Verdadera historia de los sucesos de la conquista de la Nueva-España (3 de 3) - 14

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de agravios y cohechos é injusticias que les habian hecho, que estaban
espantados el presidente é oidores que les tomaban la residencia.
Pues los procuradores de Cortés les ponen tantas demandas de los
bienes é hacienda que les hicieron vender en las almonedas, como dicho
tengo ántes de agora, que si todo en lo que les condenaban hubieran de
pagar, montaba sobre ducientos mil pesos de oro.
Y como el Nuño de Guzman estaba en Xalisco, é no queria venir á la
Nueva-España á dar su residencia, respondia el Delgadillo y Matienzo
en la residencia que les tomaban, que todas aquellas demandas que
les ponian eran á cargo del Nuño de Guzman, que como presidente lo
mandaba de hecho, y no eran á su cargo, y que mandasen enviar por él,
que venga á Méjico á descargarse de los cargos que le ponen; y puesto
que ya habia enviado á Xalisco la Real audiencia provisiones para que
pareciese personalmente en Méjico, no quiso venir; y el presidente é
oidores, por no alborotar la Nueva-España, disimularon la cosa, y hacen
saber dello á su Majestad, y luego enviaron sobre ello el Real consejo
de Indias á un licenciado que se decia Fulano de la Torre, el cual
decian que era natural de Badajoz, para que le tomase residencia en la
provincia de Xalisco y para que le traiga preso á Méjico y que le eche
preso en la cárcel pública; y trujo comision para que nos pagase el
Nuño de Guzman todo en lo que nos sentenció á las conquistadores sobre
lo de Narvaez, y lo de las firmas cuando nos echaron presos, como dicho
tengo en el capítulo pasado que dello habla, y dejaré apercibiendo á
este licenciado de la Torre para venir á la Nueva-España, y diré en
qué paró la residencia.
Y es, que al Delgadillo y Matienzo les vendieron sus bienes para pagar
las sentencias que contra ellos dieron, y los echaron presos en la
cárcel pública por lo que más debian, que no alcanzó á pagar con sus
bienes; y á un hermano de Delgadillo, que se decia Berrio, que estaba
por alcalde mayor en Guaxaca, hallaron contra él tantos agravios y
cohechos que habia llevado, que le vendieron sus bienes para pagar á
quien los habia tomado, y le echaron preso por lo que no alcanzaba,
y murió en la cárcel: y otro tanto hallaron contra otro pariente de
Delgadillo que estaba por alcalde mayor en los zapotecas, que tambien
se llamaba Delgadillo, como el pariente, y murió en la cárcel; y
ciertamente eran tan buenos jueces y rectos en hacer justicias los
nuevamente venidos, que no entendian sino solamente en hacer lo que
Dios y su majestad manda, y en que los indios conociesen que les
favorecian y que fuesen bien doctrinados en la santa doctrina; y demas
desto, luego quitaron que no se herrasen esclavos, y hicieron otras
buenas cosas; y como el licenciado Salmeron y el licenciado Zainos
eran viejos, acordaron de enviar á demandar licencia á su majestad
para se ir á Castilla, porque ya habian estado cuatro años en Méjico y
estaban ricos y habian servido bien en los cargos que habian traido,
é su majestad les envió licencia, despues de haber dado residencia,
que dieron muy buena; pues el presidente don Sebastian Ramirez, Obispo
que en aquella sazon era de Santo Domingo, tambien fué á Castilla,
porque su majestad le envió á llamar para se informar dél de cosas de
la Nueva-España y para ponelle por presidente de la chancillería Real
de Granada; y desde cierto tiempo lo pasaron á la de Valladolid y le
dieron el obispado de Tuy; y dende á pocos dias vacó el de Leon, y se
le dieron, y era presidente, como dicho tengo, en la chancillería de
Valladolid, y en aquel instante vacó el obispado de Cuenca, y se le
dieron.
Por manera que se alcanzaban unas bulas de los obispados á otras, y por
ser buen juez vino á subir en el estado que he dicho; y en esta sazon
vino la muerte á llamarle, y paréceme á mí, segun nuestra santa fe, que
está en la gloria con los bienaventurados, porque, á lo que conocí y
comuniqué con él cuando era presidente en Méjico, en todo era muy recto
y bueno, y como tal persona, habia sido, ántes que fuese Obispo de
Santo Domingo, inquisidor en Sevilla.
Volvamos á nuestra relacion, y diré del licenciado Alonso Maldonado,
que su majestad le mandó que viniese á la provincia de Guatimala é
Honduras é Nicaragua por presidente y gobernador, y en todo fué muy
bueno y recto juez y gran servidor de su majestad, y aun tuvo título de
adelantado de Yucatan por capitulacion que tuvo hecha con su suegro don
Francisco de Montejo.
Pues el licenciado Quiroga fué tan bueno, que le dieron el obispado de
Mechoacan.
Dejemos de contar destos prosperados por sus virtudes, y volvamos á
decir del Delgadillo y Matienzo, que fueron á Castilla y á sus tierras
muy pobres, y no con buenas famas; y dende á dos ó tres años dijeron
que murieron, é ya en esta sazon habia su majestad mandado que viniese
á la Nueva-España por viso-rey el ilustrísimo y buen caballero, é digno
de loable memoria, don Antonio de Mendoza, hermano del marqués de
Mondéjar; y vinieron por oidores el doctor Quesada, natural de Ledesma,
y el licenciado Tejada, de Logroño, y aun en aquel tiempo estaba por
oidor el licenciado Maldonado, que aun no habia ido á ser presidente de
Guatimala; y tambien vino por oidor un licenciado que se decia Loaysa,
natural de Ciudad-Real, y como era hombre viejo, estuvo tres ó cuatro
años en Méjico, y allegó pesos de oro para irse á Castilla y se volvió
á su casa; y de ahí á poco tiempo vino un licenciado de Sevilla, que
se decia Santillana, que despues fué doctor, y todos fueron muy buenos
jueces; y despues que se les hizo grandes recebimientos en la entrada
de aquella ciudad, se pregonó residencia general contra el presidente é
oidores pasados, y todos los hallaron muy rectos y buenos, y usaron de
sus cargos conforme á justicia.
Y volviendo á nuestra relacion cerca del Nuño de Guzman, que se estaba
en Xalisco, y como el virey don Antonio de Mendoza alcanzó á saber que
su majestad mandó venir al licenciado de la Torre á tomalle residencia
en Xalisco y echalle preso en la cárcel pública, y hacerle que pagase
al marqués del Valle lo que se hallase deberle, y á los conquistadores
tambien nos pagase en lo que nos sentenció sobre lo de Narvaez, por
hacerle bien y porque no fuese molestado y afrentado, le envió á llamar
que viniese luego á Méjico sobre su palabra, y le señaló por posada
sus palacios; y el Nuño de Guzman así lo hizo, que se vino luego; y el
virey le hacia mucha honra y le favorecia, y comia con él; y en este
instante llegó á Méjico el licenciado de la Torre, y como traia mandado
de su majestad que luego echase preso á Nuño de Guzman y que en todo
hiciese justicia, puesto que primero lo comunicó con el virey, y parece
ser no halló tanta voluntad para ello como quisiera, acordó de le sacar
de la posada del virey, á do estaba; y decia á voces:
—«Esto manda su majestad; ansí se ha de hacer, y no otra cosa.»
Y lo llevó á la cárcel pública de aquella ciudad, y estuvo preso
ciertos dias, hasta que rogó por él el virey, que le sacaron de la
cárcel; y como conocieron en el de la Torre que traia recios aceros
para no dejar de ejecutar la justicia, y tomar residencia muy á las
derechas al Nuño de Guzman; y como la malicia humana muchas veces no
deja cosa en que pueda infamar que no infame, parece ser que, como
el licenciado de la Torre era algo aficionado al juego, especial
de naipes; puesto que no jugaba sino al triunfo, é á la primera por
pasatiempo, quien quiera que fué, por parte de Nuño de Guzman, como en
aquel tiempo se usaban traer unos tabardos con mangas largas, especial
los juristas, metieron en una de las mangas del tabardo del licenciado
de la Torre una baraja de naipes de los chinos, y ataron la manga de
arte que no se pudiesen salir en aquel instante; é yendo el licenciado
por la plaza de Méjico, acompañado de personas de calidad, quien
quiera que fué en metelle los naipes, tuvo manera que se le desató, é
saliéronsele los naipes pocos á pocos, y dejó rastro dellos en el suelo
en la plaza por donde iba, é las personas que le iban acompañando,
desque vieron salir de aquella manera los naipes, se lo dijeron, que
mirase lo que traia en la manga del tabardo; y cuando el licenciado vió
tan grande burla dijo con grande enojo:
—«Bien parece que no quieren que haga yo justicia á las derechas;
mas si no me muero, yo la haré de manera que su majestad sepa deste
desacato que conmigo se ha hecho.»
Y dende á pocos dias cayó malo, y de pensamiento dello ó de otras
cosas, de calenturas que le ocurrieron murió.


CAPÍTULO CXCIX.
CÓMO VINO DON FERNANDO CORTÉS, MARQUÉS DEL VALLE, DE ESPAÑA, CASADO
CON DOÑA MARÍA DE ZÚÑIGA, CON TÍTULO DE MARQUÉS DEL VALLE Y CAPITAN
GENERAL DE LA NUEVA-ESPAÑA Y DE LA MAR DEL SUR; Y CÓMO TRUJO CONSIGO
AL PADRE FRAY JUAN LEGUIZAMO Y OTROS ONCE FRAILES DE LA MERCED, Y DEL
RECEBIMIENTO QUE SE LE HIZO.

Como habia mucho tiempo que Cortés estaba en Castilla, é ya casado,
como dicho tengo, y con título de marqués y capitan general de la
Nueva-España y de la mar del Sur, tuvo gran deseo de se volver á la
Nueva-España á su casa y estado é tomar posesion de su marquesado; y
como supo que estaban las cosas en Méjico en el estado que he referido,
de la manera ya por mí dicha, se dió priesa, é se embarcó con toda
su casa, é trujo en su compañía doce frailes de la Merced para que
llevasen adelante lo que habia dejado empezado fray Bartolomé, ya por
mí memorado, y los que despues dél fueron, y estos de ahora no eran
ménos virtuosos é buenos que los otros; que se los dió por tales á
Cortés el general de la Merced por mandado del consejo de las Indias,
é venia por cabeza dellos un fray Juan de Leguizamo, vizcaino, buen
letrado y santo, segun decian, y con él se confesaba el marqués y
la marquesa; é como dicho he, embarcáronse todos, é con buen tiempo
que les hizo en la mar, llegó Cortés con los suyos, ménos un fraile
de los doce, que se murió á pocos dias de embarcacion al puerto de
la Veracruz, é se hizo recebimiento, mas no con la solenidad que
solia; y luego se fué por ciertas villas de su marquesado.
Y llegado á Méjico, se le hizo otro recebimiento; y en lo que entendió
fué en presentar sus provisiones de marqués y hacerse pregonar por
capitan de la Nueva-España y del mar del Sur, y demandar al viso-rey y
audiencia Real que le contasen sus vasallos de la manera que él pensó;
y esto me parece á mí que vino mandado de su majestad para que se los
contase; porque, á lo que yo entendí, cuando le dieron el marquesado
demandó á su majestad que le hiciese merced de ciertas villas y pueblos
con tantos mil vecinos tributarios; y porque esto yo no lo sé bien,
remítome á los caballeros é otras personas que lo saben mejor, y á
los pleitos que sobre ello se han traido; porque tenia el marqués
en el pensamiento, cuando demandó á su majestad aquella merced de
los vasallos, que se habia de contar cada casa de vecino ó cacique ó
principal de aquellas villas por un tributario, como si dijésemos ahora
que no se habian de contar los hijos varones que eran ya casados, ni
yernos, ni otros muchos indios que estaban en cada casa en servicio
del dueño della, sino solamente cada vecino por un tributario, ora
tuviese muchos hijos ó yernos ó otros allegados criados; y la audiencia
Real de Méjico proveyó que lo fuese á contar un oidor de la misma
Real audiencia, que se decia el doctor Quesada, y comenzó á contar
desta manera: el dueño de cada casa por un tributario, y si tenian
hijos de edad, cada hijo un tributario, y si tenia yernos, cada yerno
un tributario, y los indios que tenia en su servicio, aunque fuesen
esclavos, cada uno contaban por un tributario.
Por manera que en muchas de las casas contaban diez y doce y quince
tributarios; y Cortés tenia por sí, y así lo proponia, y demandó á la
Real audiencia que cada casa era un vecino y se habia de contar sólo
un tributario; y si cuando el marqués suplicó á su majestad le hiciese
merced del marquesado, le declarara que le diera tal villa y tal villa
con los vecinos y moradores que tenia, su majestad le hiciera merced
dellas; y el marqués creyó y tenia por cierto que demandando los
vasallos que acertaba en ello, y salió al contrario.
Por manera que nunca le faltaron pleitos, y á esta causa estuvo mal con
las cosas del doctor Quesada, que se los fué á contar, y aun con el
viso-rey y audiencia Real no le faltaron cosquillas, y se hizo relacion
dello á su majestad por parte de la Real audiencia, para saber de la
manera que habian de contar; y se estuvo suspenso el contar de los
vasallos ciertos años, que siempre el marqués llevó sus tributos dellos
sin haber cuenta.
Volvamos á nuestra materia: como esto pasó, de ahí á pocos dias se fué
desde Méjico á una villa de su marquesado, que se dice Cornabaca, y
llevó á la marquesa, é hizo allí su asiento, que nunca más la trujo á
la ciudad de Méjico.
Y demas desto, como dejó capitulado con la serenísima Emperatriz doña
Isabel, nuestra señora, de gloriosa memoria, y con los del Real consejo
de Indias, que habia de enviar armadas por la mar del Sur á descubrir
islas y tierras, y todo á su costa, comenzó á hacer navíos en un puerto
de una su villa, que era en aquel tiempo del marquesado, que se dice
Teguantepeque, y en otros puertos de Zacatula y Acapulco; y las armadas
que envió diré adelante, que nunca tuvo ventura en cosa que pusiese
la mano, sino todo se le tornaba espinas y se le hacia mal; muy mejor
acertó Nuño de Guzman, como adelante diré.


CAPÍTULO CC.
DE LOS GASTOS QUE EL MARQUÉS DON HERNANDO CORTÉS HIZO EN LAS ARMADAS
QUE ENVIÓ Á DESCUBRIR, Y CÓMO EN TODO LO DEMAS NO TUVO VENTURA; É HE
MENESTER VOLVER MUCHO ATRÁS DE MI RELACION PARA QUE BIEN SE ENTIENDA LO
QUE AHORA DIJERE.

En el tiempo que gobernaba la Nueva-España Márcos de Aguilar por virtud
del poder que para ello le dejó el licenciado Luis Ponce de Leon
al tiempo que falleció, segun ya lo he declarado muchas veces ántes
que Cortés fuese á Castilla, envió el mismo marqués del Valle cuatro
navíos que habia labrado en una provincia que se dice Zacatula, bien
bastecidos de bastimento y artillería, con buenos marineros y con
ducientos y cincuenta soldados, y mucho rescate de cosas de mercería de
Castilla, y todo lo que era menester de vituallas y pan bizcocho para
más de un año, y envió en ellos por capitan general á un hidalgo que
se decia Albarado de Saavedra; fué su viaje y derrota para las islas
de los Malucos y Especería ó la China, y este fué por mandado de su
majestad, que se lo hubo escrito á Cortés desde la ciudad de Granada
en 22 de Junio de 1526 años; y porque Cortés me mostró la misma carta
á mí y á otros conquistadores que le estábamos teniendo compañía, lo
digo y declaro aquí; y aun le mandó su majestad á Cortés que á los
capitanes que enviase, que fuesen á buscar una armada que habia salido
de Castilla para la China, é iba en ella por capitan un frey don García
de Loaysa, comendador de San Juan de Rodas; y en esta sazon que se
apercebia el Saavedra para el viaje, aportó á la costa de Guantepeque
un patache, que era de los que habian salido de Castilla con la armada
del mismo comendador que dicho tengo, y venia en el mismo patache por
capitan un Ortuño de Lango, natural de Portugalete; del cual dicho
capitan y pilotos que en el patache venian se informó el Álvaro de
Saavedra Ceron de todo lo que quiso saber, y aun llevó en su compañía
á un piloto y á dos marineros, y se lo pagó muy bien, porque volviesen
otra vez con él, y tomó plática de todo el viaje que habian traido
y de las derrotas que habian de llevar.
Y despues de haber dado las instrucciones y avisos que los capitanes
y pilotos que van á descubrir suelen dar en sus armadas, despues de
haber oido Misa y encomendádose á Dios, se hicieron á la vela en el
puerto de Esguatanejo, que es la provincia de Colima ó Zacatula, que
no lo sé bien, y fué en el mes de Diciembre en el año de 1527 ó 28, y
quiso Nuestro Señor Jesucristo encaminalles, que fueron á los Malucos
é á otras islas; y los trabajos y hambres y dolencias que pasaron,
y aun muchos que se murieron en aquel viaje, yo no lo sé; mas yo vi
dende á tres años en Méjico á un marinero de los que habian ido con el
Saavedra, y contaba cosas de aquellas islas y ciudades donde fueron,
que yo me estaba admirado; y estas son las tierras é islas que ahora
van desde Méjico con armada á descubrir y tratar; y aún oí decir que
los portugueses que estaban por capitanes en ellas, que prendieron al
Saavedra ó á gente suya y que los llevaron á Castilla, ó que tuvo dello
noticia su majestad; y como há tantos años que pasó y yo no me hallé en
ello, más de, como tengo dicho, haber visto la carta que su majestad
escribió á Cortés, en esto no diré más.
Quiero decir ahora cómo en el mes de Mayo de 1532 años, despues que
Cortés vino de Castilla, envió desde el puerto de Acapulco otra
armada con dos navíos bien bastecidos con todo género de bastimentos
y marineros, los que eran menester, y artillería y rescate, y ochenta
soldados escopeteros y ballesteros, y envió por capitan general á un
Diego Hurtado de Mendoza; y estos dos navíos envió á descubrir por la
costa del Sur á buscar islas y tierras nuevas; y la causa dello es,
porque, como dicho tengo en el capítulo que dello habla, así lo tenia
capitulado Cortés con los del Real consejo de Indias cuando su majestad
se fué á Flandes.
Y volviendo á decir del viaje de los dos navíos, fué que, yendo el
capitan Hurtado sin ir á buscar islas ni se meter mucho en la mar ni
hacer cosa que de contar sea, se apartaron de su compañía amotinados
más de la mitad de los soldados que llevaba con él un navío; y dicen
que ellos mismos, por concierto que entre el capitan y los amotinados
se hizo, fué dalles el navío en que iban para volver á la Nueva-España;
mas nunca tal es de creer, que el capitan les diera licencia, sino que
ellos se la tomaron; é ya que daban vuelta los amotinados, les hizo el
tiempo contrario y les echó en tierra, y fueron á tomar agua, y con
mucho trabajo vinieron á Xalisco, y dieron nuevas dello, y desde allí
voló la nueva á Méjico, de lo cual le pesó mucho á Cortés; y el Diego
Hurtado corrió siempre la costa, y nunca se oyó decir más dél ni del
navío, ni jamás pareció.
Quiero dejar de decir desta armada, pues se perdió; y diré cómo Cortés
luego despachó otros dos navíos que estaban ya hechos en el puerto de
Guantepeque, los cuales basteció muy cumplidamente, así de pan como
de carne, y todo lo necesario que en aquel tiempo se pudo haber, y
con mucha artillería y buenos marineros, y setenta soldados y cierto
rescate, y por capitan dellos á un hidalgo que se decia Diego Becerra
de Mendoza, de los Becerras de Badajoz ó Mérida; y fué en el otro
navío por capitan un Hernando de Grijalva, y este Grijalva iba debajo
de la mano deste Becerra; y fué por piloto mayor un vizcaino que se
decia Ortuño Jimenez, gran cosmógrafo; y Cortés mandó á Becerra que
fuese por la mar en busca del Diego Hurtado, y si no le hallase, se
metiese en mar alta, y buscasen islas y tierras nuevas, porque habia
fama de ricas islas de perlas; y el piloto Ortuño Jimenez cuando estaba
platicando con otros pilotos en las cosas de la mar, ántes que partiese
para aquella jornada, decia y prometia de les llevar á tierras bien
afortunadas de riquezas, que así las llamaban, y decian tantas cosas,
cómo serian todos ricos, que algunas personas lo creian; y despues
que salieron del puerto de Guantepeque, la primera noche se levantó
un viento contrario, que apartó los dos navíos el uno del otro, que
nunca más se vieron; y bien se pudieran tornar á juntar, porque luego
hizo buen tiempo, salvo que el Hernando de Grijalva, por no ir debajo
de la mano de Becerra, se hizo luego á la mar y se apartó con su navío,
porque el Becerra era muy soberbio y mal acondicionado; y en tal paró,
segun adelante diré; y tambien se apartó el Hernando de Grijalva porque
quiso ganar honra por sí mismo si descubria alguna buena isla, y
metióse dentro en la mar más de ducientas leguas, y descubrió una isla
que le puso nombre Santo Tomé, y estaba despoblada.
Dejemos á Grijalva y á su derrota, y volveré á decir lo que le acaeció
al Becerra con el piloto Ortuño Jimenez: es que riñeron en el viaje,
y como el Becerra iba malquisto con todos los más soldados que iban
en la nao, concertó el Ortuño, con otros vizcainos marineros y con
los soldados con quien habia tenido palabras el Becerra, de dar en
él una noche y matarle, y así lo hicieron, que estando durmiendo le
despacharon al Becerra y á otros soldados; y si no fuera por dos
frailes franciscos que iban en aquella armada, que se metieron en
despartillos, más males hubiera; y el piloto Jimenez con sus compañeros
se alzaron con el navío, y por ruego de los frailes les fueron á echar
en tierra de Xalisco, así á los religiosos como á otros heridos;
y el Ortuño Jimenez dió vela, y fué á una isla que la puso nombre
Santa-Cruz, donde dijeron que habia perlas y estaba poblada de indios
como salvajes; y como saltó en tierra para tomar agua, y los naturales
de aquella bahía ó isla estaban de guerra, los mataron, que no quedaron
salvo los marineros que quedaban en el navío; y como vieron que todos
eran muertos, se volvieron al puerto de Xalisco con el navío, y dieron
nuevas de lo acaecido, y certificaron que la tierra era buena y bien
poblada y rica de perlas; y luego fué esta nueva á Méjico; y como
Cortés lo supo, hubo gran pesar de lo acaecido; y como era hombre de
corazon que no reposaba, con tales sucesos acordó de no enviar más
capitanes, sino ir él en persona.
Y en aquel tiempo tenia sacados de astillero tres navíos de buen
porte en el puerto de Guantepeque; y como le dieron las nuevas que
habia perlas adonde mataron al Ortuño Jimenez, y porque siempre tuvo
en pensamiento de descubrir por la mar del Sur grandes poblaciones,
tuvo voluntad de lo ir á poblar, porque así lo tenia capitulado con la
serenísima Emperatriz doña Isabel, de gloriosa memoria, como ya dicho
tengo, y los de Real consejo de Indias, cuando su majestad pasó á
Flandes.
Y como en la Nueva-España se supo que el Marqués iba en persona,
creyeron que era á cosa cierta y rica, y viniéronle á servir tantos
soldados, así de á caballo y otros arcabuceros y ballesteros, y entre
ellos treinta y cuatro casados, que se le juntaron por todos sobre
trecientas y veinte personas, con las mujeres casadas; y despues de
bien bastecidos los navíos de mucho bizcocho y carne y aceite, y aun
dijeron vino y vinagre y otras cosas pertenecientes para bastimento; y
llevó mucho rescate y tres herreros con sus fraguas y dos carpinteros
de ribera con sus herramientas, y otras muchas cosas que aquí no relato
por no me detener, y con buenos y expertos pilotos y marineros, mandó
que los que se quisiesen ir á embarcar al puerto de Guantepeque, donde
estaban los tres navíos, que se fuesen, y esto por no llevar tanto
embarazo por tierra; y él se fué desde Méjico con el capitan Andrés de
Tapia y otros capitanes y soldados, y llevó clérigos y religiosos que
le decian Misa, y llevó médicos y cirujanos y botica.
Y llegados al puerto adonde se habian de hacer á la vela, ya estaban
allí los tres navíos que vinieron de Guantepeque; y como todos los
soldados se vinieron juntos, con sus caballos y á pié, Cortés se
embarcó con los que le pareció que podrian ir de la primera barcada
hasta la isla ó bahía que nombraron de Santa-Cruz, adonde decian que
habia perlas; y como Cortés llegó con buen viaje á la isla, que fué en
el mes de Mayo de 1536 ó 7 años, que ya no me acuerdo, y luego despachó
los navíos para que volviesen los demas soldados y mujeres casadas,
y caballos que quedaban aguardando con el capitan Andrés de Tapia, y
luego se embarcaron, y alzadas velas, yendo por su derrota, dióles un
temporal que les echó cabe un gran rio, que le pusieron nombre San
Pedro y San Pablo; y asegurado el tiempo, volvieron á seguir su viaje,
y dióles otra tormenta que les despartió á todos tres navíos, y el uno
dellos fué al puerto de Santa-Cruz, adonde Cortés estaba, y el otro fué
á encallar y dar al través en tierra de Xalisco; y los soldados que en
él iban estaban muy descontentos del viaje, y de muchos trabajos, se
volvieron á la Nueva-España, y otros se quedaron en Xalisco.
Y el otro navío aportó á una bahía que llamaron el Guayabal; y
pusiéronle este nombre porque habia allí mucha fruta que llaman
guayabas; y como habian dado el través, tardaban tanto y no acudian
donde Cortés estaba, y les aguardaban por horas, porque se les habian
acabado los bastimentos; y en el navío que dió al través en tierra de
Xalisco iba la carne y bizcocho y todo el más bastimento; á esta causa
estaban muy congojosos así Cortés como todos los soldados, porque no
tenian qué comer; y en aquella tierra no cogen los naturales del maíz,
que son gente salvaje y sin policía, y lo que comen es frutas de las
que hay entre ellos, y pesquerías y mariscos, y de los soldados que
estaban con Cortés, de hambres y de dolencias se murieron veinte y
tres, y muchos más estaban dolientes, y maldecian á Cortés y á su isla
y bahía y descubrimiento.
Y cuando aquello vió, acordó de ir en persona con el navío que allí
aportó, y con cincuenta soldados y con dos herreros y carpinteros
y tres calafates, en busca de los otros dos navíos, porque por los
tiempos y vientos que habian corrido, entendió que habian dado al
través; é yendo en busca dellos, halló al uno encallado, como dicho
tengo, en la costa de Xalisco, y sin soldados ningunos, y el otro
estaba cerca de unos arrecifes, y con gran trabajo y con tornallos á
aderezar y calafatear, volvió á la isla de Santa-Cruz con sus tres
navíos y bastimento, y comieron tanta carne los soldados que lo
aguardaban, que como estaban debilitados de no comer cosas de sustancia
de muchos dias atrás, les dió cámaras y tanta dolencia, que se murieron
la mitad dellos.
Y por no ver Cortés delante de sus ojos tantos males, fué á descubrir
á otras tierras, y entónces toparon con la California, que es una
bahía; y como Cortés estaba tan trabajado y flaco, deseábase volver
á la Nueva-España; sino que de empacho, porque no dijesen dél que
habia gastado gran cantidad de pesos de oro, y no habia topado tierras
de provecho ni tenia ventura en cosa que pusiese la mano, y que
eran maldiciones de los soldados y conquistadores verdaderos de la
Nueva-España, á este efeto no se iba.
Y en aquel instante, como la marquesa doña Juana de Zúñiga, su mujer,
no sabia ningunas nuevas, más que habia dado al través un navío en la
costa de Xalisco, estaba muy penosa, creyendo no se hubiese muerto ó
perdido; y luego envió en su busca dos navíos, los cuales uno dellos
fué en que habia vuelto á la Nueva-España el Grijalva, que habia ido
con el Becerra, y el otro navío era nuevo, que lo acabaron de labrar
en Guantepeque; los cuales dos navíos cargaron de bastimento lo que
en aquella sazon pudieron haber, y envió por capitan dellos á un
Fulano de Ulloa, y escribió muy afectuosamente al marqués, su marido,
con palabras y ruegos que luego se volviese á Méjico á su Estado y
marquesado, y que mirase los hijos é hijas que tenia, y dejase de
porfiar más con la fortuna, y se contentase con los heróicos hechos y
fama que en todas partes hay de su persona; y asimismo le escribió el
Virey D. Antonio de Mendoza muy sabrosa y amorosamente, pidiéndole por
merced que se volviese á la Nueva-España.
Los cuales dos navíos con buen viaje llegaron donde Cortés estaba, y
cuando vió cartas del Virey y los ruegos de la marquesa é hijos, dejó
por capitan con la gente que allí tenia á Francisco de Ulloa, y todos
los bastimentos que para él traia, y luego se embarcó, y vino al puerto
de Acapulco, y tomado tierra, á buenas jornadas vino á Cornabaca, á
donde estaba la marquesa, con la cual hubo mucho placer; y todos los
vecinos de Méjico se holgaron con su venida, y aun el Virey y Audiencia
Real; porque habia fama que se decia en Méjico que se querian alzar
todos los caciques de la Nueva-España viendo que no estaba en la tierra
Cortés.
Y demas desto, luego se vinieron todos los soldados y capitanes que
habia dejado en aquella isla ó bahía que llaman la California; y esto
de su venida no sé de qué manera fué, si ellos de hecho se vinieron,
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