Verdadera historia de los sucesos de la conquista de la Nueva-España (3 de 3) - 20

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Gasca, que fué Obispo y conde de Pernia, porque tuvo ventura que así
como llegó á Castilla habia vacado; y se decia en la córte que por
estar de paz el Pirú y tornar á haber el oro y plata que le habian
robado los Contreras.
Y volviendo á mi relacion, lo que proveyó su majestad sobre la
perpetuidad de los repartimientos de indios, fué enviar á mandar al
marqués de Mondéjar, que era presidente en el Real consejo de Indias,
y al licenciado Gutierre Velazquez, y al licenciado Tello de Sandoval,
y al doctor Hernan Perez de la Fuente, y al licenciado Gregorio Lopez,
y al doctor Riberadeneyra, y al licenciado Briviesca, que eran oidores
del mismo Real Consejo de Indias, y á otros caballeros de otros Reales
Consejos, que todos se juntasen y que viesen y platicasen cómo se podia
hacer el repartimiento, de manera que en todo fuese bien mirado el
servicio de Dios, y su Real patrimonio no viniese á ménos; y desque
todos estos Prelados y caballeros estuvieron juntos en las casas de
Pero Gonzalez de Leon, donde residia el Real Consejo de Indias, se
platicó en aquella muy ilustrísima junta que se diesen los indios
perpétuos en la Nueva-España y en el Pirú, no me acuerdo bien si nombró
el nuevo reino de Granada é Borbotan; mas paréceme que tambien entraron
con los demas, y las causas que se propusieron en aquel negocio fueron
santas y buenas.
Lo primero se platicó que, siendo perpétuos, serian muy mejor tratados
é industriados en nuestra santa fe, y que si algunos adoleciesen, los
curarian como á hijos y les quitarian parte de sus tributos; y que los
encomenderos se perpetuarian mucho más en poner heredades y viñas y
sementeras, y criarian ganados y cesarian pleitos y contiendas sobre
indios; y no habia menester visitadores en los pueblos, y habria paz
y concordia entre los soldados en saber que ya no tienen poder los
presidentes y gobernadores para en vacando indios se los dar por via
de parentesco ni por otras maneras que en aquella sazon les daban; y
con dalles perpétuos á los que han servido á su majestad, descargaba
su Real conciencia; y le dijo otras muy buenas razones; y más le dijo,
que se habian de quitar en el Pirú á hombres bandoleros, los que se
hallasen que habian deservido á su majestad.
Y despues que por todos aquellos de la ilustre junta fué muy bien
platicado lo que dicho tengo, todos los más procuradores, con otros
caballeros, dimos nuestros pareceres y votos que se hiciesen perpétuos
los repartimientos; luego en aquella sazon hubo votos contrarios, y fué
el primero el Obispo de Chiapa, y lo ayudó su compañero Fray Rodrigo,
de la órden de Santo Domingo, y ansimismo el licenciado Gasca, que era
Obispo de Palencia y conde de Pernia, y el marqués de Mondéjar y dos
oidores del Consejo Real de su majestad; y lo que propusieron en la
contradiccion aquellos caballeros por mí dichos, salvo el marqués de
Mondéjar, que no se quiso mostrar á una parte ni á otra, sino que se
estuvo á la mira á ver lo que decian y ver los que más votos tenian,
fué decir que ¿cómo habian de dar indios perpétuos? Ni aun de otra
manera por sus vidas no los habian de tener, sino quitárselos á los que
en aquella sazon los tenian, porque personas habia entre ellos en el
Pirú que tenian buena renta de indios, que merecian que los hubieran
castigado, cuanto y más dárselos ahora perpétuos; y que do creian que
habia en el Pirú paz y asentada la tierra, habria soldados que, como
viesen que no habia qué les dar, se amotinarian y habria más discordias.
Entónces respondió don Vasco de Quiroga, Obispo de Mechoacan, que era
de nuestra parte, y dijo al licenciado de la Gasca, que ¿por qué no
castigó á los bandoleros y traidores, pues conocia y le eran notorias
sus maldades, y que él mismo les dió indios? Y á esto respondió el de
la Gasca, y se paró á reir, y dijo:
—«Creerán, señores, que no hice poco en salir en paz y en salvo de
entre ellos, y algunos descuarticé y hice justicia.»
Y pasaron otras razones sobre aquella materia; y entónces dijimos
nosotros, y muchos de aquellos señores que allí estábamos juntos, que
se diesen perpétuos en la Nueva-España á los verdaderos conquistadores
que pasamos con Cortés, y á los de Narvaez y á los de Garay, pues
habiamos quedado muy pocos, porque todos los demas murieron en las
batallas peleando en servicio de su majestad, y lo habiamos servido
bien; y que con los demas se hubiese otra moderacion.
É ya que teniamos esta plática por nuestra parte, y la órden que dicho
tengo, unos de aquellos Prelados y señores del Consejo de su majestad
dijeron que cesase todo hasta que el Emperador nuestro señor viniese á
Castilla, que se esperaba cada dia, para que en una cosa de tanto peso
y calidad se hallase presente; y puesto que por el Obispo de Mechoacan
é ciertos caballeros, é yo juntamente con ellos, que éramos de la
parte de la Nueva-España, fué tornado á replicar, pues que estaban ya
dados los votos conformes, se diesen perpétuos en la Nueva-España;
y que los procuradores del Pirú procurasen por sí, pues su majestad
lo habia enviado á mandar, y en su Real mando mostraba aficion para
que en la Nueva-España se diesen perpétuos; y sobre ello hubo muchas
pláticas y alegaciones; y dijimos que, ya que en el Pirú no se diesen,
que mirasen los muchos servicios que hicimos á su majestad y á toda
la cristiandad; y no aprovechó cosa ninguna con los señores del Real
Consejo de Indias y que el Obispo fray Bartolomé de las Casas, y fray
Rodrigo, su compañero, y con el Obispo de las Charcas; y dijeron que en
viniendo su majestad de Augusta de Alemania, se proveeria de manera que
los conquistadores serian muy contentos; y ansí se quedó por hacer.
Dejaré esta plática, y diré que en posta se escribió en un navío á la
Nueva-España, como se supo en la ciudad de Méjico las cosas arriba
dichas que pasaron en la córte.
Concertaban los conquistadores de enviar por sí solos procuradores
ante su majestad, y aun á mí me escribió de Méjico á esta ciudad de
Guatimala el capitan Andrés de Tapia y un Pedro Moreno Medrano y Juan
de Limpias Carvajal el sordo, dende la Puebla, porque ya en aquella
sazon era yo venido de la córte; y lo que me escribian, fué dándome
cuenta y relacion de los conquistadores que enviaban su poder; y en
la memoria me contaban á mí por uno de los más antiguos, é yo mostré
las cartas en esta ciudad de Guatimala á otros conquistadores, para
que las ayudásemos con dineros para enviar los procuradores; y segun
pareció, no se concertó la ida por falta de pesos de oro, y lo que se
concertó en Méjico, fué que los conquistadores, juntamente con toda la
comunidad, enviasen á Castilla procuradores, pero no se negoció.
Y despues desto, mandó el invictísimo nuestro Rey y Señor Don Felipe
(que Dios guarde y deje vivir muchos años, con aumento de más reinos)
en sus Reales ordenanzas y provisiones que para ello ha dado, que los
conquistadores y sus hijos en todo conozcamos mejoría, y luego los
antiguos pobladores casados, segun se verá en sus Reales cédulas.


CAPÍTULO CCXII.
DE OTRAS PLÁTICAS Y RELACIONES QUE AQUÍ IRÁN DECLARADAS, QUE SERÁN
AGRADABLES DE OIR.

Como acabé de sacar en limpio esta mi relacion, me rogaron dos
licenciados que se la emprestase para saber muy por extenso las cosas
que pasaron en las conquistas de Méjico y Nueva-España, y ver en qué
diferencia lo que tenian escrito los coronistas Francisco Lopez de
Gómora y el doctor Illescas acerca de las heróicas hazañas que hizo
el marqués del Valle, de lo que en esta relacion escribo; é yo se
la presté, porque de sábios siempre se pega algo á los idiotas sin
letras como yo soy, y les dije que no enmendasen cosa ninguna de las
conquistas, ni poner ni quitar, porque todo lo que yo escribo es muy
verdadero; y cuando lo hubieron visto y leido los dos licenciados,
el uno dellos era muy retórico, y tal presuncion tenia de sí, que
despues de la sublimar y alabar de la gran memoria que tuve para no se
me olvidar cosa de todo lo que pasamos dende que venimos á descubrir
primero que viniese Cortés dos veces, y la postrera vine con Cortés,
que fué en el año de 17 con Francisco Hernandez de Córdoba, y en el
18 con un Juan de Grijalva, y en el de 19 vine con el mismo Cortés;
y volviendo á mi plática, me dijeron los licenciados que cuanto á la
retórica, que va segun nuestro comun hablar de Castilla la Vieja,
é que en estos tiempos se tiene por más agradable, porque no van
razones hermoseadas ni afeitadas, que suelen componer los coronistas
que han escrito en cosas de guerras, sino toda una llaneza, y debajo
de decir verdad se encierran las hermoseadas razones; y más dijeron,
que les parece que me alabo mucho de mí mismo en lo de las batallas y
reencuentros de guerra en que me hallé, y que otras personas lo habian
de decir y escribir primero que yo; y tambien, que para dar más crédito
á lo que he dicho, que diese testigos y razones de algunos coronistas
que lo hayan escrito, como suelen poner y alegar los que escriben, y
aprueban con otros libros de cosas pasadas, y no decir, como digo tan
secamente, esto hice y tal me aconteció, porque yo no soy testigo de mí
mismo.
Á esto respondí, y digo agora, que en el primer capítulo de mi
relacion, en una carta que escribió el marqués del Valle en el año 1540
dende la gran ciudad de Méjico á Castilla, á su majestad, haciéndole
relacion de mi persona y servicios, le hizo saber cómo vine á descubrir
la Nueva-España dos veces primero que no él, y tercera vez volví en su
compañía, y como testigo de vista me vió muchas veces batallar en las
guerras mejicanas y en toma de otras ciudades como esforzado soldado,
hacer en ellas cosas notables y salir muchas veces de las batallas
mal herido, y cómo fuí en su compañía á Honduras é Higueras, que ansí
nombran en esta tierra, y otras particularidades que en la carta se
contenian, que por excusar prolijidad aquí no declaro; y ansimismo
escribió á su majestad el ilustrísimo virey don Antonio de Mendoza,
haciendo relacion de lo que habia sido informado de los capitanes, en
compañía de los que en aquel tiempo militaban, y conformaba todo con
lo que el marqués del Valle escribió; y ansimismo por probanzas muy
bastantes que por mi parte fueron presentadas en el Real Consejo de
Indias en el año 540.
Ansí, señores licenciados, vean si son buenos testigos Cortés y el
Virey don Antonio de Mendoza y mis probanzas; y si esto no basta,
quiero dar otro testigo, que no lo habia mejor en el mundo, que fué el
Emperador nuestro señor don Cárlos V, que por su Real carta, cerrada
con su Real sello, mandó á los Vireyes y presidentes que teniendo
respeto á los muchos y buenos servicios que le constó haberle hecho,
sea antepuesto y conozca mejoría yo y mis hijos; todas las cuales
cartas tengo guardados los originales dellas, y los traslados se
quedaron en la córte en el archivo del secretario Ochoa de Luyando; y
es todo y por descargo de lo que los licenciados me propusieron.
Y volviendo á la plática, si quieren más testigos tengan atencion y
miren la Nueva-España, que es tres veces más que nuestra Castilla y
está más poblada de españoles, que por ser tantas ciudades y villas
aquí no nombro, y miren las grandes riquezas que destas partes van
cotidianamente á Castilla; y demas desto, he mirado que nunca quieren
escribir de nuestros heróicos hechos los dos coronistas Gómora y el
doctor Illescas, sino que de toda nuestra prez y honra nos dejaron en
blanco, si agora yo no hiciera esta verdadera relacion; porque toda la
honra dan á Cortés; y puesto que tengan razon, no nos habian de dejar
en olvido á los conquistadores, y de las grandes hazañas que hizo
Cortés me cabe á mí parte, pues me hallé en su compañía de los primeros
en todas las batallas que él se halló, y despues en otras muchas que
me envió con capitanes á conquistar otras provincias; lo cual hallarán
escrito en esta mi relacion, dónde, cuándo y en qué tiempo, y tambien
mi parte de lo que escribió en un blason que puso en una culebrina, que
fué un tiro que se nombró el Ave Fénix, el cual se forjó en Méjico de
oro y plata y cobre, y le enviamos presentado á su majestad, y decian
las letras del blason: «Esta ave nació sin par, yo en serviros sin
segundo, y vos sin igual en el mundo.»
Ansí que parte me cabe desta loa de Cortés; y demas desto, cuando
fué Cortés la primera vez á Castilla á besar los piés á su majestad,
le hizo relacion que tuvo en las guerras mejicanas muy esforzados y
valerosos capitanes y compañeros, que, á lo que creia, ningunos más
animosos que ellos habia oido en corónicas pasadas de los romanos;
tambien me cabe parte dello.
Y cuando fué á servir á su majestad en lo de Argel, sobre cosas que
allá acaecieron cuando alzaron el campo por la gran tormenta que hubo,
dicen que dijo en aquella sazon muchas loas de los conquistadores sus
compañeros; ansí, que de todas sus hazañas me cabe á mí parte dellas,
pues yo fuí en le ayudar.
Y volviendo á nuestra relacion de lo que dijeron los licenciados, que
me alabo mucho de mi persona y que otros lo habian de decir, y esto
respondí que en este mundo las cosas que se suelen alabar unos vecinos
á otros las virtudes y bondades que en ellos hay, y no ellos mesmos;
mas él no se halló en la guerra ni lo vió ni lo entendió, ¿cómo lo
puede decir? ¿Habíanlo de parlar los pájaros en el tiempo que estábamos
en las batallas, que iban volando, ó las nubes que pasaban por alto,
sino solamente los capitanes y soldados que en ello nos hallamos? Y si
hubiérades visto, señores licenciados, que en esta mi relacion hubiera
yo quitado su prez y honra á algunos de los valerosos capitanes y
fuertes soldados, mis compañeros, que en las conquistas nos hallamos,
y aquella misma honra me pusiera á mí solo, justo fuera quitarme
parte; mas aún no me alabo tanto cuanto yo puedo y debo, y á esta
causa lo escribo para que quede memoria de mí; y quiero poner aquí
una comparacion, y aunque es por la una parte muy alta, y de la otra
de un pobre soldado como yo, dicen los coronistas en los comentarios
del Emperador y gran batallador Julio César que se halló en cincuenta
y tres batallas aplazadas, yo digo que me hallé en muchas más batallas
que el Julio César; lo cual, como dicho tengo, verán en mi relacion.
Y tambien dicen los coronistas que fué muy animoso y presto en las
armas y muy esforzado en dar una batalla, y cuando tenia espacio, de
noche escribia por propias manos sus heróicos hechos; y puesto que
tuvo muchos coronistas, no lo quiso fiar dellos, que él lo escribió,
é há muchos años, y no lo sabemos cierto; y lo que yo digo, ayer fué,
á manera de decir; ansí que no es mucho que yo ahora en esta relacion
declare en las batallas que me hallé peleando y en todo lo acaecido,
para que digan en los tiempos venideros: «Esto hizo Bernal Diaz del
Castillo, para que sus hijos y descendientes gocen las loas de sus
heróicos hechos;» como agora vemos las famas y blasones que hay de
tiempos pasados de valerosos capitanes, y aun de muchos caballeros y
señores de vasallos.
Quiero dejar esta plática, porque si hubiese de meter más en ella la
pluma, dirian algunas personas maliciosas y desparcidas lenguas, que
no me querrán oir de buena gana, que salgo del órden que debo, y por
ventura les será muy odioso; y esto que dicho tengo de mí mesmo,
ayer fué, á manera de decir, que no son muchos años pasados, como
las historias romanas; y testigos hay conquistadores que dirán que
todo lo que digo es ansí, que si en alguna cosa me hallasen vicioso ó
escuro, es de tal manera el mundo, que me lo contradirian; mas la misma
relacion da testimonio; y aun con decir verdad, hay maliciosos que lo
contradirian si pudiesen.
Y para que bien se entienda todo lo que dicho tengo, y en las batallas
y reencuentros de guerra en que me he hallado desde que vine á
descubrir la Nueva-España hasta que estuvo pacificada, sin las que
adelante diré; y puesto que hubo otras muchas guerras y reencuentros, y
que yo no me hallé en ellas, ansí por estar mal herido como por tener
otros males que con los trabajos de las guerras suelen recrecer; y
tambien, como habia muchas provincias que conquistar, unos soldados
íbamos á unas entradas y provincias y otros iban á otras; mas en las
que yo me hallé son las siguientes:
Primeramente, cuando vine á descubrir á la Nueva-España y lo de Yucatan
con un capitan que se decia Francisco Hernandez de Córdoba, en la Punta
de Cotoche un buen reencuentro de guerra.
Luego más adelante, en lo de Champoton, una buena batalla campal, en
que nos mataron la mitad de todos nuestros compañeros é yo salí mal
herido, y el capitan con dos heridas, de que murió.
Luego de aquel viaje en lo de la Florida, cuando fuimos á tomar agua,
un buen reencuentro de guerra, donde salí herido, y allí nos llevaron
vivo un soldado.
Y cuando vine con otro capitan que se decia Juan de Grijalva, una
batalla campal que fué con los de Champoton, que fué en el mismo pueblo
la primera vez cuando lo de Francisco Hernandez, y nos mataron diez
soldados, y el capitan salió mal herido.
Despues cuando vine tercera vez con el capitan Cortés, en lo de
Tabasco, que se dice el rio de Grijalva, en dos batallas campales,
yendo por capitan Cortés.
De que llegamos á la Nueva-España, en la de Cingapacinga, con el mismo
Cortés.
De ahí á pocos dias en tres batallas campales en la provincia de
Tlascala, con Cortés.
Luego el peligro de lo de Cholula.
Entrados en Méjico, me hallé en la prision de Montezuma; no lo escribo
por cosa que sea de contar de guerra, sino por el gran atrevimiento que
tuvimos en prender aquel tan grande cacique.
De ahí obra de cuatro meses, cuando vino el capitan Narvaez contra
nosotros, y traia mil y trescientos soldados, noventa de á caballo y
ochenta ballesteros y noventa espingarderos, y nosotros fuimos sobre él
ducientos y sesenta y seis, y le desbaratamos y prendimos con Cortés.
Luego fuimos al socorro de Albarado, que le dejamos en Méjico en guarda
del gran Montezuma, y se alzó Méjico, y en ocho dias con sus noches
que nos dieron guerra los mejicanos, nos mataron sobre ochocientos y
sesenta soldados; pongo aquí en estos dias, que batallamos seis dias, y
batallas en que me hallé.
Luego en la batalla que dimos en esta tierra de Obtumba; luego cuando
fuimos sobre Tepeaca, en una batalla campal, yendo por capitan el
marqués Cortés.
Despues cuando íbamos sobre Tezcuco, en un reencuentro de guerra con
mejicanos y los de Tezcuco, yendo Cortés por capitan.
En dos batallas campales, y salí bien herido de un bote de lanza en la
garganta, en compañía de Cortés.
Luego en dos reencuentros de guerra con los mejicanos cuando íbamos
á socorrer á ciertos pueblos de Tezcuco, sobre la cuestion de unos
maizales de una vega, que están entre Tezcuco y Méjico.
Luego cuando fuí con el capitan Cortés, que dimos vuelta á la laguna de
Méjico, en los pueblos más recios que en la comarca habia, los Peñoles,
que ahora se llaman del Marqués, donde nos mataron ocho soldados y
tuvimos mucho riesgo en nuestras personas, que fué desconsiderada
aquella subida y tomada del peñol, con Cortés.
Luego en la batalla de Cuernavaca, con Cortés.
Luego en tres batallas en Suchimileco, donde estuvimos en gran riesgo
todos de nuestras personas, y nos mataron cuatro soldados, con el
mismo Cortés.
Luego cuando volvimos sobre Méjico, en noventa y tres dias que
estuvimos en la ganar, todos los más destos dias y noches teniamos
batallas campales, y hallo por cuenta que serian más de ochenta
batallas, reencuentros de guerras en las que entónces me hallé.
Despues de ganado Méjico, me envió el capitan Cortés á pacificar las
provincias de Guacacualco y Chiapa y Zapotecas, y me hallé en tomar la
ciudad de Chiapa, y tuvimos dos batallas campales y un reencuentro.
Despues en los de Chamula y Cuitlan otros dos encuentros de guerra.
Despues en Teapa y Cimatan otros dos reencuentros de guerra, y mataron
dos compañeros mios y á mí me hirieron malamente en la garganta.
Mas, que se olvidaba, cuando nos echaron de Méjico, que salimos
huyendo, en nueve dias que peleamos de dia y de noche, en otras cuatro
batallas.
Despues la ida de Higueras y Honduras con Cortés, que estuvimos dos
años y tres meses hasta volver á Méjico, y en un pueblo que llamaban
Culacotu hubimos una batalla campal, y á mí me mataron el caballo, que
me costó seiscientos pesos.
Despues de vuelto á Méjico ayudé á pacificar las sierras de los
zapotecas y minxes, que se habian alzado entre tanto que estuvimos en
aquella guerra.
No cuento otros muchos reencuentros de guerra, porque seria nunca
acabar, ni digo de cosas de grandes peligros en que me hallé y se vido
mi persona.
Y tampoco quiero decir cómo soy uno de los primeros que volvimos á
poner cerco á Méjico primero que Cortés cuatro ó cinco dias; por manera
que vine primero que el mismo Cortés á descubrir la Nueva-España dos
veces, y como dicho tengo, me hallé en tomar la gran ciudad de Méjico
y en quitarles el agua de Chalputepeque, y hasta que se ganó Méjico no
entró agua dulce en aquella ciudad.
Por manera que, á la cuenta que en esta relacion hallarán, me he
hallado en ciento y diez y nueve batallas y reencuentros de guerra, y
no es mucho que me alabe dello, pues que es la mera verdad; y estos
no son cuentos viejos ni de muchos años pasados, de historias romanas
ni ficciones de poetas; que claros y verdaderos están mis muchos y
notables servicios que he hecho á Dios primeramente, y á su majestad
y á toda la cristiandad, y muchas gracias y loores doy á nuestro
Señor Jesucristo, que me ha escapado para que agora tan claramente
lo escriba; é más digo, é me alabo dello, que me hallé yo en tantas
batallas y rencuentros de guerra como dicen las historias en que se
halló el Emperador Enrique IV.

FIN DE LA CONQUISTA DE NUEVA-ESPAÑA.

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