Verdadera historia de los sucesos de la conquista de la Nueva-España (2 de 3) - 01

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CONQUISTA DE NUEVA-ESPAÑA
POR
BERNAL DIAZ DEL CASTILLO.


VERDADERA HISTORIA
DE LOS SUCESOS
DE LA CONQUISTA DE LA NUEVA-ESPAÑA,
POR EL CAPITAN BERNAL DIAZ DEL CASTILLO,
UNO DE SUS CONQUISTADORES.

TOMO II.

MADRID.—1863.
Imprenta de Tejado, calle de Silva, número 12.


CONQUISTA DE LA NUEVA-ESPAÑA
POR
BERNAL DIAZ DEL CASTILLO.


CAPÍTULO CXII.
CÓMO CORTÉS, DESPUES DE BIEN INFORMADO DE QUIÉN ERA CAPITAN Y QUIÉN Y
CUÁNTOS VENIAN EN LA ARMADA, Y DE LOS PERTRECHOS DE GUERRA QUE TRAIA, Y
DE LOS TRES NUESTROS FALSOS SOLDADOS QUE Á NARVAEZ SE PASARON, ESCRIBIÓ
AL CAPITAN É Á OTROS SUS AMIGOS, ESPECIALMENTE Á ANDRÉS DE DUERO,
SECRETARIO DEL DIEGO VELAZQUEZ; Y TAMBIEN SUPO CÓMO MONTEZUMA ENVIABA
ORO Y ROPA AL NARVAEZ, Y LAS PALABRAS QUE LE ENVIÓ Á DECIR EL NARVAEZ
AL MONTEZUMA, Y DE CÓMO VENIA EN AQUELLA ARMADA EL LICENCIADO LÚCAS
VAZQUEZ DE AILLON, OIDOR DE LA AUDIENCIA REAL DE SANTO DOMINGO, É LA
INSTRUCCION QUE TRAIAN.

Como Cortés en todo tenia cuidado y advertencia, y cosa ninguna se le
pasaba que no procuraba poner remedio, y como muchas veces he dicho
ántes de ahora, tenia tan acertados y buenos capitanes y soldados,
que, demás de ser muy esforzados, dábamos buenos consejos, acordóse
por todos que se escribiese en posta con indios que llevasen las
cartas al Narvaez ántes que llegase el clérigo Guevara, con muchas
caricias y ofrecimientos que todos á una le hiciésemos, y que hariamos
todo lo que su merced mandase; y que le pediamos por merced que no
alborotase la tierra, ni los indios viesen entre nosotros disensiones;
y esto deste ofrecimiento fué por causa que, como éramos los de Cortés
pocos soldados en comparacion de los que el Narvaez traia, porque nos
tuviese buena voluntad y para ver lo que sucedia; y nos ofrecimos por
sus servidores, y tambien debajo destas buenas palabras no dejamos de
buscar amigos entre los capitanes de Narvaez: porque el padre Guevara y
el escribano Vergara dijeron á Cortés que Narvaez no venia bienquisto
con sus capitanes, y que les enviase algunos tejuelos y cadenas de
oro, porque dádivas quebrantan peñas: y Cortés les escribió que habia
holgado en gran manera él y todos nosotros sus compañeros con su
llegada á aquel puerto; y pues son amigos de tiempos pasados, que le
pide por merced que no dé causa á que el Montezuma, que está preso, se
suelte y la ciudad se levante, porque será para perderse él y su gente,
y todos nosotros las vidas, por los grandes poderes que tiene: y esto,
que lo dice porque el Montezuma está muy alterado y toda la ciudad
revuelta con las palabras que de allá le ha enviado á decir; é que cree
y tiene por cierto que de un tan esforzado y sábio varon, como él
es no habian de salir de su boca cosas de tal arte dichas, ni en tal
tiempo, sino que el Cervantes el chocarrero y los soldados que llevó
consigo, como eran ruines lo dirian.
Y demás de otras palabras que en la carta iban, se le ofreció con su
persona y hacienda, y que en todo haria lo que mandase.
Y tambien escribió Cortés al secretario Andrés de Duero y al oidor
Lúcas Vazquez de Aillon, y con las cartas envió ciertas joyas de oro
para sus amigos; y despues que hubo enviado esta carta secretamente,
mandó dar al oidor cadenas y tejuelos y rogó al padre de la Merced que
luego tras la carta fuese al real de Narvaez; y le dió otras cadenas
de oro y tejuelos, y joyas muy estimadas que diese allá á sus amigos,
y así como llegó la primera carta que dicho habemos que escribió
Cortés con los indios ántes que llegase el padre Guevara, que fué el
que Narvaez nos envió, andábala mostrando el Narvaez á sus capitanes,
haciendo burla della y aun de nosotros; y un capitan de los que traia
el Narvaez, que venia por veedor, que se decia Salvatierra, dicen que
hacia bramuras desque la oyó, y decia al Narvaez, reprendiéndole, que
para qué leia la carta de un traidor como Cortés é los que con él
estaban, é que luego fuese contra nosotros, é que no quedase ninguno á
vida; y juró que las orejas de Cortés que las habia de asar, y comer la
una dellas; y decia otras liviandades.
Por manera que no quiso responder á la carta ni nos tenia en una
castañeta.
Y en este instante llegó el clérigo Guevara y sus compañeros á su Real,
y hablan al Narvaez que Cortés era muy buen caballero é gran servidor
del Rey, y le dice del gran poder de Méjico, y de las muchas ciudades
que vieron por donde pasaron, é que entendieron que Cortés que le será
servidor y haria cuanto le mandase; é que será bien que por paz y sin
ruido haya entre los unos y los otros concierto, y que mire el señor
Narvaez á qué parte quiere ir de toda la Nueva-España con la gente que
trae, que allí vaya é que deje al Cortés en otras provincias; pues hay
tierras hartas donde se pueden albergar.
É como esto oyó el Narvaez, dicen que se enojó de tal manera con el
padre Guevara y con el Amaya, que no los queria despues más ver ni
escuchar; y desque los del real de Narvaez los vieron ir tan ricos
al padre Guevara y al escribano Vergara é á los demás, y les decian
secretamente á todos los de Narvaez tanto bien de Cortés é de todos
nosotros, é que habian visto tanta multitud de oro que en el real
andaba en el juego de los naipes, muchos de los de Narvaez deseaban
estar ya en nuestro real; y en este instante llegó nuestro padre de
la Merced, como dicho tengo, al real de Narvaez con los tejuelos que
Cortés les dió y con cartas secretas, y fué á besar las manos al
Narvaez, é á decille cómo Cortés hará todo lo que le mandare, é que
tenga paz y amor; é como el Narvaez era cabezudo y venia muy pujante,
no lo quiso oir; ántes dijo delante del mismo padre que Cortés y todos
nosotros éramos unos traidores; é porque el fraile respondió que ántes
éramos muy leales servidores del Rey, le trató mal de palabra; y muy
secretamente repartió el fraile los tejuelos y cadenas de oro á quien
Cortés le mandó y convocaba y atraia á sí los más principales del real
de Narvaez.
Y dejallo hé aquí, y diré lo que al oidor Lúcas Velazquez de Aillon y
al Narvaez les aconteció, y lo que sobre ello pasó.


CAPÍTULO CXIII.
CÓMO HUBIERON PALABRAS EL CAPITAN PÁNFILO DE NARVAEZ Y EL OIDOR LÚCAS
VAZQUEZ DE AILLON, Y EL NARVAEZ LE MANDÓ PRENDER Y LE ENVIÓ EN UN NAVÍO
PRESO Á CUBA Ó Á CASTILLA, Y LO QUE SOBRE ELLO AVINO.

Parece ser que, como el oidor Lúcas Vazquez de Aillon venia á favorecer
las cosas de Cortés y de todos nosotros, porque así se lo habia mandado
la real audiencia de Santo Domingo y los frailes jerónimos que estaban
por gobernadores, como sabian los muchos y buenos y leales servicios
que haciamos á Dios primeramente y á nuestro Rey y señor, y del gran
presente que enviamos á Castilla con nuestros procuradores; é demás
de lo que la audiencia Real le mandó, como el oidor vió las cartas de
Cortés, y con ellas tejuelos de oro, si de ántes decia que aquella
armada que enviaba era injusta, y contra toda justicia que contra
tan buenos servidores del Rey como éramos era mal hecho venir, de
allí adelante lo decia muy clara y abiertamente; y decia tanto bien
de Cortés y de todos los que con él estábamos, que ya en el real de
Narvaez no se hablaba de otra cosa.
Y demás desto, como veian y conocian en el Narvaez ser la pura miseria,
y el oro y ropa que el Montezuma les enviaba todo se lo guardaba, y no
daba cosa dello á ningun capitan ni soldado, ántes decia, con voz, que
hablaba muy entonado, medio de bóveda, á su mayordomo:
—«Mirad que no falte ninguna manta, porque todas están puestas por
memoria.»
É como aquello conocian dél, é oian lo que dicho tengo del Cortés y
los que con él estábamos, de muy francos, todo su real estaba medio
alborotado, y tuvo pensamiento el Narvaez que el oidor entendia en
ello, é poner zizaña.
Y demás desto, cuando Montezuma les enviaba bastimento, que repartia
el despensero ó mayordomo de Narvaez, no tenia cuenta con el oidor ni
con sus criados, como era razon, y sobre ello hubo ciertas cosquillas
y ruido en el real; y tambien porque el consejo que daban al Narvaez
el Salvatierra, que dicho tengo que venia por veedor, y Juan Bono,
vizcaino, y un Gamarra, y sobre todo, los grandes favores que tenia de
Castilla de D. Juan Rodriguez de Fonseca, Obispo de Búrgos, tuvo tan
gran atrevimiento el Narvaez, que prendió al oidor del Rey, á él y á
su escribano y ciertos criados, y lo hizo embarcar en un navío, y los
envió presos á Castilla ó á la isla de Cuba.
Y aun sobre todo esto, porque un hidalgo que se decia Fulano de Oblanco
y era letrado, decia al Narvaez que Cortés era muy servidor del Rey, y
todos nosotros los que estábamos en su compañía éramos dignos de muchas
mercedes, y que parecia mal llamarnos traidores, y que era mucho más
mal prender á un oidor de su majestad; y por esto que le dijo, le mandó
echar preso; y como el Gonzalo de Oblanco era muy noble, de enojo murió
dentro de cuatro dias.
Tambien mandó echar presos á otros dos soldados de los que traia en su
navío, que sabia que hablaban bien de Cortés, entre ellos fué un Sancho
de Barahona, vecino que fué de Guatimala.
Tornemos á decir del oidor que llevaban preso á Castilla, que con
palabras buenas é con temores que puso al capitan del navío y al
maestre y al piloto que le llevaban á cargo, les dijo que, llegados
á Castilla, que en lugar de paga de lo que hacen, su majestad les
mandaria ahorcar; y como aquellas palabras oyeron, le dijeron que
les pagase su trabajo y le llevarian á Santo Domingo; y así, mudaron
la derrota que Narvaez les habia mandado que fuesen; y llegado á la
isla de Santo Domingo y desembarcado, como la audiencia Real que allí
residia y los frailes jerónimos que estaban por gobernadores oyeron al
licenciado Lúcas Vazquez, y vieron tan grande desacato é atrevimiento,
sintiéronlo mucho, y con tanto enojo, que luego lo escribieron á
Castilla al Real Consejo de su majestad; y como el Obispo de Búrgos era
presidente y lo mandaba todo, y su majestad no habia venido de Flandes,
no hubo lugar de se hacer cosa ninguna de justicia en nuestro favor;
ántes el don Juan Rodriguez de Fonseca diz que se holgó mucho, creyendo
que el Narvaez nos habia ya prendido y desbaratado; y cuando su
majestad estaba en Flandes, y oyeron á nuestros procuradores, y lo que
el Diego Velazquez y el Narvaez habian hecho en enviar la armada sin su
Real licencia, y haber prendido á su oidor, les hizo harto daño en los
pleitos y demandas que despues le pusieron á Cortés y á todos nosotros,
como adelante diré, por más que decian que tenian licencia del Obispo
de Búrgos, que era presidente, para hacer el armada que contra nosotros
enviaron.
Pues como ciertos soldados, parientes y amigos del oidor Lúcas Vazquez,
vieron que el Narvaez le habia preso, temieron no les acaeciese lo que
hizo con el letrado Gonzalo de Oblanco, porque ya les traia sobre los
ojos y estaba mal con ellos, acordaron de se ir desde los arenales
huyendo á la villa donde estaba el capitan Sandoval con los dolientes;
y cuando llegaron á le besar las manos, el Sandoval les hizo mucha
honra, y supo dellos todo lo aquí por mí dicho, y cómo queria enviar el
Narvaez á aquella villa soldados á prenderle.
Y lo que más pasó diré adelante.


CAPÍTULO CXIV.
CÓMO NARVAEZ CON TODO SU EJÉRCITO SE VINO Á UN PUEBLO QUE SE DICE
CEMPOAL, É LO QUE EN EL CONCIERTO SE HIZO, É LO QUE NOSOTROS HICIMOS
ESTANDO EN LA CIUDAD DE MÉJICO, É CÓMO ACORDAMOS DE IR SOBRE NARVAEZ.

Pues como Narvaez hubo preso al oidor de la audiencia Real de Santo
Domingo, luego se vino con todo su fardaje é pertrechos de guerra á
asentar su real en un pueblo que se dice Cempoal, que en aquella sazon
era muy poblado; é la primera cosa que hizo, tomó por fuerza al cacique
gordo (que así le llamábamos) todas las mantas é ropa labrada é joyas
de oro, é tambien le tomó las indias que nos habian dado los caciques
de aquel pueblo, que se las dejamos en casa de sus padres é hermanos,
porque eran hijas de señores, é para ir á la guerra muy delicadas.
Y el cacique gordo dijo muchas veces al Narvaez que no le tomase cosa
ninguna de las que Cortés dejó en su poder, así el oro como mantas é
indias, porque estaria muy enojado, y le vernia á matar de Méjico, así
al Narvaez como al mismo cacique porque se las dejaba tomar.
É más, se le quejó el mismo cacique de los robos que le hacian sus
soldados en aquel pueblo, é le dijo que cuando estaba allí Malinche,
que así llamaban á Cortés, con sus gentes, que no les tomaban cosa
ninguna, é que era muy bueno él é sus soldados los teules, porque
teules nos llamaban; é como aquellas palabras le oia el Narvaez, hacia
burla dél, é un Salvatierra que venia por veedor, otras veces por mí
nombrado, que era el que más bravezas é fieros hacia, dijo á Narvaez é
otros capitanes sus amigos:
—«¿No habeis visto qué miedo que tienen todos estos caciques desta
nonada de Cortesillo?»
Tengan atencion los curiosos letores cuán bueno fuera no decir mal de
lo bueno; porque juro amen que cuando dimos sobre el Narvaez, uno de
los más cobardes é para ménos fué el Salvatierra, como adelante diré; é
no porque no tenia buen cuerpo é membrudo, mas era mal engalibado, mas
no de lengua, y decian que era natural de tierra de Búrgos.
Dejemos de hablar del Salvatierra, é diré cómo el Narvaez envió á
requerir á nuestro capitan é á todos nosotros con unas provisiones que
decian que eran traslados de los originales que traia para ser capitan
por el Diego Velazquez; las cuales enviaba para que nos las notificase
escribano, que se decia Alonso de Mata, el cual despues, el tiempo
andando, fué vecino de la Puebla, que era ballestero; é enviaba con el
Mata á otras tres personas de calidad.
É dejallo he aquí, así al Narvaez como á su escribano, é volveré á
Cortés, que como cada dia tenia cartas é avisos, así de los del real
de Narvaez como del capitan Gonzalo de Sandoval, que quedaba en la
Villa-Rica, é le hizo saber que tenia consigo cinco soldados, personas
muy principales é amigos del licenciado Lúcas Vazquez de Aillon, que es
el que envió preso Narvaez á Castilla ó á la isla de Cuba; é la causa
que daban por que se vinieron del real de Narvaez fué, que pues el
Narvaez no tuvo respeto á un oidor del Rey, que ménos se lo ternia á
ellos, que eran sus deudos; de los cuales soldados supo el Sandoval muy
por entero todo lo que pasaba en el real de Narvaez é la voluntad que
tenia, porque decia que muy de hecho habia de venir en nuestra busca á
Méjico para nos prender.
Pasemos adelante, y diré que Cortés tomó luego consejo con nuestros
capitanes é todos nosotros los que sabia que le habiamos de ser muy
servidores, é solia llamar á consejo para en casos de calidad, como
estos; é por todos fué acordado que brevemente, sin más aguardar cartas
ni otras razones, fuésemos sobre el Narvaez, é que Pedro de Albarado
quedase en Méjico en guarda del Montezuma con todos los soldados que
no tuviesen buena disposicion para ir á aquella jornada; é tambien para
que quedasen allí las personas sospechosas que sentiamos que serian
amigos del Diego Velazquez é de Narvaez; é en aquella sazon, é ántes
que el Narvaez viniese, habia enviado Cortés á Tlascala por mucho maíz,
porque habia mala sementera en tierra de Méjico por falta de aguas;
porque teniamos muchos naborías é amigos del mismo Tlascala, habíamoslo
menester para ellos; é trujeron el maíz que he dicho, é muchas gallinas
é otros bastimentos, los cuales enviamos al Pedro de Albarado, é aún
le hicimos unas defensas á manera de mamparos é fortaleza con arte
ó falconete, é cuatro tiros gruesos é toda la pólvora que teniamos,
é diez ballesteros é catorce escopeteros é siete caballos, puesto
que sabiamos que los caballos no se podrian aprovechar dellos en el
patio donde estaban los aposentos; é quedaron por todos los soldados
contados, de á caballo, y escopeteros é ballesteros, ochenta y tres.
Y como el gran Montezuma vió é entendió que queriamos ir sobre el
Narvaez, é como Cortés le iba á ver cada dia é á tenelle palacio, jamás
quiso decir ni dar á entender cómo el Montezuma ayudaba al Narvaez é le
enviaba oro é mantas é bastimentos.
Y de una plática en otra, le preguntó el Montezuma á Cortés que dónde
queria ir, é para qué habia hecho ahora de nuevo aquellos pertrechos é
fortaleza, é que cómo andábamos todos alborotados; é lo que Cortés le
respondió é en qué se resumió la plática diré adelante.


CAPÍTULO CXV.
CÓMO EL GRAN MONTEZUMA PREGUNTÓ Á CORTÉS QUE CÓMO QUERIA IR SOBRE EL
NARVAEZ, SIENDO LOS QUE TRAIA DOBLADOS MÁS QUE NOSOTROS, Y QUE LE
PESARIA MUCHO SI NOS VINIESE ALGUN MAL.

Como estaba platicando Cortés con el gran Montezuma, como lo tenian de
costumbre, dijo el Montezuma á Cortés:
—«Señor Malinche, á todos vuestros capitanes é compañeros os veo andar
desasosegados, é tambien he visto que no me visitais sino de cuando en
cuando; é Orteguilla el paje me dice que quereis ir de guerra sobre
esos vuestros hermanos que vienen en los navíos, é que quereis dejar
aquí en mi guarda al Tonatio; hacedme merced que me lo declareis, para
que si yo en algo os pudiere servir é ayudar, lo haré de muy buena
voluntad. É tambien, señor Malinche, no querria que os viniese algun
desman, porque vos teneis muy pocos teules, y esos que vienen son
cinco veces más; é ellos dicen que son cristianos como vosotros é
vasallos de ese vuestro Emperador, é tienen imágenes y ponen cruz, é
les dicen Misa, é dicen é publican que sois gentes que venistes huyendo
de Castilla de vuestro rey y señor, é que os vienen á prender ó á
matar; en verdad que yo no os entiendo. Por tanto, mirad primero lo que
haceis.»
Y Cortés le respondió con nuestras lenguas doña Marina é Jerónimo de
Aguilar, con un semblante muy alegre, que si no le ha venido á dar
relacion dello, es como le quiere mucho y por no le dar pesar con
nuestra partida, é que por esta causa lo ha dejado, porque así tiene
por cierto que el Montezuma le tiene voluntad.
É que cuanto á lo que dice, que todos somos vasallos de nuestro gran
Emperador, que es verdad, é de ser cristianos como nosotros, que sí
son; é á lo que dicen que venimos huyendo de nuestro Rey y señor, que
no es así, sino que nuestro Rey nos envió para velle y hablalle todo
lo que en su Real nombre le ha dicho é platicado, é á lo que dice que
trae muchos soldados é noventa caballos é muchos tiros é pólvora, é que
nosotros somos pocos, é que nos vienen á matar é prender, Nuestro Señor
Jesucristo, en quien creemos é adoramos, é Nuestra Señora Santa María,
su bendita Madre, nos dará fuerzas, y más que no á ellos, pues que son
malos é vienen de aquella manera.
É que como nuestro Emperador tiene muchos reinos é señoríos, hay en
ellos mucha diversidad de gentes, unas muy esforzadas é otras mucho
más, é que nosotros somos de dentro de Castilla, que llaman Castilla
la Vieja, é nos nombran por sobrenombre castellanos; é que el capitan
que está ahora en Cempoal y la gente que trae que es de otra provincia
que llaman Vizcaya, é que tienen la habla muy revesada, como á manera
de decir como los otomís tierra de Méjico; é que él verá cuál se los
traeriamos presos; é que no tuviese pesar por nuestra ida, que presto
volveriamos con vitoria.
É lo que ahora le pide por merced, que mire que queda con él su hermano
Tonatio, que así llamaban á Pedro de Albarado, con ochenta soldados;
que despues que salgamos de aquella ciudad no haya algun alboroto, ni
consienta á sus capitanes é papas hagan cosas que sean mal hechas,
porque despues que volvamos, si Dios quisiere, no tengan que pagar con
las vidas los malos revolvedores; é que todo lo que hubiere menester de
bastimentos, que se los diesen; é allí le abrazó Cortés dos veces al
Montezuma, é asimismo el Montezuma á Cortés; é doña Marina, como era
muy avisada, se lo decia de arte que ponia tristeza con nuestra partida.
Allí le ofreció que haria todo lo que Cortés le encargaba, y aun
prometió que enviaria en nuestra ayuda cinco mil hombres de guerra, é
Cortés le dió gracias por ello, porque bien entendió que no los habia
de enviar; é le dijo que no habia menester su ayuda, sino era la de
Dios nuestro Señor, que es la ayuda verdadera, é la de sus compañeros
que con él íbamos; é tambien le encargó que mirase que la imágen de
nuestra Señora é la cruz que siempre lo tuviesen muy enramado, é
limpia la iglesia, é quemasen candelas de cera, que tuviesen siempre
encendidas de noche y de dia, é que no consintiesen á los papas que
hiciesen otra cosa; porque en aquesto conoceria muy mejor su buena
voluntad é amistad verdadera.
É despues de tornados otra vez á se abrazar, le dijo Cortés que le
perdonase, que no podia estar más en plática con él, por entender en
la partida; é luego habló á Pedro de Albarado é á todos los soldados
que con él quedaban, é les encargó que guardasen al Montezuma con
mucho cuidado no se soltase, é que obedeciesen al Pedro de Albarado; y
prometióles que, mediante Dios, que á todos les habia de hacer ricos;
é allí quedó con ellos el Clérigo Juan Diaz, que no fué con nosotros,
é otros soldados sospechosos, que aquí no declaro por sus nombres;
é allí nos abrazamos los unos á los otros, é sin llevar indias ni
servicio, sino á la ligera, tiramos por nuestras jornadas por la ciudad
de Cholula, y en el camino envió Cortés á Tlascala á rogar á nuestros
amigos Xicotenga y Masse-Escaci é á todos los más caciques, que nos
enviasen de presto cuatro mil hombres de guerra; y enviaron á decir que
si fueran para pelear con indios como ellos, que sí hicieran, é aun
muchos más de los que les demandaban, é que para contra teules como
nosotros, é contra bombardas é caballos, que les perdonen, que no los
quieren dar; é proveyeron de veinte cargas de gallinas; é luego Cortés
escribió en posta á Sandoval que se juntase con todos sus soldados muy
prestamente con nosotros, que íbamos á unos pueblos obra de doce leguas
de Cempoal, que se dicen Tampaniquita é Mitalaguita, que ahora son de
la encomienda de Pedro Moreno Medrano, que vive en la Puebla; é que
mirase muy bien el Sandoval que Narvaez no le prendiese, ni hubiese á
las manos á él ni á ninguno de sus soldados.
Pues yendo que íbamos de la manera que he dicho, con mucho concierto
para pelear si topásemos gente de guerra de Narvaez ó al mismo Narvaez,
y nuestros corredores del campo descubriendo, é siempre una jornada
adelante dos de nuestros soldados grandes peones, personas de mucha
confianza, y estos no iban por camino derecho, sino por partes que no
podian ir á caballo, para saber é inquirir de indios de la gente de
Narvaez.
Pues yendo nuestros corredores del campo descubriendo, vieron venir
á un Alonso de Mata, el que decian que era escribano, que venia á
notificar los papeles ó traslados de las provisiones, segun dije atrás
en el capítulo que dello habla, é á los cuatro españoles que con
él venian por testigos, y luego vinieron los dos nuestros soldados
de á caballo á dar mandado, y los otros dos corredores del campo
se estuvieron en palabras con el Alonso de Mata é con los cuatro
testigos; y en este instante nos dimos priesa en andar y alargamos el
paso, y cuando llegaron cerca de nosotros hicieron gran reverencia á
Cortés y á todos nosotros, y Cortés se apeó del caballo y supo á lo que
venian.
Y como el Alonso de Mata queria notificar los despachos que traia,
Cortés le dijo que si era escribano del Rey, y dijo que sí; y mandóle
que luego exhibiese el título, é que si le traia, que leyese los
recados, é que haria lo que viese que era servicio de Dios é de su
Majestad; y si no le traia, que no leyese aquellos papeles; é que
tambien habia de ver los originales de su Majestad.
Por manera que el Mata, medio cortado é medroso, porque no era
escribano de su Majestad, y los que con él venian no sabian qué le
decir; y Cortés les mandó dar de comer, y porque comiesen reparamos
allí; y les dijo Cortés que íbamos á unos pueblos cerca del real del
señor Narvaez, que se decian Tampanequita, y que allí podia enviar á
notificar lo que su capitan mandase; y tenia Cortés tanto sufrimiento,
que nunca dijo palabra mala del Narvaez, é apartadamente habló con
ellos y les untó las manos con tejuelos de oro, y luego se volvieron
á su Narvaez diciendo bien de Cortés y de todos nosotros; y como
muchos de nuestros soldados por gentileza en aquel instante llevábamos
en las armas joyas de oro, y otros cadenas y collares al cuello, y
aquellos que venian á notificar los papeles les vieron, dicen en
Cempoal maravillarse de nosotros; y muchos habia en el real de Narvaez,
personas principales, que querian venir á tratar paces con Cortés y su
capitan Narvaez, como á todos nos veian ir ricos.
Por manera que llegamos á Panguaniquita, é otro dia llegó el capitan
Sandoval con los soldados que tenia, que serian hasta sesenta; porque
los demás viejos y dolientes los dejó en unos pueblos de indios
nuestros amigos, que se decian Papalote, para que allí les diesen de
comer; y tambien vinieron con él los cinco soldados parientes y amigos
del licenciado Lúcas Vazquez de Aillon, que se habian venido huyendo
del real de Narvaez, y venian á besar las manos á Cortés; á los cuales
con mucha alegría recibió muy bien; y allí estuvo contando el Sandoval
á Cortés de lo que les acaeció con el Clérigo furioso Guevara y con el
Vergara y con los demás, y cómo los mandó llevar presos á Méjico, segun
y de la manera que dicho tengo en el capítulo pasado.
Y tambien dijo cómo desde la Villa-Rica envió dos soldados como indios,
puestas mantillas ó mantas, y eran como indios propios, al real de
Narvaez; é como eran morenos, dijo Sandoval que no parecian sino
propios indios, y cada uno llevó una carguilla de ciruelas á vender,
que en aquella sazon era tiempo dellas, cuando estaba Narvaez en los
arenales, ántes que se pasasen al pueblo de Cempoal; é que fueron
al rancho del bravo Salvatierra, é que les dió por las ciruelas un
sartalejo de cuentas amarillas.
É cuando hubieron vendido las ciruelas, el Salvatierra les mandó
que le fuesen por yerba, creyendo que eran indios, allí junto á un
riachuelo que está cerca de los ranchos, para su caballo, é fueron é
cogieron unas carguillas dello, y esto era á hora del Ave-María cuando
volvieron con la yerba, y se estuvieron en el rancho en cuclillas como
indios hasta que anocheció, y tenian ojo y sentido en lo que decian
ciertos soldados de Narvaez que vinieron á tener palacio é compañía al
Salvatierra, y despues les decia el Salvatierra:
—«¡Oh, á qué tiempo hemos venido, que tiene allegado este traidor de
Cortés más de setecientos mil pesos de oro, y todos seremos ricos;
pues los capitanes y soldados que consigo trae, no será ménos sino que
tengan mucho oro!»
Y decian por ahí otras palabras.
Y desque fué bien escuro vienen los dos nuestros soldados que estaban
hechos como indios, y callando salen del rancho, y van adonde tenia el
caballo, y con el freno que estaba junto con la silla le enfrenan y
ensillan, y cabalgan en él.
Y viniéndose para la villa de camino, topan otro caballo manco cabe el
riachuelo, y tambien se lo trujeron.
Y preguntó Cortés al Sandoval por los mismos caballos, y dijo que los
dejó en el pueblo de Papalote, donde quedaban los dolientes; porque por
donde él venia con sus compañeros no podian pasar caballos, porque era
tierra muy fragosa y de grandes sierras, y que vino por allí por no
topar con gente del Narvaez; y cuando Cortés supo que era el un caballo
de Salvatierra se holgó en gran manera, é dijo:
—«Ahora braveará más cuando lo halle ménos.»
Volvamos á decir del Salvatierra, que cuando amaneció é no halló á los
dos indios que le trujeron á vender las ciruelas, ni halló su caballo
ni la silla y el freno, dijeron despues muchos soldados de los del
mismo Narvaez que decia cosas que los hacia reir; porque luego conoció
que eran españoles de los de Cortés los que les llevaron los caballos;
y desde allí adelante se velaban.
Volvamos á nuestra materia: y luego Cortés con todos nuestros capitanes
y soldados estuvimos platicando cómo y de qué manera dariamos en el
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