Verdadera historia de los sucesos de la conquista de la Nueva-España (2 de 3) - 12

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gente? Que es cosa de reir ver lo que escribe; y que cuando entró en la
calzada de Tacuba, como dicho habemos, que harto tuvo Cortés en escapar
él y su ejército, que estuvo medio desbaratado; y en aquella sazon no
habiamos puesto cerco á Méjico, para vedalles los mantenimientos, ni
tenian hambre, y eran señores de todos sus vasallos; y lo que pasó
muchos dias adelante, cuando los teniamos en grande aprieto, pone
ahora el Gómora; y en lo que dice que se apartó Cortés por otro camino
para ir á Saltocan, no lo supiesen los de Tezcuco, digo que por fuerza
fueron por sus pueblos y tierras de Tezcuco, porque por allí era el
camino, y no otro; y en lo que escribe va muy errado, y á lo que yo he
sentido, no tiene él la culpa, sino el que le informó, que por sublimar
á quien á él se le antojó, ensalzó sus cosas, y porque no se declarasen
nuestros heróicos hechos le daban aquellas relaciones; y esta es la
verdadera; y como lo hubieron bien entendido los mismos que me lo
dijeron, y vieron claro lo que les dije ser ansí, se convencieron.
Y dejemos esta plática, y tornemos al capitan Gonzalo de Sandoval, que
partió de Tezcuco despues de haber oido Misa, y fué á amanecer cerca de
Chalco; y lo que pasó diré adelante.


CAPÍTULO CXLII.
CÓMO EL CAPITAN GONZALO DE SANDOVAL FUÉ Á CHALCO É Á TALMANALCO CON
TODO SU EJÉRCITO; Y LO QUE EN AQUELLA JORNADA PASÓ DIRÉ ADELANTE.

Ya he dicho en el capítulo pasado cómo los pueblos de Chalco y
Talmanalco vinieron á decir á Cortés que les enviase socorro, porque
estaban grandes guarniciones juntas para les venir á dar guerra;
é tantas lástimas le dijeron, que mandó á Gonzalo de Sandoval que
fuese allá con ducientos soldados y veinte de á caballo, é diez ó
doce ballesteros y otros tantos escopeteros, y nuestros amigos los de
Tlascala y otra capitanía de los de Tezcuco, y llevó al capitan Luis
Marin por compañero, porque era su muy grande amigo; y despues de
haber oido Misa en 12 dias del mes de Marzo de 1521 años, fué á dormir
á unas estancias del mismo Chalco, y otro dia llegó por la mañana á
Talmanalco, y los caciques y capitanes le hicieron buen recebimiento y
le dieron de comer, y le dijeron que luego fuese hácia un gran pueblo
que se dice Guaztepeque, porque hallaria juntos todos los poderes de
Méjico en el mismo Guaztepeque ó en el camino ántes de llegar á él, é
que todos los de aquella provincia de Chalco irian con él; y al Gonzalo
de Sandoval parecióle que seria muy bien ir muy á punto; y puesto
en concierto, fué á dormir á otro pueblo sujeto del mismo Chalco,
Chimalacan, porque los espías que los de Chalco tenian puestas sobre
los culchúas vinieron á avisar cómo estaban en el campo no muy léjos
de allí la gente de guerra sus enemigos, é que habia algunas quebradas
é arcabuezos, adonde esperaban.
Y como el Sandoval era muy avisado y de buen consejo, puso los
escopeteros y ballesteros por delante, y los de á caballo mandó que de
tres en tres se hermanasen, y cuando hubiesen gastado los ballesteros y
escopeteros algunos tiros, que todos juntos los de á caballo rompiesen
por ellos á media rienda y las lanzas terciadas, y que no curasen
alancear, sino por los rostros, hasta ponerlos en huida, y que no se
deshermanasen; y mandó á los soldados de á pié que siempre estuviesen
hechos un cuerpo, y no se metiesen entre los contrarios hasta que se
lo mandase; porque, como le decian que eran muchos los enemigos (y
ansí fué verdad), y estaban entre aquellos malos pasos, y no sabian si
tenian hoyos hechos ó algunas albarradas, queria tener sus soldados
enteros, no le viniese algun desman; é yendo por su camino, vió venir
por tres partes repartidos los escuadrones de mejicanos dando gritos
y tañendo trompetillas y atabales, con todo género de armas, segun lo
suelen traer, y se vinieron como leones bravos á encontrar con los
nuestros; y cuando el Sandoval los vió tan denodados, no guardó á
la órden que habia dado, y dijo á los de á caballo que ántes que se
juntasen con los nuestros que luego rompiesen, y el Sandoval delante
animando á los suyos dijo:
—«Santiago, y á ellos.»
Y de aquel tropel fueron algunos de los escuadrones mejicanos medio
desbaratados, mas no del todo, que se juntaron todos é hicieron
rostro, porque se ayudaban con los malos pasos é quebradas, porque
los de á caballo, por ser los pasos muy agros, no podian correr,
y se estuvieron sin ir tras ellos; á esta causa les tornó á mandar
Sandoval á todos los soldados que con buen concierto les entrasen, los
ballesteros y escopeteros delante, y los rodeleros que les fuesen á
los lados, y cuando viesen que les iban hiriendo y haciendo mala obra,
y oyesen un tiro desta otra parte de la barranca, que seria señal que
todos los de á caballo á una arremetiesen á les echar de aquel sitio,
creyendo que les meterian en tierra llana que habia allí cerca; y
apercebió á los amigos que ellos ansimismo acudiesen con los españoles,
y ansí se hizo como lo mandó; y en aquel tropel recibieron los nuestros
muchas heridas, porque eran muchos los contrarios que sobre ellos
cargaron; y en fin de más pláticas, les hicieron ir retrayendo, mas
fué hácia otros malos pasos; y Sandoval con los de á caballo los fué
siguiendo, y no alcanzó sino tres ó cuatro; y uno de los nuestros de á
caballo que iba en el alcance, que se decia Gonzalo Dominguez, como era
mal camino, rodó el caballo y tomóle debajo, y dende á pocos dias murió
de aquella mala caida.
He traido esto aquí á la memoria deste soldado, porque este Gonzalo
Dominguez era uno de los mejores jinetes y esforzado que Cortés habia
traido en nuestra compañía; y teníamosle en tanto en las guerras, por
su esfuerzo, como al Cristóbal de Olí y á Gonzalo de Sandoval; por la
cual muerte hubo mucho sentimiento entre todos nosotros.
Volvamos á Sandoval y á todo su ejército, que los fué siguiendo hasta
cerca del pueblo que se dice Guaztepeque, y ántes de llegar á él le
salen al encuentro sobre quince mil mejicanos, y le comenzaban á cercar
y le hirieron muchos soldados y cinco caballos; mas como la tierra
era en parte llana, con el gran concierto que llevaba rompe los dos
escuadrones con los de á caballo, y los demás escuadrones vuelven las
espaldas hácia el pueblo para tornar á aguardar á unos mamparos que
tenian hechos; mas nuestros soldados y los amigos les siguieron de
manera, que no tuvieron tiempo de aguardar, y los de á caballo siempre
fueron en el alcance por otras partes, hasta que se encerraron en el
mismo pueblo en partes que no se pudieron haber; y creyendo que no
volverian más á pelear aquel dia, mandó Sandoval reposar su gente, y
se curaron los heridos y comenzaron á comer, que se habia habido mucho
despojo; y estando comiendo vinieron dos de á caballo y otros dos
soldados que habia puesto ántes que comenzase á comer, los unos para
corredores del campo y los otros por espías, y vinieron diciendo:
—«Al arma, al arma; que vienen muchos escuadrones de mejicanos.»
Y como siempre estaban acostumbrados á tener las armas muy á punto,
de presto cabalgan y salen á una gran plaza, y en aquel instante
vinieron los contrarios, y allí hubo otra buena batalla; y despues
que estuvieron buen rato haciendo cara en unos mamparos, desde allí
hirieron algunos de los nuestros, y tal priesa les dió el Gonzalo
de Sandoval con los de á caballo, y con las escopetas y ballestas y
cuchilladas los soldados, que les hicieron huir del pueblo por otras
barrancas, y por aquel dia no volvieron más; y cuando el capitan
Sandoval se vió libre desta refriega dió muchas gracias á Dios, y se
fué á reposar y dormir á una huerta que habia en aquel pueblo, la más
hermosa y de mayores edificios y cosa mucho de mirar que se habia
visto en la Nueva-España; y tenia tantas cosas, que era muy admirable,
y ciertamente era huerta para un gran Príncipe, y aun no se acabó de
andar por entónces toda, porque tenia más de un cuarto de legua de
largo.
Y dejemos de hablar de la huerta, y digamos que yo no vine en esta
entrada, ni en este tiempo que digo anduve esta huerta, sino desde obra
de veinte dias que vine con Cortés cuando rodeamos los grandes pueblos
de la laguna, como adelante diré; y la causa porque no vine en aquella
sazon es porque estaba muy mal herido de un bote de lanza que me dieron
en la garganta junto al gaznate, que estuve della á peligro de muerte,
de que agora tengo una señal, y diéronmela en lo de Iztapalapa, cuando
nos apretaron tanto.
Y como yo no fuí en esta entrada, por eso digo en esta mi relacion:
«Fueron y esto hicieron y tal les acaeció;» y no digo: «Hicimos ni hice
ni vine ni en ello me hallé;» mas todo lo que escribo acerca dello pasó
al pié de la letra; porque luego se sabe en el real de la manera que
en las entradas acaece; y ansí, no se puede quitar ni alargar más de lo
que pasó.
Y dejaré de hablar de esto, y volveré al capitán Gonzalo de Sandoval,
que otro dia de mañana, viendo que no habia más bullicio de guerreros
mejicanos, envió á llamar á los caciques de aquel pueblo con cinco
indios naturales de los que habian prendido en las batallas pasadas, y
los dos dellos eran principales, y les envió á decir que no hubiesen
miedo y que vengan de paz, y que lo pasado se lo perdona, y les dijo
otras buenas razones, y los mensajeros que fueron á tratar las paces,
mas no osaron venir los caciques por miedo de los mejicanos.
Y en aquel mismo dia tambien envió á decir á otro gran pueblo que
estaba de Guaztepeque obra de dos leguas, que se dice Acapistla, que
mirasen que son buenas las paces, que no querian guerra, y que miren
y tengan en la memoria en qué han parado los escuadrones de culchúas
que estaban en aquel pueblo de Guaztepeque, sino que todos han sido
desbaratados; que vengan de paz, y que los mejicanos que tienen en
guarnicion que les echen fuera de su tierra, y que si no lo hacen, que
irá allá de guerra y los castigará; y la respuesta fué que vayan cuando
quisieren, que bien piensan tener con sus cuerpos y carnes buenas
hartazgas, y sus ídolos sacrificios.
Y como aquella respuesta le dieron, y los caciques de Chalco que con
Sandoval estaban, que sabian que en aquel pueblo de Acapistla estaban
muchos más mejicanos en guarnicion para les ir á Chalco á dar guerra
cuando viesen vuelto al Sandoval, á esta causa le rogaron que fuese
allá y los echase de allí; y el Sandoval estaba para no ir, lo uno
porque estaba herido y tenia muchos soldados y caballos heridos,
y lo otro, como habia tenido tres batallas, no se quisiera meter
por entónces en hacer más de lo que Cortés le mandaba; y tambien
algunos caballeros de los que llevaba en su compañía, que eran de
los de Narvaez, le dijeron que se volviese á Tezcuco y que no fuese
á Acapistla, porque estaba en gran fortaleza, no le acaeciese algun
desman; y el capitan Luis Marin le aconsejó que no dejase de ir á
aquella fuerza y hacer lo que pudiese; porque los caciques de Chalco
decian que si desde allí se volvian sin deshacer el poder que estaba
junto en aquella fortaleza, que ansí como vean ó sepan que Sandoval
vuelve á Tezcuco, que luego son sus enemigos en Chalco.
Y como era el camino de un pueblo á otro obra de dos leguas, acordó de
ir, y apercibió sus soldados y fué allá; y luego como llegó á vista
del pueblo, ántes de llegar á él le salen muchos guerreros, y le
comenzaron á tirar vara y flecha y piedra con hondas, y fué tanta como
granizo, que le hirieron tres caballos y muchos soldados, sin podelles
hacer cosa ni daño ninguno; y hecho esto, luego se suben entre sus
riscos y fortalezas, y desde allí les daban voces y gritas y tañian
sus caracoles y atabales; y como el Sandoval ansí vió la cosa, acordó
de mandar á algunos de á caballo que se apeasen, y á los demás de á
caballo que se estuviesen en el campo en lo llano á punto, mirando no
viniesen algunos socorros mejicanos á los de Acapistla entre tanto que
combatian aquel pueblo; y como vió que los caciques de Chalco y sus
capitanes y muchos de sus indios de guerra que allí estaban remolinando
y no osaban pelear con los contrarios, adrede para proballos y ver lo
que decian, les dijo Sandoval:
—«¿Qué haceis ahí? ¿Por qué no les comenzais á combatir? Y entrá en ese
pueblo y fortaleza; que aquí estamos, que os defenderemos.»
Y ellos respondieron que no se atrevian, porque era gran fortaleza,
y que por esta causa venia el Sandoval y sus hermanos los teules con
ellos, y con su mamparo y esfuerzo venian los de Chalco á les echar de
allí.
Por manera que se apercibe el Sandoval de arte que él y todos sus
soldados y escopeteros y ballesteros, les comenzaron de entrar y
subir; y puesto que recibieron en aquella subida muchas heridas, y al
mismo capitan le descalabraron otra vez y le hirieron muchos de los
amigos, todavía les entró en el pueblo, donde se les hizo mucho daño; y
todos los que más daño les hicieron fueron los indios de Chalco y los
demás amigos tlascaltecas, porque nuestros soldados, si no fué hasta
rompellos y ponellos en huida, no curaron de dar cuchilladas á ningun
indio, porque les parecia crueldad; y en lo que más se empleaban era
en buscar una buena india ó hacer algun despojo; y lo que comunmente
hacian era reñir á los amigos porque eran tan crueles y por quitalles
algunos indios ó indias porque no los matasen.
Dejemos de hablar desto, y digamos que aquellos guerreros mejicanos
que allí estaban, por se defender se vinieron por unos riscos abajo
cerca del pueblo, y como habia muchos dellos heridos de los que se
venian á esconder en aquella quebrada y arroyo, y se desangraban, venia
el agua algo turbia de sangre, y no duró aquella turbieza un Ave-María.
É aquí dice el coronista Gómora en su historia que por venir el rio
tinto en sangre los nuestros pasaron sed por causa de la sangre.
Á esto digo que habia fuentes de agua clara abajo en el mismo pueblo,
que no tenian necesidad de otra agua.
Volvamos á decir que luego que aquello fué hecho se volvió el Sandoval
con todo su ejército á Tezcuco, y con buen despojo, en especial con muy
buenas piezas de indias.
Digamos ahora cómo el señor de Méjico, que se decia Guatemuz, lo supo,
y el desbarate de sus ejércitos, dicen que mostró mucho sentimiento
dello, y más de que los de Chalco tenian tanto atrevimiento, siendo sus
súbditos y vasallos, de osar tomar armas tres veces contra ellos; y
estando tan enojado, acordó que entre tanto que el Sandoval se volvia
al real de Tezcuco, de enviar grandes poderes de guerreros, que de
presto juntó en la ciudad de Méjico con otros que estaban junto á la
laguna, y en más de dos mil canoas grandes, con todo género de armas,
salen sobre veinte mil mejicanos, y vienen de repente en la tierra de
Chalco por hacelles todo el mal que pudiesen; y fué de tal arte y tan
presto, que aun no hubo bien llegado el Sandoval á Tezcuco ni hablado á
Cortés, cuando estaban otra vez mensajeros de Chalco en canoas por la
laguna demandando favor á Cortés, porque le dijeron que habian venido
sobre dos mil canoas, y en ellas veinte mil mejicanos, y que fuesen
presto á los socorrer.
Y cuando Cortés lo oyó, y Sandoval, que entónces en aquel instante
llegaba á hablalle y á dalle cuenta de lo que habia hecho en la entrada
donde venia, el Cortés no le quiso escuchar á Sandoval, de enojo,
creyendo que por su culpa ó descuido recebian mala obra nuestros amigos
los de Chalco; y luego sin más dilacion ni le oir le mandó volver y que
dejase allí en el real todos los heridos que traia, y con los sanos
luego fué muy en posta; y destas palabras que Cortés le dijo recebió
mucha pena el Sandoval, y porque no le quiso escuchar, y luego partió
para Chalco.
Y como llegó con todo su ejército bien cansado de las armas y largo
camino, pareció ser que los de Chalco, luego como lo supieron por sus
espías que los mejicanos venian tan de repente sobre ellos, y cómo
habia tenido Guatemuz aquella cosa concertada que diesen sobre ellos,
como dicho tengo, sin más aguardar socorro de nosotros, enviaron á
llamar á los de la provincia de Guaxocingo é Tlascala, que estaban
cerca, los cuales vinieron aquella noche mesma, muy aparejados con sus
armas, y se juntaron con los de Chalco, que serian por todos más de
veinte mil dellos, é ya les habian perdido el temor á los mejicanos,
y gentilmente los aguardaron en el campo y pelearon como muy varones,
puesto que los mejicanos mataron y prendieron hasta quince capitanes
y hombres principales, y de otra gente de guerra de no tanta cuenta
se prendieron otros muchos; y túvose esta batalla entre los mejicanos
por grande deshonra suya, viendo que los de Chalco los vencieron, y en
mucho más que si los desbaratáramos nosotros.
Y como llegó Sandoval á Chalco y vió que no tenia qué hacer ni de qué
se temer, que ya no volverian otra vez los mejicanos sobre Chalco, da
vuelta á Tezcuco y llevó los presos mejicanos, con lo cual se holgó
mucho Cortés; y Sandoval mostró grande enojo de nuestro capitan por lo
pasado, y no le fué á ver ni hablar, puesto que Cortés le envió á decir
que lo habia entendido de otra manera, y que creyó que por descuido
del Sandoval no se habia remediado, pues que iba con mucha gente de á
caballo y soldados, y sin haber desbaratado los mejicanos se volvia.
Dejemos de hablar desta materia, porque luego tornaron á ser amigos
Cortés y el Sandoval, y no sabia Cortés placer que hacer al Sandoval
por tenelle contento, que no le hacia.
Dejallo he aquí, y diré cómo acordamos de herrar todas las piezas,
esclavas y esclavos que se habian habido, que fueron muchas, y de cómo
vino en aquel instante un navío de Castilla, y lo que más pasó.


CAPÍTULO CXLIII.
CÓMO SE HERRARON LOS ESCLAVOS EN TEZCUCO, Y CÓMO VINO NUEVA QUE HABIA
VENIDO AL PUERTO DE LA VILLA-RICA UN NAVÍO, Y LOS PASAJEROS QUE EN ÉL
VINIERON; Y OTRAS COSAS QUE PASARON DIRÉ ADELANTE.

Como hubo llegado Gonzalo de Sandoval con gran presa de esclavos, y
otros muchos que se habian habido en las entradas pasadas, fué acordado
que luego se herrasen; y de que se hubo pregonado que se llevasen á
herrar á una casa señalada, todos los más soldados llevamos las piezas
que habiamos habido, para echar el hierro de su majestad, que era una
G, que quiere decir guerra, segun y de la manera que lo teniamos de
ántes concertado con Cortés, segun he dicho en el capítulo que dello
habla, creyendo que se nos habia de volver despues de pagado el real
quinto, que las apreciasen cuánto podia valer cada pieza; y no fué
ansí, porque si en lo de Tepeaca se hizo muy malamente, segun otra
vez dicho tengo, muy peor se hizo en esto de Tezcuco, que despues que
sacaban el real quinto, era otro quinto para Cortés y otras partes
para los capitanes; y en la noche ántes cuando las tenian juntas nos
desaparecieron las mejores indias.
Pues como Cortés nos habia dicho y prometido que las buenas piezas
se habian de vender en el almoneda por lo que valiesen, y las que no
fuesen tales por ménos precio, tampoco hubo buen concierto en ello,
porque los oficiales del Rey que tenian cargo dellas hacian lo que
querian; por manera que si mal se hizo una vez, esta vez peor; y desde
allí adelante muchos soldados que tomábamos algunas buenas indias,
porque no nos las tomasen, como las pasadas, las escondiamos y no las
llevábamos á herrar, y deciamos que se habian huido; y si era privado
de Cortés, secretamente la llevaban de noche á herrar y las apreciaban
en lo que valian y les echaban el hierro y pagaban el quinto; y otras
muchas se quedaban en nuestros aposentos, y deciamos que eran naborías
que habian venido de paz de los pueblos comarcanos y de Tlascala.
Tambien quiero decir que como ya habia dos ó tres meses pasados que
algunas de las esclavas que estaban en nuestra compañía y en todo el
real conocian á los soldados cuál era bueno é cuál malo, y trataba bien
á las indias naborías que tenia ó cuál las trataba mal, y tenian fama
de caballeros, y de otra manera cuando las vendian en el almoneda, y
si las sacaban algunos soldados que las tales indias ó indios no les
contentaban ó las habian tratado mal, de presto se les desaparecian que
no las vian más, y preguntar por ellas era por demás; y en fin, todo se
quedaba por deuda en los libros del Rey, ansí en lo de las almonedas y
los quintos; y al dar las partes del oro se consumió, que ningunos ó
muy pocos soldados llevaron partes, porque ya lo debian, y aun muchos
más pesos de oro que despues cobraron los oficiales del Rey.
Dejemos esto, y digamos cómo en aquella sazon vino un navío de
Castilla, en el cual vino por tesorero de su majestad un Julian de
Alderete, vecino de Tordesillas, y vino un Orduña el viejo, vecino
que fué de la Puebla, que despues de ganado Méjico trajo cuatro ó
cinco hijas, que casó muy honradamente; era natural de Tordesillas; y
vino un fraile de San Francisco que se decia fray Pedro Melgarejo de
Urrea, natural de Sevilla, que trajo unas bulas de señor San Pedro, y
con ellas nos componian si algo éramos en cargo en las guerras en que
andábamos; por manera que en pocos meses el fraile fué rico y compuesto
á Castilla; trajo entónces por comisario y quien tenia cargo de las
bulas á Jerónimo Lopez, que despues fué secretario en Méjico; vinieron
un Antonio Carvajal, que ahora vive en Méjico, ya muy viejo, capitan
que fué de un bergantin; y vino Jerónimo Ruiz de la Mota, yerno que
fué, despues de ganado Méjico, del Orduña, que ansimismo fué capitan
de un bergantin, natural de Búrgos; y vino un Briones, natural de
Salamanca; á este Briones ahorcaron en esta provincia de Guatimala por
amotinador de ejércitos, desde á cuatro años que se vino huyendo de lo
de Honduras; y vinieron otros muchos que ya no me acuerdo, y tambien
vino un Alonso Diaz de la Reguera, vecino que fué de Guatimala, que
ahora vive en Valladolid; y trajeron en este navío muchas armas y
pólvora, y en fin como navío que venia de Castilla, é vino cargado de
muchas cosas, y con él nos alegramos, y de las nuevas que de Castilla
trajeron no me acuerdo bien; más paréceme que dijeron que el Obispo
de Búrgos ya no tenia mano en el Gobierno, que no estaba su majestad
bien con él desque alcanzó á saber de nuestros muy buenos é notables
servicios, y como el Obispo escribia á Flandes al contrario de lo
que pasaba y en favor de Diego Velazquez, y halló muy claramente su
majestad ser verdad todo lo que nuestros procuradores de nuestra parte
le fueron á informar, y á esta causa no le oia cosa que dijese.
Dejemos esto, y volvamos á decir que como Cortés vió los bergantines
que estaban acabados de hacer, y la gran voluntad que todos los
soldados teniamos de estar ya puestos en el cerco de Méjico, y en
aquella sazon volvieron los de Chalco á decir que los mejicanos venian
sobre ellos, y que les enviasen socorro; y Cortés les envió á decir
que él queria ir en persona á sus pueblos y tierras, y no se volver
hasta que á todos los contrarios echase de aquellas comarcas; y mandó
apercebir trecientos soldados y treinta de á caballo, y todos los más
escopeteros y ballesteros que habia, y gente de Tezcuco; y fué en su
compañía Pedro de Albarado y Andrés de Tapia y Cristóbal de Olí, y
ansimismo fué el tesorero Julian de Alderete, y el fraile fray Pedro
Melgarejo, que ya en aquella sazon habia llegado á nuestro real; é yo
fuí entónces con el mismo Cortés, porque me mandó que fuese con él; y
lo que pasamos en aquella entrada diré adelante.


CAPÍTULO CXLIV.
CÓMO NUESTRO CAPITAN CORTÉS FUÉ Á UNA ENTRADA Y SE RODEÓ LA LAGUNA, Y
TODAS LAS CIUDADES Y GRANDES PUEBLOS QUE ALREDEDOR HALLAMOS, Y LO QUE
MÁS NOS PASÓ EN AQUELLA ENTRADA.

Como Cortés habia dicho á los de Chalco que les habia de ir á socorrer
porque los mejicanos no viniesen y les diesen guerra, porque harto
teniamos cada semana de ir y venir á les favorecer, mandó apercebir
todos los soldados y ejército, que fueron trecientos soldados y
treinta de á caballo, y veinte ballesteros y quince escopeteros, y el
tesorero Julian de Alderete y Pedro de Albarado y Andrés de Tapia y
Cristóbal de Olí, y fué tambien el fraile fray Pedro Melgarejo, y á mí
me mandó que fuese con él, y muchos tlascaltecas y amigos de Tezcuco; y
dejó en guarda de Tezcuco y bergantines á Gonzalo de Sandoval con buena
copia de soldados y de á caballo.
Y una mañana, despues de haber oido Misa, que fué viérnes 5 dias del
mes de Abril de 1521 años, fuimos á dormir á Talmanalco, y allí nos
recibieron muy bien; y el otro dia fuimos á Chalco, que estaba muy
cerca el uno del otro: allí mandó Cortés llamar á todos los caciques
de aquella provincia, y se les hizo un parlamento con nuestras lenguas
doña Marina é Jerónimo de Aguilar, en que se les dió á entender cómo
agora al presente íbamos á ver si podria traer de paz á algunos de
los pueblos que estaban más cerca de la laguna, y tambien para ver
la tierra y sitio para poner cerco á la gran ciudad de Méjico, y que
por la laguna habian de echar los bergantines, que eran trece, y que
les rogaba á todos que para otro dia estuviesen aparejadas todas sus
gentes de guerra para ir con nosotros; y cuando lo hubieron entendido,
todos á una de muy buena voluntad dijeron que sí lo harian; y otro
dia fuimos á dormir á otro pueblo que estaba sujeto al mismo Chalco,
que se dice Chimaluacan, y allí vinieron más de veinte mil amigos,
ansí de Chalco y de Tezcuco y Guaxocingo, y los tlascaltecas y otros
pueblos; y vinieron tantos, que en todas las entradas que yo habia ido,
despues que en la Nueva-España entré, nunca vi tanta gente de guerra de
nuestros amigos como ahora fueron en nuestra compañía.
Ya he dicho otra vez que iba tanta multitud dellos á causa de los
despojos que habian de haber, y lo más cierto, por hartarse de carne
humana si hubiese batallas, porque bien sabian que las habia de haber;
y son, á manera de decir como cuando en Italia salia un ejército de una
á otra parte, y les seguian cuervos y milanos y otras aves de rapiña,
que se mantenian de los cuerpos muertos que quedaban en el campo cuando
se daba alguna muy sangrienta batalla; ansí he juzgado que nos seguian
tantos millares de indios.
Dejemos esta plática, y volvamos á nuestra relacion: que en aquella
sazon se tuvo nueva que estaban en un llano cerca de allí aguardando
muchos escuadrones y capitanías de mejicanos é sus aliados, todos los
de aquellas comarcas, para pelear con nosotros; y Cortés nos apercibió
que fuésemos muy alerta y saliésemos de aquel pueblo donde dormimos,
que se dice Chimaluacan, despues de haber oido Misa, que fué bien de
mañana; y con mucho concierto fuimos caminando entre unos peñascos
y por medio de dos sierrezuelas, que en ellas habia fortalezas y
mamparos, donde habia muchos indios é indias recogidos é hechos
fuertes; y dende su fortaleza nos daban gritos é voces y alaridos, y
nosotros no curamos de pelear con ellos, sino callar y caminar y pasar
adelante hasta un pueblo grande que estaba despoblado, que se dice
Yautepeque, y tambien pasamos de largo; y llegamos á un llano donde
habia unas fuentes de muy poca agua, é á una parte estaba un gran peñol
con una fuerza muy mala de ganar, segun luego pareció por la obra; y
como llegamos en el paraje del peñol, porque vimos que estaba lleno de
guerreros, y de lo alto dél nos daban gritos y tiraban piedras é varas
y flechas, y hirieron tres soldados de los nuestros, entónces mandó
Cortés que reparásemos allí, é dijo:
—«Parece que todos estos mejicanos se ponen en fortalezas y hacen burla
de nosotros de que no les acometemos.»
Y esto dijo por los que dejábamos atrás en las sierrezuelas; y luego
mandó á unos de á caballo y á ciertos ballesteros que diesen una
vuelta á una parte del peñol, y que mirasen si habia otra subida más
conveniente de buena entrada para les poder combatir; y fueron, y
dijeron que lo mejor de todo era donde estábamos, porque en todo lo
demás no habia subida ninguna, que era toda peña tajada, y luego Cortés
mandó que les fuésemos entrando y subiendo.
El alférez Cristóbal del Corral delante, y otras banderas, y todos
nosotros siguiéndolas, y Cortés con los de á caballo aguardando en
lo llano por guarda de otros escuadrones de mejicanos, no viniesen
á dar en nuestro fardaje ó en nosotros entre tanto que combatiamos
aquella fuerza; y como comenzamos á subir por el peñol arriba, echan
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