Verdadera historia de los sucesos de la conquista de la Nueva-España (2 de 3) - 26

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sus soldados, dar en ellos con los guerreros que ya estaban aparejados
y escondidos para ello.
Volvamos á decir cómo fueron con el presente delante de Pedro de
Albarado muchos principales; y despues de hecha su cortesía á su
usanza, le demandaron perdon por las guerras pasadas, ofreciéndose por
vasallos de su Majestad, y le ruegan que porque su pueblo es grande,
está en parte más apacible donde le puedan servir, é junto á otras
poblaciones, que se vaya con ellos á él.
Y el Pedro de Albarado los recibió con mucho amor, y no entendió
las cautelas que traian; y despues de les haber respondido el mal
que habian hecho en salir de guerra, aceptó sus paces, é otro dia
por la mañana fué con su ejército con ellos á Utatlan, que ansí se
dice el pueblo, é desque hubo entrado dentro é vieron una casa tan
fuerte, porque tenia dos puertas, y la una dellas tenia veinte y cinco
escalones ántes de entrar en el pueblo, y la otra puerta con una
calzada que era muy mala y deshecha por todas partes, y las casas muy
juntas y las calles muy angostas, y en todo el pueblo no habia mujeres
ni gente menuda, cercado de barrancas, é de comer no les proveian sino
mal y tarde, y los caciques muy demudados en los parlamentos, avisaron
al Pedro de Albarado unos indios de Quetzaltenango que aquella noche
los querian matar á todos en aquellos pueblos si allí se quedaban, é
que tenian puestos entre las barrancas muchos escuadrones de guerreros
para en viendo arder las casas juntarse con los de Utatlan, dar en
nosotros los unos por una parte é los otros por otra, é con el fuego
é humo no se podrian valer, é que entónces los quemarian vivos; y
como el Pedro de Albarado entendió el gran peligro en que estaban, de
presto mandó á sus capitanes é á todo su ejército que sin más tardar
se saliesen al campo, y les dijo el peligro que tenian; y como lo
entendieron, no tardaron de se ir á lo llano cerca de unas barrancas,
porque en aquel tiempo no tuvieron más lugar de salir á tierra llana
de en medio de tan recios pasos; é á todo esto el Pedro de Albarado
mostraba buena voluntad á los caciques y principales de aquel pueblo
y de otros comarcanos, y les dijo que porque los caballos eran
acostumbrados de andar paciendo en el campo un rato del dia, que por
esta causa se salió del pueblo, porque estaban muy juntas las casas
y calles; y los caciques estaban muy tristes porque ansí los vieron
salir; é ya el Pedro de Albarado no pudo más disimular la traicion que
tenian urdida, y sobre ello y sobre los escuadrones que tenia juntos en
las barrancas mandó prender al cacique de aquel pueblo y por justicia
le mandó quemar.
Fray Bartolomé de Olmedo pidió á Albarado que queria ver si podria
enseñarle y predicarle la fe de Cristo para le bautizar; y el Fraile
pidió un dia de término, y no lo hizo en dos; pero al fin quiso
Jesucristo que el cacique se hizo cristiano, y le bautizó el Fraile,
y pidió á Albarado que no le quemasen, sino que le ahorcasen, y el
Albarado se lo concedió, y dió el señorío á su hijo, y luego se
salió á tierra llana fuera de las barrancas, y tuvo guerra con los
escuadrones que tenian aparejados para el efeto que he dicho; y despues
que hubieron probado sus fuerzas y la mala voluntad con los nuestros,
fueron desbaratados.
Y dejemos de hablar de aquesto, y digamos cómo en aquella sazon en un
gran pueblo que se dice Guatimala se supo las batallas que Pedro de
Albarado habia habido despues que entró en la provincia, y en todas
habia sido vencedor, y que al presente estaba en tierra de Utatlan,
y que dende allí hacia entradas y daba guerras á muchos pueblos; y
segun pareció, los de Utatlan y sus sujetos eran enemigos de los de
Guatimala, é acordaron los de Guatimala de enviar mensajeros con
presentes de oro á Pedro de Albarado, y darse por vasallos de su
majestad; y enviaron á decir que si habian menester algun servicio de
sus personas para aquellas guerras, que ellos vendrian; y el Pedro
de Albarado los recibió de buena voluntad, y les envió á dar muchas
gracias por ello; y para ver si era como se lo decian, y como no
sabia la tierra, para que le encaminasen les envió á demandar dos mil
guerreros, y esto por causa de muchas barrancas y pasos malos que
estaban cortados porque no pudiesen pasar los nuestros, para que si
fuesen menester los adobasen, y llevar el fardaje; y los de Guatimala
se los enviaron luego con sus capitanes; y Pedro de Albarado estuvo en
la provincia de Utatlan siete ú ocho dias haciendo entradas, y eran
de los pueblos rebelados que habian dado la obediencia á su majestad,
y despues de dada se tornaban á alzar, y herraron muchos esclavos é
indias, y pagaron el real quinto, y los demás repartieron entre los
soldados; y luego se fué á la ciudad de Guatimala, y fué bien recibido
y hospedado; y desque fueron allí llegados, le contaba Albarado á fray
Bartolomé de Olmedo y á los capitanes suyos que nunca tan apretado se
habia visto como en batallar con los de Utatlan, é que eran corajudos
é buenos guerreros, y que se habian hecho buena hacienda, mas fray
Bartolomé de Olmedo le replicó que Dios le habia hecho, é que para que
tuviese por bien é pluguiese de les ayudar en adelante, que no seria
malo darle gracias y hacer fiesta á Dios y á su Madre, é que la gente
oyese Misa y que él predicase á los indios; dijo Albarado y todos los
capitanes:
—«Esa es la verdad, Padre; hágase una fiesta á la Vírgen.»
É se aparejó un altar, é confesaron en dia y medio todos, é los
comulgó fray Bartolomé de Olmedo, é despues de la Misa predicó, é habia
allí muchos indios, é les declaró muchas cosas de nuestra santa fe,
porque dijo muy buenas teologías, que el Fraile dicen que la sabia; y
le plugo á Dios que más de treinta indios quisiesen ser bautizados,
é los bautizó de allí á dos dias el Fraile, é estaban otros deseando
bautizarse, por ver como hablaban é comunicaban más los nuestros con
los bautizados é no con ellos, é todos generalmente estaban con alegría
con Albarado; y los caciques de aquella ciudad le dijeron que muy cerca
de allí habia unos pueblos junto á una laguna, é que tenian un peñol
muy fuerte; é que eran sus enemigos é que les daban guerra, y que bien
sabian los de aquel pueblo que no estaban léjos é cómo estaba allí el
Pedro de Albarado, y que no venian á dar la obediencia como los demás
pueblos, y que eran muy malos y de malas condiciones; el cual pueblo
se dice Atitlan; y el Pedro de Albarado les envió á rogar que viniesen
de paz y que serian dél muy bien tratados, y otras blandas palabras;
y la respuesta que enviaron fué, que maltrataron los mensajeros, y
viendo que no aprovechaban, tornó á enviar otros embajadores para les
traer de paz, porque tres veces les envió á traer de paz, y todas
tres les maltrataron de palabra; y fué Pedro de Albarado en persona á
ellos, y llevó sobre ciento y cuarenta soldados, y entre ellos veinte
ballesteros y escopeteros y cuarenta de á caballo, y con dos mil
guatimaltecas; é cuando llegó junto al pueblo les tornó á requerir con
la paz, y no le respondieron sino con arcos y flechas, que comenzaron
á flechar; y cuando aquello vió, que no llegó muy léjos de allí y
estaba dentro del agua, sálenle al encuentro dos buenos escuadrones
de indios guerreros con grandes lanzas y buenos arcos y flechas, y
con otras muchas armas y coseletes, y tañendo sus atabales, y con sus
penachos y divisas, y peleó con ellos buen rato, é hubo muchos heridos
de los soldados; mas no tardaron mucho en el campo los contrarios, que
luego fueron huyendo á acogerse al peñol, y el Pedro de Albarado con
sus soldados tras ellos, y de presto les ganó el peñol, y hubo muchos
muertos y heridos, é más hubiera si no se echaran todos al agua; y
se pasaron á una isleta, y entónces saquearon las casas que estaban
pobladas junto á la laguna; y se salieron á un llano adonde habia
muchos maizales, y durmió allí aquella noche.
Otro dia de mañana fueron al pueblo de Atitlan, que ya he dicho que
ansí se dice, y estaba despoblado; y entónces mandó que corriesen la
tierra é las güertas de cacaguatales, que tenian muchas, é trajeron
presos dos principales de aquel pueblo, y el Pedro de Albarado les
envió luego aquellos principales, con los que estaban presos del dia
ántes, á rogar á los demás caciques vengan de paz, y que les dará
todos los prisioneros, y que serán dél muy bien mirados y honrados, y
que si no vienen, que les dará guerra como á los de Quetzaltenango é
Utatlan, é les cortará sus árboles de cacaguatales y hará todo el daño
que pudiere; en fin de más razones, con estas palabras y amenazas luego
vinieron de paz y trajeron un presente de oro, y se dieron por vasallos
de su majestad, y luego el Pedro de Albarado y su ejército se volvió
á Guatimala; é se ocupaba el fray Bartolomé de Olmedo en predicarles
la santa fe á los indios, decia Misa en un altar que hicieron, en que
pusieron una cruz, que la adoraban ya los indios, como miraban que
nosotros la adorábamos; é tambien puso el Fraile una imágen de la
Vírgen que habia traido Garay é se la dió cuando muriera; era pequeña,
mas muy hermosa, é los indios se enamoraban della, y el Fraile les
decia quién era, y ellos la adoraban; é estando algunos dias sin hacer
cosa más de lo por mí memorado, vinieron de paz todos los pueblos de
la comarca, y otros de la costa del Sur, que se llaman los pipiles; y
muchos de aquellos pueblos que vinieron de paz se quejaron que en el
camino por donde venian estaba una poblacion que se dice Izcuintepeque,
y que eran malos, y que no les dejaban pasar por su tierra y les iban
á saquear sus pueblos, y dieron otras muchas quejas dellos; y el Pedro
de Albarado los envió á llamar de paz, y no quisieron venir, ántes
enviaron á decir muy soberbias palabras; é acordó de ir á ellos con
todos los más soldados que tenia, y de á caballo y escopeteros y
ballesteros, y muchos amigos de Guatimala, y sin ser sentidos, da una
mañana sobre ellos, en que se hizo mucho daño y presa, que valiera más
que nunca se hiciera, sino conforme á justicia; que fué mal hecho y no
conforme á lo que su majestad mandó.
É ya que hemos hecho relacion de la conquista y pacificacion de
Guatimala y sus provincias, y muy cumplidamente lo dice en una memoria
que dello tiene hecha un vecino de Guatimala, deudo de los Albarados,
que se dice Gonzalo de Albarado, lo cual verán más por extenso, si
yo en algo aquí faltare, y esto digo porque no me hallé en estas
conquistas hasta que pasamos por aquestas provincias, estando todo de
guerra, en el año de 1524 años, é fué cuando veniamos de las Higueras
é Honduras con el capitan Luis Marin, que nos volvimos para Méjico; y
más digo, que tuvimos en aquella sazon con los de Guatimala algunos
rencuentros de guerra, y tenian hechos muchos hoyos y cortados en
pasos malos pedazos de sierras para que no pudiésemos pasar con las
grandes barrancas; y aun entre un pueblo que se dice Iuanazagapa y
Petapa, en unas quebradas hondas estuvimos allí detenidos guerreando
con los naturales de aquella tierra dos dias, que no podiamos pasar un
mal paso; y entónces me hirieron de un flechazo, mas fué poca cosa, y
pasamos con harto trabajo, porque estaban en el paso muchos guerreros
guatimaltecas y de otros pueblos; y porque hay mucho que decir, y por
fuerza tengo de traer á la memoria algunas cosas en su tiempo y lugar,
y esto fué en el tiempo que hubo fama que Cortés era muerto y todos los
que con él fuimos á las Higueras, lo dejaré por agora, y digamos de la
armada que Cortés envió á las Higueras y Honduras.
Tambien digo que esta provincia de Guatimala no eran guerreros los
indios, porque no esperaban sino en barrancas, y con sus flechas no
hacian nada, y no aguardaban á que los rompieran en campo llano.


CAPÍTULO CLXV.
CÓMO CORTÉS ENVIÓ UNA ARMADA PARA QUE PACIFICASE Y CONQUISTASE AQUELLAS
PROVINCIAS DE HIGUERAS Y HONDURAS, ENVIÓ POR CAPITAN DELLA Á CRISTÓBAL
DE OLÍ, Y LO QUE PASÓ DIRÉ ADELANTE.

Como Cortés tuvo nueva que habia ricas tierras y buenas minas en lo de
Higueras é Honduras, é aun le hicieron creer unos pilotos que habian
estado en aquel paraje ó bien cerca dél, que habian hallado unos indios
pescando en la mar y que les tomaron las redes, é que las plomadas que
en ellas traian para pescar que eran de oro revuelto con cobre; y le
dijeron que creyeron que habia por aquel paraje estrecho, y que pasaban
por él de la banda del Norte á la del Sur; y tambien, segun entendimos,
su majestad le encargó y mandó á Cortés por cartas, que en todo lo
que descubriese mirase é inquiriese con grande diligencia y solicitud
de buscar el estrecho ó puerto ó paraje para la especería, agora sea
por lo del oro ó por buscar el estrecho; Cortés acordó de enviar por
capitan de aquella jornada á un Cristóbal de Olí, que fué maestre de
campo en lo de Méjico, lo uno porque le via hecho de su mano, y era
casado con una portuguesa que se decia doña Filipa de Araujo (ya le he
nombrado otras veces), y tenia el Cristóbal de Olí buenos indios de
repartimiento cerca de Méjico, creyendo que le seria fiel y haria lo
que le encomendase, y porque para ir por tierra tan largo viaje era
grande inconveniente y trabajo y gasto, acordó que fuese por la mar,
porque no era tan grande estorbo é costa, y dióle cinco navíos y un
bergantin muy bien artillados, y con mucha pólvora y bien bastecidos,
y dióle trecientos y setenta soldados, y en ellos cien ballesteros y
escopeteros y veinte y dos caballos, y entre estos soldados fueron
cinco conquistadores de los nuestros, que pasaron con el mismo Cortés
la primera vez, habiendo servido á su majestad muy bien en todas las
conquistas, y tenian ya sus casas y reposo; y esto digo ansí, porque
no aprovechaba cosa decir á Cortés:
—«Señor, déjame descansar, que harto estoy de servir;» que les hacia ir
adonde mandaba por fuerza.
É llevó consigo á un Briones, natural de Salamanca, é habia sido
capitan de bergantines y soldado en Italia, y este Briones era muy
bullicioso y enemigo de Cortés; y llevó otros muchos soldados que
no estaban bien con Cortés porque no les dió buenos repartimientos
de indios ni las partes del oro, y le querian muy mal; y en las
instrucciones que Cortés le dió fué, que dende el puerto de la
Villa-Rica fuese su derrota á la Habana, y que allí en la Habana
hallaria á un Alonso de Contreras, soldado viejo de Cortés, natural
de Orgaz, que llevó seis mil pesos de oro para que comprase caballos
y cazabe é puercos y tocinos, y otras cosas pertenecientes para el
armada; el cual soldado envió Cortés adelante de Cristóbal de Olí por
causa de que si verian ir el armada los vecinos de la Habana encarecian
los caballos y todos los demás bastimentos; y mandó al Cristóbal de
Olí que en llegando á la Habana tomase los caballos que estuviesen
comprados, y de allí fuese su derrota para Higueras, que era buena
navegacion y muy cerca, y le mandó que buenamente, sin haber muertes de
indios, cuando hubiese desembarcado procurase poblar una villa en algun
buen puerto, é que á los naturales de aquellas provincias los trajese
de paz, y buscase oro y plata, y que procurase de saber é inquirir
si habia estrecho, ó qué puertos habia por la banda del Sur, si allá
pasase; y le dió dos clérigos, que el uno dellos sabia la lengua
mejicana, y le encargó que con diligencia les predicasen las cosas de
nuestra santa fe, y que no consintiesen sodomías ni sacrificios, sino
que buena y mansamente se los desabrigasen; y le mandó que todas las
casas de madera adonde tenian indios é indias á engordar, encarcelados,
para comer, que se las quebrasen, y soltasen los tristes encarcelados;
y le mandó que en todas partes pusiesen cruces, y le dió muchas
imágenes de Nuestra Señora para que pusiese en los pueblos, y le dijo
estas palabras:
—«Mira, hijo Cristóbal de Olí, desa manera lo procurad hacer.»
Y despues de abrazados y despedidos con mucho amor y paz, se despidió
el Cristóbal de Olí de Cortés y de toda su casa, y fué á la Villa-Rica,
donde estaba toda su armada muy á punto, y en ciertos dias del mes é
año que no me acuerdo, se embarcó con todos sus soldados, y con buen
tiempo llegó á la Habana, y halló los caballos comprados y todo lo
demás de bastimentos, y cinco soldados, que eran personas de calidad,
de los que habia echado de Pánuco Diego de Ocampo, porque era muy
bandolero y bullicioso; y á estos soldados ya los he nombrado algunos
dellos cómo se llamaban, en el capítulo pasado cuando la pacificacion
de Pánuco, y por esta causa los dejaré ahora de nombrar; y estos
soldados aconsejaron al Cristóbal de Olí, pues que habia fama de
tierra rica donde iba, y llevaba buena armada, bien bastecida, y muchos
caballos y soldados, que se alzase desde luego á Cortés, y que no le
conociese dende allí por superior ni le acudiese con cosa ninguna.
El Briones, otra vez por mí nombrado, se lo habia dicho muchas veces
secretamente al Cristóbal de Olí sobre el caso, é al gobernador de
aquella isla, que ya he dicho otras muchas veces que se decia Diego
Velazquez, enemigo mortal de Cortés; y el Diego Velazquez vino donde
estaba la armada, y lo que se concertaron fué, que entre él y Cristóbal
de Olí tuviesen aquella tierra de Higueras y Honduras por su majestad,
y en su real nombre Cristóbal de Olí, y que el Diego Velazquez le
proveeria de lo que hubiese menester, é haria sabidor dello en Castilla
á su majestad para que le trujesen la gobernacion; y desta manera
se concertó la compañía del armada; y quiero decir la condicion y
presencia de Cristóbal de Olí: era valiente por su persona, así á pié
como á caballo; era extremado varon, mas no era para mandar, sino para
ser mandado, y era de edad de treinta y seis años, natural de cerca de
Baeza ó Linares, y su presencia y altor era de buen cuerpo y membrudo
y de grande espalda, bien entallado é algo rubio, y tenia muy buena
presencia en el rostro, y traia el bezo de bajo siempre como hendido á
manera de grieta; en la plática hablaba algo gordo y espantoso, y era
de buena conversacion, y tenia otras buenas condiciones de ser franco,
y era al principio cuando estaba en Méjico gran servidor de Cortés,
sino que esta ambicion de mandar y no ser mandado le cegó, y con los
malos consejeros, y tambien como fué criado en casa de Diego Velazquez
cuando mozo, y fué lengua de la isla de Cuba, reconoció el pan que en
su casa habia comido, aunque más obligado era á Cortés que no á Diego
Velazquez.
Pues ya hecho este concierto con Diego Velazquez, vinieron en
compañía con el Cristóbal de Olí muchos vecinos de la isla de Cuba,
especialmente los que he dicho que fueron en aconsejarle que se alzase.
Y de que no tenia más en qué entender en aquella isla, en los navíos
metido todo su matalotaje, mandó alzar velas á toda su armada, fué á
desembarcar con buen tiempo obra de quince leguas adelante, á puerto de
Caballos, en una comba, y allegó á 3 de Mayo: á esta causa nombró á una
villa Triunfo de la Cruz; é hizo nombramiento de alcaldes y regidores
á los soldados que Cortés le habia mandado cuando estaba en Méjico que
honrase y diese cargos, y tomó la posesion de aquellas tierras por su
majestad, y de Hernando Cortés en su Real nombre, é hizo otros votos
que convenian; y todo esto que hacia era porque los amigos de Cortés
no entendiesen que iba alzado, para ver si pudiese hacer dellos buenos
amigos de que alcanzasen á saber las cosas, y tambien que no sabia si
acudiria la tierra tan rica y de buenas minas como decian; y tiró á
dos hitos, como dicho tengo: el uno, que si habia buenas minas y la
tierra muy poblada, alzarse con ella; y el otro, que si no acudiese tan
buena, volver á Méjico á su mujer y repartimientos, y desculparse con
Cortés con decille que la compañía que hizo con Diego Velazquez fué
porque le diese bastimentos y soldados, y no acudirle en cosa ninguna;
é que bien lo podia ver, pues tomó la posesion por Cortés, y esto tenia
en el pensamiento, segun muchos de sus amigos dijeron, con quien él
habia comunicado.
Dejémosle ya poblado el Triunfo de la Cruz, que Cortés nunca supo cosa
ninguna hasta más de ocho meses.
Y porque por fuerza tengo volver otra vez á hablar en él, lo dejaré
ahora, y diré lo que nos acaeció en Guacacualco, y cómo Cortés me envió
con el capitan Luis Marin á pacificar la provincia de Chiapa.


CAPÍTULO CLXVI.
CÓMO LOS QUE QUEDAMOS POBLADOS EN GUACACUALCO SIEMPRE ANDÁBAMOS
PACIFICANDO LAS PROVINCIAS QUE SE NOS ALZABAN, Y CÓMO CORTÉS MANDÓ AL
CAPITAN LUIS MARIN QUE FUESE Á CONQUISTAR É Á PACIFICAR LA PROVINCIA DE
CHIAPA, Y ME MANDÓ QUE FUESE CON ÉL, Y Á FRAY JUAN DE LAS VARILLAS, El
PARIENTE DE ZUAZO, FRAILE MERCENARIO, Y LO QUE EN LA PACIFICACION PASÓ.

Pues como estábamos poblados en aquella villa de Guacacualco muchos
conquistadores viejos y personas de calidad, y teniamos grandes
términos repartidos entre nosotros, que era la misma provincia de
Guacacualco é Citla, é lo de Tabasco é Cimatan é Chotalpa, y en las
sierras arriba lo de Cachula é Zoque é Quilenes, hasta Cinacatan, é
Chamula, é la ciudad de Chiapa de los indios, y Papanaustla é Pinula,
y hácia la banda de Méjico la provincia de Xaltepeque y Guazpaltepeque
é Chinanta é Tepeca, y otros pueblos, y como al principio todas las
provincias que habia en la Nueva-España las más dellas se alzaban
cuando les pedian tributo, y aun mataban á sus encomenderos, y á
los españoles que podian tomar á su salvo los acapillaban, así nos
aconteció en aquella villa, que casi no quedó provincia que todos no se
nos rebelaron; y á esta causa siempre andamos de pueblo en pueblo con
una capitanía, atrayéndolos de paz; y como los de Cimatan no querian
venir de paz á la villa ni obedecer su mandamiento, acordó el capitan
Luis Marin que por no enviar capitanía de muchos soldados contra ellos,
que fuésemos cuatro vecinos á los traer de paz; yo fuí el uno dellos, y
los demás se llamaban Rodrigo de Enao, natural de Ávila, y un Francisco
Martin, medio vizcaino, y el otro se decia Francisco Jimenez, natural
de Inguijuela de Extremadura; y lo que nos mandó el capitan fué, que
buenamente y con amor los llamásemos de paz, y que no les dijésemos
palabras de que se enojasen.
É yendo que íbamos á su provincia, que son las poblaciones entre
grandes ciénagas y caudalosos rios, é ya que llegábamos á dos leguas de
su pueblo, les enviamos mensajeros á decir cómo íbamos, y la respuesta
que dieron fué, que salen á nosotros tres escuadrones de flecheros y
lanceros, que á la primera refriega mataron dos de nuestros compañeros,
é á mí me dieron la primera herida de un flechazo en la garganta,
que con la sangre que me salia, é en aquel tiempo no podia apretallo
ni tomar la sangre, estuvo mi vida en harto peligro; pues el otro mi
compañero que estaba por herir, que era el Francisco Martin, puesto que
yo y él siempre haciamos cara é heriamos algunos contrarios, acordó de
tomar las de Villadiego y acogerse á unas canoas que estaban cabe un
rio que se decia Macapa; y como yo quedaba solo y mal herido, porque no
me acabasen de matar, é sin sentido é poco acuerdo, me metí entre unos
matorrales, y volviendo en mí, con fuerte corazon dije:
—«¡Oh, válgame nuestra Señora! ¿Si es verdad que tengo que morir hoy en
poder destos perros?»
Y tomé tal esfuerzo, que salgo de las matas y rompo por los indios,
que á buenas cuchilladas y estocadas me dieron lugar que saliese de
entre ellos; y aunque me tornaron á herir, fuí á las canoas, donde
estaba ya mi compañero Francisco Martin con cuatro indios amigos que
eran los que habiamos traido con nosotros, que nos llevaban el hato;
que estos indios, cuando estábamos peleando con los cimatecas, dejando
las cargas, se acogen al rio en las canoas; y lo que nos dió la vida á
mí y Francisco Martin fué, que los contrarios se embarazaron en robar
nuestra ropa y petacas.
Dejemos de hablar en esto, y digamos que Dios fué servido escaparnos
de no morir allí, y en las canoas pasamos aquel rio, que es muy grande
é hondo, é hay en él muchos lagartos; y porque no nos siguiesen los
cimatecas, que así se llaman, estuvimos ocho dias por los montes, y
dende pocos dias se supo en Guacacualco esta nueva, y dijeron los
indios que habiamos traido, que llevaron la misma nueva, que todos
los cuatro indios que quedaron en las canoas, como dicho tengo, que
éramos muertos; y estos, de que nos vieron heridos é los dos muertos,
se fueron huyendo y nos dejaron en la pelea, y en pocos dias llegaron á
Guacacualco; y como no pareciamos ni habia nueva de nosotros, creyeron
que éramos muertos, como los indios dijeron; y como era costumbre de
Indias y en aquella sazon se usaba, ya habia repartido el capitan Luis
Marin en otros conquistadores nuestros pueblos, hecho mensajeros á
Cortés para enviar las cédulas de encomienda, y aun vendido nuestras
haciendas, y al cabo de veinte y tres dias aportamos á la villa; de lo
cual se holgaron nuestros amigos, mas á quien les habia dado nuestros
indios les pesó; y viendo el capitan Luis Marin que no podiamos
apaciguar aquellas provincias, y mataban muchos de nuestros soldados,
acordó de ir á Méjico á demandar á Cortés más soldados y socorro y
pertrechos de guerra, y mandó que entre tanto que iba no saliésemos de
la villa ningunos vecinos á los pueblos léjos, si no fuese á los que
estaban cuatro ó cinco leguas de allí, para traer comida.
Pues llegado á Méjico, dió cuenta á Cortés de todo lo acaecido, y
entónces le mandó que volviese á Guacacualco, y envió con él treinta
soldados, y entre ellos á un Alonso de Grado, por mí muchas veces
nombrado; á fray Juan de las Varillas, que habia venido con Zuazo, que
era gran estudiante, que solia decir habia estudiado en su colegio
de la Veracruz de Salamanca, de donde era, y decian que de muy noble
linaje; y le mandó que con todos los vecinos que estábamos en la villa
y los soldados que traia consigo fuésemos á la provincia de Chiapa,
que estaba de guerra, que la pacificásemos y poblásemos una villa; y
como el capitan Luis Marin vino con estos despachos, nos apercebimos
todos, así los que estábamos allí poblados como los que traian de
nuevo, y comenzamos á abrir caminos, porque eran montes y ciénagas
muy malas, y echábamos en ellas maderos y ramos para poder pasar
los caballos, y con gran trabajo fuimos á salir á un pueblo que se
dice Tezpuntlan, que hasta entónces por el rio arriba soliamos ir en
canoas, que no habia otro camino abierto; y dende aquel pueblo fuimos
á otro pueblo la sierra arriba, que se dice Cachula; y para que bien
se entienda, este Cachula es en la provincia de Chiapa; y esto digo
porque está otro pueblo del mismo nombre junto á la Puebla de los
Ángeles.
Y dende Cachula fuimos á otros pueblezuelos sujetos al mismo Cachula,
y fuimos abriendo camino nuevo el rio arriba, que venian de la
poblacion de Chiapa, porque no habia camino ninguno, y todos los
rededores que estaban poblados habian grande miedo á los chiapanecas,
porque ciertamente eran en aquel tiempo los mayores guerreros que yo
habia visto en toda la Nueva-España, aunque entren entre ellos los
tlascaltecas ni mejicanos ni zapotecas ni mingues; y esto digo porque
jamás Méjico los pudo señorear, porque en aquella sazon era aquella
provincia muy poblada, y los naturales della eran en gran manera
belicosos y daban guerra á sus comarcanos, que eran los de Cinacatan
y á todos los pueblos de la laguna quilenayas, asimismo á los pueblos
que se dicen los zoques, y robaban y cautivaban á la contina á otros
pueblezuelos donde podian hacer presa, y con los que dellos mataban
hacian sacrificios y hartazgas; y demás desto, en los caminos de
Teguantepeque tenian en pasos malos puestos guerreros para saltear á
los indios mercaderes que trataban de una provincia á otra; y á esta
causa dejaban algunas veces de tratar las unas provincias con las
otras, y aun habian traido por fuerza á otros pueblos y hécholes poblar
y estar junto á Chiapa, y los tenian por esclavos y con ellos hacian
sus sementeras.
Volvamos á nuestro camino, que fuimos el rio arriba hácia su ciudad, y
era por Cuaresma año de 1524, y esto de los años no me acuerdo bien;
y ántes de llegar á Chiapa se hizo alarde de todos los de á caballo,
escopeteros y ballesteros que íbamos en aquella entrada; y no se pudo
hacer hasta entónces, por causa que algunos de nuestra villa y otros
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