Verdadera historia de los sucesos de la conquista de la Nueva-España (3 de 3) - 13

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cortar la cabeza á Cortés si le hallase culpado, é á otras cualesquier
personas que hubiesen hecho alguna cosa en deservicio de su majestad; y
como vió á Cortés, y supo que su majestad le habia hecho marqués, y era
casado con la señora doña Juana de Zúñiga, se holgó mucho dello, y se
comunicaba cada dia el comendador don Pedro de la Cueva con el marqués
don Fernando Cortés; y dijo al mismo Cortés que si por ventura fuera
á la Nueva-España y llevara los soldados que su majestad le mandaba,
que por más leal y justificado que le hallase, que por fuerza habia de
pagar la costa de los soldados, y aun su huida, y que fueran más de
trescientos mil pesos; y que lo hizo mejor de venir ante su majestad.
Y porque tuvieron otras muchas pláticas, que aquí no relato, las
cuales de Castilla nos escribieron personas que se hallaron presentes
á ellas, y de todo lo demas por mí relatado en el capítulo que dello
habla; y demas desto, nuestros procuradores lo escribieron, y aun el
mismo marqués escribió los grandes favores que de su majestad alcanzó,
y no declaró la causa por que no le dieron la gobernacion.
Dejemos esto, y digo que desde ahí á pocos dias despues que fué marqués
envió á Roma á besar los santos piés de nuestro muy Santo Padre el Papa
Clemente; porque Adriano, que hacia por nosotros, ya habia fallecido
tres ó cuatro años habia, y envió por su embajador á un hidalgo que
se decia Juan de Herrada, y con él envió un rico presente de piedras
ricas é joyas de oro, y dos indios maestros de jugar el palo con los
piés; y le hizo relacion de su llegada á Castilla y de las tierras
que habia ganado, y de los servicios que hizo á Dios primeramente y á
nuestro gran Emperador, y le dió toda la relacion por un memorial de
las tierras, como son muy grandes y la manera que en ellas hay, y que
todos los indios eran idólatras y que se han vuelto cristianos, y otras
muchas cosas que convenian decir á nuestro muy Santo Padre; y porque
yo no lo alcancé á saber tan por extenso como en la carta iba, lo
dejaré aquí de decir, y aun esto que aquí digo, despues lo alcanzamos á
saber del mismo Juan de Herrada cuando vino de Roma á la Nueva-España;
é supimos que enviaba á suplicar á nuestro muy Santo Padre que se
quitasen parte de los diezmos.
Y para que bien entiendan los curiosos lectores quién es este Juan de
Herrada, fué un buen soldado que hubo ido en nuestra compañía á las
Honduras cuando fué Cortés; y despues que vino de Roma fué al Pirú, y
le dejó D. Diego de Almagro por ayo de su hijo D. Diego el mozo; y este
fué tan privado de D. Diego de Almagro, é fué el capitan de los que
mataron á don Francisco Pizarro el viejo, y despues maese de campo de
Almagro el mozo.
Volvamos á decir lo que le aconteció en Roma al Juan de Herrada, que
despues que fué á besar los santos piés de Su Santidad, y presentó
los dones que Cortés le envió y los indios que traian el palo con los
piés, Su Santidad lo tuvo en mucho, y dijo que daba gracias á Dios, que
en sus tiempos tan grandes tierras se hubiesen descubierto y tantos
números de gentes se hubiesen vuelto á nuestra santa fe; y mandó hacer
procesiones, y que todos diesen gracias por ello, á Dios nuestro Señor;
y dijo que Cortés y todos sus soldados habiamos hecho grandes servicios
á Dios primeramente, y al Emperador don Cárlos, nuestro señor, y á toda
la cristiandad, y que éramos dignos de grandes mercedes; y entónces
nos envió bulas para nos absolver á culpa y á pena de todos nuestros
pecados, é otras indulgencias para los hospitales é iglesias, con
grandes perdones; y dió por muy bueno todo lo que Cortés habia hecho
en la Nueva-España, segun y como su antecesor el Papa Adriano; y en
lo de los diezmos no sé si le hizo cierta merced; y escribió á Cortés
en respuesta de su carta, y lo que en ella se contenia yo no lo supe,
porque, como dicho tengo, deste Juan de Herrada y de un soldado que
se decia Campo, que volvieron dende Roma, alcancé á saber lo que aquí
escribo; porque, segun dijeron, despues que hubo estado en Roma diez
dias, y habian los indios maestros de jugar el palo con los piés estado
delante de Su Santidad y de los sacros Cardenales, que se holgaron
mucho de lo ver, Su Santidad le hizo merced al Juan de Herrada de le
hacer conde palatino y le mandó dar cierta cantidad de ducados para que
se volviese, y una carta de favor para el Emperador nuestro señor, que
le hiciese su capitan y le diese buenos indios de encomienda.
Y como Cortés ya no tenia mando en la Nueva-España, y no le dió cosa
ninguna de lo que el Santo Padre mandaba, se pasó al Pirú, donde fué
capitan.


CAPÍTULO CXCVI.
CÓMO ENTRE TANTO QUE CORTÉS ESTABA EN CASTILLA CON TÍTULO DE MARQUÉS,
VINO LA REAL AUDIENCIA Á MÉJICO, Y EN LO QUE ENTENDIÓ.

Pues estando Cortés en Castilla con título de marqués, en aquel
instante llegó la Real audiencia á Méjico, segun su majestad la
habia mandado, como dicho tengo en el capítulo que dello habla, y
por presidente Nuño de Guzman, que solia estar por gobernador en
Pánuco, y cuatro licenciados por oidores; los nombres dellos se
decian Matienzo, que era natural de Vizcaya ó cerca de Navarra, y
Delgadillo, de Granada, y un Maldonado, de Salamanca; no es este el
licenciado Alonso Maldonado el bueno, que fué gobernador de Guatimala;
y vino un licenciado Parada, que solia estar en la isla de Cuba; y
ansí como llegaron estos oidores á Méjico, despues que les hicieron
gran recebimiento en la entrada de la ciudad, en obra de quince ó
veinte dias que habian llegado, se mostraron muy justificados en hacer
justicia, y traian los mayores poderes que nunca á la Nueva-España
despues trujeron vireyes ni presidentes, y era para hacer el
repartimiento perpétuo, y anteponer á los conquistadores y hacelles
muchas mercedes, porque ansí se lo mandó su majestad; y luego hacen
saber de su venida á todas las ciudades é villas que en aquella sazon
estaban pobladas en la Nueva-España, para que envien procuradores con
las memorias y copias de los indios que hay en cada provincia, para
hacer el repartimiento perpétuo, y en pocos dias se juntaron en Méjico
los procuradores de las ciudades é villas y otros conquistadores; y en
aquella sazon estaba yo en Méjico por procurador síndico de la villa
de Guacacualco, donde en aquel tiempo era vecino; y como vi lo que
el presidente y oidores mandaron, fuí por la posta á nuestra villa
para elegir quiénes habian de venir por procuradores para hacer el
repartimiento perpétuo; y cuando llegué hubo muchas contrariedades
en elegir los que habian de venir, porque unos vecinos querian que
viniesen sus amigos, y otros no lo consentian, y por votos hubimos de
salir elegidos el capitan Luis Marin y yo.
Llegados á Méjico, demandamos todos los procuradores de las más villas
y ciudades que se habian juntado el repartimiento perpétuo, segun
su majestad mandaba; y en aquella sazon estaba trastrocado el Nuño
de Guzman y el Matienzo y Delgadillo, porque los otros dos oidores,
que fueron Maldonado y Parada, luego que á aquella ciudad llegaron
fallecieron de dolor de costado; y si allí estuviera Cortés, segun hay
maliciosos, tambien le infamaran y dijeran que Cortés los habia muerto.
Y volviendo á nuestra relacion, fué causa de les volver el propósito
que no hiciesen el repartimiento segun su majestad mandaba, dijeron
muchas personas que lo entendieron muy bien, que fué el factor Salazar,
porque se hizo tan íntimo amigo de Nuño de Guzman y de Delgadillo,
que no se hacia otra cosa sino lo que mandaba, y tal como el consejo
dieron, en tal paró todo; y lo que le aconsejaron fué, que no hiciesen
el repartimiento perpétuo por via ninguna; porque, si lo hacian, que no
serian tan señores ni los ternian en tanto acato los conquistadores
y pobladores, con decir que no les podia dar ni quitar más indios de
los que entónces les diese; y de otra manera, que los ternian siempre
debajo de su mano, y podrian dar y quitar á quien quisiesen, y serian
muy ricos y poderosos; y tambien trataron entre el factor y Nuño
de Guzman y Delgadillo que fuese el mismo factor á Castilla por la
gobernacion de la Nueva-España para Nuño de Guzman, porque ya sabian
que Cortés no tenia tanto favor con su majestad como al principio que
fué á Castilla, y no se le habian dado, por más intercesores que echó
ante su majestad para que la diesen.
Pues ya embarcado el factor en una nao que llamaban la Sornosa, dió al
través con gran tormenta en la costa de Guacacualco, y se salvo en un
batel y volvió á Méjico, y no hubo efecto su ida á Castilla.
Dejemos desto, y diré en lo que entendieron luego que á Méjico llegaron
el Nuño de Guzman y Matienzo y Delgadillo, y fué en tomar residencia al
tesorero Alonso de Estrada, la cual dió muy buena; y si se mostrara tan
varon como creimos que lo fuera, él se quedara por gobernador, porque
su majestad no le mandaba quitar la gobernacion; ántes, como dicho
tengo en el capítulo pasado, habia venido mandado pocos meses habia
de su majestad que gobernase sólo el tesorero, y no juntamente con el
Gonzalo de Sandoval, y dió por muy buenas las encomiendas que habia
de ántes dado, y al Nuño de Guzman no le nombraban en las provisiones
más de por presidente y repartidor juntamente con los oidores; y demas
desto, si se pusiera de hecho en tener la gobernacion en sí, todos los
vecinos de Méjico y los conquistadores que en aquella sazon estábamos
en aquella ciudad le favoreciéramos, pues viamos que su majestad no
le quitaba del cargo que tenia; y demas desto, vimos en el tiempo que
gobernó hacia justicia y tenia mucha voluntad y buen celo de cumplir lo
que su majestad mandaba; y dende á pocos dias falleció de enojo dello.
Dejemos de hablar en esto, y diré en lo que luego entendieron en la
audiencia Real, y fueron muy contrarios en las cosas del Marqués; y
enviaron á Guatimala á tomar residencia á Jorge de Albarado, y vino un
Orduña el viejo, natural de Tordesillas, y lo que pasó en la residencia
yo no lo sé; y luego le pusieron en Méjico muchas demandas á Cortés por
via del fiscal y el factor Salazar, y ansimismo le puso otras demandas,
y los escritos que daba en los estrados era con muy gran desacato
y palabras muy mal dichas, y que habia hecho muchos deservicios á
su cesárea majestad, y otras muchas cosas feas, y tan malas, que el
licenciado Juan Altamirano, ya por mí otra vez nombrado, que era la
persona á quien Cortés hubo dejado su poder cuando fué á Castilla,
se levantó en pié, con su gorra quitada, en los mismos estrados,
y dijo al presidente é oidores con mucho acato que suplicaba á su
alteza que le mandasen al factor que en los escritos que diese, que
fuese bien mirado, y que no le consientan que diga del Marqués, pues
es buen caballero y tan grande servidor de vuestra alteza, tan malas
y feas palabras, é que demande su justicia como debe; y no aprovechó
cosa ninguna lo que el licenciado Altamirano allí en los estrados les
suplicó, porque para otro dia tuvo el factor otros más feos escritos;
y fué la cosa, segun despues alcanzamos á saber, que el Nuño de Guzman
y el Delgadillo le daban lugar á ello en tal manera, que el licenciado
Altamirano y el factor, y del presidente é oidores, sobre los escritos
vinieron á palabras muy feas é sentidas que entre ellos dijeron, y el
Altamirano echó mano á un puñal para el factor, y le iba á dar si no se
abrazara con él Nuño de Guzman y Matienzo y Delgadillo, y luego toda
la ciudad revuelta, y llevaron preso á las atarazanas al licenciado
Altamirano, y al factor á la posada; y los conquistadores fuimos al
presidente á suplicar por el Altamirano, y dende allí á tres dias le
sacaron de la prision y los hicimos amigos.
Y pasemos adelante, que hubo luego otra tormenta mayor, y fué, que en
aquella sazon habia aportado allí á Méjico un deudo del capitan Pánfilo
de Narvaez, el cual se decia Zavallos, que le enviaba dende Cuba su
mujer del Pánfilo de Narvaez, la cual se decia María de Valenzuela,
en busca de su marido Narvaez, que habia ido por gobernador al rio de
Palmas, porque ya tenia fama que era perdido ó muerto; y trujo su poder
para haber sus bienes do quiera que los hallase, y tambien creyendo que
habia aportado á la Nueva-España; y como llegó á Méjico este Zavallos,
secretamente, segun el Zavallos dijo y ansí fué fama, el Nuño de Guzman
y el Matienzo y Delgadillo le hablaron para que ponga demanda y dé
queja de todos los conquistadores que fuimos juntamente con Cortés en
desbaratar á Narvaez, y se le quebró el ojo y se quemó su hacienda, y
tambien demandó la muerte de los que allí murieron; y el Zavallos, dada
su queja como se lo mandaron, y grandes informaciones dello, prendieron
á todos los conquistadores que en aquella ciudad nos hallamos, que
en las probanzas vieron que fueron en ello, que pasaron de más de
ducientos y cincuenta, y á mí tambien me prendieron, y nos sentenciaron
en ciertos pesos de oro de tipuzque, y nos desterraron de cinco leguas
de Méjico, y luego nos alzaron el destierro, y aun á muchos de nosotros
no nos demandaron el dinero de la sentencia, porque era poca cosa.
Y tras esta tormenta, ponen á Cortés otra demanda las personas que mal
le querian, y fué, que se habia alzado con mucha cantidad de oro y
joyas y plata de gran valía, que se hubo en la toma de Méjico, y aun la
recámara de Guatemuz, y que no dió parte dello á los conquistadores,
sino á cosa de ochenta pesos, y que en su nombre le envió á Castilla,
diciendo que servia á su majestad con ello, y se quedó con la mayor
parte dello, que no lo envió todo: y eso que envió, que lo robó en el
mar un Juan Florin, frances, corsario, que fué el que ahorcaron en el
Puerto Pico, como dicho tengo en los capítulos que dello hablan, y que
era obligado el Cortés á pagar todo aquello que el Juan Florin robó,
y más lo que escondió, y le pusieron otras demandas, y en todas le
condenaban que lo pagase de sus bienes, y se los vendian; y tambien
tuvieron manera y concertaron para que un Juan Suarez, cuñado de
Cortés, demandase públicamente en los estrados, como se lo mandaron, y
presentó testigos cómo y de qué manera dicen que fué su muerte.
Y luego tras esto hubo otros impedimentos, y fué que, como le pusieron
á Cortés la demanda que dicho tengo de la recámara de Guatemuz, y
del oro y plata que se hubo en Méjico, muchos de los que éramos
amigos de Cortés nos juntamos, con licencia de un alcalde ordinario,
en casa de un García Holguin, y firmamos que no queriamos parte de
aquellas demandas del oro ni de la recámara, ni por nuestra parte
fuese compelido Cortés á que pagase ninguna cosa dello, y deciamos
que sabiamos cierto y claramente que lo enviaba á su majestad, y
lo hubimos por bueno hacer aquel servicio á nuestro Rey y señor; y
como el presidente y los oidores vieron que dimos peticiones sobre
ello, nos mandaron prender á todos, diciendo que sin su licencia
no nos habiamos de juntar ni firmar cosa ninguna; y como vieron la
licencia del alcalde, puesto que nos sentenciaron en destierro de
Méjico cinco leguas, luego nos le alzaron, y todavía lo recebíamos por
grandes molestias y agravios; y luego tras esto se pregonó que todos
los que venian del linaje de indios, ó moros que hubiesen quemado ó
ensambenitado por la santa Inquisicion en el cuarto grado á sus padres
ó abuelos, que dentro de seis meses saliesen de la Nueva-España, so
pena de perdimiento de la mitad de sus bienes; y en aquel tiempo vieran
el acusar que acusaban unos á otros, y el infamar que hacian, y no
salieron de la Nueva-España sino dos.
Y para los conquistadores, como eran tan buenos y cumplian lo que su
majestad mandaba, en cuanto al dar indios á los que eran verdaderos
conquistadores, á ninguno dejaban de dar indios, é de lo que vacaba les
hacian muchas mercedes.
Lo que les echó á perder fué la demasiada licencia que daban para
herrar esclavos.
Pues en lo de Pánuco se herraron tantos, que casi despoblaron aquella
provincia; y el Nuño de Guzman, que era franco y de noble condicion,
envió en aguinaldo una cédula de un pueblo que se dice Guazpaltepeque
al contador Albornoz, que habia pocos dias que volvió de Castilla é
vino casado con una señora que se decia doña Catalina de Loaisa, y aun
trujo el Rodrigo de Albornoz de España licencia de su majestad para
hacer un ingenio de azúcar en un pueblo que se dice Cempoal, el cual
pueblo en pocos años destruyó.
Volvamos á nuestro cuento: que, como el Nuño de Guzman hacia aquellas
franquezas y herraba tantos indios por esclavos, é hizo muchas
molestias á Cortés; y del licenciado Delgadillo decian que hacia dar
indios á personas que le acudian con cierta renta, y hacia compañías,
y tambien porque puso por alcalde mayor en la villa de Guaxaca á
su hermano, que se decia Berrio, y hallaron que el hermano llevaba
cohechos y hacia muchos agravios á los vecinos; y tambien se halló
que en la villa de los zapotecas puso otro teniente, que se decia
Delgadillo como él, que tambien llevaba cohechos y hacia injusticias, y
el licenciado Matienzo era viejo; y fueron tantas las cosas que dellos
decian con probanzas, y aun cartas de los Prelados y religiosos, que,
viendo su majestad y los del Real consejo de Indias las informaciones
y cartas que contra ellos fueron, mandó que luego sin más dilacion
se quitase redondamente toda la Real audiencia y los castigasen, y
pusiesen otro presidente é oidores que fuesen de ciencia y buena
conciencia y rectos en hacer justicia; y mandó que luego fuesen á la
provincia de Pánuco á saber qué tantos mil esclavos habian herrado,
y fué el mismo Matienzo por mandado de su majestad, que á este viejo
oidor hallaron con ménos cargos y mejor juez que á los demas; y demas
desto, luego se dieron por ningunas las cédulas que habian dado para
herrar esclavos, y se mandaron quebrar todos los hierros con que se
herraban, y que dende allí adelante no se hiciesen más esclavos, y aun
se mandó hacer memoria de los que habia en toda la Nueva-España, para
que no se vendiesen ni se sacasen de una provincia á otra; y demas
desto, mandó que todos los repartimientos y encomiendas de indios que
habia dado el Nuño de Guzman y los demas oidores á deudos y paniaguados
y á sus amigos, ó á otras personas que no tenian méritos, que luego
sin ser más oidos se los quitasen, y los diesen á las personas que su
majestad habia mandado que los hubiese.
Quiero traer aquí á la memoria qué pleitos y debates hubo sobre este
tornar á quitar los indios de encomienda que ya les habia dado el Nuño
de Guzman, juntamente con los oidores; unos alegaban ser conquistadores
no lo siendo, é otros pobladores de tantos años, y que si entraban
y salian en casa del presidente é oidores, que era para les servir
y honrar y acompañar, é hacer lo que por ellos les fuese mandado en
cosas que fuesen cumplideras al servicio de su majestad, y que no
entraban en sus casas por criados ni paniaguados, y cada uno defendia
y alegaba lo que más á su provecho podia; y fué de tal manera la cosa,
que á pocos de los que les habian dado los indios, se los tornaron á
quitar, sino fué á los que diré aquí: el pueblo de Guazpaltepeque al
contador Rodrigo de Albornoz, que le hubo enviado el Nuño de Guzman
en aguinaldo; y tambien le quitaron á un Villaroel, marido que fué de
Isabel de Ojeda, otro pueblo de Cornabaca, y tambien los quitaron á un
mayordomo de Nuño de Guzman, que se decia Villegas, y á otros deudos y
criados de los mismos oidores, y otros se quedaron con ellos.
Pues como se supo esta nueva en Méjico, que vino de Castilla, que
quitaban redondamente toda la audiencia Real, en lo que entendieron
Nuño de Guzman y Delgadillo y Matienzo fué luego enviar procuradores
á Castilla para abonar sus cosas con probanzas de testigos que ellos
quisieron tomar como quisieron, para que dijesen que eran muy buenos
jueces y que hacian lo que su majestad les mandaba, y otros abonos que
les convenia decir para que en Castilla los diesen por buenos jueces.
Pues para elegir á las personas que habian de ir con los poderes, ansí
para que procurasen por ellos como para cosas que convenian á aquella
ciudad y Nueva-España, y á la gobernacion della, mandaron que nos
juntásemos en la iglesia mayor todos los procuradores que teniamos
poder de las ciudades é villas, que en aquella sazon nos hallamos en
Méjico, y con nosotros juntamente algunos conquistadores, personas de
cuenta, y por nuestros votos quisieron que eligiéramos para que fuese
procurador á Castilla al factor Salazar; porque, como ya he dicho
otras veces, puesto que el Nuño de Guzman y el Matienzo y Delgadillo
hacian algunos desatinos, ya atrás por mí memorados, por otra parte
eran tan buenos para todos los conquistadores y pobladores, que nos
daban de los indios que vacaban; y con esta confianza creyeron que
votáramos por el factor, que era la persona que ellos querian enviar en
nombre.
Pues como nos hubimos juntado en la iglesia mayor de aquella ciudad,
como nos fué mandado, eran tantas las voces y tabaola y behetría que
daban muchas personas de las que no eran llamadas para aquel efeto,
que se entraron por fuerza en la iglesia, que, aunque les mandábamos
salir fuera della, no querian ni aun callar; en fin, como cosa de
comunidad daban voces; y como aquello vimos, fuimos á decir al
presidente é oidores que para otro dia lo dejábamos, y que en casa del
mismo presidente, donde hacian la Real audiencia, eligiriamos á quien
viésemos que convenia; y despues nos pareció que solamente querian
nombrar personas amigas del Nuño de Guzman y Delgadillo y Matienzo; y
acordamos se eligiese una persona por parte de los mismos oidores y
otra por la parte de Cortés; y fueron nombrados, á Bernardino Vazquez
de Tapia por la parte de Cortés, y por la parte de los oidores á un
Antonio de Carvajal, que fué capitan de bergantines; mas, á lo que
entónces á mí me pareció, ansí el Bernardino Vazquez de Tapia como el
Carvajal eran aficionados á las cosas de Nuño de Guzman mucho más que
á las de Cortés, y tenian razon, porque ciertamente nos hacian más bien
y cumplian algo de lo que su majestad mandaba en dar indios que no
Cortés, puesto que los pudiera dar muy mejor que todos en el tiempo que
tuvo el mando; mas, como somos tan leales los españoles, por haber sido
Cortés nuestro capitan le teniamos aficion, más que él tuvo voluntad de
nos hacer bien, habiéndoselo mandado su majestad, pudiendo cuando era
gobernador.
Pues ya elegidos, sobre los capítulos que habian de llevar hubo otras
contiendas; porque decian el presidente é oidores que era cumplidero
al servicio de Dios y de su majestad, y con parecer de todos los
procuradores, que no volviese Cortés á la Nueva-España, porque estando
en ella siempre habria bandos y revueltas, y quedando en ella no habria
buena gobernacion, y por ventura se alzaria con ella; y todos los más
procuradores lo contradecíamos, y que era muy leal y gran servidor de
su majestad; y en aquella sazon llegó don Pedro de Albarado á Méjico,
que habia venido de Castilla y traia la gobernacion de Guatimala, é
adelantado, é comendador de Santiago, y casado con una señora que se
decia doña Francisca de la Cueva, y falleció aquella señora así como
llegó á la Veracruz.
Pues como llegó á Méjico, con mucho luto él y sus criados, y como
entendió los capítulos que enviaban por parte del presidente é oidores,
túvose órden que el mismo adelantado, con los demas procuradores,
escribiésemos á su majestad todo lo que la audiencia Real intentaba;
y como fueron los procuradores, por mí ya nombrados, á Castilla con
los recaudos y capítulos que habian de pedir, y los del Real Consejo
de Indias conocieron que todo iba guiado contra Cortés por pasion,
no quisieron hacer cosa que conviniese al Nuño de Guzman ni á los
demas oidores, porque ya estaba mandado por su majestad que de hecho
les quitasen el cargo; y tambien en este instante Cortés estaba en
Castilla, que en todo les fué muy contrario, é volvia por su honra y
estado, y luego se apercibió Cortés para venir á la Nueva-España con
la señora marquesa su mujer y casa; y entre tanto que viene, diré cómo
Nuño de Guzman fué á poblar una provincia que se dice Xalisco, é acertó
en ello muy mejor que no Cortés en lo que envió á descubrir, como
adelante verán.


CAPÍTULO CXCVII.
CÓMO NUÑO DE GUZMAN SUPO POR CARTAS CIERTAS DE CASTILLA QUE LE
QUITABAN EL CARGO, PORQUE HABIA MANDADO SU MAJESTAD QUE LE QUITASEN DE
PRESIDENTE Á ÉL Y Á LOS OIDORES, Y VINIESEN OTROS EN SU LUGAR, ACORDÓ
DE IR Á PACIFICAR Y CONQUISTAR LA PROVINCIA DE XALISCO, QUE AGORA SE
DICE LA NUEVA-GALICIA.

Pues como Nuño de Guzman supo por cartas ciertas que le quitaban el
cargo de ser presidente á él y á los oidores, é venian otros oidores;
como en aquella sazon todavía era presidente el Nuño de Guzman, allegó
todos los más soldados que pudo, así de á caballo como escopeteros
y ballesteros, para que fuesen con él á una provincia que se dice
Xalisco; y los que no querian ir de grado, apremiábalos que fuesen,
ó por fuerza, ó habian de dar dineros á otros soldados que fuesen en
su lugar, y si tenian caballos se los tomaban, y cuando mucho, no les
pagaban sino la mitad ménos de lo que valian; y los vecinos ricos de
Méjico ayudaron con lo que podian, y llevó muchos indios mejicanos
cargados y otros de guerra para que le ayudasen, y por los pueblos que
pasaba con su fardaje hacíales grandes molestias.
Y fué á la provincia de Mechoacan, que por allí era su camino, y
tenian los naturales de los pueblos de aquella provincia, de los
tiempos pasados, mucho oro, é aunque era bajo, porque estaba revuelto
con plata, le dieron cantidad dello; y porque el Cazonci era el mayor
cacique de aquella provincia, que así se llamaba, no le dió tanto oro
como le demandaba el Nuño de Guzman, le atormentó y le quemó los piés,
y porque le demandaba indios é indias para su servicio, y por otras
trancanillas que se le levantaron al pobre cacique, lo ahorcó, que fué
una de las más malas é feas cosas que presidente ni otras personas
podian hacer, y todos los que iban en su compañía se lo tuvieron á mal
é crueldad; y llevó de aquella provincia muchos indios cargados hasta
donde pobló la ciudad que agora llaman de Compostela, con harta costa
de la hacienda de su majestad y de los vecinos de Méjico, que llevó por
fuerza; y porque yo no me hallé en aquesta jornada, se quedará aquí;
mas cierto que Cortés ni el Nuño de Guzman jamás se hubieron bien; y
tambien sé que siempre se estuvo en aquella provincia el Nuño de Guzman
hasta que su majestad mandó que enviasen por él á Xalisco á su costa,
y le trujeron preso á Méjico á dar cuenta de las demandas y sentencias
que contra él dieron en la Real audiencia que nuevamente en aquella
sazon vino, y le prendiesen á pedimiento de Matienzo, y Delgadillo.
Quiérolo dejar en este estado, y diré cómo llegó la Real audiencia á
Méjico, y lo que hizo.


CAPÍTULO CXCVIII.
CÓMO LLEGÓ LA REAL AUDIENCIA Á MÉJICO, Y LO QUE SE HIZO.

Ya he dicho en el capítulo pasado cómo su majestad mandó quitar toda la
Real audiencia de Méjico, y dió por ningunas las encomiendas de indios
que habian dado el presidente é oidores que en ella residian; porque
los daban á sus deudos y paniaguados y á otras personas que no tenian
méritos; y mandó su majestad que se los quitasen y los diesen á los
conquistadores que estaban con pobres repartimientos; y porque tuvieron
noticia que no hacian justicia ni cumplieron sus Reales mandatos; é
mandó venir otros oidores que fuesen de ciencia y conciencia, y les
encargó que en todo hiciesen justicia, y por presidente vino don
Sebastian Ramirez de Villaescusa, que en aquella sazon era Obispo de
Santo Domingo, y cuatro licenciados por oidores, que se decian el
licenciado Alonso Maldonado de Salamanca, y el licenciado Zainos, de
Toro ó de Zamora, y el licenciado Vasco de Quiroga, de Madrigal, que
despues fué Obispo de Mechoacan, y el licenciado Salmeron, de Madrid;
y primero llegaron á Méjico los oidores que llegase el Obispo de Santo
Domingo; y se les hizo dos grandes recebimientos, así á los oidores,
que vinieron primero, como al presidente, que vino de ahí á pocos dias;
y luego mandaron pregonar residencia general, y de todas las ciudades
y villas vinieron muchos vecinos y procuradores, y aun caciques y
principales, y dieron tantas quejas del presidente é oidores pasados,
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