Dafnis y Cloe; leyendas del antiguo Oriente (fragmentos) - 07

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Pronto cundió la fama por todas partes de que Dionisofanes había hallado
á su hijo, y de que el cabrerillo Dafnis se había cambiado en señor
terrateniente, y de acá y de acullá acudieron los rústicos á felicitar
al mozo y á traer presentes á su padre. Entre ellos vino Dryas, el padre
adoptivo de Cloe. Dionisofanes los detuvo á todos para que participasen
del regocijo y de la fiesta. De antemano se había preparado vino en
abundancia, mucho pan, chochas y patos, lechoncillos y gran variedad de
tortas y confites de miel. Se mataban, además, no pocas víctimas á los
dioses titulares de aquellos sitios. Dafnis, en tanto, reunió todos sus
trastos pastoriles para repartirlos como ofrenda entre los dioses.
Consagró á Baco el zurrón y el pellico; á Pan, el pífano y la zampoña, y
á las Ninfas, el cayado y los dornajos y las colodras, que él mismo
había hecho; pero la vida de la primera juventud es aún más grata que la
riqueza, y Dafnis se apartaba con lágrimas de cada uno de estos objetos.
No ofreció las colodras, sin ordeñar antes las cabras; ni el pellico,
sin ponérsele por última vez; ni la zampoña, sin tañerla. Todo lo besó;
habló con las cabras, y llamó por sus nombres á los machos. Bebió, por
último, en la fuente, donde tantas veces había bebido con Cloe; pero no
se atrevió á hablar aún de su amor aguardando ocasión propicia.
Mientras Dafnis andaba en tales sacrificios, Cloe, solitaria y llorosa,
estaba sentada viendo pacer su ganado y se lamentaba de esta suerte:
«Dafnis me olvida. Sin duda piensa ya en una novia rica. ¿Por qué exigí
que jurase, no por las Ninfas, sino por las cabras? Las abandona como á
mí. Ni al hacer ofrendas á Pan y á las Ninfas deseó ver á Cloe. Tal vez
halló más bonitas que yo á las criadas de su madre. Adiós, Dafnis, y sé
dichoso. Yo no viviré.»
Exhalando estaba Cloe estas sentidas quejas, cuando el vaquero Lampis,
acompañado de algunos labriegos, vino á robarla, creyendo que Dafnis ya
no se casaría con ella, y que Dryas consentiría luego en dársela á él.
La cuitada, resistiéndose al rapto, daba lastimeros gritos, y alguien
que la oyó fué á decírselo á Napé. Napé se lo dijo á Dryas, y Dryas á
Dafnis. Éste, fuera de sí, sin atreverse á decir nada á su padre, y no
pudiendo, con todo, tolerar aquella injuria, salió del huerto, diciendo:
«¡Mal haya el reconocimiento de mi padre! ¡Cuánto más valiera seguir de
pastor! ¡Cuánto más feliz era yo cuando siervo. Entonces veía á Cloe.
Ahora Lampis la roba, se la lleva, y esta noche dormirá á su lado. Y yo
como y bebo y me deleito. En vano juré por Pan, por las Ninfas y por las
cabras!»
Gnatón, que estaba oculto en el templo de Baco, oyó estas lamentaciones
de Dafnis, y juzgando oportuna la ocasión de ganarse su voluntad y de
conseguir que le perdonara, salió de su escondite y dijo á Dafnis que él
era allí el amo y que podía disponer de los criados para cualquier
empresa. Llamando entonces Dafnis á algunos de los que servían á Astilo,
se fué con ellos y con Gnatón á casa de Lampis con tal diligencia y
prontitud, que le sorprendió cuando acababa de llegar con Cloe, y la
sacó por fuerza de entre sus manos, dando de palos á los rústicos que
habían concurrido al robo y queriendo llevar cautivo á Lampis, que logró
fugarse.
Dafnis perdonó á Gnatón, y le concedió su amistad después de tan buen
consejo y auxilio; y libertada ya Cloe, convino con ella en callar aún
lo de la boda, en verse de oculto, y en que Dafnis descubriese sólo su
amor á su madre. Pero Dryas no lo consintió, y halló más conveniente
decírselo todo al padre, confiado en que le persuadiría. Al día
siguiente, pues, se echó en el zurrón las prendas de reconocimiento, y
se fué en busca de Dionisofanes y de Clearista, á quienes halló sentados
en el huerto. Astilo y el propio Dafnis estaban también allí. En
silencio todos, habló Dryas de esta manera: «Igual necesidad que á
Lamón, me manda descubriros un secreto que he guardado hasta ahora. Ni
yo he engendrado á la zagala Cloe, ni he sido el primero en sustentarla.
Otro fué su padre, y yo la encontré en la gruta de las Ninfas,
alimentada por una oveja. Maravillado del hallazgo, tomé conmigo á la
niña y la crié en mi casa. Testimonio de la verdad de lo que digo da su
propia hermosura, en nada semejante á nosotros. Testimonio dan también
estas prendas, más ricas que las que suelen tener los pastores. Vedlas,
y buscad á los padres de la doncella, quien tal vez os parezca un día
digna consorte de Dafnis.»
No sin intención dejó escapar Dryas estas últimas palabras. Dionisofanes
no las oyó en balde tampoco, sino que, dirigiendo la mirada hacia
Dafnis, y advirtiendo que se ponía pálido y que no acertaba á ocultar el
llanto, comprendió que tenía amores con Cloe. Y con la solicitud que
hubiera tenido por su propia hija, y no por una extraña, examinó
atentamente las razones del viejo.
Vió también las prendas, es á saber, las chinelas, la toquilla y las
ajorcas, y luego hizo venir á Cloe á su presencia, y la exhortó á que se
alegrase, pues ya tenía marido, y pronto hallaría también á su padre y á
su madre. Por último, Clearista se llevó consigo á la doncella y la
aderezó y compuso como si fuese mujer de su hijo.
Dionisofanes, apartándose á un lado con Dafnis, le preguntó en confianza
y con sigilo si Cloe conservaba aún la doncellez. Dafnis juró que no
había pasado del beso, del abrazo y de las mutuas promesas, con lo cual
se holgó el padre, y le dijo que se pusieran á comer con él.
Allí se hubiera podido aprender cuánto el adorno realza la hermosura,
porque Cloe, bien vestida, graciosamente peinado y trenzado el cabello,
y recién lavada la cara, parecía más bella que nunca, tanto que el
propio Dafnis apenas la reconocía. Jurara cualquiera, sin ver otras
prendas y señales, que no era Dryas el padre de tan gallarda moza.
Dryas, no obstante, estaba en el festín con Napé, y tenían por
compañeros en el mismo lecho á Lamón y á Mirtale.
Pocos días después se hicieron sacrificios á los dioses y ofrendas por
amor de Cloe, y ella les consagró sus baratijas pastoriles: flauta,
zurrón, pellico y colodras. Vertió, además, vino en la fuente de la
gruta, porque allí encontró amparo; adornó con flores el sepulcro de la
oveja, que le mostró Dryas; volvió aún á tocar la flauta para alegrar el
ganado, y á las propias Ninfas les dió música, pidiéndoles que
parecieran pronto sus padres, y que fueran dignos de la alianza con
Dafnis.
Después que se hartaron de diversiones campesinas, decidieron volver á
la ciudad, á fin de buscar á los padres de Cloe y no retardar más su
boda con Dafnis. Muy de mañana cargaron el equipaje, y dieron á Dryas
tres mil dracmas, y á Lamón la mitad de las mieses y de la vendimia de
aquellos campos, las cabras y los cabreros, cuatro yuntas de bueyes,
buenos pellicos para el invierno, y la libertad de su mujer. Se fueron,
por último, á Mitilene con mucho aparato y pompa de carros y de
caballos.
Como llegaron muy de noche á la ciudad, nadie se enteró de lo ocurrido;
pero al día siguiente se reunió á las puertas de Dionisofanes gran
multitud de hombres y de mujeres: ellos, para felicitarle por haber
hallado á su hijo, sobre todo viéndole tan guapo mozo, y las mujeres,
para holgarse con Clearista de que había logrado á la vez hijo y nuera.
Cloe las sorprendió á todas por su rara hermosura, que les pareció sin
par. En suma, nadie hablaba en la ciudad sino del muchacho y de la
zagala, augurando mil venturas de su enlace. Rogaban también á los
dioses que Cloe hallase padres dignos de su beldad, y hubo no pocas
mujeres ricas que de buena gana hubieran pasado por madres de hija tan
hermosa.
Entre tanto, Dionisofanes, después de mucho cavilar, se quedó
profundamente dormido y tuvo un sueño. Creyó ver á las Ninfas pidiendo á
Amor que se llevase pronto á cabo la boda prometida. Y Amor, aflojando
la cuerda del arco y poniéndosele al hombro junto á la aljaba, ordenó á
Dionisofanes que convidase á un gran banquete á todos los sujetos de más
fuste de la ciudad, y que, al ir á llenar los últimos vasos, mostrase á
los convidados las prendas halladas con Cloe, y mandase cantar el canto
de Himeneo.
Visto y oído este sueño, Dionisofanes madrugó, y dispuso una opípara
comida, donde hubiese cuanto se cría de más delicado y sabroso en tierra
y en mar, en ríos y en lagos. Luego convidó á su mesa á todos los
señores principales.
Ya era de noche, y estaba lleno el vaso con que suele hacerse libación á
Mercurio, cuando entró un criado trayendo las prendas en un azafate de
plata, y dando vuelta á la mesa, se las enseñó á todos. Ninguno las
reconoció; pero un cierto Megacles, que por su ancianidad estaba
reclinado en un extremo, las reconoció apenas las vió, y dijo con voz
alta y firme: «¡Cielos! ¿qué veo? ¿Qué ha sido de tí, hija mía? ¿Vives
aún? ¿Qué pastor guardó, por dicha, estas prendas? Ruégote ¡oh
Dionisofanes! que me digas dónde las hallaste. No envidies, pues tienes
á Dafnis, que yo también la tenga.»
Quiso Dionisofanes que, antes de todo, contase Megacles cómo había
expuesto á la niña, y éste, con el mismo tono de voz, dijo: «Tiempo há
que me veía yo muy pobre, por haber gastado casi todos mis bienes en
juegos públicos y en naves de guerra. Estando en estos apuros, me nació
una hija. Se me hizo muy duro criarla en tanta pobreza, y la expuse con
esas alhajas, calculando que muchas personas, que no tienen hijos
naturales, desean ser padres, adoptando por hijos á los expósitos. La
niña lo fué en la gruta de las Ninfas y confiándola yo á su cuidado.
Desde entonces mis riquezas han aumentado de día en día, sin tener yo
heredero á quien dejarlas, porque no volví á tener otra hija; y como si
los dioses quisieran burlarse de mí, se me aparecían en sueño por la
noche, ofreciéndome que me haría padre una oveja.»
Dionisofanes hizo, al oir tales palabras, mayores exclamaciones aún que
las que Megacles había hecho, y dejando el festín, fué á buscar á Cloe y
la trajo muy adornada y bizarra. Al entregársela á su padre, le dijo:
«Ésta es la niña que expusiste. Por disposición de los dioses, te la ha
criado una oveja, como una cabra á Dafnis. Tómala con las prendas, y al
tomarla, dásela á Dafnis por mujer. Los dos expusimos á nuestros hijos,
y los dos los hallamos ahora. Amor, Pan y las Ninfas nos los han
salvado.»
Megacles convino en todo, y mandó llamar á su mujer, cuyo nombre era
Rodé, teniendo siempre á Cloe entre sus brazos. Megacles y Rodé se
quedaron á dormir allí, porque Dafnis había jurado que nadie, ni su
propio padre, sacaría á Cloe de la casa. Á la mañana siguiente, Cloe y
Dafnis decidieron volverse al campo, porque no podían sufrir la vida de
la ciudad y deseaban hacer bodas pastorales. Regresaron, pues, á la
quinta donde estaba Lamón, é hicieron que Megacles conociese á Dryas, y
Rodé á Napé.
Todo se preparó allí con esplendidez para la fiesta de la boda.
Megacles consagró á su hija Cloe á las Ninfas, y suspendió como ofrenda
en la gruta, á más de otros objetos ricos, las prendas de
reconocimiento. Á Dryas, sobre los tres mil dracmas recibidos, le dió
para completar diez mil.
Viendo Dionisofanes que el tiempo era excelente, mandó aderezar lechos
de verdes hojas en la gruta, donde se reclinaron los rústicos para gozar
de espléndido banquete. Asistieron Lamón y Mirtale, Dryas y Napé, los
parientes de Dorcón, Filetas y sus hijos, Cromis y Lycenia. Ni Lampis
faltó, después de conseguir que le perdonasen. Y como la fiesta era de
rústicos, todo allí fué al uso campesino y labriego. Cantaron unos el
cantar de los segadores; otros hicieron las farsas y burlas que suelen
hacerse cuando la vendimia; Filetas tocó la zampoña; Lampis tocó el
clarinete; Dryas y Lamón bailaron. Dafnis y Cloe no dejaron de besarse.
Las cabras mismas pacían allí cerca, como si tomasen parte en la
función, lo cual no era muy grato á los de la ciudad. Dafnis las llamaba
por sus nombres, les daba verde fronda, las agarraba por los cuernos y
las besaba.
Y esto no fué sólo en aquella ocasión, sino también en lo sucesivo,
porque Dafnis y Cloe hicieron casi de continuo vida pastoril, adorando á
los dioses y profesando especial devoción á Pan, á Amor y á las Ninfas.
Aunque llegaron á ser poseedores de mucho ganado lanar y cabrío, nunca
hubo manjar que les supiese mejor que leche y fruta. Al primer hijo
varón que tuvieron le dieron por nodriza una cabra, y á la criatura
segunda, que fué una niña, la hicieron mamar de una oveja. Al varón le
pusieron por nombre Filopoemén, y á la niña Ageles. Así vivieron largos
y felices años. Y no descuidaron tampoco el adorno de la gruta, sino que
erigieron nuevas imágenes de Ninfas; levantaron un altar á Amor
pastoril; y á Pan, en vez de la copa del pino á cuya sombra estaba, le
edificaron un templo, bajo la advocación de Pan Batallador.
Todo esto, sin embargo, ocurrió mucho más tarde. Por lo pronto, llegada
la noche, cuantos estaban allí llevaron á los novios al tálamo. Unos
tocaban flautas, otros tocaban clarines, y otros iban con antorchas.
Cerca ya de la puerta de la cámara nupcial, la comitiva cantó de
Himeneo, con voz tan áspera y desacorde, que no parecía que cantaban,
sino que arañaban pedruscos con almocafres.
Dafnis y Cloe, á pesar de la música, se acostaron juntos desnudos; allí
se abrazaron y se besaron, sin pegar los ojos en toda la noche, como
lechuzas. Y Dafnis hizo á Cloe lo que le había enseñado Lycenia; y Cloe
conoció por primera vez que, todo lo hecho antes, entre las matas y en
la gruta, no era más que simplicidad ó niñería.
Madrid, 1880.
FIN


NOTAS

I. El título de la obra, en griego, es Λόγγου ποιμενικῶν τῶν κατὰ Δάφνιν
καὶ Χλόην βίβλοι (λόγοι) τέσσαρες, que puede traducirse: _Los cuatro
libros de las pastorales de Longo, ó Dafnis y Cloe_. Á fin de seguir el
gusto y el estilo modernos, hemos invertido y modificado los términos
del título. Ponemos por título principal de esta novela _Dafnis y Cloe_,
y añadimos luego _Las pastorales de Longo_, para indicar el género á que
pertenece la obra y el nombre, verdadero ó supuesto, de quien la
compuso.
De esta novela no conocemos traducción ninguna en castellano.
En otros idiomas, ó conocemos ó hemos visto citadas muchas traducciones.
Las más famosas son: En latín, la de Gothofredo Jungermann, de 1605, y
la de Pedro Moll, de 1860. En francés, la de Santiago Amyot, obispo de
Auxerre, y la de Pablo Luis Courier, que corrige y completa la
traducción del citado obispo. En italiano, la del comendador Aníbal
Caro, la de Manzini y la de Gozzi. En inglés, la de Jorge Thornley,
1657, y la de Jacobo Craggs, 1764. Y en alemán, las de Grillo, Krabinger
y Passow, en 1765, 1803 y 1811.
Tenemos también una traducción sobrado libre de _Dafnis y Cloe_, hecha
en hermosos exámetros latinos, por Lorenzo Gambara, y dedicada al
célebre Antonio Perenott, cardenal Granvela, á la sazón virrey de
Nápoles.
Para hacer esta traducción española hemos seguido el texto griego
completo, publicado por Courier y enmendado por Sinner: Paris, Fermín
Didot, 1829. Hemos tenido á la vista y consultado la traducción en latín
de la edición bipontina y la traducción francesa de Amyot, _revue,
corrigée, completée, de nouveau refaite en grande partie par P. L.
Courier_.
En nuestra traducción de los tres primeros libros, hemos procurado ser
tan fieles al original cuanto es posible en una lengua moderna de
Europa. Nos lisonjeamos de que en punto á fidelidad hemos vencido á
Courier, como podrán ver los inteligentes, si comparan con el original
ambas traducciones.
En el cuarto libro nos hemos atrevido á hacer bastantes alteraciones:
algo parecido á lo que llaman un arreglo. Esto no quita que muchos
párrafos (más de la mitad de dicho libro cuarto), estén también
traducidos por nosotros con la mayor exactitud. Sólo hemos variado unos
lances originados por cierta pasión repugnante para nuestras costumbres,
sustituyéndolos con otros, fundados en más naturales sentimientos.
Fué nuestro primer propósito hacer nuestra traducción en lo que han dado
en llamar _fabla antigua_ esto es, en el castellano del siglo XIV ó del
siglo XV. Para imitar bien el candor y la sencillez del texto, tal vez
hubiera sido esto convenientísimo; pero, en nuestro sentir, requería un
trabajo ímprobo si había de hacerse con conciencia y evitando el peligro
de inventar una _fabla antigua_, que jamás se hubiese hablado. Para
Courier, que ha hecho su traducción en francés arcáico, la empresa no
era tan árdua; tenía por modelo á Amyot, que le guiaba mientras él le
corregía. Por otra parte, yo entiendo que, sin procurar expresamente lo
arcáico, siguiendo bien el texto, buscando las palabras propias y los
giros más adecuados, y huyendo de las frases hechas y con frecuencia
amaneradas del estilo novísimo, resulta un castellano bastante candoroso
y que parece antiguo. El público juzgará si hemos conseguido esto en
nuestra traducción.

II. Dice el proemio: _y habiendo buscado á alguien que me explicase bien
la pintura, compuse estos cuatro libros_. P. L. Courier traduce: _si
cherchai quelq’un qui me les donna á entendre par le menu, et ayant le
tout entendu, en composai ces quatre libres_. Yo empleo quince palabras,
y P. L. Courier veintidos, para decir lo que dice en ocho el
autor griego: καὶ ἀναζητησάμενος ἐξηγητὴν τῆς εἰκόνος, τέτταρας βίβλους
ἐξεπονησάμην. Depende esto, no sólo de la riqueza de formas de la lengua
griega, sobre todo en participios, que hace que se pueda decir más en
menos palabras, sino también de nuestro empeño de no sobreentender nada,
diciéndolo todo. Claro está que, cuando el autor buscó á alguien _qui me
les donna á entendre par le menu_, no se contentó con buscarle, sino que
también le oyó la explicación; pero esto se cae de su peso y no era
menester decirlo. El original no lo dice. P. L. Courier pone, pues, de
su cosecha, _et ayant le tout entendu_. En otras ocasiones añade
también, ó ya porque lo cree necesario para mayor claridad, ó bien
porque halla alguna frase que le parece bonita. Yo he procurado evitar
tales amplificaciones y adornos, y si á veces he incurrido en ellos, no
ha sido con tanta frecuencia como P. L. Courier.
La observación que acabamos de hacer pudiera repetirse con frecuencia.
No lo haremos, por no pecar de prolijos. Nos limitaremos á citar otro
solo ejemplo, tomado también del proemio. Dice el original: τὸν
ἐρασθέντα ἀναμνήσει, τὸν οὐκ ἐρασθέντα προπαιδεύσει. Son siete palabras.
Traduce Courier: _peut remettre en memoire de ses amours celui qui
autrefois aura été amoureux et instruire celui qui ne l’aura encore
point été_. Son veinte y tres palabras. Traduzco yo: _recordará de amor
al que ya amó, y enseñará el amor al que no ha amado nunca_. Son diez y
siete palabras.

III. _Á unos doscientos estadios de Mitilene_, yo traduzco deὅσον ἀπὸ
σταδίων διακοσίων; en latín, _stadia circiter ducenta_. _Estadio_ es
palabra perfectamente castellana en este sentido, y significa la
distancia ó longitud de 125 pasos geométricos. P. L. Courier pone:
_environs huit ou neuf lieues loin de cette ville de Mitylène_. En este
caso confieso que no choca mucho que modernice la unidad de medida para
las largas distancias, pero entiendo que está mejor, ya que la historia
sucede en Grecia y en tiempos antiguos, conservar los usos y costumbres
de entonces. Más claro se comprende esto, y se ven el anacronismo y el
desentono que de semejante exceso de traducción resultan, cuando en el
mismo cuento de Dafnis y Cloe se habla de _dracmas_, dinero, y traduce
Courier _escudos_. Yo prefiero poner _dracmas_, y no traducir _escudos_,
_ducados_, _reales_ ó _pesetas_, que entonces no había. Hay palabras
que no se traducen, sino que pasan íntegras á todos los idiomas cuando
se quiere volver á designar el objeto determinado y singular que
designaban. Así, pues, por muy llano y natural que yo quisiese hacer mi
estilo, jamás, por ejemplo, me atrevería á traducir _peplo_, _clámide_,
_estola_ ó _coturno_, por prendas de vestir parecidas y en uso en
nuestros días.

IV. Los objetos suspendidos como ofrendas en la gruta de las Ninfas
eran γαυλοὶ, καὶ αὐλοὶ πλάγιοι, καὶ σύριγγες, καὶ κάλαμοι. Courier traduce
γαυλοὶ _seilles á traire le lait_; el latín, _mulctræ_. En castellano
creo que bastaría _colodras_, que son vasijas de que se valen los
pastores para ordeñar; pero, como el _Diccionario de la Academia_ supone
que las tales colodras son de madera, y los γαυλοὶ ó _mulctræ_ tal vez
serían de barro, he añadido tarros para que haya de todo. Αὐλοὶ πλάγιοι
ha sido menester traducirlo también con gran libertad. En latín se
llaman _tibiæ obliquæ_, trompetas oblícuas. Dicen que este instrumento
fué inventado por Midas. Á lo que más se parece de los modernos es al
bajón, al fagot y al pífano. Por esto pongo _pífanos_ en mi traducción.

V. _Y les habían hecho aprender las letras_; en griego, καὶ γράμματα
ἐπαίδευον. Courier, por seguir á Amyot, pone _leur faisant apprendre les
lettres_; pero censura esta traducción en una larga nota, suponiendo que
implica un contrasentido, ó, por lo menos, que induce en error. Nosotros
creemos que no hay tal error, y que, en vista del sentido todo, no da
tampoco lugar á anfibología. _Aprender las letras_ no es más que
aprender las letras, y no aprender literatura. Dice Courier que Longo
quiso decir que Dafnis y Cloe aprendieron á leer y á escribir. Yo creo
que no quiso decir sino lo que dijo, que aprendieron las letras, que
aprendieron á deletrear, y que tal vez ni escribían ni leían de corrido.

VI. _Y se esmeraba hasta la noche en tocar la zampoña._ La voz griega
σύριγξ significa un instrumento inventado por Pan y compuesto de varios
cañutos desiguales, unidos entre sí. El P. Baltasar de Vitoria, gran
autoridad en esta materia, dice en su _Teatro de los dioses_, que este
instrumento se llama en castellano _zampoña_ ó _albogue_. Yo pongo
zampoña unas veces, y otras veces flauta, porque el uso ha hecho que se
hable más, aunque menos exactamente, de la flauta de Pan que de la
zampoña de Pan.

VII. _...logró subir el caído._ Desde este punto hasta donde dice: _¿qué
me hizo el beso de Cloe?_, todo falta en la traducción de Amyot. En el
original de la edición bipontina hay un pedazo más, hasta donde dice: _y
yendo con Cloe á la gruta de las Ninfas, le dió á guardar la tuniquilla
y el zurrón_. Había, de todos modos, una gran laguna, que después se ha
llenado, en vista del manuscrito de Florencia, donde el texto está
completo.

VIII. _Quisiera ser su flauta para que infundiese en mí su aliento._ P.
L. Courier traduce: _Ah!, que ne suis-je sa flûte pour toucher ses
lèvres_. Dice el original: εἴθε αὐτοῦ σύριγξ ἐγενόμην, ἵν’ ἐμπνέη μοι.
Claro está que no se habla de los labios, sino del aliento ó soplo.
Supone Courier que esto está tomado de la antigua copla siguiente:
Εἴθε λύρα καλὴ γενοίμην ἐλεφαντίνη,
Καί με καλοὶ παῖδες φέροιεν Διονύσιον ἐς χορὸν.
Εἴθ’ ἄπυρον καλὸν γενοίμην μέγα χρυσίον,
Καί με καλὴ γυνὴ φοροίη καθαρὸν θεμένη νοόν.
La copla es muy bonita, pero el decir de Cloe puede ser coincidencia, y
no imitación. Es fácil coincidir en lo natural. Una oda de Anacreonte
encierra el mismo pensamiento, diciendo en la traducción de Castillo y
Ayensa, si no me es infiel la memoria:
Quisiera ser la cinta
Que pende de tu cuello;
Quisiera ser la joya
Adorno de tu pecho;
Quisiera ser el agua
Con que lavas tu cuerpo;
Y fuera la sandalia
Que ciñe tu pie bello;
Que por tu planta hollado,
Viviera yo contento.
De seguro que los rústicos andaluces no leen á Anacreonte, y uno de
ellos compuso, sin duda, aquella graciosa á par que apasionada copla de
seguidillas, que dice:
¡Ay, quién fuera la cinta
De tu zapato!...
Y no ponemos los otros dos versos por demasiado expresivos; pero buenas
ganas se nos pasan de poner los, porque vencen á los de Anacreonte, á
los del otro poeta griego y á la prosa de Longo.

IX. _La piel de un cervatillo, esmaltada de lunares blancos, para que la
llevase en los hombros, cual suelen las bacantes._ En el original hay
estas dos palabras: νεβρίδα βακχικήν, para cuya traducción ha sido
menester emplear todas éstas: _la piel de un cervatillo para que la
llevase en los hombros, cual suelen las bacantes_.

X. _Soy blanco como la leche y rubio como la mies, cuando la siegan._
Añade Courier, entre estos elogios que Dorcón se tributa á sí mismo:
_frais comme la feuillée au printemps_, lo cual no está en el texto.

XI. _...y de sus ojos, que los tenía grandes y dulces como las
becerras._ La comparación, en son de elogio, de los ojos de las
muchachas con los ojos de los bueyes, vacas ó becerras, es muy frecuente
en los autores griegos; hasta hay los epítetos de βοώπης y βοόγληνος,
para designar á quien tiene ojos grandes y hermosos.

XII. _...y tenía pálido el rostro como agostada hierba._ Son las
palabras de Safo: χλωροτέρα πόας ἐμμί.

XIII. _...y el hocico le tapaba la cabeza, como casco de guerrero_: καὶ
τοῦ στόματος τὸ χάσμα σκέπειν τὴν κεφαλήν, ὥσπερ ἀνδρὸς ὁπλίτου κράνος.
Algunos guerreros, y singularmente los abanderados, según se ve en la
Columna Trajana, llevaban el casco, _galea_, cubierto con la piel de la
cabeza de una fiera, que conservaba la forma de cabeza, de suerte que
el rostro del soldado parecía asomar por entre los dientes de la fiera.

XIV. _...llenaba una gran taza de vino y de leche._ De esta mezcla
resultaba una bebida llamada οἰνόγαλα, que se toma aún, según dice
Courier, en Levante y en Calabria.

XV. _Se ponía á cantar de Pan y de Pitis._ Pan fué un dios tan enamorado
como poco dichoso en sus amores. Siringa, Eco, la Luna y otras diosas y
ninfas le desdeñaron. Pitis, por el contrario, le amó, y desdeñó por él
á Bóreas, quien, enojado y celoso, la arrebató en sus alas, y la mató
arrojándola contra las rocas. La Tierra, compadecida, la transformó en
árbol: πίτυς, femenino en griego, _el pino_.

XVI. _...y dice que busca los becerros huídos._ Esta fábula ó conseja,
que, el autor califica de θρυλλούμενα, cosa sabidísima ó divulgada, no
se halla en ningún mitólogo de los que yo conozco. Φάττα, la paloma
torcaz, no es nombre de ninguna ninfa, como lo es el nombre de la otra
paloma, περιστερά. Esta ninfa, Peristera, ayudó á Venus, que competía
con Amor en coger flores. Venus triunfó así de Amor. Éste, enojado,
convirtió en paloma á la ninfa. Venus la puso en su carro triunfal.

XVII. _...hay muchos estrechos de mar que hasta hoy se llaman pasos de
bueyes._ En griego βοοσπόροι, de donde Bósforo.

XVIII. _No soy niño, aunque parezco niño, sino más viejo que Saturno. Yo
soy anterior al tiempo todo._ Este discurso de Filetas es quizá lo más
bello que hay en la obra de Longo, no tanto por lo que dice de Amor,
dicho ya por muchos autores, sino por la graciosa sencillez de estilo
con que la aparición de Amor en el huerto y todo lo demás está contado.
Como en la religión de los griegos no hubo dogmas fijos, cada poeta
contaba los hechos á su manera, resultando de aquí mucha variedad de
fábulas sobre una misma persona divina, sobre todo cuando esta persona
tenían más de alegórico que otras, como sucede con Amor. Empezando por
su mismo origen, hay gran discrepancia. Así es que unos, los más,
hicieron á Amor hijo de Venus y de Marte; otros, como Platón, le dieron
por padres á Poro y á Penia, esto es, al dios de la abundancia y á la
diosa de la pobreza; otros quieren que Amor naciese de Júpiter, y otros,
que naciese antes que todo, no comprendiendo que nadie pudiera nacer sin
Amor y antes de Amor, á no ser el Caos y la Tierra ó el Eter y la Noche.
Claro está que, para éstos, Amor es el fuego, la luz, la actividad, el
prurito, la voluntad primera que crea el ser, la vida y el universo
todo. Después de muchos siglos, Schopenhauer ha venido á parar en la
misma doctrina. Todo cuanto es, según este filósofo, se reduce á
apariciones y formas en que _Der Wille_, la Voluntad ó el Amor, se
revela y hace visible. Las criaturas son _objetivaciones de Amor_. Der
Wille es, pues, el principio real del Universo y el principio ideal ó
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