Verdadera historia de los sucesos de la conquista de la Nueva-España (2 de 3) - 24

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vieron esto, que se habia despoblado, é la crueldad que Pedro de
Albarado habia hecho sin causa ni justicia ninguna, se tornó á rebelar,
y volvió á ellos el Pedro de Albarado y los llamó de paz, y sin dalle
guerra volvieron á estar de paz.
Dejemos esto, é digamos que, como Cortés tenia ya llegados sobre
ochenta mil pesos de oro para enviar á su majestad, y el tiro Fénix
forjado, vino en aquella sazon nueva cómo habia venido á Pánuco
Francisco de Garay con grande armada; y lo que sobre ello se hizo diré
adelante.


CAPÍTULO CLXII.
CÓMO VINO FRANCISCO DE GARAY DE JAMÁICA CON GRANDE ARMADA PARA PÁNUCO,
Y LO QUE LE ACONTECIÓ, Y MUCHAS COSAS QUE PASARON.

Como he dicho en otro capítulo que habla de Francisco de Garay, como
era gobernador en la isla de Jamáica é rico, y tuvo nueva que habiamos
descubierto muy ricas tierras cuando lo de Francisco Hernandez de
Córdoba é Juan de Grijalva, y habiamos llevado á la isla de Cuba veinte
mil pesos de oro, y los hubo Diego Velazquez, gobernador que era de
aquella isla, y que venia en aquel instante Hernando Cortés á la
Nueva-España con otra armada, tomóle gran codicia á Garay de venir á
conquistar algunas tierras, pues tenia mejor caudal que otros ningunos;
y tuvo nueva plática de un Anton de Alaminos, que fué el piloto mayor
que habiamos traido cuando lo descubrimos, cómo estaban muy ricas
tierras y muy pobladas desde el rio de Pánuco adelante, é que aquello
podia enviar á suplicar á su majestad que le hiciese merced.
Y despues de bien informado el mismo Garay del piloto Alaminos y de
otros pilotos que se habian hallado juntamente con el Alaminos en el
descubrimiento, acordó enviar á su mayordomo, que se decia Juan de
Torralba, á la córte con cartas y dineros, á suplicar á los caballeros
que en aquella sazon estaban por presidente é oidores de su majestad
que le hiciesen merced de la gobernacion del rio de Pánuco, con todo
lo demás que descubriese é estuviese por poblar; y como su majestad
en aquella sazon estaba en Flandes, y estaba por presidente de Indias
don Juan Rodriguez de Fonseca, Obispo de Búrgos é Arzobispo de Rosano,
que lo mandaba todo, y el licenciado Zapata y el licenciado Vargas y
el secretario Lope de Conchillos, le trajeron provisiones que fuese
adelantado y gobernador del rio de San Pedro y San Pablo, con todo lo
que descubriese; y con aquellas provisiones envió luego tres navíos con
hasta ducientos y cuarenta soldados, con muchos caballos y escopeteros
y ballesteros y bastimentos, y por capitan dellos á un Alonso Álvarez
Pineda ó Pinedo, otras veces por mí ya nombrado.
Pues como hubo enviado aquella armada, ya he dicho otras veces que
los indios de Pánuco se la desbarataron, y mataron al capitan Pineda
y á todos los soldados y caballos que tenia, excepto obra de sesenta
soldados que vinieron al puerto de la Villa-Rica con un navío, y por
capitan dellos un Camargo, que se acogieron á nosotros; y tras aquellos
tres navíos, viendo el Garay que no tenia nuevas dellos, envió otros
dos navíos con muchos soldados y caballos y bastimentos, y por capitan
dellos á Miguel Diaz de Ajuz é á un Ramirez, los cuales se vinieron
tambien á nuestro puerto; y como vieron que no hallaron en el rio de
Pánuco pelo ni hueso de los soldados que habia enviado Garay, salvo los
navíos quebrados, todo lo cual tengo ya dicho otra vez en mi relacion;
mas es necesario que se torne á decir desde el principio para que bien
se entienda.
Pues volviendo á nuestro propósito y relacion, viendo el Francisco de
Garay que ya habia gastado muchos pesos de oro, é oyó decir de la buena
ventura de Cortés y de las grandes ciudades que habia descubierto, y
del mucho oro y joyas que habia en la tierra, tuvo envidia y codicia, y
le vino más la voluntad de venir él en persona y traer la mayor armada
que pudiese; buscó once navíos y dos bergantines, que fueron trece
velas, y allegó ciento treinta y seis de á caballo y ochocientos y
cuarenta soldados, los más ballesteros y escopeteros, y bastecióles muy
bien de todo lo que hubieron menester, que era pan cazabe é tocinos
é tasajos de vacas, que ya habia ganado vacuno; que, como era rico y
lo tenia todo de su cosecha, no le dolia el gasto; y para ser hecha
aquella armada en la isla de Jamáica, fué demasiada la gente y caballos
que allegó.
Y en el año de 1523 años salió de Jamáica con toda su armada por San
Juan de Junio, é vino á la isla de Cuba é á un puerto que se dice
Xagua, y allí alcanzó á saber que Cortés tenia pacificada la provincia
de Pánuco é poblada una villa, y habia gastado en la pacificar más
de setenta mil pesos de oro, é que habia enviado á suplicar á su
majestad le hiciese merced de la gobernacion della, juntamente con
la Nueva-España; y como le decian de las cosas heróicas que Cortés y
sus compañeros habiamos hecho, y como tuvo nueva que con ducientos y
sesenta y seis soldados habiamos desbaratado á Pánfilo de Narvaez,
habiendo traido sobre mil y trecientos soldados, con ciento de á
caballo y otros tantos escopeteros y ballesteros, y diez y ocho tiros,
temió la fortuna de Cortés; é en aquella sazon que estaba el Garay
en aquel puerto de Xagua le vinieron á ver muchos vecinos de la isla
de Cuba, y viniéronse en su compañía del Garay ocho ó diez personas
principales de aquella isla, y le vino á ver el licenciado Zuazo, que
habia venido á aquella isla á tomar residencia á Diego Velazquez por
mandado de la Real audiencia de Santo Domingo; y platicando el Garay
con el licenciado sobre la ventura de Cortés, que temia que habia de
tener diferencias con él sobre la provincia de Pánuco, le rogó que
se fuese con el Garay en aquel viaje, para ser intercesor entre él y
Cortés; y el licenciado Zuazo respondió que no podia ir por entónces
sin dar residencia, mas que presto seria allá en Pánuco.
Y luego el Garay mandó dar velas, é va su derrota para Pánuco, y en
el camino tuvo un mal tiempo, y los pilotos que llevaba subieron más
arriba hácia el rio de Palmas, y surgió en el propio rio dia de señor
Santiago, y luego envió á ver la tierra, y á los capitanes y soldados
que envió no les pareció buena, y no tuvieron gana de quedar allí,
sino que se viniese al propio rio de Pánuco á la poblacion é villa que
Cortés habia poblado, por estar más cerca de Méjico; y como aquella
nueva le trajeron, acordó el Garay de tomar juramento á todos sus
soldados que no le desmampararian sus banderas, é que le obedecerian
como á tal capitan general, é nombró alcaldes y regidores y todo lo
perteneciente á una villa; dijo que se habia de nombrar la villa
Garayana, é mandó desembarcar todos los caballos y soldados de los
navíos desembarazados; envió los navíos costa á costa con un capitan
que se decia Grijalva, y él y todo su ejército se vino por tierra costa
á costa cerca de la mar, y anduvo dos dias por malos despoblados, que
eran ciénagas; pasó un rio que venia de unas sierras que vieron desde
el camino, que estaban de allí obra de cinco leguas, y pasaron aquel
gran rio en barcas é en unas canoas, que hallaron quebradas.
Luego en pasando el rio estaba un pueblo despoblado de aquel dia, é
hallaron muy bien de comer maíz é gallinas, é habia muchas guayabas muy
buenas.
Allí en este pueblo el Garay prendió unos indios que entendian la
lengua mejicana, y halagóles y dióles camisas, envióles por mensajeros
á otros pueblos que le decian que estaban cerca, porque recibiesen de
paz, y rodeó una ciénaga; fué á los mismos pueblos, recibiéronle de
paz, diéronle muy bien de comer y muchas gallinas de la tierra é otras
aves, como á manera de ansarones, que tomaban en las lagunas; é como
muchos de los soldados que llevaba Garay iban cansados, y parece ser no
les daban de lo que los indios traian de comer, se amotinaron algunos
é se fueron á robar á los indios de aquellos pueblos por donde venian,
é estuvieron en este pueblo tres dias; otro dia fueron su camino con
guias, llegaron á un gran rio, no le podian pasar sino con canoas que
les dieron los de los pueblos de paz donde habian estado; procuraron
de pasar cada caballo á nado, y remando con cada canoa un caballo que
le llevasen del cabestro, y como eran muchos caballos y no se daban
maña, se les ahogaron cinco caballos; salen de aquel rio, dan en unas
malas ciénagas, y con mucho trabajo llegaron á tierra de Pánuco; é ya
que en ella se hallaron, creyeron tener de comer, y estaban todos los
pueblos sin maíz ni bastimentos y muy alterados, y esto fué á causa
de las guerras que Cortés con ellos habia tenido poco tiempo habia; y
tambien si alguna comida tenian, habíanlo alzado y puesto en cobro;
porque, como vieron tantos españoles y caballos, tuvieron miedo dellos
y despoblaron los pueblos, é adonde pensaba Garay reposar, tenia más
trabajo; y demás desto, como estaban despobladas las casas donde
posaba, habia en ellas muchos murciélagos é chinches é mosquitos, é
todo les daba guerra; é luego sucedió otra mala ventura, que los navíos
que venian costa á costa no habian llegado al puerto ni sabian dellos,
porque en ellos traian mucho bastimento; lo cual supieron de un español
que los vino á ver ó hallaron en un pueblo, que era de los vecinos que
estaban poblados en la villa de Santi-Estéban del Puerto, que estaba
huido por temor de la justicia por cierto delito que habia hecho; el
cual les dijo cómo estaban poblados en una villa muy cerca de allí y
cómo Méjico era muy buena tierra, é que estaban los vecinos que en ella
vivian ricos; é como oyeron los soldados que traia Garay al español,
que con él hablaron muchos, que la tierra de Méjico era buena é la de
Pánuco no era tan buena, se desmandaron y se fueron por la tierra á
robar, é íbanse á Méjico; y en aquella sazon, viendo el Garay que se
le amotinaban sus soldados y no los podia haber, envió á su capitan
que se decia Diego de Ocampo á la villa de Santi-Estéban á saber qué
voluntad tenia el teniente que estaba por Cortés que se decia Pedro
de Vallejo, y aun le escribió haciéndole saber cómo traia provisiones
y recaudos de su majestad para gobernar y ser adelantado de aquellas
provincias, é cómo habia aportado con sus navíos al rio de Palmas, é
del camino é trabajos que habia pasado; y el Vallejo hizo mucha honra
al Diego de Ocampo y á los que con él iban, y le dió buena respuesta,
y les dijo que Cortés holgara de tener tan buen vecino por gobernador,
mas que le habia costado muy caro la conquista de aquella tierra, y
que su majestad le habia hecho merced de la gobernacion, y que venga
cuando quisiere con sus ejércitos é que se le hará todo servicio, é que
le pide por merced que mande á sus soldados que no hagan sinjusticias
ni robos á los indios, porque se le han venido á quejar dos pueblos; y
tras esto, muy en posta escribió el Vallejo á Cortés, y aun le envió la
carta del Garay, é hizo que escribiese otra al mismo Diego de Ocampo,
y le envió á decir que qué mandaba que se hiciese é que de presto
enviasen muchos soldados, ó viniese Cortés en persona.
Y desque Cortés vió la carta, envió á llamar á fray Bartolomé é á Pedro
de Albarado, é á Gonzalo de Sandoval é á un Gonzalo de Ocampo, hermano
del otro Diego de Ocampo que venia con Garay, y envió con ellos los
recaudos que tenia, cómo su majestad le habia mandado que todo lo que
conquistase tuviese en sí hasta que se averiguase la justicia entre él
y Diego Velazquez, ó se lo notificasen al Garay.
Dejemos de hablar desto, y digamos que luego como Gonzalo de Ocampo
volvió con la respuesta del Vallejo al Garay, y le pareció buena
respuesta, se vino con todo su ejército á se juntar más cerca de la
villa de Santi-Estéban del Puerto, é ya el Pedro de Vallejo tenia
concertado con los vecinos de la villa, é con aviso que tuvo de cinco
soldados que se habian ido de la villa, que eran del mismo Garay, de
los amotinados; y como estaban muy descuidados é no se velaban, é como
quedaban en un pueblo bueno é grande que se dice Nachaplan, y los del
Vallejo sabian bien la tierra, dan en la gente de Garay, y le prenden
sobre cuarenta soldados, y se los llevaron á su villa de Santi-Estéban
del Puerto, y ellos tuvieron por nueva su prision; y la causa que
dijo el Vallejo por que los prendió, era porque, sin presentar las
provisiones y recaudos que traian, andaban robando la tierra; y viendo
esto Garay, hubo gran pesar, y tornó á enviar á decir al Vallejo que
le diese sus soldados, amenazándole con la justicia de nuestro Rey y
señor; y el Vallejo respondió que cuando vea las Reales provisiones,
que las obedecerá y pondrá sobre su cabeza, é que fuera mejor que
cuando vino Ocampo las trajera y presentara para las cumplir, é que
le pide por merced que mande á sus soldados que no roben ni saqueen
los pueblos de su majestad; y en este instante llegaron fray Bartolomé
é Albarado, los capitanes que Cortés enviaba con los recaudos; y como
el Diego de Ocampo era en aquella sazon alcalde mayor por Cortés en
Méjico, comenzó de hacer requirimientos al Garay que no entrase en la
tierra, porque su majestad mandó que la tuviese Cortés, y en demandas y
respuestas, en que andaba el fray Bartolomé, se pasaron ciertos dias,
y entre tanto se le iban al Garay muchos soldados, que anochecian y no
amanecian en el real; y vió Garay que los capitanes de Cortés traian
mucha gente de á caballo y escopeteros, de cada dia le venian más, y
supo que de sus navíos que habia mandado venir costa á costa, se le
habian perdido dos dellos con tormenta de nortes, que es travesía, y
los demás navíos que estaban en la boca del puerto, y que el teniente
Vallejo les envió á requerir que luego se entrasen dentro en el rio,
no les viniese algun desman y tormenta como la pasada; si no, que los
ternia por corsarios que andaban á robar; y los capitanes de los navíos
respondieron que no tuviese Vallejo que entender ni mandar en ello,
que ellos estarian donde quisiesen; y en este instante el Francisco de
Garay temió la buena fortuna de Cortés; y como andaban en estos trances
el alcalde mayor Diego de Ocampo, y Pedro de Albarado y Gonzalo
de Sandoval, tuvieron pláticas secretas con los de Garay y con los
capitanes que estaban en los navíos en el puerto, y se concertaron con
ellos que se entrasen en el puerto y se diesen á Cortés; y luego un
Martin de San Juan Lepuzcuano y un Castro Mocho, maestres de navíos,
se entregaron é dieron con sus naos al teniente Vallejo por Cortés; é
como los tuvo, fué en ellos el mismo Vallejo á requerir al capitan Juan
de Grijalva, que estaba en la boca del puerto, que se entrase dentro á
surgir, ó se fuese por la mar donde quisiese; y respondióle con tirarle
muchos tiros; y luego enviaron en una barca un escribano del Rey, que
se decia Vicente Lopez, á le requerir que se entrase en el puerto, y
aun llevó cartas para el Grijalva, del Pedro de Albarado y de fray
Bartolomé, con ofertas y prometimientos que Cortés le haria mercedes; y
como vió las cartas y que todas las naos habian entrado en el rio, así
hizo el Juan de Grijalva con su nao capitana; y el teniente Vallejo le
dijo que fuese preso en nombre del capitan Hernando Cortés; mas luego
le soltó á él y á cuantos estaban detenidos, á causa que le decia fray
Bartolomé:
—«Hagamos nuestra cosa sin sangre, pues podemos, y serán Dios y el
César más agradados.»
Y desque el Garay vió el mal recaudo que tenia, y sus soldados huidos y
amotinados, y los navíos todos al través, y los demás estaban tomados
por Cortés, si muy triste estuvo ántes que se los tomasen, más lo
estuvo despues que se vido desbaratado; y luego demandó con grandes
protestaciones que hizo á los capitanes de Cortés que le diesen sus
naos y todos sus soldados, que se queria volver al rio de Palmas, y
presentó sus provisiones y recaudos que para ello traia, y que por
no tener debates ni cuestiones con Cortés, que se queria volver; y
aquellos caballeros le respondieron que fuese mucho en buena hora,
y que ellos mandarian á todos los soldados que estaban en aquella
provincia y por los pueblos amotinados que luego se vengan á su capitan
y vayan en los navíos; y le mandaron proveer de todo lo que hubiese
menester, así de bastimentos como de armas y tiros ó pólvora, é que
escribirán á Cortés lo proveyese muy cumplidamente de todo lo que
hubiese menester; y el Garay con esta respuesta y ofrecimiento estaba
contento; y luego se dieron pregones en aquella villa, y en todos los
pueblos enviaron alguaciles á prender los soldados amotinados para los
traer al Garay, y por más penas que les ponian, era pregonar en balde,
que no aprovechaba cosa ninguna; y algunos soldados que traian presos
decian que ya habian llegado á la provincia de Pánuco y que no eran
obligados á más le seguir, ni cumplir el juramento que le habia tomado,
y ponian otras perentorias que decian que no era capitan el Garay para
saber mandar, ni hombre de guerra.
Como vió el Garay que no aprovechaban pregones ni la buena diligencia
que le parecia que ponian los capitanes de Cortés en traer sus
soldados, estaba desesperado; pues viéndose desmamparado de todos,
aconsejáronle los que venian por parte de Cortés que le escribiese
luego al mismo Cortés, é que ellos serian intercesores con él para
que volviese al rio de Palmas; y que tenian á Cortés por tan de buena
condicion, que le ayudaria en todo lo que pudiese, y que el Pedro de
Albarado y el Fraile serian fiadores dello; y luego el Garay escribió
á Cortés, dándole relacion de su viaje y trabajos, que si su merced
mandaba, que le iria á ver y comunicar cosas cumplideras al servicio
de Dios y de su majestad, encomendándole su honra y estado, y que lo
ordenase de manera que no fuese disminuida su honra; y tambien escribió
fray Bartolomé y Pedro de Albarado, y el Diego de Ocampo y Gonzalo de
Sandoval, suplicando al Cortés por las cosas del Francisco de Garay,
para que en todo fuese ayudado, pues en los tiempos pasados habian
sido grandes amigos; y Cortés, viendo aquellas cartas, tuvo lástima
del Garay, y le respondió con mucha mansedumbre, y que le pesaba de
todos sus trabajos, y que se venga á Méjico, que le promete que en todo
lo que pudiere ayudar lo hará de muy buena voluntad, y que á la obra
se remite; y mandó que por do quiera que viniese le hiciesen honra
y le diesen todo lo que hubiese menester, y aun le envió al camino
refresco; y cuando llegó á Tezcuco le tenian hecho un banquete; y
llegado á Méjico, el mismo Cortés y muchos caballeros les salieron
á recebir, y el Garay iba espantado de ver tantas ciudades, y más
cuando vió la gran ciudad de Méjico; y luego Cortés lo llevó á sus
palacios, que entónces nuevamente los hacia; y despues que se hubieron
comunicado él y el Garay, el Garay le contó sus desdichas y trabajos,
encomendándole que por su mano fuese remediado; y el mismo Cortés se le
ofreció muy de voluntad, y fray Bartolomé y Pedro de Albarado y Gonzalo
de Sandoval le fueron buenos medianeros; y de ahí á tres ó cuatro dias
que hubo llegado, porque la amistad suya fuese más duradera y segura,
trató fray Bartolomé que se casase una hija de Cortés, que se decia
doña Catalina Cortés é Pizarro, que era niña, con un hijo de Garay, el
mayorazgo, que traia consigo en la armada é le dejó por capitan de su
armada; y Cortés vino en ello, y le mandó en dote con doña Catalina
gran cantidad de pesos de oro, y que Garay fuese á poblar el rio de
Palmas, é que Cortés le diese lo que hubiese menester para la poblacion
y pacificacion de aquella provincia, y aun le prometió capitanes y
soldados de los suyos, para que con ellos descuidase en las guerras que
hubiese; y con estos prometimientos, y con la buena voluntad que Garay
halló en Cortés, estaba muy alegre: yo tengo por cierto que así como lo
habia capitulado y ordenado Cortés, lo cumpliria.
Dejemos esto del casamiento y de las promesas, y diré cómo en aquella
sazon fué á posar el Garay en casa de un Alonso de Villanueva, porque
Cortés hacia sus casas y palacio muy grandes, y de tantos patios, que
era admiracion; y Alonso de Villanueva, segun pareció, habia estado
en Jamáica cuando Cortés lo envió á comprar caballos, que esto no lo
afirmo si era entónces ó despues; era muy grande amigo de Garay, y por
el conocimiento pasado suplicó el Garay á Cortés para pasarse á las
casas del Villanueva, y se le hacia toda la honra que podia, y todos
los vecinos de Méjico le acompañaban.
Quiero decir cómo en aquella sazon estaba en Méjico Pánfilo de Narvaez,
que es el que hubimos desbaratado, como dicho tengo otras veces, y fué
á ver y hablar al Garay; abrazáronse el uno al otro, y se pusieron á
platicar cada uno de sus trabajos y desdichas; y como el Narvaez era
hombre que hablaba muy entonado, de plática en plática, medio riendo,
le dijo el Narvaez:
—«Señor adelantado D. Francisco de Garay, hanme dicho ciertos soldados
de los que le han venido huyendo y amotinados que solia decir
vuesamerced á los caballeros que traia en su armada: «Mirad que hagamos
como varones, y peleemos muy bien con estos soldados de Cortés, no nos
tomen descuidados como tomaron á Narvaez;» pues, señor D. Francisco de
Garay, á mí peleando me quebraron este ojo, y me robaron y me quemaron
cuanto tenia, y hasta que me mataron el alférez y muchos soldados y
prendieron mis capitanes, nunca me habian vencido tan descuidado como á
vuesamerced le han dicho: hágole saber que otros más venturosos en el
mundo no ha habido que Cortés; y tiene tales capitanes y soldados, que
se podian nombrar tan en ventura cada uno en lo que tuvo entre manos
como Octaviano, y en el vencer como Julio César, y en el trabajar y ser
en las batallas más que Aníbal.»
Y el Garay respondia que no habia necesidad que se lo dijesen; que
por las obras se veia lo que decia, y que ¿qué hombre hubo en el
mundo que con tan pocos soldados se atreviese á dar con los navíos al
través, y meterse en tan recios pueblos y grandes ciudades á les dar
guerra? Y respondia Narvaez recitando otros grandes hechos de Cortés;
y estuvieron el uno y el otro platicando en las conquistas desta
Nueva-España como á manera de coloquio.
Y dejemos estas alabanzas que entre ellos se tuvo, y diré cómo Garay
suplicó á Cortés por el Narvaez para que le diese licencia para volver
á la isla de Cuba con su mujer, que se decia María de Valenzuela, que
estaba rica de las minas y de los buenos indios que tenia el Narvaez; y
demás de se lo suplicar el Garay á Cortés con muchos ruegos, la misma
mujer de Narvaez se lo habia enviado á suplicar á Cortés por cartas, le
dejase ir á su marido; porque, segun parece, se conocian cuando Cortés
estaba en Cuba, y eran compadres; y Cortés le dió licencia y le ayudó
con dos mil pesos de oro; y cuando el Narvaez tuvo licencia se humilló
mucho á Cortés, con prometimientos que primero le hizo que en todo le
seria servidor, y luego se fué á Cuba.
Dejemos de más platicar desto, y digamos en qué paró Garay y su armada;
y es, que yendo una Noche de Navidad del año de 1523, juntamente
con Cortés, á maitines, que los cantaron muy bien, y fray Bartolomé
dijo lindamente la Misa del Gallo, despues de vueltos de la iglesia,
almorzaron con mucho regocijo, y desde allí á una hora, con el aire
que le dió al Garay, que estaba de ántes mal dispuesto, le dió dolor
de costado con grandes calenturas; mandáronle los médicos sangrar y
purgáronle, y desque vieron que arreciaba el mal, le dijeron á fray
Bartolomé que le dijese á Garay que moria, que se confesase y que
hiciese testamento; lo cual luego lo hizo fray Bartolomé, y le dijo
como llegaba su acabamiento, que se dispusiese como buen cristiano y
honrado caballero, é que no perdiese su ánima; ya que habia perdido la
hacienda.
El Garay le respondió:
—«Teneis razon, Padre; yo quiero que me confeseis esta noche, y recibir
el santo cuerpo de Jesucristo é hacer mi testamento.»
É cumpliólo muy honradamente; y desque hubo comulgado, hizo su
testamento, y dejó por albaceas á Cortés y á fray Bartolomé de
Olmedo; y luego, dende á cuatro dias que le dió el mal, dió el alma
á Nuestro Señor Jesucristo, que la crió; y esto tiene la calidad de
la tierra de Méjico, que en tres ó cuatro dias mueren de aquel mal de
dolor de costado, que esto ya lo he dicho otra vez, y lo tenemos bien
experimentado de cuando estábamos en Tezcuco y en Cuyoacan, que se
murieron muchos de nuestros soldados.
Pues ya muerto Garay, perdónele Dios, amen, le hicieron muchas honras
al enterramiento, y Cortés y otros caballeros se pusieron luto; y murió
el Garay fuera de su tierra, en casa ajena y léjos de su mujer é hijos.
Dejemos de contar desto y volvamos á decir de la provincia del Pánuco,
que, como el Garay se vino á Méjico, y sus capitanes y soldados, como
no tenian cabeza ni quien les mandase, cada uno de los soldados que
aquí nombraré, que el Garay traia en su compañía, se querian hacer
capitanes; los cuales se decian, Juan de Grijalva, Gonzalo de Figueroa,
Alonso de Mendoza, Lorenzo de Ulloa, Juan de Medina el tuerto, Juan
de Villa, Antonio de la Cerda y un Tobarda; este Tobarda fué el más
bullicioso de todos los del real de Garay; y sobre todos ellos quedó
por capitan un hijo de Garay, que queria casar Cortés con su hija,
y no le acataban ni hacian cuenta dél todos los que he nombrado ni
ninguno de los de su capitanía; ántes se juntaban de quince en quince
y de veinte en veinte, y se andaban robando los pueblos y tomando las
mujeres por fuerza, y mantas y gallinas, como si estuvieran en tierra
de moros, robando lo que se hallaban.
Y como aquello vieron los indios de aquella provincia, se concertaron
todos á una de los matar, y en pocos dias sacrificaron y comieron más
de quinientos españoles, y todos eran de los de Garay, y en pueblos
hubo que sacrificaron más de cien españoles juntos; y por todos los
demás pueblos no hacian sino, á los que andaban desmandados, matallos
y comer y sacrificar; y como no habia resistencia, ni obedecian á
los vecinos de la villa de Santi-Estéban, que dejó Cortés poblada, é
ya que salian á les dar guerra, era tanta la multitud que salia de
guerreros, que no se podian valer con ellos; y á tanto vino la cosa y
atrevimiento que tuvieron, que fueron muchos indios sobre la villa, y
la combatieron de noche y de dia de arte, que estuvo en gran riesgo
de se perder; y si no fuera por siete ó ocho conquistadores viejos de
los de Cortés, y por el capitan Vallejo, que ponian velas y andaban
rondando y esforzando á los demás, ciertamente les entraran en su
villa; y aquellos conquistadores dijeron á los demás soldados de Garay
que siempre procurasen de estar juntamente con ellos, y que allí en el
campo estaban muy mejor, y que allí los hallasen sus contrarios, y que
no se volviesen á la villa; y así se hizo, y pelearon con ellos tres
veces, y puesto que mataron al capitan Vallejo é hirieron otros muchos,
todavía los desbarataron y mataron muchos indios dellos; y estaban tan
furiosos todos los indios naturales de aquella provincia, que quemaron
y abrasaron una noche cuarenta españoles, y mataron quince caballos, y
muchos de los que mataron eran de los de Cortés, en un pueblo, y todos
los demás fueron de los de Garay; y como Cortés alcanzó á saber estos
destrozos que hicieron en esta provincia, tomó tanto enojo, que quiso
volver en persona contra ellos, y como estaba muy malo de un brazo
que se le habia quebrado, no pudo venir; y de presto mandó á Gonzalo
de Sandoval que viniese con cien soldados y cincuenta de á caballo
y dos tiros y quince arcabuceros y ballesteros, y le dió ocho mil
tlascaltecas y mejicanos, y le mandó que no viniese sin que les dejase
muy bien castigados, de manera que no se tornasen á alzar.
Pues como el Sandoval era muy ardidoso, y cuando le mandaban cosa de
importancia no dormia de noche, no se tardó mucho en el camino, que
con gran concierto da órden cómo habian de entrar y salir los de á
caballo en los contrarios, porque tuvo aviso que le estaban esperando
en dos malos pasos todas las capitanías de los guerreros de aquellas
provincias; y acordó enviar la mitad de todo su ejército al un mal
paso, y él se estuvo con la otra mitad de su compañía á la otra parte;
y mandó á los escopeteros y ballesteros no hiciesen sino armar unos
y soltar otros, y dar en ellos y hasta ver si los podria hacer poner
en huida; y los contrarios tiraban mucha vara y flecha y piedra, é
hirieron á muchos soldados y de nuestros amigos.
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