Verdadera historia de los sucesos de la conquista de la Nueva-España (3 de 3) - 18

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capitanía de hombres de armas, murió en Locastil con otros muchos
caballeros españoles.
É pasó otro soldado que se decia Cervantes el Loco, era chocarrero é
truhan, murió en poder de indios.
É pasó uno que llamaban Plazuela, matáronlo indios.
É pasó un buen soldado que se decia Alonso Perez Maite, que vino casado
con una india muy hermosa del Bayamo, murió en poder de indios.
É pasó un Martin Vazquez, natural de Olmedo, hombre rico é preeminente,
vecino que fué de Méjico, murió de su muerte.
Pasó un Sebastian Rodriguez, buen ballestero, y despues de ganado
Méjico fué trompeta, murió de su muerte.
É pasó otro ballestero que se decia Peñalosa, compañero del Sebastian
Rodriguez, murió de su muerte.
É pasó un soldado que se decia Álvaro, hombre de la mar, natural de
Pálos, que decian que tuvo en indias de la tierra treinta hijos en obra
de tres años, matáronlo indios en lo de las Higueras.
É pasó otro soldado que se decia Juan Perez Malinche, que despues le
oí nombrar Arteaga, vecino de la Puebla, fué hombre rico y murió de su
muerte.
Pasó un buen soldado que se decia Pedro Gonzalez Sabote, murió de su
muerte.
Pasó otro buen soldado que se decia Jerónimo de Aguilar; este Aguilar
pongo en esta cuenta porque fué el que hallamos en la Punta de Cotoche,
que estaba en poder de indios, é fué nuestra lengua, murió tullido de
bubas.
É pasó otro soldado que se decia Pedro Valenciano, vecino de Méjico,
murió de su muerte.
Pasaron tres soldados que tenian por sobrenombres Tarifas; el uno fué
vecino de Guaxaca, marido de una mujer que se decia Catalina Muñoz,
murió de su muerte; el otro se decia Tarifa el de los servicios, porque
siempre andaba diciendo que servia á su majestad é que no le daban
nada, y era natural de Sevilla, hombre hablador, murió de su muerte; y
el otro llamaban Tarifa el de las manos blancas, tambien era natural
de Sevilla, llamábamosle ansí porque no era para la guerra ni para
cosa de trabajo, sino hablar de cosas pasadas que le habian acaecido
en Sevilla, murió en el rio del Golfo-Dulce en el viaje de Higueras,
ahogóse él é su caballo, que nunca parecieron más.
Pasó otro buen soldado que se decia Pedro Sanchez Farfan, que estuvo
por capitan en Tezcuco entre tanto que andábamos en la guerra, murió
de su muerte.
É pasó otro soldado que se decia Alonso de Escobar, el paje que fué de
Diego Velazquez, de quien se tuvo mucha cuenta, matáronlo indios.
É pasó otro soldado que se decia el bachiller Escobar, era boticario,
é curaba ansí de cirujía como de medicina, enloqueció y murió de su
muerte.
É pasó otro soldado que se decia tambien Escobar, bien esforzado; mas
fué tan bullicioso, que murió ahorcado porque forzó á una mujer casada
y por revoltoso.
É pasó otro soldado que se decia Fulano de Santiago, natural de Güelva,
fuese á Castilla rico.
Pasó otro su compañero del Santiago que se decia Ponce, murió en poder
de indios.
Pasó un Fulano Mendez, ya hombre anciano, matáronlo indios.
Otros tres soldados que murieron en las guerras que tuvimos en lo de
Tabasco; el uno se decia Saldaña, los otros dos no me acuerdo sus
nombres.
É pasó otro buen soldado é ballestero, era hombre ya anciano, que
jugaba mucho á los naipes, murió en poder de indios.
É pasó otro soldado anciano que trajo un su hijo que se decia
Orteguilla, paje que fué del gran Montezuma, así al viejo como al hijo
mataron los indios.
É pasó otro soldado que se decia Fulano de Gaona, natural de Medina de
Rioseco, murió en poder de indios.
É pasó otro soldado que se decia Juan de Cáceres, que despues de ganado
Méjico fué hombre muy rico y vecino de Méjico, murió de su muerte.
Pasó otro soldado que se decia Gonzalo Hurones, natural de las
Garrovillas, murió de su muerte.
É pasó otro soldado, ya hombre anciano, que se decia Ramirez el viejo,
murió de su muerte, vecino que fué de Méjico.
Pasó otro soldado, y muy esforzado, que se decia Luis Farfan, murió en
poder de indios; é pasó otro soldado que se decia Morillas; murió en
poder de indios.
É pasó otro soldado que se decia Fulano de Rojas, que despues pasó al
Pirú.
É pasó un Astorga, hombre anciano y vecino que fué de Guaxaca, murió de
su muerte.
Pasaron dos hermanos que se llamaban Tostados, el uno murió en poder de
indios y el otro de su muerte.
Y pasó otro buen soldado que se decia Baldovinos, murió en poder de
indios.
Tambien quiero aquí poner á Guillen de la Loa é á Andrés Nuñez é á
maese Pedro el de la Harpa é á otros tres soldados que tomamos del
navío que venian de los de Garay, como dicho tengo, é por esta causa
los pongo aquí con los de Cortés, por ser todo en un tiempo; el Guillen
de la Loa murió de un cañonazo, y los otros dellos de su muerte, y
otros en poder de indios.
Y pasó un Porras, muy bermejo y gran cantor, murió en poder de indios.
É pasó un Ortiz, gran tañedor de vigüela, y enseñaba á danzar, y vino
un su compañero que se decia Bartolomé García, fué minero en la isla
de Cuba; este Ortiz y el Bartolomé García pasaron el mejor caballo de
todos los que pasaron en nuestra compañía, el cual caballo les tomó
Cortés é se lo pagó; murieron entrambos compañeros en poder de indios.
Pasó otro buen soldado que se decia Serrano, era buen ballestero, murió
en poder de indios.
Y pasó un hombre anciano que se decia Pedro Valencia, natural de un
lugar de cabe Plasencia, murió de su muerte.
Pasó otro soldado que se decia Quintero, fué maestre de navíos,
matáronle indios.
Pasó un Alonso Rodriguez, que dejó buenas minas en la isla de Cuba,
estaba rico, murió en poder de indios en los Peñoles, que ahora llaman,
que ganó Cortés.
É tambien murió allí otro buen soldado que se decia Gaspar Sanchez,
sobrino del tesorero de Cuba, con otros seis soldados que fueron de los
de Narvaez.
É tambien pasó un Pedro de Palma, primer marido que tuvo Elvira Lopez
la Larga; murió ahorcado él y otro soldado que se decia Trebejo,
natural de Fuenteguinaldo, los cuales mandó ahorcar Gil Gonzalez de
Ávila ó Francisco de las Casas, y juntamente con ellos á un Clérigo
de Misa, por revoltosos y hombres amotinadores de ejércitos cuando se
venian á la Nueva-España desde Naco, despues que hubieron degollado
á Cristóbal de Olí, como dicho tengo en el capítulo que dello habla.
Estos soldados y Clérigo eran de los que habian ido con Cristóbal de
Olí, puesto que eran de los que pasaron con Cortés. Á mí me enseñaron
un árbol gordo donde los ahorcaron, viniendo que veniamos de las
Higueras en compañía de Luis Marin.
É volviendo á nuestro cuento, tambien pasó un Fray Juan de las
Varillas, mercenario, buen teólogo y virtuoso, é murió su muerte.
Un Andrés de Mola Levantisco, murió en poder de indios.
É tambien pasó un buen soldado que se decia Alberza, natural de
Villanueva de la Serena, murió en poder de indios.
Pasaron otros muy buenos soldados que solian ser hombres de la mar,
como fueron pilotos, maestres y contra-maestres; de los más mancebos
de los navíos que dimos al través, muchos dellos fueron animosos en
las guerras y batallas, y por no me acordar de todos no pongo aquí sus
nombres.
É tambien pasaron otros soldados, hombres de la mar, que se decian los
Peñates, y otros Pinzones, los unos naturales de Gibraleon y otros de
Pálos; dellos murieron en poder de indios, y otros fueron á Castilla á
quejarse de Cortés.
Tambien me quiero yo poner aquí en esta relacion á la postre de todos,
puesto que vine á descubrir dos veces primero que Cortés, y la tercera
con el mismo Cortés, segun lo tengo ya dicho en el capítulo que dello
habla, y doy muchas gracias y loores á Dios Nuestro Señor y á Nuestra
Señora la Vírgen Santa María, su bendita Madre, que me ha guardado que
no sea sacrificado, como en aquellos tiempos sacrificaron todos los
más de mis compañeros que nombrados tengo, para que ahora se descubran
muy claramente nuestros heróicos hechos, y quién fueron los valerosos
capitanes y fuertes soldados que ganamos estas partes del Nuevo-Mundo,
y no refieran la honra y prez y nuestra valía á un solo capitan.


CAPÍTULO CCVI.
DE LAS ESTATURAS, PROPORCIONES Y EDADES QUE TUVIERON CIERTOS CAPITANES
Y VALEROSOS SOLDADOS QUE FUERON DE CORTÉS, CUANDO VENIMOS Á CONQUISTAR
LA NUEVA-ESPAÑA.

El marqués don Hernando Cortés, ya he dicho en el capítulo que dél
habla, en el tiempo que falleció en Castilleja de la Cuesta, de su
edad, proporcion y persona, é qué condiciones tenia, é otras cosas que
hallarán escritas en esta relacion, si lo quisieren ver. Tambien he
dicho en el capítulo que dello habla, del capitan Cristóbal de Olí, de
cuándo fué con la armada á las Higueras, de la edad que tenia, y de sus
condiciones é proporciones; allí lo hallarán.
Quiero ahora poner la edad é proporciones y parecer de don Pedro de
Albarado. Fué comendador de Santiago, Adelantado y gobernador de
Guatimala é Honduras é Chiapa, seria de obra de treinta y cuatro años
cuando acá pasó; fué de muy buen cuerpo é bien proporcionado, é tenia
el rostro y cara muy alegre y en el mirar muy amoroso; é por ser tan
agraciado le pusieron por nombre los indios mejicanos Tonatio, que
quiere decir el sol. Era muy suelto é buen jinete, y sobre todo, ser
franco é de buena conversacion, y en el vestir se traia muy pulido y
con ropas ricas, y traia al cuello una cadenita de oro con un joyel, ya
no se me acuerdan las letras que tenia el joyel; y en un dedo un anillo
de diamante; y porque ya he dicho dónde falleció y otras cosas acerca
de la persona, en esta no quiero poner más.
El Adelantado Francisco de Montejo fué de mediana estatura, el rostro
alegre, y amigo de regocijos é buen jinete; é cuando acá pasó seria
de edad de treinta y cinco años, y era más dado á negocios que para
la guerra; era franco y gastaba más de lo que tenia de renta; fué
Adelantado y gobernador de Yucatan, murió en Castilla.
El capitan Gonzalo de Sandoval fué muy esforzado, y seria cuando acá
pasó de hasta veinte y dos años; fué alguacil mayor de la Nueva-España
y fué gobernador della, juntamente con el tesorero Alonso de Estrada,
obra de once meses; su estatura muy bien proporcionada y de razonable
cuerpo y membrudo; el pecho alto y ancho, y asimismo tenia la espalda,
y de las piernas algo estevado; el rostro tiraba algo á robusto, y la
barba y el cabello que se usaba algo crespo y acastañado, y la voz no
la tenia muy clara, sino algo espantosa, y ceceaba tanto cuanto; no era
hombre que sabia letras, sino á las buenas llanas, ni era codicioso de
haber oro, sino solamente hacer sus cosas como buen capitan esforzado,
y en las guerras que tuvimos en la Nueva-España siempre tenia cuenta
en mirar por los soldados que le parecia que lo hacian bien, y les
favorecia y ayudaba; no era hombre que traia ricos vestidos, sino
muy llanamente, como buen soldado; tuvo el mejor caballo y de mejor
carrera, revuelto á una mano y á otra, que decian que no se habia
visto mejor en Castilla ni en esta tierra; era castaño acastañado, y
una estrella en la frente y un pié izquierdo calzado, que se decia el
caballo Motilla; é cuando hay ahora diferencia sobre buenos caballos
suelen decir: «Es en bondad tan bueno como Motilla.»
Dejaré lo del caballo, y diré deste valeroso capitan que falleció en la
villa de Pálos cuando fué á Castilla con don Hernando Cortés á besar
los piés á su majestad; y deste Gonzalo de Sandoval fué de quien dijo
el marqués Cortés á su majestad que, demas de los fuertes y valerosos
soldados que tuvo en su compañía, que fué tan animoso capitan, que
se podia nombrar entre los muy esforzados que hubo en el mundo, y
que podia ser coronel de muchos ejércitos, y para decir y hacer. Fué
natural de Medellin, hijodalgo; su padre fué alcaide de una fortaleza.
Pasemos á decir de otro buen capitan que se decia Juan Velazquez de
Leon, natural de Castilla la Vieja: seria de hasta veinte y seis años
cuando acá pasó; era de buen cuerpo, é derecho é membrudo, é buena
espalda é pecho, é todo bien proporcionado é bien sacado, el rostro
robusto, la barba algo crespa é alheñada, é la voz espantosa é gorda, é
algo tartamudo; fué muy animoso é de buena conversacion; é si algunos
bienes tenia en aquel tiempo los repartia con sus compañeros.
Díjose que en la isla Española mató á un caballero persona por
persona, en aquella tierra principal, que era hombre rico, que se
decia Basaltas; y desque le hubo muerto se retrujo, y la justicia de
aquella isla nunca lo pudo haber, ni la Real audiencia, para hacer
sobre el caso justicia; y aunque le iban á prender, por su persona se
defendia de los alguaciles, é se vino á la isla de Cuba, é de Cuba á la
Nueva-España, é fué muy buen jinete, é á pié é á caballo muy extremado
varon; murió en las puentes cuando salimos huyendo de Méjico.
Y Diego de Ordás fué natural de Tierra de Campos, y seria de edad de
40 años cuando acá pasó: fué capitan de soldados de espada y rodela,
porque no era hombre de á caballo; fué muy esforzado y de buenos
consejos, era de buena estatura é membrudo, é tenia el rostro muy
robusto é la barba algo prieta é no mucha; en la habla no acertaba bien
á pronunciar algunas palabras, sino algo tartajoso: era franco é de
buena conversacion; fué comendador de Santiago; murió en lo de Marañon,
siendo capitan ó gobernador, que esto no lo sé muy bien.
El capitan Luis Marin fué de buen cuerpo é membrudo y esforzado; era
estevado é la barba algo rubia, el rostro largo é alegre, excepto que
tenia unas señales como que habia tenido viruelas; seria de hasta
treinta años cuando acá pasó; era natural de Sanlúcar, ceceaba un poco
como sevillano. Fué buen ginete y de buena conversacion, murió en lo de
Mechoacan.
El capitan Pedro de Ircio era de mediana estatura y paticorto, é tenia
el rostro alegre, é muy plático en demasía que haria y aconteceria, é
siempre contaba cuentos de don Pedro Jiron é del conde de Ureña; era
ardid de corazon, é á esta causa le llamábamos Agrajes sin obras, é sin
hacer cosas que de contar sean murió en Méjico.
El primer contador de su majestad que eligió Cortés hasta que el Rey
nuestro señor mandase otra cosa, era de buen cuerpo é rostro alegre, en
la plática expresiva, muy clara é de buenas razones, é muy esforzado;
seria de hasta treinta y tres años cuando acá pasó; é tenia otra cosa,
que era franco con sus compañeros; mas era tan soberbio é amigo de
mandar é no ser mandado, é algo envidioso; era orgulloso y bullicioso,
que Cortés no le podia sufrir, é á esta causa le envió á Castilla por
procurador juntamente con un Antonio de Quiñones, natural de Zamora,
é con ellos envió la recámara é riquezas de Montezuma é de Guatemuz,
é franceses lo robaron, é prendieron al Alonso de Ávila, porque el
Quiñones ya era muerto en la Tercera, é desde á dos años volvió el
Alonso de Ávila á la Nueva-España; ó en Yucatan ó en Méjico murió.
Este Alonso de Ávila fué tio de los caballeros que degollaron en
Méjico, hijos de Gil Gonzalez de Benavides, lo cual tengo ya dicho y
declarado en mi historia.
Andrés de Monjaraz fué capitan cuando la guerra de Méjico, y era de
razonable estatura, y el rostro alegre y la barba prieta, y de buena
conversacion; siempre estuvo malo de bubas, é á esta causa no hizo cosa
que de contar sea, mas póngolo aquí en esta relacion para que sepan que
fué capitan, y seria de hasta treinta años cuando acá pasó; murió de
dolor de las bubas.
Pasemos á un muy esforzado soldado que se decia Cristóbal de Olea,
natural de tierra de Medina del Campo; seria de edad de veinte y seis
años cuando acá pasó; era de buen cuerpo é membrudo, ni muy alto ni
bajo; tenia buen pecho é espalda, el rostro algo robusto, mas era
apacible, é la barba é cabello tiraba algo como crespo, é la voz clara;
este soldado fué en todo lo que le viamos hacer tan esforzado é presto
en las armas, que le teniamos muy buena voluntad é le honrábamos, y él
fué el que escapó de muerte á D. Fernando Cortés en lo de Suchimileco,
cuando los escuadrones mejicanos le habian derribado del caballo el
Romo, é le tenian asido y engarrafado para lo llevar á sacrificar, é
asimismo le libró otra vez cuando en lo de la calzadilla de Méjico
lo tenian otra vez asido muchos mejicanos para lo llevar vivo á
sacrificar, é le habian ya herido en una pierna al mismo Cortés, y le
llevaron vivos sesenta y dos soldados.
Este esforzado soldado hizo cosas por su persona, que, aunque estaba
muy mal herido, mató é acuchilló é dió estocadas á todos los indios que
le llevaban á Cortés, que les hizo que lo dejasen; é así le salvó la
vida, y el Cristóbal de Olea quedó muerto allí por lo salvar.
Quiero decir de dos soldados que se decian Gonzalo Dominguez é un
Láres; digo que fueron tan esforzados, que los teniamos en tanto como
Cristóbal de Olea; eran de buenos cuerpos é membrudos, é los rostros
alegres, é bien hablados, é muy buenas condiciones; é por no gastar más
palabras en sus loas, podránse contar con los más esforzados soldados
que ha habido en Castilla; murieron en las batallas de Obtumba, digo el
Láres, y el Dominguez en lo de Guantepeque, de un caballo que le tomó
debajo.
Vamos á otro buen capitan é esforzado soldado que se decia Andrés de
Tapia: seria de obra de veinte y cuatro años cuando acá pasó; era de
color el rostro algo ceniciento, é no muy alegre, é de buen cuerpo é de
poca barba; era y fué buen capitan, así á pié como á caballo, murió de
su muerte.
Si hubiera de escribir todas las facciones é proporciones de todos
nuestros capitanes é fuertes soldados que pasamos con Cortés, era gran
prolijidad; porque, segun todos eran esforzados é de mucha cuenta,
dignos éramos de estar escritos con letras de oro; é no pongo aquí
otros muchos valerosos capitanes que fueron de los de Narvaez; porque
mi intento desde que comencé á hacer mi relacion no fué sino para
escribir nuestros heróicos hechos é hazañas de los que pasamos con
Cortés; sólo quiero poner al capitan Pánfilo de Narvaez, que fué el
que vino contra Cortés desde la isla de Cuba con mil y trescientos
soldados, sin contar en ellos hombres de la mar, é con ducientos y
sesenta y seis soldados los desbaratamos, segun se verá en mi relacion,
é cómo é cuándo é de qué manera pasó aquel hecho.
É volviendo á mi materia, era el Narvaez al parecer obra de cuarenta
y dos años, é alto de cuerpo é de recios miembros, é tenia el rostro
largo é la barba rubia, é agradable presencia, é la plática é voz muy
vagorosa é entonada, como que salia de bóveda; era buen ginete é decian
que era esforzado; era natural de Valladolid ó de Tudela de Duero; era
casado con una señora que se decia María de Valenzuela; fué en la isla
de Cuba capitan é hombre rico; decian que era muy escaso, é cuando le
desbaratamos se le quebró un ojo, y tenia buenas razones en lo que
hablaba: fué á Castilla delante de su majestad á quejarse de Cortés é
de nosotros, é su majestad le hizo merced de la gobernacion de cierta
tierra en lo de la Florida, é allá se perdió é gastó cuanto tenia.
Como los caballeros curiosos han visto é leido la memoria atrás dicha
de todos los capitanes é soldados que pasamos con el venturoso é
esforzado don Fernando Cortés, marqués del Valle, á la Nueva-España
desde la isla de Cuba, é pongo por escrito sus proporciones, así de
cuerpo como de rostro é edades, é las condiciones que tenian, é en qué
parte murieron, é de qué partes eran, me han dicho que se maravillaban
de mí que cómo á cabo de tantos años no se me ha olvidado é tengo
memoria dellos.
Á esto respondo y digo que no es mucho que se me acuerde ahora sus
nombres, pues éramos quinientos y cincuenta compañeros que siempre
conversábamos juntos, así en las entradas como en las velas, y en las
batallas y encuentros de guerras, é los que mataban de nosotros en las
tales peleas é cómo los llevaban á sacrificar.
Por manera que comunicábamos los unos con los otros, en especial cuando
saliamos de algunas muy sangrientas é dudosas batallas echábamos
ménos los que allá quedaban muertes, é á esta causa los pongo en esta
relacion; é no es de maravillar dello, pues en los tiempos pasados
hubo valerosos capitanes que andando en las guerras sabian los nombres
de sus soldados, é los conocian é los nombraban, é aun sabian de qué
provincias é tierras eran naturales, é comunmente eran en aquellos
tiempos cada uno de los ejércitos que traian treinta mil hombres; y
decian las historias que dellos han escrito, que Mitridates, Rey de
Ponto, fué uno de los que conocian á sus ejércitos, y otro fué el Rey
de los epirotas, y por otro nombre se decia Alejandro.
Tambien dicen que Aníbal, gran capitan de Cartago, conocia á todos sus
soldados; y en nuestros tiempos el esforzado y gran capitan Gonzalo
Hernandez de Córdoba conocia á todos los más soldados que traian en sus
capitanías, y así han hecho otros muchos valerosos capitanes.
Y más digo, que como ahora los tengo en la mente y sentido y memoria,
supiera pintar y esculpir sus cuerpos y figuras y talles y meneos, y
rostros y facciones, como hacia aquel gran pintor y muy honrado Apéles,
é los pintores de nuestros tiempos Berruguete, é Micael Ángel, ó el
muy afamado Burgalés, que dicen que es otro Apéles, dibujara á todos
los que dicho tengo al natural, y aun segun cada uno entraba en las
batallas y el ánimo que mostraba; é gracias á Dios y á su bendita Madre
nuestra Señora, que me escapó de no ser sacrificado á los ídolos, é
me libró de otros muchos peligros é trances, para que haga ahora esta
memoria.


CAPÍTULO CCVII.
DE LAS COSAS QUE AQUÍ VAN DECLARADAS CERCA DE LOS MÉRITOS QUE TENEMOS
LOS VERDADEROS CONQUISTADORES; LAS CUALES SERÁN APACIBLES DE LAS OIR.

Ya he recontado los soldados que pasamos con Cortés, y dónde murieron;
y si bien se quiere tener noticia de nuestras personas, éramos todos
los más hijosdalgo, aunque algunos no pueden ser de tan claros linajes,
porque vista cosa es que en este mundo no nacen todos los hombres
iguales, así en generosidad como en virtudes.
Dejando esta plática aparte, de nuestras antiguas noblezas, con
heróicos hechos y grandes hazañas que en las guerras hicimos, peleando
de dia y de noche, sirviendo á nuestro Rey y señor, descubriendo estas
tierras, y hasta ganar esta Nueva-España y gran ciudad de Méjico y
otras muchas provincias á nuestra costa, estando tan apartados de
Castilla, ni tener otro socorro ninguno, salvo el de Nuestro Señor
Jesucristo, que es el socorro y ayuda verdadera, nos ilustramos mucho
más que de ántes; y si miramos las escrituras antiguas que dello
hablan, si son así como dicen, en los tiempos pasados fueron ensalzados
y puestos en gran estado muchos caballeros, así en España como en otras
partes, sirviendo, como en aquella sazon sirvieron en las guerras, y
por otros servicios que eran aceptos á los Reyes que en aquella sazon
reinaban.
Y tambien he notado que algunos de aquellos caballeros que entónces
subieron á tener títulos de Estados y de ilustres, no iban á tales
guerras ni entraban en batallas sin que se les diesen sueldos y
salarios; y no embargante que se lo pagaban, les dieron villas y
castillos y grandes tierras perpétuas, y privilegios con franquezas,
los cuales tienen sus descendientes.
Y demas desto, cuando el Rey don Jaime de Aragon conquistó y ganó de
los moros mucha parte de sus reinos, los repartió á los caballeros y
soldados que se hallaron en lo ganar, y desde aquellos tiempos tienen
sus blasones y son valerosos; y tambien cuando se ganó Granada, y del
tiempo del gran capitan á Nápoles, y tambien el Príncipe de Orange en
lo de Nápoles, dieron tierras y señoríos á los que ayudaron en las
guerras y batallas; é nosotros, sin saber su majestad cosa ninguna, le
ganamos esta Nueva-España.
He traido esto aquí á la memoria para que se vean nuestros muchos y
buenos y notables y leales servicios que hicimos á Dios y al Rey y á
toda la cristiandad, y se pongan en una balanza y medida cada cosa en
su cantidad, y hallarán que somos dignos y merecedores de ser puestos
y remunerados como los caballeros por mí atrás dichos; y aunque entre
los valerosos soldados que en estas hojas de atrás pasadas he puesto
por memoria hubo muchos esforzados y valerosos compañeros, que me
tenian á mí en reputacion de razonable soldado, volviendo á mi materia,
miren los curiosos letores con atencion esta mi relacion, y verán en
cuántas batallas y rencuentros de guerras muy peligrosos me he hallado
desque vine á descubrir, y dos veces estuve asido y engarrafado de
muchos indios mejicanos, con quien en aquella sazon estaba peleando,
para me llevar á sacrificar, y Dios me dió esfuerzo que me escapé, como
en aquel instante llevaron á otros muchos mis compañeros, sin otros
grandes peligros y trabajos, así de hambre y sed, ó infinitas fatigas
que suelen recrecer á los que semejantes descubrimientos van á hacer
en tierras nuevas; lo cual hallarán escrito parte por parte en esta mi
relacion; y quiero dejar de entrar más la pluma en esto, y diré los
bienes que se han seguido de nuestras ilustres conquistas.


CAPÍTULO CCVIII.
CÓMO LOS INDIOS DE TODA LA NUEVA-ESPAÑA TENIAN MUCHOS SACRIFICIOS Y
TORPEDADES, Y SE LOS QUITAMOS, Y LES IMPUSIMOS EN LAS COSAS SANTAS DE
BUENA DOCTRINA.

Pues he dado cuenta de cosas que se contienen, bien es que diga los
bienes que se han hecho, así para el servicio de Dios y de su majestad,
con nuestras ilustres conquistas: y aunque fueron tan costosas de las
vidas de todos los más de mis compañeros, porque muy pocos quedamos
vivos, y los que murieron fueron sacrificados, y con sus corazones y
sangre ofrecidos á los ídolos mejicanos, que se decian Tezcatepuca, y
Huichilóbos, quiero comenzar á decir de los sacrificios que hallamos
por las tierras y provincias que conquistamos, las cuales estaban
llenas de sacrificios y maldades, porque mataban cada un año, solamente
en Méjico, y ciertos pueblos que están en la laguna, sus vecinos, segun
hallo por cuenta que dello hicieron religiosos franciscos, que fueron
los primeros que vinieron á la Nueva-España, despues de fray Bartolomé
de Olmedo, tres años y medio ántes que viniesen los dominicos, que
fueron muy buenos religiosos y de santa doctrina; y hallaron sobre dos
mil y quinientas personas, chicas y grandes.
Pues en otras provincias á esta cuenta muchos más serian; y tenian
otras maldades de sacrificios, y por ser de tantas maneras, no las
acabaré de escribir todas por extenso: mas las que yo vi y entendí
porné aquí por memoria.
Tenian por costumbre que sacrificaban las frentes y las orejas, lenguas
y labios, los pechos, brazos y molledos, y las piernas; y en algunas
provincias eran retajados, y tenian pedernales de navajas, con que se
retajaban.
Pues los adoratorios, que son cues, que así los llaman entre ellos,
eran tantos, que los doy á la maldicion, y me parece que eran casi
que al modo como tenemos en Castilla y en cada ciudad nuestras santas
iglesias y parroquias, y ermitas y humilladeros, así tenian en esta
tierra de la Nueva-España sus casas de ídolos llenas de demonios y
diabólicas figuras, y demas destos cues, tenian cada indio é india
dos altares, el uno junto adonde dormian, y el otro á la puerta de
su casa, y en ellos muchas arquillas de maderas, y otros que llaman
petacas, llenos de ídolos, unos chicos y otros grandes, y piedrezuelas
y pedernales, y librillos de un papel de cortezas de árbol, que llaman
amatl, y en ellos hechos sus señales del tiempo y de cosas pasadas.
Y demas desto, eran los más dellos sométicos, en especial los que
vivian en las costas y tierra caliente, en tanta manera, que andaban
vestidos en hábito de mujeres muchachos á ganar en aquel diabólico y
abominable oficio.
Pues comer carne humana, así como nosotros traemos vaca de las
carnicerías; y tenian en todos los pueblos, de madera gruesa hechas
á manera de casas, como jaulas, y en ellas metian á engordar muchos
indios é indias y muchachos, y en estando gordos los sacrificaban y
comian; y demas desto, las guerras que se daban unas provincias y
pueblos á otros, y los que cautivaban y prendian los sacrificaban y
comian.
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