Historia de las Indias (vol. 2 de 5) - 22

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de Dios, que suele, segun los desmerecimientos de los que están en
pecados, desampararlos de su mano, y ponerles ocasiones para que,
perseverando en su malicia más profundamente, caigan, por la ignorancia
de los pilotos, que entónces era harta, y por las corrientes grandes
que por esta isla, al ménos por esta costa del Sur, van abajo, habiendo
de venir á este puerto de Sancto Domingo, los dichos tres navíos fueron
más de 170 leguas abajo, á donde estaban todos los alzados, donde se
hallaron sin saber dónde estaban ni por dónde venian; y paréceme á mí,
que aunque adrede lo quisieran hacer, no pudieran peor errarlo. Y,
cierto, si hubiera sido posible deste alzamiento en Castilla haberse
sabido algo, gran sospecha pudiera tenerse de malicia de los pilotos ó
de los Capitanes, pero no pudo haberse algo sabido. Pues como Francisco
Roldan y su compañía supieron de los navíos, parte temiendo y parte
se alegrando, y algo dudando, quedaron espantados; fueron al puerto,
que estaba dos leguas, disimularon estar en obediencia del Adelantado,
preguntan como aportaron allí y qué nuevas habia del Almirante;
responden que por yerro y por las corrientes, y que el Almirante sería
presto en esta isla con otros tres navíos, que tantos dias habia que
se apartó para ir á descubrir tierra hácia el Austro: entraron en los
navíos y hablaron, y regocijáronse con los Capitanes, dos dias. Dióles
el Capitan Alonso Sanchez refresco, y tornados á salir con buena paz
en tierra como si no estuvieran rebelados, parecióles á los Capitanes
que debia salir la gente que traian de sueldo para trabajar, y que se
viniese por tierra á esta ciudad de Sancto Domingo, por la dificultad
grande que habian de tener los navíos por las corrientes y brisas que
siempre corrian, y, para guiarla, acordaron que el Capitan del un
navío, Juan Antonio Columbo, los llevase, y el Capitan Arana trujese
los navíos á este puerto. Saltaron 40 hombres, todos con sus ballestas,
lanzas y espadas bien aderezadas, á los cuales fácilmente provocó
Francisco Roldan y los suyos á que con él se quedasen, afirmándoles que
los habian de hacer trabajar y cavar por fuerza, y con mucha hambre y
laceria, pero allí en su compañía habian de tener la vida que vian que
ellos tenian, la cual no era otra sino andar de pueblo en pueblo de los
indios, cada uno con las mujeres que le placia tener, y los sirvientes
cuantos querian, fuesen hijas ó hijos de los señores y Caciques, aunque
les pesase, y haciendo cuanto querian sin que nadie les fuese á la
mano, y del todo corrompiendo y alborotando la tierra y las gentes
della, robándoles cuanto oro tenian y cualquiera cosa que tuviesen
de valor, y cortando las orejas y matando á los que no les servian á
su sabor, y otras cosas semejantes, infinitas. Con los cuales hobo
poco que trabajar para haberlos de inducir, porque algunos, y hartos,
eran homicianos, delincuentes, condenados á muerte por graves delitos,
como en el cap. 112 dijimos, sino fueron siete ó ocho que no quisieron
cometer tan gran vileza. Desque cognoscieron los Capitanes que estaban
rebelados y andaban sin obediencia, perpetrando los daños que hacian,
y desvergonzándose á sosacar los que nuevamente venian de Castilla,
fueron á Francisco Roldan, en especial Juan Antonio, el Capitan, que
parecia que más de veras aquella maldad sentia, y díjole que por qué
hacia cosa tan contraria al servicio de los Reyes, pues tanto él
afirmaba estar allí y andar en servicio dellos, que mirase que aquella
gente enviaban los Reyes, que ganaban su sueldo, del cual en Castilla
habian la mitad de un año recibido, para que le sirviesen en sacar oro
de las minas y en otras cosas y oficios, para los cuales dedicados
venian, y cuanto estorbo al servicio de los Reyes se causaria, por eso
que no diese lugar á tanto daño, escándalo y confusion como dello se
creceria. Roldan no curó de sus palabras ni de los daños que le ponian
delante futuros, sino del provecho que al presente con tan buen lance
se le ofrecia, porque se engrosaba y fortificaba para se defender
del Almirante, á quien él harto temia (como á quien tanto habia sido
ingrato y ofendido), allegándosele gente más de la que tenia. Estaban
con él 75, y creo que algunos más hombres, y 40, pocos ménos, que allí
le habian recrescido, tenia ya 100 y más, por manera que Juan Antonio
acordó de volverse á los navíos, y él y Pedro de Arana pusieron recaudo
en la otra gente que quedaba en ellos no se les saliese; y acordaron
partir para este Puerto de Sancto Domingo, quedándose el Capitan
Alonso Sanchez de Carvajal para venirse por tierra y trabajar con el
Roldan, si pudiera á la obediencia reducirlo. En este tiempo alcanzó
el Adelantado á saber, por nuevas y relacion de indios, como andaban
tres navíos hácia el Poniente, luego sospechó que debian venir de
Castilla y haber errado el camino; despachó luego una carabela para
buscarlos y traerlos. Antes que estos tres navíos llegasen, habia
escrito Francisco Roldan y los que con él estaban, á algunos amigos
suyos de los que estaban con el Adelantado, que tuviesen manera con
el Almirante, si viniese, de lo aplacar y reconciliar con él, y que
él queria á la obediencia pristina reducirse; aunque despues tuvo mil
mundanzas y engaños.


CAPÍTULO CXLIX.

Volvamos á la navegacion del Almirante, que dejamos partido del
paraje de la isla Margarita, y anduvo aquel dia, miércoles, 63 leguas
de sol á sol, como dicen. Otro dia, jueves, 16 de Agosto, navegó al
Norueste, cuarta del Norte, 26 leguas, con la mar llana, gracias á
Dios, como él siempre decia. Dice aquí una cosa maravillosa, que cuando
partia de Canaria para esta Española, pasando 300 leguas al Oueste,
luego nordesteaban las agujas una cuarta, y la estrella del Norte no
se alzaba sino 5°, y agora en este viaje nunca le ha nordesteado,
hasta anoche, que nordesteaba más de una cuarta y media, y algunas
agujas nordesteaban medio viento, que son dos cuartas; y esto fué,
todo de golpe, anoche. Y dice que cada noche estaban sobre el aviso
maravillándose de tanto mudamiento del cielo, y de la temperancia dél,
allí, tan cerca de la línea equinoccial, en todo este viaje, despues
de haber hallado la tierra; mayormente estando el sol en Leo, donde,
como arriba ha dicho, por las mañanas se vestia un ropon, y la gente de
allí de Gracia ser más blancos que otros que haya visto en las Indias.
Halló tambien allí, donde agora venia, que la estrella del Norte tenia
en 14° cuando las Guardas habian pasado de la cabeza el término de
dos horas y media. Aquí torna á exhortar á los Reyes que tengan este
negocio en mucho, pues les ha mostrado haber en estas tierras oro, y
mineros ha visto sin número dél, y que se quiere sacar con ingenio,
industria y trabajo, porque áun el hierro, habiendo tanto como hay, no
se saca sin él; y les ha llevado granos de veinte onzas y otros muchos,
y que donde hay esto, algo se debe creer que hay: y que llevó á Sus
Altezas grano de cobre de nacimiento, de seis arrobas, azul, lacar,
ámbar, algodon, pimienta, canela, brasil infinito, estoraque, sándalos
blancos y cetrinos, lino, aloes, jengibre, incienso, mirabolanos de
toda especie, perlas finísimas y perlas bermejas, de que dice Marco
Paulo que valen más que las blancas, y esto bien puede ser allá en
algunas partidas, así como de las conchas que se pescan en Canaria
y se venden en tanto precio en la Mina de Portugal; otras infinitas
cosas he visto y hay de especería que no curo agora de decir por la
prolijidad. Todas estas son sus palabras. Cerca de lo que dice de la
canela, y aloes, y jengibre, incienso, mirabolanos, sándalos, nunca
los ví en esta isla, al ménos, no los conocí; lo que dice del lino,
debe querer decir la cabuya, que son unas pencas como las çavila, de
que se hace hilo y se puede hacer tela ó lienzo dello, pero más se
asemeja al cáñamo que al lino; hay dos maneras dello, cabuya y nequen:
la cabuya es más gruesa y áspera, y el nequen más suave y delgado;
ambos son vocablos desta isla Española. Estoraque, nunca lo olí sino en
la isla de Cuba, pero no lo vide, y esto es cierto, que en Cuba debe
haber árboles dello ó de resina que huela como ello, porque nunca lo
olíamos sino en los fuegos que hacen los indios, de la leña que queman
en sus casas, el cual es olor perfectísimo, cierto; incienso, nunca yo
supe que en estas islas se hallase. Volviendo al camino, viernes, 17
de Agosto, anduvo 37 leguas, la mar llana, á Dios nuestro señor, dice
él, sean dadas infinitas gracias. Dice, que con no hallar ya islas se
certifica, que aquella tierra de donde viene sea gran tierra firme,
ó á donde está el Paraíso terrenal, porque todos dicen, dice él, que
está en fin de Oriente, y es este, dice él. Sábado, entre dia y noche,
andaria 39 leguas. Domingo, 19 de Agosto, anduvo en el dia y la noche
33 leguas, y llegó á la tierra; y esta era una isleta chiquita que
llamó Madama Beata, y hoy comunmente la nombran la Beata; es isleta
de obra de legua y media, junto con esta isla Española, y dista deste
puerto de Sancto Domingo cerca de 50 leguas, y del puerto de Yaquino
15, que está más al Poniente. Está junto á ella otra más chiquita que
tiene una serrezuela altilla, que desde léjos parece vela, y púsole
nombre Alto Velo; creyó que la Beata era una isleta que llamó él Sancta
Catherina cuando vino por esta costa del Sur, del descubrimiento de
la isla de Cuba, y dista deste puerto de Sancto Domingo 25 leguas, y
está junto á esta isla. Pesóle de haber tanto decaido, y dice que no se
debe alguien de maravillar, porque como en las noches estaba al reparo
barloventeando, por miedo de topar algunas islas ó bajos, como hasta
entónces no estaban estos alrededores descubiertos, si habia en ellos
en qué tropezar, y así, no andaba camino, las corrientes, que por aquí
son muy grandes, que van para abajo hácia tierra firme y el Poniente,
hobieron de llevar los navíos, sin sentirse, tan abajo. Corren tanto
por allí hácia la Beata, que ha acaecido estar navío ocho meses en ella
y por ella, que no pudo venir á este puerto, y esto de tardar mucho de
allí aquí ha acaecido muy muchas veces; así que, surgió agora entre la
Beata y esta isla, que hay dos leguas de mar entremedias, lúnes, 20 de
Agosto. Envió luego las barcas á tierra á llamar indios, que por allí
estaban poblaciones, para escribir al Adelantado su venida; venidos á
medio dia, los despachó. Vinieron á la nao seis indios, en dos veces, y
uno de ellos trujo una ballesta con su cuerda, y nuez y armatostes, que
no le causó chico sobresalto, y dijo, plega á Dios que no sea de algun
muerto, y porque debian de ver desde Sancto Domingo pasar los tres
navíos hácia abajo, teniendo por cierto que era el Almirante, como cada
dia lo esperaban, saltó el Adelantado luego en una carabela y alcanzó
aquí al Almirante. Holgáronse muy mucho de verse ambos; preguntado
por el estado de la tierra, dióle cuenta como Francisco Roldan era
con 80 hombres levantado, con todo lo demas que en esta isla, despues
que salió de ella, habia pasado. Lo que con tales nuevas sentiria,
poca necesidad se ofrece de encarecerlo ni recitarlo. Partióse de
allí, miércoles, 22 de Agosto, y, finalmente, con alguna dificultad
por las muchas corrientes y las brisas que por allí son continuas y
contrarias, llegó á este puerto de Sancto Domingo, viérnes, postrero
dia de Agosto del dicho año de 1498, habiendo partido de la Isabela
para Castilla, jueves, 10 dias del mes de Marzo, año de 1496 años. Por
manera que tardó en volver á esta isla dos años y medio ménos nueve
dias.


CAPÍTULO CL.

Llegado el Almirante á este dicho puerto de Sancto Domingo, todos sus
amigos y criados salieron al desembarcadero, á esperarlo, con D. Diego,
su hermano; con su venida hobieron grande alegría y placer, puesto
que todo con gran tristeza, de partes dél y tambien dellos mezclado,
porque creyendo que venia á descansar de sus tan grandes trabajos, via
por delante cuanto para su descanso le faltaba, porque la Providencia
divina tenia ordenado, que no sólo sus angustias y fatigas no se
le acabasen, pero que de nuevo otras más duras y aflictivas, y de
mayores desconsuelos y ménos sufribles se le aparejasen. Quiso ver la
informacion y proceso que el Adelantado contra los alzados habia hecho,
y las causas de su rebelde porfía, y, no contento con ella, deliberó
de hacer otra por sí mismo; la cual yo vide y cognoscí muchos de los
testigos, y todos confirmaron que nunca habian visto ni oido que el
Adelantado hubiere hecho injuria ni mal tratamiento á Francisco Roldan,
sino siempre honra y hacer mucha cuenta dél, y lo mismo afirmaron de
los que con él se alzaron, y como, estando el Adelantado ausente en la
provincia y reino de Xaraguá, se rebelaron é hicieron los desatinos y
alborotos que arriba referimos, en los capítulos donde hablamos de su
alzamiento. Desde á pocos dias que el Almirante llegó á este puerto
y lugar, que entónces era villa y agora es ciudad, llegaron los tres
navíos y la carabela que el Adelantado habia enviado para buscarlos. El
uno dió en unos bajos y perdió el gobernario, y vino muy maltratado;
y, porque se detuvieron muchos dias por las corrientes y vientos
contrarios, perdiéronse cuasi todos los bastimentos que traian. Con
la relacion que los Capitanes trujeron de como Francisco Roldan les
habia tomado los 40 hombres, y se habia más ensoberbecido y maleado,
rescibió el Almirante doblado pesar y vídose muy atribulado; comenzó á
pensar si pudiese traerlos por bien perdonándoles su maldad, mayormente
que le dijeron algunos de los que allí estaban, que, sin alguna duda
Francisco Roldan, sabiendo que su señoría era venido, se vernia á
poner en sus manos, porque habian escrito algunas cartas á sus amigos
que fuesen intercesores, venido el Almirante, para que lo perdonase,
y que se queria meter por sus puertas como criado, y de quien habia
recibido siempre muchas honras y mercedes. En esto llega de Xaraguá
Alonso Sanchez Carvajal, y rectificó la pertinacia de Francisco Roldan,
diciendo lo que con él habia pasado. Como Francisco Roldan entendió
que ya no podia tardar en venir el Almirante, ó por ventura, luego
que supo que era venido, porque él tenia amigos en esta villa que le
avisaban de todo lo nuevo que sucedia, ó porque tenia sus espías de
indios ó de cristianos, y los indios vuelan donde quiera que están con
nuevas, acordó de se acercar con buena parte de su gente á esta villa;
y así se vino hácia la provincia del Bonao, donde hay una muy fértil
y graciosa vega muy llena y poblada de gente de indios, abundantísima
de comida y pan caçabí, donde ya estaban algunos cristianos poblados
y despues se pobló la villa del Bonao. Esta provincia dista de Sancto
Domingo 20 leguas, y de la Vega grande, digo, de la fortaleza de la
Concepcion, que está en la Vega, 10. Y porque el Almirante deseaba
por todas las vías y maneras que le fuesen posibles, quitar tan gran
escándalo y turbacion como halló en esta isla, reduciendo aquellos á
toda paz y obediencia suya, porque siempre temblaba, en la verdad,
de que los Reyes supiesen cosa de esta isla de que hobiesen pesar, y
via cada dia descrecer la estima desta su negociacion destas Indias,
que tantos sudores y angustias le habian costado, y descreciendo la
estima, como tenia tantos adversarios junto á los oidos de los Reyes,
de necesidad habian de menguar los favores y socorros reales, los
cuales menguando todo su estado se habia de deshacer; pensó comenzarlo
desta manera. Ya está dicho arriba, que el mayor deseo que reinaba en
todos los que en esta isla estaban, de nuestra nacion, era que se les
diese licencia para se ir á Castilla, y que el juramento que más se
usaba fué, «así Dios me lleve á Castilla», porque estaban por fuerza,
contra su voluntad, y no se les daba licencia, por que no quedase la
isla sola y los indios no matasen los pocos que quedaran, si alguno
quisiera de voluntad quedar con el Almirante; así que, para dar alegría
á todos los que habia en ella, y por consiguiente á los alzados con
Francisco Roldan, mandó el Almirante pregonar en 12 dias de Setiembre,
siguiente al mes de Agosto que él habia llegado, que en nombre de Sus
Altezas daba licencia á todos los que se quisiesen ir á Castilla, y
que les daria los bastimentos necesarios y navíos en que fuesen. Fué
grande alegría la que todos, chicos y grandes, recibieron en este
pueblo, y por toda la isla despues que lo supieron, mayormente que
habia en este puerto de Sancto Domingo ocho ó diez navíos, los seis que
el Almirante habia sacado consigo de Sant Lúcar y las dos carabelas
que envió primero, y otra ó otras dos que el Adelantado aquí tenia;
destos estaban cinco ya cuasi despachados y de camino para Castilla,
y dos las vergas dalto, como dicen, ó al ménos muy propincuos á la
partida, conque el Adelantado estaba para ir á proseguir lo que el
Almirante dejaba comenzado de la tierra de Paria, para descubrir toda
la tierra firme. Fué avisado el Almirante como Francisco Roldan venia
hacia la fortaleza de la Concepcion de la Vega, y hácia el Bonao,
donde tenian haciendas algunos de los de su cuadrilla. Avisó luego el
Almirante al Alcaide della, que se llamaba Miguel Ballester, persona,
como arriba me acuerdo haber dicho, muy honrada y venerable, porque
bien viejo y lleno de canas, que estuviese sobre aviso teniendo en la
fortaleza buen recaudo, y que, viniendo Francisco Roldan, de su parte
le hablase, que él habia recibido mucho enojo de que él, á quien habia
dejado en tan preeminente cargo de la justicia, que habia de tener y
poner á los demas en paz y sosiego, anduviese de la manera que andaba
con tanto escándalo, por sí, en daño y confusion de toda la isla, de
donde gran deservicio resultaba á los Reyes; pero que no embargante
todo lo acaecido, que él lo queria dar como si no hobiera pasado, y
que le rogaria que se viniese á él, que él le recibiria como á criado
que habia siempre amado como el más que todos, y todos eran dello
testigos, y que si le parecia ser necesario que le enviase seguro, que
lo escribiese él y se lo enviaria, conforme á su voluntad, firmado. El
dicho Alcaide rescibió esta carta del Almirante, y fué al Bonao y no
halló nada; tornóse á su fortaleza, y supo en la Vega como venian, uno
que se llamaba Gomez, y Riquelme, y Adriano, que eran los principales,
que cada uno traia gente, y Francisco Roldan venia por otra parte á la
Vega con los demas, todos los cuales se habian de juntar en casa de
Riquelme, que la tenia en el Bonao. Todo esto respondió el Alcaide al
Almirante, y que él haria lo que más le mandaba, venidos que fuesen; y
yo tengo en mi poder hoy, originalmente, esta respuesta ó carta.


CAPÍTULO CLI.

Porque el Almirante, ántes que se fuese á Castilla, el año de 96,
por Marzo, ó el Adelantado, despues del Almirante ido, allende los
tributos que los reyes y gentes suyas daban, ó quizá por tributos
principales (porque esto no lo pude averiguar), imponia á ciertos Reyes
y señores que tuviesen cargo de hacer las labranzas de los pueblos de
los cristianos españoles, y les sirviesen con toda su gente para su
mantenimiento y otros servicios personales, de aquí hobo orígen la
pestilencia del repartimiento y encomienda que ha devastado y consumido
todas estas Indias, como se verá, placiendo á Dios, en los libros
siguientes. Cuando estos servicios cesaban los Reyes y sus gentes de
dar, porque no los podian sufrir ó porque no los querian dar, porque se
veian privados de su libertad y puestos en dura servidumbre, allende
mil otras ordinarias vejaciones y aflicciones crueles y bestiales, é
importunos tratamientos que de los cristianos cada hora padecian, luego
los tenian por rebeldes y que se alzaban, y, por consiguiente, luego
era la guerra tras ellos; y, muertos los que en ellas con increible
inhumanidad se mataban, todos los que se podian tomar á vida se hacian
esclavos, y esta era la principal granjeria del Almirante, con que
pensaba y esperaba suplir los gastos que hacian los Reyes sustentando
la gente española acá, y ofrecia por provechos y rentas á los Reyes,
y por manera de que se aficionasen mercaderes á venir con mercadurías
y gente á vivir acá, sin que quisiesen sueldo del Rey, ni de darlo
á alguno hobiese necesidad. La segunda granjeria, decia, que era el
brasil que habia en la provincia de Yaquimo, que es en esta costa
del Sur, 80 ó pocas ménos leguas de aquí de Sancto Domingo, la costa
abajo; y de ambas á dos granjerías escribió á los Reyes, agora con
estos cinco navíos, que abajo diremos, que despachó, que de 4.000
esclavos y de otros 4.000 quintales de brasil le habian certificado
que se habrian 40 cuentos, y que fuesen 20 cuentos sería gran cosa;
y dice así en aquella carta el trasumpto, de la cual, escrito de su
misma mano, tengo en mi poder. «De acá se pueden, con el nombre de la
Santísima Trinidad, enviar todos los esclavos que se pudiesen vender,
y brasil, de los cuales, si la informacion que yo tengo es cierta,
me dicen que se podrán vender 4.000, y que, á poco valer, valdrán 20
cuentos, y 4.000 quintales de brasil, que pueden valer otro tanto, y
el gasto puede ser aquí seis cuentos; así que, á prima haz, buenos
serian 40 cuentos, si esto saliese así. Y cierto la razon que dan
á ello parece auténtica, porque en Castilla y Portugal, y Aragon y
Italia, y Sicilia, y las islas de Portugal, y Aragon y las Canarias,
gastan muchos esclavos, y creo que de Guinea ya no vengan tantos;
y que viniesen, uno destos vale por tres, segun se ve, é yo, estos
dias que fuí á las islas de Cabo Verde, de donde la gente dellas
tienen gran trato en los esclavos, y de contino envian navíos á los
rescatar, y están á la puerta, yo ví que por el más ruin demandaban
8.000 maravedís, y estos, como dije, para tener en cuenta, y aquellos
no para que se vean. Del brasil, dicen que en Castilla, Aragon, Génova
y Venecia hay grande suma, en Francia y en Flandes y en Inglaterra;
así que, destas dos cosas, segun su parecer, se pueden sacar estos
40 cuentos, sino hubiese falta de navíos que viniesen por esto, los
cuales creo, con el ayuda de Nuestro Señor, que no habrá, si una vez
se ceban en este viaje.» Y un poco más abajo dice: «así que aquí hay
estos esclavos y brasil, que parece cosa viva, y aún oro, si place á
Aquel que lo dió y lo dará cuando viere que convenga, etc.;» y más
abajo dice: «acá no falta para haber la renta que encima dije, salvo
que vengan navíos muchos para llevar estas cosas que dije, y yo creo
que presto será la gente de la mar cebados en ello, que agora los
Maestres y marineros (de los cincos navíos habia de decir), van todos
ricos y con intencion de volver luego y llevar los esclavos á 1.500
maravedís la pieza, y darles de comer, y la paga sea de los mesmos, de
los primeros dineros que dellos salieren; y bien que mueran agora, así
no será siempre desta manera, que así hacian los negros y los canarios
á la primera, y áun aventajen estos (quiere decir que los indios hacen
ventaja á los negros), que uno que escape no lo venderá su dueño por
dinero que le den, etc.» Estas son sus palabras, puesto que defectuosas
cuanto á nuestro lenguaje castellano, el cual no sabia bien, pero más
insensiblemente dichas; y cosa es de maravillar, como algunas veces
arriba he dicho, que un hombre, cierto no puedo decir sino bueno de
su naturaleza, y de buena intincion, estuviese tan ciego en cosa tan
clara; bien se me podia responder no ser maravilla que él se cegase,
pues se cegaron tantos letrados que los Reyes cabe si tenian, en no
alumbrarlo á él y reprenderle tanta ceguedad como tenia, en poner el
principal fundamento de las rentas y provechos temporales de los Reyes
y suyos, y de los españoles, y la prosperidad deste su negocio que
habia descubierto, en la cargazon de indios inocentes (mejor diria en
la sangre), malísima y detestablemente hechos esclavos como si fueran
piezas, como él los llama, ó cabezas de cabras, como las que dijimos en
el cap. 131 que habia monteses en las islas de Cabo Verde, y hinchir á
Castilla, y á Portugal, y Aragon y Italia, y Sicilia, é las islas de
Portugal y de Aragon, y las Canarias, donde dicen que gastan muchos
esclavos; hinchir, digo, tantos reinos y provincias de indios con la
dicha justicia y sanctidad hechos esclavos, y no tener escrúpulo de que
se muriesen al presente algunos (y es cierto que de cada 100, á cabo
de un año, no escapaban 10), porque así morian, dice él, los negros y
los canarios, ¿qué mayor ni más supina insensibilidad y ceguedad que
esta? Y lo bueno dello es, que dice que, con el nombre de la Sanctísima
Trinidad se podian enviar todos los esclavos que se pudiesen vender
en todos los dichos reinos; y muchas veces creí que aquesta ceguedad
y corrupcion aprendió el Almirante y se le pegó de la que tuvieron y
hoy tienen los portogueses en la negociacion, ó por verdad decir,
execrabilísima tiranía en Guinea, como arriba, hablando della, se
vido. Deste paso y de otros muchos en esta materia y granjería de
esclavos que se dél, tuve para mí por averiguado que deseaba que los
tristes inocentes indios dejasen de acudir con los tributos y servicios
personales que les imponia, ó se huyesen ó alzasen, como él y los
demas decian, y hoy dicen los españoles, ó resistiesen á él y á los
demas cristianos, como justísimamente podian y debian hacerlo, como
contra sus capitales hostes y manifiestos enemigos, por tener ocasion
de hacerlos esclavos y cargar todos los navíos dellos, y engrosar y
prosperar su granjería; y porque los letrados que estaban á par de los
Reyes, que eran obligados á no ignorar tan gran tiranía y abyeccion
y perdicion del linaje humano, habiéndose cometido á los Reyes, como
á cristianísimos, aquesta parte dél tan sin número para atraerla y
convertirla á Cristo, no alumbraron á Sus Altezas de la verdad y de
la justicia; los Reyes no se lo reprendieron, pero proveyó por otra
vía y con otra color, quitárselo de las manos al Almirante, la divina
Providencia, el negocio, porque con tan vehemente vendimia no asolase
en breve toda esta isla, sino que quedase algo para que se fuesen al
infierno muchos otros matadores destas gentes, cayendo de ojos en tan
lamentable ofendículo. He traido todo lo dicho en este capítulo para
que se suponga á lo que agora quiero decir, y lo que dijere á lo que se
dirá en el siguiente capítulo, y es: que porque cierto Cacique y gente
suya, no se si el dedicado al servicio de la fortaleza de la Vega, ó á
otra parte donde habia cristianos españoles, cesó de servir ó de traer
la comida ó tributos, ó las cosas que les eran impuestas, ó se fué á
los montes huyendo, ó no quiso más venir, luego, como el Almirante
desembarcó, que lo supo, envió gente allá, y traenle una buena presa
ó cabalgada de inocentes, para echar en estos cinco navíos, que agora
cargar de esclavos y despachar para Castilla queria, y enviarlos á no
dudosa, sino certísima, carnecería.


CAPÍTULO CLII.

Venido Francisco Roldan, y Pedro de Gamez, y Adrian de Muxica y
otras principales, al Bonao, á la casa del Riquelme, donde se habian
concertado juntar, fué luego el Alcaide Miguel Ballester á hablarles,
como el Almirante le habia escrito, el cual les habló todo lo que
convenia, ofreciéndoles de parte del Almirante todo perdon y buen
tratamiento y olvido de todos los yerros pasados, exhortándolos con
todas las razones que pudo, poniéndole convenientes é inconvenientes,
y daños y escándolos delante, y cuanto, de la reduccion y obediencia
dellos al Almirante, los Reyes serian servidos, y deservidos de lo
contrario; pero el Francisco Roldan y los demas mostraron venir de
otro propósito, diciéndole palabras, contra el Almirante, desvariadas,
y de gran soberbia obstinada; entre las cuales fueron, que no venian
á buscar paz sino guerra, y que él tenia al Almirante y á todo su
estado en el puño para sostenerle ó deshacerle, que ninguno le hablase
en cosa que tocase á hacer concierto y partido, hasta tanto que el
Almirante le enviase la cabalgada que habia hecho llevar de indios
presos por esclavos, porque él los tenia, so su mamparo y palabra,
asegurados, y á él pertenecia el librarlos de quien tanto agravio les
hacia injustamente; por eso, que luego se los enviasen, sino que haria
y conteceria. Bien hay que notar aquí, como se dijo arriba en el cap.
117, que si este Francisco Roldan y los que con él andaban robando
los indios, y destruyendo por su parte toda la isla, se movieran
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