El abuelo (Novela en cinco jornadas) - 03

Total number of words is 4384
Total number of unique words is 1474
36.6 of words are in the 2000 most common words
50.1 of words are in the 5000 most common words
56.6 of words are in the 8000 most common words
Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
ellas cien generaciones de arañas y lagartijas, viene el progreso,
y las manda picar para escribir otra cosa... o aprovecharlas en una
alcantarilla. No me quejo, no. Ese es el mundo. Rodamos todos hacia lo
infinito.
SENÉN, ~enfáticamente~.
Jerusa, por más que digan, no puede olvidar que debe su existencia a
los Albrit de la Edad Media.
EL CONDE, ~meditabundo~.
Y a mis abuelos y a mí todo lo que en ella es de algún valor. La casa
Ayuntamiento, que era el primitivo palacio de los Condes de Laín, fue
donada por D. Martín de Potestad, capitán de las galeras de Nápoles. La
calzada de Verola y el puente sobre el río Caudo, obra fue de mi madre.
Mi abuelo materno hizo el hospital y la casa-cuna; y yo traje las aguas
riquísimas de Santaorra; levanté el muro de contención que defiende
al pueblo de las avenidas del Caudo; fundé y doté la hermandad de
Pescadores, haciéndoles además una dársena para abrigo de sus lanchas;
repoblé el monte comunal... sin contar otras mejoras de que ya no me
acuerdo. ¿Y cómo pagaron mis paisanos tantos beneficios? Pues cuando me
vieron mal de intereses, recargaban horrorosamente mis propiedades en
todos los repartos de contribución, para obligarme a vendérselas... Y
lo conseguían... En sus manos rapaces está todo.
NELL
Abuelito, no pienses cosas tristes.
DOLLY
¿No estás alegre de vernos y de tenernos a tu lado?
EL CONDE, ~deteniéndose para abrazarlas y besarlas con efusión~.
Sí, sí, ángeles inocentes. Soy feliz con vosotras, y lo demás nada me
importa.
SENÉN, ~con malicia indiscreta, que resulta más antipática por lo
pedantesco de la expresión~.
Y de que no seríamos justos achacando a Jerusa el pecado de la
ingratitud, tenemos hoy una prueba elocuente, señor Conde, porque,
sabida con antelación la llegada de la señora Condesa de Laín, se le
prepara un recibimiento entusiasta, cual corresponde a quien tan grande
fomento ha dado a los intereses materiales y morales de esta villa.
Saldrá el Alcalde a la estación...
EL CONDE
Y se dispararán cohetes. Todo eso está muy en carácter.
NELL, ~impaciente~.
¡Cohetes, música...! Vamos, vamos pronto.
DOLLY
Abuelito, por aquí, si quieres que vayamos derechos a la Pardina.
EL CONDE
¿Estamos ya en la loma que llaman la _Asomada_?
SENÉN
Sí, señor: de aquí se ve toda la villa; y si Vuecencia quiere dar un
vistazo a la población, en dos minutos estamos en la plaza.
EL CONDE
No, no. Gracias. Por esta otra calleja bajamos a la Pardina.
~(Deteniéndose y mirando al pueblo, que en aquel punto se ve
totalmente, rodeado de arboledas y verdes lomas.)~ Sí, sí... te
conozco, Jerusa; distingo un montón de tejados rojos y de ventanales
blancos... más allá manchas de verde lozano. Eres Jerusa; te siento
bajo mis pies, te huelo al pisarte... Tu ingratitud me da en el olfato.
Hiciste escarnio del que fue tu señor, aplicándole un mote burlesco...
Pues ahora, el _león flaco de Albrit_, que nada te pide, que para nada
te necesita, te manifiesta su desprecio con toda la efusión de su alma,
no queriendo de ti ni un pedazo de tierra para sepultar sus pobres
huesos. ~(Volviéndose hacia las niñas.)~ Si me muero aquí, que me
lleven a enterrar a Polan, o que me tiren al mar.
DOLLY
Papaíto, no es hoy día de cosas tristes.
NELL
¡Si estamos muy contentas!
EL CONDE, ~limpiándose una lágrima~.
Sí, sí... Vamos, para que lleguéis a tiempo de presenciar los homenajes
a vuestra mamá.
SENÉN
Por esta calleja llegamos en un instante a la Pardina.
EL CONDE
Conozco bien el camino... En este sitio, torciendo a la izquierda,
dejamos de ver el mar. ~(Parándose a contemplar el Océano.)~ ¡Oh, qué
hermosura! Es el amigo de mi infancia.
NELL
¡Y qué espléndido, qué azul! Hoy se viste de gala para recibirte.
EL CONDE
¿Sabéis por qué gozo tanto en mirarle? Porque le veo... es lo único que
distingo bien, por razón de su magnitud. Desde que voy perdiendo la
vista, hijas mías, mis pobres ojos no aprecian bien más que las cosas
grandes... ¡Cuanto mayores son, mejor las veo! Quisiera que en el mundo
fuera todo colosal, inmenso... Lo pequeño, creedlo, me entristece, me
enfada...
~(Se internan en la calleja.)~

ESCENA VI
~Sala baja en la Pardina. En paredes, techo y muebles, aspecto de
venerable antigüedad, bien conservada.~
GREGORIA, VENANCIO
GREGORIA, ~asomándose a una ventana~.
Ya está aquí _Capitán_... ¡Oh!... allí vienen. ~(Asustada.)~ ¡Jesús, lo
que veo!
VENANCIO
¿Qué?
GREGORIA
¡El Conde con ellas, el señor Conde!
VENANCIO
Sin duda ha venido a pie por el atajo del bosque. Es gran andarín.
GREGORIA
¡Pero qué viejo está! Mira, mira.
VENANCIO, ~mirando~.
¡Y qué mal trajeado! Da pena verle... ¡Quien fue siempre la misma
elegancia...!
GREGORIA
¿Sales a recibirle?
VENANCIO, ~con prisa~.
A escape... Prepárale café, que de fijo lo pide al entrar...
GREGORIA
Sí, sí...
VENANCIO, ~desde la puerta~.
Y manda un recado al señor Cura, que nos dijo que le avisáramos en
cuanto el Conde llegase...
GREGORIA, ~aturdida, sin saber a qué atender primero~.
El café... recado al Cura... ¿Y la comida? Voy. ¡Pero si ya están aquí!
¡Jesús me valga!...

ESCENA VII
GREGORIA, EL CONDE, LAS DOS NIÑAS, SENÉN, VENANCIO
GREGORIA, ~besando la mano al Conde~.
Bien venido sea mi señor...
VENANCIO
Y que entre en su casa con bendición.
EL CONDE, ~con señoril bondad~.
Gracias, gracias, mis buenos amigos Venancio y Gregoria. Me alegro
de veros contentos y saludables... digo, como veros... ~(Mirándoles
fijamente.)~ No, no veo bien más que las cosas grandes.
VENANCIO
¿Se sienta el señor aquí? ~(Conduciéndole a un sillón de vaqueta, junto
a la mesa de nogal.)~
EL CONDE
Donde quieras.
NELL
Y ahora nosotras, abuelito, hemos de vestirnos a escape...
EL CONDE
Sí, sí; no os detengáis.
DOLLY
Pronto volveremos, papaíto... Vendrá mamá con nosotras... supongo.
EL CONDE
Sí, sí... ~(Las besa.)~ Hasta luego...
GREGORIA, ~dándoles prisa~.
Vivo, vivo... Vais a llegar tarde.
~(Vase Gregoria con las niñas.)~
SENÉN
Yo también, con permiso del señor Conde, me retiro.
EL CONDE
Sí, sí... Ve a disparar cohetes...
SENÉN
Si el señor me necesita...
EL CONDE
No... muchas gracias... Y me alegro de que te ausentes... No, no es por
nada ofensivo para ti, Séneca... o Senén. ¿Te lo digo?
SENÉN
Nada que usía me diga puede ofenderme.
EL CONDE
Pues deseo que te marches, porque... Hijo, gastas un perfume que
marea. Los aromas demasiado fuertes me dan vahídos... Dispénsame
~(dándole la mano, y acariciando la de Senén)~, perdóname que te
despida con una impertinencia.
SENÉN, ~desconcertado~.
Señor... unas gotitas de heliotropo...
EL CONDE
No he dicho nada... Abur.
SENÉN, ~aparte, retirándose~.
Malas pulgas trae el _león flaco de Albrit_.

ESCENA VIII
EL CONDE, VENANCIO
~Larga pausa. El Conde inclina la cabeza sobre el pecho, y se cubre
los ojos con la mano. Venancio permanece en pie, a bastante distancia,
contemplándole.~
EL CONDE, ~alzando la cabeza y llevándose la mano al pecho, en que
siente opresión~.
¡Ay, Venancio! La emoción que he sentido al entrar aquí, no me deja
respirar... ~(Venancio suspira y calla.)~ No creí volver a verte, casa
mía, casa bendita de mis mayores, de mi madre... No esperaba recibir en
mi alma esta ola de vida, formada por los recuerdos, embate de calor y
de salud, que al pronto reanima al ser caduco; pero después... mata,
sí, mata. La memoria me abruma, el sentimiento me ahoga... ~(Vuelve a
pasarse la mano por los ojos.)~ No debí venir, no, no.
VENANCIO
Señor, los recuerdos de la Pardina serán gratos para Vuecencia.
EL CONDE, ~señalando a la derecha~.
En esa alcoba nací yo... En ella nació también mi madre, y en la de
arriba murió... No sé si es que me engaña mi poca vista; paréceme que
nada ha variado, que los muebles son los mismos... ¡Qué ilusión!
VENANCIO
Poco hemos cambiado. Se conserva todo a fuerza de cuidado y aseo.
EL CONDE, ~con profunda tristeza~.
Aquí pasé mi infancia, al lado de mi madre, que enviudó a los pocos
días de mi nacimiento... Heredero de los Condados de Albrit y de
Laín, ¡cuántas veces, joven, en la plenitud de la vida, y con todo
el verdor de las ilusiones fomentadas por la grandeza de mi linaje;
cuántas veces, solo, con mi esposa, o con mis amigos, vine a pasar
alegres temporadas en la Pardina! En aquel tiempo tú eras un niño. Tus
padres, y otros padres de gentes ingratas que andan por esos mundos
en diferentes oficios, eran entonces mis servidores. En mi veíais al
señor, al rey de la Pardina, y hasta cierto punto, al amo de toda
Jerusa... Pasó tiempo; creció mi hijo Rafael. Correspondiéronle por
muerte de su madre, y según el fuero de Laín, este Condado y esta
casa... Yo volví a la Pardina: ya no era el señor; mas era el padre
del señor, y tú, ya grandecito, y los demás servidores de esta antigua
casa, me mirábais con respeto, con cariño, con veneración. El Conde de
Albrit, poderoso todavía, os remuneraba vuestros servicios con la noble
largueza que era en él habitual.
VENANCIO
Siempre fue Vuecencia el primer caballero de España.
EL CONDE, ~con melancólica dignidad, levantándose~.
Pues hoy, el primer caballero de España, el generoso y grande, viene
a pedirte hospitalidad. Vicisitudes y trastornos que no quisiera
recordar, esta revolución crónica que hace y deshace los Estados y las
familias, y todo lo trueca y baraja, te han dado a ti la propiedad de
la Pardina. En ella entro yo a pedirte albergue, no como señor, sino
como desvalido sin hogar, abandonado de todo el mundo. Si me la das,
ya sabes que has de hacerlo por pura caridad, no por remuneración ni
recompensa. Soy pobre; todo lo he perdido.
VENANCIO
El señor Conde viene siempre a su casa, y nosotros, hoy como ayer,
somos sus criados.
EL CONDE, ~se sienta~.
Gracias... Te lo digo tranquilo y sin ninguna afectación, pues con la
realidad no caben juegos de retórica. He llegado a los escalones más
bajos de la pobreza; pero por mucho que descienda, no he llegado ni
llegaré nunca al deshonor. Fuera de la decadencia material, soy y seré
hasta el último día lo que fui.
VENANCIO
Y yo igualmente, hoy como ayer, servidor humilde del señor D. Rodrigo.
EL CONDE
Te lo agradezco, créeme que te lo agradezco en el alma... Pero... bien
mirado, es tu obligación, y cumples como cristiano. Todo lo que eres y
todo lo que tienes, me lo debes a mí.
VENANCIO
Sin duda.
EL CONDE
No haces nada de más en ampararme... en ver en mí a tu señor, y en
respetar, no solo mi nombre y mi historia, sino mi ancianidad, mis
achaques... Las desgracias, hijo mío, me han hecho algo quejumbroso,
algo impertinente. Mi genio altivo se exacerba cada día más con la
pérdida de la vista... No puedo sofocar mis ímpetus de absolutismo, de
persona acostumbrada a mandar.
VENANCIO
Bien, señor.
EL CONDE
Y a ser obedecida.
VENANCIO
También tengo el hábito de la obediencia... Y ante todo, señor, ¿en qué
aposento quiere vuecencia dormir?
EL CONDE
Arriba, en la alcoba que fue de mi madre.
VENANCIO, ~contrariado~.
¿La que da al pasillo grande? La tenemos llena de trastos.
EL CONDE
Pues sacas los trastos y me metes a mí.
VENANCIO
Señor, es un trastorno...
EL CONDE, ~sulfurándose ligeramente~.
¿Ya empezamos?
VENANCIO
La hemos convertido en secadero: allí colgamos las judías...
EL CONDE, ~sulfurándose más~.
Pon las judías en otra parte. ¿Vale tan poco mi persona que no
merece... una molestia insignificante de las señoras hortalizas?
VENANCIO, ~sin acabar de resignarse~.
Bien, señor... Ello es que...
EL CONDE
¿Todavía refunfuñas? Debiste, desde que te lo dije, asentir con
delicadeza obsequiosa. ¿Será preciso que te lo mande?... Por poco me
apuras ~(golpeando el brazo del sillón.)~ ¡Oh, triste cosa es para mí
ser huésped de mis inferiores! Venancio, quiero someterme al destino,
quiero olvidarme de mí mismo, y no puedo, no puedo. La autoridad es
esencial en mí. Por Cristo, súfreme o arrójame de mi casa, quiero
decir, de la tuya.
VENANCIO
Eso no... ~(viendo venir al Cura.)~ Ya tiene vuecencia aquí a su amigo
D. Carmelo.

ESCENA IX
~EL CONDE, VENANCIO; EL CURA, hombrachón de buen año; de aventajadas
dimensiones, enormemente barrigudo, sin carecer por eso de cierta
agilidad y soltura de miembros. Su cara es arrebolada, su boca risueña,
su nariz como pico de garbanzo, sus ojos pillines. Usa gafas de un azul
muy claro, que se le corren sobre el caballete. Viene a palo seco, es
decir, sin balandrán, por ser buen tiempo. Es limpio, y la sarga de su
sotana, pulcra y reluciente, ciñe y modela sin arrugas la redondez del
abdomen, bien atacados todos los botoncitos que corren desde el cuello
hasta la panza. Usa gorro negro alto, con caída de fleco, y paraguas de
reglamento, que así le sirve para el sol como para la lluvia. Entra
en la casa y en la habitación presuroso metiendo bulla, y se dirige al
Conde con los brazos abiertos.~
EL CURA
¡Carísimo amigo y dueño, D. Rodrigo de mi alma!...
EL CONDE, ~abrazándole~.
¡_Pastor Curiambro_, ven a mis brazos!... Pero, hijo, ¡qué gordísimo
estás!... No me cabes... ¿ves? no me cabes... Me cuesta trabajo poner
en tu espalda las palmas de mis manos.
EL CURA
¡Qué sorpresa tan grata, qué alegría!
EL CONDE, ~tocándole~.
Pero, chico, ¿es tuyo todo esto? ¿Es esta tu barriga, o te has traído
por delante el púlpito de tu iglesia?
EL CURA, ~riendo~.
Es que en esta tierra, Sr. D. Rodrigo, de nada le sirve a uno hacer
penitencia.
EL CONDE
¿Penitencia tú? ¡Hombre, qué cosa tan rara!... En fin, siempre que des
gusto a tus feligreses...
VENANCIO, ~lisonjero~.
Tenemos un párroco que vale más que pesa.
EL CONDE
¿Y de salud, bravamente? Tu cara... ~(Observándole.)~ Pues, mira, te
veo, te veo bien. ¡Como eres tan grandón! ¡Ah!... me permitirás que te
tutee, a pesar del tiempo transcurrido.
EL CURA, ~con modestia suma~.
¡Señor Conde, por amor de Dios!...
EL CONDE, ~muy cariñoso~.
Bien, Carmelo; bien, _Pastor Curiambro_. Siéntate a mi lado. ¡Cómo
corren, ¡ay! cómo se escabullen los pícaros años! Tú... a ver si
acierto... andarás en los cincuenta.
EL CURA
Andaba en ellos... dos años ha.
VENANCIO
Como yo. Somos del mismo tiempo.
EL CONDE
No podía ser menos. Tenías veintiséis cuando...
EL CURA
Cuando murió mi padre. A la generosidad del señor Conde debí el poder
terminar mi carrera de Teología y Derecho.
EL CONDE, ~con natural delicadeza~.
Pues, mira tú, de eso no me acordaba.
EL CURA
¡Ah, yo sí!
EL CONDE
¿Te acuerdas de aquellas merendonas del Soto de Aguillón? Desde
entonces, te profeticé que serías _la première fourchette de l’Espagne_.
EL CURA, ~riendo~.
Era un tenedor tremendo, sí, sí...
EL CONDE
¿Y sigues con la higiénica costumbre de comer copiosamente, y de
digerir clavos?
EL CURA
Ya no soy ni sombra de lo que fui; pero todavía...
VENANCIO
Todavía... si el caso llega, no deja mal puesto el pabellón.
EL CONDE
¿Te acuerdas de cuando apostabas con Valentín, el escribano de Verola,
a quién comía más?
EL CURA, ~riendo a carcajadas~.
Y siempre le gané, siempre.
EL CONDE
Un día de vigilia... Venancio, no lo creerás, pero es verdad... le vi
comerse una langosta de este tamaño, entera y verdadera, detrás de un
arroz con pescado y marisco... y delante de docena y media de torrijas.
EL CURA
Esos tiempos pasaron.
VENANCIO
Pero hasta hace poco... yo recuerdo el día de la jira en Novoa... su
postre era un queso de bola, enterito.
EL CONDE
¡Lo que yo gozaba viéndole comer!
EL CURA
Me tranquiliza sobre ese punto la opinión de San Francisco de Sales,
que dice: «Lo que entra por la boca no daña al alma.»
EL CONDE
Y tenía razón.

ESCENA X
~DICHOS; GREGORIA, vestida para salir. Trae servicio de café.~
GREGORIA
Aunque el señor no lo ha pedido, como sé que le gusta tanto el café...
~(Lo pone en la mesa.)~
EL CONDE
¡Oh, qué bien!... Tu previsión, hija mía, es muy de alabar. Carmelo, te
sirvo...
GREGORIA
Las señoritas están concluyendo de arreglarse. En seguida nos iremos.
EL CONDE
Que no se entretengan; ya será hora. ~(Al Cura, sirviéndole azúcar.)~ A
ti te gusta dulzón, si no recuerdo mal.
EL CURA
¡Qué memoria tiene usted!
EL CONDE
No siendo para los favores que me hacen, también la pierdo, como la
vista.
GREGORIA
¿Se le ofrece algo más al señor?
EL CONDE
No... Gracias. ~(Vase Gregoria.)~
EL CURA, ~paladeando el café~.
¿Y qué?... Señor Conde, ¿qué le parecen a usted sus nietecitas? ¿No las
había visto después de su regreso de América?
EL CONDE
No.
EL CURA
Son angelicales... ¡Y qué lindas, qué graciosas! Se le meten a uno en
el corazón... Verlas, tratarlas y no quererlas, es imposible. ~(El
Conde, ensimismado, calla. Durante la pausa, D. Carmelo le observa.)~
Dios ha hecho en ellas una parejita encantadora, para regocijo y
orgullo de su madre... y de usted.
EL CONDE, ~como volviendo en sí~.
¿Decías?... ¡Ah! Sí, son hechiceras las chiquillas.
EL CURA, ~queriendo sonsacarle el motivo de su estancia en Jerusa~.
Comprendo la impaciencia de usted por verlas. Al santo anhelo de
conocer a sus nietas y abrazarlas, debemos el honor de tenerle en
Jerusa...
EL CONDE
Yo he venido a Jerusa, principalmente, por... ~(A Venancio, con
autoridad, pero sin altanería.)~ Tú...
VENANCIO
¿Señor?...
EL CONDE
Haz el favor de dejarnos solos.
~(Vase Venancio.)~

ESCENA XI
EL CONDE, EL CURA
EL CURA
Ya me dijo Senén que la Condesa y usted se habían citado aquí... ~(Su
solapada curiosidad quiere apoderarse del pensamiento del Conde,
tomándole las vueltas.)~ Aquí pueden ventilar con toda calma las
cuestiones de intereses... ~(Pausa. El Conde no dice nada.)~ O las
cuestiones de otra índole, cualesquiera que sean.
EL CONDE
Volviendo a las niñas, te diré, querido Carmelo, que han producido en
mi alma una impresión hondísima.
EL CURA
¿De alegría?...
EL CONDE
Sí... Estas alegrías pronto las convierto yo en intensísima tristeza,
agobiado como me veo por crueles desgracias, perseguido de pensamientos
revoltosos, obra de esta fiebre de análisis que traen consigo la
experiencia del mal, el excesivo tesón de mi carácter, los años, la
ceguera misma... Figúrome que no me entiendes, mi buen Carmelo, y has
de permitirme que por ahora no te diga más.
EL CURA
Francamente, me he quedado en ayunas.
EL CONDE, ~con humorismo~.
¿En ayunas tú?... No lo creo.
EL CURA
¿Tienen algo que ver esas tristezas, que sin duda son nerviosas, con el
porvenir de las señoritas?
EL CONDE, ~rehuyendo entrar en el asunto~.
No sé... Déjame que te diga otra cosa. Mi primera impresión al verlas
y oírlas, fue... claro que fue excelente, de gran regocijo y orgullo,
como has dicho. Creí notar una perfecta consonancia, igualdad más
bien, en el timbre de sus voces. Como no veo bien, sus rostros me han
parecido como dos reproducciones exactas de un mismo tipo. ¿Serán, por
ventura, iguales también sus caracteres, sus almas?
EL CURA, ~después de un ratito de perplejidad~.
¡Oh, no, Sr. D. Rodrigo! Ni son iguales sus voces, ni sus caras, ni
menos sus caracteres.
EL CONDE, ~con gran interés~.
Pues siendo distintas, la una será forzosamente mejor que la otra.
Dime, tú que las has tratado y visto bien, ¿cuál de las dos es la más
inteligente; cuál la de corazón más puro, recto y generoso?...
EL CURA
Difícil es, a fe mía, la respuesta. Ambas son buenas, dóciles,
inteligentes, de corazón hermoso y nobilísimo... algo traviesas, eso
sí; pero observantes de la ley del pudor, muy firmes en los principios
elementales, temerosas de Dios...
EL CONDE
Todo eso es lo que hay en ellas de común: comprendido. ¿Y qué las
diferencia?
EL CURA
Pues discrepan... Verá usted... Dolly toma la iniciativa en las
travesuras; Nell parece más inclinadita a las cosas graves, más
previsora... Dolly es una imaginación viva, una voluntad impetuosa;
Nell, una naturaleza reflexiva, más fija y constante que la otra en
sus aficiones; Dolly, divagando, muestra pasmosas aptitudes para la
vida práctica; Nell, haciendo diabluras, nos deslumbra con destellos
de asombrosa inteligencia... ¿Pero qué he de decirle yo al señor D.
Rodrigo, si en cuanto las trate familiar y diariamente, usted ha de
conocerlas y diferenciarlas mejor que nadie?
EL CONDE, ~dejándose llevar de su sinceridad~.
De eso trato; a eso he venido.
EL CURA
¿Ha venido a...?
EL CONDE
A estudiarlas, a intentar un análisis detenido de sus caracteres...
Las razones de esto no está bien que las sepas por ahora... ~(Variando
de tono.)~ Oye, Carmelo, ¿por qué no te quedas hoy a comer conmigo?
Gregoria no te tratará mal.
EL CURA
La conozco... y sé lo que vale. Pero sin perjuicio de tributar a
Gregoria en otra ocasión los honores debidos, hoy, lo que es hoy, señor
Conde de Albrit, se viene usted a mi casa, a hacer penitencia con _este
cura_.
EL CONDE
Acepto; sí, señor, acepto... ¿A qué hora?
EL CURA
A la una y media en punto.

ESCENA XII
~EL CONDE, EL CURA; EL MÉDICO, joven, pequeñito, de conjunto simpático
y mirar inteligente. Viene de levita y sombrero de copa, el cual revela
en su forma ser prenda de respeto, usada tan solo de año en año, en
ocasiones muy solemnes.~
EL CURA
¡Oh, mediquillo, ven!... ~(Presentándole.)~ Salvador Angulo, nuestro
médico titular.
EL CONDE, ~estrechándole la mano~.
Muy señor mío.
EL MÉDICO
Vengo a ofrecer mis respetos al Señor de Jerusa y de Polan...
EL CONDE, ~recordando~.
Angulo, Angulo... espérese usted...
EL CURA
Es hijo de Bonifacio Angulo, aquel que llamaban aquí por mal nombre
_Cachorro_, guarda de los montes de Laín.
EL CONDE
¡Oh, sí!... _Cachorro_, hombre sencillo y un tanto rudo... servidor
fiel... Le recuerdo perfectamente. ~(Le da otra vez la mano, que el
médico le besa.)~
EL CURA
Y no habrá olvidado el Sr. D. Rodrigo que a este chico le costeó la
carrera en Valladolid.
EL MÉDICO
Por lo cual, debo al señor Conde lo poco que soy, y lo poco que valgo.
EL CONDE
De eso no me acordaba... mi palabra que no me acordaba.
EL CURA
Pues ha de saber usted... no es porque esté delante... que este chico
es una notabilidad... pero una notabilidad, en la ciencia médica.
EL MÉDICO
Por Dios, D. Carmelo...
EL CONDE, ~muy cariñoso~.
Bien, hijo mío; dame un abrazo. ~(Le abraza.)~ Me permitirás que te
tutee. No puedo corregir este hábito de familiaridad, desde que entro
en Jerusa. ~(El médico asiente con mudas demostraciones de respeto.)~
EL CURA
Y ya, ya sé por qué vienes tan pitre, cañamoncito de Jerusa.
EL MÉDICO
Me han nombrado de la comisión que ha de recibir a la señora Condesa de
Laín... Dispénseme, señor Conde, si después de saludarle con el debido
respeto, me retiro...
EL CURA
Hijo, no hay prisa todavía.
EL CONDE
Sí, sí: ve, anda.
EL CURA
Oye, Salvador. En cuanto se acabe la función, una vez que el pueblo
desfogue su entusiasmo con un poco de pólvora y cuatro berridos, y
suene en los aires la última simpleza del discurso que ha de pronunciar
D. José Monedero, te vienes corriendito a casa, y tendrás el honor de
comer con el señor Conde y conmigo.
EL MÉDICO
Bien, bien. ¡Qué honra tan grande!
EL CONDE, ~con alegría~.
¡Qué feliz coyuntura para consultarle con toda calma...!
EL MÉDICO
¿Un padecimiento?
EL CONDE
No es eso. Tú conoces a mis nietecillas; las habrás asistido en alguna
dolencia.
EL MÉDICO
Nell y Dolly disfrutan de una salud enteramente campesina y plebeya.
Las he visitado para indisposiciones sin importancia.
EL CONDE
Pero que a ti, como perspicaz observador, te habrán bastado para
conocer sus temperamentos, qué afecciones prevalecen en cada una, qué
predisposiciones patológicas se marcan en una y otra naturaleza...
porque de seguro habrá diferencia grande en la complexión, en la
constitución anatómica y fisiológica de las dos chiquillas. No sé si me
explico.
EL MÉDICO
Perfectamente. Pero hasta hoy no he tenido ocasión de determinar entre
una y otra notorias diferencias.
EL CURA
En fin, ya tendrán ustedes ocasión de hablar largo y tendido. ~(Suena
un cohete.)~
EL CONDE, ~estremeciéndose~.
Ya está aquí.
EL MÉDICO, ~con mucha prisa~.
Ya llega...
EL CONDE
Anda, hijo, anda.
EL MÉDICO
Con su permiso... No necesito decirle... Humildísimo, incondicional
servidor... ~(Suenan más cohetes.)~
EL CONDE, al Cura.
¿Y tú, no vas, Carmelo?
EL CURA
Indefectiblemente tengo que asomar las narices por allí. No diga la
Condesa que soy descortés...
EL CONDE
No eche de menos la población figura tan culminante en esta clase de
ceremonias.
EL CURA
Si, sí... Me voy. Cuidado, señor Conde. A la una y media en punto.
EL CONDE
No faltaré. De las pocas cosas que me quedan, una es el respeto, la
religión de la puntualidad. ~(Óyese música lejana.)~
EL MÉDICO
Hasta luego.
EL CONDE
Divertirse...
~(Vanse el Cura y el Médico.)~
EL CONDE, ~solo, meditabundo~.
¿Me ayudarán estos en mis investigaciones?... ¿Se penetrarán del
espíritu de rectitud, del sentimiento de justicia con que procedo?...
~(Con desaliento.)~ Lo dudo... Viven en ambiente formado por las
conveniencias, el egoísmo y la hipocresía, y cuando se les habla de la
suprema ley de honor, ponen cara de asombro estúpido, como si oyeran
referir cuentos de brujas. Si no me auxilian, trabajaré yo solo. El
viejo Albrit se basta y se sobra. ~(Suenan más cerca la música y el
rumor popular.)~ ¡Ah! Ya llega, ya entra en Jerusa Lucrecia Richmond...
¡Ya estás aquí, bestia engalanada, estatua viva, deshonesta! ¡Cuánto
deseaba yo esta ocasión!... ¡Tú y yo solos, frente a frente! ~(Se asoma
a una ventana.)~ No sé quién es peor: si tú que paseas impune por el
mundo tu desvergüenza, o un pueblo servil y degradado que te festeja
y te adula. ~(Óyense campanas.)~ Repican por ti... y luego tocarán a
la oración. ~(Furioso, gritando en la ventana, hacia afuera.)~ ¡Pueblo
imbécil, esa que a ti llega es un monstruo de liviandad, una infame
falsaria! No la victorees, no la agasajes. Apedréala, escúpela.

FIN DE LA JORNADA PRIMERA


JORNADA SEGUNDA

ESCENA PRIMERA
~Sala baja en la casa del señor Alcalde de Jerusa, D. José María
Monedero, decorada con lujo barato, en toda la plenitud de la
cursilería con dinero. Cubren las paredes paisajes al óleo, de los
You have read 1 text from Spanish literature.
Next - El abuelo (Novela en cinco jornadas) - 04
  • Parts
  • El abuelo (Novela en cinco jornadas) - 01
    Total number of words is 4609
    Total number of unique words is 1581
    36.3 of words are in the 2000 most common words
    47.4 of words are in the 5000 most common words
    54.4 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • El abuelo (Novela en cinco jornadas) - 02
    Total number of words is 4345
    Total number of unique words is 1477
    35.3 of words are in the 2000 most common words
    49.1 of words are in the 5000 most common words
    55.8 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • El abuelo (Novela en cinco jornadas) - 03
    Total number of words is 4384
    Total number of unique words is 1474
    36.6 of words are in the 2000 most common words
    50.1 of words are in the 5000 most common words
    56.6 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • El abuelo (Novela en cinco jornadas) - 04
    Total number of words is 4417
    Total number of unique words is 1540
    34.2 of words are in the 2000 most common words
    48.4 of words are in the 5000 most common words
    54.8 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • El abuelo (Novela en cinco jornadas) - 05
    Total number of words is 4266
    Total number of unique words is 1439
    36.1 of words are in the 2000 most common words
    49.0 of words are in the 5000 most common words
    56.0 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • El abuelo (Novela en cinco jornadas) - 06
    Total number of words is 4282
    Total number of unique words is 1401
    36.1 of words are in the 2000 most common words
    48.9 of words are in the 5000 most common words
    55.2 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • El abuelo (Novela en cinco jornadas) - 07
    Total number of words is 4424
    Total number of unique words is 1493
    35.4 of words are in the 2000 most common words
    48.5 of words are in the 5000 most common words
    54.9 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • El abuelo (Novela en cinco jornadas) - 08
    Total number of words is 4280
    Total number of unique words is 1306
    37.7 of words are in the 2000 most common words
    50.7 of words are in the 5000 most common words
    56.7 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • El abuelo (Novela en cinco jornadas) - 09
    Total number of words is 4366
    Total number of unique words is 1435
    35.5 of words are in the 2000 most common words
    47.9 of words are in the 5000 most common words
    56.1 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • El abuelo (Novela en cinco jornadas) - 10
    Total number of words is 4374
    Total number of unique words is 1469
    34.7 of words are in the 2000 most common words
    48.3 of words are in the 5000 most common words
    54.9 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • El abuelo (Novela en cinco jornadas) - 11
    Total number of words is 4648
    Total number of unique words is 1631
    33.3 of words are in the 2000 most common words
    46.4 of words are in the 5000 most common words
    53.6 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • El abuelo (Novela en cinco jornadas) - 12
    Total number of words is 4627
    Total number of unique words is 1492
    36.1 of words are in the 2000 most common words
    50.1 of words are in the 5000 most common words
    56.2 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • El abuelo (Novela en cinco jornadas) - 13
    Total number of words is 4350
    Total number of unique words is 1426
    36.3 of words are in the 2000 most common words
    48.1 of words are in the 5000 most common words
    54.3 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • El abuelo (Novela en cinco jornadas) - 14
    Total number of words is 4458
    Total number of unique words is 1355
    37.0 of words are in the 2000 most common words
    51.2 of words are in the 5000 most common words
    57.4 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • El abuelo (Novela en cinco jornadas) - 15
    Total number of words is 4473
    Total number of unique words is 1420
    35.4 of words are in the 2000 most common words
    49.5 of words are in the 5000 most common words
    56.8 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • El abuelo (Novela en cinco jornadas) - 16
    Total number of words is 1543
    Total number of unique words is 636
    43.0 of words are in the 2000 most common words
    55.1 of words are in the 5000 most common words
    60.2 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.