De Sobremesa; crónicas, Cuarta Parte (de 5) - 5

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trate de bailotear en una verbena ó jolgorio de barrio, con una buena
charanga tiene bastante; sobra la Banda municipal, como sobraría la
Orquesta Sinfónica en el palacio más aristocrático si sólo de bailar
rigodones, valses y cotillón era el caso. Cada ocasión pide su lujo
particular; no hay que ser _rastaqueres_, señores concejales.


XX

Nuestra pobre vida, ahogada entre las cuatro paredes de la actualidad
prosaica, sólo en lo misterioso halla asidero para lanzarse iluminada
hacia donde algo novelesco ó poético se vislumbra. Sabemos que de nada
extraordinario somos capaces; sabemos hasta dónde nos llevan nuestras
pasiones, nuestros vicios, nuestras maldades y nuestras virtudes;
hemos perdido toda ilusión en nosotros mismos, hemos renunciado á ser
actores hasta en la propia comedia de nuestra vida; por lo mismo, somos
espectadores curiosos de la vida de los demás y esperamos de cualquiera
de ellos la emoción que divierta un poco la monotonía de nuestra vida.
¿No hay quien quiera ser héroe, para que, de espectadores, ascendamos,
siquiera por unos días, á ser coro de la tragedia?
La muerte de Mad. Lantelme, lindo artículo de París--ciudad única en
la fabricación de esas muñecas vivientes, imitación perfecta de todo,
de la hermosura, de la elegancia, hasta del talento,--nos defraudaría
como espectadores si, en efecto, hubiera sido causada por un accidente
de los que llamamos casuales. Y he aquí cómo, hasta cuando queremos
poetizar, nos asimos de la más vulgar lógica.
La casualidad es un desenlace, pero no es una explicación. La
casualidad es algo que irrumpe por nuestra vida, fuera de todo cauce;
algo que, de puro fatal, parece desviarnos de la fatalidad de nuestro
destino. Son pocos los espíritus que saben percibir en la casualidad
algo que sea lógico y necesario en esa armonía que es toda vida humana.
A nadie le parece buena explicación el accidente casual. Todas las
mujeres que envidiaban á la Lantelme, creyéndola muy dichosa, caen
ahora en la cuenta de que era muy desgraciada. Menos mal que la muerte
pone un poco de moralidad en la vida. Las que más la envidiaban han
dejado de envidiarla ahora: «No, no era feliz; no podía serlo--se
dicen unas á otras.--La felicidad no es sólo el dinero...» Pero, á
estas horas, todas pensarán en el opulento viudo, por si acaso. Todo es
poner barandal más alto á las ventanas del yate.
Todos prefieren creer que la linda muñeca de lujo se ha suicidado. Esta
explicación, que es más lógica, es, por lo mismo, más vulgar, queriendo
ser poética. Hasta en Francia, donde aun florece la tragedia con toda
la pompa de sus alejandrinos, se ha perdido el sentido de lo trágico.
Buscando la tragedia, se cae en el melodrama.
¿Un suicidio? Según eso, las mariposas efímeras también se suicidan
cuando se queman á la luz. No; cumplen su destino: vuelan hacia la
luz y se abrasan. Igual, ese bonito juguete, mariposa-mujer con alas
de encajes y colores de pedrería, volaba en torno de esas luces
deslumbradoras que son el amor, la riqueza, el arte, la gloria... y se
abrasó en cualquiera de ellas, tal vez en la que menos calor daba.
* * * * *
Los que no salen de Madrid por sus ocupaciones ó por su gusto--por
falta de dinero no será; por esa razón sólo podrían veranear dos
docenas de madrileños,--con nada se divierten. En la Ciudad Lineal,
unas luchas greco-romanas, que más transcienden á barraca de feria
francesa que á Grecia y Roma. En los nuevos Jardines del Retiro, en
oposición al clasicismo de la Ciudad Lineal, triunfa el romanticismo
con don Jenaro, «el Feo», por mal nombre. Un bufo de la tierra que,
sin saberlo, como M. Jourdain, hablaba en prosa, ha traducido muy
castizamente excentricidades de _minstrel_ inglés. Con eso, y con
el mujerío de verano, un mujerío que se oculta en invierno como los
pájaros se ocultan para morir, según el poeta, no se pasa del todo mal
en Madrid.
Para los que no pueden vivir sin emociones de Arte, en cualquier tiempo
que sea, ahí tienen el Gran Teatro, con una mínima de 40 grados al sol
de sus baterías y á la sombra de sus tiples.
Mucho es, aquí, donde todo se copia, que no tenemos ya, al modo de
Francia, teatros de la Naturaleza, teatros al aire libre ó teatros
de verdura, que de las tres maneras los llaman, aunque en la última
acepción ya podríamos competir ventajosamente con los franceses. De
verdura tenemos aquí muchos teatros que, si el público tuviera mejor
gusto, aun había de justificar más su nombre, sembrando el escenario de
hortalizas.
El teatro de la Naturaleza cunde en Francia que es una bendición...
de los campos. No hay ciudad de alguna importancia, villa de
aguas--traducción literal--villaje,--esto ya es más castizo, aunque no
lo parezca,--donde no se represente alguna obra, con montañas y cielo
por telón de fondo y árboles seculares por bastidores--suprimidas las
bambalinas. Por fortuna, entre los actores franceses, gracias á la
frecuente interpretación de sus insoportables tragedias, los hay de
hermosa voz y grandes facultades, que les permite ser oídos sin el
recurso de la máscara bocina de los actores griegos y romanos.
Lo malo es que, si al principio sólo se representaba en estos
teatros obras adecuadas á la grandiosidad de la escena, hoy, por el
consumo excesivo, cualquier obra parece buena para servirla en plena
Naturaleza. Así se ha representado _La estrella de Sevilla_, de Lope de
Vega, y así se representará el mejor día _La dama de las camelias_, que
acaso no llegue al quinto acto, expuesta á los cuatro vientos, ó acaso
se reponga antes del cuarto con este tratamiento al aire libre.
Lo que sí podrá decir cualquiera en Francia, sin ponderación y sin
sacrilegio, cuando quiera recordar que estuvo en un teatro de estos, es
que fué allá, donde _Mounet Sully_ dió las tres voces. Como decía un
abonado del Real á otro que le preguntaba el lugar de la acción en _La
Walkyria_ y era en una representación muy desdichada:
--¿No lo ve usted? Donde Wotan dió los tres gallos.
* * * * *
Los vaticinadores y agoreros de acontecimientos mundiales, barajan sin
cesar el nombre de las grandes naciones. Lo que hará Alemania, lo que
piensa Francia, la actitud de Inglaterra. Parece que son los tiempos
en que se nombraba á los reyes por el nombre del Estado donde eran
soberanos. Cuando se decía: Francia se casa; Inglaterra se muere. Hoy
esos nombres, con significar mucho, no lo significan todo... Lo que
hará Alemania, lo que piensa Francia, la actitud de Inglaterra... Muy
bien, sí; pero ¿no convendría más saber lo que harán los alemanes, lo
que piensan los franceses y la actitud de los ingleses?


XXI

No es de extrañar, siendo la noble aspiración del socialismo la
realización de un estado social paradisíaco, que los socialistas
sean á veces de una inocente simplicidad, tan paradisíaca, por lo
menos, como el mundo de sus ideales. Sobre todo, los socialistas
españoles más noveles y, por lo tanto, menos baqueteados por las
impurezas de la realidad. De otro modo, al escuchar el otro día á esos
oradores franceses en _tornée_--y nunca pudo anunciarse con mayor
fundamento--_pour l'Espagne et le Maroc_, y oirles amenazar con la
huelga general internacional si el Gobierno de Francia ó cualquiera
otro se lanzaba á guerreras aventuras, nuestros buenos socialistas, en
vez de aplaudir, debieron preguntar, desconfiados, á los compañeros
franceses:--¿Qué apostamos á que ustedes no? En el mayor silencio
dejaron ustedes pasar la ocupación de Casablanca; sin ruidosas
protestas han consentido ustedes en la ocupación de Fez, llevada á
cabo con todos los pretextos y malas artes usuales en el viejo juego
de las ocupaciones. ¿Por qué en cualquiera de estos dos casos no han
ensayado ustedes esa terrible huelga general con que vienen ustedes
á conminarnos á nosotros, que ninguna deslealtad hemos cometido en
Marruecos? ¿Es que han tomado ustedes á España como una especie de
colonia agrícola ó granja de experimentación, buena para ensayar ese
cultivo de la huelga general y la protesta airada? Internacionalismo, y
no por mi casa, ¿verdad? Como si no supiéramos que en Francia hasta los
anarquistas son _chauvinistas_.
Y no hay que recordar el levantamiento de la _Commune_, porque
aquello mismo no fué sino exasperación del patriotismo dolorido.
Mientras se creyó fácil llegar á Berlín, no hubo en Francia un solo
internacional que protestara contra la guerra. Y hoy sucedería lo
mismo; y sólo nuestros inocentes socialistas, creyendo hacer el juego
del internacionalismo, no hacen más que enseñar las cartas del suyo á
quienes menos conviene.
De los socialistas alemanes no hablemos; el día en que el Kaiser
desenvainara su imperial espada, ¡boca abajo todo el mundo! ¿A que
nadie hablaba de huelga general en Alemania?
Hablen, trabajen en favor de la paz cuanto quieran y puedan nuestros
socialistas; están en su razón y en su derecho. Pero no fíen demasiado
en los de fuera. Hasta ahora no los hemos visto protestar ni contra la
injustificada ocupación de Fez ni contra las injustas provocaciones á
España. Si hay que ser internacionalistas, bien es que empiecen otros.
Aquí hemos sido siempre algo retrasados en todo; no hay por qué tomar
carrerilla en esto.
* * * * *
En Nueva York se ha inaugurado un Círculo literario hispano.
Discursos, poesías, música... De todo ello, lo más interesante, por
ser más del extranjero, ha sido el breve discurso del Dr. William R.
Shepherd, vicepresidente del nuevo Círculo, profesor de Historia de
la Universidad de Columbia. Ya que tan pocas veces nos llegan gratas
palabras, bueno es que conozcamos, para agradecerlas, las del ilustre
profesor, que dijo así:
«Aun cuando hiciera uso de mi lengua nativa para expresar el
sentimiento que me conmueve en estos momentos, al pensar en mis
impresiones de España, de la América hispana, del alma española,
aquende y allende los mares, las palabras me faltarían.
¡Cuánto más débiles y pobres no serán, pues, las breves frases que
podré pronunciar en una lengua que, si la amo al par de la mía, no deja
de ser siempre extraña para mí!
Os ruego, por tanto, que seáis indulgentes con mis faltas de dicción y
que miréis tan sólo á la sinceridad y al calor que las animan.
Quienes no conocen los países hispanos, quienes nunca han sondeado el
corazón de los pueblos de origen español, suelen á veces referirse á
ellos con todo el menosprecio. Los que así hacen, debe notarse son
hombres propensos á tomar lo accidental de la vida como característico;
lo temporal, como permanente; lo superficial, como esencial; la sombra,
como si fuera substancia.
¿Me será permitido á mí, un extranjero, un norteamericano, un yanqui,
si así lo queréis, un hispanófilo, sin embargo, de buena ley, el
aventurarse á deciros lo que creo, mejor dicho, lo que me consta
personalmente que significa la frase: España en América? Pues España
en América significa las cualidades de amabilidad y hospitalidad, de
cordialidad y caballerosidad, de afecto y fraternidad que distingue
tan marcadamente los pensamientos y los hechos de España y sus hijos.
Las colonias de antaño, las diez y ocho Repúblicas americanas de hoy,
las cualidades, en fin, que ennoblecen tan gloriosamente su múltiple
contribución á la cultura y al bienestar de la Humanidad entera.
Así es que en la fundación del Círculo literario hispano abrigamos
la esperanza de que podamos hacer todo lo que esté dentro de nuestro
alcance para que las virtudes del alma, las bellezas de la literatura
y la dulzura de la lengua que anhelamos fomentar sean más y más
conocidas, para que vivan, crezcan y florezcan, para que sean en el
porvenir aun más que lo que han sido en el pasado, para que sigan
siendo la luz, la alegría, la verdad, la vida, siempre bondadosa,
siempre fiel.»
También pronunciaron elocuentes discursos D. Manuel González, cónsul
de Costa Rica; D. Máximo Iturralde, catedrático de Castellano en la
Universidad de Nueva York; D. Francisco Borda, ministro de Colombia en
Wáshington.
Una verdadera fiesta española que bien merece aplauso y gratitud.
En Nueva Orleans se anuncia también la publicación de una Revista
española con el título _Mercurio_, y dirigida por míster Allen H.
Borden, que se propone fomentar nuestra literatura, nuestras artes y,
en general, nuestro progreso en todo orden.
Parafraseando á Voltaire cuando decía: _C'est du nord aujourd'oui qui
nous vient la lumière_, diremos: Es de los Estados Unidos de donde
hoy nos viene la luz. Aquí tienen un buen argumento los partidarios
y defensores de la guerra. ¿No será, al combatir unos contra otros,
como los pueblos se comprendan mejor y por comprenderse lleguen á
estimarse?


XXII

Cuando los sucesos tienen por sí solos la suficiente fuerza de
penetración ¿qué puede añadirles el comentario? Las noticias de
Inglaterra se comentan por sí mismas. De un lado, el esplendor de sus
fiestas marítimas, el más insolente lujo ostentado por los poderosos
más poderosos del mundo, señores de la tierra y de los mares. De otro
lado, la huelga sangrienta, el alarido desesperado de los hambrientos,
que, por ser legión, quieren también ser poderosos un día á su manera,
que es destruirlo todo, aunque no estén muy seguros de lo que después
ha de edificarse. No hay colosal ídolo de oro que no tenga los pies
de barro. El relato de esas huelgas de Londres y de Liverpool,
cortando bruscamente la admiración envidiosa que pudiera causarnos
la descripción de las fiestas brillantes, viene á ser consuelo de
pobres, ya que no de tontos. En todas partes cuecen habas; menos mal
donde también asan perdices; lo peor es donde sólo cuecen habas y de
la peor calidad. Aquí tenemos huelgas y no tenemos yates ni duques de
Westminster, que siempre es un entretenimiento hasta ver en qué para
todo.
Y aun pretenderán los soberbios lores oponerse á la sabia política de
Lloyd George, de quien bien pudiera decirse, como dijo Calderón de la
Cruz redentora, que es «Iris de paz que se puso entre las iras del
Cielo y los pecados del mundo».
Si con política tan previsora de lo que está viendo venir el más ciego,
no se consigue evitar algún tremendo choque, ¿qué sucederá donde nadie
piensa en nada ó se piensa en lo que menos importa?
Los ricos de Inglaterra han recibido en estos días una buena lección de
Economía política. Con todo su dinero se han visto carecer de muchas
cosas. En los muelles se pudrían las frutas, se derretía el hielo, se
estropeaban las golosinas, que por una vez estimaban en todo su valor
los que nunca creyeron que todo eso significaba más que dinero. Por
una vez, se han permitido los hambrientos el lujo que los hartos se
permiten toda la vida: desperdiciar.
* * * * *
Explicaba un señor que había viajado mucho, cómo la razón de ser España
el país más democrático en su trato y costumbres consistía justamente
en ser el más aristocrático. Y esto que parecía implicar contradicción
ó paradoja, lo resolvía él muy en su punto. En otras partes, sólo las
personas que, por su rango ó su elevada posición social, se creen
lo bastante seguras de sí mismas para saber que en nada desmerecen
por alternar con quien mejor les plazca, son las que se permiten esa
familiaridad y llaneza, que aquí nos permitimos todos porque todos
llevamos un gran señor dentro y todos nos creemos autorizados para
dispensar nuestra confianza á quien mejor nos parece; y así, de nuestra
misma altivez procede el ser sencillos, y de ser todos aristócratas el
vivir en plena democracia.
Esta española confusión de castas y linajes se acentúa en el veraneo,
donde apenas es posible distinguir de clases, y tal vez no haya dato
más seguro de información que las diferentes tertulias, formadas, no al
calor, sino al fresco de playas ó montañas.
Dime en qué tertulia andas y te diré quién eres; por lo menos te diré
lo que buscas, ya que saber quién sea cada uno es imposible.
Puestos á considerar las tertulias y sus afinadas electivas, tenemos:
la tertulia de los selectos, alrededor de alguna gran señora, ya
entrada en años; tertulia aburrida, pero de mucho tono. Por lo regular,
aparte los que quieren tomar alternativa, exhibiéndose en ella, los que
para nada la necesitan, saludan y pasan de largo.
Tenemos la tertulia de los despreocupados, en torno de alguna
profesional belleza; como es de rigor, acompañada por una
sobresaliente, vestida con los desechos y en todo atenida á lo mismo;
pero no es la que menos se divierte. Al pasar por esta tertulia hay que
hacerse los desentendidos cuando se va con señoras respetables.
Tenemos la tertulia del prohombre político: un corro muy ancho, con las
sillas muy espaciadas; al lado del prohombre una silla de respeto,
con el bastón y el sombrero y muchos periódicos. Esta silla sólo la
ocupa algún otro prohombre del partido ó algún enemigo político muy
caracterizado. El prohombre sólo deja oir su voz grave y sentenciosa,
hasta cuando quiere parecer familiarmente trivial, cuando hay
_repórter_ nuevo de periódico importante ó persona significada á quien
deslumbrar. De otro modo, queda encargado de amenizar la tertulia el
bufón del partido. En todos los partidos hay bufones de cámara.--El
hacer frases y chistes á costa de los correligionarios ausentes,
espiando las que son bien acogidas por una sonrisa del jefe, mal
disimulada entre protestas:--¡Oh! ¡Este Fulano es terrible! ¡No diga
usted eso! ¡Son cosas de usted! ¡No vaya á creer nadie que yo pienso lo
mismo!
En esta tertulia hay siempre un proveedor de cerillas, porque el
prohombre, gran fumador, nunca lleva cerillas.
Tenemos la tertulia del torero; muy parecida á la del político, salvo
que es más desinteresada. Con su bufón también, que habla mal de los
rivales en arte y de los revisteros apasionados por otros diestros,
con las mismas sonrisas de agrado y protestas hipócritas del ídolo.
En esta tertulia, como en la del prohombre, hay terribles celos y
envidias, que no suele haber entre los amigos de la profesional
belleza, con estar allí más justificados. Las preferencias del ídolo se
cotizan muy alto. Se recibe con hostilidad á cualquier amigo nuevo. Los
desairados desahogan su pena unos con otros.
--¿No le dijo á usted que almorzaría hoy con nosotros?
--Sí; pero llegó ese imbécil...
--Este Manolo es del último que llega...
Los asiduos á esta tertulia, siempre que se encuentran, antes de
saludarse, se preguntan:--¿Ha visto usted al «hombre»?--¿Qué sabe usted
del «hombre»?--¿Ha visto usted cómo ha quedado el «hombre»?
Les digo á ustedes que estas tertulias de veraneo son un manantial
inagotable de amenidades.
* * * * *
Muy de temer es que, á esos graciosos canastillos, última importación
con que el Ayuntamiento prosigue la tarea de europeizarnos, no les
caiga del todo mal la clásica definición de la escupidera: «Un
recipiente alrededor del cual se escupe y se tiran las colillas.»
¿Servirán precisamente los nuevos recipientes para el uso á que parecen
destinados? ¿Será el órgano engendrador de la función? ¿O cuando
tengamos todo lo necesario para ser limpios, nos seguirá faltando
la limpieza, como cuando tengamos todo lo que hace falta para estar
educados nos seguirá faltando la educación?


XXIII

Si alguna traducción se impone por su propia virtud, es la de esos
tribunales que han de juzgar á los niños precoces delincuentes;
institución establecida en varios países de Europa; en París, desde
algunos años, y ahora extensiva á toda Francia.
Discútase por criminalistas y sociólogos si la Justicia ha de tener
cara de perro ó rostro más benigno, cuando de juzgar á los hombres se
trate. Pero, tratándose de niños, ¿no podrá sustituir la severa balanza
por un pesa-bebés, blando como una cuna, y la imponente espada, cuando
menos por aquella caña tradicional en los antiguos maestros de escuela?
Yo no sé si hay niños rematadamente malos; pero sé que, en niños y
en hombres, nada hace tan malos á los malos como el saberse tenidos
por incapaces de toda bondad. Repetid á un niño continuamente:--¡Qué
malo es! ¡Es muy malo!,--y lo será en efecto. Aunque lo sea, dejadle
alguna ilusión sobre su bondad. Cuando queráis conseguir algo de él
y estéis seguros de su desobediencia, no vea que la dais por segura;
al contrario, decidle:--Sí lo hará, porque él es muy bueno.--Para
gobernar pueblos, como para educar niños, hay que hacerles ver que son
gobernables y educables, aunque no se crea.
Yo creo que si el pueblo español es de tan difícil gobernar ha sido de
tanto decirle que lo era.
Es humana tendencia la de sobresalir, la de afirmar nuestra
personalidad destacada. Hay quien, no pudiendo distinguirse de otro
modo, se contenta con presumir de sus achaques:--Como las jaquecas que
tengo yo no las tiene nadie.
Entre las señoras, no digamos; la que ha conseguido tener el parto más
laborioso se considera dichosa cuando lo echa á competir entre las
amigas.
Por esto, la sociedad y los Tribunales de Justicia, que la representan,
ni al juzgar á un criminal, á un delincuente nato é incorregible,
deben darse por entendidos de que se hallan en presencia de algún
monstruo. Esto envanece al criminal, y hay que procurar que los
criminales sean modestos. Hay que persuadirles de que no son tan malos
como ellos se creen. Es el sistema de los confesores sabios y prudentes
con los más empedernidos pecadores, y así consiguen conversiones
notables.
En los niños, vanidosillos de suyo, nadie sabe lo que puede importar
esta estudiada indiferencia ante sus precoces delitos.
En Francia, con muy buen acuerdo, se ha evitado toda publicidad en las
vistas y sentencias de estos tribunales para niños. Y aquí, si llegaran
á establecerse, habría que suplicar á la insaciable información, en sus
dos aspectos, literario y fotográfico, un discreto silencio.
¿Será ilusión, ó falta de memoria? Tengo entendido que algo se ha
legislado en España sobre tribunales para niños. Si así no fuera ó algo
faltara para llegar á la perfección en su funcionamiento, nada más
urgente.
Habiendo de tener estos tribunales mucho de patronato, debieran
constituirse por distritos y, aparte el juez especial designado,
formarse por jurados cuidadosamente elegidos. Entre ellos figurará
siempre un médico, un maestro, y, como ha indicado muy bien un
distinguido escritor, nunca mejor ocasión para que la mujer entrara en
funciones judiciales. Un voto de mujer no puede faltar al juzgar la
culpa de un niño. Un voto que sería una lágrima y un beso.
* * * * *
Un periódico inglés--_Daily Mirror_--propone lo que bien pudiera
llamarse vacaciones matrimoniales. Esto es, que, en los matrimonios,
debe veranear el marido de una parte y la mujer de otra, sin dejar de
escribirse durante la ausencia largas cartas de amor. Sería--añade
_Daily Mirror_--el mejor medio de mantener y reanimar la llama de
un sentimiento siempre expuesto á extinguirse _by the friction of
every day life_. Una tregua anual es muy conveniente, y escribiéndose
cartas que recordaran las adorables cartas de novios, los esposos
encontrarían, al reunirse de nuevo, una frescura de emociones que
despertaría en ellos al _boy_ y á la _girl_ adormecidos por el
matrimonio.
Hasta aquí el periódico inglés.
Yo no sé si en Inglaterra sería una novedad este descanso conyugal
ó vacaciones matrimoniales. En los países latinos no hay nada
más corriente, y, hasta ahora, los resultados no han sido muy
satisfactorios. Más de una separación á cencerros tapados y más de
un divorcio á cencerrada libre han tenido su origen en estos ensayos
veraniegos de libertad.
Un soltero pierde su libertad fácilmente, porque, en la mayoría de
los casos, no hay tal libertad. Hay que saber lo que es un padre
de familia á la española y la familia que se agrupa á su alrededor
en consecuencia, para comprender que cualquier medio es bueno para
emanciparse. Y como nuestro terrible padre de familia no comprende que
su hijo salga de su casa más que para casarse... pues se casa y en paz,
es decir, en guerra, la misma guerra que en la casa paterna; pero en la
suya siquiera, puede gritar él más que nadie.
Pero ¡ay! cuando un casado prueba unos días de libertad... matrimonio
perdido. Si es el marido quien veranea y la mujer la que se queda en
casa, la vida de fonda es para él un paraíso. Aunque los que viven en
casa de huéspedes aseguran que se está muy mal en las fondas, crean
ustedes que en cualquier casa de huéspedes se está mejor que en la
mayoría de las casas de la clase media española. En alimentación y
comodidades materiales hay poca diferencia; pero en cuanto á educación
y trato y ambiente espiritual, todas las ventajas están en favor de las
casas de huéspedes.
En el caso de ser la esposa la que veranea y el marido el que se queda
en casa, con ó sin criada, no hay idea del orden que puede reinar
en una casa cuando falta quien ponga orden en ella. Este ramo de la
limpieza y del buen orden doméstico, que, con la honradez, son los
últimos baluartes de las mujeres que no tienen otras gracias, están muy
desacreditados desde que se ha caído en la cuenta de que nada hay más
en orden ni con más limpieza que los tres lugares justamente en que
para nada intervienen las mujeres: un cuartel, un convento de frailes
y un barco de guerra.
Por todo esto y otras muchas cosas, no conviene dejar solos á los
maridos. En cuanto á las mujeres... ellas vuelven siempre encantadas al
hogar, por bien que lo hayan pasado fuera. ¿A quién podrán decir con el
tono de superioridad despreciativa que al marido:--¡Como éste es así!
¡Si éste no fuera así!


XXIV

Los que quieran oir, que oigan; los que quieran entender, que
entiendan. En algo habíamos de ser precursores. Nuestro género chico,
que no tuvo nunca mayor enemigo que sus propios cultivadores, va siendo
ya imitado en todas partes. En París son ya muchos los teatros mejor
defendidos con variedad de piezas en un acto, que con la obra grande,
de tres ó más actos; obra que no suele tener de grande más que las
dimensiones, y en donde, por dos ó tres escenas, que vienen á ser en
resumidas cuentas toda la substancia de la obra, hay que soportar todo
el ripio y cascote, que no es patrimonio exclusivo de las obras en
verso. En Londres, autores y actores famosos pasan sin desdorarse del
teatro al _music-hall_, y en bocetos dramáticos ó cómicos, _sketches_,
ofrecen, ganando en intensidad lo que pierden en extensión, brillante
muestra de su talento. Graves autores y críticos protestan contra la
innovación, que ellos estiman contra el Arte; pero el público la halla
muy de su gusto.
Y hay que abrir los ojos á la evidencia: La obra _grande_, en tres
ó más actos, es contemporánea de aquellas novelas en cuatro ó cinco
tomos, lectura reposada para todas las largas noches de un largo
invierno. Hoy nadie las escribiría, porque nadie había de leerlas.
En la vida moderna, hasta los desocupados tienen más ocupaciones que
los más activos de otros tiempos. El fracaso de muchas obras muy
estimables, la dificultad de sostenerlas en el cartel mucho tiempo,
no puede explicarse por su mayor ó menor mérito, sino sencillamente
porque es preciso tener muy pocas cosas en qué pensar y ninguna en
qué distraerse, para dedicar una velada entera á escuchar á un autor
y á unos actores, por muy lindas cosas que nos digan muy lindamente
dichas. Pesa mucha literatura sobre la Humanidad, y los autores están
en la obligación de decirnos lo más brevemente posible las novedades
que tengan que comunicarnos. ¿No es bastante un acto? Los autores y
los actores ingleses demuestran que aun el acto es mucho; el _sketch_
les basta para dar al público completa muestra de su arte. El teatro
del porvenir será como estos _music-halls_ ingleses á la moderna, donde
alterna la cupletista con la gran cantante, el excéntrico con el actor,
el baile con la tragedia condensada; donde hay espectáculo y arte, y
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