudo, por lo cual los
árboles y las hierbas están siempre verdes, y por aquesto es la tierra
muy fresca. En parte es muy áspera, por los montes y matas que siempre
están verdes; hay en ella diversas frutas, que comen los de la tierra,
aunque no sean tan buenas como las de allá, las cuales tambien creo
se darian acá si se plantasen, porque veo darse parras, uvas, y áun
dos veces en el año, empero, son pocas, por causa de las hormigas, que
hacen mucho daño, así en esto como en otras cosas. Cidras, naranjas,
limones, dánse en mucha abundancia, y higos tan buenos como los de
allá; el mantenimiento comun de la tierra es una raíz de palo, que
llaman mandioca, del cual hacen una harina de que comemos todos, y da
tambien mijo (este debe ser maíz), el cual, mezclado con la harina,
hace un pan que excusa el de trigo. Hay mucho pescado, y tambien
marisco, de que se mantienen los de la tierra, y mucha caza de matos y
gansos, que crian los indios; bueyes, vacas, ovejas, cabras y gallinas,
se dan tambien en la tierra, y hay dellos mucha copia. Los gentiles
son de diversas castas, unos se llaman goyaneces, otros carijos; este
es un gentío mejor que hay en esta costa, á los cuales fueron, no há
muchos años, dos frailes castellanos á los enseñar, y tan bien tomaron
su doctrina que tenian ya casas de recogimiento para mujeres, como
monjas, y otra de hombres, como de frailes, y esto duró mucho tiempo,
hasta que el demonio llevó allí una nao de salteadores y captivaron
muchos dellos. Trabajamos por recoger los salteados, y algunos tenemos
ya para los llevar á su tierra, con los cuales iba un padre de los
nuestros. Hay otra casta de gentiles, que se llama caymures, y es
gente que habita por los montes; ninguna comunicacion tienen con los
cristianos, por lo cual se espantan cuando nos ven, y dicen que somos
sus hermanos, por cuanto traemos barba como ellos, la cual no traen
todos los otros, ántes se rapan hasta las pestañas, y hacen agujeros en
los bezos y ventanas de las narices, y ponen unos huesos en ellos que
parecen demonios, y así, algunos, principalmente los hechiceros, traen
el rostro lleno dellos. Estos gentiles son como gigantes, traen un arco
muy fuerte en la mano, y en la otra un palo muy grueso, con que pelean
con los contrarios, y fácilmente los despedazan, y huyen para los
montes, y son muy temidos entre todos los otros. Los que comunican con
nosotros, hasta agora, son dos castas, unos se llaman tupeniques y los
otros tupinambas. Estos tienen casas de palmas muy grandes, y dellas
en que posarán 50 indios casados con sus mujeres é hijos. Duermen en
redes de algodon, sobre sí, junto de los fuegos, que en toda la noche
tienen encendidos, así por el frio, porque andan desnudos, como tambien
por los demonios, que dicen huir del fuego, por la cual causa traen
tizones de noche cuando van fuera. Esta gentilidad á ninguna cosa
adora, ni cognosce á Dios, solamente á los truenos llaman tupana, que
es como quien dice cosa divina; y así, nos no tenemos otro vocábulo más
conveniente, para los traer al cognoscimiento de Dios, que llamarle
Padre Tupana. Solamente, entre ellos, se hacen unas ceremonias de la
manera siguiente: de ciertos en ciertos años, vienen unos hechiceros
de luengas tierras, fingiendo traer santidad, y, al tiempo de su
venida, los mandan á limpiar los caminos y vánlos á recibir con danzas
y fiestas segun su costumbre, y, ántes que lleguen al lugar, andan las
mujeres de dos en dos por las casas, diciendo públicamente las faltas
que hicieron á sus maridos, y unas á otras pidiendo perdon dellas; en
llegando el hechicero, con mucha fiesta, al lugar, éntrase en una casa
oscura, y pone una calabaza que trae en figura humana, en parte más
conveniente para sus engaños, y mudando su propia voz, como de niño,
y junto de la calabaza, les dice, que no curen de trabajar ni vayan á
la roca, que el mantenimiento por sí crescerá y que nunca les faltará
que comer y que por sí vendrá á casa, y que las aguijadas se irán á
cavar, y las flechas se irán al monte por caza para su señor, y que
han de matar muchos de sus contrarios, y captivarán muchos para sus
comeres, y promételes larga vida, y que las viejas se han de tornar
mozas, y que las hijas que las den á quien quisieren; y otras cosas
semejantes les dice y promete, con que los engaña, de manera, que
creen haber dentro, en la calabaza, alguna cosa santa y divina, que
les dice aquellas cosas. Y acabando de hablar el hechicero, comienzan
á temblar, principalmente las mujeres, con grandes temblores en su
cuerpo que parecen demoniadas, como de cierto lo son, echándose en
tierra, espumando por las bocas, y en aquesto les suade el hechicero
que entónces les da santidad; y á quien esto no hace tiénenlo á mal, y
despues le ofrecen muchas cosas, y en las enfermedades de los gentiles
usan tambien estos hechiceros de muchos engaños y hechicerías. Estos
son los mayores contrarios que acá tenemos, y hacen creer algunas
veces á los dolientes que nosotros les metemos en el cuerpo cuchillos,
tijeras y cosas semejantes, y que con esto los matamos. En sus guerras,
aconséjanse con ellos, allende de agüeros que tienen de ciertas aves;
cuando captivan alguno, tráenle con grande fiesta, con una soga á la
garganta, y dánle por mujer la hija del principal ó cualquiera otra
que más le contenta, y pónenlo á cebar como puerco, hasta que lo han
de matar, para lo cual se ajuntan todos los de la comarca á ver la
fiesta, y, un dia ántes que lo maten, lávanlo todo, y el dia siguiente
lo sacan y pónenlo en un terrero, atado por la cintura con una cuerda,
y viene uno dellos muy bien ataviado, y le hace una plática de sus
antepasados, y, acabada, el que está para morir le responde, diciendo,
que de los valientes es no temer la muerte, y que él tambien matara
muchos de los suyos, y que acá quedaban sus parientes que lo vengarán,
y otras cosas semejantes, y, muerto, córtanle luego el dedo pulgar,
porque con aquel tiraba las flechas, y lo demas hacen en pedazos para
lo comer asado ó cocido. Cuando muere alguno de los suyos, pónenles
sobre las sepulturas platos llenos de viandas, y una red en que ellos
duermen, muy bien lavada, esto porque creen, dicen, que despues que
mueren, tornan á comer y descansar sobre su sepultura; échanlos en
cuevas redondas, y si son principales, hácenlos una choza de palma.
No tienen cognoscimiento de gloria ni infierno, solamente dicen, que,
despues de morir, van á descansar á un buen lugar, y en muchas cosas
guardan la ley natural. Ninguna cosa propia tienen que no sea comun,
y lo que uno tiene ha de partir con los otros, principalmente si son
cosas de comer, de las cuales ninguna cosa guardan para otro dia, ni
curan de atesorar riquezas. A sus hijos ninguna cosa dan en casamiento,
ántes los yernos quedan obligados á servir á sus suegros; cualquier
cristiano que entra en sus casas, dánle á comer de lo que tienen y
una red lavada en que duerma. Son castas las mujeres á sus maridos;
tienen memoria del diluvio, empero, falsamente, porque dicen, que,
cubriéndose la tierra de agua, una mujer con su marido subieron en
un pino, y despues de menguadas las aguas descendieron, y de aquestos
procedieron todos los hombres y mujeres. Tienen muy pocos vocablos para
les poder bien declarar nuestra fe, mas con todo, dámossela á entender
lo mejor que podemos, y algunas cosas los declaramos por rodeos. Están
muy apegados con las cosas sensuales; muchas veces me preguntan, si
Dios tiene cabeza, y cuerpo, y mujer, y si come, y de qué se viste, y
otras cosas semejantes. Dicen ellos, que Sancto Tomás, á quien llaman
Zome, pasó por aquí; esto les quedó por dicho de sus antepasados, y que
sus pisadas, están señaladas cabe un rio, las cuales yo fuí á ver por
más certeza de la verdad, y ví, con los propios ojos, cuatro pisadas
muy señaladas, con sus dedos, las cuales, algunas veces, cubre el rio
cuando hinche; dicen tambien, que cuando dejó estas pisadas iba huyendo
de los indios que le querian flechar, y llegando allí, se le abrió el
rio y pasara por medio dél, sin se mojar, á la otra parte, y de allí
fué para la India: asimismo cuentan, que cuando le querian flechar
los indios, las flechas se volvian para ellos, y los montes le hacian
camino por do pasase. Otros cuentan esto como por escarnio. Dicen
tambien, que les prometió que habia de tornar otra vez á verlos, ¡él
los vea del cielo y sea intercesor por ellos á Dios, para que vengan
en cognoscimiento suyo y reciban la sancta fe, como esperamos!» Todas
estas son palabras de la dicha carta de los predicadores portugueses.


CAPÍTULO CLXXVI.

Por esta carta, en el capítulo precedente referida, parecen algunas
malas costumbres de estas gentes, aunque otras hobo en el mundo más
depravadas, como arriba en el capítulo 7.º y en otros mostramos
bien largo; agora digamos el fructo que Dios sacó, por medio de sus
ministros, de aquellos que crió con ánimas racionales, capaces de su
bienaventuranza, y por consiguiente, del medio para alcanzalla, que
es la fe y doctrina cristiana, refiriendo otras cartas ó pedazos de
cartas; y dice así otra carta: «La gracia y amor de Nuestro Señor
sea siempre en nuestro contino favor y ayuda, amen. Por algunas
cartas que el año pasado os escribimos, os dimos larga informacion
destas partes del Brasil, y de algunas cosas que Nuestro Señor, por
sus siervos, que, por la santa obediencia, de esas partes han sido
enviados, ha querido obrar, los cuales, al presente, estan repartidos
por diversas Capitanías desta costa; ya de las cosas quel Señor, por
cada uno dellos, obra, sereis por sus cartas sabidores, solamente os
quiero yo dar cuenta de lo que en la Bahía se ha acontecido despues
que los postreros navíos se han partido, y tambien desta Capitania
de Perambuco, adonde habia pocos dias quel padre Nobrega y yo somos
llegados. Primeramente, sabreis quel padre Nobrega ha llegado á
esta Bahía de visitar y correr las Capitanías, y luego ordenó quel
padre Navarro fuese al puerto Seguro, á trasladar las oraciones y
sermones en la lengua desta tierra, con algunos buenos intérpretes,
las cuales trasladó bien; y es mucho para dar alabanzas al Señor,
viéndole predicar, en lo cual á todos nos lleva la ventaja, y en esto
tenemos todos mucha falta en carecer de la lengua y no saber declarar
á los indios lo que queremos, por falta de intérpretes. Muchos de los
gentiles piden el agua del baptismo, mas el padre Nobrega ha ordenado,
que primero se les hagan los catecismos y exhorcismos, hasta tanto que
cognoscamos en ellos firmeza y que de todo corazon crean en Cristo,
y tambien que primero enmienden sus malas costumbres; son tales los
baptizados que perseveran, que es mucho para dar gracias á Nuestro
Señor, porque, aunque deshonrados y vituperados de los suyos, no dejen
de perseverar en nuestra obediencia y crecer en buenas costumbres.
El pueblo gentil, al principio, nos daba poco crédito, y le parecia
que les mentiamos y engañábamos, que los padres y tambien los legos,
ministros de satanás, que al principio á esta tierra vinieron, les
predicaban y decian por interés de sus abominables rescates; agora que
comienzan á cognoscer la verdad y ver el continuo amor con que los
padres los tratan y conversan (los padres llama aquí los predicadores),
y el trabajo que por la salvacion de sus ánimas resciben, van cayendo
en la cuenta y quieren ser cristianos con muy mayor voluntad y más
firme intencion que al principio. Tambien Nuestro Señor ha mostrado
cosas, y muestra cada dia, por donde se van desengañando á no nos
tener en la cuenta que ántes tenian; los cristianos que permanecen
son tan nuestros, que contra sus naturales hermanos pelearan por nos
defender, y están tan subjetos, que no tienen cuenta con padres ni
parientes; saben muy bien las oraciones, y tienen mejor cuenta con los
domingos y fiestas que otros muchos cristianos. En nuestra casa se
disciplinan todos los viérnes, y algunos de los nuevamente convertidos
se vienen á disciplinar con grandes deseos. En la procesion de la
Semana Santa se disciplinaron algunos, así de los nuestros como de los
nuevos convertidos, y de aquí adelante se comenzarán á confesar con
el padre Navarro en su lengua, porque hay ya muchos que lo quieren y
desean. Estos han de ser un fundamento grande para todos los otros se
convertir; ya empiezan á ir por las aldeas con los padres, predicando
la fe y desengañando á los suyos de las malas costumbres en que viven.
Muchas cosas en particular pudiera escribir, que, por mi grande frieza
y por no pensar haber de ser yo el escriptor, no las escribo, así
por no las tener en la memoria, como por no las saber estimar por
falta de caridad. Grande es la envidia que los gentiles tienen á estos
nuevos convertidos, porque ven cuan favorecidos son del Gobernador y
de otras principales personas, y si quisiésemos abrir la puerta al
baptismo, cuasi todos se vernian, lo cual no hacemos si no cognoscemos
ser aptos para eso, y que vienen con devocion y contricion de las
malas costumbres en que se han criado, y tambien, porque no tornen
á retroceder, sino que queden contentos y firmes. Mucho más fructo
se pudiera hacer si hobiera obreros, así que mucha es la mies que se
pierde por falta de segadores. Entre otras cosas, os quiero contar una
de un principal desta tierra, el cual há algunos dias que pedia el agua
del baptismo, y porque tenia dos mujeres no se la queriamos dar, aunque
sabiamos que la una dellas no la tenia sino para se servir della; un
dia con gran priesa y eficacia pidió el baptismo, al cual baptizó el
padre Navarro, y de ahí á seis ó siete dias enfermó de cámaras, y se
iba consumiendo hasta que cognosció que habia de morir, y dos noches
ántes que muriese envió á llamar al padre Navarro para lo acompañar y
enseñar como habia de morir, y decíale que nombrase muchas veces el
nombre de Jesus y de Sancta María, Nuestra Señora, y él tambien decia
con el padre estos santos nombres, hasta perder la habla, y, ántes
que la perdiese, vistió una ropa que tenia y mandó á los suyos que le
enterrasen con ella y en sagrado, como era costumbre de los cristianos,
y dió el espíritu á Dios, estando el padre Navarro diciendo misa por
él, por lo cual no se pudo hallar presente á su muerte. Dijo una su
hermana, que se halló presente á su muerte, al padre Navarro, que le
habia dicho el muerto, ántes que perdiese el habla: «hermana, ¿no
veis?» y ella respondió que no veia nada, y tornándole á preguntar lo
mismo, ella respondió de la misma manera, hasta que él, con grande
alegría, le dijo: «veo, hermana mia, los gusanos holgando en la tierra,
y en los cielos grandes alegrías y placeres, quédate enhorabuena,
que me quiero ir»; y así acabó. Enterrámoslo en una iglesia que
teniamos hecha para los nuevamente convertidos. Este nos ha dado
entrada en esta tierra, y en su manera de vivir no era fuera de la
ley natural y de razon; quedó un hermano suyo por principal, el cual
há por nombre Simon, y el muerto don Juan, con el cual metemos acá en
vergüenza á los malos cristianos, porque es muy virtuoso y fuera de
las costumbres de los otros, y tambien su mujer y hijos, los cuales
nos tiene prometidos para que los enseñemos, y, por falta de casa y
mantenimientos, no lo podemos hacer.» Dice más abajo: «Ya comienzan
los hijos de los gentiles á huir de sus padres y venirse á nos, y, por
más que hacen, no los pueden apartar de la conversacion de los otros
niños, y vino un niño descalabrado y sin comer un dia todo, huyendo de
su padre, á nos. Cantan todos una misa cada dia, y ocúpanse en otras
cosas semejantes. Es tan grande el temor en algunos destas aldeas, y
reverencia que tienen á los padres, que no osan abiertamente comer
carne humana; de manera, que están estos gentiles, principalmente
los de la Bahía, aparejados para se hacer en ellos grande fruto, mas
estamos acá tan pocos, y tan repartidos, y las necesidades son tantas
entre los cristianos, á las cuales somos más obligados á acudir, que
no sé como sufrís, carísimos hermanos, estar tanto tiempo en esa
casa, estando acá tantas necesidades esperando por vos, etc.» Otras
muchas y notables cosas dice aquesta carta, que por no alargar mucho,
no las quiero referir. Otro de aquellos predicadores dice así en
otra: «En estas partes, despues que acá estamos, carísimos padres y
hermanos, se ha hecho mucho fruto. Los gentiles, que parece que ponian
la bienaventuranza en matar sus contrarios y comer carne humana, y
tener muchas mujeres, se van mucho enmendando, y todo nuestro trabajo
consiste en los apartar desto, porque todo lo demas es fácil, pues no
tienen ídolos, aunque hay entre ellos algunos que se hacen santos, y
les prometen salud y victoria contra sus enemigos. Con cuantos gentiles
tengo hablado en esta costa, en ninguno hallé repugnancia á lo que le
decia, todos quieren y desean ser cristianos, pero dejar sus costumbres
les parece áspero; van, con todo, poco á poco, cayendo en la verdad,
hácense muchos casamientos entre los gentiles, los cuales, en la Bahía
están junto á la ciudad y tienen su iglesia cabe una casa á donde nos
recogemos. Estos determinamos tomar por medio de otros muchos, los
cuales esperamos, con la ayuda del Señor, hacer cristianos, etc.» Otro
en otra carta dice: «Fuimos á una aldea de los gentiles y procuramos
que se ayuntasen todos, y, despues de juntos, les hicimos una plática
por una lengua, y acabada les enseñamos la doctrina cristiana, y
queriéndonos dellos despedir, yo les hice primero santiguar, y viendo
las piedras preciosas que traian en los bezos y en el rostro, les
dije, como riendo, que les estorbaban á se persignar, lo cual, ellos,
tomaron de veras, y siendo de mucho precio, las echaron á donde nunca
más parecieron, lo cual me consoló mucho. El dia del Angel se determinó
que se baptizasen los que quisiesen, y baptizamos muchos, así hombres
como mujeres, y cuasi nos faltaban nombres de santos para dar á cada
uno el suyo. Entre ellos baptizamos un hechicero, asaz viejo, y le
pusimos por nombre Amaro.» Otro dice, en otra epístola, estas palabras:
«Despues desto nos fuimos dar con los indios á sus aldeas, que estaban
cuatro ó cinco leguas de ahí, y, yendo, hallamos haciendo el camino
por donde habiamos de ir, y quedaron muy tristes porque no lo tenian
acabado; llegando al aldea, se vino el principal de ahí y me llevó por
fuerza á su casa, y luego se hinchió la casa de indios, y otros que
no cabian quedaron fuera, y trabajaron mucho por me ver. Considerad
vos, hermanos mios en Cristo, lo que mi ánima sentiria, viendo tantas
ánimas perdidas por falta de quien las socorriese; algunas pláticas
les hice aparejándolos para el cognoscimiento de la fe, y les dije,
por la tristeza que mostraban por me yo haber luego de ir, que no
iba sino á verlos, y que otras muchas veces los visitaria si tuviese
tiempo, etc.» Estas son las palabras. Otras muchas cosas notables se
dicen en las susodichas cartas, y en otras que no he querido relatar
por dar fin á esta relacion y testimonio de los portugueses, tocante
á la prueba desta verdad, conviene á saber, que estas gentes gentiles
destas nuestras Indias, son naciones humanas, razonables, dóciles,
conversables con otros hombres, reducibles á toda ley de razon y
convertibles á nuestra santa fe católica, si se les propone por el
modo que la razon natural dicta y enseña que debe ser propuesta y
persuadida, á los principios, cualquiera cosa nueva, mayormente difícil
á los hombres racionales, los cuales naturalmente son aptos y nacidos
para ser atraidos á la virtud por bien, por blandura y mansedumbre, y
desta propiedad humana y universal ninguna nacion del mundo excluyó
la divina Providencia, por bárbaros, brutos, y agrestes y corruptos
en costumbres que sean, con que sean hombres; y esto más copiosa
é irrefragablemente pareció arriba, por razones, y parecerá en el
discurso desta historia, por obras y por ejemplos tan patentes y tan
sin número, que no se pueda más dudar dello, que dudar que todos los
hombres desciendan de Adan.


CAPÍTULO CLXXVII.

Referido habemos los descubridores ó rescatadores que vinieron el año
de 1499 y 500 á la tierra firme, despues que supieron que el Almirante
la habia descubierto (aunque, creyendo que era isla, nombróla isla
ó tierra de Gracia, como se ha visto arriba), y tambien, como acaso
descubrieron los portugueses, yendo á la India, un pedazo della,
que llaman ellos hoy el Brasil, y nosotros el cabo de Sant Agustin,
el cual, por concierto de los reyes de Castilla y Portugal, cupo, y
así es hoy, de los portugueses; incidentemente, tambien trujimos lo
que manifestaron de la condicion y hospitalidad pacífica, y humana
conversacion, que en los vecinos y moradores de aquella tierra
hallaron, conformándose con lo que los nuestros castellanos, Vicente
Yañez y Diego de Lepe, dellos, en la misma materia, dijeron; de allí
añadimos, infiriendo y probando por ejemplos, que testifican los
predicadores tambien portugueses, la disposicion é idoneidad para
recibir nuestra sancta fe que hay en ellos, por el fruto grande que
Dios siempre saca, por medio de los trabajos de sus predicadores:
requiere, pues, la órden de los dias y meses del dicho año de 500,
tornar á tratar y continuar las angustias, y adversidades y caida total
del Almirante, y que, más amargas y aflictivas, entre todas las que
toda su vida tuvo, le lastimaron y afligieron. Ya dijimos arriba, en
el cap. 161, como despues de llegados los cinco navíos á Castilla quel
Almirante despachó, venido del descubrimiento de Paria, con las nuevas
del levantamiento de Francisco Roldan, luego, por Mayo, determinaron
los Reyes de enviar otro Gobernador á esta isla, y quitalle á él la
gobernacion, y tomaron los Reyes color de que él mismo escribió á Sus
Altezas, que les suplicaba que enviasen Juez pesquisidor, para que
hiciese informacion de los delitos é insultos y levantamiento del
dicho Roldan y de sus secuaces, y tambien juez que tuviese cargo de
la administracion de la justicia, como se dijo en el cap. 159, y allí
les suplicaba que tuviesen respecto á sus servicios, y que no se le
perjudicase á sus preeminencias; donde parece que temia lo que le vino
y no lo habia él por tanto. Eligieron á un Comendador de la órden de
Calatrava, que se llamó Francisco de Bobadilla, y diéronle provisiones
y nombre de Pesquisidor, con que al principio en esta isla entrase, y
tambien de Gobernador, que, cuando fuese tiempo, publicase y usase.
Comenzáronse los despachos en Madrid, por Mayo del año de 99, luego
que llegaron los cinco navíos, como algunas veces se ha dicho, pero
no lo despacharon hasta el mes de Junio del año siguiente de 1500,
que vinieron el Rey y la Reina á Sevilla, y de allí á la ciudad de
Granada, sobre el levantamiento de los moros ó moriscos del Lanjarón,
ó Sierra Bermeja, donde acaesció, que yendo sobre ellos D. Alonso de
Aguilar, caballero muy señalado en prudencia y esfuerzo, de quien
procede la casa de Aguilar y marqués de Pliego, lo mataron, desastre
que mucho pesar dió á los Reyes y á todo el reino. Por manera, que
tardó su despacho todo un año, porque debian los Reyes, por ventura,
ó de esperar algun navío que fuese de acá con nueva de estar Roldan y
su compañía reducidos, y esta isla sosegada, ó, que como enviasen á
deponer al Almirante de su estado, quitándole la gobernacion, cosa,
cierto, muy grande para quien tanto se le debia y les habia merecido,
y con tan inmensos trabajos, querian muy bien mirallo, y hacíaseles
de mal efectuallo; pero como llegaron las dos carabelas donde venian
los procuradores de los alzados y del Almirante, aunque ya quedaba
Francisco Roldan reducido y asosegado, vistas las quejas que dieron del
Almirante y los daños pasados, y supieron cosas muchas que los unos
y los otros relataban, y que convenia remediallas, determinaron, que
el comendador Bobadilla prosiguiese su viaje; diéronle muy cumplidos
despachos, y, entre ellos, muchas cartas y cédulas en blanco. Como
por las cartas postreras del Almirante, que vinieron en los dos dichos
navíos, supiese la Reina, de gloriosa memoria, que el Almirante habia
dado á cada uno de los que allí venian un indio por esclavo, y que, si
no se me ha olvidado, eran 300 hombres, hobo muy gran enojo, diciendo
estas palabras: «¿qué poder tiene mio el Almirante para dar á nadie
mis vasallos?» y otras semejantes; mandó luego apregonar en Granada
y en Sevilla, donde ya estaba la corte, que todos los que hobiesen
llevado indios á Castilla, que les hobiese dado el Almirante, los
volviesen luego acá, so pena de muerte, en los primeros navíos, ó los
enviasen; y mi padre, á quien el Almirante habia dado uno y lo habia
llevado en el susodicho viaje de los dos navíos ó carabelas, que yo
en Castilla tuve, y algunos dias anduvo conmigo, tornó á esta isla,
con el mismo comendador Bobadilla, y lo trajo, y despues yo lo vide
y traté acá. Yo no sé por qué más estos 300 indios quel Almirante
habia dado por esclavos, mandó la Reina tornar con tanto enojo y
rigor grande, y no otros muchos que el Almirante habia enviado, y
el Adelantado, como arriba puede verse; no hallo otra razon, sino
que los que hasta entónces se habian llevado, creia la Reina, por
las informaciones erradas que el Almirante á los Reyes enviaba, que
eran en buena guerra tomados, pero esta ceguedad del Almirante, y
suponer la Reina que podia el Almirante hacelles guerra, procedia y
siempre procedió de la del Consejo, y letrados que en él los Reyes
tenian, la cual en ellos era intolerable y más que culpable, porque
no les era lícito ellos ignorar el derecho y justicia destas gentes,
que consistia en ser pueblos libres que tenian sus reinos y Reyes y
señores, dominios y jurisdicciones, y que les pertenecian de derecho
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