El abuelo (Novela en cinco jornadas) - 12

Total number of words is 4627
Total number of unique words is 1492
36.1 of words are in the 2000 most common words
50.1 of words are in the 5000 most common words
56.2 of words are in the 8000 most common words
Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
si mi bondad fuera un espigón de metal que atrae el rayo... Señor, he
llegado a un extremo tal de sufrimiento, que ya no puedo más; quiero
arrojar por ese cantil el fardo de mi bondad, que es mi vida. Mi vida,
o sea mi bondad, ya me enfada, me apesta, me revuelve el estómago...
¡Váyase a los profundos abismos, bendita de Dios!
EL CONDE
Ten paciencia, Pío. Si eres tan bueno, Dios te dará tu merecido... Pero
si hemos de charlar, desahogando en la confianza y amistad recíprocas
las penas de uno y otro, no será malo, bendito Coronado, que me lleves
a un sitio cómodo donde pueda sentarme. Por mi nombre te juro que estoy
cansado.
D. PÍO, ~guiándole~.
Precisamente llegamos a un recodo donde estaremos a cubierto del
vendaval. Entre estas peñas enormes, que parecen dos formidables
canónigos con sus sombreros de teja, he descabezado yo mis sueñecitos
algunas noches que he dormido fuera de casa. Aquí podemos sentarnos,
sobre esta limpia arena llena de caracolitos, y hablar todo lo que nos
dé la gana. ~(Se sientan.)~
EL CONDE
Dime, Pío: ¿al fin se murió tu mujer?
D. PÍO, ~tocando las castañuelas~.
¡Al fin! sí, señor. Dos años hace ya que el infierno la quiso para sí.
EL CONDE
¡Cuánto habrás padecido, pobre Coronado! De veras te digo que no hay en
la sociedad vicio más desorganizador ni de peores consecuencias que la
infidelidad conyugal; y cuando ese atroz delito trae el falseamiento
de la ley del matrimonio y el fraude de la sucesión, no hay palabra
bastante dura para anatematizarlo. Pues bien: aquí donde me ves, yo
estoy en el mundo para combatir y anular las usurpaciones de estado
civil, producidas por el desacuerdo entre la Ley y la Naturaleza.
Nuestros legisladores no han tenido valor para abordar este problema.
Yo lo tengo. He declarado la guerra a la impureza de los nombres, y a
todas las ilegitimidades producidas por el infame adulterio.
D. PÍO, ~embobado~.
Ya... ¿Y qué hace el señor Conde para...?
EL CONDE
Por de pronto, descubrir la usurpación... sacarla a la vergüenza
pública... ¿Te parece poco? ~(D. Pío, ensimismado, no dice nada.)~ Pero
no hablemos ahora de mis cuitas, sino de las tuyas. Tu mujer, según
creo, te dejó un mediano surtido de hijas.
D. PÍO, ~secamente, mirando al suelo~.
Seis...
EL CONDE
Que son seis arpías, según se cuenta.
D. PÍO, ~con aflicción~.
Llámelas usía demonios o fieras infernales, pues arpías es poco. No me
tienen ningún respeto, ni viven más que para martirizarme.
EL CONDE
¡Y lo aguantas! Tu bondad, pobre Coronado, raya en lo inverosímil,
porque si no miente el vulgo... permíteme que te hable con una
franqueza que resulta tan extremada como tu bondad... tus hijas... no
son tus hijas.
D. PÍO, ~después de una pausa~.
Señor, por duro que sea declararlo, yo... En efecto, tan cierto como
esta es noche, esas hijas... no me pertenecen.
EL CONDE
Y si de ello estás tan seguro, ¿cómo las tienes contigo?
D. PÍO
Por ley de la costumbre, que es la gran encubridora de las perrerías
que hace la bondad. Desde que nacieron las tengo a mi lado. Me quito el
pan de la boca para dárselo a ellas... Las he visto crecer, crecer...
Lo peor es que de niñas me querían, y yo... ¿para qué negarlo?...
las he querido, casi las quiero, no lo puedo remediar... ~(Albrit
suspira.)~ No tengo vergüenza, ¿verdad, señor Conde? No soy digno de
hablar con un caballero como usía.
EL CONDE
Eres un desgraciado, y yo quiero que seamos amigos. Dime otra cosa:
esas tarascas, ¿permanecen solteras?
D. PÍO
Dos casaron con los primeros ladrones del pueblo. A una la abandonó
el marido, y está otra vez en mi casa: empina el codo, y me dice las
cosas más indecentes que se le pueden decir a un hombre. María y
Rosario tienen por novios a dos perdidos: el uno barbero, el otro muy
dado al matute. Esperanza es loca por los hombres, y se va tras ellos
por calles y caminos, sin reparar que sean soldados, amoladores o
titiriteros, y Prudencia, la más chica, me ha salido un poquito bruja.
Echa las cartas, cura por salutaciones... y roba todo lo que puede.
EL CONDE, ~con piadosa lástima~.
No conozco otro ser más dejado de la mano de Dios. Sobre tu bondad caen
todas las maldiciones del cielo. ¿Cómo en tantos años no has tenido un
día, una hora de entereza de carácter, para echar de tu lado a esas
hembras espúreas que te consumen la vida?
D. PÍO
No me pida el señor Conde que tenga carácter, que es como pedir a estas
peñas que den uvas y manzanas. Soy bueno; me reconozco el mejor de los
hombres. En un punto está que uno sea un santo o un mandria. Mi mujer,
que de Satanás goce, me dominaba; me hacía temblar con solo mirarme. Yo
hubiera tenido valor delante de una docena de tigres; delante de aquel
monstruo no lo tenía. Tan grande como mi paciencia era su liviandad. Me
traía los hijos; nacían en casa. Yo le decía verdades como puños; pero
no me escuchaba. ¿Qué había de hacer yo con las pobres criaturas, ni
qué culpa tenían ellas? ¡No las había de tirar en medio de la calle!
Crecían, eran graciosas, se dejaban querer. El tiempo me alargaba la
bondad, y yo era más bueno cada día... y me dejaba ir, me dejaba ir...
Nunca tuve resolución... Mañana será otro día, decía yo, y, en efecto,
señor, todos los días, en vez de ser otros, eran los mismos... El
tiempo es muy malo, es como la bondad... Entre uno y otro hacen estas
maldades que no tienen remedio.
EL CONDE, ~meditabundo~.
Buen Pío, tu filosofía resulta dañina; tu bondad siembra de males toda
la tierra.
D. PÍO
Déjeme que siga contándole, para que acabe de despreciarme. Lo que
sufro con esas culebronas a quienes llamo hijas, no hay palabras
para decirlo. Ellas me pegan, ellas me insultan, ellas me matan de
hambre; ellas gozan con mis dolores, con mi vergüenza... ¡Qué malas,
qué malas son! Cada una es un demonio, y juntas el infierno. Y que
no me vale huir de mi casa y abandonarlas, porque salen desaforadas a
buscarme, y me cogen, y me llevan por fuerza, y me besuquean y hacen
mil carantoñas. Tengo el corazón tan blando, que cuando veo llorar a
alguien soy un río de lágrimas. Pues cuando alguna se pone mala, ¡si
viera usía lo inquieto y apenado que estoy! Nada, que me falta tiempo
para correr a casa del médico, a la botica...
EL CONDE
Eres cosa perdida. Vas al abismo, buen Coronado.
D. PÍO, ~agitadísimo~.
Lo sé, señor Conde... Por eso pido a Dios que me lleve pronto al cielo,
porque allí, lo que es allí... supongo que podrá uno ser tierno de
corazón y de voluntad sin perjudicarse... allí puede uno ser todo amor,
sin que le descalabren, le pellizquen y le aporreen.
EL CONDE
El cielo, sí. Para ti no hay otro sitio. Aquel es tu mundo, y no
debiste, no, Coronado, no debiste venir a este.
D. PÍO, ~con desesperación~.
¿Pero acaso yo me he traído?
EL CONDE
Si no te has traído, puedes volverte cuando quieras. Ahora comprendo la
razón y excelente lógica de tus propósitos de suicidio.
D. PÍO, ~con efusión~.
Me suicido porque soy un ángel, y nada tengo que hacer en este mundo.
EL CONDE, ~indicando la dirección del cantil~.
Es verdad... Vete pronto al tuyo, al cielo. Por hacerme compañía no te
entretengas.
D. PÍO, ~que, sintiendo frío en la cabeza, se la cubre con el pañuelo,
y anuda las puntas bajo la barba~.
Si quisiera el señor Conde prestarme su pañuelo para sonarme, pues el
mío me lo he puesto por la cabeza...
EL CONDE
Hijo, sí; tómalo y suénate todo lo que quieras... Me parece que debemos
continuar andando, porque nos enfriamos. Yo estoy aterido.
D. PÍO
Como el señor Conde guste. ~(Levántase y le da la mano.)~ El viento
afloja; ahora se descubre la luna.
EL CONDE, ~andando los dos del brazo~.
Pues en este momento, mi buen Coronado, se me ocurre una idea que puede
ser tu salvación. Tú te librarás de todo el mal a que tu bondad te ha
traído, y yo tendré el gusto de producir en ti el único bien que has
disfrutado en tu vida.
D. PÍO, ~algo inquieto~.
¿Qué idea es esa, Sr. D. Rodrigo?
EL CONDE
Pues muy sencillo. Tú no tienes valor para lanzarte de este mundo al
otro. El valor que a ti te falta, a mí me sobra. Te agarro, te arrojo
por el cantil, y al llegar abajo ya eres cadáver y se han acabado tus
sufrimientos. ~(Pausa.)~
D. PÍO, ~que se rasca la cabeza, metiendo la mano por debajo del
pañuelo~.
Es una idea excelente. Por mi parte, no me opongo... Al contrario... Lo
único que temo es que la muerte no sea muy rápida...
EL CONDE
¿Pero qué estás diciendo? Morirás en menos de cinco segundos. No,
no encontrarás muerte mejor, ya emplees arma, veneno, o el ácido
carbónico. Muerte instantánea, súbita entrada en la felicidad, en el
Paraíso, del que nunca debiste salir. Si no me engaño, estamos en una
parte del cantil que ni de encargo. Aquí la cortadura es vertical, la
altura vertiginosa... Conque...
D. PÍO, ~algo alelado~.
Sí, sí... Pero ahora caigo en otro inconveniente, y este sí que es
grave, gravísimo, señor Conde. Como alguien nos habrá visto venir
hacia acá, fácil es que acusen a usía de mi muerte; y le metan en la
cárcel... y causa criminal al canto, por homicidio, con nocturnidad,
alevosía... No, no, señor Conde. ¡Cómo había yo de consentirlo!
EL CONDE
Nadie nos ha visto, ni es lógico que sospechen de mí... Decídete: ya
ves qué fácil, ahora... ¿Oyes la mar que brama, como pidiendo que le
arrojen algo con que entretenerse?... Pero hay más, carísimo Pío:
figúrate tú el chasco que se llevarán tus hijas cuando vean que ya no
tienen a quien martirizar, que se les ha escapado la víctima... ¡ja!
¡ja!... Se revolverán unas contra otras, y furiosas, tirándose de los
pelos, se enzarzarán con uñas y dientes...
D. PÍO, ~riendo~.
Sí, sí... y a ver quién les mantiene el pico... ¡Y que van a rabiar
poco esas bribonas cuando yo me vaya! ¡Y con qué júbilo les diré yo
desde allá: «Fastidiaos ahora, grandísimas puercas...!» Por supuesto,
créame el Sr. D. Rodrigo, al recibir la noticia de que me ha tragado la
mar, llorarán... porque, en medio de todo, me quieren... a su modo.
EL CONDE
Y tú a ellas también. Remachas tu bondad con el tremendo deshonor de
amarlas. Para poner fin a tanta ignominia, es preciso... ~(Le agarra
fuertemente por la cintura.)~
D. PÍO, ~riendo, para disimular su temor~.
Otro día, señor Conde, otro día... Esta noche me encuentro algo
destemplado.
EL CONDE, ~soltándole~.
Como tú quieras.
D. PÍO, ~alejándose del cantil~.
No podemos, no podemos tomar esa determinación sin que yo escriba un
papel en que diga que sucumbo de _motu proprio_.
EL CONDE
Bien. No está de más hacer las cosas con la preparación y formalidad
debidas.
D. PÍO, ~gravemente~.
Otra noche, después de disponerlo todo muy bien, nos reuniremos aquí.
EL CONDE
Pues mira, ahora me alegro de que se quede la función para otra noche,
porque así podrás darme algunas informaciones acerca de mis nietas...
Dime: ¿en dónde estamos ya?
D. PÍO
Cerca del Calvario, en el lindero del bosque.
EL CONDE
Pues al pie de la cruz echaremos otra sentada... Me harás el favor de
decirme...
D. PÍO
Todo lo que el señor Conde quiera.
~(Despéjase un poco el cielo, y a la claridad de la luna andan los dos
ancianos con menos lentitud. Llegan al Calvario, y se sientan en la
meseta de granito que sustenta las cruces.)~
EL CONDE
Muy bien estamos aquí... Hablemos de Nell y Dolly. Dime, ante todo: ¿tú
te sientes con el saber, con la suficiencia necesaria para instruir a
mis nietas? ¿Te reconoces verdadero maestro de lo que ellas ignoran?
D. PÍO
Señor Conde, yo...
EL CONDE
Nada, nada: deja a un lado el amor propio, y respóndeme. Olvídate de
quien soy y de quien eres. Somos dos amigos.
D. PÍO, ~olvidando las categorías~.
Pues amigo Albrit, diré a usted... digo, a usía que, tan cierto como
ese astro es luna, yo no sé una palabra de nada. Sabía, sí, sabía
mucho, aunque me esté mal el decirlo; pero las desgracias me han
desconcertado horriblemente el magín. Mi memoria es un desván lleno
de telarañas. Subo a él en busca de mi sabiduría, y solo encuentro
retazos deshechos, trastos inútiles... Y como soy hombre de conciencia,
más de una vez le he dicho a D. Carmelo que busque otro preceptor
para las niñas... Una sola ciencia, o arte más bien, conservo en mi
caletre. Es lo único que me queda, en esta dispersión tristísima de mis
conocimientos.
EL CONDE
¿Qué es?
D. PÍO
Pues la Mitología. Todo lo he olvidado, menos el admirable y poético
simbolismo de los griegos... Es raro, ¿verdad? ¿Y a qué debo atribuir
que se agarre a mi entendimiento la dichosa Mitología? Pues lo atribuyo
a que en ella todo es falso. En conciencia, señor Conde, yo declaro que
no puedo enseñar a las niñas más que dos cosas: la reforma de letra,
por Torío, y la fábula mitológica.
EL CONDE
Ya no tendrás que enseñarles nada, bendito Coronado... Y ahora, vamos
a mi asunto: tú que las has tratado íntimamente; tú que has vivido
en contacto con sus inteligencias en capullo, con sus corazones
virginales, dime: ¿cuál de las dos te parece más noble, más moralmente
bella, más digna de ser amada?
D. PÍO, ~meditabundo~.
No es tan fácil determinar...
EL CONDE
Porque iguales no han de ser. En la Naturaleza no hay dos seres
enteramente iguales.
D. PÍO
Igualdad, en efecto, no hay. Los caracteres son distintos. Vaya usted a
saber si salen al padre, a la madre, o a los abuelos...
EL CONDE
Yo quiero que designes la mejor. Figúrate que una ley ineludible
te obliga a tomar una y a sacrificar la otra. ~(D. Pío se muestra
sorprendido y confuso.)~ Hazte cuenta de que no hay más remedio, de que
no puedes evadir el dilema terrible.
D. PÍO, ~rascándose la cabeza~.
¡Vaya un compromiso! Pues si la cosa es tan por la tremenda, si
no hay más solución que escoger una... ~(Decidiéndose, tras larga
vacilación.)~ Pues... con todas sus travesurillas, con toda su
inquietud diablesca, y, si se quiere, desvergonzada, la preferida es
Dolly.
EL CONDE
¿Y en qué te fundas para tu preferencia?
D. PÍO, ~lleno de confusiones~.
No sé... Hay algo en Dolly que me parece superior a cuanto vemos en
el mundo. O mucho me equivoco, señor de Albrit, o la engendraron los
ángeles.
EL CONDE, ~gozoso de encontrar una afirmación~.
Mi Rafael era un ángel. Soy de tu opinión con respecto a Dolly,
agudísimo Coronado. Veo que tu inteligencia sabe penetrar en la razón
y fundamento de las cosas. Y me figuro que tu juicio se funda en
observaciones...
D. PÍO, ~con inocencia angelical~.
Sí, señor... también. Cuando estuvo aquí toda la familia dos años ha,
observé en el señor Conde de Laín la misma preferencia.
EL CONDE, ~excitado~.
¿De veras?... ¿Qué me dices?
D. PÍO
Cuando paseaban, que era las más de las tardes, Dolly iba colgadita del
brazo de su papá.
EL CONDE
¡Oh, Coronado ilustre, qué consuelo me das!
D. PÍO, ~apoyándose en la rodilla de Albrit~.
Y Nell del de su madre. D. Rafael idolatraba a Dolly.
EL CONDE
¿Dices que hace dos años?
D. PÍO
Y antes lo mismo. Después no volvió por aquí.
EL CONDE, ~animadísimo~.
Pío, gran Pío, abrázame. La concordancia de tus ideas con las mías, me
llena de júbilo.
D. PÍO, ~con desaliento~.
El señor Conde es feliz. Sus nietas le adoran y le dan mil consuelos.
Yo, en cambio, tengo el infierno en mi casa.
EL CONDE, ~gozoso~.
Respira, hijo. Tus infortunios concluirán pronto, gracias a mí, y te
hartarás de bienaventuranza, y tu bondad podrá explayarse, ser eficaz,
y servir de ejemplo en el cielo mismo.
D. PÍO, ~sorprendido de la animación de su amigo~.
Parece que está contento el señor Conde.
EL CONDE
Sí... ¡Siento en mí una alegría...! Me río de pensar en la cara que
pondrán Gregoria y Venancio cuando me vean entrar. Esta noche cenarás
conmigo.
D. PÍO, ~suspirando~.
Bueno: así entraré más tarde en casa. Cuando llegue a las tantas, y
cenado, será ella.
EL CONDE
Te acompaño, ¿quieres? y armados los dos con buenas estacas, daremos un
recorrido a las bribonas de tus hijas.
D. PÍO, ~contagiado del humor festivo del Conde~.
Por Saturno, padre de los dioses, señor, que eso sería un lindo paso.
Pero, ¡ay, cómo se vengarían después las muy perras!
EL CONDE, ~en vena de hilaridad~.
¡Y ese _bon vivant_ de Carmelo, y el Médico, que creen haberme dejado
preso en los Jerónimos, figúrate la cara que pondrán...!
D. PÍO, ~tocando las castañuelas~.
Sí, sí: estará bueno el sainete.
EL CONDE, ~impaciente~.
Vamos, vamos, que ya es hora de que nos riamos tú y yo, para
desenmohecer nuestros espíritus, quitándonos las murrias de esta noche
lúgubre... Bendito Coronado, padre general de los pelmazos, compendio
de todos los males que acarrea la bondad, ya mereces la alegría... Ven
a mi casa.
~(Se agarran del brazo, y apoyándose el uno en el otro, se dirigen con
incierto paso a la Pardina.)~

ESCENA XIII
~Comedor en la Pardina.~
~VENANCIO, GREGORIA, SENÉN, disponiéndose a cenar; después EL CONDE y
D. PÍO. Gregoria pone la mesa.~
VENANCIO
Me parece mentira que estemos libres de ese estafermo insoportable.
GREGORIA
¡Ay qué descanso! Ya vivimos otra vez en la gloria. Cenaremos
tranquilos, y nos acostaremos dando gracias a Dios.
SENÉN
¿Y estáis bien seguros de que se conformará con el encierro?
GREGORIA
Y si no se conforma, que llame a Cachán.
VENANCIO
Dice D. Carmelo que se quedó dormidito en el coro. Pues como se
desmande y quiera escabullirse, no faltará quien le sujete; que el
Prior de Zaratán no es hombre de mieles como nosotros, y las gasta
pesadas. ~(Óyese la campana de la puerta.)~
GREGORIA, ~temblando~.
¡Jesús me valga!
VENANCIO
Ha sonado la campana... Alguien entra... ~(Se asoma a la ventana.)~
Será José María...
SENÉN, ~que también se asoma~.
¡Qué chasco, si fuera Albrit!...
GREGORIA, ~trémula~.
Si me parece que he oído su voz diciendo: «¡Ah de casa!»
VENANCIO
No puede ser... ~(Mirando afuera.)~ ¡Rayos y jinojos, él es!
GREGORIA
Será un alma del otro mundo...
SENÉN
Se ha escapado el león...
EL CONDE, ~entrando; tras él D. Pío, que, distraído, conserva su
pañuelo a la cabeza~.
Sí, aquí está la fiera... Soy yo, mis queridísimos Gregoria y Venancio;
el propio Albrit, vuestro señor que fue, después vuestro huésped.
~(Dirígese con calma al sillón que suele ocupar.)~ Y me acompaña mi
buen amigo D. Pío Coronado, a quien veis en esa extraña facha porque el
aire le privó de su sombrero.
D. PÍO, ~con timidez, quitándose el pañuelo~.
Perdón les pido... Me retiraré si estorbo.
EL CONDE
Aquí no estorba nadie... ~(A Venancio y Gregoria.)~ Ya comprenderéis
que no vengo a pediros nuevamente hospitalidad. Con vuestras groserías
me arrojásteis de la Pardina. No veáis en mí al pobre importuno que,
despedido cien veces, cien veces vuelve. No; no entro en vuestra casa;
entro en la casa de mis nietas, a quienes necesito ver esta noche.
VENANCIO
Señor... yo no he arrojado a usía... Es que se creyó que estaría mejor
en los Jerónimos.
EL CONDE
¡Al diablo tú y los Jerónimos!
GREGORIA
La santa Virgen nos ampare.
SENÉN, ~queriendo meter su cucharada~.
Lo que quiere decir el señor Conde es que...
EL CONDE, ~impaciente~.
Lo que quiero decir es que necesito ver a mis nietas pronto. ¿Dónde
están? ¿Por qué no han salido a recibirme?
GREGORIA
Ha olvidado el señor que las convidó la señora del Alcalde.
EL CONDE, ~severo~.
Que vayan a buscarlas inmediatamente. ~(Gregoria y Senén se ofrecen a
traer a las niñas.)~ No, de ti no me fío... Tampoco tú eres de fiar...
D. Pío, hágame el favor de traerme a Nell y Dolly.
SENÉN, ~lisonjero~.
Iré yo también, para que vea usía con qué solicitud ejecuto sus
órdenes. ~(Vanse Senén y D. Pío.)~
VENANCIO, ~haciendo de tripas corazón~.
El señor querrá tomar algo.
GREGORIA
Como no contábamos con usía, nada hay preparado.
EL CONDE
Os lo agradezco. Cuando vengan mis nietas decidiré. Tú, Venancio, me
harás el favor de ir a la Rectoral, y decir a Carmelo que deseo verle
esta noche.
VENANCIO
El señor Cura estará cenando...
EL CONDE
Eso no es cuenta tuya. Haz lo que te digo.
VENANCIO
Bien, señor.
GREGORIA
¿Y a mi qué me manda usía?
EL CONDE
Que puedes irte a tus quehaceres. Deseo estar solo. ~(Apoyando en la
mano su cabeza, quédase meditabundo.)~
GREGORIA, ~a su marido, que, al retirarse, amenaza con un gesto
furtivamente al Conde~.
¡Por Dios, Venancio...!
VENANCIO
¡Otra vez en mi casa...! Yo te juro que mañana no habrá en la Pardina
más que un león... el de piedra, que está en el escudo. ~(Se van.)~

ESCENA XIV
~Jardín y casa del Alcalde. Al llegar Senén y D. Pío, ven y admiran el
jardín, iluminado con farolitos de colores colgados de los árboles.
En la sala baja, cuyas ventanas están abiertas, suena el cascabeleo
del piano. Óyense desde la calle alegres risotadas, cantos juveniles y
pataditas de baile.~
~LA ALCALDESA, SENÉN; después NELL; mucha y diversa gente, pollas y
chicarrones de la localidad.~
SENÉN, ~hablando con la Alcaldesa en la puerta de la sala baja, que
está de bote en bote~.
Sí, señora, que vayan al momento. Nos ha mandado a D. Pío y a mí con
esta comisión. Al maestro le he dejado en el jardín como un palomino
atontado. Esta y no otra es la razón de que vengamos a turbar el
regocijo de su fiesta _monocrástica_.
LA ALCALDESA, ~sofocando la risa~.
Onomástica, Senén.
SENÉN, ~sin dar su brazo a torcer~.
En Madrid lo decimos de varios modos. Decimos también _fiesta
morganática_.
LA ALCALDESA
Bien, hombre, no riñamos por una palabra... Pero no acabo de creer que
el león se haya escapado de la espléndida jaula de Zaratán. Cuando lo
sepa José María, ¡bueno se pondrá! ¡Y D. Carmelo tan confiado en que
el Prior se daría sus mañas para retenerle!
SENÉN
_Me inclino a creer_ que no hay quien pueda con Albrit. Para su
soberbia no se han inventado jaulas ni barrotes bastante fuertes.
LA ALCALDESA
Te advierto que las chicas no saben nada de esta conspiración para
enjaular a su abuelo.
SENÉN
Conviene que lo ignoren.
LA ALCALDESA
Es un dolor que ese viejo extravagante las llame en lo mejor de la
fiesta. ¡Están tan divertidas las pobres! Lo que han gozado esta
tarde no puedes figurártelo. Entra, y tomarás un dulce y una copa.
~(Senén da las gracias, y trata de ganar terreno dentro de la sala;
pero el apretado gentío se lo impide.)~ Está esto imposible... Pues
sí; ahora se ve que a estas infelices niñas de Albrit les gusta la
sociedad, y que para la sociedad han nacido. Da pena verlas hechas unos
saltamontes, del bosque a la playa y de la playa al bosque, cuando su
centro, su atmósfera, como quien dice, es la buena sociedad, el dar
broma con decoro, y el divertirse lícitamente. Esta tarde lo hemos
visto. ¡Virgen, lo que han picoteado con Manolo y Serafín, los de la
confitera! Ellos son saladísimos, llenos de picardía, eso sí; pero
elegantitos. Estudian en Madrid.
SENÉN, ~introduciéndose más~.
Les conozco.
LA ALCALDESA
Van a los estrenos, frecuentan las reuniones, saben de memoria todas
las tonadillas del género chico, montan en bicicleta...
SENÉN
Son chicos muy simpáticos... Allá veo a Dolly de conversación tirada
con el tontaina de Tomasín, el del Registrador. Como hay Dios, que le
está tomando el pelo.
LA ALCALDESA
¿Esa? Es capaz de tomárselo al lucero del alba.
SENÉN
Procure usted, Doña Vicenta, echármelas para acá, y si no puede usted
a las dos, cójame a la que pueda... que ya es tarde, y el león debe de
estar impaciente, sacudiendo las melenas.
~(Intérnase Vicenta. Nell, rompiendo por entre el gentío, sofocada,
fulgurantes los ojos de la batahola del baile y de la excitación de
tanto charloteo, va en busca del antiguo criado de su casa.)~
SENÉN
Señorita Nell, aquí estoy.
NELL
¡Vaya un fastidio, Senén! ¡Qué poco nos dura el contento! ¿Por qué
no nos deja el abuelito cenar aquí? ¿Se ha puesto malo? ~(Senén
deniega.)~ Pues nos iremos. Espérate un poquito... A ver dónde está
Dolly.
SENÉN, ~en tono de protección~.
¡Es lástima que las señoritas no disfruten de la sociedad!... Pero,
según mis _informes autorizados_, pronto se les acabará el aburrimiento
y la sosería de este destierro de Jerusa.
NELL, ~con vivo interés~.
«Según tus noticias,» has dicho... Ah, Senén, tú has estado en Verola.
¿Hablaste con mamá?
SENÉN, ~haciéndose el discreto~.
Vine esta mañana de Verola. Los vientos que allí corren son que la
señora Condesa, cuando regrese a Madrid, no dejará a sus hijas en esta
_villa provinciana_.
LA ALCALDESA, ~en alta voz, en medio de la sala, dando palmadas~.
Aquí no se cabe, señoritas y caballeros. Al jardín, a mi jardín, que
para eso os lo he iluminado a la veneciana.
~(Salida impetuosa de la muchedumbre juvenil de ambos sexos, y de las
personas mayores. La juventud se precipita, toma la delantera a los
viejos, y se desborda fuera del recinto, ávida de mayor y más fresco
espacio en que producir su actividad bulliciosa: la oleada pasa junto a
Senén, pero no le arrastra.)~
NELL, ~que permanece en la sala, conteniendo su afán de correr también
hacia el jardín~.
Dime pronto. ¿Te habló mamá? ¿Nos llevará consigo? ~(Senén afirma.)~
¿Pero es verdad, o suposiciones tuyas? ¿Vuelve mamá por aquí?
SENÉN
Seguramente. Dentro de unos días... Hay allí mucha grandeza, marqueses
y duques.
NELL
¿Y eso qué...?
SENÉN, ~como quien recela decir lo que sabe~.
La señora no podrá... En fin, no sé. Eso depende...
NELL, ~inquieta~.
Habla pronto; dime lo que sepas, o me voy.
SENÉN
No podré _comunicar_ nada a la señorita si no tiene un poquitín de
paciencia. ~(Nell quiere conducirle al jardín.)~ Mejor hablamos aquí.
Ya ve la señorita que nos hemos quedado solos.
NELL, ~en quien por el momento puede más la curiosidad que el anhelo de
divertirse~.
Bueno: pues aquí me estoy.
SENÉN
Por esta noche, me limito a _consignar_... y esta es noticia adquirida
en los centros oficiales... que la señora Condesa ha decidido
presentar a sus niñas en sociedad.
NELL
Tú me engañas, Senén maldito. ¡Oh! Pues si eso fuera verdad, y
acertaras... vamos, te regalaría yo muy pronto un alfiler de corbata
mejor que ese que llevas... ¿Hablas en broma?
SENÉN, ~radiante de fatuidad~.
Hablo con toda la seriedad propia de mi carácter. Y si la señorita me
promete guardar secreto, le diré otra cosa. Pero ha de asegurarme que
esto no saldrá de entre los dos... ¿Palabra?
NELL
Palabra... y el alfiler si resulta que no me engañas. ~(Senén remusga,
haciéndose de rogar.)~ Maldito, habla de una vez... Vamos, no sé qué te
haría.
SENÉN
Queda entre los dos... No fastidiar... Pues... quieren casar a la
señorita...
NELL, ~vivamente, poniéndose muy encarnada~.
¡A mí!
SENÉN
A usted... con el primogénito de los Duques de Utrech... Ya sabe:
Paquito Utrech, Marqués de Breda... lleva ese título hace seis meses.
¡Vaya un partido! ¡Rico él, elegante él, guapo él!...
You have read 1 text from Spanish literature.
Next - El abuelo (Novela en cinco jornadas) - 13
  • Parts
  • El abuelo (Novela en cinco jornadas) - 01
    Total number of words is 4609
    Total number of unique words is 1581
    36.3 of words are in the 2000 most common words
    47.4 of words are in the 5000 most common words
    54.4 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • El abuelo (Novela en cinco jornadas) - 02
    Total number of words is 4345
    Total number of unique words is 1477
    35.3 of words are in the 2000 most common words
    49.1 of words are in the 5000 most common words
    55.8 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • El abuelo (Novela en cinco jornadas) - 03
    Total number of words is 4384
    Total number of unique words is 1474
    36.6 of words are in the 2000 most common words
    50.1 of words are in the 5000 most common words
    56.6 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • El abuelo (Novela en cinco jornadas) - 04
    Total number of words is 4417
    Total number of unique words is 1540
    34.2 of words are in the 2000 most common words
    48.4 of words are in the 5000 most common words
    54.8 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • El abuelo (Novela en cinco jornadas) - 05
    Total number of words is 4266
    Total number of unique words is 1439
    36.1 of words are in the 2000 most common words
    49.0 of words are in the 5000 most common words
    56.0 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • El abuelo (Novela en cinco jornadas) - 06
    Total number of words is 4282
    Total number of unique words is 1401
    36.1 of words are in the 2000 most common words
    48.9 of words are in the 5000 most common words
    55.2 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • El abuelo (Novela en cinco jornadas) - 07
    Total number of words is 4424
    Total number of unique words is 1493
    35.4 of words are in the 2000 most common words
    48.5 of words are in the 5000 most common words
    54.9 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • El abuelo (Novela en cinco jornadas) - 08
    Total number of words is 4280
    Total number of unique words is 1306
    37.7 of words are in the 2000 most common words
    50.7 of words are in the 5000 most common words
    56.7 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • El abuelo (Novela en cinco jornadas) - 09
    Total number of words is 4366
    Total number of unique words is 1435
    35.5 of words are in the 2000 most common words
    47.9 of words are in the 5000 most common words
    56.1 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • El abuelo (Novela en cinco jornadas) - 10
    Total number of words is 4374
    Total number of unique words is 1469
    34.7 of words are in the 2000 most common words
    48.3 of words are in the 5000 most common words
    54.9 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • El abuelo (Novela en cinco jornadas) - 11
    Total number of words is 4648
    Total number of unique words is 1631
    33.3 of words are in the 2000 most common words
    46.4 of words are in the 5000 most common words
    53.6 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • El abuelo (Novela en cinco jornadas) - 12
    Total number of words is 4627
    Total number of unique words is 1492
    36.1 of words are in the 2000 most common words
    50.1 of words are in the 5000 most common words
    56.2 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • El abuelo (Novela en cinco jornadas) - 13
    Total number of words is 4350
    Total number of unique words is 1426
    36.3 of words are in the 2000 most common words
    48.1 of words are in the 5000 most common words
    54.3 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • El abuelo (Novela en cinco jornadas) - 14
    Total number of words is 4458
    Total number of unique words is 1355
    37.0 of words are in the 2000 most common words
    51.2 of words are in the 5000 most common words
    57.4 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • El abuelo (Novela en cinco jornadas) - 15
    Total number of words is 4473
    Total number of unique words is 1420
    35.4 of words are in the 2000 most common words
    49.5 of words are in the 5000 most common words
    56.8 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • El abuelo (Novela en cinco jornadas) - 16
    Total number of words is 1543
    Total number of unique words is 636
    43.0 of words are in the 2000 most common words
    55.1 of words are in the 5000 most common words
    60.2 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.