Verdadera historia de los sucesos de la conquista de la Nueva-España (3 de 3) - 03

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á sosegar con que le fuesen á tomar residencia, y por entónces no se
habló más en ello.
Y dejemos ya de decir destos nublados que sobre Cortés estaban ya para
descargar, y digamos del tiro y de su letrero de tan sublimado servidor
como Cortés se nombró; que, como se supo en la córte, y ciertos duques
y marqueses, y condes y hombres de gran valía se tenian por tan grandes
servidores de su majestad, y tenian en sus pensamientos que otros
caballeros tanto como ellos no hubiesen servido á su majestad, tuvieron
que murmurar del tiro, y aun de Cortés porque tal blason escribió.
Tambien otros grandes señores, como fué el almirante de Castilla y el
duque de Béjar y el conde de Aguilar, dijeron á los mismos caballeros
que habian puesto en pláticas que era muy bravoso el blason de la
culebrina, no se maravillen que Cortés ponga aquel escrito en el tiro.
Veamos ahora, ¿en nuestros tiempos ha habido capitan que tales hazañas
haga, y que tantas tierras haya ganado sin gastar ni poner en ello su
majestad cosa ninguna, y tantos cuentos de gentes se hayan convertido
á nuestra santa fe? Y demas desto, no solamente el Cortés, sino los
soldados y compañeros que tiene, que le ayudaron á ganar una tan fuerte
ciudad, y de tantos vecinos y de tantas tierras, son dignos de que su
majestad les haga muchas mercedes; porque, si miramos en ello, nosotros
de nuestros antepasados, que hicieron heróicos hechos y sirvieron á la
corona real y á los reyes que en aquel tiempo reinaron, como Cortés y
sus compañeros han hecho, lo heredamos, y nuestros blasones y tierras
é rentas; y con estas palabras se olvidó lo del blason; y porque no
pasase de Sevilla la culebrina, tuvimos nueva que á don Francisco de
los Cóbos, comendador mayor de Leon, le hizo su majestad merced della,
y que la deshicieron y afinaron el oro, y lo fundieron en Sevilla, é
dijeron que valió sobre veinte mil ducados.
Y en aquel tiempo, como Cortés envió aquel oro y el tiro, y las
riquezas que habia enviado la primera vez, que fueron la luna de plata
y el sol de oro, y otras muchas joyas de oro con Francisco de Montejo
y Alonso Hernandez Puertocarrero, y lo que hubo enviado la segunda vez
con Alonso de Ávila y Quiñones, que esto fué la cosa más rica que hubo
en la Nueva-España, que era la recámara de Montezuma y de Guatemuz y de
los grandes señores de Méjico, y lo robó Juan Florin, frances; y como
esto se supo en Castilla, tuvo Cortés gran fama, ansí en Castilla como
en otras muchas partes de la cristiandad, y en todas partes fué muy
loado.
Dejemos esto, y digamos en qué paró el pleito de Martin Cortés con el
Ribera sobre los tantos mil pesos que enviaba Cortés á su padre, y es,
que andando en el pleito, y pasando Ribera por la villa de Cadahalso,
comió ó almorzó unos torreznos, y ansí como los comió murió súpitamente
y sin confesion; perdónele Dios, amen.
Dejemos lo acaecido en Castilla, y volvamos á decir de la Nueva-España,
cómo Cortés estaba siempre entendido en la ciudad de Méjico que fuese
muy bien poblada de los naturales mejicanos, como de ántes estaba, y
les dió franquezas y libertades que no pagasen tributo á su majestad
hasta que tuviesen hechas sus casas y aderezadas calzadas y puentes,
y todos los edificios y caños por donde solia venir el agua de
Chalputepeque para entrar en Méjico, y en la poblacion de los españoles
tuviesen hechas iglesias y hospitales, de los cuales cuidaba como
superior y vicario el buen Padre Fray Bartolomé de Olmedo, y habia él
mismo recogido en un hospital todos los indios enfermos y los curaba
con mucha caridad, y otras cosas que convenian.
Y en aquel tiempo vinieron de Castilla al puerto de Veracruz doce
frailes franciscos, y por Vicario general de ellos un muy buen
religioso que se decia Fray Martin de Valencia, y era natural de una
villa de tierra de campo que se decia Valencia de don Juan; y este muy
reverendo religioso venia nombrado por el Santo Padre para ser vicario,
y lo que en su venida y recebimiento se hizo diré adelante.


CAPÍTULO CLXXI.
CÓMO VINIERON AL PUERTO DE LA VERACRUZ DOCE FRAILES FRANCISCOS DE MUY
SANTA VIDA, Y VENIA POR SU VICARIO Y GUARDIAN FRAY MARTIN DE VALENCIA,
Y ERA TAN BUEN RELIGIOSO, QUE HUBO FAMA QUE HACIA MILAGROS; Y ERA
NATURAL DE UNA VILLA DE TIERRA DE CAMPO QUE SE DICE VALENCIA DE DON
JUAN, Y LO QUE CORTÉS HIZO EN SU VENIDA.

Como ya he dicho en los capítulos pasados que sobre ello hablan,
habiamos escrito á su majestad suplicándole nos enviase religiosos
franciscos de buena y santa vida para que nos ayudasen á la conversion
y santa doctrina de los naturales desta tierra para que se volviesen
cristianos, y les predicasen nuestra santa fe, como se la habia
fray Bartolomé de Olmedo dado á entender dende que entramos en la
Nueva-España, y sobre ello habia escrito Cortés, juntamente con
todos nosotros los conquistadores que ganamos la Nueva-España, á don
fray Francisco de los Ángeles, que era general de los franciscos,
que despues fué Cardenal, para que nos hiciese mercedes que fuesen
los religiosos que enviase de santa vida, para que nuestra santa fe
siempre fuese ensalzada, y los naturales destas tierras conociesen
lo que les deciamos cuando estábamos batallando con ellos, y les
deciamos que su majestad enviaria religiosos, y de mucha mejor vida
que nosotros éramos, para que les diesen á entender los razonamientos
y predicaciones de nuestra fe; y ellos nos preguntaban si eran como el
padre fray Bartolomé de Olmedo, y nosotros deciamos que sí.
Dejemos esto, y digamos cómo el general don fray Francisco de los
Ángeles nos hizo merced que luego envió los religiosos que dicho tengo;
y entónces vino con ellos fray Toribio Motolinea, y pusiéronle este
nombre de Motolinea los caciques y señores de Méjico, que quiere decir
el fraile pobre, porque cuanto le daban por Dios lo daba á los indios,
y se quedaba algunas veces sin comer, y traia unos hábitos muy rotos
y andaba descalzo, y siempre les predicaba, y los indios le querian
mucho, porque era una santa persona.
Volvamos á nuestra relacion. Como Cortés supo que estaban en el puerto
de la Veracruz, mandó en todos los pueblos, ansí de indios como donde
vivian españoles, que por donde viniesen les barriesen los caminos, y
adonde pasasen les hiciesen ranchos si fuese en el campo, y en poblado,
cuando llegasen á las villas ó pueblos de indios, les saliesen á
recebir y les repicasen las campanas, y que todos comunmente, despues
de los haber recebido, les hiciesen mucho acato; y que los naturales
llevasen candelas de cera encendidas y con las cruces que hubiese,
y por más humildad, y porque los indios lo viesen, para que tomasen
ejemplo, mandó á los españoles se hincasen de rodillas á besarles las
manos y hábitos, y aun les envió Cortés al camino mucho refresco y les
escribió muy amorosamente.
Y viniendo por su camino, ya que llegaban cerca de Méjico, el mismo
Cortés, acompañado de fray Bartolomé de Olmedo y de nuestros valerosos
capitanes y esforzados soldados, los salimos á recebir, y juntamente
fueron con nosotros Guatemuz, el señor de Méjico, con todos los más
principales mejicanos y otros muchos caciques de otras ciudades; y
cuando Cortés supo que allegaban cerca, se apeó del caballo, y todos
nosotros juntamente con él; é ya que nos encontramos con los reverendos
religiosos, el primero que se arrodilló delante del fray Martin de
Valencia y le fué á besar las manos fué Cortés, y no lo consintió y le
besó los hábitos; é el padre fray Bartolomé les abrazó é saludó muy
tiernamente, y los besamos el hábito arrodillados todos los capitanes
y soldados que allí íbamos, y el Guatemuz y los señores de Méjico; y
de que el Guatemuz y los demas caciques vieron ir á Cortés de rodillas
á besarles las manos, espantáronse en gran manera; y como vieron á dos
frailes descalzos y flacos, y los hábitos rotos, y no llevar caballo,
sino á pié y muy amarillos, y ver á Cortés, que le tenian por ídolo ó
cosa como sus dioses, ansí arrodillado delante dellos, dende entónces
tomaron ejemplo todos los indios, que cuando agora vienen religiosos
les hacen aquellos recebimientos y acatos, segun y de la manera que
dicho tengo; y más digo, que cuando Cortés con aquellos religiosos
hablaba, que siempre tenia la gorra en la mano quitada y en todo les
tenia grande acato; é digo que se me olvidaba que fray Bartolomé les
hospedó por órden de Cortés en una muy buena casa, é se fué á vivir con
ellos é los regaló mucho.
Dejémoslos en buena hora y digamos de otra materia, y es, que de ahí á
tres años y medio, ó poco tiempo más adelante, vinieron doce frailes
dominicos, é venia por provincial ó por prior dellos un religioso que
se decia Fray Tomás Ortiz; era vizcaino, é decian que habia estado por
prior ó provincial en unas tierras que se dice la Punta del Drago; é
quiso Dios que cuando vinieron les dió dolencia de mal de modorra, de
que todos los más murieron; lo cual diré adelante, é cómo é cuándo é
con quién vinieron, é la condicion que decian que tenia el prior, é
otras cosas que pasaron; é despues han venido otros muchos y buenos
religiosos y de santa vida, y de la misma órden de señor Santo Domingo,
en ejemplo muy santos, é han industriado á los naturales destas
provincias de Guatimala en nuestra santa fe muy bien, é han sido muy
provechosos para todos.
Quiero dejar esta materia de los religiosos, é diré que, como Cortés
siempre temia que en Castilla, por parte del Obispo de Búrgos, se
juntarian los procuradores de Diego Velazquez, gobernador de Cuba, é
dirian mal dél delante del Emperador nuestro señor, é como tuvo nueva
cierta, por cartas que le escribió su padre Martin Cortés ó Diego de
Ordás, que le trataban casamiento con la señora doña Juana de Zúñiga,
sobrina del duque de Béjar, don Álvaro de Zúñiga, procuró de enviar
todos los más pesos que podia allegar, ansí de sus tributos como de
los que le presentaban los caciques de toda la tierra, lo uno para que
conociese el duque de Béjar sus grandes riquezas, juntamente con sus
heróicos hechos é hazañas; é lo más principal, para que su majestad le
favoreciese é hiciese mercedes; é entónces le envió treinta mil pesos,
é con ellos escribió á su majestad; lo cual diré adelante.


CAPÍTULO CLXXII.
CÓMO CORTÉS ESCRIBIÓ Á SU MAJESTAD Y LE ENVIÓ TREINTA MIL PESOS DE
ORO, Y CÓMO ESTABAN ENTENDIENDO EN LA CONVERSION DE LOS NATURALES É
REEDIFICACION DE MÉJICO, Y DE CÓMO HABIA MANDADO UN CAPITAN QUE SE
DECIA CRISTÓBAL DE OLÍ Á PACIFICAR LAS PROVINCIAS DE HONDURAS CON UNA
BUENA ARMADA, Y SE ALZÓ CON ELLA, Y DIÓ RELACION DE OTRAS COSAS QUE
HABIAN PASADO EN MÉJICO, Y EN EL NAVÍO QUE IBAN LAS CARTAS DE CORTÉS
ENVIÓ OTRAS CARTAS MUY SECRETAS EL CONTADOR DE SU MAJESTAD, QUE SE
DECIA RODRIGO DE ALBORNOZ, Y EN ELLAS DECIAN MUCHO MAL DE CORTÉS, Y DE
TODOS LOS QUE CON ÉL PASAMOS, Y LO QUE SU MAJESTAD SOBRE ELLO MANDÓ QUE
SE PROVEYESE.

Teniendo ya Cortés en sí la gobernacion de la Nueva-España por mandado
de su majestad, parecióle seria bien hacerle sabidor cómo estaba
entendiendo en la santa conversion de los naturales y la reedificacion
de la gran ciudad de Tenustitlan, Méjico; y tambien le dió relacion de
cómo habia enviado un capitan que se decia Cristóbal de Olí á poblar
unas provincias que se nombraron Honduras, y que le dió cinco navíos
bien abastecidos, é gran copia de soldados y muchos caballos y tiros,
y escopeteros y ballesteros, y todo género de armas, y que gastó muchos
millares de pesos de oro en hacer la armada, y que el Cristóbal de Olí
se le alzó con ella, y quien le aconsejó que se alzase fué un Diego
Velazquez, gobernador de la isla de Cuba, que hizo compañía con él en
el armada, y que si su majestad era servido, que tenia determinado de
enviar con brevedad otro capitan para que le tome la misma armada ó
le traiga preso, ó ir él en persona por ella; porque, si quedaba sin
castigo, se atreverian otros capitanes á se levantar con otras armadas
que por fuerza habia de enviar á conquistar y poblar otras tierras que
están de guerra, é á esta causa suplicaba á su majestad que le diese
licencia para ello.
Y tambien se envió á quejar del Diego Velazquez, no tan solamente
de lo del capitan Cristóbal de Olí, sino por las conjuraciones y
escándalos, y por sus cartas que enviaba dende la isla de Cuba para
que le matasen á Cortés; porque, en saliendo de aquella ciudad de
Méjico para ir á conquistar algunos pueblos recios, que se levantaban y
hacian conjuraciones los de la parte del Diego Velazquez para le matar
y levantarse con la gobernacion, y que habia hecho justicia de uno de
los más culpados; y que este favor les daba el Obispo de Búrgos, que
estaba por presidente de Indias, por ser muy amigo del Diego Velazquez;
y escribió cómo le enviaba y servia con treinta mil pesos de oro, y que
si no fuera por los bulliciosos y conjuraciones pasadas, que recogiera
mucho más oro, y que con el ayuda de Dios y en la buenaventura de su
Real majestad, que en todos los navíos que de Méjico fuesen enviaria lo
que pudiese.
Y ansimismo escribió á su padre Martin Cortés é á un su deudo, que se
decia el licenciado Francisco Nuñez, que era relator del Real consejo
de su majestad, y tambien escribió á Diego de Ordás, en que les hacia
saber todo lo atrás dicho; y tambien dió noticia cómo un Rodrigo de
Albornoz, que estaba por gobernador en Méjico, que secretamente andaba
murmurando en Méjico de Cortés porque no le dió tan buenos indios como
él quisiera, y tambien porque le demandó una cacica, hija del señor de
Tezcuco, y no se la quiso dar, porque en aquella sazon la casó con una
persona de calidad; y les dió aviso que habia sabido que fué secretario
en Flandes y que era muy servidor de don Juan Rodriguez de Fonseca,
Obispo de Búrgos, y que era hombre que tenia costumbre de escribir
cosas nuevas y aun por cifras, y que por ventura escribiria al Obispo,
como era presidente de Indias, porque en aquel tiempo no sabiamos que
le habian quitado el cargo, cosas contrarias de la verdad; que tuviesen
aviso de todo; y estas cartas envió Cortés duplicadas, porque siempre
se temió que el Obispo de Búrgos, como era presidente, habia mandado á
Pedro de Isazaga y á Juan Lopez de Recalte, oficiales de la casa de la
contratacion de Sevilla, que todas las cartas y despachos de Cortés
se las enviasen por la posta para saber lo que en ellas iba, porque en
aquella sazon su majestad habia venido de Flandes y estaba en Castilla,
para hacer relacion á su majestad cesárea, y el Obispo de Búrgos, por
ganar por la mano, ántes que nuestros procuradores le diesen las cartas
de Cortés; y aun en aquella sazon no sabiamos en la Nueva-España que
habian quitado el cargo al Obispo de Búrgos, don Juan Rodriguez de
Fonseca, de ser presidente de Indias.
Dejémonos de las cartas de Cortés, y diré que deste navío donde iba el
pliego que dicho tengo de Cortés, envió el contador Albornoz, ya por mí
memorado, otras cartas á su majestad y al Obispo de Búrgos y al Real
consejo de Indias, y lo que en ellas decia por capítulos, hizo saber
todas las causas y cosas que de ántes habia sido acusado Cortés, cuando
su Real majestad le mandó poner jueces á los caballeros de su Real
consejo, ya otra vez por mí nombrados en el capítulo que dello habla,
cuando por sentencia que sobre ello dieron, nos dieron por muy leales
servidores de su majestad; y demas de aquellos capítulos que hubieron
acusado á Cortés, agora de nuevo escribió el Albornoz que Cortés
demandaba á todos los caciques de la Nueva-España muchos tejuelos de
oro y les mandaba sacar mucho oro de minas, y esto que les decia Cortés
que era para enviar á su Real majestad, y se quedaba con todo ello y
no lo enviaba á su majestad, y que hizo unas casas muy fortalecidas,
y que ha juntado muchas hijas de grandes señores para las casar con
soldados españoles, y se las piden hombres honrados por mujeres y que
no se las quiere dar, por tenerlas por amigas; y dijo que todos los
caciques y principales le tenian en tanta estima como si fuese Rey, y
que en esta tierra no conocen á otro Rey ni señor sino es á Cortés, é
como Rey llevaba quinto, y que tiene muy grande cantidad de barras de
oro atesorado, y que no ha sentido bien de su persona, si está alzado
ó será leal para adelante, y que habia necesidad que su majestad con
brevedad mandase venir á estas partes un caballero con grande copia
de soldados muy bien apercebidos para le quitar el mando y señorío; y
escribió otras cosas sobre esta materia.
Quiero dejar de más particularizar lo que iba en las cartas, y diré que
fueron á manos del Obispo de Búrgos, que residia en Toro; y como en
aquella sazon estaba en la córte el Pánfilo de Narvaez y Cristóbal de
Tapia, ya otras muchas veces por mí nombrados, y todos los procuradores
del Diego Velazquez, é con aquella carta de Albornoz les avisó el
Obispo de Búrgos para que nuevamente se quejasen ante su majestad de
Cortés de todo lo que de ántes le hubieron dado relacion y dijesen
que los jueces que puso su majestad se mostraron mucho por la parte
de Cortés, y que su majestad fuese servido viese agora nuevamente lo
que escribe el contador su oficial; y para testigo dello hicieron
presentacion de las cartas que dicho tengo.
Pues viendo su majestad las cartas y las palabras y quejas que el
Narvaez decia muy entonado, porque ansí hablaba, demandando justicia,
creyó que eran verdaderas; y el Obispo de Búrgos don Juan Rodriguez
de Fonseca, que les ayudó con otras muchas cartas de favor; dijo su
majestad:
—«Yo quiero enviar á castigar á Cortés, pues tanto mal dicen dél que
hace, aunque más oro envie; porque más riqueza es hacer justicia que no
todos los tesoros que puede enviar.»
Y mandó proveer que luego despachasen al almirante de Santo Domingo que
viniese á costa de Cortés con seiscientos soldados, y si se hallase
culpado le cortase la cabeza, y castigase á todos los que fuimos en
desbaratar á Pánfilo de Narvaez; y porque viniese el almirante le
habia prometido su majestad el almirantazgo de la Nueva-España, que en
aquella sazon traia pleito en la córte sobre él.
Pues ya dadas las provisiones, pareció ser el almirante se detuvo
ciertos dias ó no se atrevió á venir, porque no tenia dineros, y
ansimismo porque le aconsejaron que mirase la buenaventura de Cortés,
que con haber traido Narvaez toda la armada que trajo le desbarató,
y que era aventurar su vida y estado, y no saldria con la demanda,
especialmente que no hallarian en Cortés ni en ninguno de sus
compañeros culpa ninguna, sino mucha lealtad; y demas desto, segun
pareció, dijeron á su majestad que era gran cosa dar el almirantazgo
de la Nueva-España por pocos servicios que le podria hacer en aquella
jornada que le enviaba; é ya que se andaba apercibiendo el almirante
para venir á la Nueva-España, alcanzáronlo á saber los procuradores
de Cortés y su padre Martin Cortés y un fraile que se decia fray
Pedro Melgarejo de Urrea, y como tenian las cartas que les envió
Cortés duplicadas, y entendieron por ellas que habia trato doble en
el contador Albornoz ó en otras personas que no estaban muy bien con
Cortés, todos juntos se fueron luego al duque de Béjar y le dieron
relacion de todo lo arriba por mí memorado y le mostraron las cartas
de Cortés; y como supo que enviaban tan de repente al almirante con
muchos soldados, hubo muy grande sentimiento dello el duque, porque ya
estaba concertado de casar á Cortés con la señora doña Juana de Zúñiga,
sobrina del mismo duque de Béjar.
Y luego sin más dilacion fué delante de su majestad, acompañado con
ciertos condes amigos suyos y deudos, y con ellos iba el viejo Martin
Cortés, padre del mismo Cortés, y fray Pedro Melgarejo de Urrea, y
cuando llegaron delante del Emperador nuestro señor se humillaron é
hicieron todo el acatamiento debido, que eran obligados á nuestro Rey y
señor, y dijo el mismo duque que suplicaba á su majestad que no diese
oidos á una carta de un hombre como era el contador Albornoz, que era
muy contrario á Cortés, hasta que hubiese otras informaciones de fe y
de creer, y que no enviase armada; y más dijo el duque á su majestad,
que ¿cómo, siendo tan cristianísimo y recto en hacer justicia, tan
deliberadamente enviaba á mandar prender á Cortés y á sus soldados,
habiéndole hecho tan buenos y leales servicios, que otros en el mundo
no se han hecho, ni aun hallado en ningunas escrituras que hayan hecho
otros vasallos á los Reyes pasados?
Y que ya una vez ha puesto la cabeza por fiadora de Cortés y por todos
sus soldados, y que son muy leales y lo serán de aquí adelante, y
que agora la torna á poner de nuevo por fiadora, con todo su estado,
con mucho gusto, de que siempre nos hallaria muy leales, lo cual su
majestad veria adelante; demas desto, le mostraron las cartas que
Cortés enviaba á su padre Martin Cortés, en que en ellas daba relacion
por qué causa el contador Albornoz escribia mal contra Cortés, que
fué, como dicho tengo, porque no le dió buenos indios, como él los
demandaba, y una hija de una cacica muy principal; y más le dijo el
duque, que mirase su Real majestad cuántas veces le habia enviado y
servido con mucha cantidad de oro, é dió otros muchos descargos por
Cortés; y viendo su majestad la justicia clara que Cortés y todos
nosotros los conquistadores teniamos, mandó proveer que le viniese á
tomar la residencia persona que fuese de calidad y ciencia y temeroso
de Nuestro Señor.
En aquella sazon estaba la córte en Toledo, y por teniente de
corregidor del conde de Alcaudete un caballero que se decia el
licenciado Luis Ponce de Leon, primo del mismo conde don Martin de
Córdoba, que ansí se llamaba, porque en aquella sazon era corregidor
de aquella ciudad; y su majestad mandó llamar á este licenciado Luis
Ponce de Leon, y le mandó que fuese luego á la Nueva-España y tomase
residencia á Cortés, y que si en algo fuese culpante de lo que le
acusaban, que con rigor de justicia le castigase; y el licenciado Luis
Ponce de Leon dijo que él cumpliria el Real mandato, y se comenzó á
apercibir para el camino, y no vino con tanta priesa, porque tardó en
llegar á Nueva-España más de dos años y medio.
Y dejallos hé aquí, ansí á los del bando del gobernador de Cuba, Diego
Velazquez, que acusaban á Cortés, como al licenciado Luis Ponce de
Leon, que se aderezaba para el viaje, como dicho tengo; y aunque vaya
muy fuera de mi relacion y pase adelante, es por lo que agora diré, que
al cabo de dos años alcanzamos á saber todo lo por mí aquí dicho de las
cartas de Cortés y del Albornoz, porque lo escribió Martin Cortés de
la córte; y para que sepan los curiosos letores cómo siempre tenia por
costumbre el mismo Albornoz de escribir á su majestad lo que no pasó,
bien ternán noticia las personas que han estado en la Nueva-España y
en la ciudad de Méjico cómo en el tiempo que era virey D. Antonio de
Mendoza, que fué muy ilustrísimo varon, digno de gran memoria, que
haya santa gloria, y como gobernaba tan justificadamente y con tan
recta justicia, el Rodrigo Albornoz no estaba bien con él y escribió
á su majestad diciendo mal de su gobernacion, y las mismas cartas que
envió á la córte volvieron á la Nueva-España á manos del mismo virey; y
como las hubo entendido, y el mal que decia, envió á llamar al Rodrigo
de Albornoz, y con palabras muy blandas y de espacio, que ansí hablaba
vagoroso el virey, le mostró las cartas y le dijo:
—«Pues que teneis por costumbre de escribir á su majestad, escribid la
verdad, y andad con Dios, para ruin hombre.»
Y quedó muy avergonzado y corrido el contador.
Dejemos de hablar de esta materia, y diré cómo Cortés, sin saber en
aquella sazon cosa de todo lo pasado que en la córte se habia tratado
con él, envió una armada contra Cristóbal de Olí á Honduras, y lo que
pasó diré adelante.


CAPÍTULO CLXXIII.
CÓMO, SABIENDO CORTÉS QUE CRISTÓBAL DE OLÍ SE HABIA ALZADO CON LA
ARMADA Y HABIA HECHO COMPAÑÍA CON DIEGO VELAZQUEZ, GOBERNADOR DE CUBA,
ENVIÓ CONTRA ÉL Á UN CAPITAN QUE SE LLAMABA FRANCISCO DE LAS CASAS, Y
LO QUE ENTÓNCES SUCEDIÓ DIRÉ ADELANTE.

He menester volver muy atrás de nuestra relacion para que bien se
entienda.
Ya he dicho en el capítulo que dello habla, cómo Cortés envió á
Cristóbal de Olí con una armada á las Higueras y Honduras, y se alzó
con ella; é como Cortés supo que Cristóbal de Olí se habia alzado con
la armada, con favor de Diego Velazquez, gobernador de Cuba, estaba
muy pensativo; y como era animoso y no se dejaba mucho burlar en tales
casos, y como ya habia hecho relacion dello á su majestad, como dicho
tengo, en la carta que le escribió, y que entendia de ir ó enviar
contra el Cristóbal de Olí á otros capitanes; en aquella sazon habia
venido de Castilla á Méjico un caballero que se decia Francisco de las
Casas, persona de quien se podia fiar, é su deudo de Cortés; acordó
de enviar contra el Cristóbal de Olí cinco navíos bien artillados
y bastecidos, y cien soldados, y entre ellos iban conquistadores
de Méjico, de los que Cortés habia traido de la isla de Cuba en su
compañía, que era un Pedro Moreno Medrano y un Juan Nuñez de Mercado y
un Juan Bello, y otros que aquí no nombro, que murieron en el camino.
Pues ya despachado el Francisco de las Casas con poderes muy bastantes
y mandamientos para prender al Cristóbal de Olí, salió del puerto de
la Veracruz, con sus navíos buenos y abastecidos, y con sus pendones
con las armas Reales, y con buen tiempo llegó á una bahía que llamaron
el triunfo de la Cruz, donde el Cristóbal de Olí tenia su armada, y
allí junto poblada una villa que se llamó Triunfo de la Cruz, y segun
ya otras veces he dicho en el capítulo que dello habla; y como el
Cristóbal de Olí vió aquellos navíos surtos en su puerto, puesto que
el Francisco de las Casas mandó poner en sus navíos banderas de paz,
no lo tuvo por cierto el Cristóbal de Olí, ántes mandó apercebir dos
carabelas muy artilladas con muchos soldados, y les defendió el puerto
para no les dejar saltar en tierra.
Y como aquello vió el de las Casas, que era hombre animoso, mandó sacar
y echar á la mar sus bateles con muchos hombres apercebidos, y con
unos tiros, falconetes y escopetas y ballestas, y él con ellos, con
pensamiento de tomar tierra de una manera ó de otra, y el Cristóbal de
Olí para defendella, tuvieron buena pelea, y el de las Casas echó una
de las dos carabelas del contrario á fondo, y mató á cuatro soldados é
hirieron á otros.
Y como vió el Cristóbal de Olí que no tenia allí todos los soldados,
porque los habia enviado pocos dias habia en dos capitanías, á entrar
en un rio que llaman de Pechin, á prender á otro capitan que estaba
conquistando en aquella provincia, que se decia Gil Gonzalez de Ávila,
porque aquel rio del Pechin caia en la gobernacion del Golfo-Dulce, y
estaba aguardando por horas á sus gentes, acordó el Cristóbal de Olí
de demandar partidos de paz al Francisco de las Casas, porque bien
entendió el Cristóbal de Olí que si tomaba tierra, que habian de venir
á las manos, y por tener soldados juntos demandó las paces.
Y el de las Casas acordó de estar aquella noche con sus navíos en la
mar, apartado de tierra al reparo, ó esperando con intencion de se
ir á otra bahía á desembarcar, y tambien porque cuando andaban las
diferencias y pelea de la mar le dieron al de las Casas una carta
secretamente que serian en su ayuda ciertos soldados de la parte de
Cortés que estaban con el Cristóbal de Olí, y que no dejase de venir
por tierra para prender al Cristóbal de Olí.
Pues estando con este acuerdo, fué la ventura tal de Cristóbal de Olí,
y desdicha del de las Casas, que hubo aquella noche un viento norte
muy recio, y como es travesía en aquella costa, dió con los navíos de
Francisco de las Casas al través en tierra, de manera que se perdió
cuanto traia y se ahogaron treinta soldados, y todos los demas fueron
presos y estuvieron sin comer dos dias, muy mojados del agua salada,
porque en aquel tiempo llovia mucho, y tuvieron trabajo y frio; y el
Cristóbal de Olí estaba muy gozoso y triunfante por tener preso al
Francisco de las Casas, y á los demas soldados que prendió les hizo
luego jurar que siempre serian en su ayuda, y serian contra Cortés si
viniese á aquella tierra en persona; y como hubieron jurado, los soltó
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