Verdadera historia de los sucesos de la conquista de la Nueva-España (3 de 3) - 09

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se fué á la vela para su via de Méjico, y nosotros partimos para Naco,
y muy alegres en saber que habiamos de caminar la via de Méjico; y
con muy gran trabajo é falta de comida llegamos á Naco, y Sandoval se
holgó con nosotros, y cuando llegamos, ya el Pedro de Garro, con todos
sus soldados, se habia despedido del Sandoval, y se fué muy gozoso
á Nicaragua á dar cuenta á su capitan Francisco Hernandez de lo que
habia concertado con Sandoval; y luego otro dia que llegamos á Naco
nos partimos y fuimos camino de Méjico, y los soldados de la compañía
de Garro que habian ido con nosotros á Trujillo se fueron camino de
Nicaragua con el presente y carta que Cortés enviaba á Francisco
Hernandez.
Dejaré de decir de nuestro camino, y diré lo que sobre el presente
sucedió á Francisco Hernandez con el gobernador Pedro Arias de Ávila.


CAPÍTULO CLXXXVI.
CÓMO FUERON POR LA POSTA DENDE NICARAGUA CIERTOS AMIGOS DEL PEDRO
ARIAS DE ÁVILA Á HACELLE SABER CÓMO FRANCISCO HERNANDEZ, QUE ENVIÓ POR
CAPITAN Á NICARAGUA, SE CARTEABA CON CORTÉS Y SE LE HABIA ALZADO CON
LAS PROVINCIAS DE NICARAGUA, Y LO QUE SOBRE ELLO PEDRO ARIAS HIZO.

Como un soldado que se decia Fulano Garabito, y un compañero, y otro
que se decia Zamorano eran íntimos amigos de Pedro Arias de Ávila,
gobernador de Tierra-Firme, vieron que Cortés habia enviado presentes
á Francisco Hernandez, y habian entendido que Pedro de Garro y otros
soldados hablaban secretamente con el Francisco Hernandez, y tuvieron
sospecha que queria dar aquellas provincias é tierras á Cortés, y demas
desto, el Garabito era enemigo de Cortés, porque siendo mancebos, en la
isla de Santo Domingo el Cortés le habia acuchillado sobre amores de
una mujer; y como el Pedro Arias lo alcanzó, por cartas y mensajeros,
á saber, viene más que de paso con gran copia de soldados á pié y á
caballo, y prende al Francisco Hernandez; é ya el Pedro de Garro, como
alcanzó á saber que venia el Pedro Arias, y muy enojado contra él,
de presto se huyó y se vino á nosotros, y si el Francisco Hernandez
quisiera venir, tiempo tuvo para hacer lo mismo, y no quiso, creyendo
que Pedro Arias lo hiciera de otra manera con él, porque habian sido
muy grandes amigos; y despues que el Pedro Arias hubo hecho proceso
contra el Francisco Hernandez, y halló que se le alzaba por sentencia,
le degolló en la misma villa donde estaba poblando, y en esto paró la
venida de Garro y los presentes de Cortés.
Y dejarlo hé aquí, y diré cómo Cortés volvió al puerto de Trujillo con
tormenta, y lo que más pasó.


CAPÍTULO CLXXXVII.
CÓMO YENDO CORTÉS POR LA MAR LA DERROTA DE MÉJICO TUVO TORMENTA, Y DOS
VECES TORNÓ ARRIBA AL PUERTO DE TRUJILLO, Y LO QUE ALLÍ LE AVINO.

Pues como dicho tengo en el capítulo pasado que Cortés se embarcó
en Trujillo para ir á Méjico, pareció ser tuvo tormentas en la mar,
unas veces con viento contrario, é otra vez se le quebró el mástil
del trinquete y mandó arribar á Trujillo; y como estaba flaco y
mal dispuesto y quebrantado de la mar, y muy temeroso de ir á la
Nueva-España, por temor no le prendiese el factor, parecióle que no
era bien ir en aquella sazon á Méjico; y desembarcado en Trujillo,
mandó á fray Juan, que se habia embarcado con Cortés, que dijese Misas
al Espíritu Santo é hiciese procesion y rogativas á nuestro Señor
Dios y á Santa María nuestra Señora la Vírgen, que le encaminase lo
que más fuese para su santo servicio; y pareció ser el Espíritu Santo
le alumbró de no ir por entónces aquel viaje, sino que conquistase
y poblase aquellas tierras; y luego sin más dilacion envió por la
posta á mata-caballo tres mensajeros tras nosotros, que íbamos camino
de Méjico, é nos envió sus cartas rogándonos que no pasásemos más
adelante, y que conquistásemos y poblásemos la tierra, porque el Santo
Ángel de su guarda se lo ha alumbrado y puesto en el pensamiento, y que
él ansí lo piensa hacer.
Y cuando vimos la carta y que tan de hecho lo mandaba, no lo pudimos
sufrir y le echábamos mil maldiciones, y que no hubiese ventura en
todo cuanto pusiese mano, pues ansí nos habia echado á perder; y demas
desto, dijimos todos á una al capitan Sandoval que si queria poblar,
que se quedase con los que quisiese, que harto conquistados y perdidos
nos traia, y que jurábamos que no le habiamos de guardar más, sino
irnos á las tierras de Méjico, que ganamos; y ansimismo el Sandoval
era de nuestro parecer; y lo que con nosotros pudo acabar fué, que
le escribiésemos por la posta con los mismos sus mensajeros que nos
trujeron las cartas, dándole á entender nuestra voluntad; y en pocos
dias recibió nuestras cartas con firmas de todos; y las respuestas que
á ellas nos dió, fué ofrecerse en gran manera á los que quisiésemos
quedar á poblar aquella tierra, y en cabo de aquella carta traia una
cortapisa que decia que si no le querian obedecer como lo mandaba, que
en Castilla y en todas partes habia soldados.
Y de que aquella respuesta vimos, todos nos queriamos ir camino de
Méjico é perdelle la vergüenza; y como aquello vió Sandoval, muy
afectuosamente y con grandes ruegos nos importunó que aguardásemos
algunos dias, que él en persona iria á hacer embarcar á Cortés; y le
escribimos en respuesta de la carta, que ya habia de tener compasion y
otro miramiento del que tiene, de habernos traido de aquella manera, y
que por su causa nos han robado y vendido nuestras haciendas y tomado
los indios; y los más soldados que allí con nosotros estaban, que eran
casados, dijeron que ni sabian de sus mujeres é hijos; y le suplicamos
todos que luego se volviese á embarcar y se fuese camino de Méjico;
porque, ansí como dice que hay soldados en Castilla y en todas partes,
que tambien sabe que hay gobernadores y capitanes puestos en Méjico,
é que do quiera que llegáremos nos darán nuestros indios aunque les
pese, y no le estaremos á Cortés aguardando que por su mano nos los dé;
y luego fué Sandoval, y llevó en su compañía á un Pedro de Saucedo el
romo, y á un herrador que se decia Francisco Donaire, y llevó consigo
su buen caballo, que se decia Motilla, y juró que habia de hacer
embarcar á Cortés y que se fuese á Méjico.
Y porque he traido aquí á la memoria del caballo Motilla, fué de mejor
carrera y revuelto, y en todo de buen parecer, castaño escuro, que hubo
en la Nueva-España; y tanto fué de bueno, que su majestad tuvo noticia
dél, y aun el Sandoval se lo quiso enviar presentado.
Dejemos de hablar del caballo Motilla, y volvamos á decir que Sandoval
me demandó á mí mi caballo, que era muy bueno, así de juego como de
carrera y de camino, y este caballo hube en seiscientos pesos, que
solia ser de un Abalos, hermano de Saavedra, porque otro que truje me
le mataron en una entrada de un pueblo que se dice Zulaco, que me habia
costado en aquella sazon sobre seiscientos pesos; y el Sandoval me dió
otro de los suyos á trueco del que le dí, que no me duró el que me dió
dos meses, que tambien me lo mataron en otra guerra; y no me quedó sino
un potro muy ruin que habia mercado de los mercaderes que vinieron de
Trujillo, como otras veces he dicho en el capítulo que dello habla.
Volvamos á nuestra relacion, y dejemos de contar de las averías
de caballos y de mi trabajo, é que ántes que Sandoval de nosotros
partiese, nos habló á todos con mucho amor y dejó á Luis María por
capitan, y nos fuimos luego á unos pueblos que se dicen Marayani, y
desde allí á otro pueblo que en aquella sazon era de muchas casas, que
se decia Acalteca, y que allí esperásemos la respuesta de Cortés; y en
pocos dias llegó Sandoval á Trujillo, y se holgó mucho el Cortés de ver
al Sandoval, y como vió lo que le escribiamos, no sabia qué consejo
tomar, porque ya habia mandado á su primo Saavedra, que era capitan,
que fuese con todos los soldados á pacificar los pueblos que estaban
de guerra; y por más palabras é importunaciones que el Sandoval dijo
á Cortés y Pedro de Saucedo el romo y el fray Juan de Varillas, que
tambien deseaba volverse á Méjico para ver qué dejó ordenado fray
Bartolomé, é si habian venido más frailes de su hábito, nunca se quiso
embarcar Cortés; y lo que pasó diré adelante.


CAPÍTULO CLXXXVIII.
CÓMO CORTÉS ENVIÓ UN NAVÍO Á LA NUEVA-ESPAÑA, Y POR CAPITAN DEL Á UN
CRIADO SUYO QUE SE DECIA MARTIN DE ORÁNTES, Y CON CARTAS Y PODERES
PARA QUE GOBERNASE FRANCISCO DE LAS CASAS Y PEDRO DE ALBARADO SI AHÍ
ESTUVIESE, Y SI NO, EL ALONSO DE ESTRADA Y EL ALBORNOZ.

Pues como Gonzalo de Sandoval no pudo acabar que Cortés se embarcase,
sino que todavía quiso conquistar y poblar aquella tierra, que en
aquella sazon era bien poblada y habia fama de minas de oro, fué
acordado por Cortés é Sandoval que luego sin más dilacion enviase un
navío á Méjico con un criado suyo que se decia Martin de Orántes,
hombre diligente, que se podia fiar dél cualquier negocio de
importancia, y fuese por capitan del navío, y llevó poderes para Pedro
de Albarado y Francisco de las Casas, si estuviesen en Méjico, para
que fuesen gobernadores de la Nueva-España hasta que Cortés fuese; y
si no estaban en Méjico, que gobernase el tesorero Alonso de Estrada
y el contador Albornoz, segun y de la manera que les habia de ántes
dado el poder; y revocó los poderes del factor y veedor, y escribió
muy amorosamente, así al tesorero como á Albornoz, puesto que supo de
las cartas contrarias que hubo escrito á su majestad contra Cortés; y
tambien escribió á todos sus amigos de los conquistadores, y mandó al
Martin de Orántes que fuese á desembarcar á una bahía entre Pánuco y la
Veracruz; y así se lo mandó Cortés al piloto y marineros, y aun se lo
pagó muy bien, y que no echasen en tierra otra persona, salvo al Martin
de Orántes, y que luego en echándolo en tierra, alzasen anclas y diesen
velas y se fuesen á Pánuco.
Pues ya dado uno de los mejores navíos de los tres que allí estaban, y
metido matalotaje, y despues de haber oido Misa, dan velas, y quiere
nuestro Señor dalles tan buen tiempo, que en pocos dias llegaron á la
Nueva-España, y vanse derechamente á la bahía cerca de Pánuco, la cual
bahía sabia muy bien el Martin de Orántes; y como saltó en tierra,
dando muchas gracias á Dios por ello, luego se disfrazó el Martin de
Orántes porque no le conociesen, y quitó sus vestidos, y tomó otros
como de labrador, porque así le fué mandado por Cortés, y aun llevó
hechos los vestidos de Trujillo; y con todas sus cartas y poderes bien
liados en el cuerpo, de manera que no hiciesen bulto, iba á más andar
por su camino á pié, que era suelto peon, á Méjico, y cuando llegaba á
los pueblos de indios donde habia españoles, metíase entre los indios
por no tener pláticas, no le conociesen los españoles; é ya que no
podia ménos de tratar con españoles, no le podian conocer, porque ya
habia dos años y tres meses que salimos de Méjico y le habian crecido
las barbas, y cuando le preguntaban algunos cómo se llamaba, adónde iba
ó venia, que acaso no podia ménos de respondelles, decia que se decia
Juan de Flechilla é que era labrador.
Por manera que en cuatro dias que salió del navío, entró en Méjico
de noche y se fué á la casa de los frailes de señor San Francisco,
donde halló muchos retraidos, y entre ellos á Jorge de Albarado y á
Andrés de Tapia, y á Juan Nuñez de Mercado é á Pedro Moreno Medrano,
y á otros conquistadores y amigos de Cortés; y como vieron al de
Orántes y supieron que Cortés era vivo, y vieron sus cartas, no podian
estar de placer los unos é los otros, y saltaban y bailaban; pues los
frailes franciscos, y entre ellos Fray Toribio Motolinea y un Fray
Domingo Altamirano, daban todos saltos de placer y muchas gracias á
Dios por ello, y luego sin más dilacion cierran todas sus puertas
del monasterio, porque ninguno de los traidores, que habia muchos,
fuesen á dar mandado ni hubiese pláticas sobre ello; y á media noche
lo hacen saber al tesorero y al contador Albornoz y á otros amigos
de Cortés; y así como lo supieron, sin hacer ruido, vinieron á San
Francisco y vieron los poderes que Cortés les enviaba, y acordaron
sobre todas cosas de ir á prender al factor; y toda la noche se les fué
en apercebir amigos é armas para otro dia por la mañana le prender,
porque el veedor en aquel tiempo estaba sobre el peñol de Coatlan; y
como amaneció, fué el tesorero con todos los del bando de Cortés, y el
Martin de Orántes con ellos, porque le conociesen y se alegrasen; y
fueron á las casas del factor diciendo:
—«Viva, viva el Rey nuestro Señor, y Hernando Cortés en su Real nombre,
que es vivo é viene agora á esta ciudad, é yo soy su criado Orántes.»
Y como oian aquel ruido los vecinos, y tan de mañana oian decir «Viva
el Rey,» todos acudieron, como eran obligados, á tomar armas, creyendo
que habia alguna otra cosa, para favorecer las cosas de su Majestad;
y despues que oyeron decir que Cortés era vivo é vieron al Orántes,
se holgaban; y luego se juntaron con el tesorero para ayudalle muchos
vecinos de Méjico, porque, segun pareció, el contador no ponia en ello
mucho calor; ántes le pesaba y andaba doblado, hasta que el Alonso
de Estrada se lo reprendió, y aun sobre ello tuvieron palabras muy
sentidas y feas, que no le contentaron mucho al contador; é yendo que
iban á las casas del factor, ya estaba muy apercebido; que luego lo
supo, que le avisó dello el mismo contador cómo le iban á prender;
y mandó asestar su artillería delante de sus casas, y era capitan
della D. Luis de Guzman, primo del duque de Medina-Sidonia, y tenia
sus capitanes apercebidos con muchos soldados; decíanse los capitanes
Artiaga y Ginés y Pedro Gonzalez; y así como llegó el tesorero y Jorge
de Albarado y Andrés de Tapia é Pedro Moreno, con todos los demas
conquistadores, y el contador, aunque flojamente y de mala gana, con
todas sus gentes, apellidando: «Aquí del Rey, y Hernando Cortés en su
Real nombre;» les comenzaron á entrar, unos por las azuteas, y otros
por las puertas de los aposentos y por dos partes.
Todos los que eran de la parte del factor desmayaron, porque el capitan
de la artillería, que fué D. Luis de Guzman, tiró por su parte, é los
artilleros por la suya, y desmampararon los tiros; pues el capitan
Artiaga dió priesa en se esconder, y el Ginés Nortes se descolgó y
echó por unos corredores abajo; que no quedó con el factor sino Pedro
Gonzalez Sabiote y otros cuatro criados del factor; y como se vió
desmamparado, el mismo factor tomó un tizon para poner fuego á los
tiros; mas diéronle tanta priesa, que no pudo más, y allí le prendieron
y le pusieron guardas, hasta que hicieron una red de maderos gruesos y
le metieron dentro, y allí le daban de comer, y en esto paró la cosa
de su gobernacion; y luego hicieron mensajeros á todas las villas de
la Nueva-España, dando relacion de todo lo acaecido; y estando desta
manera, á unas personas les placia, y á los que el factor habia dado
indios y cargos les pesaba.
Y fué la nueva al peñol de Coatlan y á Guaxaca, donde estaba el veedor;
y como lo supo él y sus amigos, fué tan grande la tristeza y pesar
que tomó, que luego cayó malo, y dejó el cargo de capitan á Andrés de
Monjaraz, que estaba malo de bubas, ya otra vez por mí nombrado, y se
vino en posta á la ciudad de Tezcuco y se metió en el monasterio de San
Francisco; y como el tesorero y el contador, que ya eran gobernadores,
lo supieron, le enviaron á prender allí en el monasterio; porque ántes
que se viniese el veedor habia enviado alguaciles con mandamientos y
soldados á le prender do quiera que le hallasen, y aun á quitarle el
cargo de capitan; y como supieron los alguaciles que estaba en Tezcuco,
le sacaron del monasterio y le trajeron á Méjico, y le echaron en otra
jaula como al factor; y luego en posta envian mensajeros á Guatimala, á
Pedro de Albarado, y le hacen saber de la prision del factor y veedor;
y como Cortés estaba en Trujillo, que no es muy léjos de su conquista,
que fuese luego en su busca y le hiciese venir á Méjico, y le dieron
cartas y relacion de todo lo por mí arriba dicho, segun y de la manera
que pasó.
Y demas desto, la primera cosa que el tesorero hizo, fué mandar
honrar á Juana de Mansilla, que habia mandado azotar el factor por
hechicera; y fué desta manera, que mandó cabalgar á caballo á todos
los caballeros de Méjico, y el mismo tesorero la llevó á las ancas de
su caballo por las calles de Méjico, y decia que como matrona romana
hizo lo que hizo, y la volvió en su honra de la afrenta que el factor
la habia hecho; y con mucho regocijo la llamaron de allí adelante doña
Juana de Mansilla, y dijeron que era digna de mucho loor, pues no la
pudo hacer el factor que se casase ni dijese ménos de lo que primero
habia dicho, que su marido y Cortés y todos éramos vivos.


CAPÍTULO CLXXXIX.
CÓMO EL TESORERO, CON OTROS MUCHOS CABALLEROS, ROGARON Á LOS FRAILES
FRANCISCOS QUE ENVIASEN Á UN FRAY DIEGO DE ALTAMIRANO, QUE ERA DEUDO DE
CORTÉS, QUE FUESE EN UN NAVÍO Á TRUJILLO Y LO HICIESE VENIR, Y LO QUE
SUCEDIÓ.

Como el tesorero y otros caballeros de la parte de Cortés vieron que
convenia que luego viniese Cortés á la Nueva-España, porque ya se
comenzaban bandos, y el contador no estaba de buena voluntad para
que el factor ni el veedor estuviesen presos, y sobre todo, temia el
contador á Cortés en gran manera cuando supiese lo que habia escrito
dél á su majestad, segun lo tengo ya dicho en dos partes, en los
capítulos pasados que dello hablan, acordaron de ir á rogar á los
frailes franciscos que diesen licencia á fray Diego Altamirano que en
un navío que le tenian presto y bien abastecido, y con buena compañía,
fuese á Trujillo é hiciese venir á Cortés; porque aqueste religioso
era su pariente, y hombre que ántes que se metiese fraile habia sido
soldado é hombre de guerra, y sabia de negocios, y los frailes lo
hubieron por bien, y el fraile Altamirano, que lo tenia en voluntad.
Dejemos de hablar en el viaje del fraile, que se está apercibiendo, y
diré que, como el factor y veedor estaban presos, y pareció ser que,
como dicho tengo otras veces, el contador andaba muy doblado y de mala
voluntad, y viendo que las cosas de Cortés se hacian prósperamente;
y como el factor solia tener por amigos á muchos hombres bandoleros
que siempre quisieron cuestiones y revueltas, y porque tenian buena
voluntad al factor y al Chirinos, porque les daban pesos de oro é
indios, acordaron de se juntar muchos dellos, y aun algunas personas
de calidad y de todos jaeces, y tenian concertado de soltar al factor
y al veedor, y de matar al tesorero y á los carceleros, y dicen que lo
sabia el contador é se holgaria mucho dello.
Y para ponello en efecto hablaron muy secretamente á un cerrajero que
hacia ballestas, que se decia Guzman, hombre soez, que decia gracias
y chocarrerías; y le dijeron muy secreto que les hiciese unas llaves
para abrir las puertas de la cárcel y de las redes donde estaba el
factor y el veedor, y que se lo pagarian muy bien, y le dieron un
pedazo de oro en señal de la hechura de las llaves, y le previnieron
y dijeron y encargaron que mirase que lo tuviese en muy secreto; y el
cerrajero dijo con palabras muy halagüeñas é alegres que le placia, y
que hubiesen ellos más secreto de lo que mostraban, pues aquel caso
en que tanto iba, se lo descubrieron á él, sabiendo quién era, que no
lo descubriesen á otros, y que se holgaba que el factor y el veedor
saliesen de la prision; y preguntándoles que quién y cuántos eran en
el negocio, é adónde se habian de llegar cuando fuesen á hacer aquella
buena obra, é qué dia é qué hora, y todo se lo decian muy claramente,
segun lo tenian acordado; y comenzó á forjar unas llaves segun la
forma de los moldes que le traian para hacerlas, y no para que las
hiciese perfectas ni podrian abrir con ellas, y esto hacia adrede,
porque fuesen y viniesen á su tienda á la obra de las llaves para que
las hiciese buenas, y entre tanto saber más de raíz el concierto que
estaba hecho; y miéntras más se dilató la hechura de las llaves, mejor
lo alcanzó á saber; y venido el dia que habian de ir con sus llaves,
que ya habia hecho buenas, y todos puestos á punto con sus armas, fué
el cerrajero de presto en casa del tesorero Alonso de Estrada y le da
relacion dello, y sin más dilacion, cuando lo supo el tesorero, envia
secretamente á apercebir á todos los que eran del bando de Cortés, sin
hacello saber al contador, y van á la casa donde estaban recogidos
los que habian de soltar al factor, y de presto prenden hasta veinte
hombres de los que estaban armados, y otros se huyeron, que no se
pudieron haber; y hecha la pesquisa á qué se habian juntado, hallóse
que era para soltar á los por mí nombrados y matar al tesorero; y allí
tambien se supo que el contador lo habia por bien, y cómo habia entre
ellos tres ó cuatro hombres muy revoltosos y bandoleros, y en todas las
zizañas y revueltas que en Méjico en aquella sazon habian pasado se
habian hallado, y aun el uno dellos habia hecho fuerza á una mujer de
Castilla.
Despues que se hizo proceso contra ellos, el cual hizo un bachiller
que se decia Ortega, que estaba por alcalde mayor y era de su tierra
de Cortés, sentenció los tres dellos á ahorcar y á otros á azotar,
y decíanse los que ahorcaron, el uno Pastrana y el otro Valverde y
el otro Escobar, y los que azotaron no me acuerdo sus nombres; y el
cerrajero se escondió por muchos dias, que hubo miedo no le matase la
parcialidad del factor por haber descubierto aquello que con tanto
secreto se lo dijeron.
Dejemos de hablar en esto, pues que ya son muertos, y aunque vaya tan
gran salto, como diré, fuera de nuestra relacion, tambien lo que agora
diré viene á coyuntura, y es que, como el factor hubo enviado la nao
con todo el oro que pudo haber para su majestad, segun dicho tengo en
los capítulos pasados, y escribió á su majestad que Cortés era muerto,
y como se le hicieron las honras, y hizo saber otras cosas que le
convenian, y enviaba á suplicar á su cesárea majestad que le hiciese
merced de la gobernacion; pareció ser que en la misma nao que él envió
sus despachos iban otras cartas muy encubiertas, que el factor no pudo
saber dellas; las cuales cartas eran para su majestad, y que supiese
todo lo que pasaba en la Nueva-España y de las injusticias y cosas
atroces que el factor y veedor habian hecho; y demas desto, ya tenia su
majestad relacion dello por parte de la audiencia Real de Santo Domingo
y de los frailes jerónimos, cómo Cortés era vivo y que estaba sirviendo
á su Real Corona en conquistar y poblar la provincia de Honduras; y
de que los del Real Consejo de las Indias y el comendador de Leon lo
supieron, lo hicieron saber á su majestad; y entónces dicen que dijo el
Emperador nuestro señor.
—«Mal hecho ha sido todo lo que han hecho en la Nueva-España en se
haber levantado contra Cortés, y mucho me han deservido; pues es vivo
(téngole por tal), serán castigados por justicia los malhechores en
llegando que llegue á Méjico.»
Volvamos á nuestra relacion, y es, que el fraile Altamirano se embarcó
en el puerto de la Veracruz, segun estaba acordado, y con buen tiempo
en pocos dias llegó al puerto de Trujillo, donde estaba Cortés; y
cuando los de la villa y Cortés vieron un navío poderoso venir á la
vela hácia el puerto, luego pensaron lo que fué, que venia de la
Nueva-España para le llevar á Méjico.
Y como hubo tomado puerto, y salió el fraile á tierra muy acompañado
de los que traia en su compañía, y Cortés conoció algunos dellos que
habia visto en Méjico, todos le fueron á besar las manos, y el fraile
le abrazó, y con palabras muy santas y buenas se fueron á la iglesia á
hacer oracion, y dende allí á los aposentos, adonde el Padre Fray Diego
Altamirano le dijo que era su primo, y le contó lo acaecido en Méjico,
segun más largamente lo tengo escrito, y lo que Francisco de las Casas
habia hecho por Cortés, y cómo era ido á Castilla; todo lo cual que
le dijo el fraile, lo sabia Cortés por la carta del licenciado Zuazo,
como dicho tengo en el capítulo que dello habla; y Cortés mostró gran
sentimiento dello, y dijo que, pues nuestro Señor Dios fué servido que
aquello pasase, que le daba muchas gracias por ello y por estar Méjico
ya en paz, y que él se queria ir luego por tierra, porque por la mar no
se atrevia, porque, como se hubo embarcado la otra vez dos veces, y no
pudo navegar porque las aguas vienen muy corrientes y contrarias, y
habia de ir siempre con trabajo, y tambien como estaba flaco.
Luego le dijeron los pilotos que en aquel tiempo era en el mes de
Abril, y que no hay corrientes y es la mar bonanza, por manera que
acordó de embarcarse; y no se pudo hacer luego á la vela, hasta que
viniese el capitan Gonzalo de Sandoval, que le habia enviado á unos
pueblos que se dicen Olancho, que estaban de allí hasta cincuenta y
cinco leguas, porque habia ido pocos dias habia á echar de aquella
tierra un capitan de Pedro Arias de Ávila, que se decia Rojas, el que
habia enviado Pedro Arias á descubrir tierras y buscar minas dende
Nicaragua, despues que hubo degollado al Francisco Hernandez, como
dicho tengo; porque, segun pareció, los indios de aquella provincia
de Olancho se vinieron á quejar á Cortés cómo muchos soldados de los
de Nicaragua les tomaban sus hijas y sus mujeres, y les robaban sus
gallinas y todo lo que tenian; y el Sandoval fué con brevedad, y llevó
sesenta hombres, y quiso prender al Rojas, y por ciertos caballeros que
se metieron de por medio de la una parte y de la otra, los hicieron
amigos, y aun le dió el Rojas al Sandoval un indio paje para que le
sirviese; y luego en aquella sazon llegó la carta de Cortés al Sandoval
para que luego sin más dilacion se viniese con todos sus soldados, y le
dió relacion de cómo vino el fraile, y todo lo acaecido en Méjico; y
como lo entendió, hubo mucho placer y no via la hora que dar vuelta, y
vino en posta despues de haber echado de allí al Rojas; y luego Cortés,
como vido al Sandoval, hubo mucho placer, é da sus instrucciones al
capitan Saavedra, que quedaba por su teniente en aquella provincia,
y lo que tenia que hacer; y escribió al capitan Luis Marin y á todos
nosotros que luego nos fuésemos camino de Guatimala, y nos hizo saber
todo lo acaecido en Méjico, segun y de la manera que aquí se hace
mencion, y lo de la venida del fraile, y de la prision del factor y
veedor, segun y como aquí va declarado; y tambien mandó que el capitan
Godoy, que quedaba en Puerto de Caballos poblado, se pasase á Naco
con toda su gente; las cuales cartas dió á Saavedra para que con gran
diligencia nos las enviase, y el Saavedra no quiso encaminarlas, por
malicia, y se descuidó, y supimos que de hecho no quiso dallas; que
nunca supimos dellas.
Y volviendo á nuestra relacion, Cortés se confesó con su confesor fray
Juan, y recibió al cuerpo de Cristo una mañana, porque, como estaba
tan malo, temia morirse; é se embarcó con todos sus amigos, y con buen
tiempo llegó en el paraje de la Habana, y porque le hizo mejor tiempo
que para la Nueva-España, fué al puerto; con el cual se holgaron todos
los vecinos de la Habana sus conocidos, y tomaron refresco; y supo
nuevas, de un navío que habia pocos dias que habia aportado é venido de
la Nueva-España, que estaba en paz é sosegado Méjico, y que el peñol
de Coatlan, como supieron los indios que en él estaban hechos fuertes
y daban guerra á los españoles, que Cortés y los conquistadores éramos
vivos, vinieron de paz al tesorero debajo de ciertas condiciones; y
pasaré adelante.


CAPÍTULO CXC.
CÓMO CORTÉS SE EMBARCÓ EN LA HABANA PARA IR Á LA NUEVA-ESPAÑA, Y CON
BUEN TIEMPO LLEGÓ Á LA VERACRUZ, Y DE LAS ALEGRÍAS QUE TODOS HICIERON
CON SU VENIDA.

Como Cortés hubo descansado en la Habana cinco dias, no via la hora
que estar en Méjico, y luego manda embarcar toda su gente y se hacen
á la vela, y en doce dias, con buen tiempo, llegó cerca del puerto de
Medellin, enfrente de la isla de Sacrificios, y allí mandó anclear los
navíos por aquella noche, é acordó con veinte soldados sus amigos que
saltaron en tierra, y vanse á pié obra de media legua junto á San Juan
de Ulúa, que así se llamaba, é quiso su ventura que toparon una arria
de caballos que venia á aquel puerto de Ulúa con ciertos pasajeros para
se embarcar para Castilla, é vase Cortés á la Veracruz en los caballos
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