Escenas Montañesas - 11

Total number of words is 4949
Total number of unique words is 1642
34.0 of words are in the 2000 most common words
45.6 of words are in the 5000 most common words
52.9 of words are in the 8000 most common words
Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
el pueblo, y dijo: «á pescar lo que se pueda....» Porque, señores, pinto
el caso de que uno cualquiera de ustedes va al lugar de ese señor, y
tiene tanto dinero como él: por mucho que el lugar le guste, ¿se le
ocurrirá regalar un reló para la torre de la iglesia?
--Es claro que no--contestaron algunos.
--Pues cátalo ahí--exclamó triunfante el tío Merlín.--¿Á qué santo ese
hombre nos ha de regalar un reló, sin más acá ni más allá?
El concejo se quedó tamañito bajo tan contundente argumento.
--De manera--dijo el alcalde,--que nos convendrá decir á ese señor que
se guarde el regalo para engatusar á otros tontos....
--No, señor: «á la zorra candilazo», que dijo el otro--replicó el tío
Merlín.--Aquí va á ir de pillo á pillo. Puede usté decirle que traiga el
reló, pero firmando un papel.
--¡Á ver, á ver! ...--murmuraron sus convecinos, llenos de curiosidad.
--Escriba usté, secretario--dijo á éste el alcalde;--que la cosa tiene
que ver. Dite usté, tío Merlín.
Éste, después de rascarse mucho la cabeza, colocó sobre el garrote sus
dos manos, sobre ellas la puntiaguda barbilla, y con los ojos radiantes
de malicia y de satisfacción, empezó á dictar al secretario lo que,
entre un aluvión de carcajadas y después de cien enmiendas y al cabo de
media hora, decía al pie de la letra:
«Digo yo, don Fulano de Tal, que por mí y por todas las generaciones y
herederos que pueden venir detrás de mí y por todos mis cuatro costados;
he recibido del Ayuntamiento de ... el valor del reló de la torre de su
iglesia, traído por mi conducto y á mis expensas.
»_Item_.--Que me comprometí á ponerle por mi cuenta en el juriaco que
ocupa.
»_Item_.--Que señalo una cantidad de _dos mil reales_ al año para gastos
que el infrascrito reló preduzca, ó arroje de sí mesmo, ó séase para su
manutención y conservación.
»_Item_.--Que si algún día la torre se viene abajo en mis días ó en los
de todas las generaciones y herederos que puedan venir detrás de mí y
por todos los cuatro costados, yo y ellas nos comprometemos á hacer otra
torre nueva ú otra iglesia, si el ayuntamiento lo tuviere por
conveniente.
»_Item_.--Yo y las dichas generaciones y herederos nos comprometemos á
pagar todos los pleitos que por causa del reló resulten en el lugar, ó
en las inmediaciones, y á no hacer reclamación alguna al concejo de ...
por conceuto del reló ni otro alguno.
»Así lo quise; y, para que conste, lo firmo en ... á tantos de Julio,
etc.»
--Ahora--añadió el tío Merlín,--que firme ese señor; después que vea por
ónde nos mete mano.
Y retozándole la risa en los labios, salió del concejo entre la algazara
y los aplausos de sus convecinos.
Aquel mismo día se presentó el alcalde con este documento al forastero,
diciéndole, al entregársele, con tono y expresión de triunfo:
--Aquí está mi contestación.
El amigo de don Silvestre no pudo menos de reirse al leer tan peregrinas
condiciones, á pesar de la sorpresa que le produjeron, después, se
indignó al considerar tan miserable suspicacia, y, por último, rompiendo
en pedazos el papel y volviendo las espaldas al alcalde por toda
contestación, acabó por compadecerse de aquellas pobres gentes que, por
huir de un mal que nadie les hacía, desechaban el bien que les iba
buscando.


XI

En éstas y otras, la estación avanzaba y el melancólico otoño iba
iniciándose á medida que morían las ilusiones del forastero. El
aterciopelado verde de la campiña se había cambiado en otro más pálido y
amarillento; segada y recogida la yerba de los prados y _despuntados_
los maíces, las mieses habían perdido toda su lozana frondosidad; y su
aspecto, aunque bastante más risueño que la primavera de Castilla,
infundía cierta tristeza en el ánimo que la había contemplado dos meses
antes. Los bosques se enrarecían también al menor contacto del furibundo
viento Sur, que ya estaba en plena campaña para secar las panojas y
madurar las castañas; los pajarillos enmudecían poco á poco y volaban
errantes é indecisos; las noches crecían y los días acortaban; la
naturaleza toda anunciaba su letargo del invierno, y no se escuchaba
otro sonido de su elocuente lenguaje que el de los secos despojos de su
primavera, rodando en confuso torbellino á merced del viento que cada
día soplaba más recio.
No necesitaba el forastero tanto aparato para languidecer y enervarse,
después de los desengaños padecidos hasta allí. Así es que, á la vista
del cuadro que se le presentaba, no tenía otro deleite que pensar en su
vuelta á la corte. Y como esto no le llenaba el ánimo completamente, se
complacía en colocar á su lado, para contraste, todos los disgustos que
debía á su expedición á la patria de los Seturas, con el fin de amar la
primera á medida que fuera aborreciendo la segunda.
--«Vamos á cuentas--se decía una tarde, sentado en frente de la ventana
de su cuarto, y mirando cómo se ocultaba el sol detrás de una montaña,
entre vivísimos resplandores.--Llevo en este pueblo tres meses; he
gozado á mis anchas y con las ilusiones de un niño, es decir, he gozado
cuanto es posible en esta vida de zozobras y de aprensiones, tres
semanas. En cambio he padecido después un tabardillo, tres cólicos,
trescientos sustos, treinta mil molestias por esos campos de Dios
buscando la sombra y la poesía, sesenta y seis insomnios producidos por
el perro, por los cencerros y por los golpes oídos durante la noche, é
innumerables disgustos en mi trato con el vecindario; y si cuento diez
indigestiones que me produjo la bazofia de esta bendita cocinera, una
oftalmía á consecuencia del polvo del techo de mi alcoba y doscientos
rasguños de espinos en la piel (todo esto durante las tres semanas
contadas de placer), no hay duda que la ganancia de mi expedición, vista
por este lado, ha sido bien escasa. Veámosla por la parte económica, que
es por lo que más se recomienda la vida del campo. Por no reventar con
tanto y tan especial menjurje, he tenido que proveerme por mi cuenta de
la ciudad; y como está muy lejos, entre propios, carros y otras
menudencias, lo que aquí he comido, muy mal sazonado, me cuesta triple
que mi alimento ordinario y relativamente exquisito de Madrid. Mi
equipaje está sucio y desgarrado.
»Se me dirá que de esto me tengo yo la culpa, pues he saltado portillos
y corrido por los prados, y me he sentado en ellos.... Pero, señores
míos, ¿es posible que á otra cosa se pueda venir al campo? Sin contar lo
que he dado en limosnas, pues esto bien empleado está, llevo gastado un
dineral en propinas y en pagar, triple de lo que valían, _regalos_ que
estas gentes dieron en hacerme cuando corrió la voz de mi largueza.
Total, incluso manutención, obra de la alcoba, etc., según el estado de
mi bolsillo y cartera, cerca del doble de lo que, en igual tiempo, gasto
en Madrid con carruaje y espectáculos.
»Veamos ahora mi expedición por la parte instructiva, por la del
estudio, para el cual se receta siempre el campo. Perdidas mis ilusiones
por la frívola poesía pastoril, solamente la idea de salir de aquí muy
pronto era capaz de hacerme leer con paciencia mis libros instructivos.
No comprendo que sin un confidente con quien consultar, ó con la idea de
no volver á ver más el mundo, haya un hombre capaz de encerrarse entre
los bosques á desentrañar los misterios de la ciencia, cuando la
ignorancia completa de ella es lo primero que se necesita para vivir á
gusto entre estas cerriles criaturas, ser tan rústico como ellas, y
circunscribir á las suyas las propias ambiciones. Y no se me diga que
ésta es cuestión de carácter, porque el mío es un modelo de docilidad y
acomodamiento, soy un optimista extremoso, y así y todo me ha hastiado
la naturaleza y me ha repugnado la humanidad inculta. Mi lectura, pues,
con la esperanza de ver el mundo otra vez, no ha sido escasa, pero no
provechosa: pues con incómoda habitación, malas digestiones y preocupado
con las miserias de que he sido objeto, no he sacado tanto fruto aquí en
dos meses como en un solo cuarto de hora en mi gabinete de estudio en
Madrid.
»Por lo que hace á robustez, que es lo que en mí busca y dice que
encuentra todos los días Silvestre desde que estoy en la aldea, si algo
he aumentado en volumen, debe ser consecuencia de la corteza tostada que
cubre mis manos y mi cara, y del no sé qué que se ha adherido á mis
cabellos que, á pesar de mi esmero, se rebelan, y están cada día más
rústicos y cerdosos.... Decididamente me vuelvo á la corte.... Pero ¿y
el hastío que me echó de ella? ¿Será otra ilusión, como la del campo, la
inclinación que hoy siento hacia Madrid? Antes de salir de aquí voy á
probar el último recurso; voy á vivir á lo Robinsón. Dialogaré con la
naturaleza y huiré de todo ser humano en lo que me sea posible.»
Aquí llegaba el de la corte con sus meditaciones sin notar que el sol
había apagado su último reflejo, y que, por ende, la noche había dejado
su habitación envuelta en la más impenetrable obscuridad, cuando un
ruido estrepitoso, sobre el techo de la alcoba, le hizo dar un salto en
la silla y buscar en seguida, á tientas y acelerado, la puerta, pensando
que se hundía el tejado solariego.
--¡Silvestre! ¡Silvestre!--gritó al hallarse en la sala.
--¿Qué demonios te ocurre, hombre?--contestó á poco rato el mayorazgo,
apareciendo en escena con el candil en la mano.
--¿Qué ruido es el que he sentido sobre mi cuarto?
--¿Á que te has asustado?... ¡Ja, ja, ja, jaaaa!
--¡Pues el lance es para reir!
--Y ya se ve que sí. Como que no es otra cosa que un garrote de panojas
de la otra cosecha que estoy poniendo encima de tu cuarto.
--Á buena hora te has acordado de hacerlo.
--Como los criados han estado _cogiendo_ todo el día en la mies, no se
ha podido hacer hasta ahora.
--Ya podías haber avisado antes, ó dejar la operación para mañana.
--En lo primero tienes razón, y dispénsame el olvido; en cuanto á lo
segundo, como esta noche es la _deshoja_, no era cosa de que se
mezclaran las dos cosechas.
--¿Qué es eso de la deshoja?
--¡Cómo! ¿No sabías que era esta noche? ¡Bruto de mí!... Vente conmigo.
Y así diciendo, cogió á su amigo por un brazo, y le arrastró, ó poco
menos, hasta la cocina. En ella le enseñó al ama de llaves que estaba
fregando una enorme caldera en la que iban á cocerse media fanega de
castañas que estaban en un saco cerca del fogón.
--Todo esto es para la gente--dijo don Silvestre señalando las castañas
y un enorme jarro de vino que estaba sobre el vasar.
--¿Para qué gente?--le replicó su amigo cada vez más sorprendido.
--Vente y lo verás--repuso el mayorazgo saliendo de la cocina y llevando
por delante á su amigo.
Unos pasos antes de entrar en el _estragal_, ó sea el corredor que
conduce á la _bodega_ desde el punto en que arranca la escalera del piso
alto, una algarabía atronadora de carcajadas, cantares y chillidos llamó
la atención del forastero; algarabía que cesó tan pronto como éste y
don Silvestre llegaron á la puerta de la bodega. En ésta, iluminada por
un roñoso farol colgado de un clavo en una pared, se veía una enorme
pila de panojas recién traídas de la heredad, y á su alrededor, sentados
en el suelo, un enjambre de mozas y mozos del lugar ocupados en
deshojarlas, echándolas después una á una, pero con extraordinaria
rapidez, en los _garrotes_, ó grandes cestos, que estaban colocados
delante de los deshojadores, á razón de uno de los primeros por cada
seis de los segundos. Estos garrotes suelen tener una medida dada, y por
el número de garrotes, ó _coloños_, que van llenos al desván, calcula
fácilmente el labrador el resultado de su cosecha.
La deshoja es una operación que toma la solemnidad que hemos visto en
casa de don Silvestre, en las de cuantos labradores cogen maíz para todo
el año, pues con el objeto de que el grano empiece pronto á ventilarse,
procura el cosechero despojarle cuanto antes de la hoja que le envuelve
y le perjudica mucho, después que se retira de la heredad; y como la
operación es muy pesada para poca gente, es ya costumbre que se reuna
toda la que quiera del pueblo, sin mas retribución que un _maquilero_ de
castañas cocidas y un vaso de vino ó de aguardiente, y á veces una sola
de las dos cosas, para deshojar una cosecha en una noche, ó en dos á lo
sumo.
El silencio impuesto por la llegada de don Silvestre y su amigo, volvió
á alterarse en breve, en cuanto el último, siempre propenso á gozar con
tales cuadros, se mostró muy satisfecho en medio de la concurrencia, y
le dirigió algunas palabras en son de broma. Fraccionóse, pues, el
círculo en secciones; y en una se contaba el cuento de _Juan del Oso_,
en la otra se criticaba, en ésta se cantaba y en aquélla se hablaba de
la cosecha, sin que faltasen manotazos ó coscorrones por aquí y por
allá, pues aquellos mozos también eran de carne y hueso, y no siempre,
buscando una panoja oculta entre las hojas apiladas, topaban con ella al
momento y sin tropezar antes con tal cual pantorrilla extraviada, cuya
dueña, aunque con la risa en los labios, protestaba con el puño cerrado
contra la equivocación.
Hacía un rato que la deshoja estaba en plena efervescencia, cuando una
voz gritó: «¡la _mona!_»; y esto bastó para que las mujeres se
alborotaran y chillasen, y para que los hombres se pusieran en actitud
de defensa.
El forastero, pensando que se trataba del cuadrumano de aquel nombre,
miraba á todas partes con ávida curiosidad, en tanto reía á sus anchas
el bonachón de don Silvestre, quien al cabo explicó á su amigo lo que
aquella voz significaba.--Llámase _mona_ á una gran bolsa ó
protuberancia que sale á algunos maíces en el tallo, y que después de
seca se convierte en un depósito de polvo negro y pegajoso; bolsa que
suelen guardar cuidadosamente los aldeanos al coger el maíz, para untar
con ella en la deshoja la cara del más cercano, cuando más descuidado
esté.
Prodújose la alarma de costumbre; pero la mona no pareció por ninguna
parte. Un mocetón colorado y mofletudo, que no pudo ver con calma á un
rústico Tenorio (pues también los hay en el campo) charlando más de lo
regular con una moza á quien él galanteaba, era el que había gritado con
la intención de interrumpir el amoroso coloquio, ya que no había podido
conseguirlo de otra manera, por hallarse colocado muy lejos de la
amartelada pareja.
--¡Diez y _tarja_!--cantó la voz de un hombre que, llegando á la puerta
de la bodega, cruzó con una raya de yeso otras nueve paralelas, hechas
una á una á cada coloño que se subía al desván.
Chocó al forastero que el décimo, en lugar de seguir el camino de los
anteriores, cayese en un rincón de la bodega, que se había aseado antes
con el mayor esmero; y preguntado á don Silvestre, supo que aquel
garrote de panojas, tal vez el más repleto de todos y el de las más
gordas, era el primero del _diezmo_ que pagaba á la Iglesia de Dios. Por
aquel tiempo andaba aún la cosa pública ... á la moda de entonces, y de
nada se extraño el forastero, sino del cuidado y escrupulosidad con que
don Silvestre cumplía el mandato número cinco de los de la Iglesia. Y
aún hacía más el mayorazgo: junto á la pila de panojas formada con los
coloños del diezmo, había otras varias más pequeñas, hechas á costa de
las nueve partes que á el le quedaban libres; porque de cada coloño que
subía al desván, dejaba tres panojas para las ánimas del purgatorio; dos
para alumbrar á San Antonio, patrono del ganado; seis para San Roque,
abogado de la peste; seis para San Pedro, patrono del lugar, y otras
seis para los pobres del vecindario que careciesen de semilla en la
época de siembra. ¡Y todavía don Silvestre daba gracias á Dios por lo
mucho que le quedaba!--«¡Desgañitaos, hombres de la ciencia, para
_ilustrar_ á la humanidad; afanaos en _perfeccionarla_ para hacerla más
feliz á costa de lágrimas y sudores; pero estudiad á este hombre, y
tomad en cuenta la tranquilidad de su espíritu!»
Así exclamaba, para sus adentros, el forastero al contemplar la fe y el
placer con que su amigo cumplía los preceptos que se le imponían, y las
muestras de la caridad que guardaba siempre en su sencillo corazón.
Ya comenzaba á gozar un poco el de Madrid entre los episodios de la
deshoja, y una prueba de ello es que permaneció observándolo todo,
sentado sobre un arcón viejo, hasta que muy avanzada la noche se
presentaron los criados de don Silvestre á la puerta de la bodega,
llevando con mucho pulso, entre los dos, una caldera llena de castañas,
é inmediatamente detrás el ama de llaves con el jarro del vino, un vaso
para escanciarle y otro jarro más pequeño para repartir las castañas. Á
la vista de todos estos objetos la deshoja se alborotó, y á merced de la
efervescencia pudo un colindante untar á su placer con una mona la cara
del celoso y rechoncho mocetón que había gritado antes, de mentirillas.
El sorprendido y cerril amante, que entre las carcajadas de la gente no
veía más que con sus celos y al través del ignominioso tinte de su cara,
en lugar de echar al garrote la panoja que tenía entre las manos, la
arrojó furioso hacia su rival; pero éste tenía la cabeza más dura que la
panoja, y habiéndola recibido cerca del occipital, resbalando sobre él
el proyectil fué á parar á las narices del forastero, que estaba
sentado, un poco más atrás y en la misma dirección. Y gracias á la
penosa sensación que en todos produjo la carambola, no hubo un lance
entre los dos jabalíes rivales, que se quedaron pasmados al ver sangrar
por las narices al buen señor, y al oirle decir, mientras salía de la
bodega acompañado de don Silvestre y de su ama, que bufaban de rabia:
--Esto debí yo haberlo previsto; pues á quien entre bestias anda, tales
caricias le esperan.


XII

Curado en pocos días de las consecuencias del panojazo, juró
solemnemente huir de todo contacto con tales gentes; y al efecto se
proveyó de caña y escopeta, para explotar, en los ramos de pesca y caza,
aquellas regiones donde tantos disgustos iba pasando mientras buscaba la
realidad de sus mejores ilusiones. Pero siendo tan infecundos en pesca
el río y los regatos del país como en ninfas y Salicios y Nemorosos sus
campiñas, abandonó la caña á los pocos días de dedicarse á ella, pues no
compensaban dos anguilas y tres docenas de pececillos que pescó durante
la temporada, todos los constipados y mojaduras que cogió sentado á la
orilla del río, unas veces al sol y otras al agua.
Abandonada la caña, se dedicó á la escopeta; y ya que la caza no fuera
muy abundante, por lo menos el ejercicio corporal que hacía corriendo
tras de las _miruellas_, le proporcionaba buen sueño y más que regular
apetito.
En esto había pasado un mes desde el panojazo. La naturaleza, lánguida y
enclenque entonces, iba quedándose, como si dijáramos, en cueros vivos;
las brisas eran más frescas, y en lugar del sonido armónico y majestuoso
que formaban perdidas entre el follaje de junio, gemían lastimeras al
chocar contra los escuetos miembros de los árboles; lloraban fatídicas,
como si fueran la voz de la naturaleza que lamentara la pérdida de sus
risueñas galas. El suelo se humedecía cada vez más, porque el sol no
tenía fuerza bastante para enjugarle después de los chubascos, cada día
más fuertes y más frecuentes; las noches eran eternas, y sólo un sueño
como los que últimamente dormía el de Madrid, era capaz de hacérselas
pasar medio á gusto entre los silbidos del vendaval que penetraba fino y
cortante por cada rendija de las innumerables que tenían las puertas
exteriores del solariego palomar; las _lumbradas_ que hacía el ama en la
cocina solamente las soportaban ella y don Silvestre, acostumbrados á su
calor desde la infancia: el forastero se abrasaba acercándose al fuego,
y retirándose de él se le helaban las espaldas con el _gris_ que corría
en aquel inmenso páramo.
En cuanto á la poesía del chisporroteo de los tizones y del hervir de
los pucheros, así la encontró como lo que había buscado entre los
jarales. Roncaba el ama de llaves, roncaba don Silvestre, roncaban los
criados y el gato y el perro; silbaba el viento, bramaba la cellisca
contra las inseguras ventanas, y más que visión placentera, parecía
aquel cuadro escena de conjuro, ó ensueño de calenturiento.
¡Entonces sí que pensó en su gabinete de Madrid y en los salones del
_mundo_ y en el teatro de la ópera!...
--¡Qué será un invierno pasado así, Dios mío!--se decía una noche
mientras se acostaba en busca del sueño, único amparo que hallaba en
medio del aburrimiento que empezaba á perseguirle.


XIII

Fatigado de saltar setos y regatos y de trepar por cerros y colinas,
tornaba hacia su casa una mañana el huésped de don Silvestre, con la
escopeta al hombro y sin haber podido matar más que dos gorriones y una
calandria.
Ya columbraba la ventana de la cocina solariega y hasta llegaban á sus
narices los aromas de los guisotes del ama de gobierno, cuando
distinguió una miruella sobre la rama más alta de una higuera.
Agazapóse el cazador todo lo que pudo; deslizóse de mato en mato y de
bardal en bardal, como una culebra, para no ser visto ni sentido del
animalito, cuya vigilancia es proverbial en el país; apuntóle con la
escopeta cuando le tuvo á tiro y á su gusto, y....
Pero expliquemos la situación del cazador, por si los permenores del
suceso nos fueren más tarde de alguna utilidad.
Apuntando el madrileño á la miruella, tenía á cuatro pasos, á la
espalda, un huerto contiguo á una pequeña casa, y cerrado en todo su
perímetro por una pared _seca_, es decir, una pared transparente, de
piedras sobrepuestas medio á la casualidad, paredes que suelen durar
eternidades, porque la consistencia que les falta de nuevas se la da
bien pronto la hiedra que junto á ellas nace, y penetra,
entretejiéndose, por todos los intersticios. La pared del huerto que
tenía á su espalda el cazador comenzaba ya á consolidarse: sólo un tramo
de dos varas estaba sin revestirse de las verdes ligaduras, y sostenido
por un prodigio de equilibrio.
Por lo que hace á la casa, estaba cerrada herméticamente; y en toda la
extensión que alcanzaba la vista no se distinguían más seres vivientes
que el cazador, la miruella y un hombre que cerca de la casa esparcía
_toperas_ en un prado, y acechaba de cuando en cuando las operaciones
del topo, á cuya caza andaba. Este hombre, á quien el de Madrid no veía,
era el tío Merlín.
Hecha, pues, la puntería á placer del cazador (como que apoyaba la
extremidad del cañón de la escopeta en una rama), disparó sobre el
pajarraco, y éste cayó, como una masa inerte, rebotando de quima en
quima. Pero al pie del árbol había un bardal bastante espeso, y en este
bardal cayó la miruella.--Cerca de un cuarto de hora invirtió en
buscarla el pacientísimo cazador, que al fin la encontró; pero no sin
desgarrarse las manos con las punzantes zarzas.
Con su presa en el morral, salió otra vez al camino que antes llevaba; y
echándose la escopeta al hombro, marchó á largos pasos hacia su casa,
pues ya había oído tocar á mediodía y no le gustaba hacer esperar á don
Silvestre que de fijo, estaría arrimando las sillas á la mesa.
Cerca ya de la portalada del mayorazgo, oyó un estrepitoso ruido.
Volvióse hacia el sitio de donde éste partía, y vió que se había caído
la parte flaca de la pared del huerto antes citado.
Como el suceso tenía muy poco de particular, no le llamó la atención: lo
extraño para él era que semejantes muros resistieran un día en posición
vertical.
En esta inteligencia, siguió su camino y llegó á casa del mayorazgo, á
quien encontró esperándole para comer.
En los postres estaban, cuando un criado apareció en escena, anunciando
á un hombre que deseaba hablar con «el señor».
--Que pase adelante--dijo éste, siempre dispuesto á complacer á todo el
mundo.
Un momento después penetró en la sala, pisando tímidamente, un aldeano
de madura edad, con la chaqueta al hombro, barba de quince días, y dando
vueltas en las manos á un mugriento sombrero que solamente cesaba de
girar cuando el aldeano sacaba una de ellas de la arrugada copa para
retirar hacia atrás las ásperas y encanecidas greñas que le caían sobre
los ojos.
--Tengan ustedes buenas tardes.
--Muy buenas las tenga usted; y díganos en qué puedo serle útil.
El recién venido titubeaba.
Al cabo de un rato bien largo de toser, cambiar de punto de apoyo,
manosear el sombrero y luchar con sus greñas, comenzó así el aldeano:
--Pues, señor, yo soy, pa lo que usté mande, Cleto Rejones, y vivo aquí,
á la esquierda, cancia la juenti, como el que tira á la mies del
Jalecho, en una casa sola que usté habrá visto al ir á cazar esta
mañana..., que tiene un _higar_ delante....
--La del suceso que me has contado--añadió don Silvestre, dirigiéndose
á su amigo.
--Adelante--contestó éste, más interesado ya en saber el objeto de la
visita.
--Pues, señor, resulta _de_ que yo, á la vera de la casa, tengo un
güerto de carro y medio de tierra, que, en buena hora lo diga, es una
alhaja pa el dicho de coger patatas y posarmos pa el avío de la casa...;
como que el viudo del Cueto me daba por él un prao de cinco carros y un
rodal viejo, y no se le quise cambiar.... ¡Que me muera de repente si es
mentira!
--Si nadie lo pone en duda, hombre de Dios--repuso, riéndose, el de
Madrid.--Pero vamos á ver lo que usted desea.
--Á eso voy de contao.... Resulta de que yo, como decía, tengo un güerto
de carro y medio de tierra á la vera de la casa, y de que ese güerto
tiene una paré que le cierra sobre sí. Resulta de que esta paré se vino
á tierra está mañana, por la parte de la calleja.
--Dé lo que doy fe porque lo vi.... Adelante....
--Resulta de que, al caer la paré, quedó un juriaco abierto.
--Claro está.
--Y por ese juriaco entraron después, con perdón de usté, _dos de la
vista baja_[7].

--Adelante.
--Y estos dos de la vista baja, con perdón de usté, me jocaron el
güerto, me comieron las patatas, me tronzaron los posarmos y me
desbarataron dos semilleros de cebollas....
--Hombre, ¡qué lástima!--exclamó, verdaderamente condolido, el noble
forastero.
--Como usté lo oye, señor: crea usté que para mí ha sido hoy un día
desgraciao.
Y el bueno del aldeano, al decir esto, menudeaba más y más los giros de
su sombrero, y bregaba, hasta sudar, con los mechones de su áspera
cabellera.
El huésped de don Silvestre, creyendo que las pretensiones del aldeano
se reducían á pedirle alguna cantidad para reparar la avería, dispúsose
desde luego á dársela bien cumplida; pero no quiso hacerlo sin que el
aldeano se insinuase de alguna manera, temiendo herir su _delicadeza_.
--Y ¿qué es lo que usted pretende de mí?--repuso con intención.
--Señor--contestó el aldeano,--yo quisiera que se nombrase una presona
que fuera á reconocer el daño, y que le tasara.
--No esta mal pensado.... Pero ¿contra quién va usted á reclamar?
--De modo y manera es que ... la paré bien tiesa se estaba....
--Sí..., hasta que se cayó.
--De modo es que, si no la hubieran _aboticao_...[8].
--Luego, ¿se sabe quién la tiró?...
--Paece ser que hubo testigos....
--Pero, en fin, ¿qué es lo que yo puedo hacer en esta cuestión?
--Pos ná, si le paece....
--¡Explíquese usted de una vez, santo varón!
El aldeano bajó la cabeza, volvió á cambiar de postura, y sin cesar de
mirar al sombrero, continuó, al cabo de un rato y tartamudeando:
--Yo, señor, pa decirlo de una vez ... porque ello es justo, ¡canario!,
justo como la ley de Dios, vengo á que usté me pague, ó á que nombre por
su cuenta el tasador.
El forastero dió un salto en la silla.
--¡Que le pague yo á usted!... ¿Pues acaso tengo yo la culpa del suceso?
--Ahí esta la _jaba_.... Yo no digo que usté lo hiciera de mal aquel,
pero la paré estaba flojilla, y con una perdigoná sobraba pa echarla
abajo.
--¿Pero usted habla de veras?... ¿Usted es capaz de sostener que yo
derribé la pared?
--Yo no lo vi, no, señor; pero una presona que estaba cerca cuando usté
mató la miruella me lo ha asegurao....
You have read 1 text from Spanish literature.
Next - Escenas Montañesas - 12
  • Parts
  • Escenas Montañesas - 01
    Total number of words is 4908
    Total number of unique words is 1688
    34.4 of words are in the 2000 most common words
    47.7 of words are in the 5000 most common words
    54.1 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • Escenas Montañesas - 02
    Total number of words is 4786
    Total number of unique words is 1784
    30.1 of words are in the 2000 most common words
    41.9 of words are in the 5000 most common words
    48.3 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • Escenas Montañesas - 03
    Total number of words is 4963
    Total number of unique words is 1667
    33.8 of words are in the 2000 most common words
    45.6 of words are in the 5000 most common words
    52.7 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • Escenas Montañesas - 04
    Total number of words is 4944
    Total number of unique words is 1651
    37.8 of words are in the 2000 most common words
    51.3 of words are in the 5000 most common words
    59.2 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • Escenas Montañesas - 05
    Total number of words is 5011
    Total number of unique words is 1511
    37.1 of words are in the 2000 most common words
    48.4 of words are in the 5000 most common words
    54.1 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • Escenas Montañesas - 06
    Total number of words is 5018
    Total number of unique words is 1587
    33.6 of words are in the 2000 most common words
    44.7 of words are in the 5000 most common words
    50.9 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • Escenas Montañesas - 07
    Total number of words is 4610
    Total number of unique words is 1630
    34.0 of words are in the 2000 most common words
    47.1 of words are in the 5000 most common words
    54.2 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • Escenas Montañesas - 08
    Total number of words is 4701
    Total number of unique words is 1656
    33.4 of words are in the 2000 most common words
    45.1 of words are in the 5000 most common words
    51.4 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • Escenas Montañesas - 09
    Total number of words is 4853
    Total number of unique words is 1720
    33.4 of words are in the 2000 most common words
    46.5 of words are in the 5000 most common words
    53.1 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • Escenas Montañesas - 10
    Total number of words is 4819
    Total number of unique words is 1703
    32.2 of words are in the 2000 most common words
    45.3 of words are in the 5000 most common words
    51.9 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • Escenas Montañesas - 11
    Total number of words is 4949
    Total number of unique words is 1642
    34.0 of words are in the 2000 most common words
    45.6 of words are in the 5000 most common words
    52.9 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • Escenas Montañesas - 12
    Total number of words is 4453
    Total number of unique words is 1552
    35.3 of words are in the 2000 most common words
    49.3 of words are in the 5000 most common words
    55.2 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • Escenas Montañesas - 13
    Total number of words is 4127
    Total number of unique words is 1443
    33.4 of words are in the 2000 most common words
    43.9 of words are in the 5000 most common words
    49.1 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • Escenas Montañesas - 14
    Total number of words is 4353
    Total number of unique words is 1629
    32.5 of words are in the 2000 most common words
    44.6 of words are in the 5000 most common words
    50.3 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • Escenas Montañesas - 15
    Total number of words is 4991
    Total number of unique words is 1747
    32.0 of words are in the 2000 most common words
    43.8 of words are in the 5000 most common words
    49.6 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • Escenas Montañesas - 16
    Total number of words is 4857
    Total number of unique words is 1698
    31.2 of words are in the 2000 most common words
    44.3 of words are in the 5000 most common words
    51.0 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • Escenas Montañesas - 17
    Total number of words is 4868
    Total number of unique words is 1772
    32.2 of words are in the 2000 most common words
    43.7 of words are in the 5000 most common words
    51.4 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • Escenas Montañesas - 18
    Total number of words is 4987
    Total number of unique words is 1652
    34.1 of words are in the 2000 most common words
    44.4 of words are in the 5000 most common words
    49.6 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • Escenas Montañesas - 19
    Total number of words is 4412
    Total number of unique words is 1596
    33.8 of words are in the 2000 most common words
    45.8 of words are in the 5000 most common words
    53.1 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.