Verdadera historia de los sucesos de la conquista de la Nueva-España (3 de 3) - 11

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Méjico, en que decian que no podia mandar Luis Ponce en su testamento
que gobernase el licenciado Aguilar solo, lo uno porque era muy viejo
y caducaba, y estaba tullido de bubas y era de poco autoridad, y así
lo mostraba en su persona, y no sabia las cosas de la tierra, ni tenia
noticia della ni de las personas que tenian méritos; y que demas desto,
que no le ternian respeto ni le acatarian, y que seria bien que para
que todos temiesen, y la justicia de su majestad fuese de todos muy
acatada, que tomase acompañado en la gobernacion á Cortés hasta que
su majestad mandase otra cosa; y el Márcos de Aguilar dijo que no
saldria poco ni mucho de lo que Luis Ponce mandó en el testamento, y
que él solo habia de gobernar, y que si querian poner otro gobernador
por fuerza que no hacian lo que su majestad mandaba; y demas desto que
dijo Márcos de Aguilar, Cortés temió si otra cosa se hiciese, por más
palabras que le decian los procuradores de las ciudades y villas de
la Nueva-España, que procurase de gobernar y que ellos atraerian con
buenas palabras al Márcos de Aguilar para ello, pues que estaba claro
que estaba muy doliente, y era servicio de Dios y de su majestad; y por
más que le decian á Cortés, nunca quiso tocar más en aquella tecla,
sino que el viejo Aguilar solo gobernase; y aunque estaba tan doliente
y ético, que le daba de mamar una mujer de Castilla, y tenia unas
cabras, que tambien bebia leche dellas; y en aquella sazon se le murió
un hijo que traia consigo, de modorra, segun y de la manera que murió
Luis Ponce; dejaré esto hasta su tiempo, é quiero volver muy atrás
de lo de mi relacion, é diré lo que el capitan Luis Marin hizo, que
quedaba con toda su gente en Naco esperando respuesta de Sandoval para
saber si Cortés era embarcado ó no, y nunca habiamos tenido respuesta
ninguna.
Ya he dicho cómo Sandoval se partió de nosotros para hacer embarcar
á Cortés que fuese á la Nueva-España, y que nos escribiria lo que
sucediese, para que nos fuésemos con Luis Marin camino de Méjico; y
puesto que escribió Sandoval y Cortés por dos partes, nunca tuvimos
respuesta, porque el Saavedra nunca nos quiso escribir, con malicia;
y fué acordado por Luis Marin y por todos los que con él veniamos
que con brevedad fuésemos soldados á caballo á Trujillo á saber de
Cortés, y fué Francisco Marmolejo por nuestro capitan, é yo fuí uno
de los diez, y fuimos por la tierra adentro de guerra hasta llegar á
Olancho, que agora llaman Guayape, donde fueron las minas ricas de oro,
y allí tuvimos nueva de dos españoles que estaban dolientes y de un
negro, cómo Cortés era embarcado pocos dias habia con los caballeros
y conquistadores que consigo traia, y que le envió á llamar la ciudad
de Méjico, que todos los vecinos mejicanos estaban con voluntad de
le servir, y que vino un fraile francisco por él, y que su primo de
Cortés, Saavedra, quedaba por capitan cerca de allí en unos pueblos
de guerra; de las cuales nuevas nos alegramos, y luego escribimos al
capitan Saavedra con indios de aquel pueblo de Olancho, que estaba de
paz, y en cuatro dias vino respuesta del Saavedra, y nos hizo relacion
de algunas cosas, y dimos muchas gracias á Dios por ello, y á buenas
jornadas volvimos donde Luis Marin estaba; y acuérdome que tiramos
piedras á la tierra que dejábamos atrás, y con la ayuda de Dios iremos
á Méjico, é yendo por nuestras jornadas hallamos á Luis Marin en un
pueblo que se dice Acalteca; y así como llegamos con aquellas nuevas
tomó mucha alegría, y luego tiramos camino de un pueblo que se dice
Maniani, y hallamos en él á seis soldados que eran de la compañía de
Pedro de Albarado, que andaba en nuestra busca, y uno dellos fué Diego
de Villanueva, conquistador, buen soldado y uno de los fundadores desta
ciudad de Guatimala, natural de Villanueva de la Serena, que es en el
maestrazgo de Alcántara; y cuando nos conocimos nos abrazamos los unos
á los otros, y preguntando por su capitan Pedro de Albarado, dijeron
que allí cerca venia con muchos caballeros, y que venian en busca de
Cortés y de nosotros, y nos contaron todo lo acaecido en Méjico, ya
por mí dicho, y cómo habian enviado á llamar á Pedro de Albarado para
que fuese gobernador, y la causa por qué no fué, segun he dicho en
el capítulo que dello habla, fué por temor del factor; é yendo por
nuestro camino, luego de ahí á dos dias nos encontramos con el Pedro
de Albarado y sus soldados, que fué junto á un pueblo que se dice la
Choluteca Malalaca.
Pues saber decir cómo se holgó en saber que Cortés era ido á Méjico,
porque excusaba el trabajoso camino que habia de llevar en su busca,
fué harto descanso para todos; y estando allí en el pueblo de la
Choluteca, habian llegado en aquella sazon ciertos capitanes de Pedro
Arias de Ávila, que se decian Garabito y Campañon, y otros que no se
me acuerdan los nombres, que, segun ellos decian, venian á descubrir
tierras y á partir términos con el Pedro de Albarado; y como llegamos
á aquel pueblo con el capitan Luis Marin, estuvimos juntos tres dias
los de Pedro Arias y Pedro de Albarado y nosotros; y desde allí envió
el Pedro de Albarado á un Gaspar Arias de Ávila, vecino que fué de
Guatimala, á tratar ciertos negocios con el gobernador Pedro Arias de
Ávila, é oí decir que era sobre casamientos, porque el Gaspar Arias era
gran servidor de Pedro de Albarado.
Y volviendo á nuestro viaje, en aquel pueblo se quedaron los de Pedro
Arias, y nosotros fuimos camino de Guatimala, y ántes de llegar á
la provincia de Cuzcatlan, en aquella sazon llovia mucho y venia un
rio que se decia Lempa muy crecido, y no le pudimos pasar en ninguna
manera; acordamos de cortar un árbol que se llama ceiba, y era de tal
gordor, que dél se hizo una canoa que en estas partes otra mayor no la
habia visto, y con gran trabajo estuvimos cinco dias en pasar el rio,
y aun hubo mucha falta de maíz; é pasado el rio, dimos en unos pueblos
que pusimos por nombre los Chapanastiques, que era así su nombre,
adonde mataron los indios naturales de aquellos pueblos un soldado que
se decia Nicuesa, é hirieron otros tres de los nuestros que habian ido
á buscar de comer, y venian ya desbaratados, y les fuimos á socorrer, y
por no nos detener se quedaron sin castigo; y esto es en la provincia
donde agora está poblada la villa de San Miguel; y desde allí entramos
en la provincia de Cuzcatlan, que estaba de guerra, y hallamos bien de
comer; y desde allí veniamos á unos pueblos cerca de Petapa, y en el
camino tenian los guatimaltecas unas sierras cortadas y unas barrancas
muy hondas, donde nos aguardaron, y estuvimos en se las tomar y pasar
tres dias: allí me hirieron de un flechazo, mas no fué nada la herida,
y luego venimos á Petapa, y otro dia dimos en este valle que llamamos
del Tuerto, donde agora está poblada esta ciudad de Guatimala, que
entónces todo estaba de guerra sobre pasallos con los naturales; y
acuérdome que cuando veniamos por un repecho abajo comenzó á temblar
la tierra de tal manera, que muchos soldados cayeron en el suelo,
porque duró gran rato el temblor; y luego fuimos camino del asiento
de la ciudad de Guatimala la vieja, donde solian estar los caciques
que se decian Cinacan y Sacachul, y ántes de entrar en la dicha ciudad
estaba una barranca muy honda, y aguardándonos todos los escuadrones
de los guatimaltecas para no dejarnos pasar, y les hicimos ir con la
mala ventura, y pasamos á dormir á la ciudad, y estaban los aposentos
y las casas con tan buenos edificios y ricos, en fin como de caciques
que mandaban todas las provincias comarcanas; y desde allí nos salimos
á lo llano y hicimos ranchos y chozas, y estuvimos en ellos diez dias,
porque el Pedro de Alvarado envió dos veces á llamar de paz á los de
Guatimala y á otros pueblos que estaban en aquella comarca, y hasta ver
su respuesta aguardamos los dias que he dicho, y de que no quisieron
venir ninguno dellos, fuimos por nuestras jornadas largas, sin parar
hasta donde Pedro de Albarado habia dejado su ejército, porque estaba
todo de guerra, y estaba en él por capitan un hermano que se decia
Gonzalo de Albarado.
Llamábase aquella poblacion donde los hallamos Olintepeque, y estuvimos
descansando ciertos dias, y luego fuimos á Soconusco, y dende allí
á Teguantepeque, y entónces fallecieron en el camino dos vecinos
españoles de Méjico que venian de aquella trabajosa jornada con
nosotros, y un cacique mejicano que se decia Juan Velazquez, capitan
que fué de Guatemuz; y por la posta fuimos á Guaxaca, porque entónces
alcanzamos á saber la muerte de Luis Ponce y otras cosas por mí ya
dichas, y decian muchos bienes de su persona y que venia para cumplir
lo que su majestad le mandaba, y no viamos la hora de haber llegado á
Méjico.
Pues como veniamos sobre ochenta soldados, y entre ellos Pedro de
Albarado, y llegamos á un pueblo que se dice Chalco, dende allí
enviamos á hacer saber á Cortés cómo habiamos de entrar en Méjico otro
dia, que nos tuviesen aparejadas posadas, porque veniamos destrozados;
que habia más de dos años y tres meses que salimos de aquella ciudad.
Y de que se supo en Méjico que llegábamos á Iztapalapa á las calzadas,
salió Cortés con muchos caballeros y el Cabildo á nos recebir; y ántes
de ir á parte ninguna, ansí como veniamos fuimos á la iglesia mayor
á dar gracias á nuestro Señor Jesucristo, que nos volvió á aquella
ciudad, y dende la iglesia Cortés nos llevó á sus palacios, adonde nos
tenia aparejada una muy solene comida é muy bien servida; é ya tenia
aderezada la posada de Pedro de Albarado, que entónces era su casa la
fortaleza, porque en aquella sazon estaba nombrado por alcaide della
y de las atarazanas; y al capitan Luis Marin llevó Sandoval á posar
á sus casas, é á mí é á otro amigo mio, que se decia el capitan Luis
Sanchez, nos llevó Andrés de Tapia á las suyas y nos hizo mucha honra,
y el Sandoval me envió ropas para me ataviar é oro é cacao para gastar;
y ansí hizo Cortés é otros vecinos de aquella ciudad á soldados amigos
conocidos de los que veniamos allí.
Y otro dia, despues de nos encomendar á Dios, salimos por la ciudad yo
y mi compañero el capitan Luis Sanchez, y llevamos por intercesores
al capitan Sandoval é Andrés de Tapia, y fuimos á ver y hablar al
licenciado Márcos de Aguilar, que, como he dicho, estaba por gobernador
por el poder que para ello le dejó el licenciado Luis Ponce; y los
intercesores que fueron con nosotros, que ya he dicho que era el
capitan Sandoval y Andrés de Tapia, hicieron relacion á Márcos de
Aguilar de nuestras personas y servicios para suplicalle que nos diese
indios en Méjico, porque los indios de Guacacualco no eran de provecho;
y despues de muchas palabras y ofertas que sobre ello nos dió el Márcos
de Aguilar, con prometimientos, dijo que no tenia poder para dar ni
quitar indios, porque ansí lo dejó en el testamento Luis Ponce de Leon
al tiempo que falleció, que todas las cosas de pleitos y vacaciones de
indios de la Nueva-España se estuviesen en el estado que estaban hasta
que su majestad enviara á mandar otra cosa, y que si le enviaban poder
para dar indios, que nos daria de lo mejor que hubiese en la tierra; y
luego nos despedimos dél.
En este tiempo vino de la isla de Cuba Diego de Ordás, y como fué el
que hubo escrito las cartas que envió el factor diciendo que todos
éramos muertos cuantos habiamos salido de Méjico con Cortés, Sandoval
é otros caballeros con palabras muy desabridas le dijeron que por qué
habia escrito lo que no sabia, no teniendo noticia dello, y que fueron
aquellas cartas tan malas, que se hubiera de perder la Nueva-España por
ellas.
Y el Diego de Ordás respondió con grandes juramentos que nunca tal
escribió, sino solamente que tuvo nueva, de un pueblo que se dice
Xicalango, que habian venido los pilotos y capitanes y marineros de
dos navíos, y se habian muerto los del un bando con el otro, y que
los indios acabaron de matar á ciertos marineros que quedaban en los
navíos; y que pareciesen las mismas cartas, y verian si era ansí; que
si el factor las glosó é hizo otras, que no tenia culpa.
Pues para saber Cortés la verdad, el factor y veedor estaban presos
en las jaulas y no se atrevia á hacer justicia dellos, segun lo dejó
mandado Luis Ponce de Leon; y como Cortés tenia otros muchos debates,
acordó de callar en lo del factor hasta que viniese mandado de su
majestad, y temió no le viniesen más males sobre ello; y porque
entónces puso demanda que le volviesen mucha cantidad de sus haciendas
que le vendieron y tomaron para decir Misas y honras por su alma,
pues que fueron hechas todas aquellas honras con malicia, no siendo
muerto, y por dar crédito á toda la ciudad que éramos muertos, é no
por su alma; que pues vian que hacian bienes y honras por Cortés y por
nosotros, creyesen que era verdad que éramos muertos.
Y andando en estos pleitos, un vecino de Méjico, que se decia Juan de
Cáceres el Rico, compró los bienes y Misas que habian hecho por el alma
de Cortés, que fuesen por la de Cáceres.
Y dejaré de contar cosas viejas, y diré cómo el Diego de Ordás, como
era hombre de buenos consejos, viendo que á Cortés ya no le tenian
acato ni se daban nada por él despues que vino Luis Ponce de Leon,
y le habian quitado la gobernacion, y que muchas personas se le
desvergonzaban y no le tenian en nada, le aconsejó que se sirviese
como señor y se llamase señoría y pusiese dosel, y que no solamente se
nombrase Cortés, sino don Hernando Cortés.
Tambien le dijo el Ordás que mirase que el factor fué criado del
comendador mayor don Francisco de los Cóbos, que es el que manda á toda
Castilla y que algun dia le habria menester al D. Francisco de los
Cóbos, y que el mismo Cortés no estaba bien acreditado con su majestad
ni con los de su Real consejo de Indias; y que no curase de matar al
factor hasta que por justicia fuese sentenciado, porque habia grandes
sospechas en Méjico que le queria despachar y matar en la misma jaula.
Y pues viene agora á coyuntura, quiero decir, ántes que más pase
adelante en esta mi relacion, por qué tan secretamente en todo lo que
escribo, cuando viene á pláticas de decir de Cortés no le he nombrado
ni nombro D. Hernando Cortés, ni otros títulos de marqués ni capitan,
salvo Cortés á boca llena.
La causa dello es, porque él mismo se preciaba de que le llamasen
solamente Cortés; y en aquel tiempo aún no era marqués; porque era tan
tenido y estimado este nombre de Cortés en toda Castilla como en tiempo
de los romanos solian tener á Julio César ó á Pompeyo, y en nuestros
tiempos teniamos á Gonzalo Hernandez, por sobrenombre Gran Capitan,
y entre los cartagineses Annibal, ó de aquel valiente nunca vencido
caballero Diego García de Paredes.
Dejemos de hablar en los blasones pasados, y diré cómo el tesorero
Alonso de Estrada en aquella sazon casó dos hijas, la una con Jorge de
Albarado, hermano de D. Pedro de Albarado, y la otra con un caballero
que se decia D. Luis de Guzman, hijo de D. Juan de Saavedra, conde
del Castellar; y entónces se concertó que Pedro de Albarado fuese á
Castilla á suplicar á su majestad le hiciese merced de la gobernacion
de Guatimala: y entre tanto que iba envió á Jorge de Albarado por su
capitan á la pacificacion della; y cuando el Jorge de Albarado vino
trujo consigo de camino sobre ducientos indios de Tlascala y de Cholula
y mejicanos, y de Guacachula y de otras provincias que les ayudaron en
las guerras.
Tambien en aquella sazon envió el Márcos de Aguilar á poblar la
provincia de Chiapa, y fué un caballero que se decia don Juan Enriquez
de Guzman, deudo muy cercano del duque de Medina-Sidonia; y tambien
envió á poblar la provincia de Tabasco, que es el rio que llaman de
Grijalva, y fué por capitan un hidalgo que se decia Baltasar Osorio,
natural de Sevilla; y ansimismo envió á pacificar los pueblos de los
zapotecas, que están en unas muy altas sierras, y fué por capitan un
Alonso de Herrera, natural de Jerez, y este capitan fué de los soldados
de Cortés; y por no contar al presente lo que cada uno destos capitanes
hizo en sus conquistas, lo dejaré de decir hasta que venga á tiempo
y sazon; é quiero hacer relacion de cómo en este tiempo falleció el
Márcos de Aguilar, y lo que pasó sobre el testamento que hizo para que
gobernase el tesorero.


CAPÍTULO CXCIV.
CÓMO MÁRCOS DE AGUILAR FALLECIÓ, Y DEJÓ EN EL TESTAMENTO QUE GOBERNASE
EL TESORERO ALONSO DE ESTRADA, Y QUE NO ENTENDIESE EN PLEITOS DEL
FACTOR NI VEEDOR NI DAR NI QUITAR INDIOS HASTA QUE SU MAJESTAD MANDASE
LO QUE MÁS EN ELLO FUESE SERVIDO, SEGUN Y DE LA MANERA QUE LE DEJÓ EL
PODER LUIS PONCE DE LEON.

Teniendo en sí la gobernacion Márcos de Aguilar, como dicho tengo,
estaba muy ético y doliente y malo de bubas; los médicos le mandaron
que mamase á una mujer de Castilla, y con leche de cabras se sostuvo
cerca de ocho meses, y de aquella dolencia y calenturas que le dieron
falleció, y en el testamento que hizo mandó que sólo gobernase el
tesorero Alonso de Estrada, ni más ni ménos que tuvo el poder de Luis
Ponce de Leon.
Y viendo el cabildo de Méjico é otros procuradores de ciertas ciudades,
que en aquella sazon se hallaron en Méjico, que el Alonso de Estrada
solo no podia gobernar tan bien como convenia, por causa que Nuño de
Guzman, que habia dos años que vino de Castilla por gobernador de la
provincia de Pánuco, se metia en los términos de Méjico y decia que
eran sujetos de su provincia; é como venia furioso, é no miraba á lo
que su majestad le mandaba en las provisiones que dello traia; porque
un vecino de Méjico que se decia Pedro Gonzalez de Trujillo, persona
muy noble, dijo que no queria estar debajo de su gobernacion, sino
de la de Méjico, pues los indios de su encomienda no eran de los de
Pánuco, y por otras palabras que pasaron, sin más ser oido, le mandó
ahorcar; y demas desto, hizo otros desatinos, que ahorcó á otros
españoles por hacerse temer, y no tenia acato ni se le daba nada por
Alonso de Estrada el tesorero, aunque era gobernador, ni le tenia en la
estima que era obligado.
Y viendo aquellos desatinos de Nuño de Guzman el cabildo de Méjico y
otros caballeros vecinos de aquella ciudad, porque temiese el Nuño de
Guzman é hiciese lo que su majestad mandaba, suplicaron al tesorero
que juntamente con él gobernase Cortés, pues convenia al servicio
de Dios nuestro Señor y de su majestad; y el tesorero no quiso, é
otras personas dicen que Cortés no lo quiso acetar, porque no dijesen
maliciosos que por fuerza queria señorear, y tambien porque hubo
murmuraciones que tenian sospecha en la muerte de Márcos de Aguilar,
que Cortés fué causa della é dió con qué murió: y lo que se concertó
fué, que juntamente con el tesorero gobernase Gonzalo de Sandoval, que
era alguacil mayor y persona que se hacia mucha cuenta dél; é lo hubo
por bien el tesorero; mas otras personas dijeron que si lo aceptó fué
por casar una hija con el Sandoval, y si se casara con ella, fuera el
Sandoval muy más estimado y por ventura hubiera la gobernacion, porque
en aquella sazon no se tenia en tanta estima esta Nueva-España como
agora.
Pues estando gobernando el tesorero y el Gonzalo de Sandoval, pareció
ser, como en este mundo hay hombres muy desatinados, que un Fulano
Proaño, que dicen que se fué en aquella sazon á lo de Xalisco, huyendo
de Méjico, que despues fué muy rico; y el Sandoval, como gobernador que
era, que habia de hacer justicia sobre ello y prender al Proaño, no
lo hizo, porque se fué huyendo adonde no podia ser habido, por mucha
diligencia que sobre ello puso; y puesto que claramente se supo que no
podria alcanzar justicia, lo disimuló.
Dejemos esto, y quiero decir que en aquellos dias que anduvieron
los conciertos dichos para que Cortés gobernase con el tesorero, y
pusieron al Sandoval por compañero en la gobernacion, segun ya dicho
tengo, aconsejaron á Alonso de Estrada que luego por la posta fuese
en un navío á Castilla é hiciese relacion dello á su majestad, y aun
le indujeron que dijese que por fuerza le pusieron á Sandoval por
compañero, segun ya dicho tengo, porque no quiso ni consintió que
Cortés juntamente gobernase con él; y demas desto, ciertas personas,
que no estaban bien con Cortés, escribieron otras cartas de por sí, y
en ellas decian que Cortés habia mandado dar ponzoña á Luis Ponce de
Leon y á Márcos de Aguilar, é que ansimismo al adelantado Garay, é que
en unos requesones que les dieron en un pueblo que se dice Iztapalapa
creian que les dieron rejalgar en ellos, y que por aquella causa no
quiso comer un fraile de la órden de señor Santo Domingo dellos; y
todo lo que escribian de Cortés eran maldades y traiciones que le
levantaron, y tambien escribieron que Cortés queria matar al factor y
veedor; y en aquella sazon tambien fué á Castilla el contador Albornoz,
que jamás estuvo bien con Cortés.
Y como su majestad y los del Real Consejo de Indias vieron las cartas
que he dicho que enviaron diciendo mal de Cortés, y se informaron
del contador Albornoz, é lo de Luis Ponce é lo de Márcos de Aguilar,
ayudó muy mal contra Cortés, é haber oido lo del desbarate del Narvaez
y del Garay, y lo de Tapia y lo de Catalina Suarez la Marcayda, su
primera mujer; y estaban mal informados de otras cosas, é creyeron ser
verdad lo que agora escribian; luego mandó su majestad proveer que
sólo Alonso de Estrada gobernase, y dió por bueno cuanto habia hecho,
y en los indios que encomendó; que sacasen de las prisiones y jaulas
al factor y veedor y les volviesen sus bienes, y por la posta vino
un navío con las provisiones; y para castigar á Cortés de lo que le
acusaban, mandó que luego viniese un caballero que se decia don Pedro
de la Cueva, comendador mayor de Alcántara, y que á costa de Cortés
trujese trescientos soldados, y que si le hallase culpado le cortase la
cabeza, y á los que juntamente con él habian hecho algun deservicio á
su majestad, é que á los verdaderos conquistadores que les diese de los
pueblos que quitasen á Cortés; y ansimismo mandó proveer que viniese
audiencia Real, creyendo con ella habria recta justicia.
É ya que se estaba apercibiendo el comendador don Pedro de la Cueva
para venir á la Nueva-España, por ciertas pláticas que despues hubo
en la córte, ó porque no le dieron tantos mil ducados como pedia para
el viaje, y porque con el audiencia Real, creyendo que lo pusieran
en justicia, se estorbó su jornada, que no vino, é porque el duque de
Béjar quedó por nuestro fiador otra vez.
Y quiero volver al tesorero, que, como se vió tan favorecido de su
majestad, é haber sido tantas veces gobernador, y agora de nuevo le
mandaba su majestad gobernar solo; y aun le hicieron creer al tesorero
que habian informado al Emperador nuestro señor que era hijo del Rey
Católico, y estaba muy ufano, y tenia razon; é lo primero que hizo
fué enviar á Chiapa por capitan á un su primo, que se decia Diego de
Mazariegos, y mandó tomar residencia á don Juan Enriquez de Guzman, el
que habia enviado por capitan Márcos de Aguilar, y más robos y quejas
se halló que habia hecho en aquella provincia que bienes; y tambien
envió á conquistar é pacificar los pueblos de los zapotecas y minxes,
y que fuesen por dos partes, para que mejor los prendiesen, á traer de
paz, que fuese por la parte de la banda del Norte, é envió á un Fulano
de Barrios, que decian que habia sido capitan en Italia y que era muy
esforzado, que nuevamente habia venido de Castilla á Méjico (no digo
por Barrios el de Sevilla, el cuñado que fué de Cortés), y le dió sobre
cien soldados, y entre ellos muchos escopeteros y ballesteros.
Llegado este capitan con sus soldados á los pueblos de los zapotecas,
que se decian los titepeques, una noche salen los indios naturales
de aquellos pueblos y dan sobre el capitan y sus soldados; y tan de
repente dieron en ellos, que mataron al capitan Barrios y á otros
siete soldados, y á todos los más hirieron, y si de presto no tomaran
las de Villadiego, y se vinieran á acoger á unos pueblos de paz, todos
murieran.
Aquí verán cuánto va de los conquistadores viejos á los nuevamente
venidos de Castilla, que no saben qué cosa es guerra de indios ni sus
astucias: en esto paró aquella conquista.
Digamos agora del otro capitan que fué por la parte de Guaxaca, que se
decia Figuero, natural de Cáceres, que tambien dijeron que habia sido
capitan en Castilla, y era muy amigo del tesorero Alonso de Estrada,
y llevó otros cien soldados de los nuevamente venidos de Castilla á
Méjico, y muchos escopeteros y ballesteros y aun diez de á caballo;
y como llegaron á las provincias de los zapotecas, envió á llamar á
un Alonso de Herrera, que estaba en aquellos pueblos por capitan de
treinta soldados, por mandado de Márcos de Aguilar en el tiempo que
gobernaba, segun lo tengo dicho en el capítulo que dello hace mencion;
y venido el Alonso de Herrera á su llamada, porque, segun apareció,
traia poder el Figuero para que estuviese debajo de su mano, é sobre
ciertas pláticas que tuvieron, ó porque no quiso quedar en su compañía,
vinieron á echar mano á las espadas, y el Herrera acuchilló á el
Figuero y á otros tres de los soldados que traia, que le ayudaban.
Pues viendo el Figuero que estaba herido y manco de un brazo, y no se
atrevia á entrar en las sierras de los miuxes, que eran muy altas y
malas de conquistar, y los soldados que traia no sabian conquistar
aquellas tierras, acordó de andarse á desenterrar sepulturas de los
enterramientos de los caciques de aquella provincia, porque en ellas
halló cantidad de joyas de oro, con que antiguamente tenian costumbre
de se enterrar los principales de aquellos pueblos; y dióse tal maña,
que sacó dellas sobre cien mil pesos de oro, y con otras joyas que
hubo de dos pueblos, acordó de dejar la conquista é pueblos en que
estaba, y dejólos muy más de guerra á algunos dellos que los halló, y
fué á Méjico, y dende allí se iba á Castilla el Figuero con su oro; y
embarcado en la Veracruz, fué su ventura tal, que el navío en que iba
dió con recio temporal al través junto á la Veracruz, de manera que se
perdió él y su oro y se ahogaron quince pasajeros, y todo se perdió;
y en aquello pararon los capitanes que envió el tesorero á conquistar
aquellos pueblos, que nunca vinieron de paz hasta que los vecinos de
Guacacualco los conquistamos, y como tienen altas sierras y no pueden
ir caballos, me quebranté el cuerpo, de tres veces que me hallé en
aquellas conquistas; porque, puesto que en los veranos los atraimos
de paz, en entrando las aguas se tornaban á levantar y mataban á los
españoles que podian haber desmandados; y como siempre les seguiamos,
vinieron de paz, y está poblada una villa que dicen San Alfonso.
Pasemos adelante, y dejaré de traer á la memoria desastres de capitanes
que no han sabido conquistar, y digo que, como el tesorero supo que
habian acuchillado á su amigo el capitan Figuero, como dicho tengo,
envió luego á prender á Alonso de Herrera, é no se pudo haber, porque
se fué huyendo á unas sierras, y los alguaciles que envió trujeron
preso á un soldado de los que solia tener el Herrera consigo; y así
como llegó á Méjico, sin más ser oido, le mandó el tesorero cortar la
mano derecha.
Llamábase el soldado Cortejo, y era hijodalgo; y demas desto, en aquel
tiempo un mozo de espuelas de Gonzalo de Sandoval tuvo otra quistion
con otro criado del tesorero, y le acuchilló, de que hubo muy gran
enojo el tesorero, y le mandó cortar la mano; y esto fué en tiempo que
Cortés ni Sandoval no estaban en Méjico; que se habian ido á un gran
pueblo que se dice Cornabaca, y se fueron por quitarse de bullicios y
parlerías, y tambien por apaciguar ciertos encuentros que habia entre
los caciques de aquel pueblo.
Pues como supieron Cortés y Gonzalo de Sandoval por cartas que el
Cortejo y mozo de espuelas estaban presos y que les querian cortar las
manos, de presto vinieron á Méjico; y de que hallaron lo que dicho
tengo, y no habia remedio en ello, sintieron mucho aquella afrenta que
el tesorero hizo á Cortés y á Sandoval, y dicen que le dijo Cortés
tales palabras al tesorero en su presencia, que no las quisiera oir,
y aun tuvo temor que le queria mandar matar, y con este temor allegó
el tesorero soldados y amigos para tener en su guarda, y sacó de las
jaulas al factor y veedor para que, como oficiales de su majestad, se
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