Verdadera historia de los sucesos de la conquista de la Nueva-España (2 de 3) - 08

Total number of words is 5131
Total number of unique words is 1020
42.0 of words are in the 2000 most common words
55.9 of words are in the 5000 most common words
62.2 of words are in the 8000 most common words
Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
comida y lo que hubieren menester, que para sólo aquello estaba
señalado aquel pueblo, y tantas palabras les dicen, que en el batel y
en otros que luego allí venian de los otros navíos que estaban surtos
les sacaron en tierra, y cuando los vieron fuera del navío, y tenian
copia de marineros junto con el almirante Pedro Caballero, dijeron al
Pedro Barba:
—«Sed preso por el señor capitan Cortés, mi señor.»
Y ansí los prendieron, y quedaban espantados, y luego les sacaban del
navío las velas y timon y agujas, y los enviaban adonde estábamos con
Cortés en Tepeaca; por los cuales habiamos gran placer, con el socorro
que venia en el mejor tiempo que podia ser; porque en aquellas entradas
que he dicho que haciamos, no eran tan en salvo, que muchos de nuestros
soldados no quedábamos heridos, y otros adolescian del trabajo; porque,
de sangre y polvo que estaba cuajado en las entrañas, no echábamos
otra cosa del cuerpo y por la boca, como traiamos siempre las armas á
cuestas y no parar noches ni dias; por manera que ya se habian muerto
cinco de nuestros soldados de dolor de costado en obra de quince dias.
Tambien quiero decir que con este Pedro Barba vino un Francisco Lopez,
vecino y regidor que fué de Guatimala, y Cortés hacia mucha honra al
Pedro Barba, y le hizo capitan de ballesteros, y dió nuevas que estaba
otro navío chico en Cuba, que le queria enviar el Diego Velazquez con
cazabi y bastimentos; el cual vino dende á ocho dias, y venia en él por
capitan un hidalgo natural de Medina del Campo, que se decia Rodrigo
Morejon de Lobera, y traia consigo ocho soldados y seis ballestas
y mucho hilo para cuerdas, é una yegua; ni más ni ménos que habian
prendido al Pedro Barba, ansí hicieron á este Rodrigo de Morejon, y
luego fueron á Segura de la Frontera, y con todos ellos nos alegramos,
y Cortés les hacia mucha honra y les daba cargos; y gracias á Dios, ya
nos íbamos fortaleciendo con soldados y ballestas y dos ó tres caballos
más.
Y dejallo he aquí, y volveré á decir lo que en Guacachula hacian los
ejércitos mejicanos que estaban en frontera, y cómo los caciques de
aquel pueblo vinieron secretamente á demandar favor á Cortés para
echallos de allí.


CAPÍTULO CXXXII.
CÓMO LOS DE GUACACHULA VINIERON Á DEMANDAR FAVOR Á CORTÉS SOBRE QUE LOS
EJÉRCITOS MEJICANOS LOS TRATABAN MAL Y LOS ROBABAN, Y LO QUE SOBRE ELLO
SE HIZO.

Ya he dicho que Guatemuz, señor que nuevamente era alzado por Rey de
Méjico, enviaba grandes guarniciones á sus fronteras; especial envió
una muy poderosa y de mucha copia de guerreros á Guacachula, y otra á
Ozucar, que estaba dos ó tres leguas de Guacachula; porque bien temió
que por allí le habiamos de correr las tierras y pueblos sujetos á
Méjico; y parece ser que, como envió tanta multitud de guerreros y
como tenian nuevo señor, hacian muchos robos y fuerzas á los naturales
de aquellos pueblos adonde estaban aposentados, y tantas, que no les
podian sufrir los de aquella provincia, porque decian que les robaban
las mantas y maíz y gallinas y joyas de oro, y sobre todo, las hijas y
mujeres si eran hermosas, y que las forzaban delante de sus maridos y
padres y parientes.
Como oyeron decir que los del pueblo de Cholula estaban todos muy de
paz y sosegados despues que los mejicanos no estaban en él, y agora
ansimesmo en lo de Tepeaca y Tecamachalco y Cochula, á esta causa
vinieron cuatro principales muy secretamente de aquel pueblo, por mí
otras veces nombrado, y dicen á Cortés que envie teules y caballos á
quitar aquellos robos y agravios que les hacian los mejicanos, é que
todos los de aquel pueblo y otros comarcanos nos ayudarian para que
matásemos á los escuadrones mejicanos; y de que Cortés lo oyó, luego
propuso que fuese por capitan Cristóbal de Olí con todos los más de á
caballo y ballesteros y con gran copia de tlascaltecas; porque con la
ganancia que los de Tlascala habian llevado de Tepeaca, habian venido
á nuestro real é villa muchos más tlascaltecas; y nombró Cortés para
ir con el Cristóbal de Olí á ciertos capitanes de los que habian venido
con Narvaez; por manera que llevaba en su compañía sobre trecientos
soldados y todos los mejores caballos que teniamos.
É yendo que iba con todos sus compañeros camino de aquella provincia,
pareció ser que en el camino dijeron ciertos indios á los de Narvaez
cómo estaban todos los campos y casas llenas de gente de guerra de
mejicanos, mucho más que los de Obtumba, y que estaba allí con ellos el
Guatemuz, señor de Méjico; y tantas cosas dicen que les dijeron, que
atemorizaron á los de Narvaez; y como no tenian buena voluntad de ir á
entradas ni ver guerras, sino volverse á su isla de Cuba, y como habian
escapado de la de Méjico y calzadas y puentes y la de Obtumba, no se
querian ver en otra como lo pasado; y sobre ello dijeron los de Narvaez
tantas cosas al Cristóbal de Olí, que no pasase adelante, sino que se
volviese, y que mirase no fuese peor esta guerra que las pasadas, donde
perdiesen las vidas; y tantos inconvenientes le dijeron, y dábanle á
entender que si el Cristóbal de Olí queria ir, que fuese en buen hora,
que muchos dellos no querian pasar adelante; de modo que, por muy
esforzado que era el capitan que llevaban, aunque les decia que no era
cosa volver, sino ir adelante, que buenos caballos llevaban y mucha
gente, y que si volviesen un paso atrás que los indios los ternian
en poco, é que en tierra llana era, y que no queria volver, sino ir
adelante; y para ello, de nuestros soldados de Cortés le ayudaban á
decir que no se volviese, y que en otras entradas y guerras peligrosas
se habian visto, é que, gracias á Dios, habian tenido vitoria, no
aprovechó cosa ninguna con cuanto les decian; sino por via de ruegos
le trastornaron su seso, que volviesen y que desde Cholula escribiesen
á Cortés sobre el caso; y así se volvió; y de que Cortés lo supo, se
enojó, y envió á Cristóbal de Olí otros dos ballesteros, y le escribió
que se maravillaba de su buen esfuerzo y valentía, que por palabras
de ninguno dejase de ir á una cosa señalada como aquella; y de que el
Cristóbal de Olí vió la carta, hacia bramuras de enojo, y dijo á los
que tal le aconsejaron que por su causa habia caido en falta.
Y luego, sin más determinacion, les mandó fuesen con él, é que el que
no quisiese ir, que se volviese al real por cobarde, que Cortés le
castigaria en llegando; y como iba hecho un bravo leon de enojo con
su gente camino de Guacachula, ántes que llegasen como una legua, le
salieron á decir los caciques de aquel pueblo de la manera y arte que
estaban los de Culúa, y cómo habia de dar en ellos, y de qué manera
habia de ser ayudado; y como lo hubieron entendido, apercebió los de á
caballo y ballesteros y soldados, y segun y de la manera que tenian en
el concierto da en los de Culúa.
Y puesto que pelearon muy bien por un buen rato, y le hirieron
ciertos soldados y mataron dos caballos y hirieron otros ocho en
unas fuerzas y albarradas que estaban en aquel pueblo, en obra de una
hora estaban ya puestos en huida todos los mejicanos; y dicen que
nuestros tlascaltecas que lo hicieron muy varonilmente, que mataban y
prendian muchos dellos, y como les ayudaban todos los de aquel pueblo
y provincia, hicieron muy grande estrago en los mejicanos, que presto
procuraron retraerse é hacerse fuertes en otro gran pueblo que se dice
Ozucar, donde estaban otras muy grandes guarniciones de mejicanos, y
estaban en gran fortaleza, y quebraron una puente porque no pudiesen
pasar caballos ni el Cristóbal de Olí; porque, como he dicho, andaba
enojado, hecho un tigre, y no tardó mucho en aquel pueblo; que luego
se fué á Ozucar con todos los que le pudieron seguir, y con los amigos
de Guacachula pasó el rio y dió en los escuadrones mejicanos, que de
presto los venció, y allí le mataron dos caballos, y á él le dieron dos
heridas, y la una en el muslo, y el caballo muy bien herido, y estuvo
en Ozucar dos dias; y como todos los mejicanos fueron desbaratados,
luego vinieron los caciques y señores de aquel pueblo y de otros
comarcanos á demandar paz, y se dieron por vasallos de nuestro Rey
y señor; y como todo fué pacífico, se fué con todos sus soldados á
nuestra villa de la Frontera.
Y porque yo no fuí en esta entrada, digo en esta relacion que dicen que
pasó lo que he dicho; y nuestro Cortés le salió á recebir, y todos
nosotros, y hubimos mucho placer, y reíamos de cómo le habian convocado
á que se volviese, y el Cristóbal de Olí tambien reia, y decia que
mucho más cuidado tenian algunos de sus minas y de Cuba que no de las
armas, y que juraba á Dios que no le acaeciese llevar consigo, si á
otra entrada fuese, sino de los pobres soldados de los de Cortés, y no
de los ricos que venian de Narvaez, que querian mandar más que no él.
Dejemos de platicar más desto, y digamos cómo el coronista Gómora dice
en su historia que por no entender bien el Cristóbal de Olí á los
naguatatos é intérpretes se volvia del camino de Guacachula, creyendo
que era trato doble contra nosotros; y no fué ansí como dice, sino que
los más principales capitanes de los del Narvaez, como les decian otros
indios que estaban grandes escuadrones de mejicanos juntos y más que en
lo de Méjico y Obtumba, y que con ellos estaba el señor de Méjico, que
se decia Guatemuz, que entónces le habian alzado por Rey, como habian
escapado tan mal parados de lo de Méjico, tuvieron grande temor de
entrar en aquellas batallas, y por esta causa convocaron al Cristóbal
de Olí que se volviese, y aunque todavía porfiaba de ir adelante, esta
es la verdad.
Y tambien dice que fué el mismo Cortés á aquella guerra cuando el
Cristóbal de Olí se volvia; no fué ansí, que el mismo Cristóbal de Olí,
maestre de campo, es el que fué, como dicho tengo.
Tambien dice dos veces que los que informaron á los de Narvaez cómo
estaban los muchos millares de indios juntos, que fueron los de
Guaxocingo, cuando pasaban por aquel pueblo.
Tambien digo que se engañó, porque claro está que para ir desde Tepeaca
á Cachula no habian de volver atrás por Guaxocingo, que era ir como si
estuviésemos agora en Medina del Campo, y para ir á Salamanca tomar el
camino por Valladolid; no es más lo uno en comparacion de lo otro.
Y dejemos ya esta materia, y digamos lo que más en aquel instante
aconteció, é fué que vino un navío al puerto del peñol del Nombre-Feo,
que se decia el Tal de Bernal, junto á la Villa-Rica, que venia de lo
de Pánuco, que era de los que enviaba Garay, y venia en él por capitan
uno que se decia Camargo, y lo que pasó adelante diré.


CAPÍTULO CXXXIII.
CÓMO APORTÓ AL PEÑOL Y PUERTO QUE ESTÁ JUNTO Á LA VILLA-RICA UN NAVÍO
DE LOS DE FRANCISCO GARAY, QUE HABIA ENVIADO Á POBLAR EL RIO DE PÁNUCO,
Y LO QUE SOBRE ELLO MÁS PASÓ.

Estando que estábamos en Segura de la Frontera, de la manera que en mi
relacion habrán oido, vinieron cartas á Cortés cómo habia aportado un
navío de los que el Francisco de Garay habia enviado á poblar á Pánuco,
é que venia por capitan uno que se decia Fulano Camargo, y traia
sobre sesenta soldados, y todos dolientes y muy amarillos é hinchadas
las barrigas, y que habian dicho que otro capitan que el Garay habia
enviado á poblar á Pánuco, que se decia Fulano Álvarez Pinedo, que los
indios del Pánuco lo habian muerto, y á todos los soldados y caballos
que habia enviado á aquella provincia, y que los navíos se los habian
quemado; y que este Camargo, viendo el mal suceso, se embarcó con los
soldados que dicho tengo, y se vino á socorrer á aquel puerto, porque
bien tenia noticia que estábamos poblados allí, y á causa que por
sustentar las guerras con los indios no tenian qué comer, y venian muy
flacos y amarillos é hinchados; y más dijeron, que el capitan Camargo
habia sido fraile dominico, é que habia hecho profesion; los cuales
soldados, con su capitan, se fueron luego su poco á poco á la villa de
la Frontera, porque no podian andar á pié de flacos; y cuando Cortés
los vió tan hinchados y amarillos, que no eran para pelear, harto
teniamos que curar en ellos; al Camargo hizo mucha honra, y á todos
los soldados, y tengo que el Camargo murió luego, que no me acuerdo
bien qué se hizo, y tambien se murieron muchos soldados; y entónces
por burlar les llamamos y pusimos por nombre los panzaverdetes, porque
traian las colores de muertos y las barrigas muy hinchadas.
Y por no me detener en contar cada cosa en qué tiempo y lugar
acontecian, pues eran todos los navíos que en aquel tiempo venian á la
Villa-Rica del Garay, y puesto que se vinieron los unos de los otros
un mes delanteros, hagamos cuenta que todos aportaron á aquel puerto,
agora sea un mes ántes los unos que los otros; y esto digo porque
vino luego un Miguel Diaz de Auz, aragones, por capitan de Francisco
de Garay, el cual le enviaba para socorro al capitan Fulano Álvarez
Pinedo, que creia que estaba en Pánuco; y como llegó al puerto del
Pánuco, y no halló ni pelo de la armada de Garay, luego entendió por lo
que vido que le habian muerto; porque al Miguel Diaz le dieron guerra,
luego que llegó con un navío, los indios de aquella provincia, y por
aquel efeto vino á aquel nuestro puerto y desembarcó sus soldados, que
eran más de cincuenta, y más siete caballos, y se fué luego para donde
estábamos con Cortés; y este fué el mejor socorro y al mejor tiempo que
le habiamos menester.
Y para que bien sepan quién fué este Miguel Diaz de Auz, digo yo
que sirvió muy bien á su majestad en todo lo que se ofreció en las
guerras y conquistas de la Nueva-España, y este fué el que trajo
pleito, despues de ganada la Nueva-España, con un cuñado de Cortés,
que se decia Andrés de Barrios, natural de Sevilla, que llamábamos el
danzador, sobre el pleito de la mitad de Mestitan, que se sentenció
despues con que le dén la parte de lo que rentare el pueblo, más de dos
mil y quinientos pesos de su parte, con tal que no entre en el pueblo
por dos años, porque en lo que le acusaban era que habia muerto ciertos
indios en aquel pueblo y en otros que habian tenido.
Dejemos de hablar desto, y digamos que desde á pocos dias que Miguel
Diaz de Auz habia venido á aquel puerto de la manera que dicho tengo,
aportó luego otro navío que enviaba el mismo Garay en ayuda y socorro
de su armada, creyendo que todos estaban buenos y sanos en el rio de
Pánuco, y venia en él por capitan un viejo que se decia Ramirez, é ya
era hombre anciano, y á esta causa le llamamos Ramirez el viejo, porque
habia en nuestro real dos Ramirez, y traia sobre cuarenta soldados y
diez caballos é yeguas, y ballesteros y otras armas; y el Francisco de
Garay no hacia sino echar unos navíos tras de otros al perdido y todo
era favorecer y enviar socorro á Cortés, tan buena fortuna le ocurria,
y á nosotros era de gran ayuda; y todos estos de Garay que dicho tengo
fueron á Tepeaca, adonde estábamos; y porque los soldados que traia
Miguel Diaz de Auz venian muy recios y gordos, les pusimos por nombre
los de los lomos recios; y los que traia el viejo Ramirez traian unas
armas de algodon de tanto gordor, que no las pasara ninguna flecha, y
pesaban mucho, y pusímosles por nombre los de las albardillas; y cuando
fueron los capitanes que dicho tengo delante de Cortés les hizo mucha
honra.
Dejemos de contar de los socorros que teniamos de Garay, que fueron
buenos, y digamos cómo Cortés envió á Gonzalo de Sandoval á una entrada
á unos pueblos que se dicen Xalacingo y Cacatami.


CAPÍTULO CXXXIV.
CÓMO ENVIÓ CORTÉS Á GONZALO DE SANDOVAL Á PACIFICAR LOS PUEBLOS DE
XALACINGO Y CACATAMI, Y LLEVÓ DUCIENTOS SOLDADOS Y VEINTE DE Á CABALLO
Y DOCE BALLESTEROS, Y PARA QUE SUPIESE QUÉ ESPAÑOLES MATARON EN ELLOS,
Y QUE MIRASE QUÉ ARMAS LES HABIAN TOMADO Y QUÉ TIERRA ERA, Y LES
DEMANDASE EL ORO QUE ROBARON, Y DE LO QUE MÁS EN ELLO PASÓ.

Como ya Cortés tenia copia de soldados y caballos y ballestas, é se
iba fortaleciendo con los dos navichuelos que envió Diego Velazquez,
y envió en ellos por capitanes á Pedro Barba y Rodrigo de Morejon
de Lobera, y trajeron en ellos sobre veinte y cinco soldados, y dos
caballos y una yegua, y luego vinieron los tres navíos de los de Garay,
que fué el primero capitan que vino, Camargo, y el segundo Miguel Diaz
de Auz, y el postrero Ramirez el viejo, y traian entre todos estos
capitanes que he nombrado sobre ciento y veinte soldados y diez y siete
caballos é yeguas, é las yeguas eran de juego y de carrera.
Y Cortés tuvo noticia de que en unos pueblos que se dicen Cacatami y
Xalacingo, é en otros sus comarcanos, habian muerto muchos soldados de
los de Narvaez que venian camino de Méjico, é ansimesmo que en aquellos
pueblos habian muerto y robado el oro á un Juan de Alcántara é á otros
dos vecinos de la Villa-Rica, que era lo que les habia cabido de las
partes á todos los vecinos que quedaban en la misma villa, segun más
largo lo he escrito en el capítulo que dello se trata; y envió Cortés
para hacer aquella entrada por capitan á Gonzalo de Sandoval, que era
alguacil mayor, y muy esforzado y de buenos consejos, y llevó consigo
ducientos soldados, todos los más de los nuestros de Cortés, y veinte
de á caballo é doce ballesteros y buena copia de tlascaltecas; y ántes
que llegase á aquellos pueblos supo que estaban todos puestos en armas,
y juntamente tenian consigo guarniciones de mejicanos, é que se habian
muy bien fortalecido con albarradas y pertrechos, porque bien habian
entendido que por las muertes de los españoles que habian muerto,
que luego habiamos de ser contra ellos para los castigar, como á los
de Tepeaca y Cachula y Tecamachalco; y Sandoval ordenó muy bien sus
escuadrones y ballesteros, y mandó á los de á caballo cómo y de qué
manera habian de ir y romper; y primero que entrasen en su tierra les
envió mensajeros á decilles que viniesen de paz y que diesen el oro
y armas que habian robado, é que la muerte de los españoles se les
perdonaria.
Y á esto de les enviar mensajeros á decilles que viniesen de paz fueron
tres ó cuatro veces, y la respuesta que les enviaban era, que allá
iban; que como habian muerto é comido los teules que les demandaban,
que ansí harian al capitan y á todos los que llevaba; por manera que
no aprovechaban mensajes; y otra vez les tornó á enviar á decir que él
les haria esclavos por traidores y salteadores de caminos, y que se
aparejasen á defender; y fué Sandoval con sus compañeros y les entró
por dos partes; que puesto que peleaban muy bien todos los mejicanos
y los naturales de aquellos pueblos, sin más referir lo que allí en
aquellas batallas pasó, los desbarató, y fueron huyendo todos los
mejicanos y caciques de aquellos pueblos, y siguió el alcance y se
prendieron muchas gentes menudas; que de los indios no se curaban, por
no tener qué guardar; y hallaron en unos cues de aquel pueblo muchos
vestidos, y armas, y frenos de caballos y dos sillas, y otras muchas
cosas de la jineta, que habian presentado á sus indios; y acordó
Sandoval de estar allí tres dias, y vinieron los caciques de aquellos
pueblos á pedir perdon y á dar la obediencia á su majestad Cesárea; y
Sandoval les dijo que diesen el oro que habian robado á los españoles
que mataron é que luego les perdonaria; y respondieron que el oro, que
los mejicanos lo hubieron y que lo enviaron al señor de Méjico que
entónces habian alzado por Rey, y que no tenian ninguno; por manera,
que les mandó que en cuanto el perdon, que fuesen adonde estaba el
Malinche, é que él les hablaria é perdonaria; y ansí, se volvió con una
buena presa de mujeres y muchachos, que echaron el hierro por esclavos.
Y Cortés se holgó mucho cuando le vió venir bueno y sano, puesto que
traia cosa de ocho soldados mal heridos y tres caballos ménos, y aun
el Sandoval traia un flechazo; é yo no fuí en esta entrada, que estaba
muy malo de calenturas y echaba sangre por la boca; é gracias á Dios,
estuve bueno porque me sangraron muchas veces.
É como Gonzalo de Sandoval habia dicho á los caciques de Xalacingo é
Cacatami que viniesen á Cortés á demandar paces, no solamente vinieron
aquellos pueblos solos, sino tambien otros muchos de la comarca, y
todos dieron la obediencia á su majestad, y traian de comer á aquella
villa adonde estábamos.
É fué aquella entrada que hizo de mucho provecho, y se pacificó toda
la tierra; y dende en adelante tenia Cortés tanta fama en todos los
pueblos de la Nueva-España, lo uno de muy justificado y lo otro de muy
esforzado, que á todos ponia temor, y muy mayor á Guatemuz, el señor
y rey nuevamente alzado en Méjico; y tanta era la autoridad, ser y
mando que habia cobrado nuestro Cortés, que venian ante él pleitos
de indios de léjas tierras, en especial sobre cosas de cacicazgos y
señoríos; que, como en aquel tiempo anduvo la viruela tan comun en la
Nueva-España, fallecian muchos caciques, y sobre á quién le pertenecia
el cacicazgo y ser señor y partir tierras ó vasallos ó bienes venian á
nuestro Cortés, como á señor absoluto de toda la tierra, para que por
su mano é autoridad alzase por señor á quien le pertenecia.
Y en aquel tiempo vinieron del pueblo de Ozucar y Guacachula, otras
veces ya por mí nombrado; porque en Ozucar estaba casada una parienta
muy cercana de Montezuma con el señor de aquel pueblo, y tenian un
hijo que decian era sobrino del Montezuma, é segun parece, heredaba el
señorío, é otros decian que le pertenecia á otro señor, y sobre ello
tuvieron muy grandes diferencias, y vinieron á Cortés, y mandó que le
heredase el pariente de Montezuma, y luego cumplieron su mandato; é
ansí vinieron de otros muchos pueblos de á la redonda sobre pleitos, y
á cada uno mandaba dar sus tierras y vasallos, segun sentia por derecho
que les pertenecia.
Y en aquella sazon tambien tuvo noticia Cortés que en un pueblo que
estaba de allí seis leguas, que se decia Cocotlan, y le pusimos por
nombre Castilblanco (como ya otras veces he dicho, dando la causa por
qué se le puso este nombre), habian muerto nueve españoles, envió al
mismo Gonzalo de Sandoval para que los castigase y los trajese de paz,
y fué allá con treinta de á caballo y cien soldados, y ocho ballesteros
y cinco escopeteros, y muchos tlascaltecas, que siempre se mostraron
muy aficionados y eran buenos guerreros.
Y despues de hechos sus requerimientos y protestaciones, que vieron
y les enviaron á decir otras muchas cosas de cumplimientos con cinco
indios principales de Tepeaca, y si no venian que les daria guerra y
haria esclavos.
Y pareció ser estaban en aquel pueblo otros escuadrones de mejicanos en
su guarda y amparo, y respondieron que señor tenian, que era Guatemuz;
que no habian menester ni venir ni ir á llamado de otro señor; que
si allá fuesen, que en el camino les hallarian, que no se les habian
ahora fallecido las fuerzas ménos que las tenian en Méjico y puentes y
calzadas, é que ya sabian á qué tanto llegaban nuestras valentías.
Y cuando aquello oyó Sandoval, puesta muy en órden su gente cómo habia
de pelear, y los de á caballo y escopeteros y ballesteros, mandó á los
tlascaltecas que no se metiesen en los enemigos al principio, porque
no estorbasen á los caballos y porque no corriesen peligro, ó hiriesen
algunos dellos con las ballestas y escopetas ó los atropellasen con los
caballos, hasta haber rompido los escuadrones, y cuando los hubiesen
desbaratado, que prendiesen á los mejicanos y siguiesen el alcance; y
luego comenzó á caminar hácia el pueblo, y salen al camino y encuentro
dos escuadrones de guerreros junto á unas fuerzas y barrancas, y allí
estuvieron fuertes un rato, y con las ballestas y escopetas les hacian
mucho mal; por manera que tuvo Sandoval lugar de pasar aquella fuerza
é albarradas con los caballos; y aunque le hirieron nueve caballos, y
uno murió, y tambien le hirieron cuatro soldados, como se vió fuera
de mal paso é tuvo lugar por donde corriesen los caballos, y aunque
no era buena tierra ni llano, que habia muchas piedras, da tras
los escuadrones, rompiendo por ellos, que los llevó hasta el mismo
pueblo, adonde estaba un gran patio, y allí tenian otra fuerza y unos
cues, adonde se tornaron á hacer fuertes; y puesto que peleaban muy
bravosamente, todavía los venció, y mató hasta siete indios, porque
estaban en malos pasos; y los tlascaltecas no habian menester mandalles
que siguiesen el alcance, que con la ganancia, como eran guerreros,
ellos tenian el cargo, especialmente como sus tierras no estaban léjos
de aquel pueblo; allí se hubieron muchas mujeres y gente menuda, y
estuvo allí el Gonzalo de Sandoval dos dias, y envió á llamar los
caciques de aquel pueblo con unos principales de Tepeaca que iban
en su compañía, y vinieron, y demandaron perdon de la muerte de los
españoles, y Sandoval les dijo que si daban las ropas y hacienda que
robaron de los que mataron, que se les perdonaria, y respondieron
que todo lo habian quemado y que no tenian ninguna cosa, y que los
que mataron, que los más dellos habian ya comido, y que cinco teules
enviaron vivos á Guatemuz, su señor, y que ya habian pagado la pena con
los que agora les habian muerto en el campo y en el pueblo; que les
perdonase, é que llevarian muy bien de comer y bastecerian la villa
donde estaba Malinche.
Y como el Gonzalo de Sandoval vió que no se podia hacer más, les
perdonó, y allí se ofrecieron de servir bien en lo que les mandasen; y
con este recaudo se fué á la villa, y fué bien recebido de Cortés y de
todos los del real.
Donde dejaré de hablar más en ello, y digamos cómo se herraron todos
los esclavos que se habian habido en aquellos pueblos y provincia, y lo
que sobre ello se hizo.


CAPÍTULO CXXXV.
CÓMO SE RECOGIERON TODAS LAS MUJERES Y ESCLAVOS DE TODO NUESTRO REAL
QUE HABIAMOS HABIDO EN AQUELLO DE TEPEACA Y CACHULA, TECAMECHALCO Y EN
CASTILBLANCO Y EN SUS TIERRAS, PARA QUE SE HERRASEN CON EL HIERRO EN
NOMBRE DE SU MAJESTAD, Y LO QUE SOBRE ELLO PASÓ.

Como Gonzalo de Sandoval hubo llegado á la villa de Segura de la
Frontera, de hacer aquellas entradas que ya he dicho, y en aquella
provincia todos los teniamos ya pacíficos, y no teniamos por entónces
donde ir á entrar, porque todos los pueblos de los rededores habian
dado la obediencia á su Majestad, acordó Cortés, con los oficiales
del Rey, que se herrasen las piezas y esclavos que se habian habido,
para sacar su quinto, despues que se hubiese primero sacado el de su
majestad, y para ello mandó dar pregones en el real é villa que todos
los soldados llevásemos á una casa que estaba señalada para aquel
efeto á herrar todas las piezas que tuviesen recogidas, y dieron de
plazo aquel dia que se pregonó y otro; y todos ocurrimos con todas las
indias, muchachas y muchachos que habiamos habido; que de hombres de
edad no nos curábamos dellos, que eran malos de guardar, y no habiamos
menester su servicio, teniendo á nuestros amigos los tlascaltecas.
Pues ya juntas todas las piezas, y hecho el hierro, que era una G
como esta, que queria decir guerra, cuando no nos catamos, apartan el
real quinto, y luego sacan otro quinto para Cortés; y demás desto,
la noche ántes, cuando metimos las piezas, como he dicho en aquella
casa, habian ya escondido y tomado las mejores indias, que no pareció
allí ninguna buena, y al tiempo del repartir dábannos las viejas y
ruines; y sobre esto hubo muy grandes murmuraciones contra Cortés y
de los que mandaban hurtar y esconder las buenas indias; y de tal
manera se lo dijeron al mismo Cortés soldados de los de Narvaez, que
juraban á Dios que no habian visto tal, haber dos Reyes en la tierra
de nuestro Rey y señor y sacar dos quintos; y uno de los soldados que
se lo dijeron fué un Juan Bono de Quejo; y más dijo, que no estarian
en tal tierra, y que lo harian saber en Castilla á su majestad y á los
de su Real Consejo de Indias; y tambien dijo á Cortés otro soldado muy
claramente que no bastó repartir el oro que se habia habido en Méjico
de la manera que lo repartió, y que cuando estaba repartiendo las
partes decia que eran trecientos mil pesos los que se habian llegado,
y que cuando salimos huyendo de Méjico mandó tomar por testimonio que
quedaban más de setecientos mil, y que agora el pobre soldado que
habia echado los bofes y estaba lleno de heridas por haber una buena
india, y les habian dado enaguas y camisas, habian tomado y escondido
You have read 1 text from Spanish literature.
Next - Verdadera historia de los sucesos de la conquista de la Nueva-España (2 de 3) - 09