Verdadera historia de los sucesos de la conquista de la Nueva-España (3 de 3) - 07

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no viamos la hora de illo á buscar; y Cortés mandó que saliese el
capitan Luis Marin con los de Guacacualco y buscásemos maíz; y fuimos
con él sobre ochenta soldados á pié hasta ver si habia caminos para
caballos, y llevábamos con nosotros un indio de Cuba que nos fuese
guiando á unas estancias y pueblos que estaban de allí ocho leguas,
donde hallamos mucho maíz é infinitos cacaguatales y frisoles y otras
legumbres, donde tuvimos bien que comer, y aun enviamos á decir á
Cortés que enviase todos los indios mejicanos y llevarian maíz, y
le socorrimos entónces con otros indios con diez hanegas de ello, y
luego enviamos por nuestros caballos; y como Cortés supo que estábamos
en buena tierra, y se informó de indios mercaderes que entónces se
habian prendido en el rio del Golfo-Dulce, que para ir á Naco, donde
degollaron á Cristóbal de Olí, era camino derecho por donde estábamos,
envió á Gonzalo de Sandoval con toda la mayor parte de su ejército que
nos siguiese, y que nos estuviésemos en aquellas estancias hasta ver su
mandado.
Y como llegó el Sandoval adonde estábamos, y vió que habia
abastadamente que comer, se holgó mucho, y luego envió á Cortés sobre
treinta hanegas de maíz con indios mejicanos, lo cual repartió á los
vecinos que en aquella villa quedaban; y como estaban hambrientos y no
eran acostumbrados sino á comer zapotecas asados y cazabe, y como se
hartaron de tortillas, con el maíz que les enviamos, se les hincharon
las barrigas, é como estaban dolientes, se murieron siete dellos; y
estando desta manera con tanta hambre, quiso Dios que aportó allí un
navío que venia cargado de las islas de Cuba con siete caballos, y
cuarenta puercos, y ocho pipas de tasajos salados, y pan cazabe, y
venian hasta quince pasajeros y ocho marineros, y cuya era toda la más
cargazon de aquel navío se decia Anton de Camargo, y Cortés compró
fiado todo cuanto bastimento traia, y repartió dello á los vecinos; y
como estaban de ántes en tanta necesidad y debilitados, y se hartaron
de la carne salada, dió á muchos dellos cámaras, de que murieron
catorce.
Pues como vino aquel navío con la gente y marineros, parecióle á Cortés
que era bien ir á ver y calar y bojar aquel tan poderoso rio, si
habia poblaciones arriba, y qué tierra era; y luego mandó calafatear
un bergantin que estaba al través, que era de los de Gil Gonzalez de
Ávila, y adobar un batel y hacelle como barco del descargo, y con
cuatro canoas, atadas unas con otras, y con treinta soldados y los ocho
hombres de la mar de los nuevamente venidos en el navío, y Cortés por
su capitan, y con veinte indios mejicanos, se fué por el rio, y obra de
diez leguas que hubo ido el rio arriba, halló una laguna muy ancha,
que tenia el ojo de anchor seis leguas, y no habia poblacion ninguna
alrededor della, porque todo era anegadizo; y siguiendo el rio arriba,
venia ya muy corriente más que de ántes, y habia unos saltaderos, que
no podian ir con el bergantin y los bateles y las canoas, acordó de las
dejar allí en el rio en un remanso con seis españoles en guarda dellas,
y fué por tierra por un camino angosto, y llegó á unos pueblezuelos
despoblados, y luego dió en unos maizales, y de allí tomó tres indios
por guias, que le llevaron á unos pueblos chicos, donde tenian mucho
maíz y gallinas, y aun tenian faisanes, que en estas tierras llaman
sacachueles, y perdices de la tierra y palomas; y esto de tener
perdices desta manera, yo lo he visto y hallado en pueblos que están
en comarca destos de Golfo-Dulce, cuando fuí en busca de Cortés, como
adelante diré.
Volvamos á nuestra relacion: que allí tomó Cortés guias y pasó
adelante, y fué á otros pueblezuelos que se dicen Cinacan, Tencintle,
donde tenian grandes cacaguatales y maizales y algodon, y ántes que á
ellos llegasen oyeron tañer atabalejos y trompetillas, haciendo fiestas
y borracheras; y por no ser sentido Cortés, estuvo escondido con sus
soldados en un monte; y cuando vió que era tiempo de ir á ellos,
arremeten todos á una, y prendieron hasta diez indios y quince mujeres,
y todos los más indios de aquel pueblo de presto se fueron á tomar sus
armas, y vuelven con arcos y flechas y lanzas, y comenzaron á flechar
á los nuestros, y Cortés con los suyos fué contra ellos, y acuchillaron
ocho indios que eran principales; y como vieron el pleito mal parado
y las mujeres tomadas, enviaron cuatro hombres viejos, y los dos eran
sacerdotes de ídolos, é vinieron muy mansos á rogar á Cortés que les
diese los presos, y trujeron ciertas joyezuelas de oro de poca valía; y
Cortés les habló con doña Marina, que iba allí con Juan Jaramillo, su
marido, porque Cortés sin ella no podia entender los indios, y les dijo
que llevasen el maíz é gallinas y sal y bastimento que allí les señaló,
é dió á entender adónde habian quedado los bergantines y el barco y
las canoas, y luego les daria los presos; y les dieron á entender en
qué parte del rio quedaban, y dijeron que sí harian, y que cerca de
allí estaba uno como estero que salia al rio; y luego hicieron barcas,
y medio nadando las llevaron hasta que dieron en fondo, que pudieron
nadar bien.
Pues como Cortés habia quedado de les dar todos los presos, pareció
ser mandó Cortés que se quedasen tres mujeres con sus maridos para
hacer pan y servirse de los indios, y no se las dieron; y sobre ello
apellídanse todos los indios de aquel pueblo, y sobre las barrancas
del rio dan una buena mano de vara, flecha y piedra á Cortés y á
sus soldados, de manera que hirieron á Cortés en la cara y á otros
doce soldados; allí se les desbarató una barca y se perdió la mitad
de lo que traia, y se ahogó un mejicano; y en aquel rio hay tantos
moxicotes, que no se podian valer, y Cortés todo lo sufria, y da vuelta
para su villa, que no sé cómo se la nombró, y bastécela mucho más de lo
que estaba.
Ya he dicho que el pueblo do llegó Cortés se decia Cinacan, y me han
dicho ahora que estará de Guatimala setenta leguas, y tardó Cortés
en este viaje y volver á la villa veinte y seis dias; y como vió
que no era bien poblar allí, por no haber pueblos de indios, y como
tenia mucho bastimento, ansí de lo que ántes estaba como de lo que al
presente traia, acordó de escribir á Gonzalo de Sandoval que luego se
fuese á Naco, y le hizo saber todo lo aquí por mí dicho de su viaje del
Golfo-Dulce, segun lo tengo aquí relatado, y cómo iba á poblar á Puerto
de Caballos, y que le enviase diez soldados de los de Guacacualco, que
sin ellos no se hallaba en las entradas.


CAPÍTULO CLXXXI.
CÓMO CORTÉS SE EMBARCÓ CON TODOS LOS SOLDADOS QUE HABIA TRAIDO EN SU
COMPAÑÍA Y LOS QUE HABIA EN SAN GIL DE BUENA-VISTA, Y FUÉ Á POBLAR
ADONDE AGORA LLAMAN PUERTO DE CABALLOS, Y SE LE PUSO NOMBRE LA
NATIVIDAD, Y LO QUE EN ÉL SE HIZO.

Pues como Cortés vió que en aquel asiento que halló poblando á los de
Gil Gonzalez de Ávila no era bueno, acordó de se embarcar en los dos
navíos y bergantin con todos cuantos en aquella villa estaban, que no
quedó ninguno, y en ocho dias de navegacion fué á desembarcar adonde
agora llaman Puerto de Caballos, y como vió aquella bahía buena para
puerto, y supo de indios que habia cerca poblaciones, acordó de poblar
una villa que la nombró Natividad, y puso por su teniente á un Diego
de Godoy, y dende allí hizo dos entradas en la tierra adentro á unos
pueblos cercanos, que ahora están despoblados; tomó lengua dellos
cómo habia cerca otros pueblos, basteció la villa de maíz, y supo que
estaba el pueblo de Naco, donde degollaron á Cristóbal de Olí, cerca, y
escribió á Gonzalo de Sandoval, creyendo que ya habia llegado y estaba
de asiento en Naco, que le enviase diez soldados de los de Guacacualco,
y decia en la carta que sin ellos no se hallaba en hacer entradas; y
le escribió cómo queria ir dende allí al puerto de Honduras, adonde
estaba poblada la villa de Trujillo, y que el Sandoval con sus soldados
pacificasen aquellas tierras y poblasen una villa; la cual carta vino á
Sandoval estando que estábamos en las estancias por mí ya dichas, que
no habiamos llegado á Naco.
Y dejemos de decir de Cortés y sus entradas que hacia dende Puerto de
Caballos, y de los muchos mosquitos que en ella le picaban, ansí de dia
como de noche; que á lo que despues le oia decir, tenia con ellos tan
malas noches, que estaba la cabeza sin sentido, de no dormir.
Pues como Gonzalo de Sandoval vió las cartas de Cortés, luego se fué
dende aquellas estancias que dicho tengo, á unos pueblezuelos que se
dicen Cuyoacan, que estaban de allí siete leguas, y no se pudo ir
luego á Naco, como Cortés le habia mandado, por no dejar atrás en los
caminos muchos soldados que se habian apartado á otras estancias por
tener qué comer ellos y sus caballos, y por causa que al pasar de un
rio muy hondo que no se podia vadear, y era camino de las estancias,
é por dejar recaudo de una canoa con que pasasen los españoles que
quedaban rezagados y muchos indios mejicanos que venian dolientes; y
esto fué tambien porque de unos pueblos cercanos de las estancias, que
confinaban con el rio y Golfo-Dulce, venian cada dia allí de guerra
muchos indios de los pueblos, y porque no hiciesen algun mal recaudo
y muertes de españoles y de indios mejicanos, mandó Sandoval que
quedásemos á aquel paso ocho soldados, y á mí me dejó por caudillo
dellos, y que tuviésemos una canoa del pasaje siempre varada en tierra,
y que estuviésemos alerta si daban voces pasajeros de los que estaban
en las estancias, para luego les pasar.
Y una noche vinieron muchos indios guerreros de los pueblos cercanos
y de las estancias, creyendo que no nos velábamos; é por tomarnos la
canoa dan de repente en los ranchos en que estábamos y les pusieron
fuego, y no vinieron tan secreto, que ya les habiamos sentido; y nos
recogimos todos ocho soldados y cuatro mejicanos de los que estaban
sanos, y arremetimos á los guerreros, y á cuchilladas les hicimos
volver por donde habian venido, puesto que flecharon á dos soldados y á
un indio, mas no fueron mucho las heridas; y como aquello vimos, fuimos
tres compañeros á las estancias adonde sentíamos que habian quedado
indios y españoles dolientes, que seria una legua de allí, y trujimos
á un Diego de Mazariegos, ya otras veces por mí nombrado, y á otros
españoles que estaban en su compañía y á indios mejicanos que estaban
dolientes, y luego les pasamos el rio y fuimos adonde Sandoval estaba.
É yendo que íbamos nuestro camino, como un español de los que habiamos
recogido en las estancias iba muy malo, y era de los nuevamente venidos
de Castilla, y medio isleño, hijo de ginovés, y como iba malo, y sin
tener qué le dar de comer, sino tortillas y pinol, ya que llegábamos
obra de media legua de donde estaba Sandoval, se murió en el camino y
no tuve gente para llevar el cuerpo muerto hasta el real; y llegado
donde el Sandoval estaba, le dije de nuestro viaje y del hombre que
se quedó muerto, y hubo enojo conmigo porque entre todos nosotros no
le trujimos á cuestas ó en un caballo, y le dijimos al Sandoval que
traiamos dos dolientes en cada caballo é nos veniamos á pié, y que por
esta causa no se pudo traer; y un soldado que se decia Bartolomé de
Villanueva, que era mi compañero, respondió al Sandoval muy soberbio
que harto teniamos que traer nuestras personas, sin traer muertos á
cuestas, y que renegaba de tanto trabajo é pérdida como Cortés nos
habia causado; y luego mandó Sandoval á mí y al Villanueva, sin más
parar le fuésemos á enterrar; y llevamos dos indios mejicanos y un
azadon, é hicímosle su sepultura y lo enterramos y le pusimos una cruz,
y hallamos en la faltriquera del muerto una taleguilla con muchos dados
y un papel escrito, que era una memoria de donde era natural y cúyo
hijo era y qué bienes tenia en Tenerife; é despues, el tiempo andando,
se envió aquella memoria á Tenerife; perdónele Dios, amen.
Dejemos de contar cuentos, y quiero decir que luego Sandoval acordó
que fuésemos á otros pueblos que agora están cerca de unas minas que
descubrieron dende á tres años; y dende allí fuimos á otro pueblo
que se dice Quinistan, y otro dia á hora de Misa fuimos á Naco, y en
aquella sazon era buen pueblo y hallámosle despoblado de aquel mismo
dia; y despues de nos aposentar en unos patios muy grandes, adonde
habian degollado al maestre de campo Cristóbal de Olí, otras veces por
mí nombrado, que estaba el pueblo bien bastecido de maíz y de frisoles
y ají, y tambien hallamos un poco de sal, que era la cosa que más
deseábamos, y allí asentamos nuestro fardaje, como si hubiéramos de
estar en él para siempre.
Hay en este pueblo la mejor agua que habiamos visto en toda la
Nueva-España, y un árbol que en mitad de la siesta, por recio sol que
hiciese, parecia que la sombra del árbol refrescaba el corazon, y caia
dél uno como rocío muy delgado que confortaba las cabezas; y aqueste
pueblo en aquella sazon fué muy poblado y en buen asiento, y habia
fruta de los zapotes colorados y de los chicos, y estaba en comarca de
otros pueblos chicos.
Y dejallo hé aquí, y diré lo que allí nos avino.


CAPÍTULO CLXXXII.
CÓMO EL CAPITAN GONZALO DE SANDOVAL COMENZÓ Á PACIFICAR AQUELLA
PROVINCIA DE NACO, Y DE LOS GRANDES REENCUENTROS QUE CON LOS DE AQUELLA
PROVINCIA TUVO, Y LO QUE MÁS SE HIZO.

Desde que hubimos allegado al pueblo de Naco y recogido maíz, frisoles
y ají, y con tres principales de aquel pueblo que allí en los maizales
prendimos, á los cuales Gonzalo de Sandoval halagó y dió cuentas de
Castilla, y les rogó que fuesen á llamar á los demas caciques, que no
se les haria enojo ninguno, fueron así como se lo mandó, y vinieron dos
caciques; mas no pudo acabar con ellos que se poblase el pueblo, salvo
traer de cuando en cuando poca comida; ni nos hacian bien ni mal, ni
nosotros á ellos; y ansí estuvimos los primeros dias, y Cortés habia
escrito á Gonzalo de Sandoval, como de ántes dicho tengo, que luego
le enviase á Puerto de Caballos diez soldados de los de Guacacualco,
y todos nombrados por sus nombres, y entre ellos era yo uno, y en
aquella sazon estaba yo algo malo, y dije á Sandoval que me excusase,
porque estaba mal dispuesto, y él, que lo habia gana, y ansí quedé; y
envió ocho soldados muy buenos varones para cualquiera afrenta, y aun
fueron de tan mala voluntad, que renegaban de Cortés y aun de su viaje,
y tenian mucha razon, porque no sabian cierto si la tierra por donde
habian de ir estaba de paz.
Acordó Sandoval de demandar á los caciques de Naco cinco principales
indios, que fuesen con ellos hasta el Puerto de Caballos, y les puso
temores que si algun enojo recebia alguno de sus soldados, que les
quemaria el pueblo y que les iria á buscar y dar guerra; y mandó que
en todos los pueblos por donde pasasen les diesen muy bien de comer; y
fueron su viaje hasta el Puerto de Caballos, donde hallaron á Cortés,
que se queria embarcar para ir á Trujillo, y se holgó con ellos, y supo
cómo quedábamos buenos, y los llevó consigo en los navíos, y luego se
embarcó, y dejó en aquella villa de Puerto de Caballos á un Diego de
Godoy por su capitan, con hasta cuarenta vecinos, que eran todos los
más de los que solian ser de Gil Gonzalez de Ávila y de los nuevamente
venidos de las islas; y de que Cortés se hubo embarcado y su teniente
Godoy quedó en la villa, con los soldados que más sanos tenia hacia
entradas en los pueblos comarcanos, é trujo dos dellos de paz; mas como
los indios vieron que los soldados que allí quedaban estaban todos los
más dellos dolientes y se morian cada dia, no hacian cuenta dellos,
y á esta causa no les acudian con comida, ni ellos eran para illo á
buscar, y pasaban gran necesidad de hambre, y en pocos dias se murieron
la mitad dellos, y se despoblaron otros tres dellos, que se vinieron
huyendo donde estábamos con Sandoval.
Y dejallo he aquí en este estado, y volveré á Naco, que, como Sandoval
habia visto que no se querian venir á poblar el pueblo los indios
vecinos y naturales de Naco, aunque los enviaba á llamar muchas
veces, y á los demas pueblos comarcanos, no venian ni hacian cuenta
de nosotros, acordó de ir en persona y hacer de manera que viniesen;
y fuimos luego á unos pueblos que se decian Girimonga y Aculaco, y á
otros tres pueblos que estaban cerca de Naco, y todos vinieron á dar la
obediencia á su majestad, y luego fuimos á Quizmitan y á otro pueblo
de la sierra, y ansimesmo vinieron; por manera que todos los indios de
aquella comarca venian de paz, y como no se les demandaba cosa ninguna
más de lo que ellos querian dar, no tenian pesadumbre de venir, y
desta manera estaba todo de paz hasta donde pobló Cortés la villa que
agora se dice Puerto de Caballos.
Y dejémonos esta materia, porque por fuerza tengo de volver á decir
de Cortés, que fué á desembarcar al puerto de Trujillo; y porque en
una sazon acaecen dos ó tres cosas, como otras veces he dicho en los
capítulos pasados; y tengo de meter la pluma por los pasos contados,
dónde y de qué manera nosotros conquistábamos y poblábamos, como muy
claramente lo habrán visto los curiosos letores; y aunque se deje por
agora de decir de Sandoval y todo lo que en la provincia de Naco le
avino, quiero decir lo que Cortés hizo en Trujillo.


CAPÍTULO CLXXXIII.
CÓMO CORTÉS DESEMBARCÓ EN EL PUERTO QUE LLAMAN DE TRUJILLO. Y CÓMO
TODOS LOS VECINOS DE AQUELLA VILLA LE SALIERON Á RECEBIR Y SE HOLGARON
MUCHO CON ÉL, Y DE TODO LO QUE ALLÍ HIZO.

Como Cortés se hubo embarcado en el puerto de Caballos, y llevó en su
compañía muchos soldados de los que trujo de Méjico y los que le envió
Gonzalo de Sandoval, y con buen tiempo en seis dias llegó al puerto
de Trujillo; y cuando los vecinos que allí vivian, que dejó poblados
Francisco de las Casas, supieron que era Cortés, todos fueron á la mar,
que estaba cerca, á le recibir, y le besaron las manos, porque muchos
vecinos de aquellos eran bandoleros de los que echaron de Pánuco, y
fueron en dar consejo á Cristóbal de Olí para que se alzase, y los
habian desterrado de Pánuco, segun dicho tengo en el capítulo que
dello habla; y como se hallaban culpantes, suplicaron á Cortés que les
perdonase; y Cortés con muchas caricias y ofrecimientos los abrazó á
todos y los perdonó, y luego se fué á la iglesia, y despues de hecha
oracion, le aposentaron lo mejor que pudieron, y le dieron cuenta de
todo lo acaecido del Francisco de las Casas y del Gil Gonzalez de
Ávila, y por qué causa degollaron á Cristóbal de Olí, y cómo se habian
ido camino de Méjico, y cómo habian pacificado algunos pueblos de
aquella provincia; y como Cortés bien lo hubo entendido, á todos los
honró de palabras y con dejalles los cargos segun y de la manera que
los tenian, excepto que hizo capitan general de aquellas provincias á
su primo Saavedra, que ansí se llamaba, lo cual tuvieron por bien.
Y luego envió á llamar á todos los pueblos comarcanos, y como tuvieron
nueva que era el capitan Malinche, que ansí le llamaban, y sabian que
habia conquistado á Méjico, luego vinieron á su llamada y le trujeron
presentes de bastimentos; y cuando se hubieron juntado los caciques de
cuatro pueblos más principales, Cortés les habló con doña Marina y les
dijo las cosas tocantes á nuestra santa fe; y que todos éramos vasallos
del gran Emperador que se dice don Cárlos de Austria, y que tiene muy
grandes señores por vasallos, y que nos envió á estas partes para
quitar sodomías y robos é idolatrías, y para que no consienta comer
carne humana, ni hubiesen sacrificios ni robasen, ni se diesen guerra
unos á otros, sino que fuesen hermanos y como tales se tratasen, y
tambien venia para que diesen la obediencia á tan alto Rey y señor como
les habia dicho que tenemos, y le contribuyan con servicios y de lo
que tuvieren, como hacemos todos sus vasallos; y les dijo otras muchas
cosas la doña Marina, que lo sabia bien decir; y los que no quisiesen
venir á se someter al dominio de su majestad, que les castigaria, y aun
Fray Juan de las Varillas y los dos religiosos franciscos que Cortés
traia les predicaron cosas muy santas y buenas, y lo que decian los
frailes franciscos se lo declaraban dos indios mejicanos que sabian
la lengua española, con otros intérpretes de aquella lengua; y más
les dijo, que en todo les guardaria justicia, porque ansí lo mandaba
nuestro Rey y señor.
Y porque hubo otros muchos razonamientos y los entendieron muy bien los
caciques, dijeron que se daban por vasallos de su majestad y que harian
lo que Cortés les mandaba, y luego les dijo que trujesen bastimento
á aquella villa; y tambien les mandó que viniesen muchos indios y
trujesen hachas, y que talasen un monte que estaba dentro de la villa,
para que desde allí se pudiese ver la mar y puerto; y tambien les
mandó que fuesen en canoas á llamar tres ó cuatro pueblos que están en
unas isletas que se llaman los Guanajes, que en aquella sazon estaban
pobladas, y que trujesen pescado, pues que tenian mucho; y ansí lo
hicieron, que dentro en cinco dias vinieron los pueblos de las isletas,
y todos traian presentes de pescado y gallinas; y Cortés les mandó dar
unas puercas y un barraco que se halló en Trujillo, y de los que traia
de Méjico, para que hiciesen casta, porque le dijo un español que era
buena tierra para multiplicar con soltalles en las isletas sin ponerles
guarda: y ansí fué como dijo, que dentro en dos años hubo muchos
puercos y los iban á montear.
Dejemos esto, pues no hace á nuestra relacion, y no me lo tengan por
prolijidad en contar cosas viejas; y diré que vinieron tantos indios
á talar los montes de la villa que Cortés les mandó en dos dias se
vió claramente muy bien la mar, é hicieron quince casas, y una para
Cortés muy buena; y esto hecho, se informó Cortés qué pueblos y tierras
estaban rebeldes y no querian venir de paz; y unos caciques de un
pueblo que se dice Papayeca, que era cabecera de otros pueblos, que
en aquella sazon era grande pueblo, que agora está con muy poca gente
ó casi ninguna, le dió á Cortés una memoria de muchos pueblos que no
querian venir de paz, que estaban en grandes sierras y tenian fuerzas
hechas; y luego Cortés envió al capitan Saavedra con los soldados que
le pareció que convenian ir con él, y con los ocho de Guacacualco fué
por su camino hasta que llegó á las poblaciones que solian estar de
guerra, y salieron de paz los más dellos; excepto tres pueblos, que
no se quisieron venir; y tan temido era Cortés de los naturales y tan
nombrado, que hasta los pueblos de Olancho, donde fueron las minas
ricas que despues se descubrieron, era temido y acatado, y llamábanle
en todas aquellas provincias el capitan Hue, Hue de Marina, que quiere
decir el capitan viejo que trae á doña Marina.
Dejemos á Saavedra, que está con su gente sobre los pueblos que no se
querian dar, que me parece que se decian los acaltecas, y volvamos á
Cortés, que estaba en Trujillo, é ya le habian adolescido los frailes
franciscos y un su primo que se decia Abalos, y el licenciado Pedro
Lopez, y Carranza el mayordomo, y Guinea el despensero y un Juan
Flamenco, y otros muchos soldados, ansí de los que traia como de los
que halló en Trujillo, y aun el Anton de Carmona, que trujo el navío
con el bastimento; y acordó de los enviar á la isla de Cuba, á la
Habana, ó á Santo Domingo si viesen que el tiempo hacia bueno en la
mar, y para ello les dió el un navío bien aderezado y calafateado, con
el mejor matalotaje que se pudo haber; y escribió á la audiencia Real
de Santo Domingo y á los frailes jerónimos y á la Habana, dando cuenta
cómo habia salido de Méjico en busca de Cristóbal de Olí, y cómo dejó
sus poderes á los oficiales de su majestad, y del trabajoso camino que
habia traido, y cómo el Cristóbal de Olí hubo preso á un capitan que se
decia Francisco de las Casas, que Cortés habia enviado para tomar el
armada al mismo Cristóbal de Olí, y que tambien habia preso á un Gil
Gonzalez de Ávila, siendo gobernador del Golfo-Dulce; y que teniéndolos
presos, los dos capitanes se concertaron y le dieron de cuchilladas, y
por sentencia, despues que lo tuvieron preso, le degollaron, y que al
presente estaba poblando la tierra y pueblos sujetos á aquella villa
de Trujillo, y que era tierra rica de minas, y que enviasen soldados;
que en aquella tierra de Santo Domingo no tenian con qué se sustentar;
y para dar crédito que habia oro envió muchas joyas y piezas de las
que traia en su recámara, é vajilla de lo que trujo de Méjico, y aun
de la vajilla de su aparador, y por su capitan de aquel navío á un su
primo que se decia Abalos, y le mandó que de camino tomase veinte y
cinco soldados que habia dejado un capitan, que tuvo nueva que andaba á
saltear indios en las isletas en lo de Cozumel.
Y partido del puerto de Honduras, que ansí se llamaba, unas veces con
buen tiempo é otras con contrario, pasaron adelante de la Punta de
Sant-Anton, que está junto á las sierras que llaman de Guaniguanico,
que será de la Habana sesenta ó setenta leguas, y con temporal dieron
con el navío en tierra, de manera que se ahogaron los frailes y el
capitan Abalos y muchos soldados, y dellos se salvaron en el batel y
en tablas, y con mucho trabajo aportaron á la Habana, y dende allí fué
la fama volando por toda la isla de Cuba cómo Cortés y todos nosotros
éramos vivos, y en pocos dias fué la nueva á Santo Domingo, porque el
licenciado Pedro Lopez, médico que iba allí, que escapó en una tabla,
escribió á la Real audiencia de Santo Domingo en nombre de Cortés,
y todo lo acaecido, y cómo estaba poblando en Trujillo, y que habia
menester bastimento y vino y caballos, y que para lo comprar traian
mucho oro, y que se perdió en la mar de la manera que ya dicho tengo.
Y como aquella nueva se supo, todos se alegraron, porque ya habia fama,
é lo tenian por cierto, que Cortés y todos nosotros sus compañeros
éramos muertos; las cuales nuevas supieron en la Española de un navío
que fué de la Nueva-España; y como en Santo Domingo se supo que
estaba de asiento poblando Cortés las provincias que dicho tengo,
luego los oidores y mercaderes comenzaron de cargar dos navíos viejos
con caballos y potros, y camisas y bonetes y cosas de bujerías, y no
trujeron cosa de comer, sino una pipa de vino, ni fruta, salvo los
caballos y todo lo demas de tarabusterías, entre tanto que se armaban
los navíos para venir, que aun no habian llegado al puerto.
Quiero decir que como Cortés estaba en Trujillo, se le vinieron á
quejar ciertos indios de las islas de los Guanajes, que seria de allí
ocho leguas, y dijeron que estaba anclado un navío junto á su pueblo, y
el batel del navío lleno de españoles con escopetas y ballestas, y que
les querian tomar por fuerza sus mazaguales, que se dice entre ellos
vasallos, y que á lo que han entendido, son robadores, y que ansí les
tomaron los años pasados muchos indios, y los llevaron presos en otro
navío como aquel que estaba surto; y que enviase Cortés á poner cobro
en ello; y como Cortés lo supo, luego mandó armar un bergantin con la
mejor artillería que habia y con veinte soldados y con buen capitan, y
les mandó que en todo caso tomasen el navío que los indios decian, y
se lo trujesen preso con todos los españoles que dentro andaban, pues
que eran robadores de los vasallos de su majestad; y mandó á los indios
que armasen sus canoas, y con varas y flechas que fuesen junto al
bergantin, y que ayudasen á prender aquellos hombres, y para ello dió
poder al capitan.
Pues yendo con su bergantin armado y muchas canoas de los naturales
de aquellas isletas, como los del navío que estaba surto los vieron
ir á la vela, no aguardaron mucho, que alzaron velas y se fueron
huyendo, porque bien pudo alcanzar el bergantin; y despues se alcanzó
á saber que era un bachiller Moreno, que habia enviado la audiencia
Real de Santo Domingo á cierto negocio á Nombre de Dios, y parece ser
descayeron del viaje, ó vino de hecho sobre cosa pensada á robar los
indios de Guanajes.
Y volvamos á Cortés, que se quedó en aquella provincia pacificándola, y
volveré á decir lo que á Sandoval le acaeció en Naco.


CAPÍTULO CLXXXIV.
CÓMO EL CAPITAN GONZALO DE SANDOVAL, QUE ESTABA EN NACO, PRENDIÓ Á
CUARENTA SOLDADOS ESPAÑOLES Y Á SU CAPITAN, QUE VENIAN DE LA PROVINCIA
DE NICARAGUA, Y HACIAN MUCHOS DAÑOS Y ROBOS Á LOS INDIOS DE LOS PUEBLOS
POR DONDE PASABAN.

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