Verdadera historia de los sucesos de la conquista de la Nueva-España (2 de 3) - 25

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Viendo Sandoval que no les podia entrar, estuvieron en aquel mal
paso hasta la noche, y envió á mandar á los demás que estaban en
aquel otro mal paso que hiciesen lo mismo, y los contrarios nunca
desmampararon sus puestos, é otro dia por la mañana, viendo Sandoval
que no aprovechaba cosa estarse allí como habia dicho, mandó enviar
á llamar á las demás capitanías que habia enviado al otro mal paso,
é hizo que levantaba su real, y que se volvia camino de Méjico como
amedrentado; y como los naturales de aquellas provincias que estaban
juntos les pareció que de miedo se iban retrayendo, salen al camino,
é iban siguiéndole dándole grita y diciéndole vituperios; y todavía
el Sandoval, aunque más indios salian tras él, no volvia sobre ellos,
y esto fué por descuidalles, para, como habian ya estado aguardando
tres dias, volver aquella noche y pasar de presto con todo su ejército
los malos pasos; é así lo hizo, que á media noche volvió y tomóles
algo descuidados, y pasó con los de á caballo; y no fué tan sin grande
peligro, que le mataron tres caballos é hirieron muchos soldados; y
cuando se vió en buena tierra y fuera del mal paso con sus ejércitos,
él por una parte y los demás de su capitanía por otra, dan en grandes
escuadrones que aquella misma noche se habian juntado, desque supieron
que volvió; y eran tantos, que el Sandoval tuvo recelo no le rompiesen
y desbaratasen, y mandó á sus soldados que se tornasen á juntar con él
para que peleasen juntos, porque vió y entendió de aquellos contrarios
que como tigres rabiosos se venian á meter por las puntas de las
espadas, y habian tomado seis lanzas á los de á caballo, como no eran
hombres acostumbrados á la guerra; de lo cual Sandoval estaba tan
enojado, que decia que valiera más que trajera pocos soldados de los
que él conocia, y no los que trujo; y allí les mandó á los de á caballo
de la manera que habian de pelear, que eran nuevamente venidos; y es,
que las lanzas algo terciadas, y no se parasen á dar lanzadas, sino por
los rostros y pasar adelante hasta que les hayan puesto en huida; y les
dijo que vista cosa es que si se parasen á alancear, que la primera
cosa que el indio hace desque está herido es echar mano de la lanza, y
como les vean volver las espaldas, que entónces á media rienda les ha
de seguir, y las lanzas todavía terciadas, y si les echaren mano de las
lanzas, porque aun con todo esto no dejan de asir dellas, que para se
las sacar de presto de sus manos, poner piernas al caballo, y la lanza
bien apretada con la mano asida y debajo del brazo para mejor se ayudar
y sacarla del poder del contrario, y si no la quisiere soltar, traerle
arrastrando con la fuerza del caballo.
Pues ya que les estuvo dando órden cómo habian de batallar, y vió á
todos sus soldados y de á caballo juntos, se fué á dormir aquella
noche á orilla de un rio, y allí puso buenas velas y escuchas
y corredores del campo; y mandó que toda la noche tuviesen los
caballos ensillados, y asimismo ballesteros y escopeteros y soldados
muy apercebidos; mandó á los amigos tlascaltecas y mejicanos que
estuviesen sus capitanías algo apartadas de los nuestros, porque ya
tenia experiencia de lo de Méjico; porque si de noche viniesen los
contrarios á dar en los reales, que no hubiese estorbo ninguno en
los amigos; y esto fué porque el Sandoval temió que vendrian, porque
vió muchas capitanías de contrarios que se juntaban muy cerca de sus
reales, y tuvo por cierto que aquella noche les habian de venir á
combatir, é oia muchos gritos y cornetas é tambores muy cerca de allí;
é segun entendian, habíanle dicho muchos amigos á Sandoval que decian
los contrarios que para aquel dia cuando amaneciese habian de matar á
Sandoval y á toda su compañía; y los corredores del campo vinieron dos
veces á dar aviso que sentian que se apellidaban de muchas partes y
se juntaban; y cuando fué dia claro Sandoval mandó salir á todas sus
compañías con gran ordenanza, á los de á caballo les tornó á traer
á la memoria como otras veces les habia dicho: íbanse por el camino
adelante por unas caserías, adonde oian los atambores y cornetas; y no
hubo bien andado medio cuarto de legua, cuando le salen al encuentro
tres escuadrones de guerreros y le comenzaron á cercar; y como aquello
vió, manda arremeter la mitad de los de á caballo por una parte y la
otra mitad por la otra, y puesto que le mataron dos soldados de los
nuevamente venidos de Castilla, y tres caballos, todavía les rompió de
tal manera, que fué desde allí adelante matando é hiriendo en ellos,
que no se juntasen como de ántes.
Pues nuestros amigos los mejicanos y tlascaltecas hacian mucho daño
en todos aquellos pueblos, y prendieron mucha gente y abrasaron todos
los pueblos que por delante hallaban, hasta que el Sandoval tuvo lugar
de llegar á la villa de Sant-Estéban del Puerto, y halló los vecinos
tales y tan debilitados, unos muy heridos y otros muy dolientes, y lo
peor, que no tenian maíz que comer ellos y veinte y ocho caballos; y
esto á causa que de noche y de dia les daban guerra, y no tenian lugar
de traer maíz ni otra cosa ninguna, é hasta aquel mismo dia que llegó
Sandoval no habian dejado de los combatir, porque entónces se apartaron
del combate, y despues de haber ido todos los vecinos de aquella villa
á ver y hablar al capitan Sandoval, y dalle gracias y loores por los
haber venido en tal tiempo á socorrer, le contaron los de Garay que si
no fuera por siete ó ocho conquistadores viejos de los de Cortés, que
les ayudaron mucho, que corrian mucho riesgo sus vidas, porque aquellos
ocho salian cada dia al campo y hacian salir los demás soldados, é
resistian que los contrarios no los entrasen en la villa; y tambien
porque, como lo capitaneaban é por su acuerdo se hacia todo, é habian
mandado que los dolientes y heridos se estuviesen dentro en la villa,
y que todos los demás aguardasen en el campo, y que de aquella manera
se sostenian con los contrarios; y Sandoval les abrazó á todos, y mandó
á los conquistadores, que bien los conocia, y aun eran sus amigos, en
especial Fulano Navarrete y Carrascosa, y un Fulano de Alamilla y otros
cinco, que todos eran de los de Cortés, que repartiesen entre ellos de
los de á caballo y ballesteros y escopeteros que el Sandoval traia,
é que por dos partes fuesen ó enviasen maíz é bastimento, é hiciesen
guerra é prendiesen todas las más gentes que pudiesen, en especial
caciques; y esto mandó el Sandoval porque él no podia ir, que estaba
mal herido en un muslo, y en la cara tenia una pedrada, y asimismo
entre los de su compañía traia otros muchos soldados heridos, y porque
se curasen estuvo en la villa tres dias que no salió á dar guerra;
porque, como habia enviado los capitanes ya nombrados, y conoció dellos
que lo harian bien, y vió que de presto enviaron maíz y bastimento,
con esto estuvo los tres dias; y tambien le enviaron muchas indias y
gente menuda que habian preso, y cinco principales de los que habian
sido capitanes en las guerras; y Sandoval les mandó soltar á todas las
gentes menudas, excepto á los principales, y les envió á decir que
desde allí adelante que no prendiesen si no fuesen á los que fueron en
la muerte de los españoles, y no mujeres ni muchachos, y que buenamente
les enviasen á llamar, é así lo hicieron; y ciertos soldados de los
que habian venido con Garay, que eran personas principales, que el
Sandoval halló en aquella villa, los cuales eran por quien se habia
revuelto aquella provincia, que ya los he nombrado á todos los más
dellos en el capítulo pasado, vieron que Sandoval no les encomendaba
cosa ninguna para ir por capitanes con soldados, como mandó á los siete
conquistadores viejos de los de Cortés, comenzaron á murmurar dél entre
ellos, y aun convocaban á otros soldados á decir mal del Sandoval y de
sus cosas, y aun ponian en pláticas de se levantar con la tierra, so
color de que estaba allí con ellos el hijo de Francisco de Garay como
adelantado della; y como lo alcanzó á saber el Sandoval, les habló muy
bien y les dijo:
—«Señores, en lugar de lo tener á bien, como, gracias á Dios, os hemos
venido á socorrer, me han dicho que decis cosas que para caballeros
como sois no son de decir: yo no os quito vuestro ser y honra en enviar
los que aquí hallé por caudillos y capitanes; y si hallara á vuesas
mercedes que érades caudillos, harto fuera yo de ruin si les quitara el
cargo.
»Queria saber una cosa: por qué no lo fuistes cuando estábades
cercados. Lo que me dijistes todos á una es, que si no fuera por
aquellos siete soldados viejos, que tuviérades más trabajo; y como
sabian la tierra mejor que vuesas mercedes, por esta causa los envié:
así que, señores, en todas nuestras conquistas de Méjico no mirábamos
en estas cosas é puntos, sino en servir lealmente á su majestad; así,
os pido por merced que desde aquí adelante lo hagais, é yo no estaré
en esta provincia muchos dias, si no me matan en ella, que me iré á
Méjico. El que quedare por teniente de Cortés os dará muchos cargos, é
á mí me perdonad.»
Y con esto concluyó con ellos, y todavía no dejaron de tenelle mala
voluntad; y esto pasado, luego otro dia sale Sandoval con los que trujo
en su compañía de Méjico y con los siete que habia enviado, y tiene
tales modos, que prendió hasta veinte caciques, que todos habian sido
en la muerte de más de seiscientos españoles que mataron de los de
Garay y de los que quedaron poblados en la villa de los de Cortés, y á
todos los más pueblos envió á llamar de paz, y muchos dellos vinieron,
y con otros disimulaba aunque no venian; y esto hecho, escribió muy en
posta á Cortés dándole cuenta de todo lo acaecido, é qué mandaba que
hiciese de los presos; porque Pedro de Vallejo, que dejó á Cortés por
su teniente, era muerto de un flechazo, á quién mandaba que quedase en
su lugar; y tambien le escribió que lo habian hecho muy como varones
los soldados ya por mí nombrados; y como el Cortés vió la carta, se
holgó mucho en que aquella provincia estuviese ya de paz; y en la
sazon que le dieron la carta á Cortés estábanle acompañando muchos
caballeros conquistadores é otros que habian venido de Castilla; é dijo
Cortés delante dellos:
—«¡Oh Gonzalo de Sandoval! ¡en cuán gran cargo os soy, y cómo me
quitais de muchos trabajos!»
Y allí todos le alabaron mucho, diciendo que era un muy extremado
capitan, y que se podia nombrar entre los muy afamados.
Dejemos destas loas; y luego Cortés le escribió que, para que más
justificadamente castigase por justicia á los que fueron en la muerte
de tanto español y robos de hacienda y muertes de caballos, que enviaba
al alcalde mayor Diego de Ocampo para que se hiciese informacion contra
ellos, é lo que se sentenciase por justicia que lo ejecutase; y le
mandó que en todo lo que pudiese les aplaciese á todos los naturales
de aquella provincia, é que no consintiese que los de Garay ni otras
personas ningunas los robasen ni les hiciesen malos tratamientos; y
como el Sandoval vió la carta, y que venia el Diego de Ocampo, se holgó
dello, y desde á dos dias que llegó el alcalde mayor Ocampo hicieron
proceso contra los capitanes y caciques que fueron en la muerte
de los españoles, y por sus confesiones, por sentencia que contra
ellos pronunciaron, quemaron y ahorcaron ciertos dellos, é á otros
perdonaron; y los cacicazgos dieron á sus hijos y hermanos, á quien de
derecho les convenia.
Y esto hecho, el Diego de Ocampo parece ser traia instrucciones
é mandamientos de Cortés para que inquiriese quién fueron los que
entraban á robar la tierra é andaban en bandos y rencillas, y
convocando á otros soldados que se alzasen, y mandó que les hiciese
embarcar en un navío y los enviase á la isla de Cuba, y aun envió
dos mil pesos para Juan de Grijalva si se queria volver á Cuba; é si
quisiese quedar, que le ayudase y diese todo recaudo para venir á
Méjico; é en fin de más razones, todos de buena voluntad se quisieron
volver á la isla de Cuba, donde tenian indios, y les mandó dar mucho
bastimento de maíz é gallinas é de todas las cosas que habia en la
tierra, y se volvieron á sus casas é isla de Cuba; y esto hecho,
nombraron por capitan á un Fulano de Vallecillo, é dieron la vuelta el
Sandoval y el Diego de Ocampo para Méjico, y fueron bien recebidos de
Cortés y de toda la ciudad, que temian todos algun mal desbaratamiento
de los nuestros, y se alegraron y solazaron mucho cuando vieron venir á
Sandoval con vitoria.
Y fray Bartolomé de Olmedo dijo á Cortés que se diesen loores á Dios;
y ansí, se hizo una fiesta á nuestra Señora, y predicó muy santamente
fray Bartolomé de Olmedo, y como buen letrado, que lo era el fraile; y
dende en adelante no se tornó más á levantar aquella provincia.
Y dejemos de hablar más en ello, é digamos lo que le aconteció al
licenciado Zuazo en el viaje que venia de Cuba á la Nueva España.


CAPÍTULO CLXIII.
CÓMO EL LICENCIADO ALONSO DE ZUAZO VENIA EN UNA CARABELA Á LA
NUEVA-ESPAÑA, CON DOS FRAILES DE LA MERCED, AMIGOS DE FRAY BARTOLOMÉ DE
OLMEDO, Y DIÓ EN UNAS ISLETAS QUE LLAMAN LAS VÍBORAS, É DE LA MUERTE DE
UNO DE LOS FRAILES, Y LO QUE MÁS LE ACONTECIÓ.

Como ya he dicho en el capítulo pasado que hablé de cuando el
licenciado Zuazo fué á ver á Francisco de Garay al pueblo Xagua, que es
la isla de Cuba, cabe la villa de la Trinidad; y el Garay le importunó
que fuese con él en su armada para ser medianero entre él y Cortés,
porque bien entendido tenia que habia de tener diferencias sobre la
gobernacion de Pánuco; y el Alonso de Zuazo le prometió que ansí lo
haria en dando cuenta de la residencia del cargo que tuvo de justicia
en aquella isla de Cuba, donde al presente vivia; y en hallándose
desembarazado, luego procuró de dar residencia y hacerse á la vela
é ir á la Nueva-España, adonde habia prometido, é llevó consigo dos
frailes de la Merced, que se decia el uno fray Gonzalo de Pontevedra y
el otro fray Juan Varillas, natural de Salamanca, é este era muy amigo
del Padre fray Bartolomé de Olmedo, é habia pedido licencia á sus
Prelados para ir en busca suya é le ayudar, é estaba con fray Gonzalo
en Cuba á la ventura de si habia ocasion de ir con el fray Bartolomé;
y el Zuazo que se decia pariente del fray Juan, le pidió se fuese con
él, y se embarcaron en un navío chico, é yendo por su viaje, é salimos
de la punta que llaman de Sant-Anton, y tambien se dice por otro nombre
la tierra de los Gamatabeis, que son unos salvajes que no sirven á
españoles; y navegando en su navío, que era de poco porte, ó porque
el piloto erró la derrota, ó descayó con las corrientes, fué á dar en
unas isletas que son entre unos bajos que llaman las Víboras, y no muy
léjos destos bajos están otros que llaman los Alacranes, y entre estas
isletas se suelen perder navíos grandes; y lo que le dió la vida á
Zuazo fué ser su navío de poco porte.
Pues volviendo á nuestra relacion: porque pudiesen llegar con el navío
á una isleta que vieron que estaba cerca, que no bañaba la mar, echaron
muchos tocinos al agua, y otras cosas que traian para matalotaje, para
aliviar el navío, para poder ir sin tocar en tierra hasta la isleta, y
cargaron tantos tiburones á los tocinos, que á unos marineros que se
echaron al agua á más de la cinta, los tiburones, encarnizados en los
tocinos apañaron á un marinero dellos y le despedazaron y tragaron, y
si de presto no se volvieran los demás marineros á la carabela, todos
perecieran, segun andaban los tiburones, encarnizados en la sangre
del marinero que mataron; pues lo mejor que pudieron allegaron con
su carabela á la isleta, y como habian echado á la mar el bastimento
y cazabe, y no tenian qué comer, y tampoco tenian agua que beber ni
lumbre, ni otra cosa con que pudiesen sustentarse, salvo unos tasajos
de vaca que dejaron de arrojar á la mar, fué ventura que traian en la
carabela dos indios de Cuba, que sabian sacar lumbre con unos palicos
secos que hallaron en la isleta adonde aportaron, é dellos sacaron
lumbre, y cavaron en un arenal y sacaron agua salobre, y como la isleta
era chica y de arenales, venian á ella á desovar muchas tortugas,
é ansí como salian las trastornaban los indios de Cuba las conchas
arriba; é suele poner cada una dellas sobre cien huevos tamaños como de
patos; é con aquellas tortugas é muchos huevos tuvieron bien con que
se sustentar trece personas que escaparon en aquella isleta; y tambien
mataron los marineros que salian de noche al arenal los lobos marinos
de la isleta, que fueron harto buenos para comer.
Pues estando desta manera, como en la carabela acertaron á venir dos
carpinteros de ribera, y tenian sus herramientas, que no se les habian
perdido, acordaron de hacer una barca para ir con ella á la vela, é
con la tablazon é clavos, estopas é jarcias y velas que sacaron del
navío que se perdió, hacen una buena barca como batel, en que fueron
tres marineros é un indio de Cuba á la Nueva-España, y para matalotaje
llevaron de las tortugas y los lobos marinos asados, y con agua
salobre, y con la carta é aguja de marear, despues de se encomendar á
Dios, fueron su viaje, é unas veces con buen tiempo é otras veces con
contrario, llegaron al puerto de Calchocuca, que es el rio de Banderas,
adonde en aquella sazon se descargaban las mercaderías que venian de
Castilla, y dende allí fueron á Medellin, adonde estaba por teniente de
Cortés un Simon de Cuenca; y como los marineros que venian en la barca
le dijeron al teniente el gran peligro en que estaba el licenciado
Alonso Zuazo, luego sin más dilacion el Simon de Cuenca buscó marineros
é un navío de poco porte, y con mucho refresco, lo despachó á la isleta
adonde estaba el Zuazo; y el Simon de Cuenca le escribió al mismo
licenciado cómo Cortés se holgaria mucho con su venida, é ansimismo
le hizo saber á Cortés todo lo acaecido, y cómo le envió el navío
bastecido; de lo cual se holgó Cortés del buen aviamiento que el
teniente hizo, y mandó que en aportando allí al puerto, que le diesen
todo lo que hubiese menester, y vestidos y cabalgaduras, é que le
enviasen á Méjico; y partió el navío, é fué con buen viaje á la isleta,
con el cual se holgó el Zuazo y su gente.
Volvamos á decir cómo cuando llegó el navío se habia muerto en pocos
dias, de no poder comer bocado de las viandas, el Fraile fray Gonzalo,
de que habian habido gran pesar fray Juan é Zuazo; é habiéndole
encomendado á Dios su alma, se embarcaron en él, y de presto con buen
tiempo llegaron á Medellin, é se les hizo mucha honra, y fueron á
Méjico, y Cortés les mandó salir á recebir, y les llevó á sus palacios
y se regocijó con ellos, y le hizo su alcalde mayor al licenciado
Alonso de Zuazo, y en esto paró su viaje.
Dejemos de hablar dello, y digo que esta relacion que doy, es por una
carta que nos escribió á la villa de Guacalco Cortés al cabildo della,
adonde declaraba lo por mí aquí dicho, é porque dentro en dos meses
vino al puerto de aquella villa el mismo barco en que vinieron los
marineros á dar aviso del Zuazo, é allí hicieron un barco del descargo
de la misma barca, y los marineros nos lo contaban segun de la manera
que aquí lo escribo.
Dejemos esto, y diré cómo Cortés envió á Pedro de Albarado á pacificar
la provincia de Guatimala.


CAPÍTULO CLXIV.
CÓMO CORTÉS ENVIÓ Á PEDRO DE ALBARADO Á LA PROVINCIA DE GUATIMALA PARA
QUE POBLASE UNA VILLA Y LOS TRAJESE DE PAZ, Y LO QUE SOBRE ELLO SE HIZO.

Pues como Cortés siempre tuvo los pensamientos muy altos y de señorear,
quiso en todo remedar á Alejandro Macedonio y con los muy buenos
capitanes y extremados soldados que siempre tuvo, despues que se hubo
poblado la gran ciudad de Méjico é Guaxaca é Zacatula é Colima é la
Veracruz é Pánuco é Guacacualco, y tuvo noticia que en la provincia
de Guatimala habia recios pueblos de mucha gente é que habia minas,
acordó de enviar á la conquistar y poblar á Pedro de Albarado, é aun
el mismo Cortés habia enviado á rogar á aquella provincia que viniesen
de paz, é no quisieron venir; é dióle al Albarado para aquel viaje
sobre trecientos soldados, y entre ellos ciento y veinte escopeteros
y ballesteros, y más, le dió ciento y treinta y cinco de á caballo,
cuatro tiros y mucha pólvora, y un artillero que se decia Fulano de
Usagre, y sobre ducientos tlascaltecas y cholultecas, y cien mejicanos,
que iban sobresalientes.
Fray Bartolomé de Olmedo, que era amigo grande de Albarado, le demandó
licencia á Cortés para irse con él é predicar la fe de Jesucristo á
los de Guatimala; mas Cortés, que tenia con el fraile siempre harta
comunicacion, decia que no, y que iria con Albarado un buen clérigo
que habia venido de España con Garay, é que tuviese voluntad de
quedarse para predicar la pascua del Nacimiento de Jesucristo; mas el
fraile tanto le cansó, que se hubo de ir con Albarado, aunque con poca
voluntad de Cortés, que siempre con él hablaba de todos los negocios.
Y despues de dadas las instrucciones en que le mandaba á Albarado que
con toda diligencia procurase de los atraer de paz sin darles guerra,
é que con ciertas lenguas que llevaba les predicase fray Bartolomé de
Olmedo las cosas tocantes á nuestra santa fe, é que no les consintiese
sacrificios ni sodomías ni robarse unos á otros, é que las cárceles é
redes que hallase hechas, adonde suelen tener presos indios á engordar
para comer, que las quebrase y que los saquen de las prisiones, y que
con amor y buena voluntad los atraya á que dén la obediencia á su
Majestad, y en todo se les hiciese buenos tratamientos, entónces fray
Bartolomé de Olmedo pidió que se fuese con ellos el clérigo ya por mí
arriba memorado, que vino con Garay para que le ayudase, y el clérigo
era bueno, y Cortés se le dió y dijo que fuese en buen hora.
Pues ya despedido el Pedro de Albarado de Cortés y de todos los
caballeros amigos suyos que en Méjico habia, y se despidieron los unos
de los otros, partió de aquella ciudad en 13 dias del mes de Diciembre
de 1523 años, y mandóle Cortés que fuese por unos peñoles que cerca
del camino estaban alzados en la provincia de Guantepeque, los cuales
peñoles trajo de paz; llámanse el peñol de Güelamo, que era entónces
de la encomienda de un soldado que se dice Güelamo; y dende allí fué
á Tecuantepeque, pueblo grande, y son zapotecas, y le recibieron muy
bien, porque estaban de paz, é ya se habian ido de aquel pueblo, como
dicho tengo en el capítulo pasado que dello habla, á Méjico, y dado
la obediencia á su Majestad é á ver á Cortés, y aun le llevaron un
presente de oro; y dende Tecuantepeque fué á la provincia de Soconusco,
que era en aquel tiempo muy poblada de más de quince mil vecinos, y
tambien le recibieron de paz y le dieron un presente de oro y se dieron
por vasallos de su Majestad.
Y dende Soconusco llegó cerca de otras poblaciones que se dicen
Zapotitlan, y en el camino, en una puente de un rio que hay allí un mal
paso, halló muchos escuadrones de guerreros que le estaban aguardando
para no dejalle pasar, y tuvo una batalla con ellos, en que le mataron
un caballo é hirieron muchos soldados, y uno murió de las heridas;
y eran tantos los indios que se habian juntado contra Albarado, no
solamente los de Zapotitlan, sino de otros pueblos comarcanos, que
por muchos dellos que herian, no los podian apartar, y por tres veces
tuvieron rencuentros, y quiso nuestro Señor Dios que los venció y le
vinieron de paz; y dende Zapotitlan iba camino de un recio pueblo que
se dice Quetzaltenango, y ántes de llegar á él tuvo otros rencuentros
con los naturales de aquel pueblo y con otros sus vecinos, que se dice
Utatlan, que era cabecera de ciertos pueblos que están en su contorno á
la redonda del Quetzaltenango, y en ellos le hirieron ciertos soldados,
puesto que el Pedro de Albarado y su gente mataron é hirieron muchos
indios.
Y luego estaba una mala subida de un puerto que dura legua y media,
y con ballesteros y escopeteros y todos sus soldados puestos en gran
concierto, lo comenzó á subir, y en la cumbre del puerto hallaron una
india gorda que era hechicera, y un perro de los que ellos crian,
que son buenos para comer, que no saben ladrar, sacrificados, que es
señal de guerra; y más adelante halló tanta multitud de guerreros
que le estaban esperando, y le comenzaron á cercar; y como eran los
pasos malos y en sierra muy agra, los de á caballo no podian correr
ni revolver ni aprovecharse dellos; mas los ballesteros y escopeteros
y soldados de espada y rodela tuvieron reciamente con ellos pié con
pié, y fueron peleando las cuestas y puerto abajo, hasta llegar á unas
barrancas, donde tuvo otra muy reñida escaramuza con otros muchos
escuadrones de guerreros que allí en aquellas barrancas esperaban, y
era con un ardid que entre ellos tenian acordado, y fué desta manera:
que, como fuese el Pedro de Albarado peleando, hacian que te iban
retrayendo, y como les fuese siguiendo hasta donde le estaban esperando
sobre seis mil indios guerreros, y estos eran de los de Utatlan y de
otros pueblos sus sujetos, que allí los pensaban matar; y Pedro de
Albarado y todos sus soldados pelearon con ellos con grande ánimo, y
los indios le hirieron tres soldados y dos caballos, mas todavía les
venció y puso en huida; y no fueron muy léjos, que luego se tornaron
á juntar y rehacer con otros escuadrones, y tornaron á pelear como
valientes guerreros, creyendo desbaratar al Pedro de Albarado y á su
gente; é fué cabe una fuente, adonde le aguardaron de arte, que se
venian ya pié con pié con los de Pedro de Albarado, y muchos indios
hubo dellos que aguardaron dos ó tres juntos á un caballo, y se ponian
á fuerzas para derrotalle, é otros los tomaban de las colas; y aquí se
vió el Pedro de Albarado en gran aprieto, porque como eran muchos los
contrarios, no podian sustentar á tantas partes de los escuadrones que
les daban guerra á él y todos los suyos; y como hubieron gran coraje
con el ánimo que les daba fray Bartolomé de Olmedo, diciéndoles que
peleasen con intencion de servir á Dios y extender su santa fe, que él
les ayudaria, y que habian de vencer ó morir sobre ello; é con todo,
temian no los desbaratasen, porque se vieron en gran aprieto; y danles
una mano con las escopetas y ballestas, y á buenas cuchilladas les
hicieron que se apartasen algo.
Pues los de á caballo no estaban de espacio, sino alancear y atropellar
y pasar adelante, hasta que los hubieron desbaratado, que no se
juntaron en aquellos tres dias; é como vió que ya no tenia contrarios
con quien pelear, se estuvo en el campo sin ir á poblado, rancheando
y buscando de comer; y luego se fué con todo su ejército al pueblo
de Quetzaltenango, y allí supo que en las batallas pasadas les
habia muerto dos capitanes señores de Utatlan: y estando reposando
y curando los heridos, tuvo aviso que venia otra vez contra él todo
el poder de aquellos pueblos comarcanos, y se habian juntado más de
dos xiquipiles, que son diez y seis mil indios; que cada xiquipil
son ocho mil guerreros, é que venian con determinacion de morir
todos ó vencer; y como el Pedro de Albarado lo supo, se salió con su
ejército en un llano, y como venian tan determinados los contrarios,
comenzaron á cercar el ejército de Pedro de Albarado y tirar vara,
flecha y piedra y con lanzas, y como era muy llano y podian muy bien
correr á todas partes los caballos, dan en los escuadrones contrarios
de tal manera, que de presto les hizo volver las espaldas; aquí le
hirieron muchos soldados é un caballo, y segun pareció, murieron
ciertos indios principales, ansí de aquel pueblo como de toda aquella
tierra; por manera que dende aquella vitoria ya temian aquellos pueblos
mucho á Albarado, y concertaron toda aquella comarca de le enviar
á demandar paces, é le trajeron un presente de oro de poca valía
porque acetase las paces, é fué con acuerdo de todos los caciques de
aquella provincia, porque otra vez se tornaron á juntar muchos más
guerreros que de ántes; y les mandaron á sus guerreros que secretamente
estuviesen entre las barrancas de aquel pueblo de Utatlan, y que si
enviaban á demandar paces, era que, como el Pedro de Albarado y su
ejército estaba en Quetzaltenango haciendo entradas y corredurias, é
siempre traian presa de indios é indias, y por llevalle á otro pueblo
muy fuerte y cercado de barrancas, que se dice Utatlan, para que cuando
le tuviesen dentro y en parte que ellos creian aprovecharse dél y de
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