Verdadera historia de los sucesos de la conquista de la Nueva-España (3 de 3) - 01

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CONQUISTA DE NUEVA-ESPAÑA
POR
BERNAL DIAZ DEL CASTILLO.


VERDADERA HISTORIA
DE LOS SUCESOS
DE LA CONQUISTA DE LA NUEVA-ESPAÑA,
POR EL CAPITAN BERNAL DIAZ DEL CASTILLO,
UNO DE SUS CONQUISTADORES.
TOMO III.
MADRID.—1863.
Imprenta de Tejado, calle de Silva, número 12.


CONQUISTA DE LA NUEVA-ESPAÑA
POR
BERNAL DIAZ DEL CASTILLO.


CAPÍTULO CLXVIII.
CÓMO FUERON ANTE SU MAJESTAD PÁNFILO DE NARVAEZ Y CRISTÓBAL DE TAPIA, Y
UN PILOTO QUE SE DECIA GONZALO DE UMBRÍA Y OTRO SOLDADO QUE SE LLAMABA
CÁRDENAS, CON FAVOR DEL OBISPO DE BÚRGOS, AUNQUE NO TENIA CARGO DE
ENTENDER EN COSAS DE INDIAS, QUE YA LE HABIAN QUITADO EL CARGO Y SE
ESTABA EN TORO: TODOS LOS POR MÍ REFERIDOS DIERON ANTE SU MAJESTAD
MUCHAS QUEJAS DE CORTÉS, Y LO QUE SOBRE ELLO SE HIZO.

Ya he dicho en el capítulo pasado cómo Su Santidad vió y entendió los
grandes servicios que Cortés y todos nosotros los conquistadores que
en su compañía militábamos habiamos hecho á Dios Nuestro Señor é á Su
Majestad é á toda la cristiandad, y de cómo se le hizo merced á Cortés
de le hacer gobernador de la Nueva-España, é las bulas é indulgencias
que envió para las iglesias é hospitales, y las santas absoluciones
para todos nosotros; y visto por su majestad lo que el Santo Padre
mandaba, despues de bien informado de toda la verdad, lo confirmó con
otros Reales mandos; y en aquella sazon se quitó el cargo de presidente
de Indias al Obispo de Búrgos, y se fué á vivir á la ciudad de Toro;
y en este instante llegó á Castilla Pánfilo de Narvaez, el cual habia
sido capitan de la armada que envió Diego Velazquez contra nosotros; y
tambien en aquel tiempo llegó Cristóbal de Tapia, el que habia enviado
el mismo Obispo á tomar la gobernacion de la Nueva-España, y llevaron
en su compañía á un Gonzalo de Umbría, piloto, é á otro soldado que se
decia Cárdenas, y todos juntos se fueron á Toro á demandar favor al
Obispo de Búrgos para se ir á quejar de Cortés delante de su majestad,
porque ya su majestad habia venido de Flandes.
Y el Obispo no deseaba otra cosa sino que hubiese quejas de Cortés y de
nosotros; é tales favores é presas les dió el Obispo, que se juntaron
los procuradores del Diego Velazquez que estaban en la córte, que se
decian Bernardino Velazquez, que ya le habia enviado desde Cuba para
que procurase por él, y Benito Martin é Manuel de Rojas, y fueron todos
juntos delante del Emperador nuestro señor, y se quejaron reciamente de
Cortés; y los capítulos que contra él pusieron fué, que Diego Velazquez
envió á descubrir y poblar la Nueva-España tres veces, y que gastó
gran suma de pesos de oro en navíos y armas y matalotaje, y en cosas
que dió á los soldados, y que envió con la armada á Hernando Cortés por
capitan, y se alzó con ella, y que no le acudió con ninguna cosa.
Tambien le acusaron que, no embargante todo esto, que envió el Diego
Velazquez á Pánfilo de Narvaez por capitan de más de mil trescientos
soldados, con diez y ocho navíos y muchos caballos y escopeteros y
ballesteros, y con cartas y provisiones de su majestad, y firmadas de
su presidente de Indias, que era el Obispo de Búrgos é Arzobispo de
Rosano, para que le diesen gobernacion de la Nueva-España, y no lo
quiso obedecer; ántes le dió guerra y desbarató, y mató su alférez
y sus capitanes, y le quebró un ojo, y que le quemó cuanta hacienda
tenia, y le prendió al mismo Narvaez y á otros capitanes que tenia en
su compañía.
Y que, no embargante este desbarate, que proveyó el mismo Obispo de
Búrgos para que fuese el Cristóbal de Tapia, que presente estaba,
como fué á tomar la gobernacion de aquellas tierras en nombre de su
majestad, y que no lo quiso obedecer, y que por fuerza le hizo volver
á embarcar; y acusábanle que habia demandado á los indios de todas las
ciudades de la Nueva-España mucho oro en nombre de su majestad, y se
lo tomaba y encubria y lo tenia en su poder; acusábanle que, á pesar
de todos sus soldados, llevó quinto como Rey de todas las partes que
se habian habido en Méjico; acusábanle que mandó quemar los piés á
Guatemuz é á otros caciques porque diesen oro; acusáronle que no dió
ni acudió con las partes del oro á los soldados, y que todo lo resumió
en sí; acusábanle los palacios que hizo y casas muy fuertes, y que
eran tan grandes como gran aldea, y que hacia servir en ellas á todas
las ciudades de la redonda de Méjico, y que les hacia traer grandes
cipreses y piedra desde léjas tierras, y que habia dado ponzoña á
Francisco de Garay por le tomar su gente y armada; y le pusieron otras
muchas cosas y acusaciones, y tantas, que su majestad estaba enojado de
oir tantas sinjusticias como del Cortés decian, creyendo que era verdad.
Y demas desto, como el Narvaez hablaba muy entonado, dijo estas
palabras que oirán:
—«Y porque vuestra majestad sepa cuál andaba la cosa, la noche que me
prendieron y desbarataron, que teniendo vuestras reales provisiones
en el seno, que las saqué de priesa, y mi ojo quebrado, porque no me
quemasen, porque ardia en aquella sazon el aposento en que estaba, me
las tomó por fuerza del seno un capitan de Cortés, que se dice Alonso
de Ávila, y es el que ahora está preso en Francia, y no me las quiso
dar, y publicó que no eran provisiones, sino obligaciones que venia á
cobrar.»
Entónces dice que se rio el Emperador, y la respuesta que dió fué,
que en todo mandaria hacer justicia; y luego mandó juntar ciertos
caballeros de sus Reales consejos y de su Real cámara, personas de
quien S. M. tuvo confianza que harian recta justicia, que se decian,
Mercurio Catirinario, gran canciller italiano, y mosiur de Lasao y el
doctor de La-Rocha, flamencos, y Hernando de Vega, señor de Grajales y
comendador mayor de Castilla, y el doctor Lorenzo Galindez de Carvajal
y el licenciado Vargas, tesorero general de Castilla; y desque á su
majestad le dijeron que estaban juntos, les mandó que mirasen muy
justificadamente los pleitos y debates entre Cortés y Diego Velazquez
é aquellos querellosos, y que en todo hiciesen justicia, no teniendo
aficion á las personas ni favoreciesen á ninguno dellos, excepto á
la justicia; y luego visto por aquellos caballeros el Real mando,
acordaron de se juntar en unas casas y palacios donde posaba el gran
canciller, y mandaron parecer al Narvaez y al Cristóbal de Tapia, y al
piloto de Umbría y á Cárdenas, y á Manuel de Rojas y á Benito Martin
y á un Velazquez, que estos eran procuradores del Diego Velazquez; y
asimismo parecieron por la parte de Cortés su padre Martin Cortés y el
licenciado Francisco Nuñez y Francisco de Montejo y Diego de Ordás, y
mandaron á los procuradores del Diego Velazquez que propusiesen todas
las quejas y demandas y capítulos contra Cortés, y dan las mismas
quejas que dieron ante su majestad.
Á esto respondieron por Cortés sus procuradores, que á lo que decian
que habia enviado el Diego Velazquez á descubrir la Nueva-España de
los primeros, y gastó muchos pesos de oro, que no fué así como dicen:
que los que lo descubrieron fué un Francisco Hernandez de Córdoba con
ciento y diez soldados á su costa; y que ántes el Diego Velazquez
es digno de gran pena, porque mandaba á Francisco Hernandez y á los
compañeros que lo descubrieron que fuesen á la isla de los Guanajes á
cautivar indios por fuerza para se servir dellos como esclavos; y desto
mostraron probanzas, y no hubo contradiccion en ello.
Y tambien dijeron que si el Diego Velazquez volvió á enviar á su
pariente Grijalva con otra armada, que no le mandó el Diego Velazquez
poblar, sino rescatar, y que todo lo más que se gastó en la armada
pusieron los capitanes que fueron en los navíos, y no Diego Velazquez,
y que uno dellos era el mismo Francisco Montejo, que allí estaba
presente, y los demas fueron Pedro de Albarado y Alonso de Ávila,
é que rescataron veinte mil pesos, é que se quedó con todo lo más
dellos el Diego Velazquez, y lo envió al Obispo de Búrgos para que le
favoreciese, y que no dió parte dello á su majestad, sino lo que quiso,
y que, demas de aquello, le dió indios al mismo Obispo en la isla de
Cuba, que le sacaban oro: y que á su majestad no le dió ningun pueblo,
siendo más obligado á ello que no el Obispo; de lo cual hubo buena
probanza, y no hubo contradiccion en ello.
Tambien dijeron que si envió á Fernando Cortés con otra armada, que
fué elegido primeramente por gracia de Dios y en ventura del mismo
Emperador nuestro César é señor, é que tienen por cierto que si otro
capitan enviaran, que le desbarataran, segun la multitud de guerreros
que contra él se juntaban; y que cuando le envió el Diego Velazquez
que, no le enviaba á poblar, sino á rescatar; de lo cual hubo probanzas
dello; y que si se quedó á poblar fué por los requirimientos que los
compañeros le hicieron, y que viendo que era servicio de Dios y de su
majestad, pobló, y fué cosa muy acertada, y que dello se hizo relacion
á su majestad y se le envió todo el oro que pudo haber, y que se le
escribió sobre ello dos cartas haciéndole saber todo lo sobredicho:
y que para obedecer sus Reales mandos estaba Cortés con todos sus
compañeros los pechos por tierra; y se le hizo relacion de todas las
cosas que el Obispo de Búrgos hacia por el Diego Velazquez, y que
enviamos nuestros procuradores con el oro y cartas, y que el Obispo
encubria nuestros muchos servicios, y que no enviaba á su majestad
nuestras cartas, sino otras de la manera que él queria, y que el oro
que enviamos, que se quedaba con todo lo más dello, y que torcia todas
las cosas que convenian que su majestad fuese sabidor dellas, y que
en cosa ninguna le decia verdaderamente lo que era obligado á nuestro
Rey y señor, y que porque nuestros procuradores querian ir á Flandes
delante de su Real persona, echó preso al uno dellos, que se decia
Alonso Hernandez Puertocarrero, primo del conde de Medellin y que murió
en la cárcel, y que mandaba el mesmo Obispo á los oficiales de la casa
de la contratacion de Sevilla que no diesen ayuda ninguna á Cortés,
así de armas como de soldados, sino que en todo le contradijesen, é
que á boca llena nos llamaban de traidores; é que todo esto hacia el
Obispo porque tenia tratado casamiento con el Diego Velazquez ó con el
Tapia de casar una sobrina que se decia doña Petronila de Fonseca, y
le habia prometido que le haria gobernador de Méjico; y para todo esto
que he dicho mostraron traslados de las cartas que hubimos escrito á su
majestad, é otras grandes probanzas; y la parte de Diego Velazquez no
contradijo en cosa ninguna, porque no habia en qué.
É que á lo que decian de Pánfilo de Narvaez, que envió el Diego
Velazquez con diez y ocho navíos y mil trescientos soldados y cien
caballos, y ochenta escopeteros é otros tantos ballesteros, é habia
hecho mucha costa, á esto respondieron que el Diego Velazquez es digno
de pena de muerte por haber enviado aquella armada sin licencia de
su majestad, y que cuando enviaba sus procuradores á Castilla, en
nada ocurria á nuestro Rey y señor, como era obligado, sino solamente
al Obispo de Búrgos, y que la Real audiencia de Santo Domingo y los
frailes jerónimos que estaban por gobernadores le enviaron á mandar
al Diego Velazquez á la isla de Cuba, so graves penas, que no enviase
aquella armada hasta que su majestad fuese sabidor dello, y que con su
Real licencia le enviase, porque hacer otra cosa era grande deservicio
de Dios y de su majestad, poner zizañas en la Nueva-España en el tiempo
que Cortés y sus compañeros estábamos en las conquistas y conversion
de tantos cuentos de los naturales que se convertian á nuestra santa
fe católica, y que para detener la armada le enviaron á un oidor de
la misma audiencia Real, que se decia el licenciado Lúcas Vazquez de
Ayllon, y en lugar de le obedecer, y los Reales mandos que llevaba, le
echaron preso, y sin ningun acato le enviaron en un navío; y que pues
que Narvaez estaba delante, que fué el que hizo aquel tan desacatado
delito, por tocar en crímen _læsæ majestatis_, es digno de muerte, que
suplicaban á aquellos caballeros por mí nombrados, que estaban por
jueces, que le mandasen castigar; y respondieron que harian justicia
sobre ello.
Volvamos á decir en los descargos que daban nuestros procuradores,
y es, que á lo que dicen que no quiso Cortés obedecer las Reales
provisiones que llevaba Narvaez, y le dió guerra y le desbarató y
quebró un ojo, y prendió á él y todos sus compañeros y capitanes, y les
puso fuego á los aposentos.
Á esto respondieron que, así como llegó Narvaez á la Nueva-España y
desembarcó, que la primera cosa que hizo el Narvaez fué enviar á decir
al gran cacique Montezuma, que Cortés tenia preso, que le venia á
soltar y á matar todos los que estábamos con Cortés, y que alborotó
la tierra de manera, que lo que estaba pacífico se volvió en guerra,
é que como Cortés supo que habia venido al puerto de la Veracruz, le
escribió muy amorosamente, y que si traia provisiones de su majestad,
que las queria ver y obedeceria con aquel acato que se debe á su Rey
y señor; y que no le quiso responder á sus cartas, sino siempre en su
real llamándole de traidor, no lo siendo, sino muy leal servidor de
su majestad; é que mandó pregonar Narvaez en su real guerra á fuego
y sangre y ropa franca contra Cortés é sus compañeros; y que le rogó
muchas veces con la paz, y que mirase no revolviese la Nueva-España de
manera que diese causa para que todos se perdiesen, y que se apartaria
á una parte, cual él quisiese, á conquistar, y el Narvaez fuese por
la parte que más le agradase, y que entrambos sirviesen á Dios y
á su majestad, é pacificasen aquellas tierras; y tampoco le quiso
responder á ello; y como Cortés vió que no aprovechaban todos aquellos
cumplimientos ni le mostraba las Reales provisiones, y supo el gran
desacato que habia hecho el Narvaez en prender al oidor de su majestad,
que para lo castigar por aquel delito acordó de ir á hablar con él para
ver las Reales provisiones, é á saber por qué causa prendió al oidor;
y que el Narvaez tenia concertado de prender á Cortés sobre seguro;
y para ello presentaron probanzas y testimonios bastantes, y aun por
testigo á Andrés de Duero, que se halló por la parte del Narvaez cuando
aquello pasó, y el mismo Duero fué el que dió aviso á Cortés dello; y á
todo esto la parte del Diego Velazquez no habia en qué contradecir cosa
ninguna sobre ello.
É á lo que le acusaban que vino á Pánuco Francisco de Garay, y con
grande armada, y provisiones de su majestad en que le hacian gobernador
de aquella provincia, y que Cortés tuvo astucias y gran diligencia para
que se le amotinasen al Garay sus soldados, y los indios de la misma
provincia mataron á muchos dellos, y le tomó ciertos navíos, é hizo
otras demasías hasta que el Garay se vió perdido y desamparado y sin
capitanes y soldados, y se fué á meter por las puertas de Cortés y le
aposentó en sus casas, y que dende á ocho dias que le dió un almuerzo
de que murió, de ponzoña que le dieron en él; á esto respondieron que
no era así, porque no tenia necesidad de los soldados que el Garay
tenia para les hacer amotinar, sino que, como el Garay no era hombre
para la guerra, no se daba maña con los soldados, y como no toparon
con la tierra cuando desembarcó, sino grandes rios y malas ciénagas
y mosquitos y murciégalos, y los que traia en su compañía tuvieron
noticia de la gran prosperidad de Méjico y las riquezas y la buena fama
de la liberalidad de Cortés, que por esta causa se le iban á Méjico, y
que por los pueblos de aquellas provincias andaban á robar sus soldados
á los naturales y les tomaban sus hijas y mujeres, y que se levantaron
contra ellos y le mataron los soldados que dicen, y que los navíos,
que no los tomó, sino que dieron al través; y si envió sus capitanes
Cortés, fué para que hablasen al Garay, ofreciéndoseles por Cortés,
y tambien para ver las Reales provisiones, si eran contrarias de las
que ántes tenia Cortés; y que viéndose el Garay desbaratado de sus
soldados, y navíos dados al través, que se vino á socorrer á Méjico,
y Cortés le mandó hacer mucha honra por los caminos y banquetes de
Tezcuco, y cuando entró en Méjico le salió á recebir y le aposentó en
sus casas, y habian tratado casamiento de los hijos, é que le queria
dar favor é ayudar para poblar el rio de Palmas, é que si cayó malo,
que Dios fué servido de le llevar deste mundo, ¿qué culpa tiene Cortés
para ello? Y que se le hicieron muchas honras al enterramiento y se
pusieron lutos, y que los médicos que lo curaban juraron que era dolor
de costado, y que esta es la verdad; y no hubo otra contradiccion.
É á lo que decian que llevaba quinto como Rey, respondieron que cuando
lo hicieron capitan general y justicia mayor hasta que su majestad
mandase en ello otra cosa, le prometieron los soldados que le darian
quinto de las partes, despues de sacado el real quinto, é que lo tomó
por causa que despues gastaba cuanto tenia en servicio de su majestad,
como fué en lo de la provincia de Pánuco, que pagó de su hacienda sobre
seis mil pesos de oro, y envió en presentes á su majestad mucho oro de
lo que le habia caido del quinto; y mostraron probanzas de todo lo que
decian, y no hubo contradiccion por los procuradores de Diego Velazquez.
É á lo que decian que á los soldados les habia tomado Cortés sus
partes del oro que les cabia, dijeron que les dieron conforme á la
cuenta del oro que se halló en la toma de Méjico, porque se halló muy
poco, que todo lo habian robado los indios de Tlascala y Tezcuco y los
demas guerreros que se hallaron en las batallas y guerras; y no hubo
contradiccion sobre ello.
É á lo que dijeron que Cortés habia mandado quemar los piés con aceite
á Guatemuz é otros caciques porque diesen oro, á esto respondieron que
los oficiales de su majestad se los quemaron, contra la voluntad de
Cortés, porque descubriesen el tesoro de Montezuma; y para esto dieron
informacion bastante.
Y á lo que le acusaban que habia labrado muy grandes casas, y habia en
ellas una villa, y que hacia traer los árboles y cipreses y piedras
de léjas tierras, á esto respondieron que las casas es verdad que son
muy suntuosas, y que para servir con ellas y cuanto tiene Cortés á
su majestad las hizo fabricar en su Real nombre, é que los árboles é
cipreses, que están junto á la ciudad é que los traian por agua, é que
piedra, que habia tanta de los adoratorios que deshicieron de los
ídolos, que no habia menester traella de fuera, é que para las labrar
no hubo menester más de mandar al gran cacique Guatemuz que las labrase
con los indios oficiales, que hay muchos de hacer casas é carpinteros,
é que el Guatemuz llamó de todos sus pueblos para ello, é que así se
usaba entre los indios hacer las casas y palacios de los señores.
É á lo que se quejaba Narvaez que le sacó Alonso de Ávila las
provisiones Reales por fuerza, y no se las quiso dar y publicó que eran
obligaciones que le debian al Narvaez de ciertos caballos é yeguas que
habian vendido, que venia á cobrar, é que fué por mandado de Cortés;
á esto respondieron que no vieron provisiones, sino solamente tres
obligaciones que le debian al Narvaez de caballos é yeguas que habia
vendido fiadas, é que Cortés nunca tales provisiones vió ni le mandó
tomar.
É á lo que se quejaba el piloto Umbría, que Cortés le mandó cortar
y deszocar los piés sin causa ninguna, á esto respondieron que por
justicia y sentencia que sobre ello hubo se le cortaron, porque se
queria alzar con un navío y dejar en la guerra á su capitan y venirse á
Cuba él y otros dos hombres que Cortés mandó ahorcar por justicia.
É á lo que el Cárdenas demandaba, que no le habian dado parte del
primer oro que se envió á su majestad, dijeron que él firmó con otros
muchos que no queria parte de ello, sino que se enviase á su majestad,
y que allende desto, le dió Cortés trescientos pesos para que trujese
á su mujer é hijos, é que el Cárdenas no era hombre para la guerra, é
que era mentecato é de poca calidad, é que con los trescientos pesos
estaba muy bien pagado.
Y á la postre respondieron que, si fué Cortés contra el Narvaez, y le
desbarató y quebró el ojo, y le prendió á él y á sus capitanes, y se le
quemó su aposento, que el Narvaez fué causa dello por lo que dicho y
alegado tienen, y por le castigar el gran desacato que tuvo de prender
á un oidor de su majestad, y como la justicia era por la parte de
Cortés y sus compañeros, que en aquella batalla que hubo con Narvaez
fué nuestro Señor servido dar victoria á Cortés, que con ducientos y
sesenta y seis soldados, sin caballos é sin arcabuces ni ballestas,
desbarató con buena maña y con dádivas de oro al Narvaez, y le quebró
el ojo, y prendió á él y sus capitanes, siendo contra Cortés mil
trescientos soldados, y entre ellos ciento de á caballo y otros tantos
escopeteros y ballesteros, y que si Narvaez quedara por capitan, la
Nueva-España se perdiera.
Y á lo que decian el Cristóbal de Tapia, que venia para tomar la
gobernacion de la Nueva-España con provisiones de su majestad, y que
no le quisieron obedecer, á esto responden que el Cristóbal de Tapia,
que delante estaba, fué contento de vender unos caballos y negros;
que si él fuera á Méjico, adonde Cortés estaba, y le mostrara sus
recaudos, obedeciera; mas que viendo todos los caballeros y cabildos
de todas las ciudades y villas que convenia que Cortés gobernase en
aquella sazon, porque vieron que el Tapia no era capaz para ello, que
suplicaron de las Reales provisiones para ante su majestad, y segun
parecerá de los autos que sobre ello pasaron.
Y cuando hubieron acabado de poner por la parte del Diego Velazquez y
del Narvaez sus demandas, é aquellos caballeros que estaban por jueces
vieron las respuestas y lo que por la parte de Cortés fué alegado, y
todo probado, y sobre ello habian estado embarazados cinco dias en ir
á los unos y á los otros, acordaron de ponello todo en la consulta
con su majestad; y despues de muy acordado por todos en ella, lo que
fué sentenciado es esto: lo primero, que dieron por muy bueno y leal
servidor de su majestad á Cortés y á todos nosotros los verdaderos
conquistadores que con él pasamos, y tuvieron en mucho nuestra gran
felicidad, y loaron y ensalzaron en gran manera las grandes batallas
y osadía que contra los indios tuvimos, y no se olvidó de decir cómo,
siendo nosotros tan pocos, desbaratamos al Narvaez; y luego mandaron
poner silencio al Diego Velazquez acerca del pleito de la gobernacion
de la Nueva-España, y que si algo habia gastado en los armadas, que
por justicia lo pidiese á Cortés; y luego declararon por sentencia que
Cortés fuese gobernador de la Nueva-España, segun lo mandó el Sumo
Pontífice, é que daban en nombre de su majestad los repartimientos
por buenos, que Cortés habia hecho, y le dieron poder para repartir la
tierra desde allí adelante, y por bueno todo lo que habia hecho, porque
claramente era servicio de Dios y de su majestad.
En lo de Garay ni en otras cosas de las acusaciones que le ponian, que
pues no daban informaciones tocantes acerca dello, que lo reservaban
para el tiempo andando, y le enviarian á tomar residencia; y en lo
que Narvaez pedia, que le tomaron sus provisiones del seno, é que fué
Alonso de Ávila, que estaba en aquella sazon preso en Francia, que le
prendió Juan Florin, frances, gran corsario, cuando robó la recámara
que llamábamos de Montezuma, dijeron aquellos caballeros que lo fuese á
pedir á Francia, y que le citasen pareciese en la córte de su majestad,
para ver lo que sobre ello respondia; y á los dos pilotos Umbría y
Cárdenas les mandaron dar cédulas Reales para que en la Nueva-España
les dén indios que renten á cada uno mil pesos de oro.
Y mandaron que todos los conquistadores fuésemos antepuestos y nos
diesen buenas encomiendas de indios, y que nos pudiésemos asentar en
los más preeminentes lugares, así en las santas iglesias como en otras
partes.
Pues ya dada y pronunciada esta sentencia por aquellos caballeros que
su majestad puso por jueces, lleváronla á firmar á Valladolid, donde su
majestad estaba, porque en aquel tiempo pasó de Flandes, y en aquella
sazon mandó pasar allí toda su Real córte y consejo, y firmóla su
majestad, y dió otras sus Reales provisiones para echar los tornadizos
de la Nueva-España, porque no hubiese contradiccion en la conversion de
los naturales.
Y asimismo mandó que no hubiese letrados por ciertos años, porque do
quiera que estaban revolvian pleitos é debates y zizañas; y diéronse
todos estos recaudos firmados de su majestad y señalados de aquellos
caballeros que fueron jueces, y de don García de Padilla, en la misma
villa de Valladolid, á 17 de Mayo de mil y quinientos y tantos años,
y venian refrendadas del secretario don Francisco de los Cóbos, que
despues fué comendador mayor de Leon; y entónces escribió su majestad
cesárea á Cortés é á todos los que con él pasamos, agradeciéndonos
los muchos y buenos é notables servicios que le haciamos; y tambien
en aquella sazon el Rey don Hernando de Hungría, Rey de romanos, que
ansí se nombraba, padre del Emperador que agora es, escribió otra carta
en respuesta de lo que Cortés le habia escrito, y enviado presentadas
muchas joyas de oro; y lo que decia el Rey de Hungría en la carta que
escribió á Cortés era, que ya tenia noticia de los muchos y grandes
servicios que habia hecho á Dios primeramente, y á su señor y hermano
el Emperador, y á toda la Cristiandad, y que en todo lo que se le
ofreciese, que se lo haga saber, porque sea intercesor en ello con su
señor y hermano el Emperador, porque de mucho más era merecedora su
generosa persona, y que diese sus encomiendas á los fuertes soldados
que le ayudaron; y decia otras palabras de ofrecimientos; y acuérdaseme
que en la firma decia: «Yo el Rey, é Infante de Castilla;» y refrendada
de su secretario, que se decia Fulano de Castillejo; y esta carta
yo la leí dos ó tres veces en Méjico, porque Cortés me la mostró
para que viese en cuán grande estima éramos tenidos los verdaderos
conquistadores, de su majestad.
Pues como todos estos despachos tuvieron nuestros procuradores, luego
enviaron con ellos por la posta á un Rodrigo de Paz, primo de Cortés
y deudo del licenciado Francisco Nuñez, y tambien vino con ellos
un hidalgo de Extremadura, pariente del mismo Cortés, que se decia
Francisco de las Casas, y trajeron un buen navío velero, y vinieron
camino de la isla de Cuba, y en Santiago de Cuba, donde Diego Velazquez
estaba por gobernador, se le notificaron las Reales provisiones y
sentencia, para que se dejase del pleito de Cortés y le demandase los
gastos que habia hecho; la cual notificacion se hizo con trompetas; y
el Diego Velazquez, de pesar, cayó malo, y dende á pocos meses murió
muy pobre y descontento, y por no volver yo otra vez á recitar lo
que en Castilla negoció el Francisco de Montejo y el Diego de Ordás,
dirélo ahora, y fué así: que al Francisco de Montejo su majestad le
hizo merced de la gobernacion y adelantamiento de Yucatan é Cozumel, y
trajo don y señoría, y al Diego de Ordás su majestad le confirmó los
indios que tenia en la Nueva-España y le dió una encomienda del señor
Santiago, y el volcan que estaba cabe Guaxocingo por armas, y con ello
se vinieron á la Nueva-España.
Desde á dos ó tres años el mismo Ordás volvió á Castilla y demandó la
conquista del Marañon, donde se perdió él y su hacienda.
Dejemos desto, y digamos cómo el Obispo de Búrgos, que en aquella
sazon supo los grandes favores que su majestad hizo á Cortés y á todos
nosotros los conquistadores, y cómo muy claramente aquellos caballeros
que fueron jueces habian alcanzado á saber los tratos que entre él
y Diego Velazquez habia, y cómo tomaba el oro que enviábamos á su
majestad, y encubria y torcia nuestros muchos servicios, y aprobaba
por buenos los de su amigo Diego Velazquez, si muy triste y pensativo
estaba de ántes, ahora desta vez cayó malo dello y de otros enojos que
tuvo con un caballero su sobrino, que se decia D. Alonso de Fonseca,
Arzobispo que fué de Santiago, porque pretendia aquel arzobispado de
Santiago el don Juan Rodriguez de Fonseca.
Dejemos de hablar desto, y digamos cómo el Francisco de las Casas y el
Rodrigo de Paz llegaron á la Nueva-España, y entraron en Méjico con
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