Verdadera historia de los sucesos de la conquista de la Nueva-España (3 de 3) - 15

Total number of words is 5195
Total number of unique words is 1120
42.0 of words are in the 2000 most common words
56.0 of words are in the 5000 most common words
62.4 of words are in the 8000 most common words
Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
ó el Virey y la Audiencia Real les dió licencia para ello; y desde á
pocos meses, como Cortés estaba algo más reposado, envió otros navíos
bien bastecidos, así de pan y carne como de buenos marineros, y sesenta
soldados y buenos pilotos, y fué en ellos por capitan el Francisco de
Ulloa, otras veces por mí nombrado; y aquestos navíos que envió, fué
que la Audiencia Real de Méjico se lo mandaba expresamente que los
enviase, para cumplir Cortés lo capitulado con su majestad, segun dicho
tengo en los capítulos pasados que dello hablan.
Volvamos á nuestra relacion, y es que salieron del puerto de la
Natividad por el mes de Junio de mil y quinientos y treinta y tantos
años, y esto de los años no me acuerdo bien; y le mandó Cortés al
capitan que corriesen la costa adelante y acabasen de bajar la
California, y procurasen de buscar al capitan Diego Hurtado, que nunca
más pareció; y tardó en el viaje en ir y venir siete meses, y sé que
no hizo cosa que de contar sea; y volvió al puerto de Xalisco, y dende
á pocos dias que el Ulloa estaba en tierra descansando, un soldado de
los que habia llevado en su capitanía le aguardó en parte que le dió
de estocadas, donde le mató; y en esto que he dicho paró los viajes y
descubrimientos que el marqués hizo; y aun le oí decir muchas veces
que habia gastado en las armadas sobre trecientos mil pesos de oro; y
para que su majestad le pagase alguna cosa dello, y sobre el contar de
los vasallos, determinó de ir á Castilla, y para demandar á Nuño de
Guzman cierta cantidad de pesos de oro de los que la Real audiencia le
hubo sentenciado al Nuño de Guzman que pagase á Cortés de cuando le
mandó vender sus bienes; porque en aquel tiempo el Nuño de Guzman fué
preso á Castilla; y si miramos en ello, en cosa ninguna tuvo ventura
despues que ganó la Nueva-España, y dicen que son maldiciones que le
echaron.


CAPÍTULO CCI.
CÓMO EN MÉJICO SE HICIERON GRANDES FIESTAS Y BANQUETES POR ALEGRÍA
DE LAS PACES DEL CRISTIANÍSIMO EMPERADOR NUESTRO SEÑOR, DE GLORIOSA
MEMORIA, CON EL REY FRANCISCO DE FRANCIA, CUANDO LAS VISTAS DE
AGUAS-MUERTAS.

En el año de 38 vino nueva á Méjico que el Cristianísimo Emperador
nuestro señor, de gloriosa memoria, fué á Francia, y el Rey Francisco
de Francia le hizo gran recebimiento en un puerto que se dice
Aguas-Muertas, donde se hicieron paces y se abrazaron los Reyes con
gran amor, estando presente madama Leonor, Reina de Francia, mujer del
Rey Francisco y hermana del Emperador, de felice recordacion, nuestro
señor, donde se hizo gran solemnidad y fiestas en aquellas paces, y por
honra y alegría dellas, el Virey don Antonio de Mendoza y el marqués
del Valle y la Real audiencia y ciertos caballeros conquistadores
hicieron grandes fiestas.
En esta sazon habian hecho amistades el marqués del Valle y el Visorey
don Antonio de Mendoza, que estaban algo amordazados sobre el contar
de los vasallos del marquesado y sobre que el Virey favoreció mucho al
Nuño de Guzman para que no pagase la cantidad de pesos de oro que se
debia á Cortés desde el tiempo que fué el Nuño de Guzman presidente
en Méjico; y acordaron de hacer grandes fiestas y regocijos, y fueron
tales, que otras como ellas, á lo que á mí me parece, no he visto hacer
en Castilla, así de justas y juegos de cañas, correr toros, encontrarse
unos caballeros con otros, y otros grandes disfraces que habia; é todo
esto que he dicho no es nada para las muchas invenciones de otros
juegos, como se solian hacer en Roma cuando entraban triunfando los
cónsules y capitanes que habian vencido batallas, y los epitafios y
carteles que sobre cada cosa habia; y el inventor de aquellas cosas fué
un caballero romano que se decia Luis de Leon, persona que decian que
era de linaje de los patricios, natural de Roma.
Y es, que como se acabaron de hacer las fiestas, mandó el marqués
apercebir navíos y matalotaje para ir á Castilla, para suplicar á su
majestad que le mandase pagar algunos pesos de oro de los muchos que
habia gastado en las armadas que envió á descubrir; y porque tenia
pleitos con Nuño de Guzman, que en aquella sazon le envió preso al Nuño
de Guzman la audiencia Real á España, y tambien tenia pleitos sobre el
contar de los vasallos; y entónces Cortés me rogó á mí que fuese con
él, y que en la córte demandaria mejor mis pueblos ante los señores del
Real consejo de Indias que no en la audiencia Real de Méjico; y luego
me embarqué y fuí á Castilla, y el marqués no fué de ahí á dos meses,
porque dijo que no tenia allegado tanto oro como quisiera llevar, y
porque estaba malo del empeine del pié, del caño que le dieron, y
esto fué en el año de 540; y porque el año pasado de 539 falleció la
serenísima Emperatriz nuestra señora, doña Isabel, de gloriosa memoria,
la cual falleció en Toledo en 1.º dia del mes de Mayo, y fué llevado
á sepultar su cuerpo á la ciudad de Granada, y por su muerte se hizo
gran sentimiento en la Nueva-España, y se pusieron todos los más
conquistadores grandes lutos, é yo, como regidor que era de la villa de
Guacacualco é conquistador más antiguo, me puse grandes lutos, y con
ellos fuí á Castilla; y llegado á la córte, me los torné á poner mucho
mayores, como era obligado, por la muerte de nuestra Reina y señora.
Y en aquel tiempo tambien llegó á la córte Hernando Pizarro, que vino
del Perú, y fué cargado de luto, con más de cuarenta hombres que
llevaba consigo, que le acompañaban; y tambien en esa sazon llegó
Cortés á la córte con luto él y sus criados, que estaba en aquella
sazon la córte en Madrid; y los señores del Real Consejo de Indias,
como supieron que Cortés llegaba cerca de Madrid, le mandaron salir á
recebir, y le señalaron por posada las casas del comendador don Juan
de Castilla; y cuando algunas veces iba Cortés al Real Consejo de
Indias, salia un oidor hasta la puerta donde hacian el acuerdo del Real
Consejo, y le llevaba con mucho acato á los estrados donde estaba el
presidente don Fray García de Loaysa, Cardenal de Sigüenza, y despues
fué Arzobispo de Sevilla; y oidores el licenciado Gutierre Velazquez y
el Obispo de Lugo y el doctor don Juan Bernal Diaz de Luco y el doctor
Beltran; y un poco junto de las sillas de aquellos señores caballeros
le ponian á Cortés otra silla é le oian; y desde entónces nunca más
volvió á la Nueva-España, porque entónces le tomaron residencia,
y su majestad no le quiso dar licencia para que se volviese á la
Nueva-España, puesto que echó por intercesores al almirante de Castilla
y al duque de Béjar y al comendador mayor de Leon; y aun tambien echó
por intercesora á la señora doña María de Mendoza, y nunca le quiso
dar licencia su majestad; ántes mandó que le detuviesen hasta acabar de
dar la residencia, y nunca la quisieron concluir; y la respuesta que
le daban en el Real Consejo de Indias era, que hasta que su majestad
viniese de Flandes de hacer el castigo de Gante, que no podian dalle
licencia.
Y tambien en aquella sazon al Nuño de Guzman le mandaron desterrar
de su tierra y que siempre anduviese en la córte, y le sentenciaron
en cierta cantidad de pesos de oro; mas no le quitaron los indios de
su encomienda de Xalisco; y tambien andaba él y sus criados cargados
de luto; y como en la córte nos veian, así al marqués Cortés como
al Pizarro y al Nuño de Guzman y todos los demas que veniamos de la
Nueva-España á negocios, y otras personas del Perú con lutos, tenian
por chiste de llamarnos los indianos peruleros enlutados.
Volvamos á nuestra relacion: que tambien en aquel tiempo á Hernando
Pizarro le mandaron echar preso en la Mota de Medina, y entónces
me vine yo á la Nueva-España, y supe que habia pocos meses que se
habian alzado en las provincias de Xalisco unos peñoles que se llaman
Cochitlan, y que el virey don Antonio de Mendoza los envió á pacificar
á ciertos capitanes, y á uno que se decia Cristóbal de Oñate, y los
indios alzados daban grandes combates á los españoles y soldados, que
de Méjico enviaron á demandar socorro al don Pedro de Albarado, que en
aquella sazon estaba en unos sus navíos de una gran armada que hizo
en lo de Guatimala para la China; y fué á favorecer á los españoles
que estaban sobre los peñoles por mí ya nombrados, y llevó gran copia
de soldados, y dende á pocos dias murió por causa de un caballo que le
tomó debajo y le machucó el cuerpo, como adelante diré.
Y quiero dejar esta plática, y traeré á la memoria dos armadas que
salieron de la Nueva-España: la una era la que hizo el virey don
Antonio de Mendoza, y la otra fué la que hizo don Pedro de Albarado,
segun dicho tengo.


CAPÍTULO CCII.
CÓMO EL VIREY DON ANTONIO DE MENDOZA ENVIÓ TRES NAVÍOS Á DESCUBRIR POR
LA BANDA DEL SUR EN BUSCA DE FRANCISCO VAZQUEZ CORONADO, Y LE ENVIÓ
BASTIMENTOS Y SOLDADOS, QUE ESTABAN EN LA CONQUISTA DE LA CIBOLA.

Ya he dicho en el capítulo pasado que dello habla que el virey don
Antonio de Mendoza y la Real audiencia de Méjico enviaron á descubrir
las siete ciudades, que por otro nombre se llama Cibola, y fué por
capitan general un hidalgo que se decia Francisco Vazquez Coronado,
natural de Salamanca, que en aquella sazon se habia casado con una
señora que, ademas de ser virtuosa, era hermosa, hija del tesorero
Alonso de Estrada, y en aquel tiempo estaba el Francisco Vazquez por
gobernador, aunque se lo habian quitado.
Pues partidos por tierra con muchos soldados de á caballo y escopeteros
y ballesteros, habia dejado por su teniente en lo de Xalisco á un
hidalgo que se decia Fulano de Oñate; y despues de ciertos meses que
hubo llegado á las siete ciudades, pareció ser que un fraile francisco
que se decia Fray Márcos de Nica, habia ido de ántes á descubrir
aquellas tierras, ó fué en aquel viaje con el mismo Francisco Vazquez
Coronado, que esto no lo sé bien; y cuando llegaron á las tierras de
la Cibola, y vieron los campos tan llanos y llenos de vacas y toros
disformes de los nuestros de Castilla, y los pueblos y casas con
sobrados, y subian por escaleras, parecióle al fraile que seria bien
volver á la Nueva-España, como luego vino, á dar relacion al virey don
Antonio de Mendoza que enviase navíos por la costa del Sur, con herraje
y tiros y pólvora y ballestas y armas de todas maneras, y vino y aceite
y bizcocho, porque le hizo relacion que las tierras de la Cibola
estaban en la comarca de la costa del Sur, y que con los bastimentos
y herraje serian ayudados el Francisco Vazquez y sus compañeros, que
ya quedaban en aquella tierra; y á esta causa envió los tres navíos
que dicho tengo, y fué por capitan general un Hernando de Alarcon,
maestresala que fué del mismo Virey, y fué por capitan de otro navío
un hidalgo que se dice Márcos Ruiz de Rojas, natural de Madrid; otros
dijeron que habia ido por capitan de otro navío un Fulano Maldonado;
y porque yo no fuí en aquella armada, mas de por oidas lo digo desta
manera; y fueron dadas todas las instrucciones á los pilotos y
capitanes de lo que habian de hacer y cómo se habian de regir y navegar.


CAPÍTULO CCIII.
DE UNA MUY GRANDE ARMADA QUE HIZO EL ADELANTADO DON PEDRO DE ALBARADO
EN EL AÑO DE 1537.

Razon es que se traiga á la memoria y no quede por olvido una muy buena
armada que el Adelantado don Pedro de Albarado hizo el año de 1537
en la provincia de Guatimala, donde era gobernador, y en un puerto
que se dice Acaxatla, en la banda del Sur, y fué para cumplir ciertas
capitulaciones que con su majestad hizo la segunda vez que volvió
á Castilla, y vino casado con una señora que se decia doña Beatriz
de la Cueva; y fué el concierto que se capituló con su majestad,
que el Adelantado pusiese ciertos navíos y pilotos y marineros y
soldados y bastimentos, y todo lo que hubiese menester, á su costa,
para enviar á descubrir por la via del poniente á la China ó Malucos
ó otras cualesquier islas de la Especería, y para lo que descubriese,
su majestad le prometió en las mismas tierras que le haria ciertas
mercedes y daria renta en ellas; y porque yo no he visto lo capitulado,
me remito á ello, y por esta causa lo dejo de poner en esta relacion.
Y volviendo á nuestra materia, y es que, como siempre el Adelantado fué
muy servidor de su majestad, lo cual se pareció en las conquistas de
la Nueva-España é ida del Pirú, y en todo puso su persona, con cuatro
hermanos suyos, que sirvieron á su majestad en lo que pudieron; y en
esto de ir á lo del Poniente con buena armada, se quiso aventajar á
todas las armadas que hizo el marqués del Valle, de las cuales tengo
hecha larga relacion en los capítulos que dello hablan; y esto que
digo es porque puso en la mar del Sur trece navíos de buen porte, y
entre ellos una galera y un patache, y todos muy bien bastecidos, así
de pan como de carne y pipas de agua, y todo bastimento que en aquella
sazon pudieron haber, y muy bien artillados, y con buenos pilotos y
marineros, los que habian menester.
Pues para hacer tan pujante armada, y estando tan apartados del
puerto de la Veracruz, que son más de ducientas leguas hasta donde se
labraron los navíos, que en aquella sazon de la Veracruz se trajo
el hierro para la clavazon y anclas y pipas, y otras muchas cosas
pertenecientes para aquella flota, gastó en ella más millares de pesos
de oro que en Castilla se pudieran gastar aunque se labraran en Sevilla
ochenta navíos; y fueron tantos los gastos que hizo, que no le bastó la
riqueza que trajo del Pirú, ni el oro que le sacaban de las minas en la
provincia de Guatimala, ni los tributos de sus pueblos, ni lo que le
presentaron sus deudos y amigos y lo que tomó fiado de mercaderes; é ya
que en aquella ocasion se quisiera ayudar de traer anclas é hierro y
otras muchas cosas pertenecientes para los navíos, desde el Puerto de
Caballos no venian navíos ni mercaderes, ni se trataba aquel puerto en
aquella sazon como ahora.
Volvamos á nuestra relacion: que aún no es nada los pesos de oro que
gastó en los navíos para lo que dió á capitanes y alférez y maeses
de campo y á seiscientos y cincuenta soldados, y los muchos caballos
que entónces compró, que valian los buenos á trecientos pesos, y los
comunes á ciento y cincuenta y á ducientos; pues arcabuces y pólvora
y ballestas y todo género de armas fueron tan excesivos gastos, los
cuales se podrán colegir; y fueron tan altos los pensamientos que tuvo
de hacer gran servicio á su majestad, y descubrille por el Poniente la
China ó Malucos y Especería, y aun de conquistar algunas islas della,
y á lo ménos dar traza que por la parte de su gobernacion hubiese el
trato della, pues que aventuraba toda su hacienda y persona.
Pues ya puesto á punto sus naos para navegar, y en cada una sus
estandartes Reales, y señalados pilotos y capitanes, y dadas las
instrucciones de lo que habian de hacer y derrotas que habian de
llevar, y las señas de los faroles para de noche, y á todos los
soldados, como dicho tengo, que fueron sobre seiscientos y cincuenta,
con más de ducientos caballos; y despues de oido Misa del Espíritu
Santo, el mismo Adelantado por capitan general de toda su armada, dan
velas en ciertos dias del año de 1538, y fué navegando por su derrota
hasta el puerto de la Purificacion, que es en la provincia de Xalisco,
porque en aquel puerto habia de tomar agua y más soldados y bastimento.
Pues como supo el Virey D. Antonio de Mendoza desta tan pujante armada,
que para en estas partes era muy grande, y de los muchos soldados y
caballos y artillería que llevaba, tuvo por muy gran cosa de cómo pudo
juntar y armar trece navíos en la costa del Sur, y allegar tantos
soldados, estando tan apartado del puerto de la Veracruz y de Méjico:
es cosa de pensar en ello á las personas que tienen noticia destas
tierras y saben los gastos que hacen.
Pues como el Virey D. Antonio de Mendoza supo y se informó que era para
descubrir la China, y alcanzó á saber de pilotos y cosmógrafos que se
podia descubrir muy bien por el Poniente, y se lo certificó un deudo
suyo que se decia Villalóbos, que sabia mucho de alturas y del arte de
navegacion, acordó de escribir desde Méjico al Adelantado con ofertas y
buenos prometimientos para que se diese órden en que la armada hiciese
compañía con él: para lo efetuar fueron á hacer el concierto D. Luis de
Castilla y un mayordomo mayor del Virey, que se decia Agustin Guerrero.
Y despues que el Adelantado vió los recaudos que llevaban para hacer
concierto, y bien platicado sobre el negocio, se concertó que se viesen
el Virey y el Adelantado en un pueblo que se dice Chiribitio, que es
en la provincia de Mechoacan, que era de la encomienda de un Juan de
Albarado, deudo del mismo Adelantado; y como el Virey supo adónde se
habian de ver, fué en posta desde Méjico al pueblo por mí nombrado,
donde estaba el Adelantado aguardando al Virey para hacer la plática,
y allí se vieron, y concertaron que fuesen entrambos á dos á ver la
armada, y luego fueron, y cuando lo hubieron visto, se volvieron á
Méjico, para desde allí enviar capitan general de toda la flota; y el
Adelantado queria que fuese un deudo suyo por general, que se decia
Juan de Albarado (no digo por el de Chiribitio, sino otro su sobrino),
que tenia indios en Guatimala; y el Virey queria que fuese juntamente
con él un Fulano Villalóbos; y en este tiempo tuvo mucha necesidad
el Adelantado de venir á su gobernacion de Guatimala á cosas que le
convenian, y lo dejó todo aparte por estar presente en su armada, y fué
al puerto de la Natividad por tierra, donde en aquella sazon estaban
todos sus navíos y soldados, para que por su mano fuesen despachados.
É ya que estaban para se hacer á la vela, le vino una carta que le
envió un Cristóbal de Oñate, que estaba por teniente de gobernador
de aquella provincia de Xalisco, por ausencia de Francisco Vazquez
Coronado, que habia ido por capitan á las siete ciudades que llaman de
Cibola, como dicho tengo en el capítulo que dello habla, y lo que el
Oñate en la carta le decia, era que, pues en todo era gran servidor
de su majestad, en este caso que ahora ha ocurrido se parecerán muy
mejor sus servicios; que por amor de Dios, que luego con brevedad le
vaya á socorrer con su persona y soldados y caballos y arcabuceros,
porque está cercado en partes que si no son socorridos no se podrá
defender de muchas capitanías de indios guerreros que están en unas
fuerzas y peñoles que se dicen de Cochitlan, y que han muerto á muchos
españoles de los que estaban en su compañía, y se temia no le acabasen
de desbaratar; y le significó en la carta otras muchas lástimas, y
que á salir los indios de aquellos peñoles é fortaleza vitoriosos, la
Nueva-España estaba en gran peligro.
Y como el Adelantado vió la carta, y en ella las palabras que dicho
tengo, y otros españoles le dijeron en el peligro en que estaban,
luego mandó juntar sus soldados, así de caballo como arcabuceros y
ballesteros, y fué en posta á hacer aquel socorro, y cuando llegó al
real estaban tan afligidos los cercados, que si no fuera por él, segun
se vió, los mataran los indios, y con su llegada aflojaron algo, y
no que dejasen de dar muy bravosa guerra; y estando peleando entre
unos peñoles un soldado, pareció ser que el caballo en que iba se
le derriscó, y vino rodando por el peñol abajo con tan gran furia y
saltos por donde el Adelantado estaba, que no se pudo apartar á cabo
ninguno, sino que el caballo le encontró de arte, que le trató mal
y le quebrantó todo el cuerpo, porque le tomó debajo, y fué de tal
manera, que se sintió muy malo, y para guarecelle y curallo, creyendo
que no fuera tanto el quebramiento, le llevaron en andas á curar á
una villa, que era la más cercana de aquellos peñoles, que se dice la
Purificacion; é yendo por el camino se comenzó á pasmar, y llegado á la
villa, de ahí á pocos dias, despues de se haber confesado y comulgado,
dió el ánima á Dios nuestro Señor, que la crió. Algunas personas
dijeron que hizo testamento, y no ha parecido.
Falleció aqueste caballero por sacalle luego del real, que si de allí
no le sacaran y le curaran como era razon, no se pasmara; y á todas las
cosas que Nuestro Señor hace y ordena démosle muchas gracias y loores
por ello; pues ya es fallecido, perdónele Dios.
En aquella villa le enterraron con la mayor pompa que pudieron;
y despues he oido decir que Juan de Albarado, el encomendero de
Chiribitio, llevó sus huesos de donde estaban enterrados al mismo
pueblo de su encomienda, y mandó hacer muchas honras y Misas y limosnas
por su ánima.
Pues como se supo su muerte en el real de Cochitlan y en su flota y
armada, como no habia capitan general ni cabeza que los mandase, muchos
de los soldados se fueron cada uno por su parte con las pagas que les
dieron, y cuando á Méjico llegó esta nueva, todos los más caballeros,
juntamente con el Virey, la sintieron; y como faltó el Adelantado,
luego en posta envian por el Virey para que les vaya á socorrer, y el
Virey no pudo ir luego, y envió al licenciado Maldonado, é hizo lo que
pudo en aquel socorro; y luego fué el Virey y llevó todos los soldados
que pudo allegar, y quiso Dios que venció á los indios de los peñoles,
y desbaratados, se volvieron á Méjico á cabo de muchos dias que en esta
guerra estuvieron con gran trabajo.
Dejemos aquel socorro que el Adelantado hizo, pues á todos los cercados
ayudó, y él murió del arte que ya he dicho; é quiero decir que, como
se supo en Guatimala de su muerte, la tristeza y lloros que hubo en
su casa, y su querida mujer doña Beatriz de la Cueva rompia la cara
y se mesaba los cabellos, juntamente con sus damas y doncellas que
tenia para casar; pues su amada hija y señores hijos, y un caballero,
yerno suyo, que se dice don Francisco de la Cueva, primo segundo
del duque de Alburquerque, que dejaba por gobernador de aquella
provincia, tuvieron mucho pesar, y todos los vecinos conquistadores
hicieron sentimiento y le hicieron solenes honras, porque el Obispo
don Francisco Marroquin, de buena memoria, sintió mucho su muerte, y
con toda la clerecía y cera y pompa que pudieron rogaban á Dios por su
ánima cada dia; y en esto de las honras puso el Obispo gran solicitud.
Y tambien quiero decir que un mayordomo del Adelantado, por mostrar más
tristeza por la muerte de su señor, mandó que se entintasen todas las
paredes de las casas con un betun de tinta que no se pudiese quitar.
Y tambien oí decir que muchos caballeros iban á consolar á la señora
doña Beatriz de la Cueva, mujer del Adelantado, porque no tomase tanta
tristeza por su marido, y le decian que diese gracias á Dios, pues
que dello fué servido; y ella, como buena cristiana, decia que así
se las daba; y como las mujeres son tan lastimosas por lo que bien
quieren, y que deseaba morirse y no estar en este triste mundo con
tantos trabajos: traigo aquí esto á la memoria por lo que el coronista
Francisco Lopez de Gómora dice en su Corónica, que dijo aquella señora
que ya no tenia nuestro Señor Jesucristo en qué más mal la pudiese
hacer de lo hecho, y por aquella blasfemia fué servido que desde á
pocos dias vino en esta ciudad una tormenta y tempestad de agua y
cieno y piedras muy grandes y maderos muy gordos, que descendió de un
volcan que está media legua de Guatimala, que derribó toda la mayor
parte de las casas donde vivia aquella señora, mujer del Adelantado,
estando en una recámara rezando con sus damas y doncellas, que las tomó
á todas debajo, y las más se ahogaron.
Y en las palabras que dijo el Gómora que habia dicho aquella señora, no
pasó como dice, sino como dicho tengo; y si nuestro Señor Jesucristo
fué servido de la llevar deste mundo, fué secreto de Dios; de la cual
avenida y terremoto diré adelante en su tiempo y lugar; y quiero ahora
referir otras cosas que son muy de notar: que con haber servido el
Adelantado tan bien á su majestad, y con sus cuatro hermanos, que
se decian Jorge, Gonzalo y Gomez y Juan, y todos Albarados, cuando
falleció, como dicho tengo, no les quedaron á sus hijos é hijas
ningunos pueblos de los que tenia en su encomienda, habiéndolos él
ganado y conquistado, y haber venido á descubrir esta Nueva-España con
Juan de Grijalva y despues con Cortés.
Pues digamos agora adónde murieron él y sus hijos y mujer y hermanos,
que es cosa de mirar en ello.
Ya he dicho que murió en lo de Achitlan, y su hermano Jorge de Albarado
en la villa de Madrid, yendo á suplicar á su majestad le gratificase
sus servicios, y esto fué en el año de 1540; y el Gomez de Albarado en
el Pirú; el Gonzalo de Albarado no se me acuerda si murió en Guaxaca ó
en Méjico; el Juan de Albarado yendo á la isla de Cuba á poner cobro en
la hacienda que dejó en aquella isla.
Pues sus hijos, el mayor, que se decia don Pedro, fué á Castilla en
compañía de un su tio que se decia Juan de Albarado el mozo, vecino
que fué de Guatimala, é iba á besar los piés del Emperador nuestro
señor y traerle á la memoria los servicios de su padre; y nunca más se
supo nueva dellos, porque creyeron que se perdieron en la mar ó los
cautivaron moros.
Pues don Diego, el hijo menor, como se vió perdido, volvió al Pirú, y
en una batalla murió.
Pues doña Beatriz, su mujer, ya he dicho dos veces cómo la tormenta la
llevó deste mundo, á ella y á otras señoras que estaban en su compañía.
Tengan agora más cuenta los curiosos letores desto que aquí tengo
referido, y miren que el Adelantado murió solo sin su querida mujer
y amadas hijas, y la mujer sin su querido marido, y los hijos el uno
yendo á Castilla y el otro en una batalla en el Pirú, y los hermanos
segun y de la manera que dicho tengo. Nuestro Señor Jesucristo los
lleve á su santa gloria, amen.
Agora nuevamente se han hecho en esta ciudad de Guatimala dos sepulcros
juntos al altar de la santa iglesia mayor para traer los huesos del
Adelantado don Pedro de Albarado, que están enterrados en el pueblo
de Chiribitio, y traidos que sean á esta ciudad, enterrarles en el un
sepulcro, y el otro sepulcro es para que cuando Dios nuestro Señor sea
servido llevar desta presente vida á don Francisco de la Cueva y á doña
Leonor de Albarado, su mujer, ó hija del mismo Adelantado, enterrarse
en ellos; porque á su costa traen los huesos de su padre y mandaron
hacer el sepulcro en la santa iglesia, como dicho tengo.
Dejemos esta materia, y volveré á decir en lo que paró la armada, y es,
que despues que murió, como he referido, dende á un año, poco más ó
ménos tiempo, el Virey don Antonio de Mendoza mandó que tomasen ciertos
navíos, los mejores y más nuevos de los trece que enviaba el Adelantado
á descubrir la China por la banda del Poniente, y envió por capitan de
los navíos á un su deudo, que se decia Fulano de Villalóbos, y que se
fuese la mesma derrota que tenia concertado de enviar á descubrir; y
en lo que paró este viaje yo no lo sé bien, y á esta causa no doy más
relacion dello; y tambien he oido decir que nunca los herederos del
Adelantado cobraron cosa ninguna, ansí de navíos como de bastimento,
sino que todo se perdió.
Dejemos esta materia, é diré lo que Cortés hizo.


CAPÍTULO CCIV.
DE LO QUE EL MARQUÉS DEL VALLE HIZO DESDE QUE ESTABA EN CASTILLA.

Como su majestad volvió á Castilla á hacer el castigo de Gante, é hizo
la gran armada para ir sobre Argel, le fué á servir en ella el marqués
del Valle, y llevó en su compañía á su hijo el mayorazgo: tambien
llevó á don Martin Cortés, el que hubo en doña Marina, y llevó muchos
escuderos y criados y caballos, y gran copia y servicio, y se embarcó
en una buena galera, en compañía de don Enrique Enriquez; y como Dios
fué servido hubiese tan recia tormenta, se perdió casi que toda la Real
armada; tambien dió al través la galera en que iba Cortés, y escapó
él y sus hijos y todos los más caballeros que en ella iban, con gran
riesgo de sus personas; y en aquel instante, como no hay tanto acuerdo
como debia haber, especialmente viendo la muerte al ojo, dijeron
muchos de los criados de Cortés que le vieron que se ató en unos paños
revueltos al brazo y en el paño ciertas joyas de piedras muy riquísimas
que llevaba como gran señor, como se suele decir, para no menester,
y con la revuelta del salir en salvo de la galera, y con la mucha
multitud de gente que habia, se le perdieron todas las joyas y piedras
que llevaba, que, á lo que decian, valian muchos pesos de oro.
You have read 1 text from Spanish literature.
Next - Verdadera historia de los sucesos de la conquista de la Nueva-España (3 de 3) - 16