Verdadera historia de los sucesos de la conquista de la Nueva-España (3 de 3) - 08

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Estando Sandoval en el pueblo de Naco atrayendo de paz todos los
más pueblos de aquella comarca, vinieron ante él cuatro caciques de
dos pueblos que se decian Quecuspan y Tanchinalchapa, y dijeron que
estaban en sus pueblos muchos españoles de la manera de los que con
él estábamos, con armas y caballos, y que les tomaban sus haciendas é
hijas y mujeres, y que las echaban en cadenas de hierro, de lo cual
hubo gran enojo el Sandoval; y preguntando que qué tanto seria de allí
donde estaban, dijeron que en un dia llegaríamos; y luego nos mandó
apercebir á los que habiamos de ir con él, lo mejor que podiamos, con
nuestras armas y caballos y ballestas y escopetas, y fuimos con él
setenta hombres; y llegados á los pueblos donde estaban los soldados,
les hallamos muy de reposo, sin pensamiento que los habiamos de
prender; y como nos vieron ir de aquella manera, se alborotaron y
echaron mano á las armas, y de presto prendimos al capitan y á otros
muchos dellos, sin que hubiese sangre ni de una parte ni de otra; y
Sandoval les dijo con palabras algo desabridas, si les parecia bien
andar robando á los vasallos de su majestad, y si seria buena conquista
y pacificacion aquella; y unos indios é indias que traian en collares
se los hizo sacar dellos y se los dió á los caciques de aquel pueblo, y
á los demas mandó que se fuesen á sus tierras, que era cerca de allí.
Pues como aquello fué hecho, mandó al capitan que allí venia, que se
decia Pedro de Garro, que él y sus soldados fuesen presos y se fuesen
con nosotros al pueblo de Naco, y caminamos con ellos; y traian los
soldados muchas indias de Nicaragua, y algunas dellas hermosas, é
indias naborías que tenian en su servicio, y todos los más dellos
traian caballos; y como nosotros estábamos trillados y deshechos de los
caminos pasados, y no teniamos indias que nos hiciesen pan, eran ellos
unos condes en el servirse, segun nuestra pobreza.
Pues como llegamos con ellos á Naco, Sandoval les dió posadas en
partes convenibles, porque venian entre ellos ciertos hidalgos y
personas de calidad; y cuando hubieron reposado un dia, y su capitan
Garro vió que éramos de los de Cortés, hízose muy amigo de Sandoval y
de nosotros y se holgaban con nuestra compañía; y quiero decir cómo
y de qué manera é por qué causa venia aquel capitan con aquellos
soldados, y es desta manera que diré: pareció ser que Pedro Arias de
Ávila, gobernador que fué en aquella sazon de Tierra-Firme, envió un
su capitan que se decia Francisco Hernandez, persona muy principal
entre ellos, á conquistar y pacificar las tierras de Nicaragua y lo
más que descubriese, y dióle copia de soldados, ansí á caballo como
ballesteros, y llegó á las provincias de Nicaragua y Leon, que ansí las
llaman, las cuales pacificó y pobló.
Y como se vió con muchos soldados y próspero, y apartado del Pedro
Arias de Ávila, y por consejeros que tuvo para ello, y tambien, segun
entendí, un bachiller Moreno, por mí ya nombrado, que el audiencia
Real de Santo Domingo y los frailes jerónimos que gobernaban en las
islas le habian enviado á Tierra-Firme á cierto pleito, que tengo en mi
pensamiento que era sobre la muerte de Balboa, yerno de Pedro Arias,
al cual degolló sin justicia cuando le hubo casado con su hija doña
Isabel Arias de Peñalosa, que así se llamaba; y el bachiller Moreno
dijo al capitan Francisco Hernandez que como conquistase cualquiera
tierra, acudiese á nuestro Rey y señor para que le hiciese gobernador
della, que no hacia traicion; y que el Balboa, que degolló Pedro Arias,
siendo su yerno, que fué contra toda justicia, pues que el Balboa
primero envió sus procuradores á su majestad para ser adelantado; y so
color destas palabras que tomó del bachiller Moreno, envió el Francisco
Hernandez á su capitan Pedro de Garro para que por banda del Norte le
buscase puerto para hacer sabidor á su majestad de las provincias que
habia pacificado y poblado, para que le hiciese merced que él fuese
gobernador dellas, pues estaban tan apartadas de la gobernacion de
Pedro Arias.
É viniendo que venia el Pedro de Garro para aquel efeto, le prendimos,
como dicho tengo. Y como el Sandoval entendió el intento á lo que
venian, platicó con el Garro y el Garro con él secretamente, y diese
órden que lo hiciésemos saber á Cortés, que estaba en Trujillo; y que
el Sandoval tenia por cierto que Cortés le ayudaria para que quedase el
Francisco Hernandez por gobernador de Nicaragua.
Pues ya esto concertado, envian Sandoval y el Garro diez hombres, los
cinco de los nuestros y los otros cinco del Garro, para que costa á
costa fuesen á Trujillo con las cartas, porque allí residia Cortés
entónces, como dicho tengo en el capítulo que dello habla; y llevaron
sobre veinte indios de Nicaragua de los que trujo Garro para que les
ayudasen á pasar los rios, é yendo por sus jornadas, no pudieron
pasar el rio de Pichin ni otro que se decia Balama, porque venian muy
crecidos, y á cabo de quince dias vuelven los soldados á Naco sin hacer
cosa ninguna de lo que les fué mandado; de lo cual hubo tanto enojo el
Sandoval, que de palabra trató mal al que iba por caudillo; y luego sin
más tardar ordena que vaya por la tierra adentro el capitan Luis Marin
con diez soldados, los cinco de Garro y los demas de los nuestros, é yo
fuí con ellos, y fuimos todos á pié y atravesamos muchos pueblos que
estaban de guerra.
Y si hubiese de escribir por extenso los grandes trabajos y
reencuentros que con indios de guerra tuvimos, y los rios y ancones que
pasamos en barcas y á nado, y la hambre que algunos dias tuvimos, era
para no acabar tan presto, y cosas muy de notar; mas digo que habia dia
que pasábamos tres rios caudalosos en barcas y á nado; y como llegamos
á la costa, hubo muchos esteros, donde habia lagartos.
Y en un rio que se dice Xagua, que está del Triunfo de la Cruz diez
leguas, estuvimos dos dias en el pasar en barcas, segun venia de recio,
y allí hallamos calaveras y huesos de siete caballos que los habian
muerto de mala yerba que habian pacido, y fueron de los de Cristóbal de
Olí; y de allí fuimos al Triunfo de la Cruz, y hallamos naos quebradas
dadas al través, y de allí fuimos en cuatro dias á un pueblo que se
dice Quemara, y salieron muchos indios de guerra contra nosotros, y
traian unas lanzas grandes y gordas, que con sus rodelas mandaban con
la mano derecha y sobre el brazo izquierdo, y jugaban de la manera que
nosotros peleamos con las picas, y se nos venian á juntar pié con pié,
y con las ballestas que llevábamos y á cuchilladas nos dieron lugar
que pasásemos adelante, y allí hirieron dos de nuestros soldados: y
estos indios que he dicho que salieron de guerra no creyeron que éramos
de los de Cortés, sino de otros capitanes, que les íbamos á robar sus
indios.
Dejemos de contar trabajos pasados, y digo que en otros dos dias de
camino llegamos á Trujillo, y ántes de entrar en él, que seria hora de
vísperas, vimos á cinco de á caballo, y era Cortés y otros caballeros,
que se habian salido á pasear por la costa, y cuando nos vieron de
léjos no sabian qué cosa nueva podia ser; y como nos conoció Cortés, se
apeó del caballo y con las lágrimas en los ojos nos vino á abrazar, y
nosotros á él, y nos dijo:
—«¡Oh hermanos y compañeros mios, qué deseo tenia de veros y saber qué
tales estábades!»
Y estaba tan flaco, que hubimos lástima de verle; porque, segun
supimos, habia estado á punto de morir de calenturas y tristeza que en
sí tenia, y aun en aquella sazon no sabia cosa buena ni mala de lo de
Méjico; y dijeron otras personas que estaba ya tan á punto de morir,
que le tenian hechos unos hábitos de San Francisco para le enterrar
con ellos; y luego á pié se fué con todos nosotros á la villa, y nos
aposentó y cenamos con él; y tenia tanta pobreza, que aun de cazabe
no nos hartamos; y como le hubimos dado relacion á lo que veniamos, y
leido las cartas sobre lo de Francisco Hernandez para que le ayudase,
dijo que haria cuanto pudiese por él.
Y en aquella sazon que allegamos á Trujillo habia tres dias que habian
venido los dos navíos chicos con las mercaderías que enviaban de Santo
Domingo, que era caballos y potros y armas viejas, y unas camisas y
bonetes colorados, y cosas de poca valía, y no trujeron sino una pipa
de vino, ni fruta ni cosa de provecho; que valiera más que aquellos
navíos no vinieran, segun todos nos adeudamos en comprar de aquellas
bujerías.
Pues estando que estábamos con Cortés dando cuenta de nuestro trabajoso
camino, vieron venir en alta mar un navío á la vela, y llegado al
puerto, venia de la Habana, que enviaba el licenciado Zuazo, el cual
licenciado habia dejado Cortés en Méjico por alcalde mayor, y enviaba
un poco de refresco para Cortés con una carta, la cual es esta que se
sigue; y si no dijere las palabras formales que en ella venian, á lo
ménos diré la sustancia della.


CAPÍTULO CLXXXV.
CÓMO EL LICENCIADO ZUAZO ENVIÓ UNA CARTA DENDE LA HABANA Á CORTÉS, Y LO
QUE EN ELLA SE CONTIENE ES LO QUE DIRÉ ADELANTE.

Pues como hubo tomado puerto el navío que dicho tengo, un hidalgo que
venia por capitan dél, cuando saltó en tierra luego fué á besar las
manos á Cortés y le dió una carta del licenciado Zuazo; y despues que
Cortés la hubo leido, tomó tanta tristeza, que luego comenzó al parecer
á sollozar en su aposento, y no salió de donde estaba hasta otro dia
por la mañana, que era sábado, é se confesó con fray Juan aquella
noche, y le mandó que dijese Misa de Nuestra Señora muy de mañana,
é comulgó; é despues de dicha Misa, nos rogó que le escuchásemos, y
sabríamos nuevas de la Nueva-España, cómo echaron fama que todos éramos
muertos, y cómo nos habian tomado nuestras haciendas y las habian
vendido en el almoneda, y quitado nuestros indios y repartido en otros
españoles, sin tener méritos, y comenzó á leer la carta, y decia ansí.
É lo primero que leyó fué las nuevas que vinieron de Castilla de su
padre Martin Cortés y de Ordás, y cómo el contador Albornoz le habia
sido contrario en las cartas que escribió el Albornoz á su majestad
y al Obispo de Búrgos, y lo que su majestad sobre ellas habia mandado
proveer, de enviar al almirante de Santo Domingo con seiscientos
hombres, segun ya lo tengo dicho en el capítulo que dello habla; y cómo
el duque de Béjar quedó por su fiador, y puso su estado y cabeza por el
Cortés y por nosotros, que éramos muy leales servidores de su majestad,
y otras cosas que ya las he referido en el capítulo que dello habla; y
cómo al capitan Narvaez le dieron una conquista del rio de Palmas, y
que á un Nuño de Guzman le dieron la gobernacion de Pánuco, y que el
Obispo de Búrgos era fallecido.
Y en las cosas de la Nueva-España dijo que, como Cortés hubo dado en
Guacacualco los poderes y provisiones al factor Gonzalo de Salazar
y á Pedro Almindez Chirinos para ser gobernadores de Méjico si
viesen que el tesorero Alonso de Estrada y el contador Albornoz no
gobernaban bien, ansí como llegaron á Méjico el factor y veedor con
sus poderes, se hicieron muy amigos del mismo licenciado Zuazo, que
era alcalde mayor, y de Rodrigo de Paz, que era alguacil mayor del
capitan, y de Andrés de Tapia y Jorge de Albarado, y de todos los demas
conquistadores de Méjico; y cuando se vió el factor con tantos amigos
de su banda dijo que el mismo factor y veedor habian de gobernar, y no
el tesorero ni el contador, y sobre ello hubo muchos ruidos y muertes
de hombres, los unos por favorecer al factor y al veedor, y otros
por ser amigos del tesorero y el contador.
De manera que quedaron con el cargo de gobernadores el factor y
veedor, y echaron presos á los contrarios, tesorero y contador, y á
otros muchos que fueron en su favor, y cada dia habia cuchilladas y
revueltas, y que los indios que vacaban los daban á sus amigos, aunque
no tenian méritos; y que al licenciado Zuazo que no le dejaban hacer
justicia, y que al Rodrigo de Paz le habia echado preso porque le iba á
la mano, y que el mismo licenciado Zuazo los volvió á concertar y hacer
amigos, ansí al factor é tesorero y contador é á Rodrigo de Paz, y que
estuvieron ocho dias en concordia.
Y que en esta sazon se levantaron ciertas provincias que se decian los
zapotecas y minxes, y un pueblo y fortaleza do habia un gran peñol que
se dice Coatlan, y que enviaron á él muchos soldados de los que habian
venido nuevamente de Castilla y de otros que no eran conquistadores,
y envió por capitan dellos al veedor Chirinos, y que gastaban muchos
pesos de oro de las haciendas de su majestad y lo que estaba en su Real
caja, y que llevaban tantos bastimentos al real donde estaban, que todo
era veetrías y juegos de naipes, y que á los indios no se les daba por
ellos cosa ninguna, y que de repente de noche se salian los indios del
peñol y daban en el real del veedor, y le mataron ciertos soldados y
le hirieron otros muchos, y á esta causa envió el factor con el mismo
cargo á un capitan de los de Cortés, que se decia Andrés de Monjaraz,
para que estuviese en compañía del veedor, porque este Monjaraz se
habia hecho muy amigo del factor, y en aquella sazon estaba tullido el
Monjaraz de bubas, que no era para hacer cosa que buena fuese, y los
indios estaban muy vitoriosos, y que Méjico estaba cada dia para se
alzar; y que el factor procuró por todas vías de enviar oro á Castilla
á su majestad é al comendador mayor de Leon D. Francisco de los Cóbos.
Porque en aquella sazon echó fama el factor que Cortés y todos
nosotros éramos muertos en poder de indios, en un pueblo que se dice
Xicalango, y en aquel tiempo habia venido de Castilla Diego de Ordás,
que es el que Cortés hubo enviado por procurador de la Nueva-España,
y lo que procuró fué para él una encomienda de Santiago, y trujo por
cédula de su majestad sus indios y unas armas del volcan que está cabe
Guaxocingo, y que como llegó á Méjico, dijo el Ordás que queria ir á
buscar á Cortés, y esto fué porque vió las revueltas y zizañas, y que
se hizo muy amigo del factor, y fué por la mar á ver si era vivo ó
muerto Cortés, con un navío grande y un bergantin, y fué costa á costa
hasta que llegó á un pueblo que se dice Xicalango, adonde habian muerto
al Simon de Cuenca y al capitan Francisco de Medina y á los españoles
que consigo estaban, segun más largo lo tengo escrito en el capítulo
que dello habla; y como aquella nueva supo el Ordás, se volvió á la
Nueva-España, y sin desembarcar en tierra escribió al factor con unos
pasajeros, que tiene por cierto que Cortés es muerto. Y como echó esta
nueva el Ordás, en el mismo navío que fué en busca de Cortés, luego
atravesó la isla de Cuba á comprar becerras y yeguas.
Y cuando el factor vió la carta de Ordás, la anduvo mostrando en Méjico
á unos y á otros, y echó fama que era muerto Cortés y todos los que
con él fuimos, é se puso luto, é hizo hacer un túmulo é monumento en
la iglesia mayor de Méjico, é hizo las honras por Cortés; y luego se
hizo pregonar con trompetas y atabales por gobernador y capitan general
de la Nueva-España, y mandó que todas las mujeres que se habian muerto
sus maridos en compañía de Cortés, que hiciesen bien por sus almas y
se casasen, y aun lo envió á decir á Guacacualco é á otras villas; é
porque una mujer de un Alonso Valiente, que se decia Juana de Mansilla,
no se quiso casar, y dijo que su marido y Cortés y todos nosotros
éramos vivos, y que no éramos los conquistadores viejos personas de
tan poco ánimo como los que estaban en el peñol de Coatlan con el
veedor Chirinos, porque los indios les daban guerra, y no ellos á los
indios, y que tenia esperanza en Dios que presto veria á su marido
Alonso Valiente y á Cortés y á todos los más conquistadores viejos
de vuelta para Méjico, y que no se queria casar; porque dijo estas
palabras la mandó el factor azotar por las calles públicas de Méjico,
por hechicera; y tambien, como hay en este mundo hombres traidores
aduladores, y era uno dellos uno que le teniamos por hombre honrado,
que por su honor aquí no le nombro, dijo al factor delante otras muchas
personas que estaba malo de espanto porque, yendo una noche pasada
cerca del Taltelulco, que es la iglesia de señor Santiago, donde solia
estar el ídolo mayor, que se decia Huichilóbos, que vió en el patio que
se ardian en vivas llamas el alma de Cortés y de doña Marina é la del
capitan Sandoval, é que de espanto dello estaba muy malo.
Tambien vino otro hombre que no nombro, que tambien le tenian en buena
reputacion, é dijo al factor que andaban en los patios de Tezcuco
unas cosas malas, y que decian los indios que era el alma de doña
Marina y la de Cortés; y todas eran mentiras y traiciones, sino por se
congraciar con el factor dijeron aquello, ó el factor se lo mandó decir.
Y en aquel tiempo habia llegado á Méjico Francisco de las Casas y
Gil Gonzalez de Ávila, que son los capitanes por mí muchas veces
nombrados, que degollaron á Cristóbal de Olí; y de que el de las Casas
vió aquellas revueltas y que el factor se habia hecho pregonar por
gobernador, dijo públicamente que era mal hecho, y que no se habia de
consentir tal cosa, porque Cortés era vivo, y que él ansí lo creia, é
que ya que eso fuese, lo cual Dios no permitiese, que para gobernador,
que más persona y caballero y más méritos tenia Pedro de Albarado
que no el factor, y que le enviasen á llamar al Pedro de Albarado; y
secretamente su hermano Jorge de Albarado y aun el tesorero y otros
vecinos mejicanos le escribieron para que se viniese en todo caso á
Méjico con todos los soldados que tenia, y que procurarian de le dar
la gobernacion hasta saber si Cortés era vivo, y enviar á hacer saber
á su majestad si fuese servido mandar otra cosa; é que ya que el Pedro
de Albarado con aquellas cartas se venia para Méjico, tuvo temor del
factor, segun las amenazas le envió á decir al camino que le mataria;
é como supo que habian ahorcado á Rodrigo de Paz y preso al licenciado
Zuazo, se volvió á su conquista.
Y en aquel tiempo que habia recogido el factor cuanto oro pudo haber
en Méjico y Nueva-España, para hacer con ello mensajero á su majestad,
y enviar con ello á un su amigo que se decia Peña con sus cartas
secretas, y el Francisco de las Casas y el licenciado Zuazo y Rodrigo
de Paz se lo contradijeron, y aun tambien el tesorero y contador, que
hasta saber nuevas ciertas si Cortés era vivo, que no hiciese relacion
que era muerto, pues no lo tenian por cierto, y que si oro queria
enviar á su majestad de sus reales quintos, que era muy bien, más que
fuese juntamente con parecer y acuerdo del tesorero y contador, y no
sólo en su nombre; y porque lo tenian ya en los navíos y para hacerse
á la vela con ella, fué el de las Casas con mandamientos del alcalde
mayor Zuazo y con favor de Rodrigo de Paz y de los demas oficiales
de la hacienda de su majestad y conquistadores, que detuviesen el
navío hasta que escribiesen á nuestro Rey de la manera que estaba la
Nueva-España; porque, segun pareció, el factor no consentia que otras
personas escribiesen, sino solamente sus cartas; y despues que el
factor vió que el de las Casas y el licenciado no eran buenos amigos
y le iban á la mano, luego los mandó prender, é hizo proceso contra
el Francisco de las Casas y contra el Gil Gonzalez de Ávila sobre la
muerte de Olí, y los sentenció á degollar, y de hecho queria ejecutar
la sentencia, por más que apelaban ante su Majestad; y con gran
importunidad les otorgó la apelacion, y los envió á Castilla presos
con los procesos que contra ellos hizo; y hecho esto, da luego tras el
mismo Zuazo, y que en justo y en creyente lo arrebataron y llevaron en
una acémila al puerto de la Veracruz y le embarcaron para la isla de
Cuba, diciendo que porque fuese á dar residencia del tiempo que fué en
ella juez.
Y que al Rodrigo de Paz, que le echó preso y le demandó el oro y plata
que era de Cortés, porque como su mayordomo sabia dello, diciendo que
lo tenia escondido, porque lo queria enviar á su Majestad, pues era de
los bienes que tenia Cortés usurpados á su majestad; y porque no lo
dió, pues era claro que lo tenia, sobre ello le dió tormento, y con
aceite y fuego le quemó los piés y aun parte de las piernas, y estaba
muy flaco malo de las prisiones, y para morir; y no contento con los
tormentos, viendo el factor que si le daba vida, que se iria á quejar
dél á su majestad, le mandó ahorcar por revoltoso y bandolero, y que
á todos los más soldados y vecinos de Méjico que eran de la banda de
Cortés los mandó prender, y se retrujeron en la casa de los frailes
franciscos Jorge de Albarado y Andrés de Tapia; y todos los más eran
con Cortés, puesto que otros muchos conquistadores se allegaron al
factor porque les daba buenos indios, y que andaban á viva quien
vence, y que en la casa de la municion de las armas todas las sacó
el factor y las mandó llevar á sus palacios, y que la artillería que
estaba en la fortaleza y atarazanas las mandó asestar delante de sus
casas, é hizo capitan de ella á un don Luis de Guzman, deudo del duque
de Medina-Sidonia, y puso por capitan de su guarda á un Artiaga, que
ya no se me acuerda el nombre, y para guarda de su persona á un Ginés
Nortes y un Pedro Gonzalez Sabiote, y otros soldados que eran de los
de Cortés.
Y más decia en la carta que escribió Zuazo á Cortés, que mirase que
fuese luego á poner recaudo en Méjico, porque, demas de todos estos
males y escándalos, habia otros peores, que habia escrito el factor
á su majestad que le habian hallado en su recámara de Cortés un cuño
con que marcaba el oro que los indios le traian á escondidas, é que
no pagaba quinto dello; y tambien dijo que porque viese cuál andaba
la cosa en Méjico, que porque un vecino de Guacacualco que vino á
aquella ciudad á demandar unos indios que en aquel tiempo vacaron por
muerte de otro vecino de los que estaban poblados en la villa, por
muy secretamente que dijo el vecino de Guacacualco á una mujer donde
posaba, que por qué se habia casado, que ciertamente era vivo su marido
y todos los que fueron con Cortés, y dió causas y razones para ello;
como lo supo el factor, que luego le fueron con la parlería, envió por
él á cuatro alguaciles, y lo llevaron engarrafado á la cárcel, y lo
queria mandar ahorcar por revolvedor, hasta que el pobre vecino; que
se decia Gonzalo Hernandez, tornó á decir que, como vido llorar á la
mujer por su marido, que por la consolar le habia dicho que era vivo,
mas que ciertamente todos éramos muertos; y luego le dió los indios que
demandaba, y le mandó que no estuviese más en Méjico y que no dijese
otra cosa, porque le mandaria ahorcar.
Y más decia en el cabo de su carta, cómo luego de á poco tiempo
que habia salido de Méjico Cortés habia muerto el buen Padre fray
Bartolomé, que era un santo hombre, y que le habia llorado todo
Méjico, y que le habian enterrado con grande pompa en señor Santiago,
é que los indios habian estado todo el tiempo desque murió hasta que
le enterraron sin comer bocado, é que los Padres franciscos habian
predicado á sus honras y enterramiento, y que habian dicho dél que
era un santo varon, y que le debia mucho el Emperador, pero más los
indios; pues si al Emperador le habia dado aquellos vasallos, como
Cortés y los demas conquistadores viejos, á los indios les habia
dado el conocimiento de Dios y ganado sus almas para el cielo; é que
habia convertido é bautizado más de dos mil y quinientos indios en
Nueva-España, que ansí se lo habia dicho el Padre fray Bartolomé de
Olmedo algunas veces al tal predicador; é que habia hecho mucha falta
fray Bartolomé de Olmedo, porque con su autoridad é santidad componia
las disensiones é ruidos, y hacia bien á los pobres; é luego decia
Zuazo que todo en Méjico estaba perdido, y acababa su carta diciendo:
—«Esto que aquí escribo á vuestra merced, pasa ansí, y dejélos allá, y
embarcáronme preso, y trujéronme con grillos aquí donde estoy.»
Y despues que Cortés la hubo leido, estábamos tan tristes y enojados,
ansí del Cortés, que nos trujo con tantos trabajos, como del factor, y
echábamosles dos mil maldiciones, ansí al uno como el otro, y se nos
saltaban los corazones de coraje.
Pues Cortés no pudo tener las lágrimas, que con la misma carta se fué
luego á encerrar á su aposento, y no quiso que le viésemos hasta más
de medio dia, y todos, nosotros aun le dijimos é rogamos que luego se
embarcase en tres navíos que allí estaban, y que nos fuésemos á la
Nueva-España; y él nos respondió muy amorosa y mansamente, y nos dijo:
—«¡Oh hijos y compañeros mios!, que veo por una parte aquel mal hombre
del factor, que está muy poderoso, y temo cuando sepa que estamos en el
puerto, no haga otras desvergüenzas y atrevimientos aun más de lo que
ha hecho, ó me mate ó ahogue ó eche preso, ansí á mí como á vuestras
personas; yo me embarcaré luego con el ayuda de Dios, y ha de ser
solamente con cuatro ó cinco de vuestras mercedes, y tengo de ir muy
secretamente á desembarcar á puerto que no sepan en Méjico de nosotros,
hasta que desconocidos entremos en la ciudad; y demas desto, Sandoval
está en Naco con pocos soldados, y ha de ir por tierra de guerra, en
especial por Guatimala, que no está en paz. Conviene que vos, señor
Luis Marin, con todos los compañeros que aquí venistes en mi busca, os
volvais y os junteis con Sandoval, y se vayan camino de Méjico.»
Dejemos esto, y quiero volver á decir que luego que Cortés escribió al
capitan Francisco Hernandez, que estaba en Nicaragua, que fué el que
enviaba á buscar puerto con el Pedro de Garro, y se le ofreció Cortés
que haria por él todo lo que pudiese, y le envió dos acémilas cargadas
de herraje, porque sabia que tenia falta dello, y tambien le envió
herramientas de minas, y ropas ricas para su vestir, y cuatro tazas y
jarros de plata de su vajilla, y otras joyas de oro; lo cual entregó
á un hidalgo que se decia Fulano de Cabrera, que fué uno de los cinco
soldados que fueron con nosotros en busca de Cortés, y este Cabrera fué
despues capitan de Venalcázar, y fué muy esforzado capitan y extremado
hombre por su persona, natural de Castilla la Vieja; el cual fué
maestre de campo de Blasco Nuñez Vela, é murió en la misma batalla que
murió el Virey.
Quiero dejar cuentos viejos, y quiero decir que como yo vi que Cortés
se habia de ir á la Nueva-España por la mar, le fuí á pedir por merced
que en todo caso me llevase en su compañía, y que mirase que en todos
sus trabajos y guerras me habia hallado siempre á su lado y le habia
ayudado, y que agora era tiempo que yo conociese dél si tenia respeto á
los servicios que yo le habia hecho, y amistad y ruego presente.
Entónces me abrazó y me dijo:
—«Pues si os llevo conmigo, ¿quién irá con Sandoval? Ruégoos, hijo,
que vais con vuestro amigo Sandoval; que yo os prometo y empeño estas
barbas yo os haga muchas mercedes, que bien os lo debo ántes de ahora.»
En fin, no aprovechó cosa ninguna, que no me dejó ir consigo.
Tambien quiero decir cómo estando que estábamos en aquella villa de
Trujillo, un hidalgo que se decia Rodrigo Mañueco, maestresala de
Cortés, hombre de palacio, por dar contento y alegría á Cortés, que
estaba muy triste, y tenia razon, apostó con otros caballeros que
subiria armado de todas armas á una casa que nuevamente habian hecho
los indios de aquella provincia para Cortés, segun lo he declarado en
el capítulo que dello habla, las cuales casas estaban en un cerro algo
alto; y subiendo armado, reventó al subir de la cuesta, y murió dello;
y ansimismo, como vieron ciertos hidalgos de los que halló Cortés en
aquella villa que no les dejaba cargos, como ellos quisieran, estaban
revolviendo bandos, é Cortés lo apaciguó con decir que los llevaria en
su compañía á Méjico, é que allá les daria cargos honrosos.
Y dejémoslo aquí, y diré lo que Cortés más hizo, y es, que mandó á un
Diego de Godoy, que habia puesto por capitan en el Puerto de Caballos,
con ciertos vecinos que estaban malos, y no se podian valer de pulgas
y mosquitos y no tenian con qué se mantener, que todas estas miserias
tenian, que se pasasen á Naco, pues era buena tierra, é que nosotros
nos fuésemos con el capitan Luis Marin camino de Méjico, é si hubiese
lugar, que fuésemos á ver la provincia de Nicaragua, para demandalla á
su majestad en gobernacion el tiempo andando, si aportase á Méjico; y
despues que Cortés nos abrazó y nosotros á él, y le dejamos embarcado,
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