Su único hijo - 14

Total number of words is 4781
Total number of unique words is 1620
35.2 of words are in the 2000 most common words
49.7 of words are in the 5000 most common words
56.2 of words are in the 8000 most common words
Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
Babel; quedaba el pecado, que pasaba de padres a hijos, y quedaba Josué
parando el sol..., en vez de parar la tierra. No, no podía ser: él no
podía coger su cruz, porque no era un _simple_ como los de la Edad Media,
sino un simple _ilustrado_, un simple de café, un simple moderno... ¡Ah,
pero lo que no le faltaba era el sincero anhelo de sacrificio, de
abnegación y caridad!... Hacer disparates para la mayor gloria... de lo
que hubiese allá arriba, le parecía muy puesto en razón, algo como una
música interior. Una noche leyó en la cama un libro que hablaba de un
místico medio loco, italiano, de la Edad Media, a quien llamaban el
juglar de Dios; parecía el payaso de la gloria: lleno del amor de Jesús,
se reía de la Iglesia y daba por hecho que él se condenaría, pero
llevando al infierno su pasión divina, que nadie podía arrancarle: y el
tal Jacopone de Todi, que así le llamaba el vulgo, que se reía de él y
le admiraba, hacía atrocidades ridículas para que su penitencia no fuese
ensalzada, sino objeto de burla; y salía andando con las manos, cabeza
abajo y los pies al aire; y se untaba de aceite todo el cuerpo, desnudo,
y se echaba a rodar sobre un montón de plumas, que se le pegaban al
cuerpo; y de esta facha salía por las calles para que los chiquillos le
corrieran....
Bonis lloraba de ternura leyendo estas hazañas del clown místico, del
autor de los Laudes, después inmortalizados. Él, Bonis, no era poeta,
pero con la flauta creía poder decir muchas cosas, y hasta convertir
infieles.... Pero el toque estaba en el _arranque_. Irse por el mundo,
echar a correr, dejarlo todo, y ya que no tenía un hijo, ser un santo de
pueblo, un santo loco, estaba muy puesto en razón; mas ¡ay!, la
conciencia le decía que no se atrevería jamás, no ya a dejarlo todo,
hasta las zapatillas, y tomar su cruz; ni siquiera a dejar a su mujer....
ni aun a su querida.


-XIV-

Grandes acontecimientos vinieron a sacar a Reyes de estas intermitentes
veleidades místicas, que él mismo, en sus horas de sensualismo
racionalista y moderado, calificaba de enfermizas. El infeliz Bonis no
pudo menos de recordar un pasaje muy conocido de _La Sonámbula_; aquel de:
_ah, del tutto ancor non sei_
_cancellata dal mio cuor_,
(según él lo cantaba), cuando llegó la hora de despedirse de Serafina
Gorgheggi; la cual, deshecha otra vez la compañía, iba con Mochi
contratada al teatro de la Coruña. Aquella separación había sido una
amenaza continua, la gota amarga de la felicidad en los días y meses de
ciega pasión; después un dolor necesario, y hasta merecido y saludable,
según pensaba el amante, lleno de remordimientos y de planes morales.
Pero al llegar el momento, Bonis sintió que se trataba de toda una
señora operación practicada en carne viva. Con toda franqueza, y
explicándolo todo satisfactoriamente por medio de una intrincada madeja
de sofismas, Reyes reconoció que los afectos naturales, puramente
_humanos_, eran los más fuertes, los verdaderos, y que él era un místico
de pega, y un romántico y un _apasionado_ de verdad. ¡Ay!, separarse de
Serafina, a pesar de aquella tibieza con que su espíritu la trataba de
algún tiempo a aquella parte, era un dolor verdadero, de aquellos que a
él le horrorizaban, de los que le _daban la pereza_ de _padecer_. ¡Era tan
molesto tener el ánimo en tensión, necesitar sacar fuerzas de flaqueza
para aguantar los dolores, los reales! Y no había más remedio. Pensar en
tener compañía de ópera más tiempo, era absurdo. Ya todos los
expedientes inventados para retener en el pueblo a Mochi y su discípula
estaban agotados, no podían dar más de sí. Nunca se había visto, ni en
tiempo de la _Tiplona_, mientras esta fue cantante, que _las partes_ de una
compañía permanecieran un año seguido, y algo más, en la ciudad, fuera
trabajando o en huelga. Lo que se había visto era tal cual corista que
se quedaba allí, casada con uno del pueblo, o ejerciendo un oficio; un
director de orquesta se había hecho vecino para dirigir una banda
municipal...; pero tiples y tenores, nunca habían parado tantos meses:
concluido el trigo, volaban. El fenómeno que ofrecían Serafina, Julio y
Gaetano, era tan admirable como si las golondrinas se hubieran quedado a
pasar un invierno entre nieve. Sólo que de las golondrinas no se hubiera
hecho comidilla para decir que las alimentaban los gorriones, por
ejemplo. Y de la larga estancia de los cómicos, contratados unas
temporadas, otras no, se decían horrores. No por hacer callar a la
maledicencia, de la que nadie se acordaba, a no ser Bonis, sino porque
no había manera decorosa, ni aun medio decorosa, de continuar cubriendo
las apariencias, ni tampoco recursos para seguir manteniendo los grandes
gastos que causaban aquellos restos de la compañía disuelta, se
comprendió la necesidad de que terminase aquel _estado de cosas_, como le
llamaba Reyes. La empresa había perdido bastante, y sobre la empresa, es
decir, sobre el caudal mermadísimo del abogado Valcárcel, continuaban
cargando, más o menos directamente, las principales _partes_, a saber:
Mochi, Serafina y Minghetti. Se presentó la ocasión de ganar la vida con
el trabajo, y hubo que aprovecharla, por más que doliera a unos y a
otros la despedida. Quien no transigió fue Emma. Tuvo una encerrona con
su tío y mayordomo, que había sido nombrado vicepresidente de la
Academia de Bellas Artes, agregada a la Sociedad Económica de Amigos del
País, y de aquella conferencia resultó el acuerdo, porque allí todo eran
panes prestados, de que Minghetti continuaría en el pueblo en calidad de
director de la Sección de música en la citada Academia. El sueldo que
pudieron ofrecer los señores socios al barítono no era gran cosa; pero
él se dio por satisfecho, porque además pensaba dar lecciones de piano y
de canto, y con esto y lo otro (y lo otro, así decía la malicia, entre
paréntesis, por lo bajo) podía ir tirando, hasta que se cansara de
aquella vida sedentaria, y se decidiera a admitir una de las muchas
contratas que, según él, se le ofrecían desde el extranjero.
Serafina dejaba con pena el pueblo, en que había llegado casi a olvidar
que era una actriz y una aventurera, para creerse una dama honrada que
tenía buenas relaciones con la mejor sociedad de una capital de
provincia, y un amante fiel, dulce, manso y guapo. A Bonis le había
llegado a querer de veras, con un cariño que tenía algo de fraternal,
que era a ratos lujuria y que se convertía en pasión de celosa cuando
sospechaba que el tonto de Reyes podía cansarse de ella y querer a otra.
Tiempo hacía que notaba en su queridísimo bobalicón despego disimulado,
distracciones, cierta tendencia a huir de sus intimidades. Al principio
sospechó algo de las extrañas noches de valpurgis matrimonial que tan
preocupado trajeron una temporada a Reyes; después, siguiendo la pista a
los desvíos y distracciones del amante, llegó a comprender que no se
trataba de _otros amores_, sino de _ideas_ que a él le daban; tal vez iba a
volvérsele definitivamente bobo, y no dejaba de sentir cierto
remordimiento.
«A este se le ablanda la mollera por culpa mía».
Más de una vez, en sus ligeras reyertas de amantes antiguos, pacíficos y
fieles, pero cansados, oyó a Bonis hablar de la _moral_ como un obstáculo
a la felicidad de entrambos. Lo que nunca pudo sospechar Serafina fue la
principal _idea_ de Bonis, la del _hijo_; y esto era lo que en realidad le
apartaba de su querida, del pecado.
Pero en la noche en que, al arrancar la diligencia de Galicia, Bonis,
subiéndose de un brinco al estribo de la berlina, pudo, a hurtadillas,
dar el último beso a la Gorgheggi, sintió que su pasión no había sido
una mentira _artística_, porque con aquel beso se despedía de un género de
delicias intensas, inefables, que no podrían volver; con aquel beso se
despedía del último vestigio de la juventud.
Entre la muchedumbre que había acudido a despedir a los cantantes, se
sintió Bonis, después que desapareció el coche en la oscuridad, muy
solo, abandonado, sumido otra vez en su insignificancia, en el antiguo
menosprecio.
Delante de él, que volvía solo por la calle sombría adelante, solo entre
la muchedumbre de sus amigos y amigas, distinguió dos bultos que
caminaban muy juntos, cogidos del brazo, según era permitido en aquella
época a las señoritas y a los galanes; eran Marta Körner y Nepomuceno,
que se habían adelantado, huyendo la vigilancia del alemán, que no
gustaba de tales confianzas. La escena de la despedida los había
enternecido y animado; la oscuridad de las calles, alumbradas con
aceite, les daba un incentivo en su misterio, y en el cuchicheo de su
diálogo se sentía el soplo de la pasión... de la pasión carnal de Nepo y
de la pasión de... marido de Marta. Iban absortos en su conversación,
olvidados de los que venían detrás, creyéndose a cien leguas de la
gente, sin pensar en ella; levantaban a veces la voz, Marta
singularmente; y Bonis, sin querer al principio, queriéndolo muy de
veras después, oyó cosas interesantes.
«Había que hablar cuanto antes a Emma; había que decirle el gran secreto
de aquella pareja: que iban a casarse antes de un mes. Y había que
ajustar cuentas, separar los respectivos capitales, sin perjuicio de
seguir administrando el tío el de la sobrina, hasta que ya no hubiera
cosa digna de mención que administrarle». Estaba perdida; no había hecho
más que ir gastando, derrochando, sin enterarse jamás de que corría a la
ruina completa. Hablarle a ella de hipotecas, era hablarle en griego.
«Pues hipoteque usted», decía, sin más idea de la hipoteca que la de ser
un modo de sacar ella el dinero necesario para sus locuras, cuanto
antes.
--Mire usted--decía el tío a Marta (pues el _tú_ lo dejaba para después de
la boda)--; es una mujer que no tiene idea clara de lo que significa el
tanto por ciento, y cuando le hablan de un interés muy subido, le suena
lo mismo que si le hablan de un interés despreciable; para ella no hay
más que el dinero que le den por lo pronto; parece así... como que se
figura que roba a los usureros, a quienes toma dinero al sabe Dios
cuántos. Para aliviar estos males, he llegado yo mismo a ser el único
_judío_ para mi sobrina; yo soy, yo, quien, sin saberlo ella, porque ni lo
pregunta, le facilito cantidades a un módico interés.
Marta oía a Nepo con más placer que si le fuera recitando la _primavera
temprana_ de Goëthe.
--¿De modo... que ellos van a arruinarse?
--Sí; ya no tiene remedio.
--La culpa es suya.
--Suya.... Empezó él... siguió ella... después los dos...; después todo el
mundo.... Usted lo ha visto: aquella casa es un hospicio; los cómicos nos
han comido un mayorazgo..., y como la fábrica va mal....
--¡Oh!, pero eso no hay que decirlo por ahí...
--No; es claro....
--Papá espera levantar el negocio; sus corresponsales le ofrecen mercados
nuevos, salidas seguras....
--Sí, sí; es claro..., pero ya será tarde para los de Reyes; nuestro
esfuerzo, el que haremos con nuestro propio capital.... Marta, con el
nuestro, ¿entiende usted?, sacará la fábrica a flote...; pero ya será
tarde para ellos. Nuestro porvenir está en la pólvora....
Marta apretó el brazo de Nepo, y lo que siguieron hablando ya no pudo
oírlo Bonis.
Se quedó atrás; entró el último en su casa, adonde volvieron muchos de
los que habían ido a despedir a la Gorgheggi y a Mochi, pues de allí
había partido la comitiva. Serafina había ido al coche desde la casa de
Emma, porque ésta no podía salir aquella noche; se sentía mal, y se
habían despedido en el gabinete de la Valcárcel.
Bonis se detuvo en el portal, cuando ya todos estaban arriba. ¡Qué
ruido! ¡Qué algazara! ¡Lo de siempre! Ya nadie se acordaba de los que se
alejaban carretera arriba; como si tal cosa. Arrastraban sillas, sonaba
el piano y después el taconeo de los danzantes. Bailaban.
«¡Y todo esto lo he traído yo! ¡Y bailan sobre las _ruinas_! ¡_Los Reyes_
se arruinan; la casa Valcárcel truena... y el último ochavo lo gastan
alegremente entre todos estos pillos y viciosos que he metido yo en
casa!».
«¡Empezó él!, decía ese tunante. ¡Y tiene razón! Yo empecé, y aún debo,
aún debo... lo robado. Y todo lo demás que vino después, la empresa
teatral..., la fábrica..., los banquetes, las jiras, los saraos..., los
préstamos a esos hambrientos y chupones..., por culpa mía, por mi
pasión..., que ya se extinguía, por miedo a echar cuentas, por miedo de
que se descubriese mi _adulterio_; sí, adulterio, así se llama... yo lo
toleré... lo procuré todo.... Todo es culpa mía, y l peor es lo que dice
el tío: Empezó él».
Y Bonis, sin pasar del portal, mal alumbrado por un farol de aceite, se
cogía la cabeza con las manos.
No se determinaba a subir. Le daba asco su casa con aquella chusma
dentro.
«¡Si fuera para barrerlos! Y a mí con ellos... a todos..., a todos....
»¿Cómo seguir con aquella vida, ahora sobre todo, que ni el placer, ni
el pecado, le arrastraba a ella?
»¡Egoísta! Como se fue tu pareja, _moralizas_ contra los demás.
»Pero, ¿y la ruina? Cuando ese la anuncia, segura será... ¡Seremos
pobres! Por mí... casi me alegro...; pero es horrible... porque es por
culpa mía».
Cesó de repente el ruido del baile, que sonaba sordo y continuo sobre su
cabeza; después se oyeron muchos pasos precipitados en una misma
dirección..., hacia el gabinete de Emma.
--¿Qué pasa?--se dijo asustado Bonis. Pensó de repente, como antaño--: Emma
se ha puesto mala, y me va a echar la culpa. Se dirigió hacia la
escalera, cuya puerta abrieron con estrépito desde dentro; bajando de
dos en dos los peldaños, venían dos bultos: el primo Sebastián y
Minghetti, que atropellaron a Bonis.
--¿Qué hay? ¿Qué sucede?--gritó, recogiendo del suelo el sombrero, el que
debía ser amo de la casa.
--¡Arriba, hombre, arriba! ¡Siempre en Babia! Emma así..., y tú fuera....
Esta frase del primo Sebastián le supo a Bonis a todo un tratado de
arqueología; era del repertorio de las antigüedades clásicas de su
servidumbre doméstica.
--Pero... ¿qué hay? ¿Qué tiene Emma?
--Está mala..., un síncope..., jaqueca fuerte...--dijo Minghetti--.
Vamos corriendo a buscar a D. Basilio; le llama a gritos.
--Sube, hombre; corre; te llama a ti también; nunca la vi así... Esto es
grave.... Sube, sube....
Y se lanzaron a la calle los dos emisarios, rivalizando en premura y
celo.
--Usted, al Casino; yo, a su casa--dijo Sebastián--; y cada cual echó a
correr: uno, calle arriba; otro, calle abajo.
Bonis entró temblando, como en otro tiempo. «¿Qué sería? ¿Volverían los
días horrorosos de la fiera enferma? ¡Comparados con ellos los
presentes, de _relajamiento moral_, le parecían ahora flores! Y en
adelante, ¿qué armas tendría para la lucha? Ya no creía en la pasión,
aunque tanto le estaban doliendo aquella noche sus últimas raíces; ya no
creía apenas en el ideal, en el arte...; todo era un engaño, tentación
del pecado.... Sí: volvía su esclavitud, su afrenta, aquella vida de
perro atado al pie de la cama de una loca; él ya no tendría fuerza para
resistir; con un _ideal_, con una _pasión_, lo sufría todo; sin eso...
nada. Se moriría.... La enfermedad otra vez... y ahora, con la pobreza,
acaso, de seguro... ¡Qué horror!... ¡Oh! No; escaparía».
Entró, pasillo adelante; todo era confusión en la casa. Las de Ferraz y
una de las de Silva corrían de un lado a otro, daban órdenes
contradictorias a los criados; en el gabinete de Emma, Marta y Körner
junto al lecho, parecían estatuas de mausoleo.
--¡Duerme!--dijo con solemnidad el padre.
--¡Silencio!--exclamó la hija, con un dedo sobre los labios.
--Pero, ¿qué ha sido?
--¡Pchs! Silencio.
--Pero (más bajo y acercándose); pero... yo quiero saber... ¿y el tío?
¿Dónde está el tío?
--Se está mudando--contestó Marta en voz baja, de esas que son silbidos,
más molestos que los gritos.
Reyes notó el olor de un antiespasmódico; olor de tormenta para los
recuerdos de sus sentidos. También había cierto hedor nauseabundo.
Se aproximó más a la cama; a los pies estaba amontonada ropa blanca, de
que se había despojado Emma después de metida entre sábanas, según su
costumbre. También ahora los recuerdos de los sentidos le hablaron a
Bonis de tristezas, y tras rápida reflexión, se sintió alarmado.
--Pero, ¿qué ha sido?--preguntó sin bajar la voz lo suficiente,
olvidándose del sueño de su esposa, pensando cosas muy extrañas.
--No grite usted, hombre--dijo la alemana muy severamente.
Bonis acercó el rostro al de su mujer.
--Duerme--dijo Körner.
--¡Dios lo sabe!--pensó Bonis.
Emma, pálida, desencajada, desgreñada, con diez años, de los que había
sabido quitarse de encima, otra vez sobre las fatigadas facciones, abrió
los ojos, y lo primero que hizo con ellos fue lanzar un rayo de odio y
otro de espanto sobre el atribulado esposo.
--¿Qué ha sido, hija mía, qué ha sido?
Quiso hablar la enferma, y, al parecer, hasta pronunciar un discurso,
porque procuró incorporarse, y extendió los brazos; pero el esfuerzo le
produjo náuseas, y Bonis, sin tiempo para retirarse un poco, corrió la
misma borrasca de que se estaba secando el tío.
Körner, discretamente, retrocedió un paso. Marta se colgó de la
campanilla en son de pedir socorro, porque no era ella hembra que
descendiese a ciertos pormenores al lado de los enfermos. El estómago,
decía ella, no es nuestro esclavo; antes bien, nos esclaviza.
Acudieron las de Ferraz, y luego Eufemia con agua, arena, toalla y
cuanto fue del caso. A Bonis se le hizo comprender que apestaba, y
corrió a mudarse.
Cuando volvió al cuarto de su mujer, vio en la sala al tío, a Körner, a
Marta, a las de Ferraz, a la de Silva, a Minghetti y a Sebastián.
--¿Está mejor, está sola?
Sebastián respondió casi de limosna:
--No: está con ella D. Basilio.
Antes de decidirse a entrar en el gabinete, Bonis consultó con la mirada
al concurso. Vio algo extraño en ellos: parecían menos alarmados y como
llenos de curiosidad maliciosa. Había allí sorpresa, incertidumbre, no
susto ni temor a un peligro.
--¿Pasa algo? ¿Qué pasa?--preguntó anhelante, con la cara de lástima que
ponía cuando acudía en vano a implorar sentimientos tiernos, de caridad,
en sus semejantes.
--Hombre, usted puede entrar--dijo Körner--; al fin es el marido.
Bonis entró. D. Basilio, correcto en el vestir, como siempre, de color
de manteca el gabán entallado; sonriente; de expresión espiritual boca y
mirada, dejaba pasar una tormenta de espanto y rebeldía contra los
designios de la naturaleza a que se entregaba Emma, que se apretaba la
cabeza desgreñada con las manos crispadas, y llamaba a Dios de tú y con
un tono que parecía de injuria.
--¡Dios mío! ¿Qué es esto?--preguntó Bonis espantado, con las manos en
cruz, frente al médico.
--Pues, nada; que su mujer de usted... está nerviosísima, y ha tomado a
mal una noticia que yo creí que la llenaría de satisfacción y legítimo
orgullo....
--¡Calle usted, Aguado! ¡No se burle de mí! ¡No estoy para bromas! ¡Dios
mío! ¡Qué va a ser de mí! ¡Qué atrocidad! ¡Qué barbaridad! ¡Qué va a ser
de mí!... ¡Dios de Dios! Y a estas horas... yo me voy a morir... de
fijo... de fijo... me lo da el corazón. ¡Yo no paro, no paro, no
paro!...
--¿Delira?--gritó Bonis con horror.
--¿Por qué?
--Como dice... que no para... no para....
--No; no dice eso--y D. Basilio se interrumpió para reír con toda
sinceridad--. Lo que dice es que no pare, no pare.... Pero ya verá usted
cómo en su día, aún lejano, damos a luz un robusto infante.
--¡Alma mía!--exclamó Reyes comprendiendo de repente, más que por las
señas que tenía delante, por una _voz de la conciencia_ que le gritó en el
cerebro: «Se fue _ella_, y viene _él_; no quería venir hasta hallar solo tu
corazón para ocuparlo entero. Se fue la _pasión_ y viene el _hijo_».
Se lanzó a estrechar en sus brazos la cabeza de su esposa; pero esta le
recibió con los puños, que, rechazándole con fuerza, le hicieron perder
el equilibrio y casi caer sobre don Basilio.
--¡Nerviosa, nerviosísima!--dijo el médico, disimulando el dolor de un
callo que le había pisado aquel calzonazos.
Empezaron las explicaciones.
Emma, con verdadero pánico, se agarraba, como un náufrago a una tabla, a
la esperanza de que aquello era imposible.
Aguado, con estadísticas que no necesitaba ir a buscar fuera de su
clientela, demostraba que _imposibles_ de aquella clase le habían hecho
pasar a él muchas noches en claro. Y sin ir más lejos, citaba a la de
Fulano y a la de Mengano, que se habían descolgado con una criatura
después de años y años de esterilidad, en rigor aparente. «¡Oh, los
misterios de la naturaleza!».
«Pero, ¿no la habían asegurado a ella, tantos años hacía, cuando el mal
parto, cuando quedó medio muerta, con las entrañas hechas una lástima,
que ya no pariría nunca, que aquello se había acabado, que no sé qué de
la matriz?».
--Sí habrán dicho, señora; pero _in illo tempore_ yo no tenía el honor de
contar a usted en el número de mis clientes. Hay quien es un gran
comadrón y un grandísimo ignorante en obstetricia y tocología, y toda
clase de _logías_... divinas y humanas.
Mientras Emma proseguía en sus lamentos, gritos y protestas, jurando y
perjurando que estaba dispuesta a no parir, que aquello era una
sentencia de muerte disfrazada, que a buena hora mangas verdes, y cosas
por el estilo, Aguado se volvió a Bonis para explicarle lo que había
pasado allí.
En cuanto se había acercado a la enferma había visto síntomas extraños
que nada tenían que ver con sus habituales crisis nerviosas; se había
enterado de pormenores íntimos, aunque con gran dificultad por el horror
que tenía Emma a todos los cálculos, previsiones y recuerdos
aritméticos, no sólo a las cuentas del tío; y entre estas noticias y lo
que tenía presente, y ciertas inspecciones y contactos, había sacado en
consecuencia que aquella señora, como tantas otras, al cabo de los años
mil volvía por los fueros de la maternidad, abandonados mucho tiempo.
Habló mucho de matrices y de placentas, pero mucho más de la misteriosa
marcha de la Naturaleza _a través_, y permítaseme el galicismo--dijo
Aguado, que era purista en lo que se le alcanzaba--, a través de los
fenómenos fisiológicos de todos órdenes. Indudablemente, y no lo decía
por alabarse, él no había esperado menos del régimen homeopático e
higiénico a que había sometido a su cliente: sin aquellos glóbulos, y
más particularmente sin la influencia físico-moral de los buenos
alimentos, de los paseos y, sobre todo, de las distracciones, aquel
organismo hubiera continuado viviendo una vida valetudinaria, sin
esperanza, ni remota, de tener fuerzas sobrantes suficientes para sacar
de ellas una nueva vida, un _alter ego_. No cabía duda que Aguado insistía
en querer deslumbrar a Bonis, pues no solía el médico de las damas ser
tan pedantescamente redicho.
De todas suertes, Reyes tenía que contenerse para no abrazar al doctor;
creía disparatadamente que el estar su mujer embarazada o no dependía de
aquella discusión entre el médico y Emma; si Emma quedaba encima en la
disputa, ¡adiós hijo!; si el médico decía la última palabra, parto
seguro.
Como no había por qué ocultar la cosa, no se ocultó; los de la sala
supieron enseguida el pronóstico, nada reservado, de D. Basilio. Hubo
gritos de alegría, de sorpresa sobre todo, algunos de malicia; bromas,
jarana y pretexto para seguir divirtiéndose y alborotando: Emma
continuaba protestando; se sentía mejor, era verdad, después de haber
desahogado por completo, pero el susto, al cambiar de especie, había
empeorado; no estaba enferma, como había temido, pero estaba en _estado
interesante_, y esto era horroroso. Y como no le hacían caso, y se reían
de ella y hasta la dejaban sola, para correr por la casa y refrescar y
tocar el piano y cantar, toda vez que ella misma confesaba que no le
dolía nada, se tiraba la dama encinta de los pelos, insultaba medio en
broma, medio en veras, a sus amigas y amigos llamándolos verdugos, y
proponiéndoles que pariesen por ella y que verían.
Seguía negando su estado, como si fuese asunto de honor, como pudiera
negarlo Marta si se viera en una por el estilo; pero negaba no por
convicción, sino por engañarse a sí misma. Por lo demás, bien comprendía
ahora, después de oír a D. Basilio y de contestar a sus sabias
preguntas, que había estado ciega, que ella misma debía haber
comprendido mucho tiempo hacía de qué se trataba al notar cosas extrañas
en su vida íntima.
Bonis, que había procurado quedarse con su mujer mientras los demás,
despedido D. Basilio, corrían al comedor, donde les aguardaba el
refresco, tuvo que dejarla sola porque le echó de su presencia a cajas
destempladas. Desapareció Reyes, y los convidados quedaron por dueños de
la casa, pues D. Juan Nepomuceno había salido también cuando el médico.
En el comedor se acentuó el carácter burlesco de las bromas con que se
recibió el inesperado suceso. Se hacían cálculos respecto de la mayor o
menor proximidad del alumbramiento, suponiendo que las cosas fueran por
sus pasos contados a un feliz desenlace. Las hipótesis respecto de las
causas probables de tamaño lance abundaban, se entrelazaban, se
mezclaban, llegaban al absurdo y siempre acababan apoyándose en ejemplos
de casos semejantes y de otros mucho más extremados. Körner demostró
gran erudición en el particular; pero se preferían como mejor
testimonio, más digno de crédito, las cosas más recientes y de la
localidad. No le hubiera hecho gracia a Emma oír que se la comparaba con
damas parturientas de sesenta años, y que se citaba, como ejemplo de
belleza conservada milagrosamente, a Ninon de Lenclos, de quien nunca
había oído ni el nombre la señorita de Silva. ¡Lo que sabía aquella
Marta, que fue la que llevó la conversación de la tocología a la
estética, para poder ella lucir sus conocimientos sin menoscabo de su
decoro y prerrogativas de virgen pudorosa e ignorante en obstetricia!
Ella, tan avispada, en esto de fingir inocencia tenía tan mal tacto, que
llegaba a ridículas exageraciones; y así fue que aquella noche, por
rivalizar con el candor de las de Ferraz, a las primeras noticias del
feliz suceso que se preparaba estuvo inclinada a dar a entender que, a
su juicio, los recién nacidos venían de París; pero la de Silva, la
menor, con verdadera inocencia, dejó comprender todo lo que ella sabía
respecto del asunto, que era bastante; y Marta tuvo tiempo para recoger
velas y abstenerse de ridículas leyendas filogénicas y ontogénicas, como
hubiera dicho ella si no estuviera mal visto.
En lo que estaban todos conformes era en lo que ya había afirmado el
médico, a saber: que la principal causa de aquella restauración de las
entrañas de Emma y de sus facultades de madre se debían a la nueva vida
que llevaba de algún tiempo a aquella parte, a las distracciones, a las
expansiones. Consultado Minghetti sobre el particular, daba señales de
asentimiento con la cabeza, y seguía comiendo pasteles. Los comensales
le miraban a hurtadillas, y los más perspicaces notaban en él un aire
que Körner, hablando bajo con Sebastián, llamó en francés _gené_; con lo
cual Sebastián se quedó a oscuras.
Volvió Nepomuceno cuando se levantaban de la mesa; se despidieron todos
de Emma, repitiendo las bromas, recomendándole tales y cuales
precauciones Körner, y aun Sebastián, que tenía una experiencia que no
se explicaban las chicas de Ferraz en un solterón; y todas las vírgenes,
Marta inclusive, se ofrecieron de allí para en adelante a servir a la
amiga enferma, de enfermedad conocida, en todo lo que fuera compatible
con el estado a que todas ellas todavía pertenecían.
Emma rabiaba, azotaba el aire; y aumentaba su cólera porque no podía
explicar a las muchachas, decorosamente, los argumentos con que todavía
seguía oponiéndose a la sentencia facultativa. Bajando por la escalera,
unas opinaban que el furor de la Valcárcel era fingido, que bien
satisfecha estaba con el descubrimiento; otras pensaban, más en lo
cierto, que si algo halagaba esta potencialidad a Emma, no le daban
You have read 1 text from Spanish literature.
Next - Su único hijo - 15
  • Parts
  • Su único hijo - 01
    Total number of words is 4813
    Total number of unique words is 1677
    33.5 of words are in the 2000 most common words
    48.0 of words are in the 5000 most common words
    55.2 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • Su único hijo - 02
    Total number of words is 4799
    Total number of unique words is 1633
    34.4 of words are in the 2000 most common words
    48.0 of words are in the 5000 most common words
    55.4 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • Su único hijo - 03
    Total number of words is 4801
    Total number of unique words is 1545
    36.1 of words are in the 2000 most common words
    50.1 of words are in the 5000 most common words
    56.6 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • Su único hijo - 04
    Total number of words is 4903
    Total number of unique words is 1488
    39.9 of words are in the 2000 most common words
    51.9 of words are in the 5000 most common words
    58.2 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • Su único hijo - 05
    Total number of words is 4826
    Total number of unique words is 1573
    36.2 of words are in the 2000 most common words
    49.5 of words are in the 5000 most common words
    55.1 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • Su único hijo - 06
    Total number of words is 4867
    Total number of unique words is 1655
    34.7 of words are in the 2000 most common words
    47.4 of words are in the 5000 most common words
    54.4 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • Su único hijo - 07
    Total number of words is 4813
    Total number of unique words is 1686
    34.5 of words are in the 2000 most common words
    47.2 of words are in the 5000 most common words
    54.9 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • Su único hijo - 08
    Total number of words is 4922
    Total number of unique words is 1603
    35.4 of words are in the 2000 most common words
    48.6 of words are in the 5000 most common words
    56.4 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • Su único hijo - 09
    Total number of words is 4959
    Total number of unique words is 1576
    36.8 of words are in the 2000 most common words
    49.3 of words are in the 5000 most common words
    56.2 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • Su único hijo - 10
    Total number of words is 4815
    Total number of unique words is 1728
    33.0 of words are in the 2000 most common words
    47.4 of words are in the 5000 most common words
    53.8 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • Su único hijo - 11
    Total number of words is 4842
    Total number of unique words is 1646
    34.8 of words are in the 2000 most common words
    50.4 of words are in the 5000 most common words
    57.7 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • Su único hijo - 12
    Total number of words is 4842
    Total number of unique words is 1604
    35.9 of words are in the 2000 most common words
    49.1 of words are in the 5000 most common words
    56.6 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • Su único hijo - 13
    Total number of words is 4879
    Total number of unique words is 1596
    36.0 of words are in the 2000 most common words
    49.3 of words are in the 5000 most common words
    56.3 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • Su único hijo - 14
    Total number of words is 4781
    Total number of unique words is 1620
    35.2 of words are in the 2000 most common words
    49.7 of words are in the 5000 most common words
    56.2 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • Su único hijo - 15
    Total number of words is 4845
    Total number of unique words is 1560
    36.7 of words are in the 2000 most common words
    51.4 of words are in the 5000 most common words
    58.0 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • Su único hijo - 16
    Total number of words is 4908
    Total number of unique words is 1596
    37.3 of words are in the 2000 most common words
    50.2 of words are in the 5000 most common words
    56.1 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • Su único hijo - 17
    Total number of words is 4886
    Total number of unique words is 1551
    37.8 of words are in the 2000 most common words
    50.0 of words are in the 5000 most common words
    54.9 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • Su único hijo - 18
    Total number of words is 4828
    Total number of unique words is 1701
    35.2 of words are in the 2000 most common words
    49.3 of words are in the 5000 most common words
    56.5 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • Su único hijo - 19
    Total number of words is 2084
    Total number of unique words is 817
    45.5 of words are in the 2000 most common words
    56.8 of words are in the 5000 most common words
    62.3 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.