Historia del levantamiento, guerra y revolución de España (2 de 5) - 22

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establecieron otras: los principales fuegos enfilaban de lo alto de una
eminencia el camino que viene al puente; ocupose el paso de Caldelas
dos leguas río arriba por Don Ambrosio de la Cuadra que regía la
vanguardia, y por Don José Joaquín Márquez comandante del regimiento
de Lobera; apoyose la derecha de Sampayo en un terreno escabroso, y
la izquierda estaba amparada de la ría en donde se habían colocado
lanchas cañoneras. Duró el fuego hasta las tres de la tarde sin que
los franceses consiguiesen cosa alguna. Renovose con mayor furor al
día siguiente 8, buscando los enemigos medio de pasar por su derecha
un vado largo que queda a marea baja, y de envolver por su izquierda
el costado nuestro que estaba del lado del puente de Caldelas y vados
de Sotomayor. Rechazados en todas partes vieron ser infructuosos sus
ataques, y al amanecer del 9 se retiraron a las calladas, después
de haber experimentado considerable pérdida. Señaláronse entre los
nuestros, y bajo el mando del conde de Noroña, La Carrera, Cuadra,
Roselló, que gobernaba la artillería, Castellar, Márquez y D. Pablo
Morillo; por su parte también se manejaron con destreza los marinos,
y sin duda fue muy gloriosa para las armas españolas la defensa del
Puente de Sampayo.
[Marginal: Soult trata de pasar a Castilla.]
Romana, en tanto, se había acogido a Orense al adelantarse el mariscal
Soult: mas en vez de seguir la huella del primero detúvose este en
Monforte algunos días. Lo alterado del país, noticias de la guerra de
Austria, y más que todo los celos y rivalidad que mediaban entre él y
el mariscal Ney le alejaron de continuar el perseguimiento de Romana,
y le decidieron a volver a Castilla. Para ello, no pudiendo atravesar
el Sil por allí falto de vados y de puentes, tuvo que subir río arriba
hasta Montefurado, así dicho por perforarle en una de sus faldas la
corriente del mismo Sil, obra según parece del tiempo de los romanos.
[Marginal: Paisanos del Sil.] Los naturales de los contornos, colocados
en la orilla opuesta, le causaron grave mal, acaudillados por el
abad de Casoyo y su hermano Don Juan Quiroga. Para vengarse del daño
ahora y antes recibido, desde Montefurado mandó el mariscal Soult al
general Loison descender por la orilla izquierda del Sil y castigar a
los habitantes. [Marginal: Quema de varios pueblos.] Cumplió este tan
largamente con el encargo que asoló la tierra y varios pueblos fueron
quemados, Castro de Caldelas, San Clodio y otros menos conocidos.
También padecieron mucho los otros valles que recorrieron o atravesaron
los enemigos. [Marginal: Romana en Celanova.] Romana retirose a
Celanova, y en seguida a Baltar, frontera de Portugal, en donde le
dejó tranquilo el mariscal Soult, [Marginal: Soult en la Puebla de
Sanabria.] pues dirigiéndose por el camino de las Portillas llegó el 23
a la Puebla de Sanabria, de cuyo punto se retiraron a Ciudad Rodrigo
después de haber clavado algunos cañones los pocos españoles que le
guarnecían.
[Marginal: General Franceschi cogido por el Capuchino.]
Soult permaneció en la Puebla breves días habiendo despachado a Madrid
a Franceschi para informar a José del estado de su ejército y de
sus necesidades. Aquel general partió de Zamora en posta a caballo
con otros dos compañeros, mas pasado Toro fueron todos cogidos e
interceptados los pliegos por una guerrilla que mandaba el capuchino
Fr. Julián de Délica. Los pliegos [*] [Marginal: (* Ap. n. 8-9.)] eran
importantes así porque expresaban el quebranto y escaseces de aquellas
tropas, como también por indicarse en su contenido el mal ánimo de
algunos generales.
[Marginal: Situación de Ney.]
Viéndose solo el mariscal Ney y abandonado de Soult, conoció lo crítico
de su situación. Con nada en realidad podía contar sino con la fuerza
que le quedaba, y era esta harto corta para hacer rostro a la población
armada, y al ejército bastante numeroso que contra él podían ahora
reunir sin embarazo los generales Romana y Noroña. El auxilio que le
prestaban los españoles sus allegados era casi nulo, y por decirlo
así perjudicial. [Marginal: Mazarredo.] Había ido de comisario regio
el general de marina Mazarredo que separándose de su profesión, en la
que había adquirido bien merecido renombre, metiose a dar proclamas
y a esparcir entre los eclesiásticos y los pueblos una especie de
catecismo, por cuyo medio apoyándose en textos de la Escritura, quería
probar la conveniencia y obligación de reconocer la autoridad intrusa.
No conmovían las conciencias argumentos tan extraños, al contrario
las irritaban, provocando también a mofa ver convertido en misionero
político al que solo gozaba de reputación de inteligente en la maniobra
náutica. Hubo igualmente en Santiago un director de policía [Marginal:
Bazán.] llamado Don Pedro Bazán de Mendoza, doctor en Teología, el cual
y otros cuantos de la misma lechigada cometieron muchas tropelías
y defraudaron plata y caudales: denominaban los paisanos semejante
reunión el conciliábulo de Compostela. [Marginal: Evacúa Ney Galicia.]
Rodeado por tanto de peligros y escaso de fuerzas y recursos, resolvió
Ney salir de Galicia, y el 22 evacuó la Coruña, enderezándose a Astorga
por el camino real; en cuyo tránsito asolaron sus tropas horrorosamente
pueblos y ciudades.
Así tornó aquel reino a verse libre de enemigos al cabo de cinco meses
de ocupación, durante los cuales perdieron los franceses la mitad de la
tropa con que habían penetrado en aquel suelo, ya en las acciones con
los ingleses, ya en la terrible guerra con que les habían continuamente
molestado los ejércitos y población de Galicia y Portugal.
[Marginal: Entra Noroña en la Coruña.]
A pocos días entró en la Coruña el conde de Noroña y la división del
Miño, siendo recibidos no solo con alborozo general y bien sentido,
sino también quedándose los espectadores admirados de que gente mal
pertrechada y tan varia en su formación y armamento hubiera conseguido
tan señaladas ventajas contra un ejército de la apariencia, práctica y
regularidad que asistían al de los franceses.
Por entonces y antes de promediar junio fue también evacuado el
principado de Asturias. Además de lo ocurrido en Galicia y Portugal
aceleraron la retirada de los enemigos los movimientos y amago que
hicieron las tropas y paisanaje de la misma provincia. 18.000 hombres
la habían invadido: una parte, según en su lugar se dijo, volvió luego
a Galicia con el mariscal Ney, otra mandada por el general Bonnet viose
obligada a acudir a la montaña a donde la llamaba la marcha de Don
Francisco Ballesteros, y la restante fuerza sobrado débil para resistir
[Marginal: Worster y Bárcena.] a los generales Don Pedro de la Bárcena
y Worster que avanzaban a Oviedo del lado de poniente, salió con
Kellermann camino de Castilla. El primero de aquellos generales cayendo
de Teberga sobre Grado había antes arrojado de esta villa a unos 1300
franceses que estaban allí apostados, cogiendo 80 prisioneros.
[Marginal: Ballesteros pasa a Castilla y a las montañas de Santander.]
Por la parte oriental del principado había reunido el general
Ballesteros más de 10.000 hombres. Entraba en su número un batallón de
la Princesa que había ido a Oviedo con Romana, y el cual mandado por
su coronel D. José O’Donnell se le había unido, no pudiendo embarcarse
en Gijón. También se agregó después el regimiento de Laredo que
pertenecía a las montañas de Santander y la partida o cuerpo volante
de D. Juan Díaz Porlier. Entusiasmado el general Ballesteros con las
memorias de Covadonga pensó que podían resucitar en aquel sitio los
días de Pelayo. Anduvo por tanto reacio en alejarse hasta que falto de
víveres y estrechado por el enemigo tuvo el 24 de mayo que abandonar
de noche la cueva y santuario, y trepar por las faldas de elevados
montes, no teniendo más dirección que la de sus cimas, pues allí no
había otra salida sino el camino que va a Cangas de Onís, y este le
ocupaban los franceses. En medio de afanes consiguió Ballesteros
llegar el 26 a Valdeburón en Castilla de donde se trasladó a Potes.
Meditando entonces lo más conveniente resolvió de acuerdo con otros
jefes acometer a Santander, cuya guarnición desprevenida se juzgaba
ser solo de 1000 hombres. Se encaminó con este propósito a Torrelavega
en donde se detuvo más de lo necesario. Por fin al amanecer del 10
emprendiose la expedición, pero tan descuidadamente que el enemigo se
abrió paso dejando solo en nuestro poder 200 prisioneros. [Marginal:
Ocupa Santander.] Entraron las tropas de Ballesteros el mismo día en
Santander, mas la ocupación de esta ciudad no duró largo tiempo. En
la misma noche revolviendo sobre ella los franceses ya reforzados,
penetraron por sus calles y pusiéronlo todo en tal confusión que
los más de los nuestros se desbandaron, y el general Ballesteros
creyendo perdida su división se embarcó precipitadamente con Don José
O’Donnell en una lancha en que bogaron por falta de remos y remeros
dos soldados con sus fusiles. [Marginal: Intrepidez de Porlier.] Don
Juan Díaz Porlier se salvó con alguna tropa atravesando por medio de
los enemigos con la intrepidez que le distinguía. Fue también notable
y digna de la mayor alabanza la conducta del batallón de la Princesa,
[Marginal: Marcha admirable del batallón de la Princesa.] que privado
de su fugitivo coronel y a las órdenes del valiente oficial Garvayo
conservó bastante orden y serenidad para libertarse y pasar a Medina de
Pomar, desde donde, ¡marcha admirable! poniéndose en camino atravesó
la Castilla y Aragón rodeado de peligros y combates, y se incorporó en
Molina con el general Villacampa.
[Marginal: Romana en la Coruña.]
Libres en el mes de junio Asturias y Galicia, era ocasión de que el
marqués de la Romana, tan autorizado como estaba por el gobierno
supremo, emplease todo su anhelo en mejorar la condición de su
ejército, y la de ambas provincias. Entró en la Coruña poco después
que Noroña, y fue recibido con el entusiasmo que excitaba su nombre.
[Marginal: Sus providencias y negligencia.] Reasumió en su persona toda
la autoridad, suprimió las juntas de partido que se habían multiplicado
con la insurrección, y nombró en su lugar gobernadores militares.
No contento con la destrucción de aquellas corporaciones, trató de
examinar con severidad la conducta de varios de sus individuos, a quien
se acusaba de desmanes en el ejercicio de su cargo, procedimiento que
desagradó. Pues al paso que se escudriñaban estos excesos, nacidos por
lo general de los apuros del tiempo, mostró el marqués suma benignidad
con los que habían abrazado el bando de los enemigos. Por lo demás
sus providencias en todos los ramos adolecieron de aquella dejadez y
negligencia característica de su ánimo. Suprimidas las juntas cortó
el vuelo al entusiasmo e influjo popular, y no introdujo con los
gobernadores que creó el orden y la energía que son propias de la
autoridad militar. Transcurrió más de un mes sin que se recogiese el
fruto de la evacuación francesa, no pasando el tiempo aquel jefe sino
en agasajos, y en escuchar las quejas y solicitudes de personas que
se creían agraviadas o que ansiaban colocaciones; y entre ellas, como
acontece, no andaban ni las realmente ofendidas ni las más beneméritas.
[Marginal: Sale a Castilla.] Por fin reunió el marqués la flor del
ejército de Galicia y trató de salir a Castilla.
[Marginal: Nombra a Mahy para Asturias.]
Antes de efectuar su marcha envió a tomar el mando militar de Asturias
a Don Nicolás Mahy: el político y económico seguía al cuidado de
la junta que el mismo marqués había nombrado. [Marginal: Nombra a
Ballesteros para mandar 10.000 hombres.] Ordenó además este que se le
uniese en Castilla con 10.000 hombres de lo más escogido de las tropas
asturianas Don Francisco Ballesteros, que en vez de ser reprendido por
lo de Santander, recibió este premio. Debiolo a haberse salvado con
Don José O’Donnell, favorito del marqués, y mal hubiera podido ser
censurada la conducta del general sin tocar al abandono o deserción
del coronel su compañero: así un indisculpable desastre sirvió a
Ballesteros de principal escalón para ganar después gloria y renombre.
Romana llegó a Astorga con unos 16.000 hombres y 40 piezas de
artillería. Dejó en Galicia pocos cuadros y escasos medios para que con
ellos pudiese Noroña formar un ejército de reserva. Una corta división
al mando de Don Juan José García se situó en el Bierzo, y Ballesteros
desde las cercanías de León hizo posteriormente hacia Santander una
excursión que no tuvo particular resulta.
[Marginal: Sucédele después en el mando del ejército el duque del
Parque.]
Permaneció Romana en Astorga hasta el 18 de agosto en que se despidió
de sus tropas habiendo sido nombrado por la junta de Valencia para
desempeñar el puesto vacante en la central por fallecimiento del
príncipe Pío. El mando de su ejército recayó después en el duque del
Parque, al cual también se unió aunque más tarde Ballesteros, caminando
todos la vuelta de Ciudad Rodrigo.
Los franceses que salieron de Galicia y que componían el 2.º y 6.º
cuerpo debieron ponerse por resolución de Napoleón recibida en 2 de
julio a las órdenes de Soult, como igualmente el 5.º del mando del
mariscal Mortier que estaba en Valladolid procedente de Aragón. Varios
obstáculos opuso José al inmediato cumplimiento en todas sus partes de
la voluntad de su hermano; y de ello daremos cuenta en el próximo libro.
[Marginal: Fin de este libro.]
Ahora terminando este conviene notar lo poco que a pesar de tan grandes
esfuerzos habían adelantado los franceses en la conquista de España.
Ocho meses eran corridos después de la terrible invasión en noviembre
del emperador francés, y sus huestes no enseñoreaban todavía ni un
tercio del territorio peninsular. Inútilmente daban y ganaban batallas,
inútilmente se derramaban por las provincias, de las que ocupadas
unas levantábanse otras, y yendo al remedio de estas, aquellas se
desasosegaban y de nuevo se trocaban en enemigas. [Marginal: Parangón
de la guerra de Austria y España.] ¡Cuán diferente cuadro presentaba
por aquel tiempo el Austria! Allí había en abril abierto la campaña
el archiduque Carlos con ejércitos bien pertrechados y numerosos,
solo tres o cuatro batallas se habían dado, una de éxito contrario
a Napoleón, y sin embargo ya en 12 de julio celebrose en Znaim una
suspensión de armas, preludio de la paz. Así una nación poderosa y
militar sujetábase a las condiciones del vencedor al cabo de tres meses
de guerra, y España después de un año, sin verdaderos ejércitos y
muchas veces sola en la lucha, manteníase incontrastable por la firme
voluntad de sus moradores. Tanta diferencia media, no nos cansaremos de
repetirlo, entre las guerras de gabinete y las nacionales. Al primer
revés se cede en aquellas, mas en estas sin someterse fácilmente
los defensores al remolino de la fortuna, cuando se les considera
deshechos, crecen; cuando caídos, se empinan. Conocíalo muy bien el
grande estadista Pitt,[*] [Marginal: (* Ap. n. 8-10.)] quien rodeado
de sus amigos en 1805 al saber la rendición de Mack en Ulma con 40.000
hombres exclamando aquellos _que todo estaba perdido y que no había
ya remedio contra Napoleón_, [Marginal: Previsión notable de Pitt.]
replicó, _todavía lo hay si consigo levantar una guerra nacional en
Europa_, añadiendo en tono, al parecer profético, _y esta guerra ha de
comenzar en España_.


APÉNDICES
AL TOMO SEGUNDO.


APÉNDICE
DEL
LIBRO QUINTO.

NÚMERO 5-1.
_Numantia, quantum Carthaginis, Capuæ, Corinthi opibus inferior, ita
virtutis nomine et honore par omnibus, summumque, si viros æstimes,
Hispaniæ decus: quippe quæ sine muro, sine turribus, modice edito
in tumulo apud flumen Durium sita, quatuor millibus Celtiberorum,
quadraginta millium exercitum per annos quatuordecim sola sustinuit;
nec sustinuit modo, sed sævius aliquanto perculit, pudendisque
fœderibus affecit. — L. A. Flori, lib. 2, cap. 18._

NÚMERO 5-2.
_Annales d’Espagne et de Portugal par Don Juan Álvarez de Colmenar,
tom. 5.º, pág. 431, edición de Ámsterdam._

NÚMERO 5-3.
_Respuesta dada a la intimación del general Lefebvre comandante en jefe
del ejército francés que sitiaba a Zaragoza, publicada en la Gaceta del
20 de junio de 1808._
Zaragoza es mi cuartel general a 18 de junio.
Si S. M. el emperador envía a V. a restablecer la tranquilidad que
nunca ha perdido este país, es bien inútil se tome S. M. estos
cuidados. Si debo responder a la confianza que me ha hecho este
valeroso pueblo sacándome del retiro en que estaba para poner en mi
mano su custodia, es claro que no llenaría mi deber abandonándole a la
apariencia de una amistad tan poco verdadera.
Mi espada guarda las puertas de la capital, y mi honor responde de
su seguridad: no deben tomarse pues este trabajo esas tropas que aún
estarán cansadas de los días 15 y 16. Sean enhorabuena infatigables en
sus lides; yo lo seré en mis empeños.
Lejos de haberse apagado el incendio que levantó la indignación
española, a vista de tantas alevosías se eleva por momentos.
Se conoce que las espías que V. paga son infieles. Gran parte de
Cataluña se ha puesto bajo mi mando: lo mismo ha hecho otra no menor
de Castilla. Los capitanes generales de esta y de Valencia están
unidos conmigo. Galicia, Extremadura, Asturias y los cuatro reinos de
Andalucía están resueltos a vengar sus agravios. Las tropas francesas
cometen atrocidades indignas de hombres; saquean, insultan y matan
impunemente a los que ningún mal les han hecho: ultrajan la religión, y
queman sus sagradas imágenes de un modo inaudito.
Ni esto ni el todo que V. observa, aun después de los días 15 y 16, son
propios para satisfacer a un pueblo valiente: V. hará lo que quiera; y
yo haré lo que debo. — B. L. M. de V. — El general de las tropas de
Aragón.

NÚMERO 5-4.
_Segunda y última respuesta dada al general del ejército francés que
sitiaba a Zaragoza, en 27 de junio de 1808._
El intendente de este ejército y reino me ha transmitido las
proposiciones que V. le ha hecho, reducidas a que yo permita la entrada
en esta capital de las tropas francesas que están bajo su mando, que
vienen con la idea de desarmar al pueblo, restablecer la quietud,
respetar las propiedades y hacernos felices, conduciéndose como amigos,
según lo han hecho en los demás pueblos de España que han ocupado, o
bien si no me conformare a esto que se rinda la ciudad a discreción.
Los medios que ha empleado el gobierno francés para ocupar las plazas
que le quedan en España, y la conducta que ha observado su ejército han
podido persuadir a V. la respuesta que yo daría a sus proposiciones.
El Austria, la Italia, la Holanda, la Polonia, Suecia, Dinamarca y
Portugal presentan, no menos que este país, un cuadro muy exacto de la
confianza que debe inspirar el ejército francés.
Esta ciudad y las valerosas tropas que la guardan han jurado morir
antes que sujetarse al yugo de la Francia, y la España toda, en donde
solo quedan ya restos del ejército francés, está resuelta a lo mismo.
Tenga V. presentes las contestaciones que le di ocho días ha, y los
decretos de 31 de mayo y 18 de este mes, que se le incluyeron, y no
olvide V. que una nación poderosa y valiente decidida a sostener la
justa causa que defiende, es invencible y no perdonará los delitos que
V. o su ejército cometan. Zaragoza 26 de junio de 1808. — Por el
capitán general de Aragón. — El marqués de Lazán.

NÚMERO 5-5.
... καὶ δι᾽ ἐλαχίστου καιροῦ τύχης ἅμα ἀκμῇ τῆς δόξης μᾶλλον ἢ τοῦ
δέους ἀπηλλάγησαν.
(THUCYD., II, 42.)

NÚMERO 5-6.
_Artículos del convenio hecho entre el vicealmirante Siniavin,
caballero de la orden de San Alejandro, y el almirante Sir Carlos
Cotton, baronet, para la redención de la escuadra rusa anclada en la
ribera del Tajo, publicados en la Gaceta extraordinaria de Londres de
16 de septiembre._
1.º Los navíos de guerra del emperador de Rusia que están en el Tajo
se entregarán inmediatamente al almirante Sir Carlos Cotton con todas
sus municiones: serán enviados a Inglaterra, en donde los tendrá S. M.
B. como en depósito para restituir a S. M. I. seis meses después de la
conclusión de la paz entre S. M. B. y S. M. I. el emperador de todas
las Rusias.
2.º El vicealmirante Siniavin con todos los oficiales marinos y
marineros que están a sus órdenes, volverán a Rusia sin ninguna
condición o estipulación que les impida servir en lo sucesivo: serán
convoyados por gente de guerra y navíos propios a expensas de S. M. B.
Dado y concluido a bordo del navío Twairdai en el Tajo y a bordo del
Ibernia, navío de S. M. B. en la embocadura de la ribera, a 3 de
septiembre de 1808. — Signado. — De Siniavin. — Carlos Cotton.

NÚMERO 5-7.
_Convención definitiva para la evacuación de Portugal por las tropas
francesas, publicada en la Gaceta extraordinaria de Londres._
Los generales en jefe de los ejércitos inglés y francés en Portugal,
habiendo determinado negociar y concluir un tratado para la evacuación
de este reino por las tropas francesas sobre las bases del concluido
el 22 del presente para una suspensión de armas, han habilitado a los
infrascriptos oficiales para negociarlo en su nombre, a saber: de parte
del general en jefe del ejército británico al teniente coronel Murray,
cuartel-maestre general, y de la del general en jefe del francés a
Mr. Kellermann, general de división, a quienes han dado la facultad
necesaria para negociar y concluir un convenio al efecto, sujetos sin
embargo a su ratificación respectiva, y a la del almirante comandante
de la escuadra británica en la embocadura del Tajo. Los oficiales
después de haber canjeado sus plenos poderes se han convenido en los
artículos siguientes:
1.º Todas las plazas y fuertes del reino de Portugal ocupados por las
tropas francesas se entregarán al ejército británico en el estado
en que se hallen al tiempo de firmarse este tratado. 2.º Las tropas
francesas evacuarán a Portugal con sus armas y bagajes; no serán
consideradas como prisioneras de guerra, y a su llegada a Francia
tendrán libertad para servir. 3.º El gobierno inglés suministrará los
medios de transporte para el ejército francés, que desembarcará en uno
de los puertos de Francia entre Rochefort y Lorient inclusivamente.
4.º El ejército francés llevará consigo toda su artillería de calibre
francés con lo a ella anejo. Toda la demás artillería, armas,
municiones, como también los arsenales militares y navales, serán
entregados al ejército y navíos británicos en el estado en que se
hallen al tiempo de la ratificación de este tratado. 5.º El ejército
francés llevará consigo todos sus equipajes, y todo lo que se comprende
bajo el nombre de propiedad de un ejército, y se le permitirá disponer
de la parte de ella que el comandante en jefe juzgue inútil para
embarcar. Del mismo modo todos los individuos del ejército tendrán
libertad para disponer de su propiedad privada, con plena seguridad
en lo sucesivo para los compradores. 6.º La caballería podrá embarcar
sus caballos, así como también los generales y oficiales de cualquier
graduación, quedando a disposición de los comandantes británicos los
medios de transportarlos: el número de caballos que podrán embarcar
las tropas no excederá de 600, ni el de los jefes de 200. De todos
modos el ejército francés tendrá libertad para disponer de los que
no puedan embarcarse. 7.º El embarco se hará en tres divisiones, y
la última de ellas se compondrá de las guarniciones de las plazas,
de la caballería, artillería, enfermos y equipaje del ejército. La
primera división se embarcará dentro de siete días de la fecha de la
ratificación. 8.º La guarnición de Elvas y sus fuertes de Peniche y
Palmela se embarcará en Lisboa. La de Almeida en Oporto o en el puerto
más cercano. 9.º Todos los enfermos o heridos que no puedan embarcarse
con las tropas, se confían al ejército británico, cuyo gobierno pagará
lo que gasten mientras estén en este país, quedando de cuenta de la
Francia abonarlo cuando marchen. El gobierno inglés proporcionará su
vuelta a Francia por destacamentos como de 200 hombres a un tiempo.
10. Luego que los barcos que lleven el ejército a Francia lo hayan
desembarcado en los puertos arriba dichos, o en cualquier otro de
aquel país adonde el temporal los fuerce a ir, se les proporcionará
toda comodidad para volver a Inglaterra sin dilación y seguridad, o
pasaporte para no ser apresados hasta que lleguen a un puerto amigo.
11. El ejército francés se reconcentrará en Lisboa y dos leguas
alrededor. El inglés a tres leguas, por manera que haya siempre una
entre los dos ejércitos. 12. Los fuertes de San Julián, Buxio y Cascaes
serán ocupados por las tropas británicas cuando se ratifique este
convenio. Lisboa y su ciudadela con los fuertes y baterías, el lazareto
y el fuerte de San José los ocuparán cuando se embarque la segunda
división, como también el puerto con todas las embarcaciones armadas.
Las fortalezas de Elvas, Almeida, Peniche y Palmela se entregarán a
las tropas británicas así que lleguen para ocuparlas. El general en
jefe inglés noticiará a las guarniciones de estas plazas y a las tropas
que las sitian este convenio para poner fin a las hostilidades. 13. Se
nombrarán comisionados por ambas partes para acelerar la ejecución de
este convenio. 14. Si se suscitase alguna duda sobre la inteligencia
de algún artículo, se interpretará a favor del ejército francés. 15.
Desde la ratificación todas las deudas atrasadas de contribuciones,
requisiciones &c. no podrán reclamarse por el gobierno francés contra
los portugueses, ni ningún otro que resida en este país; pues todo lo
que se haya pedido e impuesto después que el ejército francés entró
en Portugal por diciembre de 1807, y no se haya pagado aún, queda
cancelado, y se levantan los embargos puestos en los bienes de los
deudores para que se les restituya y queden a su libre disposición.
16. Todos los súbditos de Francia o de cualquier otra potencia su
aliada o amiga que se hallen en Portugal con domicilio o sin él, serán
protegidos, sus propiedades serán respetadas, y tendrán libertad para
acompañar al ejército francés, o permanecer aquí. En todo caso se les
asegura su propiedad con la libertad de retenerla o de disponer de
ella; y pasando el producto de la venta a Francia o cualquier otro
país adonde vayan a fijar su residencia, se les concede un año para
el intento. Sin embargo ninguna de estas estipulaciones podrá servir
de pretexto pava una especulación comercial. 17. Ningún portugués será
responsable por su conducta política durante la ocupación de este país
por el ejército francés; y todos los que han continuado en el ejercicio
de sus empleos, o que los han aceptado durante el gobierno francés,
quedan bajo la protección de los comandantes ingleses, quienes les
sostendrán para que no se les cause vejación en sus personas y bienes;
y podrán también aprovecharse de las estipulaciones del artículo 16.
18. Las tropas españolas detenidas a bordo de los navíos en el puerto
de Lisboa, serán entregadas al general en jefe inglés, quien se obliga
a obtener de los españoles la restitución de los súbditos franceses,
sean militares o civiles, que hayan sido detenidos en España, sin haber
sido hechos prisioneros en batalla, o en consecuencia de operaciones
militares, sino con ocasión del 29 de mayo y días siguientes. 19.
Inmediatamente se hará un canje de prisioneros de todas graduaciones
que se hayan hecho en Portugal desde el principio de las presentes
hostilidades. 20. Para la recíproca garantía de este convenio se
entregarán rehenes de la clase de oficiales generales por parte del
ejército francés, del inglés y de su armada. El oficial del ejército
británico será restituido luego que se dé cumplimiento a los artículos
pertenecientes al ejército: el de la escuadra y el francés cuando las
tropas hayan desembarcado en su país. 21. Se permitirá al general
francés enviar un oficial a Francia con el presente convenio, y el
almirante británico le dará una embarcación que le convoye a Burdeos o
a Rochefort. 22. Se hará porque el almirante británico acomode a S. E.
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