Verdadera historia de los sucesos de la conquista de la Nueva-España (2 de 3) - 02

Total number of words is 5218
Total number of unique words is 1061
42.0 of words are in the 2000 most common words
54.4 of words are in the 5000 most common words
60.9 of words are in the 8000 most common words
Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
real de Narvaez; é lo que se concertó ántes que fuésemos sobre el
Narvaez diré adelante.


CAPÍTULO CXVI.
CÓMO ACORDÓ CORTÉS CON TODOS NUESTROS CAPITANES Y SOLDADOS QUE
TORNÁSEMOS Á ENVIAR AL REAL DE NARVAEZ AL FRAILE DE LA MERCED, QUE
ERA MUY SAGAZ Y DE BUENOS MEDIOS, Y QUE SE HICIESE MUY SERVIDOR DEL
NARVAEZ, É QUE SE MOSTRASE FAVORABLE Á SU PARTE MAS QUE NO Á LA DE
CORTÉS, É QUE SECRETAMENTE CONVOCASE AL ARTILLERO QUE SE DECIA RODRIGO
MARTIN É Á OTRO ARTILLERO QUE SE DECIA USAGRE, É QUE HABLASE CON ANDRÉS
DE DUERO PARA QUE VINIESE Á VERSE CON CORTÉS; É QUE OTRA CARTA QUE
ESCRIBIÉSEMOS AL NARVAEZ QUE MIRASE QUE SE LA DIESE EN SUS MANOS, É LO
QUE EN TAL CASO CONVENIA, É QUE TUVIESE MUCHA ADVERTENCIA, Y PARA ESTO
LLEVÓ MUCHA CANTIDAD DE TEJUELOS É CADENAS DE ORO PARA REPARTIR.

Pues como ya estábamos en el pueblo todos juntos, acordamos que con
el padre de la Merced se escribiese otra carta al Narvaez, que decian
en ella así, ó otras palabras formales como estas que diré, despues
de puesto su acato con gran cortesía: que nos habiamos holgado de
su venida, é creiamos que con su generosa persona hariamos gran
servicio á Dios Nuestro Señor y á su majestad, é que no nos ha querido
responder cosa ninguna, ántes nos llama de traidores, siendo muy leales
servidores del Rey; é ha revuelto toda la tierra con las palabras
que envió á decir á Montezuma; é que le envió Cortés á pedir por
merced que escogiese la provincia en cualquiera parte que él quisiese
quedar con la gente que tiene, ó fuese adelante, é que nosotros
iriamos á otras tierras é hariamos lo que á buenos servidores de su
majestad somos obligados.
É que le hemos pedido por merced que si trae provisiones de su majestad
que envie los originales para ver y entender si vienen con la Real
firma y ver lo que en ellas se contiene, para que luego que lo veamos,
los pechos por tierra para obedecerla; é que no ha querido hacer lo
uno ni lo otro, sino tratarnos mal de palabra y revolver la tierra;
que le pedimos y requerimos de parte de Dios y del Rey nuestro señor
que dentro en tres dias envie á notificar los despachos que trae con
escribano de su majestad, é que cumpliremos como mandado del Rey
nuestro señor todo lo que en las reales provisiones mandare; que para
aquel efeto nos hemos venido á aquel pueblo de Panguenezquita, por
estar más cerca de su Real; é que si no trae las provisiones y se
quisiere volver á Cuba, que se vuelva y no alborote más la tierra, con
protestacion que si otra cosa hace, que iremos contra él á le prender
y enviallo preso á nuestro Rey y señor, pues sin su Real licencia
nos viene á dar guerra é desasosegar todas las ciudades; é que todos
los males é muertes y fuegos y menoscabos que sobre esto acaecieren,
que sea á su cargo, y no al nuestro; y esto se escribe ahora por
carta misiva, porque no osa ningun escribano de su majestad írselo á
notificar, por temor no le acaezca tan gran desacato como el que se
tuvo con un oidor de su majestad, y que ¿dónde se vió tal atrevimiento
de le enviar preso?
Y que allende de lo que dicho tiene, por lo que es obligado á la honra
y justicia de nuestro Rey, que le conviene castigar aquel gran desacato
y delito, como capitan general y justicia mayor que es de aquesta
Nueva-España, le cita y emplaza para ello, y se lo demandará usando de
justicia, pues es crímen _læsæ majestatis_ lo que ha tentado, é que
hace á Dios testigo de lo que ahora dice; y tambien le enviamos á decir
que luego volviese al cacique gordo las mantas y ropa y joyas de oro
que le habian tomado por fuerza, y ansimismo las hijas de señores que
nos habian dado sus padres, y mandase á sus soldados que no robasen á
los indios de aquel pueblo ni de otros.
Y despues de puesta su cortesía y firmada de Cortés y de nuestros
capitanes y algunos soldados, iba allí mi firma; y entónces se fué
con el mismo Padre fray Bartolomé de Olmedo un soldado que se decia
Bartolomé de Usagre, porque era hermano del artillero Usagre, que tenia
cargo del artillería de Narvaez; y llegados nuestro religioso y el
Usagre á Cempoal, adonde estaba el Narvaez, diré lo que dice que pasó.


CAPÍTULO CXVII.
CÓMO EL PADRE FRAY BARTOLOMÉ DE OLMEDO, DE LA ÓRDEN DE NUESTRA SEÑORA
DE LA MERCED, FUÉ Á CEMPOAL, ADONDE ESTABA EL NARVAEZ É TODOS SUS
CAPITANES, Y LO QUE PASÓ CON ELLOS, Y LES DIÓ LA CARTA.

Como el Padre fray Bartolomé de Olmedo, de la órden de la Merced, llegó
al real de Narvaez, sin más gastar yo palabras en tornallo á recitar,
hizo lo que Cortés le mandó, que fué convocar á ciertos caballeros de
los de Narvaez y al artillero Rodrigo Mino, que así se llamaba, é al
Usagre, que tenia tambien cargo de los tiros; y para mejor le atraer,
fué un su hermano del Usagre con tejuelos de oro, que dió de secreto
al hermano; y asimismo el padre fray Bartolomé de Olmedo repartió todo
el oro que Cortés le mandó, y habló al Andrés de Duero que luego se
viniese á nuestro real con Cortés; y demás desto, ya el fraile habia
ido á ver y hablar al Narvaez y hacérsele muy gran servidor; y andando
en estos pasos, tuvieron gran sospecha de lo en que andaba nuestro
fraile, é aconsejaban al Narvaez que luego le prendiese, é así lo
querian hacer.
Y como lo supo Andrés de Duero, que era secretario del Diego Velazquez,
y era de Tudela de Duero, y se tenian por deudos, el Narvaez y él,
porque el Narvaez tambien era de tierra de Valladolid ó del mismo
Valladolid, y en toda la armada era muy estimado é preeminente, el
Andrés de Duero fué al Narvaez y le dijo que le habian dicho que queria
prender al padre fray Bartolomé de Olmedo, mensajero y embajador de
Cortés; que mirase que ya que hubiese sospecha que el fraile hablaba
algunas cosas en favor de Cortés, que no es bien prendelle, pues que
claramente se ha visto cuánta honra é dádivas da Cortés á todos los
suyos del Narvaez que hallaban; é que fray Bartolomé de Olmedo ha
hablado con él despues que allí ha venido, é lo que siente dél es que
desea que él y otros caballeros del real de Cortés le vengan á recibir,
é que todos fuesen amigos; y que mire cuánto bien dice Cortés á los
mensajeros que envia; que no le sale por la boca á él ni á cuantos
están con él, sino el señor capitan Narvaez, é que seria poquedad
prender á un religioso; que otro hombre que vino con él, que es
hermano de Usagre el artillero, que le viene á ver; que convide á fray
Bartolomé de Olmedo á comer, y le saque del pecho la voluntad que todos
los de Cortés tienen.
Y con aquellas palabras, y otras sabrosas que le dijo, amansó al
Narvaez. Y luego desque esto pasó, se despidió Andrés de Duero del
Narvaez, y secretamente habló al Padre lo que habia pasado; y luego
el Narvaez envió á llamar á fray Bartolomé de Olmedo, y como vino,
le hizo mucho acato, y medio riendo (que era el Fraile muy cuerdo y
sagaz) le suplicó que se apartase en secreto, y el Narvaez se fué con
él paseando á un patio, y el Fraile le dijo:
—«Bien entendido tengo que vuestra merced me queria mandar prender;
pues hágole saber, Señor, que no tiene mejor ni mayor servidor en su
real que yo, y tengo por cierto que muchos caballeros y capitanes
de los de Cortés le querrian ya ver en las manos de vuestra merced;
y ansí, creo que vendremos todos; y para más le atraer á que se
desconcierte, le han hecho escribir una carta de desvaríos, firmada
de los soldados, que me dieron que diese á vuestra merced, que no la
he querido mostrar hasta agora, que vine á pláticas, que en un rio la
quise echar por las necedades que en ella trae; y esto hacen todos sus
capitanes y soldados de Cortés por verlo ya desconcertar.»
Y el Narvaez dijo que se la diese, y el Padre fray Bartolomé de
Olmedo le dijo que la dejó en su posada é que iria por ella; é ansí,
se despidió para ir por la carta; y entre tanto vino al aposento de
Narvaez el bravoso Salvatierra; y de presto el Padre fray Bartolomé de
Olmedo llamó á Duero que fuese luego en casa del Narvaez para ver dalle
la carta, que bien sabia ya el Duero della, y aun otros capitanes de
Narvaez que se habian mostrado por Cortés; porque el fraile consigo la
traia, sino porque tuviesen juntos muchos de los de aquel Real y le
oyesen.
É luego como vino el Padre fray Bartolomé de Olmedo con la carta, se la
dió al mismo Narvaez, y dijo:
—«No se maraville vuestra merced con ella, que ya Cortés andaba
desvariando; y sé cierto que si vuestra merced le habla con amor, que
luego se le dará él y todos los que consigo trae.»
Dejémonos de razones de fray Bartolomé, que las tenia muy buenas, y
digamos que le dijeron á Narvaez los soldados y capitanes que leyese
la carta, y cuando la oyeron, dice que hacian bramuras el Narvaez y
el Salvatierra, y los demás se reian, como haciendo burla della; y
entónces dijo el Andrés de Duero:
—«Ahora yo no sé cómo sea esto; yo no lo entiendo; porque este
religioso me ha dicho que Cortés y todos se le darán á vuestra merced,
y ¡escribir ahora estos desvaríos!»
Y luego de buena tinta tambien le ayudó á la plática al Duero un
Agustin Bermudez, que era capitan é alguacil mayor del real de Narvaez,
é dijo:
—«Ciertamente, tambien he sabido del Padre Fray Bartolomé de Olmedo
muy en secreto que como enviase buenos terceros, que el mismo Cortés
vernia á verse con vuestra merced para que se diese con sus soldados; y
será bien que envie á su Real, pues no está muy léjos, al señor veedor
Salvatierra é al señor Andrés de Duero, é yo iré con ellos.»
Y esto dijo adrede por ver qué diria el Salvatierra. Y respondió el
Salvatierra que estaba mal dispuesto é que no iria á ver un traidor; y
el padre fray Bartolomé de Olmedo le dijo:
—«Señor veedor, bueno es tener templanza, pues está cierto que le
ternéis preso ántes de muchos dias.»
Pues concertada la partida del Andrés de Duero, parece ser muy en
secreto trató el Narvaez con el mismo Duero y con tres capitanes que
tuviesen modo con el Cortés como se viesen en unas estancias é casas de
indios que estaban entre el real de Narvaez y el nuestro, é que allí
se darian conciertos donde habiamos de ir con Cortés á poblar y partir
términos, y en las vistas le prenderia; y para ello tenia ya hablado
el Narvaez á veinte soldados de sus amigos; lo cual luego supo fray
Bartolomé del Narvaez é del Andrés de Duero, y avisaron á Cortés de
todo.
Dejemos al fraile en el real de Narvaez, que ya se habia hecho muy
amigo y pariente del Salvatierra, siendo el fraile de Olmedo y el
Salvatierra de Búrgos, y comia con él cada dia.
É digamos de Andrés de Duero, que quedaba apercibiéndose para ir á
nuestro real y llevar consigo á Bartolomé de Usagre, nuestro soldado,
porque el Narvaez no alcanzase á saber dél lo que pasaba; y diré lo que
en nuestro real hicimos.


CAPÍTULO CXVIII.
CÓMO EN NUESTRO REAL HICIMOS ALARDE DE LOS SOLDADOS QUE ÉRAMOS, Y CÓMO
TRAJERON DUCIENTAS Y CINCUENTA PICAS MUY LARGAS, CON UNOS HIERROS DE
COBRE CADA UNA, QUE CORTÉS HABIA MANDADO HACER EN UNOS PUEBLOS QUE SE
DICEN LOS CHICHINATECAS, Y NOS IMPONÍAMOS CÓMO HABIAMOS DE JUGAR DELLAS
PARA DERROCAR LA GENTE DE Á CABALLO QUE TENIA NARVAEZ, Y OTRAS COSAS
QUE EN EL REAL PASARON.

Volvamos á decir algo atrás de lo dicho, y lo que más pasó.
Así como Cortés tuvo noticia del armada que traia Narvaez, luego
despachó un soldado que habia estado en Italia, bien diestro de todas
armas, y más de jugar una pica, y le envió á una provincia que se
dice los chichinatecas, junto adonde estaban nuestros soldados los
que fueron á buscar minas; porque aquellos de aquella provincia eran
muy enemigos de los mejicanos é pocos dias habia que tomaron nuestra
amistad, é usaban por armas muy grandes lanzas, mayores que las
nuestras de Castilla, con dos brazas de pedernal é navajas; y envióles
á rogar que luego le trajesen á do quiera que estuviesen trecientas
dellas, é que les quitasen las navajas, é que pues tenian mucho cobre,
que les hiciesen á cada una dos hierros, y llevó el soldado la manera
cómo habian de ser los hierros; y como llegó, de presto buscaron
las lanzas é hicieron los hierros; porque en toda la provincia á
aquella sazon habia cuatro ó cinco pueblos, sin muchas estancias,
y las recogieron, é hicieron los hierros muy más perfectamente que
se los enviamos á mandar; y tambien mandó á nuestro soldado, que se
decia Tovilla, que les demandase dos mil hombres de guerra, é que
para el dia de Pascua del Espíritu Santo viniese con ellos al pueblo
de Panguenequita, que ansí se decia, ó que preguntase en qué parte
estábamos, é que todos dos mil hombres trajesen lanzas; por manera
que el soldado se los demandó, é los caciques dijeron que ellos
venian con la gente de guerra; y el soldado se vino luego con obra de
ducientos indios, que trajeron las lanzas, y con los demás indios de
guerra quedó para venir con ellos otro soldado de los nuestros, que se
decia Barrientos; y este Barrientos estaba en la estancia y minas que
descubrian, ya otra vez por mí nombradas, y allí se concertó que habia
de venir de la manera que está dicho á nuestro real; porque seria de
andadura diez ó doce leguas de lo uno á lo otro.
Pues venido el nuestro soldado Tovilla con las lanzas, eran muy
extremadas de buenas; y así, se daba órden y nos imponia el soldado é
nos mostraba á jugar con ellas, y cómo nos habiamos de haber con los
de á caballo, é ya teniamos hecho nuestro alarde y copia y memoria
de todos los soldados y capitanes de nuestro ejército, y hallamos
ducientos y seis, contados atambor é pífaro, sin el fraile, y con
cinco de á caballo y dos artilleros y pocos ballesteros y ménos
escopeteros; y á lo que tuvimos ojo, para pelear con Narvaez, eran las
picas, y fueron muy buenas, como adelante verán; y dejemos de platicar
más en el alarde y lanzas, diré cómo llegó Andrés de Duero, que envió
Narvaez á nuestro real, é trujo consigo á nuestro soldado Usagre y dos
indios naborías de Cuba, y lo que dijeron y concertaron Cortés y Duero,
segun despues alcanzamos á saber.


CAPÍTULO CXIX.
CÓMO VINO ANDRÉS DE DUERO Á NUESTRO REAL Y EL SOLDADO USAGRE Y DOS
INDIOS DE CUBA, NABORÍAS DEL DUERO, Y QUIÉN ERA EL DUERO Y Á LO QUE
VENIA, Y LO QUE TUVIMOS POR CIERTO Y LO QUE SE CONCERTÓ.

Y es desta manera, que tengo de volver muy atrás á recitar lo pasado.
Ya he dicho en los capítulos más adelante destos que cuando estábamos
en Santiago de Cuba, que se concertó Cortés con Andrés de Duero y con
un contador del Rey, que se decia Amador de Lares, que eran grandes
amigos del Diego Velazquez, y el Duero era su secretario, que tratase
con el Diego Velazquez que le hiciesen á Cortés capitan general para
venir en aquella armada, y que partiria con ellos todo el oro y plata y
joyas que le cupiese de su parte de Cortés; y como el Andrés de Duero
vió en aquel instante á Cortés, su compañero, tan rico y poderoso, y
so color que venia á poner paces y á favorecer á Narvaez, y en lo que
entendió era á demandar la parte de la compañía, porque ya el otro
su compañero Amador de Lares era fallecido; y como Cortés era sagaz
y manso, no solamente le prometió de dalle gran tesoro, sino que
tambien le daria mando en toda la armada, ni más ni ménos que su propia
persona, y que, despues de conquistada la Nueva-España, le daria otros
tantos pueblos como á él, con tal que tuviese concierto con Agustin
Bermudez, que era alguacil mayor del real de Narvaez, y con otros
caballeros que aquí no nombro, que estaban convocados para que en todo
caso fuesen en desviar al Narvaez para que no saliese con la vida é
con honra y le desbaratase; y como á Narvaez tuviese muerto ó preso, y
deshecha su armada, que ellos quedarian por señores y partirian el oro
y pueblos de la Nueva-España; y para más le atraer y convocar á lo que
dicho tengo, le cargó de oro sus dos indios de Cuba; y segun pareció,
el Duero se lo prometió, y aun ya se lo habia prometido el Agustin
Bermudez por firmas y cartas; y tambien envió Cortés al Bermudez y á un
clérigo que se decia Juan de Leon, y al clérigo Guevara, que fué el
que primero envió Narvaez, y otros sus amigos, muchos tejuelos y joyas
de oro, y les escribió lo que le pareció que le convenia, para que en
todo le ayudasen; y estuvo el Andrés de Duero en nuestro real el dia
que llegó hasta otro dia despues de comer, que era dia de pascua de
Espíritu Santo, y comió con Cortés y estuvo hablando con él en secreto
buen rato; y cuando hubieron comido se despidió el Duero de todos
nosotros, así capitanes como soldados, y luego fué á caballo otra vez
adonde Cortés estaba, y dijo:
—«¿Qué manda vuestra merced? Que me quiero ir.»
Y respondióle:
—«Que vaya con Dios, y mire, señor Andrés de Duero, que haya buen
concierto de lo que tenemos platicado; si no, en mi conciencia (que así
juraba Cortés), que ántes de tres dias con todos mis compañeros seré
allá en vuestro real, y al primero que le eche lanza será á vuestra
merced si otra cosa siento al contrario de lo que tenemos hablado.»
Y el Duero se rió, y dijo:
—«No faltaré en cosa que sea contrario de servir á vuestra merced.»
Y luego se fué, y llegado á su real, diz que dijo al Narvaez que Cortés
y todos los que estábamos con él sentia estar de buena voluntad para
pasarnos con el mismo Narvaez.
Dejemos de hablar deso del Duero, y diré cómo Cortés luego mandó llamar
á un nuestro capitan que se dice Juan Velazquez de Leon, persona
de mucha cuenta y amigo de Cortés, y era pariente muy cercano del
gobernador de Cuba Diego Velazquez; y á lo que siempre tuvimos creido,
tambien le tenia Cortés convocado y atraido á sí con grandes dádivas
y ofrecimientos que le daria mando en la Nueva-España y le haria su
igual; porque el Juan Velazquez siempre se mostró muy gran servidor y
verdadero amigo, como adelante verán.
Y cuando hubo venido delante de Cortés y hecho su acato, le dijo:
—«¿Qué manda vuestra merced?»
Y Cortés, como hablaba algunas veces muy meloso y con la risa en la
boca, le dijo medio riendo:
—«Á lo que, señor Juan Velazquez, le hice llamar es, que me dijo Andrés
de Duero que dice Narvaez, y en todo su real hay fama, que si vuestra
merced va allá, que luego yo soy deshecho y desbaratado, porque creen
que se ha de hacer con Narvaez; y á esta causa he acordado que por mi
vida, si bien me quiere, que luego se vaya en su buena yegua rucia, y
que lleve todo su oro y la fanfarrona (que era muy pesada cadena de
oro), y otras cositas que yo le daré, que dé allá por mí á quien yo le
dijere; y su fanfarrona de oro, que pesa mucho, llevará al hombro, y
otra cadena que pesa más que ella llevará con dos vueltas, y allá verá
qué le quiere Narvaez; y en viniendo que se venga, luego irán allá el
Sr. Diego de Ordás, que le desean ver en su real, como mayordomo que
era del Diego Velazquez.»
Y el Juan Velazquez respondió que él haria lo que su merced mandaba,
mas que su oro ni cadenas que no las llevaria consigo, salvo lo que
le diese para dar á quien mandase; porque donde su persona estuviere,
es para le siempre servir, más que cuanto oro ni piedras de diamantes
puede haber.
—«Ansí lo tengo yo creido, dijo Cortés, y con esta confianza, señor, le
envio; mas si no lleva todo su oro y joyas, como le mando, no quiero
que vaya allá.»
Y el Juan Velazquez respondió:
—«Hágase lo que vuestra merced mandare.»
Y no quiso llevar las joyas, y Cortés allí le habló secretamente, y
luego se partió, y llevó en su compañía á un mozo de espuelas de Cortés
para que le sirviese, que se decia Juan del Rio.
Y dejemos desta partida de Juan Velazquez, que dijeron que lo envió
Cortés por descuidar á Narvaez, y volvamos á decir lo que en nuestro
real pasó: que dende á dos horas que se partió el Juan Velazquez,
mandó Cortés tocar el atambor á Canillas, que ansí se llamaba nuestro
atambor, y á Benito de Veguer, nuestro pífaro, que tocase su tamborino,
y mandó á Gonzalo de Sandoval, que era capitan y alguacil mayor, que
llamase á todos los soldados, y comenzásemos á marchar luego á paso
largo camino de Cempoal; é yendo por nuestro camino se mataron dos
puercos de la tierra, que tienen el ombligo en el espinazo, y dijimos
muchos soldados que era señal de vitoria; y dormimos en un repecho
cerca de un riachuelo, y sendas piedras por almohadas, como lo teniamos
por costumbre, y nuestros corredores del campo adelante, y espías y
rondas; y cuando amaneció, caminamos por nuestro camino derecho, y
fuimos á hora de medio dia á un rio, adonde está ahora poblada la villa
rica de la Veracruz, donde desembarcan las barcas con mercaderías que
vienen de Castilla; porque en aquel tiempo estaban pobladas junto al
rio unas casas de indios y arboledas; y como en aquella tierra hace
grandísimo sol, reposamos allí, como dicho tengo, porque traiamos
nuestras armas y picas.
Y dejemos ahora de más caminar, y digamos lo que al Juan Velazquez de
Leon le avino con Narvaez y con un su capitan que tambien se decia
Diego Velazquez, sobrino del Velazquez, gobernador de Cuba.


CAPÍTULO CXX.
CÓMO LLEGÓ JUAN VELAZQUEZ DE LEON Y EL MOZO DE ESPUELAS QUE SE DECIA
JUAN DEL RIO AL REAL DE NARVAEZ, Y LO QUE EN ÉL PASÓ.

Ya he dicho cómo envió Cortés al Juan Velazquez de Leon y al mozo de
espuelas para que le acompañase á Cempoal, y á ver lo que Narvaez
queria, que tanto deseo tenia de tenello en su compañía; por manera que
ansí como partieron de nuestro real se dió tanta prisa en el camino, y
fué amanecer á Cempoal, y se fué á apear el Juan Velazquez en casa del
cacique gordo, porque el Juan del Rio no tenia caballo, y desde allí se
van á pié á la posada de Narvaez.
Pues como los indios de Cempoal le conocieron, holgaron de le ver y
hablar, y decian á voces á unos soldados de Narvaez que allí posaban en
casa del cacique gordo, que aquel era Juan Velazquez de Leon, capitan
de Malinche; y ansí como lo oyeron los soldados, fueron corriendo á
demandar albricias á Narvaez cómo habia venido Juan Velazquez de Leon,
y ántes que el Juan Velazquez llegase á la posada del Narvaez, que
ya le iba á le hablar, como de repente supo el Narvaez su venida, le
salió á recebir á la calle, acompañado de ciertos soldados, donde se
encontraron el Juan Velazquez y el Narvaez, y se hicieron muy grandes
acatos, y el Narvaez abrazó al Juan Velazquez, y le mandó sentar en
una silla, que luego trajeron sillas cerca de sí, y le dijo que por
qué no se fué á apear á su posada; y mandó á sus criados que le fuesen
luego por el caballo y fardaje, si le llevaba, porque en su casa y
caballeriza y posada estaria; y Juan Velazquez dijo que luego se queria
volver, que no venia sino á besalle las manos, y á todos los caballeros
de su real, y para ver si podia dar concierto que su merced y Cortés
tuviesen paz y amistad.
Entónces dicen que el Narvaez apartó al Juan Velazquez, y le comenzó
á decir airado cómo que tales palabras le habia de decir de tener
amistad ni paz con un traidor que se alzó á su primo Diego Velazquez
con la armada.
Y el Juan Velazquez respondió que Cortés no era traidor, sino buen
servidor de su majestad, y que ocurrir á nuestro Rey y señor, como
envió é ocurrió, no se le ha de atribuir á traicion, y que le suplica
que delante dél no se diga tal palabra.
Y entónces el Narvaez le comenzó á hacer grandes prometimientos que
se quedase con él, y que concierte con los de Cortés que se le dén y
vengan luego á se meter en su obediencia, prometiéndole con juramento
que seria en todo su real el más preeminente capitan, y en el mando
segunda persona; y el Juan Velazquez respondió que mayor traicion haria
él en dejar al capitan que tiene jurado en la guerra y desamparallo,
conociendo que todo lo que ha hecho en la Nueva-España es en servicio
de Dios nuestro Señor y de su majestad; que no dejará de acudir á
Cortés, como acudia nuestro Rey y señor, y que le suplica que no hable
más en ello.
En aquella sazon habian venido á ver á Juan Velazquez todos los más
principales capitanes del real de Narvaez, y le abrazaban con gran
cortesía, porque el Juan Velazquez era muy de palacio y de buen cuerpo,
membrudo, y de buena presencia y rostro y la barba muy bien puesta,
y llevaba una cadena muy grande de oro echada al hombro, que le daba
vueltas debajo el brazo, y parecíale muy bien, como bravoso y buen
capitan.
Dejemos deste buen parecer de Juan Velazquez y cómo le estaban mirando
todos los capitanes de Narvaez, y aun nuestro Padre fray Bartolomé
de Olmedo tambien le vino á ver y en secreto hablar, y ansimismo el
Andrés de Duero y el alguacil mayor Bermudez, y parece ser que en aquel
instante ciertos capitanes de Narvaez, que se decian Gamarra y un Juan
Yuste, y un Juan Bono de Quejo, vizcaino, y Salvatierra el bravoso,
aconsejaron al Narvaez que luego prendiese al Juan Velazquez, porque
les pareció que hablaba muy sueltamente en favor de Cortés; é ya que
habia mandado el Narvaez secretamente á sus capitanes y alguaciles que
le echasen preso, súpolo Agustin Bermudez y el Andrés de Duero, y el
Padre fray Bartolomé de Olmedo y un Clérigo que se decia Juan de Leon,
y otras personas que se habian dado por amigos de Cortés, y dicen al
Narvaez que se maravillan de su merced querer mandar prender al Juan
Velazquez de Leon, que ¿qué puede hacer Cortés contra él, aunque tenga
en su compañía otros cien Juan Velazquez? Y que mire la honra y acatos
que hace Cortés á todos los que de su real han ido, que les sale á
recebir y á todos les da oro y joyas, y vienen cargados como abejas á
las colmenas, y de otras cosas de mantas y mosqueadores, y que á Andrés
de Duero y al Clérigo Guevara, y á Amaya y á Vergara el escribano, y á
Alonso de Mata y otros que han ido á su real, bien los pudiera prender
y no lo hizo; ántes, como dicho tienen, les hace mucha honra, y que
será mejor que le torne á hablar al Juan Velazquez con mucha cortesía,
y le convide á comer para otro dia; por manera que al Narvaez le
pareció bien el consejo, y luego le tornó á hablar con palabras muy
amorosas para que fuese tercero en que Cortés se le diese con todos
nosotros, y le convidó para otro dia á comer; y el Juan Velazquez
respondió que él haria lo que pudiese en aquel caso; mas que tenia á
Cortés por muy porfiado y cabezudo en aquel negocio, y que seria mejor
que partiesen las provincias, y que escogiese la tierra que más su
merced quisiese; y esto decia el Juan Velazquez por le amansar; y entre
aquellas pláticas llegóse al oido de Narvaez el padre fray Bartolomé de
Olmedo, y le dijo, como su privado y consejero que ya le habia hecho:
—«Mande vuestra merced hacer alarde de toda su artillería y caballos y
escopeteros y ballesteros y soldados, para que lo vea el Juan Velazquez
de Leon y el mozo de espuelas Juan del Rio, para que Cortés tema
vuestro poder é gente, y se venga á vuestra merced aunque le pese.»
Y esto lo dijo fray Bartolomé de Olmedo como por via de su muy gran
servidor y amigo, y por hacelle que trabajasen todos los de á caballo y
soldados en su real.
Por manera que por dicho de nuestro fraile hizo hacer alarde delante
el Juan Velazquez de Leon y el Juan del Rio, estando presente nuestro
religioso; y cuando fué acabado de hacer dijo el Juan Velazquez al
Narvaez:
—«Gran pujanza trae vuestra merced; Dios se lo acreciente.»
Entónces dijo el Narvaez:
—«Ahí verá vuestra merced que si quisiera haber ido contra Cortés le
hubiera traido preso, y á cuantos estais con él.»
Entónces respondió el Juan Velazquez y dijo:
—«Téngale vuestra merced por tal, y á los soldados que con él estamos,
que sabremos muy bien defender nuestras personas.»
Y ansí cesaron las pláticas; y otro dia llevóle convidado á comer al
Juan Velazquez, como dicho tengo, y comia con el Narvaez un sobrino
del Diego Velazquez, gobernador de Cuba, que tambien era su capitan; y
estando comiendo, tratóse plática de cómo Cortés no se daba al Narvaez,
y de la carta y requirimientos que le enviamos, y de unas palabras en
otras, desmandóse el sobrino de Diego Velazquez, que tambien se decia
Diego Velazquez como el tio, y dijo que Cortés y todos los que con él
estábamos éramos traidores, pues no se venian á someter al Narvaez; y
el Juan Velazquez cuando lo oyó se levantó en pié de la silla en que
You have read 1 text from Spanish literature.
Next - Verdadera historia de los sucesos de la conquista de la Nueva-España (2 de 3) - 03