De Sobremesa; crónicas, Cuarta Parte (de 5) - 1

Total number of words is 4623
Total number of unique words is 1618
34.9 of words are in the 2000 most common words
47.8 of words are in the 5000 most common words
54.6 of words are in the 8000 most common words
Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.

De sobremesa
CRÓNICAS

Cuarta serie


Jacinto Benavente

De sobremesa

CRÓNICAS

_CUARTA SERIE_

MADRID
PERLADO, PÁEZ Y COMPAÑÍA
SUCESORES DE HERNANDO
Arenal, 11 y Quintana, 31 y 33
1912


ES PROPIEDAD.--DERECHOS RESERVADOS

Artes Gráficas MATEU.--Paseo del Prado, 30.--Madrid.


[Ilustración]


De sobremesa


I

La obra de Gregorio Martínez Sierra _Canción de cuna_ es una de las más
bellas comedias estrenadas en estos últimos años. Fuí de los primeros
en conocerla y en predecir su triunfo. Aunque el aplauso del público y
los justos elogios de la crítica no hubieran sido en esta ocasión tan
unánimes, en nada hubiera rectificado mi juicio. Además... ¡esperaba
desde hace tanto tiempo esa comedia! ¿Os acordáis, mi querido Gregorio,
de aquella Redacción del _Madrid Cómico_, y de aquel vuestro primer
libro, y de vuestra timidez, que es el pudor de las inteligencias
honradas; timidez y pudor que hoy desconocen tantos jovenzuelos osados
que aun no escribieron una línea y ya creen haber conquistado el mundo?
A cualquiera podrá haberle sorprendido el triunfo de ahora, el que
muchos llaman definitivo, ¡haber llegado! A mí no podía sorprenderme:
no es Gregorio Martínez Sierra de los que se revelan de pronto. ¡Dios
nos libre de las revelaciones! Si esta obra es una cifra brillante en
su haber literario, no vino por un golpe de audacia ó de fortuna; es
la suma de muchos sumandos que ya indicaban la riqueza acumulada por
un trabajo constante, progresivo, bien intencionado siempre. Gregorio
Martínez Sierra no es de los que aciertan una vez á sorprender con
relámpagos ó fuegos artificiales; la luz de su entendimiento es calor
de hogar permanente, porque es calor de corazón...
Y ahora, mi amigo de siempre, cuando yo sé que alguna vez juzgasteis
tibieza de mi amistad el no haberse representado antes alguna de
vuestras comedias, ¿lo deploráis ahora? ¿No veis cómo todo llega á su
tiempo? ¿No veis cómo todo viene encadenado en la vida, y cuando á
distancia vemos los años pasados, tan necesarias como las alegrías son
las tristezas para armonizar el destino de nuestra existencia? Hora por
hora procuramos huir del dolor que nos sale al paso y se levanta ante
nosotros como obstáculo entorpecedor; al cabo de los años nos parece
que algo hubiera faltado en nuestra vida si aquel dolor nos hubiera
faltado.
Y era cuanto yo quería decir en el día del triunfo, que yo no llamo
definitivo, al autor de _Canción de cuna_. Y sabed, mi amigo de
siempre, que una buena lágrima que tal vez visteis asomar á mis ojos
al abrazaros después del estreno de vuestra obra, venía de más lejos
que de la emoción causada por la obra misma: venía de muchos recuerdos,
de muchas palabras calladas, de aquel vuestro primer libro, de aquella
vuestra timidez de niño, y, ¿por qué no decirlo?, del orgullo de que,
cuando para muchos se estrenaba en aquella noche _Canción de cuna_,
para mí se había estrenado hace mucho tiempo.
* * * * *
Persona respetable y bien enterada me asegura que los restos de D.
Manuel Bretón de los Herreros, sepultados en el antiguo cementerio
de San Nicolás, caerán en la fosa común en breve plazo si nadie se
presenta á pagar los gastos de traslación. Creo que bastará con la
noticia, sin lamentaciones ni comentarios, para que la Sociedad de
Autores, ó la de Escritores y Artistas, ó el Ateneo, ó la Academia
Española, ó todos juntos, ó el primer buen español que tenga unas
pesetas sobrantes, se apresuren á evitar esa... pequeña vergüenza.
¡Ojalá pudieran evitarse á tan poca costa otras mayores! La persecución
de mujeres por esas calles, sin ir más lejos. Cualquier medida que
tomen las autoridades para ello, la más arbitraria, la más draconiana,
será bien recibida. Hasta la de obligar á esos hombres valientes,
insultadores de mujeres, á vestir las faldas-pantalones que tanto les
indignan. Si entre las mujeres hubiera verdadera solidaridad, ellas
son las que debieran correr por esas calles á esos varones sin otra
apariencia de ello que el traje masculino. Aunque, bien mirado, hay
para compadecerlos. ¿Qué mujeres tendrá ó habrá tenido en su casa el
que no sabe que toda mujer es tan respetable en la calle para todo
hombre como si fuera mujer de su propia familia? Pero, es claro, hay
caballero que se echa á la calle, harto de haber insultado con mil
groserías á las de casa. ¿Qué no hará con las extrañas? El hombre,
como el caracol, lleva siempre su casa á cuestas. El que insulta á una
mujer en la calle, es que le sobraron insultos de los que acostumbra á
dirigir á su señora. O que devuelve los que su señora le ha dirigido,
y no se atrevió á contestar, y ¡el pobre hombre no ha de quedarse con
ellos!
* * * * *
Las modernas indagaciones de la crítica artística llevan la alegría
por barrios. Cuando un Museo ó un coleccionista están más ufanos con
un Velázquez ó con un Rafael ó con un Greco, sale un señor crítico de
Arte aguándoles la fiesta con decirles que, lo que se creyó original,
es copia, ó alegrándoles el duelo con la afirmación contraria. Nadie
sabe ya lo que tiene. Es para creer en todos los cuadros viejos y para
no creer en ninguno.
El Museo del Louvre se ufanaba de poseer la verdadera _Gioconda_;
nosotros mirábamos despectivamente la de nuestro Museo del Prado. Se
volvieron las tornas; durante unos cuantos años la verdadera _Gioconda_
será la nuestra. Aunque bien pudieran serlo las dos, y aun no serlo
ninguna. Esta _Monna Lisa_, tan traída y llevada con el enigma de su
sonrisa, quiere, por lo visto, ser enigmática en todo. Leonardo de
Vinci era artista minucioso hasta el resobado, y es lo más probable que
las dos _Giocondas_ fueran, en su intención, estudios y apuntes para
una tercera, que acaso parezca el día menos pensado. Mucha importancia
concedía Leonardo al fondo de sus figuras, y hasta procuraba infundirle
algún simbolismo apropiado. Por esta consideración más parece la
_Gioconda_ definitiva la del Louvre. Pero también pudo ser que,
para mayor enigma, le pareciera mejor fondo el fondo indeterminado
de la _Gioconda_ de Madrid. ¡El demonio de la señora! Nada, que
se ha propuesto dar que hablar por los siglos de los siglos. Bien
dijo su pintor y presunto enamorado: «Bella forma mortal passa é non
d'arte». Ya sé yo cómo resolvería este pleito uno de nuestros chulos
castizos; diciendo de una vez. «¡Vaya una tía _Gioconda_!» Sólo que, al
pronunciarlo mal, estaría en lo cierto.


II

La comedia novelada de D. Eugenio Sellés, _Icara_, con satisfacer
plenamente en la lectura, deja, no obstante, en nuestro espíritu el
sinsabor que deja una vida truncada que nos pareció encaminarse á
muy otro destino. No quiere esto decir que la serenidad del libro
convenga menos, para una obra de serio y noble arte, que el bullicio
de los teatros. Obras hay, en forma dramática, que nada ganarían al
afrontar las luces de la batería: muchas de Byron; los admirables
poemas de Browning; algunas comedias, quizás las mejores, de Musset.
Pero _Icara_, no; se advierte, desde luego, que nació para el teatro, y
todo en ella pide la expresión vigorosa que sólo en la representación
escénica puede lograr la verdadera obra dramática. _Icara_ se malogra
en el libro. Y cuando público, crítica y empresarios se lamentan de que
faltan autores y obras en consecuencia, ¿qué razones hay, que la razón
no alcanza, para que _Icara_ no haya sido representada? Descontemos la
razón de méritos: tiene la obra muy sobrados, literarios y teatrales.
Interesante asunto, de una importancia social que se sobrepone á lo
que pudiera parecer de efímera actualidad. En cuanto á los papeles,
razón suprema muchas veces para la admisión de una obra, nada dejan
que desear al lucimiento de los actores. ¿Atrevimientos? Es el autor
de _Icara_ bien probado señor de la pluma, para temer groserías de
pensamientos y de lenguaje en obra suya. ¿Por qué, entonces, _Icara_
no ha sido representada? No ha muchos días nos ofreció una espléndida
empresa minuciosa estadística de las obras representadas por su
compañía; todo ello para blasonar, á más de un trabajo constante, de
una amplitud de criterio que sería laudable si estuviéramos seguros
de que era sincera. Lo cierto es que, sin contar las que han dejado
de escribirse, en la seguridad de que no hubieran sido admitidas por
ninguna empresa, acaso las mejores obras dramáticas de estos últimos
años impresas andan sin haber logrado el favor de ese amplio criterio.
Díganlo las tragedias bárbaras de Valle-Inclán _Aguila de blasón_ y
_Romance de lobos_; dígalo _Icara_; díganlo, del teatro extranjero,
las verdaderas obras de arte: unas, traducidas para ser publicadas;
otras, no traducidas por no perder el tiempo; mientras las empresas se
desviven por traernos cualquier «comedieta» sin importancia ó cualquier
dramón, al que se ha concedido demasiada. No es que me parezca mal, y
cada uno en su casa es muy dueño de hacer lo que mejor le parezca y
más crea que le conviene; pero no se pretenda darnos plaza de tontos,
haciéndonos creer, cuando sólo se atiende á los legítimos ingresos de
la contaduría, que se piensa, sobre todo, en los altos intereses del
Arte.
* * * * *
El batallador obispo de Jaca, él pelea en Madrid y la diócesis á la
puerta, se opone, en nombre de la religión cristiana, á la cremación
de los cadáveres. No sabemos en qué texto sagrado podrá fundarse. No
será, ciertamente, en el bíblico de la destrucción por el fuego ¡ay,
Teresita! de las ciudades nefandas Sodoma y Gomorra. Si fuere, por
dificultarse con la cremación, el prodigio final de la resurrección
de la carne, grave ofensa de la divinidad, nos parece suponer que ha
de serle más difícil resucitarnos de unas pavesas que de un montón de
huesos. El que nos hizo de la nada, aun de la nada volverá á sacarnos,
y, francamente, no valía la pena de molestarse.
No era preciso que el señor obispo de Jaca tronara desde tan alto
contra la cremación. Sin consideraciones religiosas de tanto peso,
ya basta contra ella la natural y humana repugnancia á desaparecer
de modo tan terminante. Queremos aferrarnos á la vida hasta en la
muerte; de ahí esa vanidad de monumentos funerarios, los epitafios
rimbombantes, las esculturas que perpetúen nuestra forma mortal. Los
más descreídos en la imperecedera existencia del alma creen todavía
en lo imperecedero de la materia al través de transformaciones; acaso
creen que aun han de renacer, con los jugos de la tierra, en la
flor, en la mariposa; que su «yo», su soberbio «yo», ha de existir
por siempre, aunque algo desperdigado. ¿Cómo es posible que al morir
se anule por siempre tanta grandeza? ¡Perderse así nuestras opiniones
políticas, nuestros entusiasmos artísticos, nuestras preocupaciones
sociales! ¡Saber que nuestro juicio particular sobre los más notables
contemporáneos no significará ya nada en la armonía universal! ¡Que
habremos oído el vals de los besos de _El conde de Luxemburgo_ para
no recordarlo en toda una eternidad! ¿Qué significaría entonces esta
vida nuestra? No es cosa de perder, por una medida de higiene y de
estética como la cremación, las posibles transformaciones de nuestro
cuerpo miserable. No defraudemos á los gusanos. ¡Es tan numerosa la
fauna de los sepulcros! Hay libros muy interesantes en que se estudia.
Hay gusanos especialistas de cada parte de nuestro apetitoso individuo:
unos, para el corazón; otros, para roernos los sesos; otros, los más
golosos, tienen á su cargo, como los del romance, «donde más pecado
había». Tienen nombres distintos, nombres científicos, sonoros y
expresivos. ¡Oh, es muy curioso! ¡Animalitos! ¡Hermanos gusanos!--como
diría San Francisco.--La cremación sería una estafa para ellos. Dejemos
á la Naturaleza completar su obra; sólo ella es sabia, sólo ella sabe
lo que nos conviene. De este modo, las cenizas de Alejandro podrían
tapar un barril de cerveza, como razona Hamlet en el cementerio. ¡Pobre
príncipe! Aunque al morir sólo desea el silencio, como suprema paz para
su espíritu, antes había soñado para sus cenizas la posible utilidad de
tapar barriles. Todo, menos desaparecer del todo y para siempre.
He aquí por qué la cremación tiene tan pocos partidarios. Entre
una sepultura en la tierra y una pequeña urna en poder de nuestros
allegados... La tierra nos ofrece mayor seguridad. La familia puede que
perdiera la urna en una mudanza.


III

El señor obispo de Jaca es de incesante actualidad. Los cronistas le
deben un homenaje de gratitud. Su último grito es un llamamiento á
las plumas ociosas--no confundirlas con las ociosas plumas; de dormir
son éstas, y aquéllas de no dormirse.--El señor obispo tiene por
lema: «A Dios rogando y con la pluma dando». Si en su mano estuviera
proponer alguna inusitada advocación, en todas las iglesias de la
cristiandad tendría especial culto Nuestra Señora de la Rotativa. Es de
agradecer este singularísimo aprecio á las letras periodísticas. Pero
¡ay! en vez de tocar llamada á las plumas, ¿no fuera más pertinente
llamar á los bolsillos? ¿A qué están las plumas? No, no es: «¡El
que sepa escribir, que escriba!», lo que hay que gritar. «¡El que
pueda pagar, que pague!» Ahí está el toque, el verdadero toque de
llamada. Todos nos lamentamos de la indiferencia general, nadie se
apasiona por una idea, todas ellas están indefensas: las religiosas,
las antirreligiosas, las políticas y las artísticas. Y es que ¡está
todo tan mal pagado! La literatura, en general; la periodística, en
particular, no halla mejor recompensa que la de ser retirado de ella
para ocupar algún puesto oficial. No hay mejor premio para los que
valen; de donde resulta que los premiados, son baja por ascenso; los
que quedan, baja por inútiles, y los postergados por la soberbia ajena
ó la modestia propia, baja por desilusión y desmayo, por falta de esa
interior satisfacción tan necesaria en todo militante. Si el periodismo
fuera por sí mismo un buen fin, y no un medio para otros fines, nadie
cambiaría su puesto de honor en el combate por otros puestos que han
de quedar indefensos al faltar los mejores para defenderlos. Entre los
que van de pasada, con la ambición más alta, y los que á nada pueden
aspirar, ya desesperanzados, las ideas quedan á merced del enemigo,
abandonadas como impedimenta. Menos cargos políticos y mejores
sueldos. Así habrá menos impaciencias y menos desfallecimientos. ¡El
que pueda pagar, que pague! Veremos entonces cómo todo el que sepa
escribir, escribe. Procure, procure el señor obispo de Jaca conmover
el bolsillo de los fieles, funde un periódico, pague á los periodistas
con sueldo de obispo y verá leones defendiendo los obispados. Con 25
ó 30 duros al mes, ¿qué ha de hacer el redactor del periódico más
piadoso sino ayudarse y defenderse escribiendo algún entremés para el
Salón Madrileño, sin licencia del ordinario? Y ¿qué ha de hacer el
redactor del órgano más revolucionario más que escribir los gozos á
unas monjitas, si se los encargasen? ¡Felices los que ignoran lo que
pueden pesar 25 pesetas sobre nuestras convicciones más íntimas y nunca
hicieron traición á una idea por menos de dos ó tres millones!
* * * * *
Las tiples han dado en fugarse. Es el modo más delicado de
participarnos su efectuado enlace, que no sería bien anunciar más
claramente. Hoy todo se anuncia, hasta las defunciones de la virtud;
para las que está más indicado que en ninguna otra el: «Se suplica el
coche».
¡Y hay quien cree que en el teatro todo es libertad! Ya ven que no es
así, cuando las tiples necesitan fugarse para poder amar libremente.
Hay muchas señoritas de buena casa que, para mucho más, no pasan de la
escalera. Verdad es que unas piensan en el contrato matrimonial, al
que nada favorecen los anuncios previos, y las otras en la contrata
artística, á la que favorece cualquier reclamo, aunque sea de codorniz
y tan redoblado como el de las «verdecillas» del sainete. Ya se pagará
á las tiples por fugas; siempre es una garantía de buenas formas y
hasta de algún conocimiento musical, á falta de otros. Con todo esto,
los perjudicados son el público y los empresarios; no porque se fuguen,
sino porque vuelven.
* * * * *
Algunos escritores de provincias claman contra nosotros los de Madrid
porque, según ellos, tenemos establecido un _trust_ de los bombos y nos
pasamos la vida en batalla de flores: elogio va, elogio viene; siempre
entre los mismos del corro. Y ¿qué se le va á hacer si el corro es
tan reducido? Pero ¡lo que son las cosas y qué difícil es contentar á
todos! Aquí, aun de los del corro, hay quien se queja si no se le cita
á cada paso y se deja pasar sin referencia la comedia, el libro, la
crónica ó el artículo. Claro está que sería preferible fuera el público
quien nos diera á cada cual lo nuestro y nosotros lo suyo al público;
pero con público tan indiferente y distraído, ¿no será obra meritoria
la de bombearnos los unos á los otros? Ya procuramos destruir el efecto
de las caricias públicas con los arañazos y mordiscos privados. ¡Pues
sí que reina la paz entre los príncipes cristianos! Da gusto discurrir
por cualquier Círculo literario.--¿Has leído la imbecilidad que publica
hoy Fulano?--Nunca leo esas latas.--¿Has leído lo que dice de ti el
idiota de Mengano?--Esto cuando se trata de un elogio, para darle todo
su valor.
Y se habla mal de todo lo que se lee, y peor de lo que no se lee; y
todo es tabarra, todo es lata, ¡tan vaporosos estamos que todo nos
pesa! Y nada es original y todo está dicho, ¡tan enterados estamos de
todo!
Dejad, dejad que funcione el bombo mutuo; es cuanto queda de agrado
y cortesanía en nuestras relaciones literarias. ¿Será mejor que nos
destrocemos los unos á los otros y los artículos sólo sirvan para
alabanza de los políticos y de los _sportsmen_, de las marquesas
viejas y de los toreros; las críticas de teatros para celebrar las
decoraciones y el rumbo de los empresarios y la belleza de las
espectadoras, y que todos suban, triunfen y medren sobre nuestras
costillas, molidas por nosotros mismos? ¿Para todos hemos de guardar
el secreto y entre nosotros no hemos de guardarlo? ¿Vale el público
más que nosotros, para que le debamos la verdad? La verdad es para
los iguales. El que quiera saberla, que llegue con la inteligencia ó
con el corazón. Y si aun hablando bien unos de otros no engañamos al
público sobre nuestro mérito, ya que nos crea malos escritores que nos
crea siquiera buenas personas.


IV

Todos los años nieva en primavera y todos los años reaparece el
invierno por Abril ó por Mayo, con un frío, según frase consagrada,
impropio de la estación. Todo esto no tiene nada de particular; lo
particular es que, sucediendo lo mismo todos los años, todos los años
nos produzca la misma sorpresa, como algo fuera del orden natural.--¿Ha
visto usted qué frío se nos ha echado encima? Aquí todo se nos echa
encima: la nieve, como la revisión del proceso Ferrer, como el problema
de Marruecos. Nada se aprende de un año para otro. En el año próximo
volverá á nevar en primavera y volverá á parecemos que la Naturaleza
padece graves trastornos y volveremos á sorprendernos del frío impropio
de la estación.
En las actuales circunstancias, la nieve ha sido tal vez la más
elocuente manifestación de la opinión pública; el verdadero jarro de
agua fría sobre el ardor, más ó menos sincero, de tantos acalorados
discursos. La temperatura de la calle no ha correspondido con la del
salón de sesiones. Verdad es que ¡tan pocas veces está á tono lo que se
discute dentro con lo que se opina fuera!
* * * * *
Los que se habrán tranquilizado mucho serán todos los que se hallan
bien avenidos con el orden social, venga de donde venga y lo imponga
quien lo imponga. ¡Si estarán convencidos de la apacible condición de
nuestros revolucionarios! Para una vez que podían disputarse la gloria
de haber intervenido en una revolución, chica ó grande, todos, por el
contrario, han procurado á toda costa convencernos de que ni ellos ni
sus amigos pudieron tener la menor intervención en ella. ¡No faltaba
más! Ellos no están conformes con nada de lo existente, pero en el
fondo son gente de orden. Con creyentes así poco hubiera prosperado el
cristianismo. Al primer mártir sacrificado, en vez de ensalzarle por
su fe, hubieran tratado de probar que era tan pagano como el primero y
que su martirio... había sido una lamentable equivocación imperial; con
lo cual el calendario hubiera perdido un santo y mártir y el emperador
se hubiera quedado tan fresco. Yo no sé, pero me parece que siempre es
más lucido ser mártir de las ideas propias que de las ajenas.
* * * * *
Sin eufemismos de contaduría, Ivette Guilbert ha sido un fracaso ante
nuestro público. ¿Por falta de ambiente? No puedo creerlo: el público
que asistía á la presentación de Ivette Guilbert era justamente el
público selecto para quien París y sus artistas no son una novedad ni
una rareza. ¿Es que la artista ha perdido con los años? No, Ivette
Guilbert ha ganado físicamente, y artísticamente, si nada podía ganar,
porque en su arte llegó á la perfección hace mucho tiempo, nada ha
perdido tampoco. Su repertorio es hoy más variado, más extenso; á las
canciones canallescas y macabras, que eran su especialidad, ha unido
canciones del siglo XVIII, ingenuas unas, como canciones de niñas al
corro; galantemente picarescas otras. Ivette Guilbert es la Duse de
este género, que, por ser muy de Francia, no es de un particularismo
tal que no pueda interesarnos y justifique el desvío de nuestro
público. No hay arte chico ni grande; hay artistas muy chicos y grandes
artistas. Ivette Guilbert sabe hacer de una canción una comedia ó una
tragedia; en su voz, en su gesto, en sus actitudes, viven, á cada
estrofa, almas diversas. ¿No es todo un drama la canción _Le roi fait
battre tambour_--escrita á la muerte de la famosa Adriana Lecouvreur?
El público de Madrid ha sido injusto en esta ocasión. Es ya tarde para
reparar la injusticia. Se comprende que haya público para todo, y hasta
me parecería mal que todo el público entendiera de todo, mientras
haya clases; pero, la verdad, que precisamente cuando hay que admirar
verdadero arte sea cuando falte el público, es algo triste.
* * * * *
Gracias á los que se interesan por mi salud ó por mi estado de ánimo
cuando falta una _Sobremesa_. Váyase por los que desearían que
reventara de indigestión en una de ellas. Gracias también á los que
creen que algunas, por impublicables, van al cesto de los papeles.
Basta con que sepamos que no es así los que debemos saberlo. La verdad
es que no ha de trabajar uno siempre para fuera y quizás escribe uno
más cuando menos escribe, y aun en páginas más duraderas, y no siempre
está uno para expansionarse, y más cuando se va para viejo, y rara vez
rompería uno el silencio de oro sin apremios de plata. Conque ya lo
saben todos los molestos ó contrariados con que uno escriba: no tienen
más que organizar una suscripción, á unas pesetitas por molestia, y yo
prometo no volver á tomar la pluma en mi vida, ni aun para agradecerles
la mala voluntad de su buena obra. Con dinero se arregla todo.


V

Yo no sé si se ha escrito--la erudición no es mi fuerte;--pero de
no haberse escrito, debiera escribirse un libro de las procesiones
de Semana Santa en España. Decía un gran actor francés, maestro de
actores, que el verdadero actor debe aprovecharse, en primer lugar, de
sus buenas cualidades, y, en segundo lugar, de las malas. Este buen
consejo puede hacerse extensivo á toda persona, cualquiera que sea su
condición social, y á todos los pueblos, cualquiera que sea su estado
de civilización. Cuando no se puede sobresalir por adelantados, se
debe procurar sobresalir por el atraso; el caso es sobresalir de algún
modo. Esto de las procesiones no es precisamente como la aviación ó
la telegrafía sin hilos; pero es mucho más pintoresco y mucho más
castizo y, bien anunciado, pudiera ser de una gran atracción para los
extranjeros, curiosos de algo típico, cada vez más escaso, por culpa
de la civilización, tan niveladora de costumbres como desniveladora
de peculios. Sólo las procesiones de Sevilla han conseguido lo que
ahora se dice reputación mundial. Sin rebajar nada de su bien ganado
renombre, hay muchas otras que merecen ser conocidas. Las de Murcia,
con sus imágenes de Salcillo, el Murillo de la escultura española,
y, con él, una de las pocas notas de dulzura en el Arte español;
con aquel ángel de la Oración del Huerto, bello como los de Rafael,
símbolo artístico, al erguirse en su pagana belleza sobre la postración
dolorosa del Nazareno, de todo el Renacimiento, protestante en nombre
de la vida triunfadora y del Arte embellecedor de la vida.
Las procesiones de Cartagena, con pasos de Montañés, de Salcillo,
comparación interesante. Las de Lorca, de primitiva ingenuidad, con sus
escenas bíblicas y evangélicas, representadas por personajes de carne
y hueso; reñidas competidoras en propiedad y en lujo. Y en poblaciones
más humildes, en pueblos ignorados, ¡qué tesoros de observación para
el curioso! Las legiones de armados, los nazarenos, el pretorio con
sus trompetas destempladas... Y sobre la devoción y la austeridad y
las tinieblas en el templo, y las Siete Palabras en el púlpito, y los
siete cuchillos clavados en el corazón de la Dolorosa, y sobre la Cruz
redentora y el Santo Sepulcro, miradas y palabras y silencios de amor y
de deseos que van encendiéndose por la boca y por los ojos de hombres
y mujeres... Y la vida triunfa sobre toda tristeza, como el ángel
murciano en la Oración del Huerto.
* * * * *
Las Sociedades de aficionados protestan contra el aumento en los
derechos de representación de las obras teatrales exigido por la
Sociedad de Autores. Todo el que conozca la organización íntima de esas
Sociedades ha de estar conforme con la protesta. No se comprende que
pueda haber animadversión contra ellas por parte de los autores, de los
actores ni de los empresarios. Para estos últimos, las Sociedades de
aficionados son una saneada fuente de ingresos; los actores no deben,
sin ingratitud, mirarlas con malos ojos; casi todos se dieron á conocer
en alguna de esas Sociedades, que vienen á ser las novilladas del arte
dramático. En cuanto á los autores, por ellas ven popularizadas sus
obras y por ellas ven representarse obras de repertorio olvidadas por
las empresas. Las Sociedades apenas cubren gastos; de su desinterés no
cabe sospechar. Son un interesante ensayo de socialismo aplicado al fin
de proporcionar honesto recreo á muchas familias que no pueden pagar
el lujo del teatro, si barato en Madrid, comparado con otras grandes
capitales, muy caro en comparación con la riqueza de esas capitales y
la madrileña.
Con la subida de los derechos sólo se conseguirá, como siempre, que
la autoridad se excede, que el favor solicitado con recomendaciones
se sustituya á la justicia, y, como el favor no es nunca equitativo
ni desapasionado, todo parará en intrigas, desigualdades y molestias
para ambas partes beligerantes: Sociedades dramáticas y Sociedad de
Autores. De nada sirve el general acuerdo si, después, unos autores
ofrecen rebaja en sus derechos, y otros, por el contrario, exigen
montes y morenas y anticipos y un número fijo de representaciones,
cuando de obras estrenadas con aplauso se trate. Todo ello sólo sirve
para que medren los que están en el secreto y hagan el tonto de la
pantomima los que se atienen á la letra de los reglamentos. Lo mejor
You have read 1 text from Spanish literature.
Next - De Sobremesa; crónicas, Cuarta Parte (de 5) - 2
  • Parts
  • De Sobremesa; crónicas, Cuarta Parte (de 5) - 1
    Total number of words is 4623
    Total number of unique words is 1618
    34.9 of words are in the 2000 most common words
    47.8 of words are in the 5000 most common words
    54.6 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • De Sobremesa; crónicas, Cuarta Parte (de 5) - 2
    Total number of words is 4677
    Total number of unique words is 1647
    34.8 of words are in the 2000 most common words
    48.6 of words are in the 5000 most common words
    55.7 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • De Sobremesa; crónicas, Cuarta Parte (de 5) - 3
    Total number of words is 4723
    Total number of unique words is 1560
    34.3 of words are in the 2000 most common words
    47.4 of words are in the 5000 most common words
    54.1 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • De Sobremesa; crónicas, Cuarta Parte (de 5) - 4
    Total number of words is 4662
    Total number of unique words is 1659
    33.3 of words are in the 2000 most common words
    46.6 of words are in the 5000 most common words
    53.6 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • De Sobremesa; crónicas, Cuarta Parte (de 5) - 5
    Total number of words is 4682
    Total number of unique words is 1649
    34.0 of words are in the 2000 most common words
    46.3 of words are in the 5000 most common words
    53.3 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • De Sobremesa; crónicas, Cuarta Parte (de 5) - 6
    Total number of words is 4655
    Total number of unique words is 1647
    31.8 of words are in the 2000 most common words
    45.3 of words are in the 5000 most common words
    52.0 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • De Sobremesa; crónicas, Cuarta Parte (de 5) - 7
    Total number of words is 4658
    Total number of unique words is 1612
    32.4 of words are in the 2000 most common words
    44.6 of words are in the 5000 most common words
    52.9 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • De Sobremesa; crónicas, Cuarta Parte (de 5) - 8
    Total number of words is 4695
    Total number of unique words is 1578
    34.8 of words are in the 2000 most common words
    47.3 of words are in the 5000 most common words
    53.8 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • De Sobremesa; crónicas, Cuarta Parte (de 5) - 9
    Total number of words is 4599
    Total number of unique words is 1581
    33.4 of words are in the 2000 most common words
    45.8 of words are in the 5000 most common words
    52.8 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • De Sobremesa; crónicas, Cuarta Parte (de 5) - 10
    Total number of words is 677
    Total number of unique words is 360
    40.6 of words are in the 2000 most common words
    50.5 of words are in the 5000 most common words
    53.2 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.