Verdadera historia de los sucesos de la conquista de la Nueva-España (3 de 3) - 06

Total number of words is 5204
Total number of unique words is 1115
38.8 of words are in the 2000 most common words
51.8 of words are in the 5000 most common words
59.2 of words are in the 8000 most common words
Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
mostrando sus poblaciones quemadas, y dieron relacion á Cortés cómo
estaban los españoles adelante.
Y dejallo he aquí, y diré cómo otro dia salimos de aquel pueblo, y lo
que más hubo en el camino.


CAPÍTULO CLXXVIII.
CÓMO SEGUIMOS NUESTRO VIAJE, Y LO QUE EN ELLO NOS AVINO.

Como salimos del pueblo cercado, que ansí le llamábamos de allí
adelante, entramos en bueno y llano camino, y todo cabanas y sin
árboles, y hacia un sol tan caluroso y recio, que otro mayor resistero
no habiamos tenido en el camino.
É yendo por aquellos campos rasos, habia tantos de venados y corrian
tan poco, que luego los alcanzábamos á caballo, por poco que corríamos
tras ellos, y se mataron sobre veinte; y preguntando á las guias
que llevábamos que cómo corrian tan poco aquellos venados, y no se
espantaban de los caballos ni de otra cosa ninguna, dijeron que en
aquellos pueblos, que ya he dicho que se decian los Mazatecas, que los
tienen por sus dioses, porque les ha parecido en su figura, y que les
mandó su ídolo que no les maten ni espanten, y que ansí lo han hecho, y
que á esta causa no huyen, y en aquella caza, á un pariente de Cortés,
que se decia Palacios Rubios, se le murió un caballo porque se le
derritió la manteca en el cuerpo con el gran calor y corrió mucho.
Dejemos la caza, y digamos que luego llegamos á las poblaciones
quemadas, que era mancilla verlo todo destruido é quemado.
É yendo por nuestras jornadas, como Cortés siempre enviaba adelante
corredores del campo á caballo y sueltos peones, alcanzaron dos indios
naturales de otro pueblo que estaba adelante, por donde habiamos de ir,
que venian de caza y cargados de un gran leon y muchas iguanas, que
son de hechura de sierpes chicas, que en estas partes ansí las llaman,
iguanas, que son muy buenas de comer; y les preguntaron que si estaba
cerca su pueblo, y dijeron que sí y que ellos guiarian hasta el pueblo,
y estaba en una isleta cercada de agua dulce, que no podiamos pasar por
la parte que íbamos sino en canoas, y rodeamos poco más de media legua;
y tenian paso, que daba el agua hasta la cinta, y hallámosle poblado
con la mitad de los vecinos, porque los demas se habian dado buena
priesa á esconder con sus haciendas entre unos carrizales, donde tenian
cerca sus sementeras, donde durmieron muchos de nuestros soldados que
se quedaron en los maizales, y tuvieron bien de cenar y se bastecieron
para otros dias; y hallamos en el pueblo un gran lago de agua dulce,
y tan lleno de pescados grandes, que parecian como sábalos muy
desabridos, que tienen muchas espinas, y con unas mantas viejas y con
redes rotas que hallamos en aquel pueblo, porque ya estaba despoblado,
se pescaron todos los peces que habia en el agua, que eran más de mil;
y allí buscamos guias, las cuales se tomaron en unas labranzas; y
de que Cortés les hubo hablado con doña Marina que nos encaminasen á
los pueblos adonde habia hombres con barbas y caballos, se alegraron
como no les haciamos mal ninguno; y dijeron que ellos nos mostrarian
el camino de buena voluntad, que de ántes creian que los queriamos
matar; y fueron cinco dellos con nosotros por un camino bien ancho, y
miéntras más adelante íbamos se iba ensangostando, á causa de un gran
rio y estero que allí cerca estaba, que parece ser en él se embarcaban
y desembarcaban en canoas, é iban por agua al pueblo donde habiamos
de ir, que se dice Tayasal, el cual está en una isleta cerca de agua,
é si no es en canoas no pueden entrar en él por tierra, y blanqueaban
las casas y adoratorios de más de dos leguas que se parecian, y era
cabecera de otros pueblos chicos que allí cerca están.
Volvamos á nuestra relacion: que como vimos que el camino ancho que de
ántes traiamos se habia vuelto en vereda muy angosta, bien entendimos
que por el estero se mandaban, é ansí nos lo dijeron los guias que
traiamos; acordamos de dormir cerca de unos altos montes, y aquella
noche fueron cuatro capitanías de soldados por las veredas que salian
al estero, á tomar guias, y quiso Dios que se tomaron dos canoas con
diez indios y dos mujeres, y traian las canoas cargadas con maíz y sal,
y luego los llevaron á Cortés, y les halagó y habló muy amorosamente
con la lengua doña Marina, y dijeron que eran naturales del pueblo que
estaba en la isleta, y que estaria de allí, á lo que señalaban, obra
de cuatro leguas; y luego Cortés mandó que se quedase con nosotros la
mayor canoa y cuatro indios y las dos mujeres, y la otra canoa envió al
pueblo con seis indios y dos españoles, á rogar al Cacique que traiga
canoas al pasar del rio, y que no se le haria ningun enojo, y le envió
unas cuentas de Castilla, y luego fuimos nuestro camino por tierra
hasta el gran rio, y la una canoa fué por el estero hasta llegar al
rio; é ya estaba el Cacique con otros muchos principales aguardando al
pasaje con cinco canoas, y trujeron cinco gallinas y maíz, y Cortés
les mostró gran voluntad; y despues de muchos buenos razonamientos
que hubo de los caciques á Cortés, acordó de ir con ellos á su pueblo
en aquellas canoas, y llevó consigo treinta ballesteros; y llegado á
las casas, le dieron de comer y poco oro bajo y de poca valía, y unas
mantas, y le dijeron que habia españoles así como nosotros en dos
pueblos, que el uno ya he dicho que se decia Nito, que es el San Gil de
Buena-Vista, al Golfo-Dulce; y agora le dan nuevas que hay otros muchos
españoles en Naco, y que habrá del un pueblo al otro diez dias de
camino, y que el Nito es en la costa del Norte y el Naco en la tierra
adentro; y Cortés nos dijo que por ventura el Cristóbal de Olí habia
repartido su gente en dos villas; que entónces no sabiamos de los de
Gil Gonzalez de Ávila, que pobló á San Gil de Buena-Vista.
Volvamos á nuestro viaje, que todos pasamos aquel gran rio en canoas,
y dormimos obra de dos leguas de allí, y no anduvimos más porque
aguardamos á Cortés que viniese del pueblo, y como vino, mandó que
dejásemos en aquel pueblo un caballo morcillo, que estaba malo de
la caza de los venados y se le habia derretido el unto en el cuerpo
y no se podia tener; y en este pueblo se huyó un negro y dos indias
naborías, y se quedaron tres españoles, que no se echaron ménos hasta
de ahí á tres dias; que más querian quedar entre enemigos que venir con
tanto trabajo con nosotros.
Este dia estuve yo muy malo de calenturas y del gran sol que se me
habia entrado en la cabeza, porque ya he dicho otra vez que entónces
hacia recio sol; y bien se pareció, porque luego comenzó á llover tan
recias aguas, que en tres dias y noches no dejó de llover; y no nos
paramos en el camino, porque aunque quisiéramos aguardar que hiciera
buen tiempo, no teniamos bastimento de maíz, y por temor no faltase
íbamos caminando.
Volvamos á nuestra relacion: que desde á dos dias dimos en una
sierrezuela de unas piedras que cortaban como navajas; y puesto que
fueron nuestros soldados á buscar otros caminos para dejar aquella
sierra de los pedernales, más de una legua á una parte é á otra no
hallaron otro camino, sino pasar por el que íbamos; é hicieron tanto
daño aquellas piedras á los caballos, que como llovia resbalaban y
caian, y cortábanse piernas y brazos y aun en los cuerpos, y miéntras
más abajábamos, peor era, porque ya era la bajada de la sierrezuela;
allí se nos quedaron ocho caballos muertos, y los más que escaparon
dejarretados; y se le quebró una pierna á un soldado que se decia
Palacios Rubios, deudo de Cortés; y cuando nos vimos fuera de la sierra
de los Pedernales, que así la llamábamos desde allí adelante, dimos
muchas gracias y loores á Dios.
Pues ya que llegábamos cerca de un pueblo que se dice Taica, íbamos
gozosos creyendo hallar bastimentos, y ántes de llegar á él venia
un rio de una sierra entre grandes peñascos y derrumbaderos, y como
habia llovido tres dias y tres noches, venia tan furioso y con tanto
ruido, que bien se oia á dos leguas, por caer entre grandes peñas; y
demas desto, venia muy hondo, y pasalle era por demas, y acordamos de
hacer una puente desde unas peñas á otras, y tanta priesa nos dimos en
tenella hecha, con árboles muy gruesos, que en tres dias comenzamos á
pasar para ir al pueblo; y como estuvimos allí los tres dias haciendo
la puente, los indios naturales del pueblo tuvieron lugar de esconder
el maíz y todo el bastimento y ponerse en cobro, que no los podiamos
hallar en todos los rededores; y con la hambre, que ya nos aquejaba,
estábamos todos como atónitos, pensando en la comida é trabajos.
Yo digo que verdaderamente nunca habia sentido tanto dolor en mi
corazon como entónces, viendo que no tenia de comer ni qué dar á mi
gente, y estar con calenturas, puesto que con diligencia lo buscábamos
más de dos leguas del pueblo en todos los rededores; y esto era víspera
de Pascua de la Resurreccion de nuestro Salvador Jesucristo.
Miren los letores qué Pascua podiamos tener sin comer, que con maíz
fuéramos muy contentos.
Pues como aquesto vió Cortés, luego envió de sus criados y mozos de
espuelas, con las guias, á buscar por los montes y barrancos maíz: el
primer dia de Pascua trujieron obra de una hanega; y como vió la gran
necesidad, mandó llamar ciertos soldados, todos los más vecinos de
Guacacualco, y entre ellos me nombró á mí, y nos dijo que nos rogaba
mucho que trastornásemos toda la tierra y buscásemos de comer, que ya
viamos en qué estado estaba todo el real; y en aquella sazon estaba
delante de Cortés, cuando nos lo mandaba, Pedro de Ircio, que hablaba
mucho, y dijo que le suplicaba que le enviase por nuestro capitan, y le
dijo Cortés:
—«Id en buen hora.»
Y como aquello yo entendí, y sabia que Pedro de Ircio no podia andar
á pié, y nos habia de estorbar ántes que ayudar, secretamente dije á
Cortés, y al capitan Sandoval que no fuese Pedro de Ircio, que no podia
andar por los lodos y ciénagas con nosotros, porque era paticorto y no
era para ello, sino para mucho hablar, y que no era para ir á entradas;
que se pararia ó sentaria en el camino de rato en rato.
Y luego mandó Cortés que se quedase, y fuimos cinco soldados con dos
guias por unos rios bien hondos, y despues de pasados los rios, dimos
en unas ciénagas, y luego en unas estancias, donde estaba recogida
toda la mayor parte de gente de aquel pueblo, y hallamos cuatro casas
llenas de maíz y muchos frisoles y sobre treinta gallinas, y melones
de la tierra, que se dicen en estas tierras ayotes, y apañamos cuatro
indios y tres mujeres, y tuvimos buena Pascua, y esa noche llegaron á
aquellas estancias sobre mil mejicanos que mandó Cortés que fuesen tras
nosotros y nos siguiesen porque tuviesen de comer; y todos muy alegres
cargamos á los mejicanos todo el maíz que pudieron llevar, y que Cortés
lo repartiese, y tambien le enviamos veinte gallinas para Cortés y
Sandoval, y los indios y las indias, y quedamos guardando dos casas de
maíz, no las quemasen ó llevasen de noche los naturales del pueblo; y
luego otro dia pasamos más adelante con otras guias, y topamos otras
estancias, y habia maíz y gallinas, y otras cosas de legumbres, y luego
hice tinta, y en un cuero de atambor escribí á Cortés que enviase
muchos indios, porque habia hallado otras estancias con maíz; y como le
envié las indias y los indios y lo por mí dicho, y lo supieron en todo
el real, otro dia vinieron sobre treinta soldados y más de quinientos
indios, y todos llevaron recaudo, y desta manera, gracias á Dios, se
proveyó el real; y estuvimos en aquel pueblo cinco dias, y ya he dicho
que se dice Taica.
Dejemos desto, y quiero decir que, como hicimos esta puente, y en todos
los caminos hicimos las grandes puentes, y despues que aquellas tierras
y provincias estuvieron de paz, los españoles que por aquellos caminos
estaban y pasaban, y hallaban algunas de las puentes sin se haber
deshecho al cabo de muchos años, y los grandes árboles que en ellas
poniamos, se admiran dello, y suelen decir agora: «Aquí son las puentes
de Cortés;» como si dijesen, las columnas de Hércules.
Dejémonos de estas memorias, pues no hacen á nuestro caso, y digamos
cómo fuimos por nuestro camino á otro pueblo que se dice Tania, y
estuvimos en llegar á él dos dias, y hallámosle despoblado y buscamos
de comer, y hallamos maíz é otras legumbres, mas no muy abastado; y
fuimos por los rededores dél á buscar camino, y no le hallábamos,
sino todos rios y arroyos, y las guias que habiamos traido del pueblo
que dejamos atrás se huyeron una noche á ciertos soldados que las
guardaban, que eran de los recien venidos de Castilla, que pareció
ser se durmieron; y de que Cortés lo supo, quiso castigar á los
soldados por ello, y por ruegos los dejó, y entónces envió á buscar
guias y camino, y era por demas hallarlo por tierra enjuta, porque
todo el pueblo estaba cercado de rios y arroyos, y no se podian tomar
ningunos indios ni indias; y demas desto, llovia á la contina, y no
nos podiamos valer de tanta agua, y Cortés y todos nosotros estaban
espantados y penosos de no saber ni hallar camino por donde ir, y
entónces muy enojado dijo Cortés á Pedro de Ircio y á otros capitanes,
que eran los de Méjico:
—«Agora querria yo que hubiese quien dijese que queria ir á buscar
guias ó camino, y no dejallo todo á los vecinos de Guacacualco.»
Y Pedro de Ircio, como oyó aquellas palabras, se apercibió con seis
soldados, sus conocidos y amigos, y fué por una parte, y un Francisco
Marmolejo, que era persona de calidad, con otros seis soldados, por
otra parte, y un Santa Cruz, burgalés, regidor que fué de Méjico, fué
por otra con otros soldados, y anduvieron todos tres dias, y puesto que
fueron á una parte y á otra, no hallaron camino ni guias, sino todo
agua y arroyos y rios, y cuando hubieron venido sin recaudo ninguno,
queria reventar Cortés de enojo, y dijo al Sandoval que me dijese á
mí el gran trabajo en que estábamos, y que me rogase de su parte que
fuese á buscar guias y camino; y esto lo dijo con palabras amorosas y
á manera de ruegos, por causa que supo cierto que yo estaba malo, como
dicho tengo, que aún tenia calenturas; y aun me habian apercibido ántes
que á Sandoval, me hallase para ir con Francisco Marmolejo, que era mi
amigo, y dije que no podia ir por estar malo y cansado, que siempre me
daban á mí el trabajo, y que enviasen á otro.
Y luego vino Sandoval otra vez á mi rancho, y me dijo por ruegos que
fuese con otros dos compañeros, los que yo escojiese, porque decia
Cortés que, despues de Dios, en mí tenia confianza que traeria recaudo;
y puesto que yo estaba malo, no le pude perder vergüenza, y demandé
que fuese conmigo un Hernando de Aguilar y un Hinojosa, hombres que
sabia que eran de sufrir trabajo; y salimos, y fuimos por unos arroyos
abajo, y fuera de los arroyos, en el monte habia unas señales de ramas
cortadas, y seguimos aquel rastro más de una legua, y luego salimos del
arroyo, y dimos en unos ranchos pequeños, despoblados de aquel dia,
y seguimos el mismo rastro, y desde léjos en una cuesta vimos unos
maizales y una casa, y sentimos gente en ella; y como era ya puesta del
sol, estuvimos en el monte hasta buen rato de la noche, que nos pareció
que debian de dormir los moradores de aquellas milpas, y muy callando
dimos presto en la casa y prendimos tres indios y dos mujeres mozas y
hermosas para ser indias, y una vieja, y tenian dos gallinas y un poco
de maíz y trujimos el maíz y gallinas con los indios é indias, y muy
alegres volvimos al real; y cuando Sandoval lo supo, que fué el primero
que estaba aguardando en el camino sobre tarde, de gozo no podia caber,
y fuimos delante de Cortés, que lo tuvo en más que si le dieran otra
buena cosa.
Entónces dijo Sandoval á Pedro de Ircio si tuvo Bernal Diaz del
Castillo razon el otro dia cuando fué á buscar maíz, en decir que no
queria ir sino con hombres sueltos, y no con quien vaya todo el camino
muy de espacio, contando lo que le acaeció al conde de Urueña y á don
Pedro Jiron, su hijo (porque estos cuantos decia el Pedro de Ircio
muchas veces); no teneis razon de decir que él os revolvia con el señor
capitan é conmigo; é todos se rieron dello; y esto dijo el Sandoval
porque el Pedro de Ircio estaba mal conmigo; y luego Cortés me dió las
gracias por ello y dijo:
—«Siempre tuve que habia de traer recaudo.»
Quiero dejar destas alabanzas, pues son vaciadizas, que no traen
provecho ninguno; que otros las dijeron en Méjico cuando contaban deste
trabajoso viaje.
Volvamos á decir que Cortés se informó de las guias y de las dos
mujeres, y todos conformaron que por un rio abajo habiamos de ir á un
pueblo que está de allí dos dias de camino: el nombre del pueblo se
decia Oculizti, que era de más de ducientas casas, y estaba despoblado
de pocos dias pasados; é yendo por nuestro rio abajo, topamos unos
grandes ranchos, que eran de indios mercaderes, donde hacian jornada, y
allí dormimos; y otro dia entramos en el mismo rio y arroyo, y fuimos
obra de media legua por él, y dimos en buen camino, y á aquel pueblo
de Coliste llegamos aquel dia, y habia mucho maíz y legumbres, y en
una casa de adoratorios de ídolos se halló un bonete viejo colorado y
un alparagate ofrecido á los ídolos; y ciertos soldados que fueron
por las barrancas trujeron á Cortés dos indios viejos y cuatro indias
que se tomaron en los maizales de aquel pueblo, y Cortés les preguntó
con nuestra lengua doña Marina por el camino, y qué tanto estaban de
allí los españoles, y dijeron que dos dias, y que no habia poblado
ninguno hasta allá, y que tenian las casas junto á la costa de la
mar; y luego incontinenti mandó Cortés á Sandoval que fuese á pié con
otros seis soldados, y que saliese á la mar, y que de una manera ú
de otra procurase saber é inquirir si eran muchos españoles los que
allí estaban poblados con Cristóbal de Olí, porque en aquella sazon
no creiamos que hubiese otro capitan en aquella tierra: y esto queria
saber Cortés para que diésemos sobre Cristóbal de Olí de noche si allí
estuviese, ó prendelle á él ó á sus soldados.
Y el Gonzalo de Sandoval fué con los seis soldados, y tres indios por
guias, que para ello llevaba de aquel pueblo de Oculizti; é yendo por
la costa del Norte, vió que venia por la mar una canoa á remo y con la
vela, y se escondió de dia en un monte, porque vieron venir la canoa
con los indios mercaderes, y venia costa á costa, y traian mercaderías
de sal y de maíz, é iban á entrar en el rio grande del Golfo-Dulce, y
de noche la tomaron en un ancon que era puerto de canoas, y en la misma
canoa se metió el Sandoval con dos compañeros y con los indios remeros
que traia la misma canoa y con las tres guias, y se fué costa á costa,
y los demas soldados se fueron por tierra, porque supo que estaba cerca
el rio grande, y llegados que hubieron cerca del rio grande, quiso la
ventura que habian venido aquella mañana cuatro vecinos de la villa,
que estaba poblada, y un indio de Cuba, de los de Gil Gonzalez de
Ávila, en una canoa, y pasaron de la parte del rio á buscar una fruta
que llaman zapotes para comer asados, porque en la villa donde estaban
pasaban mucha hambre y estaban todos los más dolientes, y no osaban
salir á buscar bastimentos á los pueblos, porque les habian dado guerra
los indios cercanos y muerto diez soldados despues que los dejó allí
Gil Gonzalez de Ávila.
Pues estando derrocando los de Gil Gonzalez los zapotes del árbol,
y estaban encima del árbol los dos hombres, cuando vieron venir la
canoa por la mar, en que venia Gonzalo de Sandoval; y sus compañeros
se espantaron y admiraron de cosa tan nueva, y no sabian si huir, si
esperar; y como llegó Sandoval á ellos les dijo que no hubiesen miedo,
y así, estuvieron quedos y muy espantados; y despues de bien informados
el Sandoval y sus compañeros de los españoles cómo y de qué manera
estaban allí poblados los de Gil Gonzalez de Ávila, del mal suceso de
la armada del de las Casas, que se perdió, y cómo Cristóbal de Olí
los tuvo presos al de las Casas y al Gil Gonzalez de Ávila, y cómo
degollaron en Naco á Cristóbal de Olí por sentencia que dieron contra
él, y cómo eran partidos para Méjico, y supieron quién y cuántos
estaban en la villa, y la gran hambre que pasaban, y cómo habia pocos
dias que habian ahorcado en aquella villa al teniente capitan que les
dejó allí el Gil Gonzalez de Ávila, que se decia Armenta, y por qué
causa le ahorcaron, que fué porque no les dejaba ir á Cuba.
Acordó Sandoval de llevar luego aquellos hombres á Cortés, y no hacer
novedad ni ir á la villa sin él, para que de sus personas fuese
informado; y entónces un soldado que se decia Alonso Ortiz, vecino que
despues fué de una villa que se dice San Pedro, suplicó á Sandoval que
le hiciese merced de darle licencia para adelantarse una hora para
llevar las nuevas á Cortés y á todos los que con él estábamos, porque
le diésemos albricias, y así lo hizo; de las cuales nuevas se holgó
Cortés y todo nuestro Real, creyendo que allí acabáramos de pasar
tantos trabajos como pasábamos, y se nos doblaron mucho más, segun
adelante diré; é á Alonso Ortiz, que llevó estas nuevas, Cortés le dió
luego un caballo muy bueno rosillo, que llaman Cabeza de Moro, y todos
le dimos de lo que entónces teniamos; y luego llegó el capitan Sandoval
con los soldados y el indio de Cuba, y dieron relacion á Cortés de todo
lo por mí dicho, y de otras muchas cosas que les preguntaba, y cómo
tenian en aquella villa un navío que estaban calafateando en un puerto
obra de media legua de allí, el cual tenian para se embarcar todos en
él é irse á Cuba, y que porque no les habia dejado embarcar el teniente
Armenta le ahorcaron, y tambien porque mandaba dar garrote á un clérigo
que revolvia la villa, y alzaron por teniente á un Antonio Nieto en
lugar del Armenta, que ahorcaron.
Dejemos de hablar de las nuevas de los dos españoles, y digamos los
lloros que en su villa se hicieron viendo que no volvian aquella noche
los vecinos y el indio de Cuba, que habian ido á buscar la fruta, que
creyeron que indios los habian muerto, ó tigres ó leones, y el uno de
los vecinos era casado, y su mujer lloraba por él, y todos los vecinos,
y tambien el clérigo, que se llamaba el bachiller Hulano Velazquez; y
se juntaron en la iglesia, y rogaban á Dios que les ayudase y que no
viniesen más males sobre ellos, y no hacia la mujer sino rogar á Dios
por el ánima del marido.
Volvamos á nuestra relacion: que luego Cortés nos mandó á todo nuestro
ejército ir camino de la mar, que seria seis leguas, y aun en el
camino habia un estero muy crecido y hondo, que crecia y menguaba, y
estuvimos aguardando que menguase medio dia, y lo pasamos á vuelapié
é á nado, y llegamos al rio del Golfo-Dulce, y el primero que quiso
ir á la villa, que estaba de allí dos leguas, fué el mismo Cortés con
seis soldados, sus mozos de espuelas, y fué, á las dos canoas atadas,
que una era en que habian venido los soldados de Gil Gonzalez á buscar
zapotes, y la otra que Sandoval habia tomado en la costa á los indios;
que para aquel menester las habian varado en tierra y escondido en el
monte para pasar en ellas, y las tornaron á echar al agua, y se ataron
una con otra de manera que estaban bien fijas, y en ellas pasó Cortés
y sus criados, y luego en las mismas canoas mandó que se pasasen dos
caballos, y es desta manera, en las canoas remando, y los caballos del
cabestro nadando junto á las canoas y con maña, y no dar mucho lazo al
caballo, porque no trastorne la canoa; mandó que hasta que viésemos su
carta ó mandato, que no pasásemos ningunos en las mismas canoas, por el
gran riesgo que habia en el pasaje, que Cortés se vió arrepentido de
haber ido en ellas, porque venia el rio con gran furia.
Y dejallo hé aquí, y diré lo que más nos pasó.


CAPÍTULO CLXXIX.
CÓMO CORTÉS ENTRÓ EN LA VILLA DONDE ESTABAN POBLADOS LOS DE GIL
GONZALEZ DE ÁVILA, Y DE LA GRAN ALEGRÍA QUE TODOS LOS VECINOS HUBIERON,
Y LO QUE CORTÉS ORDENÓ.

Despues que Cortés hubo pasado el gran rio del Golfo-Dulce de la
manera que dicho tengo, fué á la villa donde estaban poblados los
españoles de Gil Gonzalez de Ávila, que seria de allí á dos leguas,
que estaban junto á la mar, y no adonde solian estar primero poblados,
que llamaron San Gil de Buena-Vista; y cuando vieron entre sus casas
hombres á caballo y otros seis á pié, espantáronse en gran manera,
y como supieron que era Cortés, que tan nombrado era en todas estas
partes de las Indias y en Castilla, no sabian qué se hacer de placer; y
despues de venir todos á besarle las manos y darle el parabien-venido,
Cortés les habló muy amorosamente, y mandó al teniente, que se decia
Nieto, fuese donde daban carena al navío y trujesen dos bateles que
tenian, y que si habia canoas, que asimismo las trujesen atadas de
dos en dos, y mandó que se buscase todo el cazabe que allí tenian y
llevasen al capitan Sandoval, que otro pan de maíz no habia para que
comiesen, y repartiese entre todos nosotros los de su ejército; y el
teniente lo buscó luego y no se hallaron cincuenta libras dello, porque
no comian sino zapotes asados y legumbres y algun marisco que pescaban;
y aun aquel cazabe que dieron guardaron para el matalotaje para irse
á Cuba cuando estuviese calafateado el navío.
Y con dos bateles y ocho marineros que luego vinieron, escribió Cortés
á Sandoval que él mismo en persona y el capitan Luis Marin fuesen los
postreros que pasasen aquel gran rio, y que mirase que no se embarcasen
más de los que él mandase; y los bateles pasaron sin mucha carga, por
causa de la gran corriente del rio, que venia muy crecido y recio, y
con cada batel dos caballos, y en las canoas no pasase caballo ninguno,
que se perderian y trastornarian, segun la furia del corriente; y sobre
el pasar delante uno que se decia Saavedra, hermano de otro Abalos,
parientes de Cortés, querian pasar primero, puesto que Sandoval decia
que en la primera barca pasarian, porque pasaban en aquella sazon los
tres religiosos, y que era justo tener primero cumplimiento con ellos;
y como el Saavedra era pariente de Cortés, no quisiera que Sandoval
le pusiera impedimento, sino que callara; y respondióle no tan bien
mirado como convenia; y el Sandoval, que no se las sufria, tuvieron
palabras, de manera que el Saavedra echó mano á un puñal; y puesto que
el Sandoval, como estaba dentro en el rio á más de la rodilla el agua
deteniendo que los bateles no se cargasen demasiado, ansí como estaba
arremetió al Saavedra, y le tenia tomada la mano donde tenia el puñal,
y le derrocó en el agua, y si de presto no nos metiéramos entre ellos y
los despartiéramos, ciertamente el Saavedra librara mal, porque todos
los más soldados nos mostramos de la parte de Sandoval.
Dejemos esta cuestion, y diré cómo estuvimos cuatro dias en pasar aquel
rio, y de comer, ni por pensamiento, si no era de unas pacayas que
nacen de unas palmillas chicas, y otras como nueces, que asábamos y las
partíamos, y los meollos dellas comiamos; y en aquel rio se ahogó un
soldado con su caballo, el cual soldado se decia Tarifa, que pasaba en
una canoa, y no pareció más él ni el caballo.
Tambien se ahogaron dos caballos, y el uno era de un soldado que se
decia Solís Casquete, que hacia bramuras por él é maldecia á Cortés y á
su viaje.
Quiero decir de la grande hambre que allí en el pasar del rio hubo, y
aun del murmurar de Cortés y de su venida, y aun de todos nosotros que
le seguiamos; pues cuando hubimos llegado al pueblo no habia bocado
de cazabe que comer, ni aun los vecinos lo tenian, ni sabian caminos,
si no era de dos pueblos que allí cerca solian estar, que se habian
ya despoblado, y luego Cortés mandó al capitan Luis Marin que con los
vecinos de Guacacualco fuésemos á buscar maíz; lo cual adelante diré.


CAPÍTULO CLXXX.
CÓMO OTRO DIA DESPUES DE HABER LLEGADO Á AQUELLA VILLA, QUE YO NO LE
SÉ OTRO NOMBRE SINO SAN GIL DE BUENA-VISTA, FUIMOS CON EL CAPITAN LUIS
MARIN HASTA OCHENTA SOLDADOS, TODOS Á PIÉ, Á BUSCAR MAÍZ Y Á DESCUBRIR
LA TIERRA, Y LO QUE MÁS PASÓ DIRÉ ADELANTE.

Ya he dicho que como llegamos á aquella villa que Gil Gonzalez de Ávila
tenia poblada, no tenian qué comer, y eran hasta cuarenta hombres y
cuatro mujeres de Castilla y las dos mulatas, y todos dolientes y las
colores muy amarillas; y como no teniamos qué comer nosotros ni ellos,
You have read 1 text from Spanish literature.
Next - Verdadera historia de los sucesos de la conquista de la Nueva-España (3 de 3) - 07